Un paseo por el campo
Ampliar el círculo de amistades y visitar nuevos lugares conduce a vivir nuevas experiencias.
Todo empezó cuando recibí una llamada de mi amiga:
- ¡Hola, cariño! Si todavía deseas que hagamos la excursión a la catarata, voy a quedar ésta tarde con una amiga mía
para ir al concierto. Ella conoce muy bien el lugar. Así que vente con nosotras; te la presento, y puedes hacerle las preguntas que quieras.
Además, es posible que también se apunte a acompañarnos. Pero eso sí -risitas-, recuerda que vamos a un concierto; procura ponerte
algo más de ropa que la que usas habitualmente -mas risitas-. Ya sabes que efecto me provoca verte desnudo.
De modo que quedé para asistir esa tarde al concierto con ambas. Siguiendo su consejo elegí ponerme un polo y unos pantalones finos de lino blanco,
sin nada debajo (nunca uso ropa interior). Comprobé que, aunque se transparentaban levemente, no se me veía nada; aunque eso si,
se me marcaba claramente el miembro y el glande (estoy circundado). Cuando me encontré con las chicas, ambas (y, especialmente, la amiga de mi amiga)
se quedaron con la mirada clavada en mi entrepierna.
Tras el concierto, nos sentamos en la terraza de un bar a tomar algo. Saqué un mapa del bolso, y aproveché para interrogar a mi nueva conocida
acerca del lugar que queríamos visitar: como llegar, cómo era el camino, y si el sitio y camino en cuestión eran muy frecuentados.
- Hay que ir por la carretera hasta el kilómetro tal -respondió-, luego tomáis el primer desvío, circuláis unos metros por una pista forestal y,
donde ésta acaba, empieza el camino hasta la catarata. Son un par de horas de marcha. Mañana no tengo nada que hacer, así que, si queréis, puedo
ir con vosotros.
Encantados -accedimos-... ¿Y que hay de la gente? ¿está el lugar muy transitado?
¡Que va! Es un lugar apartado y no se puede ir en coche... Hay que hacer ejercicio (añadió con ironía). Casi nunca hay nadie, y menos en ésta
época del año. ¿Por que lo preguntas?
Porque -terció mi amiga sonriendo-. Él va a ir -y estar allí todo el día- completamente desnudo.
¡¡¡Completamente desnudo!!!... -Exclamó boquiabierta- ¡¡¡Eso habría que verlo!!!
¿Entonces?... ¿Contamos contigo? -Pregunté-.
Si es cierto que vas a estar completamente desnudo, ¡por supuesto! -Volvió a clavar su mirada en mi entrepierna -donde mi pene y mi glande se
marcaban claramente a través de la fina tela de lino- ¡Eso no me lo pierdo!
Temprano a la mañana siguiente, antes de salir, estuve dudando que ponerme hasta que comenzáramos a andar. Dudaba entre una gandora (túnica marroquí),
una camiseta con un pareo a la cintura, o simplemente, una vieja camiseta de playa larga hasta las rodillas. Cómo era temprano, hacía un poco de fresco,
y quería algo que me pudiera quitar rápido, opté por ésta última. De modo que cubrí mi cuerpo desnudo únicamente con la camiseta, me puse las zapatillas de
andar, cogí las gafas de sol, un sombrero de tela y la mochila, y salí de casa.
Me encontré con mi amiga y, en su coche, fuimos a buscar a la suya. Luego proseguimos viaje hasta el punto de la pista forestal en donde empezaba el camino.
Una vez allí, sacamos las mochilas del maletero y, antes de cerrarlo, me quité la camiseta, la doblé con cuidado y la dejé en el maletero; por lo cual me
quedé completamente desnudo frente a las dos mujeres.
La amiga de mi amiga se quedó boquiabierta de la sorpresa. Era evidente que ella no se esperaba aquello. Pero ahí me tenía delante: completamente desnudo,
con toda la zona íntima depilada, y con mi glande totalmente expuesto a su mirada. Además, yo estaba empezando a sentirme excitado. Además de el morbo que me
produce estar desnudo junto a mujeres vestidas, había que considerar la indumentaria de ellas (mi nueva conocida vestía muy convencional: una camiseta de tirantes con
generosas aberturas laterales que mostraban el traje de baño que vestía debajo; y unos shorts normales. Pero mi amiga, en cambio, se había vestido "pidiendo guerra": una
camiseta fina, y tan corta que dejaba al descubierto toda la parte inferior de sus pechos -no llevaba sujetador-, incluyendo parte de sus grandes pezones; en la parte inferior,
se había puesto un pequeño "culotte" de lycra, tan ceñido y ajustado que se le marcaban claramente los labios vaginales -tampoco llevaba bragas-.
