Un paramilitar y narcotraficante colombiano...

Una historia extensa, larga y compleja como la vida misma. Esta vez completa. No es para estimulación rápida, es mi vida contada a manera de novela desde el momento en que se torció para siempre.

Un negro viejo me profetizó el futuro un año atrás sentado en un anden en una solitaria calle del centro de Sao Paulo. Lo hizo con conchas de caracoles, los buzios de la fortuna.

-¿cuánto?- le pregunté mirando su flacura,

-deis reais- me dijo,

-siete- me entendió y aceptó. Lanzó los caracoles sobre un trapo con un símbolo, los miro, abrió los ojos sin mesura y me preguntó,

-¿gosta você de homem?- intuí una burla y siguió hablando,

-¡você vai conhecer o pinto mais grande do mundo!- dijo riendo. Le extendí los ridículos billetes rosados insultándolo entre labios y esperando no comprendiera,

-mariquetas-

El negro reconoció la barrera idiomática y me tomó del brazo antes de partir, recogió los caracoles y los volvió a lanzar,

-você vai ter o amor da sua vida ha douce meses- se quedó serio, adverso, me soltó y no recibió el dinero. Envolvió los caracoles en el trapo, se paró y antes de irse dijo,

-e um preto filho de Xango, você precisa de muito dineiro pra o Xango-

me dio la espalda y se fue silbando una batucada popular por un tenebroso callejón en medio de la noche. Nunca supe como adivinó mis gustos.

Siete meses atrás tampoco creí en un sueño que me interpretó una gitana en Usaquén,

-anoche mientras dormía vi morir a un cisne en un nido de oro- le dije y ella me respondió,

-es el amor de su vida, lo hará el hombre mas feliz del mundo y el mas desdichado-

La miré incrédulo, a los 32 años ya había descartado el amor más por conformidad que por desaliento. Por eso me gustaban los clarividentes, para ilusionarme.

El domingo primero de junio del año 2003 yo dormía en Bogota sin pensar en pronósticos y sin saber que mi vida se desplomaría en segundos. El teléfono sonó, era German, mi jefe y amigo diciendo que conoció la verga más grande del mundo. No le creí, habló de un vividor costeño exagerado que estaba en Medellín,

-deje dormir- proferí a medio despertar, me dio un número de celular, por si acaso, le colgué. Seguí soñando.

Por esos dias yo viajaba a trabajar en Medellín, me instalaba en grandes hoteles y a veces disponia de algunas horas vacantes, por eso, otro domingo por la tarde, quedé libre en un cinco estrellas de la "Milla de oro del Poblado" y decidí contactarlo sin saber que me torcería el destino. Marqué su teléfono móvil, me identifiqué como enviado por un amigo común y pregunté por una cita, aceptó de inmediato pero pedía una suma exagerada que garantizó, nos apuntamos para conocernos y negociar la acción, el tiempo y el lugar.

Dijo estar en el centro de la ciudad y acordamos un pre encuentro en El Parque de Bolívar, mala zona, pensé, pero fue el primer lugar que se me ocurrió.

Su voz era varonil y de marcada dicción caribe. Yo te

mía las citas a ciegas por las horribles historias de siempre, soy precavido, pero asumí al tipo como recomendado por mi jefe. Mala decisión.

Mientras viajaba en un taxi recordé mi hastio por el cruissing, no era facil encontrar miembros realmente grandes ni en Colombia ni en los países a donde he ido por labor o por placer, por eso lo dejé, porque la mayoría de los penes son normales, prefería pagar por un buen escort que desgastarme en contactos inútiles, lo hice muchas veces. Por suerte mi salario me permitía el lujo de sufragar buen sexo, pero igual, en la vida todo exceso cansa.

El taxi pasó por la glorieta de San Diego y siguió por la Avenida Oriental, giramos a la izquierda por unas cuadras de la calle de Caracas, llegamos, me bajé y pagué. Crucé el parque de Bolívar que se había convertido en una colorida feria popular. Me senté en una banca junto a una gran fuente frente a la catedral metropolitana y a la sombra a unos árboles enormes y remarqué su celular para anunciarme, me dijo que estaba a tres calles, arribó caminando, de lejos se descubría moreno y atlético, vestía un jean estrecho algo desgastado y llevaba una impecable camiseta blanca de manga larga, calzaba los grandes y gruesos pies con unos cómodos y viejos zapatos de trote. Se acercó, me tendió la mano, enorme, se presentó,

-Champy, mucho gusto-

le respondí de apretón.

Se sentó a mi lado y le vi la frente amplia con pocas pero marcadas arrugas de sol, las cejas gruesas, extensas, tupidas y casi cerradas sobre la recta y elegante nariz.

-¿mucho trabajo?- Le pregunté, me miró de frente. Fue impactante descubrir el color cromado y cristalino de sus ojos contra el sol,

-ojalá- dijo y bajó la felina mirada intimidado por mi asombro,

-¿vives cerca?- escruté, y me respondió,

-cuatro cuadras abajo- dijo señalando al occidente.

Su rostro se equilibraba por el mentón prominente y cuadrado y por el cuello robusto y proporcionado. Poseía el diabólico encanto de los morenos de ojos verdes sin ser negro, tenía 31 años y no era bonito, ni siquiera estaba bueno a pesar de la amplia espalda y las formidables piernas, además se veía mayor y discordante por su piel marroquí sobre el severo rostro escandinavo de labios arahuacos. Amedrentaban sus ojos helados, lo satánico de sus rasgos y un equivoco aire de guerrero nubio. Lo cubría una sombra de bajo fondo, de malevo y en la voz molestaba un inoportuno dejo policial. No me gustó una cicatriz que le salía del cuero cabelludo atrás de la oreja izquierda por el borde de la mandíbula hasta el mentón, estuve a punto de negarme pero tenía un aire pulcro y limpio que me agradaba y unos modales serios y pausados muy complacientes y masculinos, me ganó con una sonrisa fácil y bonita de dientes grandes aunque curtidos y una mirada directa de quien sabe lo que tiene sin miedo a explotarlo, sin pedantería, era de conversación rápida y cuando le pregunté por la cicatriz me dijo que le había quedado de un combate cuando era soldado en un batallón antiguerrilla,

-tengo otras en el cuerpo,

son mis medallas de guerra,

no se asuste- dijo.

El pelo era oscuro y quemado, como si fuese teñido, además de escaso en la frente, con un ondulado aplanado a fuerza contra el cráneo como peinado rígido para atrás. No se asemejaba a nadie pero resultaba igual al gentío del parque, como una prolongación fugaz de la hora y el lugar.

Fuimos al grano rápidamente, le pregunté si tenia sitio, me dijo que no era posible en su pensión, que yo pagaba la pieza en alguna de tres residencias cercanas donde lo conocían, las describió de la mas económica a la mas cara con precios, cualidades y defectos, todas con seguridad pulgueros por baratas.

Pasó un grupo del ejército haciendo una batida rutinaria, un feo soldado nos pidió identificación y libreta militar, mostramos los documentos y el recluta me verificó sin querer los datos del escort preguntándole el año, batallón y contingente en que había prestado servicio y mi nuevo amigo le respondió todo. El soldado nos agradeció la atención y se fue con su tropa, a mi me gusto la inesperada prueba de sinceridad.

Seguimos hablando, yo evité sus sitios por temor, preferí un hotel mas caro del sector de El Estadio donde era necesario registrarse con cedula de ciudadanía, si era un delincuente quedaba fichado, aceptó y fuimos en taxi. Al poco nos estábamos inscribiendo, allá supe su verdadero nombre, Vladimir, la recepcionista le preguntó de donde era su raro apellido y él contó que su madre venia de la Isla de Trinidad y su padre de un pueblito del Magdalena cercano a Santa Marta, nos entregaron las llaves, marchamos a la pieza y le ofrecí algo de tomar, él no aceptó, que gracias, fue al baño a orinar yo encendí el televisor y el aire acondicionado, cuando giré lo tenia de frente con

sus desarrollados arcos ciliares

casi en mi frente y dijo,

-¿entonces que? ¿todo bien?-

Nos abrazamos con fuerza para disipar tensiones de parte y parte, me pareció alto, delgado, con una recia y pesada estructura ósea. El estaba asustado, nos besamos y comenzamos a quitarnos la ropa de pie, el corazón le palpitaba y tenia la respiración agitada, yo estaba nervioso pero despejado.

Me tomó de la mano y la llevo unos segundos detrás de su oreja,

las tenia en punta.

Me enseñaba una profunda oquedad en el hueso disimulada con el pelo

algo largo y rizado por atrás hasta la media nuca,

-este es el recuerdo de un campo minado- indicó, yo le acaricie el cabello, era duro y grueso pero no ensortijado.

-al menos estoy vivo- concluyó.

Seguimos ciñéndonos sin camisa y descubrí un abundante, liso y peinado vello negro en su pecho que se extendía por delante de su cuerpo. Parecía armado con partes inconexas, como su bella piel de color cobre oscuro eclipsada por una sombra gris-ceniza.

Repasó con sus manos ásperas y bruscas mi cuerpo de lanzador mientras me lamía todo, estaba encantado en mi piel y me dijo al oído,

-te pareces a un capitán que conocí cuando estaba en el regimiento, era asi de lindo como tú...- lo silencié con un beso en los elevados pómulos y en los duros labios donde me inserte profundo.

En el dorso tenia unos extraños nudos saltones de color púrpura con forma irregular y hasta de un centímetro de diámetro que se esparcían casi en línea por el centro del lado izquierdo, él me notó intrigado,

-Son esquirlas de un disparo de changón, todavía están adentro, no tema, no contagian pero duelen- Olía a jabón barato con un profundo perfume de lavanda.

Al poco estorbaron los pantalones, nos separamos y cada uno se descalzó y se desenfundó, quedamos en interiores. El llevaba un apretado bóxer rojo que resaltaba los generosos y amplios glúteos, pero no evidenciaba nada, quite mis pantaloncillos, él hizo lo mismo y vi que tenia un negro cuerno arrugado y enrollado por debajo del escroto casi hasta el ano, lo tomo con la mano izquierda donde faltaba una falange del dedo anular izquierdo, lo agito y lo extendió ante mis ojos. German no había exagerado sus palabras y la tarifa de Vladimir me resultó poca frente al portento.

Sin embargo me molestaba su forma, le nacía corrido al izquierdo del pubis apuntando a la derecha, luego el tronco se curvaba ampliamente a la izquierda y finalmente el glande señalaba a la derecha. Eran los cuerpos cavernosos desiguales, un lado mas grueso y largo que el otro, luego la punta giraba hinchada en reverso. El cuerpo esponjoso, el soporte por debajo del miembro, en la base, era tan grueso como un puño. Todo el conjunto parecía una espiral inconclusa parada dura y recta pese a sus anomalías, su volumen y largo desmesurados. Su textura era irregular, con venas varicosas, retorcidas y azules. Alrededor de la cabeza, los puntos de la cicatriz de separación de prepucio eran prominentes, agudos y blancos. El color también era raro, muy oscuro en la raíz y muy claro cerca al anillo, el glande púrpura oscuro; entre los testículos había un gran lunar blanco que se extendía por debajo y se asomaba lateralmente por el lado mas cerrado de la curvatura del tronco como una mancha de vitíligo.

-¿has visto el huevo de un caballo pinto?- me indagó, supuse hablaba del calibre, pero se referia al lunar.

