Un pepino muy salvaje
Sexo brutal en el internado (Sexto capítulo de ocho)
La historia hasta ahora:
Pepe pasa su primeras navidades en el Internado. Un lugar donde todos los chicos están allí por una trastada gorda que han hecho. La de Pepe, “dejar que lo violaran” y todo el mundo en el pueblo descubriera que era un maricón al que le iban los rabos.
Aquel lugar, lejos de corregir su atracción por los hombres, como pensaba su familia que haría, consigue acrecentarlas, pues hay mucho sexo furtivo en el Internado
En la noche de Navidad los chicos celebran una fiesta en el cuarto de Blas, Pepe no se encuentra muy animado y decide no ir. En su lugar va el Bombillas, uno de los chicos más marginados del Internado.
La fiesta se vuelve a repetir en Nochevieja, pero Pepe no es invitado en esta ocasión.
A duras penas consigue que su amigo le cuente lo que ha sucedido con los mayores y el Bombilla, pero una vez se arranca se lo narra con todo tipo de detalles.
Lo que comienza siendo una partida de Strip póker termina en una especie de bukkake no consentida que le pone a Pepe los pelos de punta, al mismo tiempo que, de una manera que no llega a comprender, le excita.
La fiesta termina con el Bombillas recibiendo un baño de lluvia dorada de Blas y sus amigos.
Nada más terminar la fiesta de Navidad comienzan a preparar la de Nochevieja, en esta ocasión no se van a contentar con una mamada, para ello el anfitrión da a su putita sumisa una lavativa para no llenarse cuando le dé por culo.
Diciembre de 1984
Aún al día de hoy, me parece inaudito que, después de lo que me había sucedido con los dos de Cañete, no me repugnara escuchar las vejaciones a las que estaban sometido al pobre chaval. Muy al contrario, me excitaba de un modo malsano. Tan malsano, que cada vez tenía que cruzar más las piernas para que mi compañero no se percatara que volvía a tener una erección en toda regla.
—Blas, como si el Bombilla tuviera una correa invisible, tiró de su cuello y lo obligó a desembarazarse del cipote de David. La verdad es que el cabrón estaba devorando el nabo con tangas ganas, que le había dejado el capullo más reluciente que una patena. Aquel cipote imponía un poco de respeto, tan grande y con la cabeza tan brillante. ¡No sé cómo coño se lo podía meter entero en la boca!
»Tras soltar el pollón de David (a mí me pareció que de malas ganas), el “perrito” obedeció las ordenes de su “amo” y se subió a cuatro patas a un sillón como ese —Al decir esto me señaló una especie de taburete largo, entapizado con escay rojo y que nos servía para quitarnos los zapatos o para poner las mochilas y carpetas después de clase —. Una vez estuvo colocado correctamente, Blas se puso a manosearle la parte trasera: el culo, las piernas, la espalda... Me recordó las ferias de ganado de mi pueblo, cuando los compradores acariciaban el lomo a las bestias para comprobar si estaban sanos.
»Todos estábamos pendientes de lo que hacían aquellos dos. La altanería y soberbia de uno, contrastaba con la humildad y sumisión del otro. No sé si los demás conocían de antemano por dónde iban los tiros y en que putada iba a terminar todo aquello, yo los observaba expectante pues estaba más perdió que una puta en misa. Intenté no mostrar extrañeza alguna, para evitar que el capullo de Fede se diera cuenta y me tratara como a un gilipollas. Así que puse mi mejor cara de póker y espere a verlas venir.
»Del magreo, Blas pasó a pegar cachetadas en el culo del Bombilla. Primero suavecito, sin ponerle muchas ganas. A medida que fue cogiéndole el tranquillo, las bofetadas eran más sonoras. Miré de refilón la cara de Luis y el muy cabrón ni se quejaba. ¡Lo que yo te diga, está hecho a los palos como los burros viejos!
»Unos minutos después, no sé si porque se cansó o porque no quería causarle demasiado daño, detuvo la tremenda soba que le estaba propinando. Nos miró, con esa cara suya de chulillo perdona vidas y, dejándonos claro con su maliciosa sonrisa que se lo estaba pasando del carajo, tiró de los calzoncillos del Bombilla y dejó su trasero al aire. ¡Las tortas le habían dejado las nalgas más colora que un tomate!
» Blas, tras concluir con la zurra, comenzó a pasar sus manos por el enrojecido culo, primero por las cachas, después por la raja central. Tocó con los dedos al agujero, los retuvo durante unos segundos allí y se los llevo a la nariz. Tras olerlo minuciosamente dijo: “Veo que eres un chico obediente y te has lavado bien. Aunque hay algo que no me gusta todavía”.