Al estar totalmente desnudo, ellas veían claramente lo muy excitado y empalmado que estaba.
- Bueno, chicas. Pongámonos en camino.
Estuvimos un buen rato caminando y charlando entre nosotros de cosas intrascendentes (de mi gusto por el nudismo y exhibicionismo, de mi circuncisión, de
la técnica que usaba para depilarme...). Yo estaba cada vez más excitado: tenía a la vista de los bamboleantes -y apenas cubiertos- pechos de mi amiga
(a quien, quizá por el fresco de la brisa, el roce de la tela y el morbo del momento, se le habían puesto los pezones tan duros que parecía que iban a rasgar
la fina tela de su "top"). Además, ambas habían sufrido leves "accidentes" y "tropezones" que, invariablemente, concluían con repentinos agarrones a mi brazos,
con el inevitable roce de sus cuerpos con mis muslos, mi pene o mis nalgas. De modo que, cuando nos detuvimos un momento a descansar a la sombra, y beber algo de agua,
yo ya lucía una erección mucho más que notable: mi miembro se erguía rígido y grueso, y mi glande lucía terso y del color de una cereza madura. El pene había comenzado a palpitarme.
En ese momento, mi amiga se llevó un momento aparte a la suya. Y le susurró al oído.
- ¡Que hermosa polla tiene! ¿No es cierto? ¿Te gustaría follártelo? Te lo comento porque nosotros no somos matrimonio, ni pareja, ni novios, ni vivimos juntos... Solo somos
amigos íntimos y disfrutamos follando juntos. Así que tienes entera libertad para follártelo. Te aseguro que no te arrepentirás de hacerlo; es un magnífico amante. Te estoy
ofreciendo que hoy disfrutes de una experiencia sexual incomparable, con el que es -sin duda- el mejor amante que puedas tener entre las piernas.. ¡Y me ofendería si la rechazas!...
De hecho, yo pienso follármelo como una loca en cuanto lleguemos... ¡¡¡Dios!!!... Estoy empezando a mojarme solo de pensarlo.
Luego se acercó a mi, y pegó su cuerpo al mío para susurrarme al oído. Yo, entretanto, aproveché esos instantes para acariciar sus casi desnudos senos; mientras ella
acariciaba y apretaba mis nalgas, haciendo que mi erecto, duro y palpitante miembro rozara con su desnudo vientre, su pubis y su sexo, cubiertos únicamente por la lycra.
Cariño... Ya sé que que te va a ser difícil... Pero te pido, por favor, que hagas gozar a mi amiga.
De acuerdo, asentí. Haré lo que esté en mi mano.
¡En tu mano!... -Exclamó. ¿Es que no piensas usar ésto? -añadió agarrando mi miembro-... Sería un desperdicio imperdonable. Me frotó el glande contra sus labios vaginales...
¡¡¡Diooosss!!!... ¡¡¡Cómo me pones!!!...
Se apartó, de mala gana, de mí. -No creas que vas a escaquearte...-, añadió con una sonrisa. Mira cómo me tienes: y señaló una mancha, cada vez más grande, de fluido vaginal que se
extendía por la delantera de su culotte.
Volvimos a ponernos en camino y, al poco llegamos a nuestro destino.
Era un lugar realmente hermoso. El riachuelo, cuyo valle habíamos estado siguiendo, se despeñaba desde unos ocho o diez metros de altura. Formando una bonita poza el la base.
Todo estaba rodeado de árboles, de verdor y de hierba fresca.
Nosotros dejamos las mochilas, extendimos unas toallas en la hierba, y estuvimos unos minutos fotografiando el sitio y a nosotros mismos. Después, yo me quité las zapatillas
y mis amigas se cambiaron para bañarnos. Mi nueva amiga se quitó la camiseta y el short, quedándose con el traje de baño entero; y mi antigua amiga, tras quitarse el top y
el culotte se puso un micro bikini transparente de color amarillo fosforescente. El sostén consistía en unos pequeños triángulos de tela, que apenas cubrían sus pezones;
mientras que el tanga inferior era otro breve triángulo de la misma tela, que apenas llegaba a taparle el clítoris y los labios menores. El resto de su afeitado sexo
quedaba al descubierto.
