Un paseo caliente en barco
Mi mujer estaba deseando contar nuestra morbosa experiencia de hace dos años cuando decidimos hacer un paseo en barco. No imaginábamos entonces hasta dónde nos llevaría aquel viaje. Sin dudas lo disfrutamos y creo que ella aún mas...
Llegamos a Cádiz con el calor típico del verano, aunque aún faltaba casi un mes para la estación. Nos alojamos en un hotel espléndido que tenía una salida directa a la playa, con instalaciones exclusivas para los clientes.
Después de acomodar la ropa y refrescarnos un rato, decidimos aprovechar la tarde y con la temperatura reinando en el ambiente, nos dirigimos a la playa. Sentir la arena en los pies, es la primera señal que nos invita al descanso y el relax. Nos acomodamos en las tumbonas que dispone el hotel con la vista puesta en el horizonte marino. Aunque nos gustan los paseos por la orilla, también disfrutábamos del tiempo leyendo o charlando con la brisa y mar de fondo.
De vez en cuando nos dedicábamos a sacar punta con comentarios de cada una de las personas que nos rodeaban o veíamos pasar. Con un poco de sarcasmo y otro poco de buen humor, resultaba entretenido hacer suposiciones sobre las formas de comportarse de la gente que está de vacaciones. Desde los plastas que no hacen más que ruido, hasta los que van de pijos pero se les ve a la legua lo horteras que son.
En cuanto pudimos detenernos en los cuerpos más esbeltos de mujeres y hombres, pasamos al plano más sexual; las tías de físico imponente por una parte y los tíos musculados que se mostraban más que ellas. Jugamos opinando sobre quienes eran más sexys o con quien nos haríamos una noche de sexo. Lo cierto es que después de tanto imaginar, el miembro de mi chico empezó a mostrar señales evidentes de deseo y eso me puso a mil. En cuanto llegamos a la habitación del hotel estábamos muy cachondos y nos pusimos a follar como locos. Las escasas ropas que traíamos puestas saltaron por los aires y de inmediato me lo empezó a comer como un auténtico devorador de mi sexo. No tardé nada en correrme, pero me siguió penetrando una y otra vez, al mismo tiempo que mis orgasmos arrollaban mi cuerpo. Tan caliente estaba mi chico, que después de pasarme la lengua y masajearme el orificio anal me penetró por detrás. Disfruté al sentir su palo duro y ardiente abriéndome y clavándome hasta el fondo. Eyaculó en mi interior al cabo de unas embestidas llenas de morboso placer. Habíamos empezado la estadía de la mejor manera.
Después de recuperarnos y ducharnos, bajamos al salón del hotel para tomar algo y luego cenar. Mientras estábamos en la barra bebiendo, se acercó un joven. Amablemente se presentó y nos comentó que formaba parte del servicio de actividades para clientes que ofrecía el hotel. Era guía de un tour dedicado a hacer viajes en barco por la región. Después de explicar brevemente el recorrido, nos dejó un folleto con los detalles y el teléfono de contacto. La actividad parecía interesante y la simpatía con que presentó la propuesta nos dejó una buena impresión.
Carlo, tal era su nombre, tenía además de encanto, un perfil muy desenvuelto y dicho sea de paso estaba como un tren. Rondaba los cuarenta años, llevaba pelo claro y ondulado, bastante largo, una barba corta, casi rubia y ojos azul claro. Era alto y delgado, con una buena planta que no pasaba desapercibida. Era de origen italiano; hacía más de quince años que se dedicaba a esta profesión y los últimos cinco trabajando para ese hotel.
Como era de esperar fue parte de nuestra conversación durante la cena; comenté el punto de atractivo que tenía y el morbo que daba. Después pensar en el tour, nos propusimos hacerlo si cuadraba alguno de los días. Así fue que finalmente tuvimos la ocasión y arreglamos para ir.
