Un paseo contigo
Que hermoso es sentir que me acompañas en estos momentos en que me duele el frente y cosquillea el ano desde adentro.
Lo malo de los besos es que crean adicción.
Es bueno sentir tu calor exacerbado al máximo. Tus músculos se tensan y tu fuerza se multiplica. No sé si soy yo o es mi esfera la que te transforma, pero caminamos juntos y siento tu mano calentándome las nalgas, llevándome al precipicio. Nadie lo nota en la calle, ni en el subte; tal vez no les importe pero allí estás incendiándome por fuera y por dentro. Te miro de costado cuando me manoseas y de tus ojos sale la llama azul, la flama más caliente que existe, esa tea de fuerza y delicadeza que sabe calentarme.
Siento tus palabras diciéndome estás tan... y mi trasero se incendia aún más. Quiero abalanzarme sobre ti, besarte y comerte allí mismo, pero las convenciones no lo permiten y solo puedo responderte una sonrisa.
Necesito que no me toques más porque esto es una tortura. Caminar entre la gente y tu orteándome en todo el trayecto y yo hirviendo más y mas. Creo que las burbujas son evidentes y el agua ya se esfuma. Si sigues vas a derretir el recipiente.
Que hermoso es sentir que me acompañas en estos momentos en que me duele el frente y cosquillea el ano desde adentro.
Hemos llegado y con toda parsimonia abro el portón, como si tuviera el tiempo del mundo y no la urgencia que me arrebata. Todavía queda el trecho del condominio, el ascensor compartido y los pasillos largos. Todo está arquitectónicamente pensado para agotar la pasión, pero en mí es el último acicate que me pone a punto.
Al fin abro la puerta y la fría penumbra interior me recibe. Casi enciendo la luz, pero tanteando llego a la cama y te abrazo con toda la fuerza reprimida y me entrego a tus manos que hacen volar mis telas, el taparrabos y todo lo demás y te siento más hermosamente caliente que nunca, en lo profundo, y me voy, exploto, exploto y navego y navego y me dejo llevar por la corriente hasta que recupero la respiración y te siento salir dejando el vacío por todo toda presencia. Donde estuviste ha quedado tal profundidad que no tengo fuerzas ni habilidad para mirarla, me conformo con palpar sus bordes con la punta de mis dedos y me duermo contigo perdido entre las sábanas.