No entiendo para qué te pones eso... Le comentó su amiga. Para lo que te cubre, directamente te quedas desnuda...
Cariño... Él es un hombre... Y a ellos ésto les pone muchísimo más calientes.
Nos metimos en el agua y estuvimos un rato jugando y retozando. La amiga de mi amiga estaba cada vez menos cohibida, y los tres disfrutamos de un buen rato de besos, juegos
y sobeteos. Ambas frotaban sus cuerpos contra el mío, disfrutando del contacto de mi desnudez con la semi desnudez suya. Yo las besaba y acariciaba todo el cuerpo: espalda,
piernas, pechos, nalgas, muslos, vientres, sexos... Nuestras manos, labios y lenguas no se daban un descanso. Nos estábamos poniendo cada vez más calientes.
Al rato, salimos del agua y nos pusimos al sol para secarnos.
- ¡Cariño, seguro que ésta mañana no te has puesto protector solar! Exclamó de pronto mi amiga. ¡Mira cómo te estás poniendo!... ¡¡¡Estos hombres!!!...
Cogió un tubo de crema de la mochila, y empezó a extendérmela por el cuerpo.
- ¡Toma, ayúdame! Le pasó el bote de crema a su amiga.
Empezaron ambas a darme crema. Por los hombros, el pecho, la espalda, las piernas, el vientre, los muslos, los glúteos, el pubis... Dos pares de manos femeninas acariciando
todo mi cuerpo, rozando levemente mi pene, pero sin llegar a tocarlo. Me estaban llevando al paraíso. Todo mi cuerpo temblaba y se estremecía de placer y deseo.
Empecé a jadear, gemir y suspirar de gusto. Mi pene, ya con una erección increíble, empezó a temblar y sacudirse cómo si tuviera vida propia. Mis nalgas y vientre comenzaron
a contraerse con espasmos... Especialmente cuando mi amiga, que estaba a mi espalda, se agachó. Me separó las nalgas, y empezó a lamerme la zona perianal y el ano.
Su amiga miraba como hipnotizada y, en ese momento, se acercó a mi, me agarró el pene (lo cual me provocó una nueva sacudida y un grado más de erección
-yo creía que iba a estallar en cualquier momento-), y empezó a masturbarme muy despacio y suavemente.
Yo aproveché para besarla (cómo ya habíamos empezado a hacer en el agua) pero ahora apasionadamente. Mis manos empezaron a acariciarle los pechos; primero sobre el traje de baño,
luego -tras bajarle los tirantes- directamente sobre la piel desnuda; mis dedos juguetearon con sus grandes y oscuros pezones. Enseguida bajé ahí mi boca: empecé a besar, lamer
y chupar sus pezones, como un bebé mamando de su leche. Ella comenzó a gemir, suspirar y jadear de placer. Soltó mi pene, y empujó mi cabeza contra sus generosos
senos con una mano, mientras se los sujetaba con la otra. Ahora, con mis manos libres, las bajé a su entrepierna: me entretuve un poco con la cara interna de sus muslos y,
enseguida, empecé a acariciarle el sexo: primero sobre el bañador y, luego, metiendo la mano dentro, directamente sobre su húmeda, caliente y peluda vagina. Mis dedos acariciaron
sus labios mayores, los menores y el propio clítoris. Lo tenía todo hinchado; de modo que pude acariciarlo y juguetear con él a placer.
Ahora ella no solo jadeaba..., gritaba de placer. Apretaba con fuerza su cuerpo contra el mío, de modo que yo podía sentir como temblaba y se estremecía con los espasmos de placer y deseo
que, partiendo de su sexo, la recorrían todo el cuerpo. Cuando estaba cerca del orgasmo, sin dejar de jugar con su clítoris, le introduje mis dedo índice hasta
la pared anterior de su vagina (el punto G) y me puse a apretar, y a meter y sacar el dedo hasta llevarla al clímax. Empezó a gritar, a temblar y sacudirse fuera de control.
Sus uñas se clavaron en mis hombros, y un chorro de fluido vaginal le descendió por los muslos desde la entrepierna... Pero yo continué sin parar de estimularla, hasta
provocarle un segundo, tercer, y cuarto orgasmo continuado...