Cuando llegamos al punto de encuentro cerca del muelle que nos había indicado, Carlo estaba preparando algunas cosas; al vernos nos saludó desde lejos. Llevaba puesto una bermuda de color y un polo de color salmón ajustado al cuerpo que le quedaba como pintado.
Cruzamos la pasarela del muelle y subimos a bordo del barco. A primera vista parecía muy chulo y por dentro era más grande de lo que aparentaba desde fuera. Carlo nos condujo hasta la parte inferior de la nave donde había un camarote pequeño, lo justo para cambiarse y asearse. Yo llevaba puesto un pareo por encima del bikini y unas sandalias muy monas que me hacían juego con los colores del bañador.
Subimos a cubierta hasta la plataforma de proa donde había unas tumbonas muy confortables y unos asientos cuyos respaldos quedaban a la altura de las barandillas del barco. Carlo nos enseñó una nevera donde abundaban las bebidas y algunas frutas variadas y generosamente servidas para nuestro deleite.
De inmediato puso en marcha los motores y poco a poco salimos del amarradero hacia la boca de la bahía donde el mar y el sol se habrían paso. No perdimos la ocasión de sacar varias fotos a medida que nos alejábamos de la costa.
Cuando hubimos trazado el rumbo y las aguas estaban despejadas, Carlo puso el modo crucero y se aproximó a nosotros para preguntarnos si todo estaba a nuestro gusto.
-Cualquier cosa que necesitéis me lo hacen saber. Quiero que este día lo disfruten a tope y sea de lo mejor de vuestro viaje de descanso- Yo me adapto a las necesidades de los clientes, los hay más aventureros, más osados y curiosos y también los que hacen un paseo muy relajado tumbados al sol desde que salimos hasta que regresamos. El caso es pasarlo bien y según vuestras inquietudes yo voy armando el recorrido, las paradas y las zonas que me parecen relevantes-
Carlo nos trazó la idea que tenía en mente, pero dado que éramos los únicos pasajeros, tenía total disposición para ajustar a nuestro gusto el recorrido. Después de intercambiar algunos comentarios con nuestros puntos de vista, le dejamos claro que queríamos disfrutar a tope y nos poníamos en sus manos para seguir una ruta divertida, explorando lo más relevante de la zona. También nos propuso anclar en algún momento para hacer snorkel, lo cual nos pareció estupendo.
Así fue que recorrimos algunas pequeñas islas, nos sumergimos en zonas de aguas tranquilas con entradas a cuevas rocosas donde el sol entraba desde diferentes puntos, haciendo juegos de luces increíbles.
Siempre acompañados de cerca por Carlo, cada sitio que visitábamos revelaba alguna historia que nos contaba, lo cual lo hacía más interesante. Además, era fotógrafo, por lo que se encargaba de hacer un álbum para sus clientes a modo de recuerdo, eso era estupendo porque no teníamos que estar pendientes de ello en ningún momento.
Después de varios recorridos y algunos chapuzones en el mar, anclamos delante de una cala recóndita. Mi chico y yo nos acomodamos para descansar en cubierta. Me dediqué a tomar el sol y dorar un poco mi piel. Como me sentía cómoda no dudé en hacer topless y así estar mejor predispuesta para llegar al color que deseaba.
Carlo repuso la fruta y sirvió algunas tapas que llevaba preparadas para reponer fuerzas. Entretanto charlamos un buen rato, intercambiando experiencias, anécdotas con los clientes, y algunas excursiones fallidas que dejaron huella.
Era un hombre muy emprendedor y se notaba que había pasado por una vida intensa, exprimida para disfrutarla. Cuidaba el físico, hacía deporte y seguramente no le faltarían mujeres porque era muy atractivo. Tenía un perfil muy seductor, un poco porque le agradaba ser amable con los clientes y otro poco porque se veía que era bastante incisivo con la mirada.