»Sin comentarnos nada y con una actitud tan intrigante como sus palabras, se dirigió hacia el baño. Busqué de reojo la cara de Fede y de Castro, ambos estaban tan pasmao como yo. Parecía que ninguno tenía ni zorra de lo que se disponía a hacer Blas. Seguramente se le había ocurrido sobre la marcha y no nos dijo ni plin para hacerse el interesante.
»Salió del aseo con una cuchilla de afeitar y brocha en una mano y el tazón del jabón en la otra. Sin prestarnos ninguna atención, le dio el recipiente a Fede para que se lo retuviera y se agachó tras el sillón donde se encontraba arrodillado el Bombilla. Al ver que le era imposible separar los glúteos y enjabonarle el culo al mismo tiempo, me pidió que lo abriera con las manos, mientras el pasaba la brocha por agujero. Aunque no me hizo mucha gracia, accedí sin rechistar a lo que me pidió.
»Minuciosamente, fue enjabonando el agujerillo. Una vez lo tuvo cubierto en su totalidad con espuma, procedió meticulosamente a afeitarlo. Pasaba la cuchilla con sumo cuidado, evitando por todos los medios hacerle sangre. El Bombilla permaneció todo el rato tan inmóvil como una estatua, me dio la impresión que, que estaba tan cagao de mieo , que estaba aguantando hasta la respiración.
»Me dio por fijarme en la expresión de Blas y te puedo garantizar que se lo estaba pasando como nunca, afeitar aquel culillo lo tenía absolutamente extasiado. Al pasar la maquinilla por la espuma del ojete, hacia unos mohines extraños. Tan extraños, que me recordaron a los pintores esos raros cuando daban los últimos retoques a sus cuadros. Lo estaba dejando tan peladito, que no parecía que aquel trasero fuera de un chaval de más de dieciocho años, sino el de un bebé.
»Después de haberlo rasurado a conciencia, lo observó detenidamente por si había dejado algún pelillo atrás. Cuando comprobó que no era así, le pidió a Fede que le trajera una toalla húmeda del baño. Su perrillo faldero se la trajo con su rapidez habitual, con la misma que Blas limpió el trasero del Bombilla. “Has visto que suave, ¡toca!”, me dijo mientras tiraba de mi mano para que lo comprobara. La textura de aquella piel me agradó más de lo que quise reconocer y si ya estaba más caliente que un recluta en Ibiza, acariciar aquellas nalgas consiguió ponerme a más de mil.
»Blas tuvo que percatarse de lo salio que iba yo, porque tras dar una cachetada al Bombilla le dijo: “ Chatín , el enano está más caliente que el cenicero de un bingo, así que se la vas a mamar, pero muy despacito. Ya sabes que este con poco que le hagas se corre, ¡así que cuidadito con emocionarte!”.
»Me coloqué delante la boca de Luis y me saque el rabo. Fue dejarle el camino libre y el muy cabrito se la metió en la boca sin contemplaciones. Probablemente por lo cachondo que ya iba, tuve la impresión de que lo estaba haciendo mucho mejor que la otra vez, ¡y eso que iba mucho más despacito! Cerré los ojos y me imaginé que era una vecina de mi barrio (¡qué esta taco de buena!), quien me la estaba comiendo. Estaba disfrutando tanto que tuve que recular para atrás, pues de seguir así le iba a echar toda la lefa en la boca, como paso en la otra ocasión.
»Al abrir los ojos y me encontré con Blas untando con crema Nivea el rasurado culo. Por el modo tan puntilloso de hacerlo, sospeché que no era la primera vez que hacía algo por el estilo. Fede al ver que el Bombilla no me estaba mamando ya la polla, aprovechó para mofarse de mí. “¡Mirad el enano no aguanta que se la chupen ni un minuto siquiera!”
» A Blas no le hizo mucha gracia las burlas de su amigo y, sin dejar de pringar el pelado agujerillo con la crema, lo interrumpió diciendo: “¡Deja al chaval en paz!, prefiero que se reserve para lo bueno”.
»Si las miradas matasen, la que me echó Fede, al ver como su idolatrado “amo” lo contrariaba por defenderme, me habría fulminado allí mismo. Me sentí orgulloso, pues era más que obvio que le caía bien a su “jefecillo”, de no ser así, no habría intercedido por mí. Aun con esas, por lo que pudiera pasar, cerré el pico y no levanté mucho la patita, no se fuera a poner el viento en mi contra. Que Blas lo mismo le da por comerte a besos, que por cagarse en tu boca. Viendo lo que le estaba pasando al Bombilla, no quería yo que me ocurriera lo mismo.