- ¡¡¡Para!!!... ¡¡¡Para, por favor!!!... ¡No puedo más!...
Miró mi miembro, que continuaba erecto y palpitante.
- ¡¡¡Metémela ahora!!!... ¡¡¡Te lo ruego!!!...
Se tumbó en el suelo, se abrió de piernas, se apartó el bañador y, cogiendo pene, lo introdujo en su húmeda y peluda vagina.
Empecé a bombear -dentro y fuera, dentro y fuera-. Mi pene se deslizaba fácilmente por su húmedo sexo; mi pubis. depilado chocaba contra el suyo cubierto de pelo. Era tan excitante que
yo no podía apartar la mirada.
Mientras tanto, mi amiga había sacado un consolador de la mochila. Se lo puso (apartándose el micro tanga para que la cara interna le estimulara directamente el clítoris) y,
tras abrirme bien las nalgas. En el momento en el que yo retrocedía... Aprovechó para "hincármela por retaguardia". Yo, al principio, dí un respingo (a pesar de toda
la estimulación, la penetración me cogió por sorpresa). Pero, en seguida empecé a gozar del placer de la penetración anal. ¡¡¡Dios!!! Aquello era maravilloso: estaba completamente desnudo,
en mitad del campo, donde quien llegara podía vernos..., y me estaba follando a una hermosa mujer madura en traje de baño... Mientras otra -también semi desnuda- me daba -y bien-
por el culo. Aquello era el paraíso.
Estábamos los tres tan excitados que, tras unos cuantos minutos, mi nueva amiga se corrió - tensó el cuerpo y empezó a sacudirse con fuertes espasmos y temblores-. Unos instantes después
me tocó el turno a mí: cuando noté que ya no podía contenerme, que me temblaban las piernas, y que mi cuerpo comenzaba a estremecerse. Extraje el pene y me corrí.
Fue un orgasmo espectacular: todo mi cuerpo temblaba y se estremecía descontroladamente, presa de las inaguantables oleadas de inmenso placer que me recorrían desde mis genitales, mi vientre
y nalgas se contraían bajo esos intensos espasmos de placer. Mi miembro, todavía duro y erecto, todo empapado y goteando fluidos vaginales, comenzó a sacudirse con espasmos -acompasados
a los del vientre y las nalgas-... Y eyaculé, lanzando un fuerte chorro de semen que cayó sobre el pecho y vientre de mi nueva amiga. Poco después, con el frote sobre su clítoris aumentado
por mis temblores y espasmos (que se habían transmitido, desde mi cuerpo hasta su sexo, a través del consolador), mi amiga también se corrió. Tuvo un orgasmo tan fuerte que me clavó las uñas
en las nalgas.
Rápidamente, sin perder un solo segundo, mi amiga se quitó el consolador. Cambió de lado y, de pie. Manteniéndome a mi a cuatro patas, me colocó su coño en la boca.
- ¡¡¡Cómemelo!!!, cariño... ¡¡¡Por favor!!!...
Yo obedecí, y empecé a chupar y lamer su sexo afeitado: sus labios mayores, los menores, y su hinchado y prominente clítoris. Que empecé a lamer y chupar como si fuera
un pezón. Ella gritaba, temblaba y se estremecía de placer. Balanceaba su pelvis, y me apretaba la cabeza contra su sexo.
- ¡¡¡Siii!!!... ¡¡¡Siii!!!... ¡¡¡Me vieneeee!!!... ¡¡¡Méteme el deeeedoooo!!!...
Repetí la técnica anterior. Y le introduje el índice hasta el punto G. Dónde empecé a apretar y soltar, meter y sacar, hasta que llegó al orgasmo. Mi amiga tensó y arqueó el cuerpo y,
al momento, comenzó a temblar y convulsionarse bajo los inaguantables espasmos de placer que la recorrían en oleadas desde su sexo. Un chorro de fluido, segregado por su vagina,
me empapó la mano... Pero no me detuve ahí. No paré de estimularlo hasta que experimentó lo mismo, no una, sino dos, tres o cuatro veces seguidas.
