Un particular concepto de no-infidelidad

Ni te he besado ni te he penetrado. Será infidelidad por parte de ambos, pero a mi modo de ver no es importante... a fin de cuentas, nadie puede decir que te acostaste con otra persona.

Debo ser honesto y decir que la vida sexual con mi pareja no es buena y deja bastante que desear, pero para mí ello ha pasado a un campo secundario frente al amor que siento por ella. De lo anterior resulta evidente que me masturbo frecuentemente pensando en amigas, y como este tema trata de Alondra, estará de más decir que ella ha sido una de las más frecuentes y satisfactorias inspiraciones.

Si bien no soy un tipo feo, tampoco soy precisamente atractivo, lo cual compenso con mi capacidad de convertirme en segundos en una persona de alto interés para quien sea mi interlocutor… a falta de pan, buenas son las tortas, y por ello no tengo reclamo de cómo me ha ido con las chicas desde los 20 en adelante. Pues bien, conocí a Alondra en la universidad. No se trata de una modelo: es pequeña de porte y una figura normal, senos bastante pequeños, pero su cara es sencillamente hermosa y su cuerpo era el tipo perfecto para mí. Yo llevaba entonces 3 años con mi chica (Paola), y Alondra conoció a quien hasta hoy es su chico en la misma universidad.

Me propuse ser su amigo y hacerme acreedor de ese tipo de confianza envidiable para todo hombre respecto de alguna chica interesante. Al cabo de unos años, he pasado por muchos roles en la amistad con Alondra: su profesor adjunto en la Universidad (cargo que tienen los alumnos de buen rendimiento para apoyar al resto de la clase); su mejor amigo; su consejero emocional, sentimental y profesional; y su compañero de juergas. Alondra y mi novia se hicieron relativamente amigas (aunque siempre seguí siendo yo el vínculo entre ellas). En varias oportunidades nos hemos ido a la playa en parejas (Alondra, su chico, mi novia y yo y otra pareja que no tiene relevancia en este asunto). Y lo que viene a continuación ocurrió dos años después de egresados de la universidad, cuando para un fin de semana largo, dicha pareja (Francisco y Ximena) arrendó una casa con piscina en Viña del Mar (somos todos de Santiago, Chile) y nos invitó a Alondra, Félix, Paola (mi chica) y yo, más una prima de Ximena que necesitaba pasarlo bien un rato para salir de algunas penas. Paola no quiso ir, pero jamás hemos sido celosos uno del otro, por lo que no tuve problemas para ir solo.

No obstante Viña del Mar tiene playas por doquier, aprovechamos todos muchísimo de la piscina. En nuestro segundo día en Viña, Alondra salió antes que nosotros de la piscina, y al rato la ví tendida en la cama. Me recosté al lado de ella, la abracé y la erección no se hizo esperar.

Ella estaba tendida en la cama, vestida con bikini todavía húmedo y sobre una toalla que había puesto sobre la cama para no mojarla. Me senté al lado de ella y le pregunté si estaba bien, a lo que respondió que sí. Fingiendo preocupación por algo que en realidad ni me importaba, toqué con mi dedo medio y el pulgar el borde del calzón de su bikini, levantándolo un poco de su nalga izquierda, para comprobar si estaba mojado aún. Rocé casi imperceptiblemente su piel, pero para mí fue un estímulo erótico impresionante.

  • Oye, esto está empapado aún, si te quedas dormida acá te vas a resfriar
  • Que va, con el calor que hace se va a secar rápido
  • Pero si te quedas dormida, te bajará la presión y la humedad te hará pésimo. Además que ya está atardeciendo y no hace tanto calor.

Valga destacar que tengo una enorme capacidad de salir bien parado de cualquier tema invocando argumentos que desconozco en absoluto, pero la seguridad en mí mismo y mi fluidez al hablar hacen todo en mí creíble. Refunfuñó porque no tenía ganas de levantarse a cambiarse de ropa.

  • Ya, párate, ve a ponerte ropa seca.

Dicho esto, le propiné dos palmadas “cariñosas” en su trasero, del tipo “hermano mayor”. A pesar de nuestra confianza durante años, jamás la había tocado un milímetro más allá de lo que corresponde a una amistad. En menos de un segundo sentí en la palma de mi mano izquierda sus nalgas y el vacío que hay entre ambas, y la erección fue monumental e instantánea. Me paré de inmediato para no darle espacio de hacer comentario alguno.

Me senté al computador, a dos o tres metros de la cama, y ella se levantó con cara de sueño. Se paró a mi derecha, sin malicia alguna pasó su mano izquierda tras mi cuello para dejarla caer sobre el lado izquierdo de mi pecho y me hizo unas cosquillas suaves pero inocentes.