-Me encanta gente como vosotros - Dijo sonriendo. -Sois personas abiertas y con inquietudes y para mí es un placer compartir estos sitios. Lo hago por trabajo, pero sin dudas es también un placer que valoro por encima de todo; hablando de ello, si me permitís os dejo tranquilos mientras yo me voy a nadar un poco- Hizo un además de despedida y acto seguidose marchó bajo cubierta .
Cuando Carlo volvió a salir, llevaba una toalla alrededor de la cintura; fue hacia la popa, de espaldas a nosotros y al quitársela quedó completamente desnudo. No es que me sorprendiera, pero destacaba el físico trabajado que tenía; sus músculos marcados y fibrosos se reflejaban con notoriedad bajo la luz del sol. Se acercó a la borda y de inmediato se zambulló de cabeza al agua y comenzó a nadar sin alejarse demasiado del barco. Alternaba braceando y sumergiéndose en el agua, haciendo que su cuerpo bronceado brillara bajo la luz. Su espalda y su trasero depilado emergían alternativamente con sus movimientos.
-Madre mía como está el tío - Le susurré a mi chico sin disimular mi expresión.
Nos sonreímos de manera cómplice, dando rienda a nuestra imaginación, haciendo algunos comentarios inevitables sobre el morbo que daba la situación.
Al cabo de un rato, subió por la escalerilla hacia cubierta, se sacudió el pelo y secó el cuerpo con la toalla que esperaba colgada sobre un taburete; acto seguido se tumbó en la proa para tomar el sol, justo en el otro extremo de la nave. Fue inevitable observar el pedazo de miembro que le colgaba entre las piernas.
Desde nuestra ubicación, ligeramente más altos, podía observarle sin ningún obstáculo de por medio.
Con más detenimiento y dado que Carlo tenía la cabeza girada en dirección opuesta, me dediqué a mirarle a través de mis gafas de sol. Ninguna duda de su cuerpo bien cuidado, además de un color que solo la vida al aire libre y el sol pueden dar. Su miembro descansaba hacia un costado, pero aun en reposo era un verdadero imán para la vista.
Al levantarse, acudió a la toalla para cubrirse con ella sujetándola a su cintura y luego se acercó a nosotros. Cuando lo tuve a mi lado noté el bulto que cubría la tela; mi mente no dejaba de fantasear, en ese entorno idílico, me daba un morbo tremendo imaginar algunas escenas que rondaban mi mente.
Nos comentó que el agua estaba estupenda y que aprovecháramos para darnos un baño, recomendándonos que lo hiciéramos sin bañador pues se disfrutaba mucho más. Mi chico asintió con un gesto y nos acercamos al borde, buscando el sitio más adecuado para saltar.
- Me apetece hacerlo desnudo, deberíamos seguir su consejo, creo que la sensación será muy agradable en estas aguas tranquilas- Dijo mi novio y con la misma se quitó el bañador y saltó por la borda.
Sin vacilar un instante me quité la única pieza que me quedaba puesta y me arrojé de inmediato. El contacto con el agua después de saltar, cubrió mi cuerpo de una manera especial, siendo que no llevaba prenda alguna.
-Mola mucho- Le grité a mi chico. Nos pusimos a nadar y jugar el uno con el otro. No pasó mucho tiempo que me tentó meterle mano debajo del agua y acariciar su miembro con una mano. Nos besamos un buen rato mientras él también acariciaba mi entrepierna.
Me estaba poniendo muy cachonda y mi novio no hacía más que decirme que tenía ganas de follarme; así como estábamos no nos calmaba ni el agua del mar.
En eso sentimos la voz de Carlo quien desde la cubierta se ofreció a sacarnos algunas fotos con el entorno del mar. Nos pidió que no hiciéramos caso de la cámara y actuásemos naturalmente.