Temblando todavía de placer bajo los efectos de sus orgasmos, mi amiga me hizo levantar. Y, una vez de pie, se abrazó a mi como una lapa, y empezó a besarme como loca y a frotarse contra
mi cuerpo como una gata en celo. Yo sentía en mi pecho el roce de sus duros, enormes y sensibles pezones -y los veía claramente tras la breve y fina tela que los cubría-. Los liberé de
los minúsculos triángulos, y me puse a chuparlos, lamerlos y estrujarlos entre mis dedos... lo que provocó otro orgasmo. Más abajo, sentía el roce de su vientre, su pubis y
su empapado sexo contra mi -cada vez más y más- erecto miembro. Ambos estábamos excitados al máximo, con nuestros cuerpos temblando de deseo.
En ese momento, ella levantó la pierna, agarró mi polla y se la colocó a la entrada de su empapada vagina.
-¡Métemela entera! ¡Deseo tenerte bien dentro!
Le sujeté la pierna en alto, y empecé a bombear. Fornicábamos de pie (es nuestra posición preferida), disfrutando plenamente del roce de nuestros sexos, y de la exhibición de mi
cuerpo desnudo junto al suyo, apenas cubierto. No perdíamos de vista cómo mi pene, rígido, hinchado y palpitante, entraba y salía fácilmente de su húmeda vagina; cómo nuestros
pubis depilados chocaban uno contra el otro en cada penetración.
- ¡Por favor! Ponte el consolador, y fóllale el culo. -Le dijo a su amiga-. Ya sabes lo mucho que le gusta.
Ella obedeció, se colocó el consolador en su entrepierna, me abrió las nalgas y -no sin cierta dificultad- empezó a sodomizarme.
Aguantamos mucho más tiempo. No en vano, ya conocíamos nuestros ritmos: Cuando ella se notaba enfriar, se frotaba el clítoris; cuando notaba que yo flaqueaba, movía las caderas,
o aumentaba la presión con sus músculos vaginales. Ambos nos se estremecíamos de placer. Perdimos el control de nuestros cuerpos y la noción de nuestras personas. Ya no éramos
seres humanos distintos. Éramos una única entidad sexual ávida de sexo, placer y lujuria.
También su amiga estaba disfrutando de la experiencia: Me penetraba con fuerza, y ritmo cada ves más frenético. A la vez que me gritaba obscenidades, y me golpeaba
con fuerza las nalgas.
Finalmente, empapados en sudor, tras largo tiempo de enorme goce sexual, alcanzamos el clímax: Ella tensó y arqueó su cuerpo y comenzó a temblar descontroladamente. Toda ella se
convulsionaba, incapaz de soportar las intensas oleadas de placer que la recorrían el cuerpo desde sus genitales. Un chorro de fluido comenzó a manar de su vagina a lo largo de mi
pene. Al mismo tiempo, yo empecé a notar como me temblaban las piernas, y los inaguantables espasmos de placer del orgasmo. Extraje mi polla de su chorreante vagina. Tenía todo el
miembro empapado y chorreando fluido vaginal; enormemente erecto, grueso y rígido; con el glande hinchado y de un color morado intenso; todo él se estremecía y palpitaba, moviéndose
por sí mismo, como si una mano invisible me masturbara. En ese momento, con un tremendo espasmo final, eyacule... Lancé un fuerte chorro de esperma, que nos dejó a ambos empapados.
Fue un orgasmo tan intenso y salvaje que perdí la noción del tiempo y el control de mi cuerpo. Incluso después de la eyaculacón, aún estuve varios segundos temblando, con mis nalgas
y vientre contrayéndose espasmódicamente, mientras mi miembro continuaba palpitando y sacudiéndose, bajo las intolerables oleadas de placer que me inundaban. Fue un orgasmo tan fuerte
que la amiga de mi amiga, cesó de sodomizarme, y se puso a mirarme con cara de pasmo. Fue un orgasmo que me dejó sin respiración, exhausto.
- ¡Jesús! -exclamó-. Nunca he visto a un hombre correrse de esa manera.
Me tumbé boca arriba en el suelo, con los ojos cerrados. Mientras me reponía.
Pero no me duró mucho el descanso. Al rato oí risitas, y noté que las chicas habían vuelto a las andadas: ambas me besaban, acariciaban, y lamían todo el cuerpo. Tomaron mi polla
-fláccida por primera vez en el día- y se pusieron a chuparla, lamerla y menearla por turnos. Poco a poco, me empalmé con una nueva erección.