Vladimir alias "Champy" se paró en la cama e intentó llegarme al fondo de la garganta pero su bálano era lo único que lograba entrar. Se acostó, vio mi erección, la tomó y se la chupó, mamábamos en 69, él sentía un frenesí desconocido en otros acompañantes, este era un profesional excitado y sin rutinas mecánicas. Luego le lamí el ano con lascivia, él se igualó aplicando con deleite su lengua en círculos sobre mi esfínter, una locura si apenas nos habíamos presentado, me mordió las nalgas suavemente y con gusto, procedimos a meter los dedos, el aguantó dos, le propuse poseerlo, pero lo pospuso para cuando nos conociéramos mejor, él me siguió lamiendo el culo y yo felando cuando lo escuche decir timidamente,

-quiero poseerte- yo acepté sin medir consecuencias, el busco el bolsillo del pantalón y sacó un condón que una vez puesto le dejo un tercio o mas de la base del pene sin cubrir, comprendí la imposibilidad de abarcarlo, doloroso por grande y por torcido, se lo dije, el respondió pidiéndome una estregada por encima de las caderas y después de hacerlo le propuse nos corriéramos, yo estaba a reventar, iniciamos un pajazo, él de pie, pegando su mástil al mío y yo acostado con el hombre entre las piernas, lo esperé un poco y cuando me indicó me descargué mojándole el abdomen, la verga y me inundé el ombligo. El apenas soltó un poco, inició con una crema espesa con una textura de pasta de dientes y acabó con unas pocas gotas de semen, le pregunté la razón y argumentó un polvo tarde la ultima noche.

Se fue a la ducha y volvió limpio, se recostó a mi lado y dialogamos, me contó que fue a esa ciudad por un empleo de vigilante informal pero quedo vacante,

se me ofreció como mensajero, mecánico, obrero en construcción y caballista, que podía ser peón de cualquier establo o capataz. En ese momento no sabia de algún puesto pero iba a buscar. El destino comenzó a enredarme con él.

Me dijo que yo le gustaba, lo creí cortesía pero en mi turno de baño quiso verme duchar, acepté con gusto por no dejar mi billetera a solas con él, ya se sabe, por desconfianza, él se sentó en un banco y se acaricio las tetillas, me preguntó si practicaba algún deporte y se los expliqué todos, volvimos a la cama y nos acostamos desnudos y abrazados a ver televisión un rato, le ofrecí ron y aceptó, al rato llegaron dos tragos de cubalibre, le pregunté si fumaba y me dijo que muy de vez en cuando, luego nos volvimos a besar, nos calentamos abrazándonos con ocasionales mamadas pero no pasamos de ahí, como a las diez de la noche nos despedimos, le dejé la suma acordada y una propina extra, se despidió contento y me dijo que si sabia de un empleo lo llamara para entregarme una hoja de vida.

La empresa me seguía despachando con frecuencia a Medellín, ya estaban pensando en trasladarme allá. A German le comenté la situación,

-ten cuidado, vas a acabar enamorado de quien sabe-

Me advirtió. Nunca sentí celos de mi jefe, a él no le interesaban los tamaños, lo suyo eran las caras bonitas y de eso Vladimir tenia poco.

Antes de mudarme le pagué a mi edecán tres o cuatro veces en hoteles o en su modesta habitación de inquilinato céntrico donde se compartían el baño y la cocina con otros residentes pobres, él se avergonzaba de sus carencias pero lo hacia innecesariamente para ahorrarme el costo de la pieza. Finalmente el traslado se dio en la primera semana de agosto, en plena Feria de las Flores y yo alquilé un apartamento pequeño en esa ciudad y allí me visitó una o dos veces mas.

Por ese entonces me había ganado confianza, trabajaba informalmente como mi mensajero en Medellín y como reemplazo de un vigilante en un edificio en construcción, ya se prostituia poco, no le gustaba, aunque su celular no paraba de sonar,

-tu no eres de los que necesita pagar- me manifestó una mañana después de amanecer entrelazados en su cama,

-lo se- le reconocí dejándole un poco mas de dinero.

Con todo no me figuraba perspectiva alguna entre nosotros fuera de mi ayuda económica.

A la semana de vivir en la misma ciudad me pidió el favor de recibirlo por tres días mientras le entregaban una alcoba de alquiler mas barato en un barrio porque no tenia suficiente para pagar un hotel. Lo acepté y vivimos un fin de semana espléndido manoseándonos todo el tiempo, masturbándonos, bañándonos y comiendo juntos. Me causo gracia verlo cocinando y comprando víveres para ambos. El lunes se marcho con sus escasas y humildes pertenencias resumidas en su poca ropa, un par de zapatos de trabajo, los tenis viejos, unas desgastadas botas de montar de carabinero y un radiecito sintonizado todo el día en vallenatos románticos que cantaba con entonada voz mientras me sacaba a bailar. Nos despedimos como buenos amigos, pensé que no lo volvería a ver pero regresó dos días después a pasar la noche para agradecerme el favor y nunca mas me aceptó dinero. Al poco amaneció conmigo y dejo unos calzoncillos y unas medias, por si acaso, por ultimo llevo el radio y dijo

-para que usted no se me aburra-

Acabamos viviendo juntos por tres meses a partir de septiembre.

El barrio al que se machaba a vivir se convirtió en un polvorín, la peligrosa banda delincuencial de "Los Triana" se enfrento a la temible banda de "Cañada Negra" El lugar quedo sitiado, resultaron muertos, familias exiliadas y varias casas destrozadas, entre ellas la suya que abandonó por venirse conmigo. Su buena estrella también lo salvó de una avioneta que le cayó a una cuadra de donde había acabado de pasar caminando en el barrio Prado Centro cerca de su primera residencia, eso fue pocas semanas antes de mi traslado a Medellín.

Vladimir, consiguió un trabajo fijo sin contrato en un taller de mecánica de motos, dejo de venderse, empezó a mercar, a pagar servicios y a exigir en casa tratamiento de marido, que la comida, que la ropa lavada. Descubrí que era un buen hombre, sano, deportista, enamorado, alegre, celoso, limpio, ordenado, extrañamente fiel, responsable, trabajador, con bajísimo nivel de educación pero con don de gentes y con artes y oficios. Hablaba un mal ingles que aprendió de su madre y algo de flamenco porque paso su infancia en Surinam, Bonaire, Aruba y Curazao donde cargaba contrabando para Colombia. Me retrató a su padre como un jornalero blanco y bonito de finca ganadera que se traslado a trabajar en la bonanza de las refinerías en Kralendijk, allá conoció a su madre, una morena de ojos azules mezclada con todas las razas del mundo y se la trajo para Colombia donde nacieron él y su hermana, después se los llevaron a Paramaribo con sus abuelos maternos mientras los padres laboraban y finalmente se reunieron todos en un negocio de tráfico desde Aruba. Decía extrañar el mar cristalino para el buceo, los charcos del campo para nadar en los ríos y las ciénagas de pesca.

Me confesó se quebraron cuando tornaron a Colombia, él se fue a prestar servicio militar para hacer carrera bélica pero al acabar solo pudo enlistarse en las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, para ayudar económicamente a su familia. Me mostró una foto suya a caballo, con el uniforme camuflado, el sombrerito de combatiente ilegal y las poderosas botas de carabinero. Decía que ser homosexual en un cuerpo de guerra es una mierda, sobretodo en un grupo paramilitar de extrema derecha,

-hay que taparlo a todo como cagada de gato pero todos lo hacen-

dijo, y agradeció al destino cuando sus superiores lo despacharon para Medellín,

-me dijeron que estaba muy viejo, que me fuera, pero yo creo que sospechaban, si confirman, me matan- concluyó.

Con sus últimos ahorros despachó clandestinamente a sus padres para Puerto España y envió a su única hermana y sus dos sobrinos para el pueblo de Aguachica en el departamento del Cesar, temía por su seguridad. Empacó un maletín de campaña y viajó a Medellín sin un peso y dispuesto a comenzar de nuevo, allá se estaba gestando el primer proyecto de desmovilización paramilitar del país pero después quedo varado porque no lo aceptaron en el Bloque Cacique Nutibara del Valle de Aburra, que incluía a los primeros amnistiados.

Su pene lo sacaba de apuros en caso de necesidad, oportunidad o hambre extrema y recurrió a ello, pero no estaba en edad, tenia mal tipo y un feo miembro, además, siempre acababa escondiéndose de enamorados obsesivos o de las puñaladas certeras de la competencia. Cada nuevo cliente implicaba el riesgo de ser ultrajado, robado o ultimado aunque se cuidaba mutuamente las espaldas con otros callejeros del centro y aun así no ganaba el dinero suficiente para vivir y requería de un trabajo formal urgente, pensó en casas de trata bajo la protección de patrones pero ganando muchísimo menos, la misma historia de otros muchos trabajadores sexuales.

Así llego a Medellín en Mayo de 2003, con la mas cruda, en la calle y con otros cuatro paramilitares en situación similar que se dedicaron al robo y al atraco,

-yo contacté al Bloque Cacique Nutibara, nos rechazaron advirtiendo que nos quebraban si hacíamos algo malo, les advertí a mis compañeros, no hicieron caso y los mataron en un potrero entre San Javier-La Loma y San Cristóbal- me dijo, que él mejor se había desvarado con trabajos temporales y su "herramienta" para salir adelante, viviendo en un hospedaje de desahuciados sociales en Prado Centro, comiendo malo y barato una vez al día donde "Mita" en una calle de casas coloniales pintadas de colores en el barrio de Guayaquil, pero al menos seguía vivo y ahorrando el pasaje para volver a su tierra,

-pero ya ve, usted me tiene aquí todo enyerbado- me dijo al oído en un cineclub después de ver una película de intriga que enredaba gays, científicos, sida, conspiración, complot y muerte.

Al principio pensé se vanagloriaba con su dotación e historia, no obstante su comportamiento era modesto, dócil y respetuoso. Era algo tímido y reservado para ser caribe y comprobé que era franco, sus palabras eran confidenciales.

A Vladimir le gustaba el trote por las mañanas y hacer barras gimnásticas, a veces jugaba fútbol con los compañeros del taller, pero su pasión era el baseball. Adoraba cuando íbamos a un estadero con caballos cercano a la ciudad en el pueblo de La Pintada donde hacia gala de ser buen chalán y amante de los equinos. Allá vimos una lluvia de estrellas abrazados en una hamaca y en medio de la noche calurosa, les pidió un deseo que prometió confesarme cuando se le hiciera realidad.

Una noche fría y lluviosa, bajo un eclipse total de luna le pregunte si había matado a alguien, me dijo que solo en combate, él era de enfrentamiento, que cuando buscaron voluntarios para masacres él lo evito, se salvo de ir a "El Aro" en octubre de 1997 por novato, "El Salado" en febrero del 2000 por suerte y "Bojaya" en mayo del 2002 por opción propia. Por eso nunca consiguió dinero ni ascendió en las AUC, pero que si estuvo en Medellín adiestrando muchachos en las comunas bajo el mando de Carlos Mauricio García alias Doble Cero.

-yo ya había vivido aquí en el año ´99 por tres meses, pero escondido arriba de la comuna nororiental, después me devolvieron a la costa- me confirmó.

En las noches él tenia pesadillas y me horrorizaba pensar con quien estaba compartiendo mi almohada pero sus acciones me mostraron a un hombre con principios, otra de sus fortunas fue excluirse del narcotráfico.

-Todos acaban deportados o muertos- manifestó.

A veces despertaba de sus malos sueños llorando asustado y se abrazaba a mi pidiéndome que lo sacara de esa vida, que no lo dejara volver.

Se convirtió de pronto en la persona mas importante de mi vida. Yo nunca imagine llegaría a ser quien fue, porque comenzamos una relación sexual-comercial y nada más sin pensar que esos juegos de sexo, de besos eternos en tardes de domingo se cambiarían pronto en amor, conviviendo y sin interés de negocio alguno. No obstante ambos estábamos inconscientes que nuestros corazones habían comenzado a hablarse sin nuestro asentimiento.