»Considerado que ya había untado bastante crema en el ojete se agachó tras él y se puso a contemplarlo como un niño a un pastel antes de comérselo. Apoyo las manos sobre los glúteos, tras relamerse varias veces, separó las cachas con una mano y, con la otra, procedió a meter un dedo dentro del ano. Inicialmente parecía que se resistía un poco, pero empapado hasta arriba de Nivea como estaba, se terminó resbalando dentro.
»Ver como el Bombilla se estremecía de dolor, me daba mal rollo. Para evitar verle la cara, opté por colocarme junto a los otros. Desde mi nueva posición veía perfectamente la mano de Blas, quien introducía su índice dentro del estrecho ojal, haciendo círculos como si fuera la broca de un taladro. Primero metió uno, cuando lo estimo oportuno metió el segundo y después un tercero. ¡Parecía mentira que algo tan estrecho se pudiera ensanchar tanto!
»Probó a introducir un cuarto dedo, pero este se negaba a entrar y Blas no insistió. Estuvo durante un buen bueno mete y saca con los tres dedos. Caminé en dirección al rostro del Bombilla y lo que vi me confundió más todavía. Su expresión era de dolor, pero por otra parte parecía como si le gustara, pues de vez en cuando se mordía el labio con mucho morbo. Pegaba pequeños grititos, pero no demasiado exagerados. Eran casi parecido a los que pegamos nosotros, los machotes, cuando estamos a punto de corrernos.
»De buenas a primeras, Blas le sacó los tres dedos y, pegándole un fuerte tirón de estos, le quitó los calzoncillos por completo. No se inmuto al encontrarse completamente desnudo. Ni siquiera hizo un leve gesto y se limitó a permanecer quieto como si se fuera la puta estatua del jardín botánico ese.
»Al quedarse en bolas, descubrimos algo que todo sospechábamos: Al Bombillas aquello le ponía mogollón y, prueba de ello, era que estaba empalmado a más no poder. Rafa, antes de que nadie pudiera decir nada, soltó una grosería de las suyas: “¡Mirad la maricona, le petan el culo y se pone cachonda perdia !”
»Sus palabras parecieron ser la excusa que necesitábamos todos para empezar a insultarlos…
—¿Tú también? —Pregunté extrañado.
—Sí. Pero… ¿qué querías que hiciera? ¿Ponerme a las malas con la peña por un estúpido marica?
Me quedé callado, pues cada vez entendía menos a Gonzalo, quien cambiaba de parecer como una veleta, según le conviniera. Lo mismo criticaba la forma de actuar de los del último curso y parecía demostrar un poco de compasión por Luis, que se unía a ellos, mofándose y denigrando al pobre muchacho. Por lo que lo llegué a conocer después, puedo asegurar que no es mala personal. Su gran defecto es su falta de carácter.
—¿Quieres que te siga contando lo que paso en Nochevieja o pasas?
—Sí, hombre por supuesto —Dije afirmando con la cabeza vehementemente —. Lo que pasa es que me ha extrañado que con lo buena gente que eres, entraras en su juego.
—Si lo hice fue porque temía que me hicieran a mí lo mismo —Sus palabras sonaban a falsa justificación —¿Por dónde iba?
—Rafa había visto que el Bombilla tenía una erección y empezó a burlarse de él.
—Pues eso, Blas cuando vio que nos estábamos ensañando mogollón con él, nos ordenó que paráramos. El tío es más listo que el hambre y lo que no quería es que le espantaran la presa. Para lo que tenía pensado hacer necesitaba que Luis estuviera muy relajado. ¡Muy, pero que muy relajado!
»Sin decir nada, caminó de un modo intrigante hacia el armario. Rebuscó en un cajón y volviéndose hacia nosotros, nos mostró un pepino diciendo: “¡Mirad lo que he mangado hoy de la cocina!”
Una endemoniada sonrisa se pintó en su cara, al tiempo que manoseaba la verde hortaliza como si se tratara de una polla. Miré de reojo a los otros y estaban tan impresionados como yo. Si hay que reconocerle un mérito al puto Blas, es que una jodida caja de sorpresas y con él no se aburre uno nunca. ¡Y eso que no teníamos ni pajolera idea de lo que se disponía hacer!
»Cogió la lata de crema y untó el pepino con ella hasta más de la mitad. Posó fuertemente la mano contra la zona lumbar del Bombilla y, tras colocar el pepino en su agujero, comenzó a empujar. Haciendo uso de la misma técnica que para meter sus dedos, poco a poco el pepino fue entrando. El pobre chaval no se quejó en ningún momento y aquello, con lo gordo que era, le tenía que doler una barbaridad.