Chicas, por favor... ¡Que estoy agotado!
¡Que cansancio, ni que coño! -Dijo mi amiga-. Cariño, ahora le tienes que comer el chocho a mi amiga.
No me atrevo -protestó ella-. No me gusta.
Eso que porque él no te lo ha hecho nunca. Pruébalo, ya verás como cambias de opinión. Además... ¿No le has estado dando a él por culo? ¿Y cuándo le has dado tú por culo a un hombre?...
Está bien... De acuerdo -accedió-, probaré.
Ahora, estando yo boca arriba, fue ella quien se colocó en cuclillas sobre mí, dejando su sexo sobre mi cara. La noté reticente al principio; pero cuándo llegué a su hinchado y
prominente clítoris, y comencé a lamerlo y chuparlo, empezó a disfrutar.
- ¡¡¡Siiii!!! ¡¡¡Aaasssiii!!!... Gemía, mientras temblaba y se estremecía de placer. En ese momento, le introduje el dedo para estimular el punto G. Maniobra que estuve haciendo,
hasta que tuvo tres o cuatro orgasmos consecutivos.
Entretanto, mi amiga siguió chupándomela y masturbándome y , aprovechando que quedaba todo mi ano al descubierto (yo tenía las piernas completamente abiertas y separadas, con las
rodillas flexionadas y las caderas levantadas del suelo), volvió a colocarse el consolador para sodomizarme.
Su amiga, después de correrse, se dio la vuelta para chuparme el miembro.
- ¡No le toques! -Dijo mi amiga-. Deja que se corra él solo.
Obedeció y se echo a un lado. Comenzó a tocarse, gozando del espectáculo.
Yo creía enloquecer y morir de placer. Pedía más, y más, entre gemidos. Sentía el consolador rozando con las paredes de mi ano, y chocando contra la pared de mi próstata.
Veía a mi amiga empujando y bombeando en mi culo (ella me estaba ahora sujetando mis piernas, completamente abiertas, en alto), con sus pechos saltando por el movimiento, sus grandes
y oscuros pezones duros e hinchados... Y, mas abajo, mi polla: toda erguida y rígida, con la piel tensa, el glande hinchado y amoratado. También mi pene se movía de un lado a otro,
en parte por las embestidas y, en parte, por los temblores y palpitaciones que me producían los intensos espasmos de placer... Además, veía a la amiga de mi amiga, en cuclillas a mi lado,
sobándose las tetas y tocándose el coño...
No pude más... Grité, y tensé y arqueé mi cuerpo entre sacudidas y temblores. Mi vientre y mis nalgas volvieron a contraerse con fuertes convulsiones. Mis piernas temblaban sin control...
Otra vez, mi miembro empezó a palpitar fuertemente y, entre espasmos, empezó a expulsar chorros de semen, que cayeron sobre mi pecho y mi vientre. Instantes después, mi amiga también se corrió,
incapaz de soportar las oleadas de placer que la producía la base del consolador rozando contra su clítoris y sexo. Al momento, ambas se arrojaron sobre mi cuerpo. Para chupar y lamer toda la
leche que me corría por el pecho y el vientre; y a chupar mi polla palpitante.
Tras ésto, yo ya no podía más. Descansamos un rato y volvimos al río para lavarnos un poco del sudor, el fluido vaginal y el semen que nos cubría. Luego comimos, y pasamos otro rato
relajados y acariciándonos relajadamente.
Ya se estaba haciendo tarde. De modo que recogimos las cosas, y nos preparamos para el camino de vuelta.
Yo, simplemente, volví a ponerme las zapatillas y el sombrero. La amiga de mi amiga se quitó el bañador, y sacó su ropa y una muda de ropa interior limpia de la mochila...
Se quedó dudando un instante, y finalmente, con una gran sonrisa, volvió a guardar todo en la mochila, poniéndose únicamente la camiseta. Mi amiga, por su parte, se quitó el micro bikini,
se volvió a poner la mini camiseta y, en lugar del culotte de lycra, optó por ponerse una pequeña minifalda: tan corta que la dejaba a la vista la parte inferior de su nalgas y su sexo,
abierta en los laterales, y de una tela tan fina que se le veían claramente las nalgas y su sexo afeitado. Yo, a la vista de como iban vestidas (las aberturas de la camiseta de mi nueva
amiga dejaba ver casi la totalidad de sus pechos -ahora libres de sujetador- ;y, por la parte inferior, le llegaba unos pocos centímetros más abajo del sexo y las nalgas). Volví a estar
empalmado de nuevo.