  • Ni en la playa sueltas el computador… ¡para de trabajar!
  • No estoy trabajando - dije, mientras la abrazaba a la altura de su cadera y acariciaba su espalda ligeramente.
  • ¿Qué haces entonces?
  • Mirando unas minas en pelota

Las risas fueron mutuas, porque de hecho yo no estaba viendo porno, lo dije por decir algo solamente, y ella entendió que se trataba de un chiste. Pero contraatacó:

  • Yaaaa, ¿tienes porno acá?

Nunca habíamos hablado de pornografía ni nada similar pero ella presumía evidente que todo hombre tiene porno en su computador.

  • Si, tengo algunas cosas, pero no soy tan desubicado para mirarlas contigo al lado
  • Bah, no me vaya a escandalizar yo… a ver, pon algo

Busqué al azar una galería de fotos de mujeres posando desnudas, de piernas abiertas y sin pudor alguno. La galería comenzó a pasar y se quedó absorta mirándola. Pensé que esto había llegado un poco lejos, que se incomodaba y que debía haberme negado, tras lo cual me disculpé:

  • Hey, sorry, la idea no es que te sientas incómoda

Dirigí mi mano hacia la “X” que cierra la ventana y me detuvo poniendo su mano sobre la mía:

  • No, no… si no me incomoda… es que… ¡mira la tremenda depilación!

En efecto, las fotos mostraban una guapa chica con depilación ultra completa… genitales y ano. Me hice el ignorante:

  • ¿Qué tiene, no que todas se depilan?
  • Sí, pero no tanto… yo nunca me he depilado completa, tan solo lo necesario para el bikini

Dicho esto, se pone de frente a mí y tomando el bikini desde su bajo vientre, lo tira un poquito hacia arriba para que se estirara

  • ¿Ves?

No era que me estuviese mostrando nada prohibido, el bikini seguía tapando todo lo que debía tapar… pero esa actitud fue la que me excitó de sobremanera. Sin saber qué decir, murmuré un “ahᔠpara volver a mirar la pantalla, pero antes de que moviese mi cara ella corrió con su dedo el bikini un milímetro, dejándome ver un poco de vello púbico.

  • Usualmente una se depila solamente lo necesario.
  • El famoso “mohicano”
  • Jajaja, exacto.

Sin darme cuenta, yo tenía mi mano derecha acariciando muy, pero muy ligeramente la cara exterior de su muslo izquierdo. La subí rapidamente, le di una palmada en su nalga izquierda y le dije “ya, sigamos viendo, que si me sigues mostrando, no respondo de mí mismo”. Su tranquilidad al respecto me asombró.

Seguimos viendo, ella seguía impresionada por la total depilación de la artista en pantalla y hacía algunos comentarios del cómo debe doler depilarse así, cuánto debe picar al crecer el vello, etc. A estas alturas yo subía y bajaba el anverso de mi mano derecha por su pierna izquierda, acariciando muy ligeramente su pierna, en especial la parte de atrás de su rodilla.

  • ¿Y nunca has probado una depilación total para el sexo?
  • No… la verdad ni siquiera se me había ocurrido.
  • Podrías intentarlo y me cuentas, a ver si convenzo a Paola (mi novia).
  • No sé, no lo creo
  • Si, depílate totalmente y me cuentas – dije en tono terminante y con otra palmada en sus nalgas.
  • Jaja, ok – respondió graciosamente resignada.

Llegó el resto de los chicos para tomar once y hasta ahí llegó nuestra conversación de ese día. Al día siguiente los planes eran ir de paseo a Valparaíso desde temprano, pero Alondra no quería partir porque tenía sueño. Eso causó un enojo en Félix, su novio, por razones más que evidentes, y sobre todo considerando lo entusiasmado que él estaba con conocer Valparaíso en profundidad en un paseo de día completo… la verdad es que yo tenía sueño también pero me pareció una imperdible oportunidad para proponer:

  • Yo también quiero dormir otro rato, así que váyanse ustedes y nosotros nos vamos más tarde en mi auto (los seis andábamos en dos autos).