Nadamos, jugamos y nos besamos un buen rato, la situación nos tenía muy calientes, y con solo mirarnos nos estábamos invitando a satisfacer nuestros deseos. Por fin decidimos que era suficiente ejercicio acuático y regresamos al barco. Carlo me ayudó a subir la escalerilla cogiéndome de la mano. Luego me ofreció una toalla para cubrir mi cuerpo que él mismo se encargó de envolver sobre mi piel mojada. Me dedicó una mirada repasando mi cuerpo de arriba abajo sin cortarse un pelo.
Bajamos al camarote para secarnos en condiciones; mi chico estaba muy excitado también y apenas me quité la toalla me sujetó por detrás apoyando su miembro. Me giré y nos besamos mientas nuestras manos se desataban. Apoyé el pie sobre un taburete y allí mismo me la clavó con un movimiento impulsivo y profundo.
Era imposible evitar ruidos y gemidos, por lo que no tenía dudas que Carlo sabía lo que ocurría bajo la cubierta, pero con lo calientes que estábamos poco nos importaba, seguro que él se lo estaba pasando estupendamente imaginando. Mis manos se sujetaron de unas manijas que había en el techo del habitáculo y el frenesí de mie cuerpo hizo el resto. Intenté no gritar con mis orgasmos, que fueron varios y mi novio se pudo correr a gusto también.
- Uff que bien nos ha venido este polvazo cariño - Dije respirando entrecortada. -Estábamos demasiado calientes como para seguir aguantando-.
Una vez que recuperamos el aliento y con los bañadores puestos, salimos a tomar algo fresco, y volver a disfrutar del paisaje.
Cuando el atardecer comenzaba a calmar el sol, cambié el bañador y subí a cubierta luciendo un vestido ibicenco, algo ajustado al cuerpo, que me quedaba estupendamente contrastando con el color bronceado de mi piel.
Mi chico esperaba con una copa fría de champagne que Carlo nos había preparado, helando convenientemente la botella para que la pudiéramos disfrutar con los últimos rayos de luz.
-¡ Estás reluciente con ese vestido, te queda pintado en el cuerpo!- Dijo mi novio mientras me alcanzaba la copa.
- Y tan pintado cariño que no llevo nada debajo - Respondí con sutileza mientras me tumbaba a su lado.
-Ufff lo imaginaba, mientras te acercabas podía ver las curvas de tu cuerpo a contraluz a través del vestido; estás muy sensual-
-Será el entorno paradisíaco cariño, que me pone la piel muy sensible- Sonreí morbosamente mientras chocábamos las copas en un brindis.
Después de un rato, le ofrecimos a Carlo que tomara algo con nosotros. Se acercó con otra botella bien fría y nos prodigamos a charlar y beber a gusto. Contó algunas de sus experiencias como navegante, fotógrafo y guía de turismo; aquí pudimos compartir más de una anécdota desde la profesión en común.
Se ofreció a sacarnos algunas fotos sobre la cubierta, utilizando las aguas azules y el fondo lejano de la costa como marco; explicó que la luz de esa hora era ideal para hacer las mejores tomas.
Nos acomodamos posando de diferentes formas, siguiendo sus indicaciones e hicimos algunas tomas. Cómo me agradaba particularmente el escenario y me fascinan las fotos, me quedé a solas para hacer unas cuantas más. Carlo me aconsejaba algunas poses, utilizando la barandilla de barco para apoyarme o bien sobre la tumbona, de espaldas y a contraluz. Era evidente que acostumbraba a hacer ese tipo de fotos porque lo hacía con conocimiento y mucha naturalidad, lo cual facilitaba mis gestos ante la cámara.
Al ver mi predisposición, me propuso hacer algunas fotos más sensuales, dejando caer del hombro una de las tiras de mi vestido. Mientras disparaba su cámara, me decía que estaba saliendo muy bien.
-Deja que se luzca el color de tu piel- Decía sin dejar de apuntar con la cámara.