¿Otra vez?... -Rieron-. ¡Eres insaciable!
¡Eeeeh! ¡No es culpa miá! -protesté-. ¡Sois vosotras las que vais provocando!
Emprendimos el camino de vuelta. Riendo, bromeando, y sobándonos y excitándomos mutuamente. Cuando llegamos, más o menos, a la mitad del camino (donde había un pequeño merendero, con una mesa y unos
bancos de madera), estábamos tan calientes y excitados (yo volvía a estar tremendamente empalmado, con mi miembro palpitando de excitación y deseo; y las entrepiernas de las chicas brillaban de la humedad),
que tuvimos que parar para echar un polvo rápido. Yo me quedé de pie; mi amiga tumbada y totalmente abierta de piernas encima de la mesa, con la falda ladeada y mi gruesa y dura polla en su vagina; y su amiga
de pie encima de uno de los bancos, con la camiseta levantada para que yo la comiera el coño...
Estábamos en "plena faena"; en ese punto donde ya no éramos dueños de nosotros mismos, donde ya no podíamos detenernos, donde los tres éramos puro sexo. Cuando aparecieron dos parejas de jóvenes, que iban
-evidentemente- a pasar la noche en la catarata. Se quedaron boquiabiertos del espectáculo.
¡¡¡Y vaya espectáculo!!! Yo completamente desnudo, copulando frenéticamente con mi amiga, apenas vestida: sus pechos -apenas tapados por la mini camiseta- saltando y balanceándose libremente, y su sexo
-totalmente expuesto a través de la abertura de su minifalda- lleno de mi grueso pene que entraba y salía; y su amiga vestida únicamente con una corta camiseta, alzada hasta las caderas, mostrando todo su peludo
coño mientras yo se lo comía y le introducía los dedos, y con sus pechos desnudos asomando por el escote. Los tres agitados, estremeciéndonos y temblando entre brutales sacudidas de intenso placer... Y los tres
gimiendo y jadeando. Igual que una película porno... Pero sin la banda sonora de música cutre.
Estuvieron unos minutos mirándonos y grabándonos con sus móviles. Los chicos se hubieran quedado hasta el final, pero las dos chicas les urgieron a marcharse.
Instantes después de su partida, nosotros alcanzamos el clímax: Ellas tuvieron sendos y tremendos orgasmos (con sus cuerpos convulsionándose sin control, y los muslos chorreando de los fluidos que estaban segregando)
y, segundos después, cuando me llegó el orgasmo, cuando me empezaron a temblar las piernas y noté que no podía aguantar más, extraje mi duro, grueso, empapado y palpitante miembro de la chorreante vagina de mi amiga.
En ese momento, cuándo empezaba a eyacular, ambas se apresuraron a meterse mi polla en la boca y, chupándome con fuerza el glande, se tragaron todo el esperma que expulsaba.
Menudo espectáculo les hemos dado -comentaron ellas-.
Bueno chicas... Ya van calientes para ésta noche.
Continuamos hasta el coche (donde volvimos a tener otra ración de sexo, con masturbaciones mutuas y una magnífica mamada con que me obsequiaron) y, por último, guardamos las cosas en el maletero, listos para
regresar a casa.
- Toma, cariño, vístete -me dijo mi amiga-, tendiéndome mi camiseta.
Obedecí y me la puse. Ahora mi cuerpo desnudo quedaba únicamente cubierto por una fina capa de algodón.
Cariño, toma las llaves del coche... ¡Te toca conducir! -Añadió-.
Y esto... ¿Por qué?... -Protesté-. ¿Por qué tengo que vestirme, y ser yo quién conduzca?
Porque, cariño -explicó dulcemente-. Si te dejo ir desnudo, en el asiento trasero, con alguna de nosotras, la otra puede distraerse, y provocar un accidente.
Subimos al coche (yo conduciendo y ellas detrás), y nos pusimos en camino de vuelta a casa. Unos pocos minutos después, comencé a oír respiraciones fuertes y regulares. Miré por el retrovisor,
y las vi a las dos, echadas una a cada lado, con sus cabezas reposando en sendos cojines, y durmiendo dulce y profundamente.