Estábamos llevando un matrimonio sin saberlo pero en noviembre me informaron de un nuevo traslado, a Ámsterdam, con mejores posibilidades laborales. Le ofrecí llevármelo y acepto, se enfoco en un pasaporte nuevo y una visa Schengen aunque los requerimientos parecían inalcanzables para una persona como él, sin propiedad raíz, sin cuentas bancarias y legalmente desempleado, por eso no descartamos la posibilidad del trabajo en Medellín.

Ese mismo mes, un martes por la mañana, me despertó viendo a casi novecientos "paras" del Bloque Metro entregar sus armas por televisión, lloró de rabia y me dijo que él debería estar allá, se calmo cuando le expresé que estaba mejor conmigo, que quizás no iban a durar vivos mucho tiempo. A medio día yo viajaba a mi lugar de trabajo en el oriente antioqueño y vi la caravana de buses que los llevaban para concentrarlos en el pueblo de La Ceja donde no estaban muy contentos con los nuevos vecinos, hasta a mi me inquietaba la cercanía de estos tenebrosos hombres. Por todo ese tiempo Vladimir veía los noticieros con una cierta ansiedad, como esperando alguna novedad de las recientes mesas de negociación entre el gobierno y los paramilitares en Santa Fe del Ralito. Cuando le pregunté que buscaba tanto en los telediarios me respondió,

-a las reinas de belleza-

De repente mi viaje se adelanto y partí de prisa el primero de diciembre dejándolo con dos meses pagados de renta en el apartamento que habíamos compartido y la seguridad de un pronto reencuentro, fatal error, no sabia lo importante que era para mi ni yo para él.

Un requisito para trabajar legalmente era un certificado policial obligatorio, el certificado del DAS, cuando fue a obtenerlo le informaron que tenia problemas de entrada no registrada y sin impuestos a su propio país. Era cierto, cuando regresó con su familia de las antillas holandesas, hacia muchos años, arribaron en barco a una costa colombiana y no a un puerto, sin aduana ni inmigración, lo irónico es no haber sido eximido de prestar servicio militar ni de pagar otros impuestos, así es el tercer mundo. Él mismo me informó telefónicamente el tramite a seguir: pagar su deuda de entrada y registrarse legalmente en Colombia, le giré el dinero y algo mas para la visa, luego conseguí una carta de invitación oficial de mi país anfitrión para él.

Sus cartas y llamadas tenían una pasión legitima, estaba entusiasmado de venir conmigo, pero al mes me cambiaron sin aviso para Rótterdam, solo pude llamarlo después de una semana de trasteos, papeleos y otras mierdas, le marqué al celular y me contestó un mensaje informándolo fuera de servicio, llamé al apartamento y nadie respondió, pensé que quizás solo había dejado de pagar el servicio de telefonía. Perdí todo contacto con Vladimir.

El error fue obviar muchas cosas, él solo tenia mi numero móvil y mi dirección de Ámsterdam, lo mismo tenia yo de él y el teléfono de su hermana en Aguachica a quien no conocí y con quien se comunicaba ocasionalmente, no teníamos nada mas, ni correo electrónico porque difícilmente sabia escribir y menos aun iniciar un computador, he debido enseñarle. Los días pasaron y yo seguía sin localizarlo, a la semana estaba crispado y en el peor de los momentos, justo cuando la empresa me requería mas centrado. Asumí que había conocido a alguien, que se había ido para siempre y que seguro me había robado, comencé a tratar de olvidarlo con algo de despecho y rabia, pero los giros retornaron a mi cuenta, nadie los cobro, logre comunicarme con la firma arrendataria del apartamento y los autorice para ingresar cuando les informaron que llevaban semanas sin ver entrar o salir a nadie de allí. Encontraron las cosas y las embodegaron poco antes de que se cumplieran los dos meses pagados para no costear un apartamento sin huéspedes, ellos inventariaron todo y me enviaron una copia, según pude cotejar no faltaba nada, es más, las cosas suyas parecían estar intactas, deduje algo trágico.

En marzo del 2004 volví al país en un breve receso empresarial y reclamé los enseres del apartamento en la bodega de Medellín y encontré todo: su radio viejo, sus viejas botas militares de montar, toda su ropa, sus fotos. Fui al taller y su jefe me expuso que un día no volvió dejando todo pendiente incluidas dos semanas de salario, la posibilidad del contrato fijo y hasta los artículos de uso personal: cepillo de dientes, crema dental, overol, gorra y zapatos de trabajo; llamé a su hermana y me dijeron que había cambiado de domicilio sin reportarlo, en todas las partes dejé mis datos por si él volvía; los acompañantes del parque de Bolívar me comentaron que hacia meses no trabajaba vendiéndose; lo busque en Bogota y en varias ciudades de la costa pero fue en vano; en la oficina local de mi empresa nadie había intentado contactarme. Había ocurrido algo de lo que no sabia nada.

Presa del pavor intente denunciar el asunto ante las autoridades y me dijeron que no era posible, solo si era pariente o por delito, pero que tratarían de ubicarlo en las listas de desaparecidos.

German, mi jefe directo, me dijo que solo lo había tenido una vez por azar en el baño de un teatro porno de mala muerte de Medellín donde le mostró su verga con tarifa y que después de pagarle por un pajazo le dejo el número del celular. Eso fue todo.

Volví a mi cargo al extranjero y comencé a imaginarme que nunca sabría nada del loquito que me robo el corazón.

Por los días que vivimos juntos mis padres y hermanos vivían en Bogota y yo cometí otro grave error con Vladimir, conociendo sus orígenes humildes y no siempre santos, decidí mantenerlo al margen de mi circulo familiar y de amigos, él lo notó, y en respuesta tampoco me presionó en ello pero tampoco me vinculo a su grupo y así nos quedamos sin lazos sociales.

Volví al extranjero en un amargo retorno llorando sin consuelo. Comprendí cuanto lo amaba, pensé cosas horribles: secuestro, robo o asesinato. De vuelta en Europa me evadí de pensar en ello encerrándome en mi trabajo al que me consagre en cuerpo y alma. Fue enloquecedor, trataba de no recordar para no hundirme depresivamente en la nostalgia, me gustaba imaginármelo vivo y feliz aunque fuera con otra persona. Posteriormente volví a flirtear con trabajadores sexuales en el distrito de las luces rojas pero me dejaban un vacío enorme y lo abandone, me quedé solo en una calma resignada y al cabo de un año retorne de vacaciones a Colombia, intente buscarlo pero tampoco lo encontré, ni en el parque en donde alguna vez se prostituyó ni en otras ciudades. Me convencí de su muerte.

Mis días se hicieron grises, monótonos como el cielo de los otoños temperados y los inviernos helados de los países bajos, perdí interés en todo, trabajaba como un eficiente autómata y solo el contacto con mis familiares mas cercanos me conservo vivo. En los últimos meses me trasladaba continuamente entre Holanda y Miami y ni el calor subtropical ni la alegría latina me consolaron, pasaba sin animo por las mismas pesadas discotecas en que años atrás me había divertido tanto. Prefería llorar mi tristeza desde los puentes buscando alguna respuesta en el fondo de las aguas turbias de los canales de Ámsterdam que se quedaron mustias con mi cruel reflejo.

A veces buscaba la realidad en la red, la gente, sus deseos, sus anhelos, sus sueños. La sexualidad mas intima contada sin restricciones en paginas de confesiones reales o imaginarias al amparo del anonimato. Aquella verdad me confortaba porque salía del alma de las personas y no de las traicioneras circunstancias de la vida. A mediados de diciembre del año 2005, buscaba narraciones nuevas en Internet y encontré algo familiar en un titulo: "Mis vacaciones en las sabanas de Córdoba, Colombia" comencé a leerlo y cuando llegue a la descripción del personaje principal el corazón me dio un vuelco, crípticamente hablaba de Vladimir. Pensé en alguno de sus clientes, en cierta confesión de cama, quizás alguien se lo había encontrado después de mi y lo escribió, podría ser él mismo componiendo ficción o quizás una simple coincidencia aunque los nombres lugares y situaciones eran un anagrama fácil para el conocedor.

El 24 de diciembre le escribí un comentario al autor diciéndole sabia de quien hablaba, pero pasaron los días y no respondió, intenté contactarlo por el correo electrónico pero sin respuesta, al mes perdí la esperanza y redacté otra observación en enero 6 sobre el mismo relato, por si alguno más sabia de él y me pudiese dar información cruzada pero tampoco la obtuve.

Finalmente, el 6 de enero del 2006 publiqué nuestra historia, me enviaron algunos comentarios y correos electrónicos anónimos con mensajes ambiguos: de un viejo cliente de Medellín anterior a mi que pronto lo perdió de vista, otro que lo había oído mencionar hacia años entre los paramilitares y dos o tres despistados más alguien deseándome de corazón un futuro reencuentro con un comentario que me hizo llorar de fe.

A finales de enero me contactó el autor por correo electrónico excusándose por estar de vacaciones, desconfiaba tanto como yo porque no daba información alguna sobre su identidad ni sobre Vladimir, pero le escribí con sinceridad y franqueza, luego conversamos por chat, y al fin agendamos una cita para conocernos personalmente después de hablar por teléfono.

Ese año comencé a viajar constantemente a Colombia, era agotador pero estaba pendiente la posibilidad de retornar fijo a mi país.

El sábado 18 de febrero viajé a Pereira, la ciudad del autor, trabajé en la mañana y quedé libre desde la tarde hasta el domingo. Desde el viernes le dejé un correo anunciándome en su localidad con mis datos de hotel y en respuesta él me dejo una cita.

La tarde del sábado resulto gris y lluviosa, eligió un café fino de un barrio selecto de su ciudad, llegué mas temprano de la hora, aun en traje de oficina y con una incertidumbre que creía superada. Era un lugar bonito, con un encantador claroscuro de velas que permitía ver la ciudad desde un amplio ventanal, me senté en una mesa, el sitio estaba casi vacío y la poca gente entraba y salía en pequeños grupos o en parejas, un hermoso hombre se paro en la puerta buscando con la mirada, vestía formalmente y de inmediato supe quien era, lo llamé con un gesto de mano y se acercó hasta mi, me llamó por mi nombre, ya dado, y se presento:

-Manuel-

se sentó frente a mi indicando su segundo nombre y apellidos.

Manuel, alias MTRAMSEY, era un hombre real, blanco, de mediana estatura, de ojos y cabello castaño, caucásico, con un delicioso acento paisa, de cabello ondulado, muy bien cuidado, abundante y sin mucho peinado, de un largo medio y parejo; la frente despejada, las cejas bien definidas, tupidas, negras, pero no gruesas, enmarcaban, eso si, unos ojos grandes, castaños, de párpados un poco adormilados pero vivaces, entre árabes y sensuales, profundamente inteligentes, con las pestañas mas largas y tupidas que hubiese visto en ojos masculinos en toda mi vida, la nariz ondulada, fina en los tabiques pero con las aletas un poco anchas, de tamaño pequeño, los labios finos, algo gorditos al frente, rojizos y brillantes, con una nívea sonrisa de confianza. Tenia los rasgos de la cara redondeados, suaves y distinguidos. Se le notaba una niñez bien cuidada, buena alimentación, buena educación y nivel cultural, con seguridad tenia un buen empleo o era independiente, muy distinto de Vladimir.

Era adinerado, con clase cafetera pero con mundo. Evocaba mis propios ancestros aunque yo nunca gocé de la singular y simple belleza de quienes son y viven en tierras de arriería. Era tan aristocrático como sencillo,

-sós lindo, ¿sabés?- fue lo primero que le dije y se rió, pedimos capuchinos y comencé a preguntarle cosas personales y a hablarle de mi, era tan ameno que no me atrevía a mencionar a Vladimir para no perder su compañía, Manuel me tomo por unos segundos de la mano sobre la mesa y me miro a los ojos

-¿vos queres saber cosas de Vladimir o de mi?- me preguntó, yo suspire, bajé la mirada y volví a enfrentar esa realidad que a veces negaba contra la voluntad, no quería hundirme en la tristeza de un adiós tácito.