Con el movimiento de las diferentes poses, dejé caer la otra tira de mi hombro haciendo que el vestido se deslizara lentamente hasta mi cintura. Mis pezones comenzaron a endurecerse. Me giré sobre la barandilla dando protagonismo a mi espalda.
- Perfecta. Muy bien -. Decía Carlo sin dejar de disparar la cámara. Con la misma se acercó y subió un poco la falda para que se insinuaba el comienzo de mi trasero.
Mi chico miraba a la distancia y cogiendo una copa de champagne se acercó para alcanzármela. – Estás increíble cariño-
Me dí la vuelta sonriendo y le dí unos besos sensuales.
-¡Eso es!- Exclamó Carlo – Dedícale las fotos a tu chico, con erotismo y sensualidad, como si te lo volvieses a follar…tal como lo hicisteis bajo cubierta. Estás muy atractiva y seguro le estás poniendo a cien otra vez-
Las palabras de Carlo, erizaron mi piel y poco a poco fui dejándome llevar por el morbo que sentía. Alcé un poco más la falda hasta llevarla a mi cintura; primero de espaldas a Carlo y luego me giré, dejando mi sexo expuesto a la lente de su cámara.
-Impresionante…increíble…- Carlo seguía incentivando mis poses.
Mi vestido acabó en el sueño y me quedé únicamente con mis gafas de sol y las sandalias blancas, haciendo unos posados increíbles bajo los últimos rayos de sol sobre el mar. Yo estaba absolutamente envuelta en aquella atmósfera erótica y jugaba también con mis labios, la copa y mi lengua, en un gesto de indudable provocación. Mis manos acariciaban los pezones, mi sexo, chupaba mi dedo…
- Maravillosa…me dejas sin palabras- Carlo estaba extasiado y para entonces, su bañador no ocultaba la tremenda hinchazón de su pene.
- Me parece que el fotógrafo se está desconcentrando . - Dije con malicia, y Carlo me devolvió el comentario con una sonrisa seductora y perversa . -Lo siento, es que me estás poniendo mucho…-
Mi chico volvió a acercarse y tomándome el rostro con ambas manos me besó profundamente, lo cual acabó por calentarme aún más. Sus dedos se introdujeron en mi vulva, resbalando con facilidad en el interior empapado de fluidos. Me condujo a la tumbona y empezó a comerme el clítoris, jugando con su lengua y sus dedos en mis pliegues calientes. No tardé en correrme, quise aguantar y disfrutar más tiempo, pero era imposible. De inmediato su pene se introdujo con velocidad y comenzamos a follar. Sentí su herramienta caliente y dura, abriendo mis paredes; yo no hacía más que gemir y gritar. Chupaba mis pezones mientras sus movimientos duros no dejaban de clavarme. Yo no dejaba de retorcerme sobre la tumbona, hasta que estallé y volví a correrme en cascada, envuelta en placer.
Mientras recuperaba el aliento y él se hacía a un lado, mi cuerpo continuaba ardiendo de deseo; fue entonces cuando percibí que Carlo que se acercaba para situarse entre mis piernas. Me acarició los muslos y se volcó de lleno sobre mi coño vibrante. Empezó a comérmelo con fruición, usando su lengua y sus dedos con habilidad, buscando mis zonas erógenas, tanteando cada punto con morboso placer. Solté una profunda exclamación de placer, deseando que no se detuviera.
Mi novio tenía la polla muy dura, me pidió que se la chupara y mientras Carlo seguía dedicado a mi sexo, yo le hice una mamada profunda dejándolo al borde de la erupción hasta que se apartó para no correrse. Me senté en la tumbona y observé a Carlo de pie, desnudo; su miembro estaba recto como un poste, potente y grande. Mis manos fueron en busca del tacto de aquel imponente miembro; apenas podían rodearlo, comencé a masturbarlo lentamente de arriba abajo. La tentación que me despertaba su pene era tan grande que después de mirar como lo dejaba duro, abrí mi boca para succionar el glande terso y henchido de excitación. El gemido de Carlo revelaba el placer que mi boca le proporcionaba. Lo chupé un buen rato, pero no quería que se corriera. -Fóllame- le dije con una miraba llena de perversión.
