Un pequeño orificio. Un mundo ante mis ojos
A través de ese pequeño orificio, lo vi, y él, se apoderó de mi.
Un pequeño orificio
Un mundo ante mis ojos
Esta historia es real. Aun cuando de a ratos parece fantástica.
Tenía 19 años. Me había dado cuenta que era un joven un tanto extraño. Diferente. Intentaba salir con chavas, hasta tener novia. Pero sabía, muy en mi interior, que yo era diferente. Miraba a mis amigos y algunos de ellos, comenzaron a convertirse en mis fantasías sexuales. Pero luego de soñar, volvía a la realidad, e intentaba olvidarme de estas cosas.
Al ingresar a la universidad, mi vida cambió. Y todo comenzó en un baño, un día en el que no me sentía nada bien. Entré a un cubículo a hacer mis necesidades, cuando de pronto descubro en la puerta del cubículo, toda una serie de anotaciones, hechas con pluma. Comienzo a leer, y me sorprendo enormemente de lo que allí está escrito.
Hombres que estuvieron en ese mismo baño, habían escrito sus deseos, sus nombres, incluso algún teléfono, horarios. Oferta y demanda. Alguien escribió: Mi verga es una roca ardiente que espera tu boca y tu culo Otro dijo: necesito chupar una verga. Alguien dispuesto?
Mi verga comenzó a pararse mientras leía esto. Había otros como yo Pensaban como yo Sentían como yo Esa puerta, fue mi entrada al mundo gay.
Recuerdo que cada día, al llegar a la universidad, recorría baños, para ver qué decían las puertas. Y en cada puerta, encontraba mensajes. Hasta me masturbaba leyéndolos. Pero un día, una puerta fue diferente.
Esa puerta tenía un dibujo. Era una hermosa verga, erecta, peluda, con grandes huevos. A un lado una inscripción: " si esto es lo que te gusta mira por el orificio de la verga, y encontrarás lo que necesitas".
Al leerlo, no entendí muy bien, pero finalmente me di cuenta, que en la punta del dibujo de la verga, había un pequeño orificio. Un orificio por el que entraba un pequeño hilo de luz. El orificio traspasaba la puerta. Coloqué mi ojo ahí, y no lo podía creer: se veía toda la fila de mingitorios y gran parte del baño. Vi a un muchacho entrar y me alejé de la puerta, pero la curiosidad fue grande y vi como sacaba su pene y orinaba. Claro, esto no era excitante. Pero la posibilidad de ver hombres, penes, comenzó a excitarme enormemente.
A partir de ese día, me convertí en asiduo visitante de ese cubículo del baño. Llegaban, bajaba mi cierre, sacaba mi verga y comenzaba a mirar. Podía llegar a estar hasta una hora adentro, esperando, mirando, curioseando. Y claro comencé a descubrir cosas.
Vi llegar a un muchacho más grande que yo. Se paró frente al mingitorio y comenzó a orinar. A su lado, llegó otro y comenzó a mirar su verga. Los dos se miraban mutuamente y yo me acariciaba en mi soledad. Vi como el segundo estiró su mano y agarró su verga. No lo podía creer. Ellos pensaban seguramente que estaban solos. Pero yo los veía. Lamentablemente, cada uno acomodó su pantalón y se fue. No sé que sucedió luego con ellos.
Así siguieron pasando los días y semanas. Cada vez mi experiencia crecía más. Qué ricos cuerpos había visto, y que buenas vergas. No me imaginaba que tantos tipos les gustaba tocarse un rato en los mingitorios, y les gustaba exhibirse.
Eso sí. Todo lo hacía con mucha discreción. Nadie debía verme. Nadie debía saber lo que estaba haciendo.
Sin embargo, el día llegó. Estaba solo en el baño, cuando escuché que alguien entró. Apoyé mi ojo en el orificio y lo vi. Alto, con la camisa abierta hasta el tercer botón, vello en el pecho, y caminando en el baño. Finalmente, se acercó al mingitorio y sacó su pene. Pensé que iba a orinar, pero no, comenzó a acariciarse la verga, hasta lograr una erección total. ¡Qué hermosa verga! La miraba y me masturbaba. Dura, grande, y su mano recorriéndola lentamente.
De pronto, miró hacia mi puerta. Sentí que su mirada se encontraba con la mía. Pero no podía ser. De afuera, no se veía nada extraño en mi puerta. Sentí temor y dejé de mirar. Pero saber que afuera hay un hombre con una verga así, hizo que mirara de nuevo. Él ya se había acomodado la verga en el pantalón y se inclinó a amarrarse las agujetas. Pero lo que él estaba haciendo, era otra cosa: miraba por debajo de los cubículos si había alguien. Y así me descubrió. Vio mis zapatos: sabía que yo estaba ahí.
Mi corazón comenzó a latir fuertemente. Pero me tranquilicé cuando vi que él salía finalmente del baño. Acomodé mi ropa y dije: escápate ahora. Esperé que entrara alguien más al baño, abrí la puerta del cubículo, lavé mis manos y salí del baño.
Pero para mi sorpresa, ahí estaba.. Parado contra la pared, mirándome directamente a los ojos. Él sabía quien era yo, aunque recién en ese momento me veía por primera vez, y yo sabía muy bien quién era él. Era muy atractivo. Tenía 24 años. Mis ojos lo recorrieron rápidamente, y se posaron más tiempo en el gran bulto de su entrepierna. Levanté mi mirada y él me sonrió.
Yo estaba prácticamente paralizado allí afuera del baño. Él fue quien actuó. Se acercó y me dijo: ¿Apurado? Traté de hacerme el desentendido y le dije: ¿Perdón? ¿Nos conocemos? Y su respuesta me dejó sin aliento. Me dijo: Creo que tú conoces más de mí que yo de ti. Es hora, de conocernos más aún
Me tengo que ir, le dije. Realmente tenía temor. NO lo conocía. NO sabía nada de él. Además, jamás había estado con un hombre. Estaba aterrado.
No puedes irte, me dijo. No quieres irte. Tengo algo para ti, algo que ya viste y que deseas mucho ¿verdad? No podía contestar. Acercó su rostro a mi oído y dijo: ¿quieres tocar mi verga, verdad? Sígueme.
Lo seguí. Fuimos a un pequeño salón de clases que estaba al final de un pasillo, y que siempre está vacío. Entró, entré, cerró la puerta y parándose frente a mi, abrió lentamente el cierre de su pantalón y sacó su esplendorosa verga.
Llegó la hora me dijo.
Continuará