Me salió una lagrima, rodó y calló en la mesa, sobre la servilleta, levante la mirada y le pregunte secándome con el dorso de la mano,

-¿dime?-

-comienza tu- me respondió con otra pregunta.

Narré la historia completa hasta ese momento cuando nos habíamos encontrado él y yo en ese café, me escucho atentamente, sin preguntar nada. El suspiró y dijo preocupado,

-te tengo una noticia buena pero muchas malas, por tradición voy a empezar por las malas-

No quería oír hablar de muerte pero la sentía cerca, hasta ahora Manuel fue prudente de decir algo sobre Vladimir, nunca un si o un no y siempre argumentando sensatas y corteses razones de seguridad para su hermetismo, el misterio sobre la desaparición de Vladimir se develaría en segundos que se alargaron con zozobra,

-La mala, es que no se nada hace cinco meses, la buena, es que la ultima vez estaba perdidamente enamorado de usted y desesperado por encontrarlo-

El corazón se me descolgó, se me confundieron risa y llanto en un golpe cerrado en la garganta, una vergüenza, frente a un joven tan sereno, elegante y hermoso y uno vuelto mierda, los meses de angustia se disiparon, me encajé de nuevo porque me tomó de la mano bajo la mesa y le pidió un aguardiente a un mesero que pasaba

-tómeselo y déjeme seguir contando...-

Se abrió a mi, me dijo que había cifrado nombres, locaciones y situaciones para proteger las identidades en el relato, el resto era similar a la historia publicada, se habían conocido hace un año en una finca, de manera casual, se acostaron varias veces y luego Vladimir se oculto en su zona de trabajo por motivos de seguridad y Manuel volvió a Pereira, asunto de cama, nada mas. A los siete u ocho meses Vladimir alcanzo a Manuel en la ciudad, otra vez se acuestan repetidamente, se gana a Manuel en confianza y le pide el favor de guardarle unas cajas con enseres personales en el apartamento, Manuel acepta a condición de volver por ellas en unas dos semanas, pero pasan meses y Vladimir no retorna, Manuel necesita cambiar de apartamento, se impacienta, abre las cajas, y encuentra suficientes armas para pagar muchos años de cárcel por la sola tenencia, de inmediato intenta localizar a Vladimir pero no lo logra y él mismo necesita hacer un traslado urgente,

-por eso publiqué el relato, por que necesitaba que volviera a reclamar esa mierda, para que la gente le diera el recado de que lo estoy buscando, imagínese, si me las llevo quedo como un ladrón y si las tengo peor porque me encarcelan- me dice.

En ese momento descubro el cambio de Vladimir, yo sabia de sus vínculos paramilitares pero no sus alcances, se lo digo a Manuel quien me corrobora la sospecha,

-Cuando lo conocí no tenia carro, ahora tiene dos mas uno blindado-

Nos miramos en silencio, no comprendo, el sabe que no estoy entendiendo y pregunto algo por romper el silencio,

-¿como sabes que me ama?- desvío la conversación,

-porque vino hasta acá buscándote, esta como un loco por todo el país, sabe que vas y vienes del extranjero, lo del armamento es circunstancial, pero tu me escribiste y me confundí hasta ahora,

-¿por que estas tan seguro de que me busca a mi y no a otro?- le volví a preguntar

-por que me dijo tu nombre, me hablo de Medellín, que vivieron juntos y que le diste una mano cuando estuvo en la peor situación, te describió tal cual te veo ahora-

Seguimos hablando, confrontando cosas, nos tomamos algunas copas de más, me acabó de contar el asunto de los fusiles, Manuel los dejó en un cuarto útil que alquiló a nombre de Vladimir en el mismo edificio para no sacarlas a la calle, le pregunté si sabia donde encontrarlo y me dijo,

-si supiera ya me habría salido de eso, tengo el problema, yo necesito encontrarlo igualmente-

Estaba tarde, le dije que necesitaba un hotel porque había perdido mi vuelo de retorno y me urgía confirmar viaje a primera hora de la mañana para estar trabajando el lunes en Bogota porque volvía a Miami el miércoles, me ofreció su apartamento para pasar la noche y salimos poco antes de las doce cuando el lugar comenzó a cerrar. Nos abrigamos, tomamos un taxi, Manuel estaba ebrio, razón obvia para no conducir su propio automóvil.

-te invito a cenar- le propuse, pero la ciudad es pequeña y a esa hora solo había comidas rápidas, paramos en un carrito callejero y pedimos perros calientes, los mejores de mi vida, yo estaba feliz.

-vivo a tres cuadras- me dijo y después de pagar caminamos hasta su apartamento en un bello edificio en un lujoso barrio central. Manuel explicó: este era propio pero lo tenia alquilado, por negocio, el inquilino lo entregó y Manuel lo ocupó mientras le encontraba cliente. En el otro había dejado escondidas las armas en un cuarto útil.

Era un inmenso loft decorado de forma mínima, con elegantes, sobrios y costosos muebles de madera y cuero mas algunas reconocidas piezas de arte moderno. Me sirvió un trago y él se tomó otro mas mientras me mostraba su casa, era la herencia de unos familiares sin descendientes que lo quisieron como a un hijo propio. Comencé a sentir la distancia de esas paredes enormes y tuve la sensación de haberme alojado siempre en espacios transitorios, sentí vértigo de saberlo. Cuando me indicó las escaleras para subir a los cuartos, me sostuve de la baranda para no caer, estaba turbado, borracho de soledad y alcohol, de nuevo su mano se puso sobre la mía y me preguntó,

-¿te sientes bien?- le respondí que un poco bebido y se acerco para entenderme mejor, quedamos muy cerca, cara a cara y delante de los ojos mas bellos que haya conocido, nuestros alientos estaban alcoholizados y por un abrazo de amistad con inesperados pases de manos acabamos besándonos, al principio fue un suave roce, poco a poco entre abrió la boca y sentí el aliento a aguardiente, cerró esos ojos de color atardecer y se desvaneció en mis brazos, también olía a perfume masculino, un olor que me recordaba maderas finas de bosques temperados, le tome el rostro entre las manos y sentí la suavidad de la piel, como de niño, el volvió en si y yo cerré los míos, sus manos me desabotonaban la camisa y me desanudaban la corbata que salió con saco y abrigo para el mueble mas cercano. Me sentí vulnerable, desnudo como nunca en mi vida, frente a un extraño al que le había abierto el corazón y ahora mi cuerpo, algo de razón se me coló entre los hemisferios, quise parar, pero el cuerpo me pedía que no lo hiciera, me separé, ¿cómo hacerlo sin ofender? ¿cómo renunciar a su belleza? comencé a abrir los ojos y relució frente a mi como una fina escultura del mas puro y blanco mármol, iluminaba el cuarto con una luz interior, su perfección era absoluta, todo en él se hizo lógico, era ideal, una obra de arte, humano y divino como una estatua helénica. Su camisa de seda mate cayo al suelo y lo supe humano por una ligera expresión de sorpresa en los ojos y el delicado color de su piel, lleve mi mano hasta su pecho tocando su inesperada solidez, firme y protuberante, como de guerrero. Bajé por su abdomen sin definir pero tan fino y duro como el de un adolescente, no había un solo vello, aun tenia un ajustado interior corto de brillante satén rojo y en el su miembro inflaba la tela dándole brillos mágicos, lo abrace trayéndolo contra mi cuerpo y cerré de nuevo los ojos, su mágico olor me llenaba por completo, era el sudor del día mezclado con perfume, me embelesaba, sus manos me bajaron el pantalón y yo lo desnudé completo, sus labios me entretuvieron y no importo evidenciar su miembro, no había caso, yo estaba perdido en un mar de sensaciones confusas y al poco retozábamos abrazados en una tarima de sala donde cabíamos ambos perfectamente. Afuera comenzó a lloviznar y adentro Manuel encendió la chimenea digitalmente con un control remoto. Recosté mi cuerpo contra el suyo y quedamos frente a frente y yo sobre él, me levanté sobre mis brazos y acaricie sus pectorales olímpicos, mi mano se veía vulgar sobre su carne de cálidos matices, sus caderas firmes y levantadas, las piernas gruesas y sólidas y el rostro de clásica belleza renacentista.

Toqué su miembro. Un golpe me electrizó el espinazo, le calibré el grosor y sentí un volumen digno de pago, superado por Vladimir, como casi todos, pero a diferencia este era un inmaculado cilindro de esmerada simetría, blanco, apenas con pelos para no ser infantil y ofrecido por placer, sin haberme confesado alguna atracción ¿qué estaba ocurriendo? pensé, pero antes de obtener respuesta las luces quedaron en penumbra y solo nuestros cuerpos iluminados por las llamas de la chimenea me respondieron reflejados contra el vidrio de una gran terraza desde la cual se apreciaba la ciudad semidormida a treinta pisos de distancia bajo una lluvia intermitente, Manuel me tomo mano a mano, entrelazamos las piernas deslizándonos hasta el fondo donde se juntaron las entrepiernas a horcajadas, los testículos y los anos se besaron al encuentro y no se de donde saco un tubo de lubricante que vertió generosamente entre nuestras caderas que se aplicaron una a la otra en un estrecho abrazo para facilitar el contacto entre nuestros esfínteres que se abrieron al otro desmesuradamente, movíamos la pelvis con lascivia mientras apretábamos las manos y los brazos. Me desanudé de la morbosa posición, mi miembro exigía mayor contacto, un 69 con sabor a fresas frescas del lubricante, la impecable y tensa piel de su pene erecto no tenia venaciones varicosas ni protuberancias, simplemente hermoso. La forma era pulcra, en limpio ángulo recto, de excelente largo. Minutos después yo estaba enloquecido en él, de su cuerpo, de su profunda y masculina voz de locutor de radio, de su belleza física, de la sobria elegancia de sus maneras de político de alto rango, de su riqueza y del poder que emanaba de sus manos con la naturalidad que da la cuna, el conocimiento y la juventud. Nos arrodillamos y Manuel surgió de sus manos dos condones desempacados y lubricados como por arte de magia, los pusimos el uno en el otro mientras entreteníamos las bocas en un beso al fondo, verificamos dos y tres dedos mutuos para comprobar la dilatación del ano y procedimos a la penetración, el fue por mi espalda besándome las orejas y la nuca con desesperación y se deslizó por mi espalda, entró en mi sin dificultad, yo masturbaba suavemente mi pene que enviaba señales de alerta para no eyacular tan rápido, era una inyección indolora de una morfina que me sacaba a navegar por el espacio exterior, pudimos haber acabado así, pero al instante se volteo y me pidió lo estacara, me fascino saber que estaba tan abierto como yo, que nuestros penes salían impolutos de culos tan abiertos, que cada vez que rotábamos buscábamos una posición de mayor contacto, me lo comí en vuelo de ángel chupando uno a uno los exquisitos dedos de los pies, tan preciosos como él y amando con mis manos sus piernas sin pelos, su abdomen juvenil y sus pechos de príncipe, el me penetró mientras lo cabalgaba a horcajadas, en posición de chofer al borde de la cama de donde saltábamos en segundos al vuelo de ángel y así estimulaba yo mi miembro con la caricia satinada de su esfínter de color rosa pálido, comprendí la expresión "botón de rosa", al poco le indique que no podía mas, y metiendonos de nuevo los dedos me vine sobre él y él sobre mi en una cantidad que en mi se explicaba por una prolongada abstinencia y en él por otro de los dones con que lo había premiado la naturaleza, yo sudaba a cantaros y él seguía pulcro, mas bello que nunca, su piel algo sonrosada, nada mas, en ese momento pensé en Vladimir, pero supuse que en esa misma cama habían hecho lo mismo, pude haberme hundido en el conflicto, pero eran demasiadas emociones en un día y estaba rendido, me dormí mientras Manuel me buscaba almohada, sabanas y cobijas. Me limpió amorosamente y me contó que estaba sexualmente fascinado conmigo antes de conocerme por la forma en que Vladimir hablaba de mi, por su obsesión conmigo, por su búsqueda exasperada, pensé que solo estaba siendo cortés, o que solo se apuntaba un numero para verificarse bello y fuerte frente al resto de los mortales, tal vez solo quería acostarse con Vladimir, en pocos segundos ya no pensaba mas.