Sus manos abrieron mis piernas y clavó su estaca con dureza, lo introdujo de una sola embestida, rasgando las paredes de mi vulva que lo tragaron hasta el final. Su cuerpo comenzó a sacudirse presa del deseo, mis manos se aferraron a su trasero, empujando con cada movimiento. Follaba muy bien, lo hacía con firmeza y vigor, moviendo mi cuerpo con fuerza. Cada impulso que me sacudía yo lo devolvía con mis caderas en una escalada frenética de sexo. Mis gritos y la cascada de orgasmos fueron impresionantes.
Casi sin pausa me puso a cuatro patas y me ensartó con igual fuerza, sometiéndome con su herramienta dura y caliente en mi interior. Al sentir el ardiente pene que separaba mis paredes, volví a lanzar una exclamación aguda, mezcla de placer y deseo de continuar sin tregua. Mi vulva respondió a la altura de su sexo, abriéndose golosa ante semejante palo. Aferrado a mi cintura, me penetró con velocidad, atravesando mi cuerpo mientras con el suyo golpeaba las nalgas de mi trasero.
-Ohhh…así…así fóllame duro - Le gritaba desafiante.
Luego mi chico, que se estaba masturbando a un lado, introdujo su palo en mi boca, haciendo movimientos de cadera como si me follara hasta la garganta. Con el cuerpo electrizado de tanta excitación, no me podía controlar y ellos tampoco.
Tuve varios orgasmos seguidos, invadida por el placer que me estaban dando. Después de un rato de intercambios entre uno y otro clavándome alternativamente, me puse encima de Carlo. Introduje su poste dentro de mi sexo y comencé a cabalgarlo como una amazona. Su herramienta me quemaba en el interior y eso me ponía sumamente cachonda. Carlo me chupaba y mordisqueaba los pezones, apretaba mi culo con sus dedos, al mismo tiempo que lo abría.
Entonces mi chico se acercó por detrás y comenzó a lubricarme el orificio anal con su lengua y su dedo. Mientras yo cabalgaba sobre Carlo, él preparaba mi trasero.
Sentí la cabeza de su pene abriéndome lentamente, haciendo que mi culo cediera a la dureza de su sexo. Fue clavándome hasta que tuvo todo dentro, el dolor inicial dejó lugar al placer total y mientras sus manos separaban mis nalgas comenzó a empujarme con fuerza.
Ambos se sacudieron sobre mí, abriéndome, excitándome, follándome; haciendo que mi cuerpo vibrara como una hoja, con las manos de ambos acariciándome, con sus labios chupándome y con sus pollas duras en mi interior. Me susurraban con morbosidad, prometiéndome hacerme gozar más y más.
-Eso…así…fóllenme bien duro!- Mareada de placer, mis palabras les llevaban a las alturas de máxima excitación.
Carlo ya estaba a punto de estallar, agilicé mis caderas y fuimos soltando orgasmos uno a uno en medio de una sesión frenética, una fiesta de sexo y morbo total; había perdido la cuenta de las veces que me hicieron correr entre ambos.
Sin darnos cuenta, la noche estaba a punto de caer. Después de recobrarnos un poco, acabamos dándonos un chapuzón en el mar, con el cuerpo aún estimulado de tanto follar, y ese fue otro de los placeres que tuve aquella tarde de paseo en barco. Regresamos de inmediato hacia el puerto con las estrellas ya en el firmamento.
Al despedirnos Carlo nos propuso que otro día hiciéramos algún otro recorrido, prometiéndonos que lo pasaríamos igual de bien y quizás con alguna otra sorpresa.
Mi chico y yo volvimos al hotel mientras pensábamos que quizás había que aprovechar la invitación…