Aún no entiendo lo fácil que resultó para Félix, quien súbitamente se puso de buena gana encontrando en mi propuesta una solución y tan sólo mencionó “perfecto, pero partan luego… la idea no es que se pierdan el paseo completo”. Dicho esto subieron los cuatro al auto y partieron. Seguí durmiendo y al rato me levanté, hice unas tostadas y se las llevé a Alondra con un yogurt:

  • Te traje desayuno… yo me voy a la piscina a darme un chapuzón para despertar bien, si quieres nos vemos allá
  • Vale, gracias… pero no, espérame a tomar desayuno

Tomé otro yogurt y conversamos un rato de trivialidades, hasta que ella terminó su desayuno. Se salió de la cama y andaba con una lencería blanca a encajes preciosa… si ella no me pidió que me volteara, no me iba a hacer complicaciones yo sólo

  • Uf, que lindo conjunto… ¡quien fuera Félix!
  • Naaa… me la compré para él y lo esperaba anoche en la cama, pero ustedes se quedaron hasta tarde jugando cartas y me quedé dormida

Me seguía hablando mientras se sacaba la ropa interior y se ponía el bikini con una impresionante habilidad para tapar todas sus partes pudorosas en el proceso sin pedir que uno voltease la vista.

Omitiré la parte del baño en la piscina por carecer de todo aspecto relevante, al margen de la senda erección que me provocaba verla. Estuvimos ahí unos cuarenta minutos tras lo cual se salió de la piscina y se recostó boca abajo nuevamente sobre la toalla que tendió en la cama. Al rato la seguí y volví con el discurso sobre quedarse dormida con ropa mojada, al que ella no contestó

  • Bueno, si no te cambias, no te dejaré dormir.

Me senté y comencé a conversarle de cualquier cosa, mientras acariciaba sus pies y sus piernas hasta el tobillo, lo que disfrutó bastante. Alargó su mano al velador, cogió una loción humectante y me la pasó sin decir nada. A buen entendedor, pocas palabras: sin interrumpir la conversación comencé a aplicársela y a masajear sus piernas completas. Mientras hablábamos de cualquier cosa, empecé a subir hasta sus nalgas. Tras un rato de aplicar la crema solo en las partes que el bikini no cubría, saqué fuerzas de alguna parte y metí las manos bajo el bikini y comencé a amasar sus nalgas íntegramente. No negaré que mis nervios estaban de punta (y otra cosa también), pero a ella no le supuso la menor extrañeza… tampoco me daba la impresión de que ella tuviera una noción erótica de esto porque seguía conversando conmigo con enorme naturalidad y tranquilidad. Habremos estado en esta situación unos veinte minutos, hasta que en el movimiento que yo hacía de su bikini (que ya estaba cual colaless en medio de sus nalgas) lo estiré un poco hacia arriba y le dolió… con un quejido suave hizo un movimiento como para incorporarse (“que pena, fin del masaje”, pensé yo), pero se sacó el calzón, lo dejó en su mano derecha y volvió a quedar boca abajo para seguir recibiendo mi masaje.

Me desconcerté… (“tanta maravilla no puede ser cierta”, pensé). Pero si ella demostraba tan impresionante naturalidad, habían dos alternativas: o era efectivamente algo sin connotación erótica para ella, o de plano quería pasar a otra etapa y la naturalidad era una forma de no abordar el tema directamente y dejar que pasara lo que pasara… pero en cualquiera de las dos alternativas, yo debía seguir el mismo juego.

Su trasero era el más bello que hubiese visto en persona. Las mujeres voluptuosas, esculturales y exuberantes nunca me han provocado gran cosa, probablemente porque sé inconscientemente que son algo inalcanzable para mí. En ese sentido, Alondra resultaba para mí simplemente la mujer perfecta: pechos pequeños, nalgas pequeñas pero duritas y bien formadas, tez blanca y un rostro precioso, dulce y sin cara de mujer caliente.

Continué con mi trabajo de manos. Al rato me había cansado un poco, así que me paré para cambiar de lado en la cama… pero ella pensó que yo  estaba dando por terminada la sesión:

  • No, please, me gusta el masaje… sigue por favor
  • Es que estoy un poco incómodo
  • Pero sigue, por último hazme cariñito en la espalda, es muy relajante… please

“Tus deseos son órdenes”, pensaba para mis adentros. Me recosté a su lado izquierdo, de costado, apoyando mi cabeza en mi mano izquierda, y con mi mano derecha comencé a jugar en su espalda. Deslizaba mi dedo medio por su columna, llegaba a la cola y subía de nuevo, lo que le provocaba un estremecimiento de gusto. Lo mejor para mí es que no mostraba ni signos de querer ponerle fin a esto. Luego seguí masajeando sus piernas, especialmente la izquierda, pero ya recorriendo descaradamente la cara interna su muslo izquierdo hasta arriba… no tocaba directamente su vulva, pero podía sentir sus labios en el costado de mi dedo índice cuando llegaba hacia arriba… como el contacto era ligero, cada vez que subía intentaba hacer más presión en la ingle, sintiendo su vagina y lo mojada que estaba. Me percaté que hace unos minutos no habíamos pronunciado palabras, así que me pareció el momento óptimo para preguntar:

  • Y… ¿te vas a depilar como te dije ayer o no?
  • Pero para qué tanto, si estoy depilada lo suficiente

Era el momento que esperaba para avanzar: toqué directamente su pubis, el vello, sin llegar a la vagina, y lo acaricié:

  • Esto puede ser muy rico, pero a los hombres nos encanta cuando sin ningún pelito
  • Mmmmmmm, puede ser, pero yo tengo poquito y sé que se vé y se siente bien

No supe qué argumentar, así que saqué mi mano y volví a deslizar los dedos por la columna

  • Jajaja… si llegara Félix y me viera hacerte cariño en pelotas, me mata
  • Nos mata a ambos... – se incorporó y con cara de preocupación me miró – supongo que puedo quedarme tranquila en que esto no se menciona ¿verdad?
  • Obvio – dije con una seriedad absoluta. Mira, te voy a hacer algo que creo te va a gustar, si no te gusta me dices y ya, pero sin escandalizarte ¿ok?
  • Dale

Tomé la loción, puse muchísimo entre sus nalgas y empecé a esparcirla con el dedo directamente en su ano y alrededores.

  • Mierda – dijo.
  • ¿No te gustó? – retiré la mano.
  • No… sí… o sea, es que nadie me había tocado ahí, me da plancha (vergüenza).
  • Mira, relájate y siéntelo un minuto… si te sigue incomodando, lo dejamos
  • Ok, vale

Así que me entregué al festín de acariciar su ano a mi gusto. Mi dedo iba y venía. Lanzó unos gemidos muy bajos, pero que para mí eran suficientes para saber que podía continuar y avanzar.

  • Que tal, te dije que te iba a gustar ¿no?
  • Siiiiiii… ¡pero si lo cuentas te mato yo!
  • Tranquila. Voy a hacer otra cosa y esto sí te puede espantar un poco, solo te pido que aguantes treinta segundos antes de decirme cualquier cosa, después de eso me detengo si te incomoda
  • Jajaja, a estas alturas no sé qué me podría incomodar
  • Ok, cierra los ojos… y sientas lo que sientas, no digas NADA antes de treinta segundos
  • Vale
  • ¿Prometido?
  • Prometido.

Me acomodé, abrí sus nalgas cuanto pude y pasé mi lengua por su ano. Contrajo sus nalgas instintivamente, pero fiel a la promesa no dijo nada… mi lengua daba toquecitos hasta que le dí un languetazo largo y aplicando presión… emitió un gran gemido y se relajó definitivamente.

  • Lo que estás haciendo es espectacular

No respondí y seguí en lo mío. Al cabo de dos o tres minutos subí y me recosté a su lado. La incliné un poco para que quedara de frente a míy acariciándole directamente la vagina le dije:

  • Me encantas
  • Tu también… pero somos amigos
  • No pretendo cambiarlo, quédate tranquila.
  • Pero mira en lo que estamos
  • Mira, ni te he besado ni te lo he metido. Será infidelidad por parte de ambos, pero a mi modo de ver no es tan grave. Nadie puede decir que te acostaste con otra persona.
  • Jajaja… si, en realidad… pero me tienes mojada hasta decir basta
  • ¿Ah, y tú crees que yo estoy muy calmado acaso?

Me agarró el paquete por encima del bermuda.

  • Mierda, está durísima… que rico – empezó a sobarme el paquete decididamente.
  • ¿Lo quieres sentir más rico?
  • No quiero que me la metas
  • Yo tampoco… jajaja, es decir, me muero por metértelo, pero no quiero que se transforme en algo más
  • Puta, ¿qué hacemos?
  • ¿Confías en mí?
  • Cien por ciento
  • Vale, déjate llevar entonces.
  • Dale

Me dí vuelta y le chupé la vagina hasta que en medio de estremecimientos tuvo un tremendo orgasmo que me dejó la cara empapada. Acto seguido la puse boca abajo, puse mi pene en medio de sus nalgas y empecé a frotar, al tiempo que le lamía una oreja y le amasaba los senos. Con la crema entre sus nalgas, la sensación era indescriptible. Llené de semen su agujerito posterior, sus nalgas y la parte baja de su espalda. Me puse a su lado y mientras ella me masturbaba me lamía el cuello y las orejas. Acariciaba mi pene con su mano derecha y su barriga, embadurnándola con lo que aún salía de semen. Nos fuimos a duchar, comimos algo y partimos en el auto a Valparaíso. Al día siguiente volvimos a Santiago, y recordando esta experiencia, tuve por dos o tres semanas las mejores sesiones en la cama con mi novia. Según ella me contó después, las cosas mejoraron para ella también con Félix en ese aspecto. Y claro, con una experiencia como ésta… ¡quién no!