Un minúsculo y molesto rayo luz se coló por la juntura de las cortinas incidiendo sobre mis ojos y me obligo a abrirlos. Poco a poco reconocí la sala de la noche anterior, era el enorme salón de recepción de Manuel, yo estaba desnudo pero tibio entre una mullida colcha de plumas con una entre sabana de finísimo algodón. Me descobijé y camine hasta la cortina e intente abrirla pero comenzó a abrirse sola, era mecánica y reaccionaba al movimiento con un motor oculto. Ante mi se extendió una enorme terraza que no había detallado la noche anterior, separada de la sala por una monumental vidriera que también cedió fácilmente a mi mano y se abrió deslizándose por una corredera. Busqué el mueble que había sido mi cama y me envolví en la sabana para salir a la terraza, fue una acción innecesaria porque estaba en el pent house mas alto de la ciudad. Ante mi se abrió la adormilada ciudad montañosa en una soleada pero húmeda mañana, fui hasta el borde y me asomé, era altísimo el edificio donde estaba y no recordaba el piso en que nos habíamos bajado la noche anterior, me retiré para evitar el vértigo con resaca suave que me habían dejado los tragos y la noche se sexo, yo mismo olía a sexo y al perfume de otro, sentí algo de malestar y remordimiento: saber de la infidelidad de Vladimir, y mi propia culpa, ¿pero como culparlo ante la belleza de Manuel? ¿quien se niega a un ángel? ¿quién soy yo para acusarlo?

No entendía algo que Manuel me había dicho de Vladimir, según él, yo lo había abandonado después de irme a vivir al extranjero. En ese momento una voz me llamó por la espalda,

-Te traigo el desayuno- era Manuel, desnudo, con una bandeja servida con jugo de naranja, frutas, café, leche, pan, queso, azúcar y huevos fritos. Los dejo en una moderna mesa y llegó hasta mi, me abrazó y me besó en la boca mientras yo intentaba decirle buenos días, se estregó contra la sabana que me cubría, aplicándome su miembro que visto así tenia mas lomo que en plena erección, definitivamente yo le gustaba, luego se sentó a la mesa invitándome a tomar puesto, me senté frente a él apocado por su esplendor matutino, me sentí mal de que me hubiera besado y yo con ese agrio en la boca, intente justificar mi estado, mi confusión emocional y hasta la psicosexual pero solo me salió un amasijo de güevonadas sin sentido,

-cálmese- me dijo Manuel riéndose de mi atragantamiento -desayune y después hablamos-

Manuel me cambio el tema por el clima, por mis orígenes, por el paisaje y otras cosas mientras yo me extasiaba en su masculinidad de gestos, de voz, de actitud, por fin estuve calmado y le exprese mis sentimientos: de extraña tranquilidad frente a Vladimir, que de repente ya no me dolía, ni siquiera su separación, en cambio sentía un deseo francamente sexual frente Manuel que estaba encantado conmigo según sus propias palabras,

-es contradictorio, pero por primera vez estoy en paz conmigo mismo desde hace dos años- le dije, Manuel se quedo mirándome y habló,

-viva el momento, si esta bien conmigo, estemos, si va a estar bien con Vladimir, esté, lo que se de vívalo y no piense tanto. Lo malo de la vida es la pensadera-

su frase me dejo tranquilo pero una sombra me volvió a la cabeza

-tengo que retornar a Bogota hoy- le dije y me respondió preciso y oportuno, como todo él,

-solo hay un vuelo a las seis de la tarde, ya te separé el cupo, hasta esa hora, sós mi prisionero-

Después del desayuno fuimos al baño social, era un espacio enorme y vacío rodeado de vidrios que Manuel cerró uno a uno hasta quedar confinados en un cómodo cubículo de cristal con una banca de granito azul donde pudimos sentarnos, abrió dos llaves y aquel lugarcito, delimitado así, se convirtió en bañera, regadera y baño turco al mismo tiempo. El vapor nos envolvió y lo encontré con el cuerpo a medio sumergir en el agua tibia y con una jarra de agua de naranjas helada y dos vasos al lado, estaba relajado placidamente –vivir el momento- pensé y suspiré hondo.

Con el cabello mojado y aplastado liso por el peso del agua contra el cráneo y los ojos cerrados se visualizaban mejor los rasgos de su rostro, me acosté a su lado tocándolo brazo con brazo, el sonrió sin despabilar y me puso su perfil para besarlo, le tome la cara entre mis manos y juntamos los labios y sentí un olor a naranjas frías, cerré mis ojos mientras lo besaba, sentí hielo en mi espalda, era un vaso de naranjada que había servido mientras lo besaba y que me deslizaba por la columna, lo recibí y lo bebí gustoso, se lo pase a la boca y nos sentamos frente a frente con las piernas entrelazadas juntando nuestros genitales, dejamos el agua de naranja y nos concentramos en nuestros cuerpos que se aferraron lastimándose un poco, nos estimulamos recíprocamente con ternura, yo tomaba su miembro halándolo bajo el agua como queriendo cubrir su glande con el prepucio y el se concentro principalmente en el borde de mi balano recorriéndolo alrededor como buscando algo entre ese placentero pliegue, gemí, salimos del agua y nos acoplamos en 69 oral, al poco estábamos anales y volvimos a nuestras bocas que se ajustaron precisas a los miembros y nuestras pelvis empujaron duro y continuo en la boca, a veces nos ayudábamos con las manos a si mismos o al otro y al poco el furor obligaba a detener la eyaculación dos y tres veces para alargar una serie de orgasmos bestiales que no pudimos controlar. Quedamente alcance a decirle y él se enderezó a mi lado y me beso de continuo mientras nos corríamos con los ojos cerrados y en medio de unas risas alegres y felices como dos niños que descubren la masturbación por primera vez. Nuestro beso se prolongo por todo el baño y nos enjabonamos mutuamente para después bañarse cada uno y salir a secarse otra vez a la terraza y al sol en donde nos envolvimos en frescas y limpias toallas. Yo me vestí con mi traje formal, aunque con el malestar de la ropa de la noche anterior y oportuno, como siempre, Manuel me prestó una de sus camisa limpias y me entrego un kitt sellado para dientes que guardaba en el baño de su cuarto de huéspedes, el me invito a conocer la ciudad que recorrimos en su auto, almorzamos en un sitio exclusivo donde lo saludó la gente, hablamos mucho mas y luego nos despedimos con un fraternal abrazo en el aeropuerto de Matecaña. Dos días después yo volvía al extranjero, con la sensación de haber encontrado a alguien de nuevo, y con una felicidad de reencontrar a alguien más.

Seguimos escribiéndonos por Internet y a veces hablando por teléfono. Era hijo único en una familia donde todo estaba destinado a él, quien era mucho mas joven de lo dicho en su relato, a lo sumo treinta años, trabajaba en su profesión aunque no lo necesitaba y estaba en un proceso de consolidación económica después de tener muchos pequeños negocios a optar por unos pocos con enormes perspectivas de crecimiento. El viajaba algunas temporadas al exterior aunque nunca por mis lugares, nos reencontramos en dos ocasiones en Bogota y nuestra amistad se lleno de cariño mientras compartíamos cama sin estar ligados o enamorados, un día lo comentamos y el me dijo con tristeza

-eso creí yo de Vladimir, pero me la jugó feo-

El 18 de marzo, me reinstalé en Bogota por motivos empresariales y a los dos meses, antes de semana santa, me enviaron a visitar proveedores al pueblo de Rionegro en Antioquia. Al mismo tiempo Manuel fue invitado a la hacienda familiar en la costa Caribe, cerca de Vladimir. Me llamó antes de partir y me indicó que me marcaba al celular si lo veía, yo tenia todas mis esperanzas en un reencuentro, también temor por su seguridad, celos de Manuel y todo el tiempo me preguntaba quién seria el nuevo Vladimir.

A los tres días me llamó al celular, con alegría me dijo fuera lo antes posible, se había encontrado con Vladimir y dijo estar loco por verme, le dio mi número pero quería verme y no hablar, si fallábamos el reencuentro él me daba después el de Vladimir.

-si te pregunta donde nos conocimos, dile que en un bar gay de Pereira que se llama "La pirámide de Ramses"- le pregunte la razón de la mentira y me respondió

-a ti no te gustaría que publicaran tu vida en Internet ¿o si?- comprendí.

El corazón me palpito duro, era martes santo, salía del trabajo a medio día y tenia libres miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.

Salí de Rionegro en mi vehículo el miércoles a las tres en la madrugada porque no podía dormir. A medio día estaba llegando al pueblo, era pequeño, unas ocho o diez cuadras a lo largo de la carretera y con un parque alargado y arbolado con almendros de suave sombra, hacia un calor insoportable, se notaba la pobreza y el abandono pero aun así tenia un sabor alegre y limpio, inusitadamente prospero, no sabia donde dormiría esa noche y apenas había medio desayunado en un restaurante del camino.

Llamé a Manuel para encontramos en el parque a bordo de carretera, yo llegué primero y me senté en una banca de cemento, el lugar estaba solo, él llegó caminando poco después vestido de turista: gafas oscuras, pantalón corto, gorra de sport y camiseta, me saludó y tomó asiento a mi lado, me que dijo lo habían traído allí y que Vladimir estaba en camino. Las piernas me flaquearon y el estomago me dio una vuelta, temblaba. Al momento una poderosa camioneta roja de cuatro puertas paró al otro lado del parquecito, se bajaron el conductor y su acompañante y se ubicaron al frente del carro, vestían pantalones y camisas guayaberas blancas, de la banca trasera se bajó un tercer hombre mas alto, en traje de montar con altas botas de cuero negro y una escopeta de doble cañón terciada a la espalda. Todos traían gafas de sol, él del traje de montar les dio indicaciones, nos miro y avanzó al encuentro.

Manuel me miro con una sonrisa cómplice, no lo entendí, pero nos pusimos de pie cuando el hombre estuvo más cerca, creí entender que todo había sido un estúpido mal entendido y que me estaba encontrando con un desconocido hermano de Vladimir, mas alto, mas acuerpado y vistiendo un equivoco traje militar de color caqui sin insignias, se puso un sombrero de ala plana que traía en la mano y se quitó las gafas guardándolas en un bolsillo de la camisa, llegó a mi lado, se detuvo mirándome con sus ojos grises y una sonrisa linda e inmaculada, saludo a Manuel de apretón de mano corto sin dejar de contemplarme y sonriendo, y luego me abrazo a mi como si me conociera,

-¿qué pasó bebe?- me preguntó al oído sin despegarse y comprendí quien era por un olor a Lavanda en su pecho, me separé para mirarlo mejor, quedé erizado, él se quitó el sombrero y volvió a preguntar sonriendo

-¿no me reconoces?-

-mierda- respondí yo volviéndolo a abrazar y solo me separaba para verlo y volvía a abrazarlo, nos reímos, nos miramos y otra vez nos abrazamos, el intentó decir algo, yo quería besarlo pero imposible con espectadores, no le salió mas la palabra y volvió a abrazarme, ya no se despegó, le sentí la voz ahogada, el pecho le palpitaba con tremor, estaba llorando, yo en cambio sentía una enorme calma, al menos sabia estaba vivo y bien, misión cumplida, el resto: lo que fuera. El siguió sollozando hasta que Manuel nos invito a la compostura y a sentarnos en la banca, Vladimir se secó las lagrimas.