»Lo metió hasta algo más de la mitad y lo dejó allí. Se acercó al oído del Bombilla y le dijo: “Estate quieto chiquitín, como te muevas y se te salga, no voy a tener más remedio que ser malo contigo”. Acto seguido tiro de la cabeza del pobre chaval y le hundió la cara en su entrepierna, como si con ello pretendiera axfisiarlo. Al intentar escapar de su brutal ataque, el pepino se salió de su culo, lo que propició que le pegara un par de bofetadas en la cara y unas cuantas reprimendas.
»Blas cogió la hortaliza del suelo y se lo volvió a meter de nuevo. Esta vez, quizás porque estuviera ya dilatado, entró más rápido. Una vez estuvo bien incrustado en el ano del Bombilla, le ordenó que se sentara en el suelo con las piernas cruzadas. El mariconazo hizo ademán de sacarse el pepino del culo, pero su “amo” lo detuvo diciéndole de muy malas maneras: “¡De eso nada monada, te vas a sentar sobre el de manera que no se te salga de nuevo!”
»Sin decir esta boca es mía, se sentó cruzando las piernas y apoyando levemente el culo en el suelo. Aquello no le gustó ni un pelo a Blas, quien cogiéndolo por los hombros, lo empujó hacia abajo, con la única intención de que fuera mayor la porción de pepino que entraba en su culo. ¡Fue tremendo, le tuvo que llegar por lo menos a la campanilla!
»A pesar de lo doloroso que tuvo que ser aquello, el Bombilla lo soportó bastante bien, simplemente cerró los ojos e hizo una leve mueca de dolor. De nuevo, Blas volvió a enterrar su cara en su bragueta. En esta ocasión no se resistió y dejo que hiciera con él lo que le diera la gana. Cuando se cansó de restregar su rostro contra su paquete, se sacó el nabo fuera y le golpeó la cara con él. A cada chasquido contra las mejillas, le acompañaba un gritito de dolor. El tío entre lo que le estaba entrado por detrás y los churrazos en los mofletes, tenía cara de ido, parecía que se hubiera fumao un peta.
»La polla de nuestro anfitrión estaba chorreante de líquido pre seminal y tan hinchada que las venas parecían que iban estallar en cualquier momento. Tanto más zurraba con ella los carrillos del Bombilla, más dura parecía que se ponía. La expresión de Blas era de completa euforia. No lo había visto así nunca, era como si por fin hubiera dado rienda suelta a sus más bajos instintos y fuera incapaz de parar. Una de las veces, en vez de atizar con su polla en los cachetes de Luis, se la metió de golpe en la boca y le apretó la nuca para que se la tragara por completo. Lo agarró con tanta fuerza que creí que lo asfixiaba.
»Cuando se hartó de putearlo, hizo una señal con la cabeza a Rafa para que ocupara su sitio. No había recuperado el pobre chaval el resuello y volvió a sentir como le propinaban unos zurriagazos en los pómulos. Como si fuera el juego de “lo que haga la mano” imitó a la perfección el modo en que su “jefe” había tratado al Bombilla. Pero estaba claro que su mala leche era mayor y si no llega a ser por Blas, que lo detuvo, ahoga con su cipote al pobre muchacho.
»Lo pasó tan mal, que David y Fede se limitaron a golpearlo con la polla y a que se la mamara. Lo de empujarle la nuca, ni se le paso por la cabeza. La verdad es que si con la de Castro casi se atraganta, con la de Aguilar (que era mucho más grande) se nos hubiera quedado tieso como un pajarito.
»He de confesarte que aquello no me ponía nada, pero por no contrariar a los mayores, me adapté a las circunstancias y donde fui, hice lo que vi. Cuando me tocó mi turno, le di cuatro o cinco pollazos al Bombilla y se la metí en la boca. De nuevo volví a cerrar los ojos y a pensar en mi vecina. Tuve que poner cara, que de un momento a otro iba a soltar toda la leche. Blas se dio cuenta, me empujó para atrás y, con esos aires de chulito que se da, me dijo: “¿Dónde vas campeón? ¿¡No te querrás correr todavía!? Si aún queda lo mejor.”
Dentro de dos viernes publicaré la continuación de esta historia que llevará por título “Un culo para todos, cinco pollas para uno” será en esta misma categoría ¡No me falten!
Si quieres continuar leyendo historias mías, puedes pinchar en mi perfil donde encontrarás algunas más que te pueden gustar, la gran mayoría de temática gay. Espero que mis relatos sirvan para entretenerte y animar tu libido. Mi intención siempre es contar una buena historia, si de camino puedo calentar al personal y hacer que empatice con la historia, mejor que mejor.