Llegó un destartalado campero amarillo, se parqueó detrás de la camioneta roja y su conductor saludo a Vladimir de lejos uniéndose a los otros dos personajes de blanco, todos tres vestían igual. Me percaté de la extraña transformación de Vladimir, estaba mas grueso, mas bien musculoso y con algo de grasa por todas partes, la piel negra, algo disparejo pero nada severo, menos gris, mas bien azul, con las arrugas en la frente menos marcadas, los ojos resultaban mas claros en la piel de pantera, mas grises y menos verdes, el cabello se le había despejado más de la frente y mostraba fuertes entradas, lo tenia de un amarillo rojizo casi rubio de quemado de sol, con muchas canas, principalmente en las sienes, se lo había cortado parejo pero muy corto, de soldado, y como siempre era duro y feo y por precario le dejaba ver la monstruosa oquedad de la nuca abajo del cráneo hasta el rostro por el borde del mentón, la cara se le había redondeado suavizando sus bruscos rasgos, también se había blanqueado los dientes. Lo vi más bello que nunca, mayor pero mejorado, con una expresión serena. Vladimir giró, percibimos que sus hombres nos estaban mirando, les hizo una señal de espera y nos dijo:

-los invito a unas cervezas-

Manuel se negó porque lo esperaban sus parientes en la hacienda y debía partir, Vladimir sugirió lo llevaran sus hombres, Manuel aceptó algo inquieto y Vladimir les gritó con un vozarrón enorme que lo llevaran y le dejaran la camioneta roja, se despidieron con palmaditas en la espalda y nosotros nos quedamos en silencio viendo a Manuel llegar hasta los dos vehículos, se subió al jeep amarillo como pasajero, otro conducía y los demás se fueron atrás. Quedamos en la banca, a la sombra pero con un calor reforzado por el sol canicular,

-vamos a la tienda- pidió Vladimir, había un silencio tenso entre los dos y unas ganas enormes de tocarse, él se paró, yo lo seguí y entramos a una sencilla tienda de carretera con cuatro mesas vacías, un ventilador y un mostrador. Sonaban cumbias en un radio viejo de una emisora local, tomamos asiento en una mesa apoyada en la pared y con sillas enfrentadas, Vladimir acostó la escopeta sobre sus piernas apuntando a la pared contraria, gritó el nombre de una mujer, Deyanira, quien salió de atrás del mostrador y nos pregunto que íbamos a tomar, me impresiono su recia madurez y su arreglo de burdel a esa hora del día, discutimos entre cerveza, ron o aguardiente pero acabamos tomando gaseosa helada, ella volvió atrás del mostrador y nos dejo solos, era tan pequeña la mesa que nos tocábamos las manos por accidente y casi se nos encontraban las caras en un beso que yo anhelaba desde que lo identifiqué.

-¿qué pasó bebe? ¿por qué no me buscaste?- me preguntó serio y bajito, me quedé mirándolo y lo negué,

-tengo dos años perdidos tras de ti, te creí muerto- le dije,

Vladimir suspiró y comenzó su historia,

-me atropelló un carro fantasma en Medellín que me dejó en coma. Como no tenia seguridad social me atendieron en el hospital universitario en un pabellón de caridad por una semana, localizaron a mi hermana por su número telefónico en mi billetera y fue a recogerme para llevarme con ella a 20 horas de camino por carretera. Desperté al mes en su casa, adolorido pero sin heridas, ella me contó lo ocurrido, me dieron de alta para no endeudarla más y luego cambio de domicilio para poder trabajar lejos en el campo en donde yo por fin me recobré. Fue angustioso, su pobreza, con dos hijos y sola, una deuda de 12 millones, yo sin un peso y sin saber a donde llamarte porque tus teléfonos y direcciones se habían quedado en el apartamento y lejos de todo. Estábamos en mi antigua zona de paramilitar y me reincorporé. A los tres meses me dieron licencia, volví a Medellín, al apartamento y en la portería me dijeron que se habían llevado todas las cosas, me sentí abandonado, fui a tu empresa y me dijeron que toda información era confidencial, no supe mas de ti y no pude ni recuperar mi celular. Volví con los paramilitares y me ofrecieron otro negocio, lejos, con otra gente, este en que estoy ahora, ofrecían buena plata y lo acepté, no tenia nada que perder y me vine. Al tiempo retorné a Medellín para pagar mi deuda con el hospital y para buscarte y me dijeras personalmente que había pasado, desde entonces te estoy buscando y ahora que te tengo de frente te lo vuelvo a preguntar... ¿por qué me abandonaste?-

-pero tu sabias que estaba en Holanda- interrumpí

-en la embajada me dijeron que habías salido de allá a Estados Unidos...-

Me estremecí de impotencia, ¿como no dejé razón de mi en la portería del edificio? me tranquilice aunque él aparentaba estar ofendido y quizás buscaba retaliación. Comencé a contarle lo que me había ocurrido, al principio no comprendió y me preguntó una y otra vez cotejandome, finalmente entendió que no mentía, nos miramos con desconcierto, teníamos lagrimas, pero volvimos rápido al recato. Almorzamos juntos, Deyanira lo preparo,

-¿y Manuel?- le pregunté

Vladimir me explicó que lo había conocido en la hacienda, que se habían acostado dos o tres veces y que recién le había pagado el favor de guardarle las armas con un buen cheque,

-él cree que lo engañaste, te ha estado buscando tanto como yo...-

-el favor se le iba a financiar y bien de todos modos, él sabe que yo no me voy sin saldar cuentas, me hospedé en su apartamento y siempre le dejé tres veces mas plata que en el hotel mas caro y en la mejor habitación, y si no he ido es porque tengo problemas en Pereira, pero ya cuadré para que alguien le recoja eso en unos dos meses, además, para él no hay dudas de lo que hago-

-

¿

porque lo engañaste?- volví a preguntarle y el contestó

-no le mentí, yo lo iba a recoger al otro día pero salí huyendo-

le pregunté en que andaba, pidió unas cervezas y habló en voz baja,

-estoy cuidando un cultivo y tres laboratorios-

Me quedé atónito, Manuel había insinuado algo sin aclarar nada, discreto, como siempre, en su relato decía que manejaba haciendas ganaderas pero había mucho mas.

En dos años ya no sabia quien era este hombre que tenia al frente, sólido y firme y con un equivoco traje de militar de caballería antigua, como lo había descrito Manuel en su historia. Nunca me gustaron los chicos malos, demasiados riesgos. El aire se me volvió pesado y silencioso y solo lo rompió Deyanira que volvió con dos cervezas heladas y a recoger los platos sucios,

-bonito lugar- comenté, aunque era pobremente excesivo, y ella me respondió con una sonrisa rápida, también estaba nerviosa, se le adivinaba una hermosa y lejana juventud, no dijo nada, no le gustaba que estuviésemos allí, se fue detrás del mostrador, apagó el radio y encendió un modesto equipo de sonido con vallenatos viejos y salió detrás de una cortina que comunicaba con su casa como en casi todos los negocios de la región, nos tomamos dos tragos de cerveza,

-es un negocio de putas, es bueno cuando hay pagos, esto se llena y hay baile con hembras que traen desde Medellín- dijo Vladimir

-¿y tu vienes?- le pregunté, el miró a la puerta y respondió sin ganas

-a veces, a ver gente, a mi ya no me gusta comer chimba-

me reí de su ocurrencia y él me preguntó,

-¿y que? ¿mucha mondá donde estabas?- se refería a los dotados acompañantes que alguna vez pagué, mis gestos se hicieron tan vagos como los suyos y respondí rápido

-ya no estoy para eso- Vladimir se rió. Al menos no habíamos perdido el nexo del humor,

-te iba preguntar si conociste algo mejor, pero no me importa-

nos quedamos otra vez callados y con el alcohol de la cerveza helada le fui franco

-Me estoy acostando con Manuel- Vladimir soltó una carcajada loca

-¡y quien no!- y se siguió riendo, cuando acabó preguntó serio

-¿y que? ¿te lo vas a seguir tirando?- no pude negarme a ser honesto

-no lo se...- lo mire a los ojos, nos apuramos otro trago de cerveza.

Me gusto verlo mejorado, hablamos de angustias y desespero, me dijo que había puesto avisos en los periódicos y en la radio, no le creí, alguien le hubiera dado información de mi,

-si quiere le muestro los recortes en mi casa- me dijo

-ver para creer- le dije sonriendo y el se molestó un poco, hablaba en serio

-venga le muestro- dijo y luego llamó a Deyanira, ella salió rápido, yo iba a pagar pero no me dejó, el le dijo que le cancelaba en la quincena, recogió la escopeta, nos pusimos de pie y salimos, afuera el sol había caído en la media tarde y un brisa fresca ventilaba el pueblo,

-¿vamos en tu carro o en el mío?- le pregunté

-guárdalo en esa ramada- me indicó un cobertizo al lado del negocio que tenia el nombre de la dueña, Deyanira.

-ciérralo bien, aquí no le pasa nada, aquí no roban-

Cruzamos la plaza y subimos a su camioneta, la imponente todo terreno blindada y en perfecto estado, como nueva. El dejó su arma en el puesto de atrás, se quitó las espuelas y arrancó el coche, seguimos la vía principal y nos desviamos por una senda que se subdividió en caminos cada vez mas agrestes hasta una casa lujosa pero en mal estado copiada de una hacienda colonial mexicana, típica de la época de las mafias, la pasamos de largo y él dijo señalándola,

-allá vivo- En el camino Vladimir me contó historias pasadas, de poderosos narcos independientes, de tomas de guerrillas y retomas paramilitares, de batallas a sangre, fuego y políticos corruptos y como todo ahora se manejaba por arte de discreción. Hicimos un recorrido corto por la hacienda cruzando trochas polvorientas y algunos pantanos, se veían pocas vacas y en mal estado,

-para disimular- dijo Vladimir,

-¿y el negocio?- le pregunté. Vladimir esbozó una sonrisa irónica, entrecerró los ojos y me miró,

-arriba, por la sierra- señaló, luego se rió y volvió al camino, paró junto a un río que se expandía amplio y sereno en un bello recodo enmarcado por unas selváticas montañas delante de las cuales el sol se ocultó en un atardecer naranja, sonaron las chicharras y nos bajamos para sentarnos en un árbol caído, lado a lado

-Aquí conocí a Manuel- me dijo, yo miré el lugar, era exacto a como lo había narrado

-me parece conocido- le dije y él respondió bromista

-te traje para que te dieran celos- ahora yo sonreía de la ocurrencia y agregué

-es un lugar muy bello, sin duda- y me puso el rostro de frente y nos besamos quedamente, todo cambió en ese momento, se me desacomodo todo el cuerpo, quedé excitado.

-Vamos a la casa, el negocio es ese- dijo y señaló las montañas atrás. Nos subimos al carro.

Recorrimos las mismas trochas en la oscuridad y volvimos a la casa que parecía mas ruinosa y fea en la noche, descendimos del carro y me asombro la negrura, Vladimir gritó un nombre de mujer,

-¡Nigromanta!- le ordenó que sirviera otro plato, que había invitados y le respondió una voz sombría desde adentro, era la criada, que se atribuyó llamarlo cuando estuviera listo y de paso se fue encendiendo velas por toda la morada, Vladimir me mostró el lugar, estaba lleno de nichos, arcos, acabados rústicos y maderas, todo resumando humedad, se excusó,

-no vale la pena restaurarla, cuesta más que mandarla a hacer nueva-

Escuchamos la voz de la mujer anunciando la mesa servida, él me llevó a otro espacio perdido en el laberinto consecutivo de patios, corredores y habitaciones vacías, nos sentamos en una mesa burda y comimos un ligero plato local hecho con ñame y queso salado, una vez terminado nos levantamos y seguimos recorriendo la mansión, Vladimir le mandó dispusiera una hamaca y la mujer respondió casi a mi lado que estaba lista en la habitación vecina, me pareció que andaba siguiéndonos los pasos por la penumbra, como un fantasma, me inquietó, Vladimir la mando a dormir y yo descansé de no tenerla cerca por no verle rostro alguno.

-te muestro mi cuarto- dijo él, y me llevó a un lugar igual a los otros, casi desocupado a no ser por un camastro al fondo, un espejo de pared y una estantería. Yo estaba rendido, anhelaba un baño y cepillarme los dientes, hasta dormir solo y tranquilo y dejar para después lo que habíamos reiniciado.

Nos sentamos en su cama, seguíamos hablando de los dos años separados, el sacó un atado de papeles debajo de la almohada, eran recortes de periódicos de Medellín donde se me declaraba extraviado y se pedía cualquier información,

-nadie respondió- me dijo mirándome con tristeza a los ojos, me estremecí, me preguntó si estaba cansado del viaje y lo afirmé, me dijo me prepararía un baño para dormir mejor, se lo agradecí, estábamos lado a lado y nuestros hombros se rozaron, sin esquivarse, sostuvimos la mirada. No hizo falta decir nada, me acerco su rostro con los ojos cerrados y yo cerré los míos, los alientos se encontraron, luego nuestros labios y finalmente las lenguas, las manos se extendieron alrededor de los cuellos y espaladas y pronto estábamos entrelazados en un abrazo tierno mientras las bocas se abrían una a la otra dejando la lengua explorar libremente todas las cavidades, lo recibí como al dueño de casa que recorre su espacio después de una prolongada ausencia, mis manos fueron a los botones de su uniforme, y las suyas a mi bragueta, la ropa nos estorbo pero salió rápido, sus botas fueron un estorbo que le ayude a retirar y luego los pantalones. Nos quedamos en interiores y de nuevo nos miramos al fondo de los ojos, recordé su primera frase en la intimidad y se la devolví sin saber,

-¿entonces? ¿todo bien?-

Se desnudó del todo, pensé en gozar el momento como si fuera póstumo y escuché el eco de mi propio pensamiento en mi cabeza vacía porque el cerebro salió a dar un paseo por la sabana circundante y se quedo descansando en una silla mecedora afuera de la casa viendo la luna.

Todo se hizo confuso, entramos en transe, solo recuerdo algunas situaciones sin orden ni secuencia pero demasiado impactantes para pasarlas de largo. Inolvidable la expresión de Vladimir cuando abrió los brazos y me tomo de frente por la cintura, presa del instinto animal y sin raciocinio alguno, desenfocó los ojos y los cerró, entreabrió la boca para decir algo pero solo le salió una secuencia de dominantes sonidos guturales con el empuje del aire de sus pulmones, de gruñidos. Nos acostamos en su catre, allí entrelazamos las piernas y los brazos y después de pasarnos un lengüetazo de la mejilla a la oreja acomodamos las cabezas una contra el hombro del otro y comenzamos a gemir quedamente.

El sexo emergió de la caverna animal, rozándonos cuerpo a cuerpo apretándonos los genitales de frente buscando un hueco ausente donde acomodarse adentro del otro. No importaron tamaños, belleza ni fealdad, ni celos, cansancio, sudor, nada, estábamos atrapados en el mínimo movimiento de la pelvis que conduce al éxtasis.

Nos abrazamos con las piernas, yo levante los pies sobre sus hombros y lentamente el miembro de Vladimir se deslizó entre mi ano sin dolor ni placer, solo cierta comodidad para estar mas cerca y seguir con nuestras caras juntas.

Comenzamos a besarnos aunque me asustaban sus ojos idos y entornados, la boca continuamente abierta y babeando sin control, él estaba desmadejado. Me vi reflejado en el espejo de pared detrás de su camastro, yo también estaba desarticulado, no me reconocí y solo éramos dos cuerpos anudados. Giré para ver mejor una indecente posición vista cientos de veces pero insultante y atrevida en ese momento y lugar, obscena, dos hombres copulando sin medida, sin protección, como dos perros.

Los penes estuvieron erectos y flácidos pero sin soltarnos nunca. Intentó alcanzar mi rostro con los labios y le sentí moviéndose libremente pero con demanda, llevé mi mano al culo para tocar que no estaba, solo un hueco enorme y vacío y por donde salía toda la mierda acumulada, se había salido su cosota de mi ano que quedo tan libre y relajado que me cagué impunemente, giré de frente para tratar de ocultar mi culpa y él comenzó a convulsionar, blanqueo los ojos por tanto tiempo que pareció morir, del fondo de su ser brotó un resoplido que le agitó las cuerdas vocales, me quemo y rugió como un león que escupía obscenidades mezcladas con saliva mientras sacudía la cabeza babeando al azar y terminó aullando como un lobo, eyaculó sobre mis nalgas y mi mierda.

-gajes del oficio- pienso ahora, allá no racionalizaba nada. El alcanzó como pudo su largo y grueso calcetín y lo paso por mis nalgas y el ano sin delicadeza, no le interesaba ese asunto en limpio, solo le interesaba el asunto.

Se volvió a entrelazar a mi cuerpo, como al inicio, gimiendo a cada roce de la piel, se le paró, lo gire besándole la nuca, se puso en cuatro patas y yo también sobre él con mi pecho sobre su espalda y mis piernas detrás de la suyas mientras le besaba los lóbulos de las orejas, lo penetré, suave y sin revanchismo, sin lubricante, como si nada, remojados apenas por el sudor y mi saliva. Su esfínter me abrazó el mástil con cálidos espasmos, estaba eyaculando sin haberse tocado el miembro, un orgasmo anal.

Vladimir empujo varios chorros desde su abdomen y luego me marco defecándose aunque mi pene no es tan grande como el suyo, lo expulso del ano y me vine también en la lucha por conservarlo adentro.

Lo limpie con mi camisa y volvimos al abrazo tierno. La noche apenas llegaba y todo se hizo mas confuso, solo recuerdo retazos fugaces: eyacular sin sentir nada o un orgasmo sin liquido seminal, mas cagadas mías, a Vladimir meandose de la excitación bajo mi dominio, mas sudor, mas bocas abiertas jadeando saliva, mas gruñidos inconexos, agarraditas fuertes, algún arañazo, jalones del pelo, mordidas, cierto momento logrado con un golpe y un amanecer despiertos de toda la noche, inconscientes cuando el sol calentó su cuarto y nuestros síntomas vitales fueron cayendo en un letargo del que no volvimos a salir.

En Medellín nuestros culos habían permanecido vírgenes el uno al otro, él argumentaba dolor extremo y yo las razones obvias de su tamaño. En esa fecha gloriosa del reencuentro nos abrimos sin par y sin miedo ni dolor, es mas, Vladimir logró el delirio anal, algo conocido años atrás, en mi adolescencia, cuando poseí a un hombre pasivo que se vino con la sola penetración y dos o tres embestidas de mi pene.

Un olor fétido me descompuso la nariz y una luz azul lejana me hirió los ojos. Desperté abrazando ese cuerpo extraño con ojeras descomunales, como de oso panda, que decía llamarse Vladimir. Tenía una expresión entre beatifica y tonta en la sonrisa reseca, los labios cuarteados, partidos e hinchados.

El cuarto respiraba un horrendo tufo de semen, sexos sucios, caca, amoniaco y orina fermentada. En el piso, al lado del catre, un charco de vomito,

-es un cerdo- me dije, y me espanté en el espejo al verme tan mal como Vladimir, me paré a orinar con dificultad y al salir al prado supe había sido una mala idea, me dolía todo el cuerpo, de paliza atroz, estaba lleno de morados, con pegotes de esperma seco, restos de mierda por todas partes y olor a falo en la cara. Me paré desnudo en la puerta de afuera que había quedado abierta y no entendí como estaba amaneciendo si hacia unos instantes el sol ya calentaba alto, era como si se hubiera devuelto para mostrarme un lindo amanecer en un bello paisaje plano,

-lo soñé- me dije y me agarré el pipi para apuntarlo afuera y llegó lo peor, ardor en el glande y una sensación de habérmelo partido por la base y un fuego por dentro como si estuviera orinando ácido. El glande tenia pequeñas cortadas,

-¿que pasó?- me pregunté pensando en alguna enfermedad venérea y me llevé la otra mano a la cabeza que giraba con malestar, la boca en polvo, tembladera, mareo, pero no había bebido nada la noche anterior, quizás Vladimir me había drogado en la comida pero no tenia sentido. Escuche a alguien hablarme,

-Buenos días mi amor, ¿como amaneces?-

Era la voz de un indigente rogando algo, giré la cabeza pero era Vladimir sonriendo desde la atroz miseria, sacando apenas el tronco y la cabeza de entre una sabana manchada en el catre de campaña y con una expresión indefensa y una mirada tan enamorada como estúpida. Estaba irresistiblemente tierno, me encogí de hombros y seguí orinando, él avanzó a tientas y se paró a mi lado clamando de dolor, estaba tan mal como yo y con la piel picada por insectos,

-se nos olvido el mosquitero- dijo, sacándose su monumental verga de entre la sabana con la que se había envuelto y se puso a orinar a mi lado, la tenia hinchada y con feos moretones y mierda, me pareció mas enorme aun de lo que la recordaba a pesar de tan lamentable aspecto, me miró de reojo, sonriendo inocente, aporreado, le pase una mano por encima del hombro, mas para sostenerme que para tocarlo y él me paso un brazo por la cintura, estaba desastroso y aun así era el hombre que más he amado en mi vida y por lo visto él sentía algo parecido porque me miraba como un perro fiel que nunca se separa de tu lado, me le acerqué de lado para besarlo, pero tenia unas manchas de excremento en la mejilla y un aliento a prepucio fermentado insoportables, sin embargo dijo,

-hiedes a mierda- y se rió, yo tenia un sabor ácido en la boca

-¿te vomitaste?- le pregunte, él me miró y dijo

-no, fuiste tu cuando te lo metí todo en la boca-

-mierda- me dije y me di cuenta de la laguna común de la memoria, caminamos con dificultad hasta la colchoneta y me dejó allí, volvió caminado como un enfermo terminal bebiendo un botella de refresco hidratante y me extendió otra a mi, el liquido me pasó áspero al principio por la garganta, la sentí raspada, pero poco a poco me supo bien y me hizo sentir mucho mejor, nos sentamos hombro a hombro en el suelo cubriéndonos apenas con la sabana, nuestras ropas estaban hechas limpiones de todos nuestros fluidos corporales e infectaban con su olor el cuarto que se fue iluminando lentamente con la luz del nuevo día,

-pensé que ya era medio día, me dormí y ahora veo que apenas esta amaneciendo- dije

-no, nos dormimos ayer a las diez de la mañana y apenas estamos despertando, dormimos 18 horas- me indico Vladimir

-¿o sea que hoy es viernes santo?- pregunté,

-correcto capitán- respondió Vladimir acercando su cara a mi oreja,

-y culiamos mas de doce- dije y él respondió con precisión:

-veinte horas metiendo capitán-

-¿y recuerdas que te cagaste y no te limpiaste?- le pregunté,

-no- respondió llevándose la mano al ano con alarma,

-¡mierda!- dijo,

-¿de verdad lo olvidaste?- le volví a preguntar y el me dijo,

-parece que olvidé todo- lo calmé hablándole,

-tranquilo, yo también-

nos quedamos en silencio un instante, tratando de recordar, pero a mi solo me llegaban flecos de la memoria,

-¿que pasó nene?- le pregunté

-nos dimos tan duro que nos pelamos- me respondió.

Me asombró el desfase del tiempo, necesitaba volver a Bogota ese mismo día para trabajar el lunes a primera hora, se lo comenté, me abrazó con rudeza y dijo

-no te voy a dejar ir esta vez- habló serio y firme, era seguro. Intenté convencerlo con

números de celular y todas mis direcciones pero no me dejó acabar negándose y cerrando el ceño apretándose mas a mi cuerpo y a mi pecho en donde había refugiado su cabeza que comencé a acariciar suavemente, traté de explicarle que había venido aprovechando la semana santa pero de no estar el lunes seria como abandono del puesto de trabajo y eso, de por si, traería problemas a nuestra renaciente asociación

-entonces me voy con usted y allá vemos que hacemos, pero juntos- concluyó.

Teníamos un acuerdo, nos paramos como pudimos, nos bañamos, nos hidratamos, desayunamos y salimos al pueblo en su camioneta con uno de sus trabajadores. Me pidió que viajáramos en su camioneta a Bogota y que dejáramos mi automovil en la hacienda, yo acepté con temor de dejar las llaves en manos de sus subalternos y se lo expresé, él dio una orden al empleado,

-si le paso algo a ese carro te mato ¿te quedó claro?- le dijo en tono de amenaza y lo envió para la hacienda, nosotros alcanzamos la carretera principal y nos enrutamos para las eternas horas de camino.

Viajamos una jornada hasta Medellín, el manejó, pasamos la noche en el mismo hotel donde nos acostamos la primera vez, él lo reconoció y lo celebró, apenas cerramos la puerta nos abrazamos felices y nos desnudamos con ganas de sexo pero estábamos rendidos y caímos en sueño profundo.

El sábado dormimos hasta tarde, Vladimir acomodó su cabeza en mi pecho y yo lo acaricie dormido, significaba todo para mi, lo desperté besándolo y seguimos el viaje. Llegamos hasta Puerto Triunfo y nos hospedamos en el bello cañón del Río Claro donde exploramos a gusto las cavernas y los charcos entre el mármol verde y la selva. Vladimir estaba asustado, no le gustaba esa región,

  • si me ve la guerrilla me embosca y yo estoy desarmado- me dijo y yo le respondí

-tranquilo, hay tanto ejército que si los ven, los matan primero-

En medio de la selva, en un pequeño afluente del río nos escondimos detrás de una cascada cristalina, hacia un calor húmedo y después de nadar un rato yo me senté en una roca y lo vi salir del agua: su estatura perfecta, su rostro de un atractivo manifiesto y los contornos de su cuerpo, luciendo tan solo un pantaloncillo, se exponían provocadores superando con mucho las evocaciones nocturnas de nuestras intimidades. Caminaba casi desnudo con una desenvoltura tal que mi propio cuerpo se agitó por el impacto de su fuerza. Sus nalgas perfectas apresadas por los interiores blancos y sus muslos que incitaban caricias. Sin embargo lo que mas me perturbaba en ese momento, era el aroma intenso y sugerente de su atmósfera. Al bajar los ojos supe que entre sus muslos estaba el centro de su perfume y supe que ese era el único elemento que le había faltado a los recuerdos que noche a noche había tenido de su cuerpo enteramente deseable, me reincorporé y me le puse de frente, él hombre estaba en todo su esplendor, el impacto de sentir la cercanía de su cuerpo me trastornó por completo y siento que sus piernas flaquean cuando le toco la mejilla con el dorso de mi mano. Yo estaba juntando mis narices a las suyas y sentía en su rostro una tibieza encantadora. Presionó su pecho junto al mío y nuestros muslos se encontraron. Acaricié su cabello mientras él me daba pequeños besos en la mejilla y nuestros labios se fueron deslizando hasta tocarse y en ese momento yo separe los míos para que introdujera su lengua que encontró la mía dispuesta y anhelante. Nos besábamos en silencio mientras yo notaba como su cuerpo se relajaba sujetado al mío. Nuestras manos nos tocaban mutuamente. Yo sentía como la pasión me invadía y como el deseo hacia presa de nuestros cuerpos celebrando cada encuentro con nuevos besos. Nuestros pechos desnudos supieron encontrarse sometiéndonos a electrizantes descargas cada vez que nuestras tetillas se tocaban. Nuestros vientres, levemente curvados, buscaron los ángulos perfectos para encontrar las mejores posibilidades de contacto y mis muslos resbalaban entre la dureza cautivadora de los suyos. Nada teníamos que hablar, solamente leves murmullos para afirmarnos el deseo mutuo. Así, abrazados, caminamos los pocos pasos que nos separaban de una roca plana y caldeada por el sol y allí nos acostamos con suavidad porque comprendí que era amor lo que estábamos tratando de decirnos desde el principio quizás sin atrevernos a admitirlo y que ahora nos unía caídas ya todas las dificultades. No habría barrera en el mundo que me separara de él. Nos abrazamos y nos besamos largamente. Me fui separando suavemente del abrazo para deslizar mi rostro hasta su vientre y sus vellos púbicos, me hundí entre sus muslos, le bajé su calzón y me lo metí en la boca después de arrebatarle todo su olor con mi nariz, luego busqué entre el pene y el ano su bendito perfume que me hipnotizó y mi lengua buscó con ansias el miembro erecto y mojado ansioso de caricias suaves, de roces tenues, de penetraciones premeditadamente lentas y fui derramando en su intimidad todos mis deseos contenidos mientras con una mano acariciaba sus nalgas, metiéndola debajo de sus caderas, sintiendo la masa pulposa de su ano y encontrando allí concretamente todo lo que mis fantasías nocturnas no habían sabido comprender y que ahora tenían sentido.

Le giré el cuerpo y me coloqué entre sus piernas, separándolas con las mías, Vladimir se había abierto a mi porque le había entregando la masculina ternura que necesitaba y por la cual seria capaz de darme un mundo negado para cualquier otro, algo desconocido que solamente yo le brindaba.

Esa noche dormimos bien abrazados en una rustica cabaña para turistas ocasionales, el domingo iniciamos la ultima jornada hasta Bogota a donde entramos atascados por el trafico que regresaba de las festividades. Estábamos exhaustos cuando llegamos al apartamento en el sector del Chicó. El entró reconociendo los objetos, me pregunto por sus cosas y se las entregué en una caja que siempre guardé como un tesoro, las miró con nostalgia, las creía perdidas pero se le ilumino el rostro con una sonrisa mientras me agradecía por haberlas cuidado y me decía un "te amo" que le salió del alma. Me lamenté por no tener el mismo lugar de nuestros primeros días y el me dijo las palabras mas bellas que me han dicho en toda la vida:

-donde usted esté, está mi casa-

lo abracé y lo besé y después de un rápido pero duro y hasta doloroso pajazo nos acostamos limpios a dormir en mi cama después de un cálido y relajante baño. Afuera quedo la ciudad, mas fría que de costumbre bajo una niebla sorpresiva.

Esa mañana no lo convencí de quedarse mientras organizaba el trabajo para seguir a su lado o lo mas cerca posible, tampoco quería alejarme. Desayunamos en una cafetería céntrica donde propuso un plan absurdo,

-te llevo a vivir conmigo y no te va a faltar nada-

me lo dijo juntando los pies entre los míos bajo la mesa, no supe que decir, especulé bromeaba pero estaba serio y repuntó,

-le doy mas de lo que tiene- agregó, se me humedecieron los ojos y lo vio, me gustaba su intención pero no parecía factible y el siguió hablando como leyéndome el pensamiento,

-renuncie al trabajo y yo lo contrato-

Seguía siendo el mismo, limpio, ordenado, disciplinado e ingenuo niño metido en el cuerpo de un hombre de guerra.

Mi cabeza lo objetó, lógico, pero mi boca dijo "si", incapaz de contrariarlo o de refutar mis emociones aunque violando todos mis principios: individualidad, libertad y lógica se fueron a la mierda, como saltar al agua en la noche oscura.

Vladimir ya sabia quien era German desde Medellin, mi jefe y amigo de siempre, pero nunca los había presentado, no le dio importancia. Fuimos juntos a la oficina, yo estaba dispuesto renunciar. El jefe nos esperaba, a él le había hablado de mi relación, mi angustiosa ruptura y de un posible reencuentro, pero jamás de un reinicio. Pasamos frente a su escritorio, los relacioné y comencé con un rodeo, German nos miro y sonrió hablando.

Negociamos unas vacaciones que se me adeudaban y que tomaría de inmediato al cabo de las cuales podría renunciar por carta si era mi decisión marcharme de la empresa pero quedaba con las puertas abiertas para volver a contratarme sí era mi deseo.

German también había sido confidente y compañero por mas de cinco años y hasta mi paño de lagrimas en los últimos dos. Cuando le pedí una cita por teléfono esa misma mañana le había insinuado algo sobre un cambio de vida y de un nuevo comienzo en otra parte dándome el pase perfecto. Mi vida giró ciento ochenta grados pero con posibilidad de retorno las cosas eran menos perturbadoras, nos despedimos de apretón de manos. En mi escritorio bastó empacar las pocas cosas personales de un cajón y dejar el espacio para quien llegara a reemplazarme, encontré una carpeta cerrada oculta en el fondo con diez cartas dirigidas a mi que una antigua secretaria de Medellín había archivado sin remitirlas ni a Holanda ni a mi casillero postal, eran de Vladimir y en ellas me dejaba direcciones y teléfonos rogándome que por favor lo contactara, evité que las viera pero no comprendí la confabulación de las estrellas para separarnos, era absurdo.

Yo estaba asustado, arrepentido y con miedo, Vladimir estaba feliz.

En esa misma semana entregué un informe de finalización en la empresa y el apartamento, empaqué mis cosas y marchamos el sábado 22 de abril del 2006 a una vida que me llenaba de dudas y temores,

-Nada pasará- me calmó Vladimir con una caricia en mi rodilla mientras conducía de vuelta a la hacienda.

Recomenzamos nuestra vida afectiva, él completamente decidido pero yo con dudas sobre nuestro futuro común porque él no era el mismo, pronto lo confirmé, el destino cerro sus lazos sobre nosotros dos.

Pasamos la luna de miel en el turístico pueblo playero de Tolú a algunas horas de su sitio de "trabajo". Era un espacio casi despoblado fuera de temporada vacacional. Aislados del mundo, nos rompimos el culo noche a noche él uno contra él otro en difíciles y forzadas posiciones para el ano. A veces parecíamos enloquecer, pero cuando alguno comenzaba a desconectarse en el frenesí sexual el otro lo despertaba, no queríamos volver a amanecer enlagunados y maltrechos.

Una noche de luna nos adentramos nadando en las cálidas aguas del caribe, yo me sentí indefenso en el mar oscuro donde imaginé peligros ocultos, me abrazó y me dijo que no temiera, que no iba a dejar que nada me pasara igual a como yo lo protegí en Medellín y siguió recordando,

-te hiciste cargo de mi, me compraste ropa nueva y me compartiste tu casa y tu comida sin pedir nada a cambio- me sentí elogiado y le recordé que se comprometió muy pronto de las cosas comunes,

-¿sabes que le pedí a las estrellas fugaces esa vez en La Pintada?- me preguntó y le respondí que no,

-estar contigo el resto de mis días- sonreí feliz de su espontánea sencillez.

Al instante nos estábamos besando deglutiendo saliva, yo respiré su aliento trabando lengua con lengua, sus ojos parecían resplandecer en medio de su piel azabache después de varios días al sol, salimos del agua y fuimos al pequeño hotel donde nos hospedamos, nos bañamos dejando abiertas las ventanas al murmullo del mar que nos acaricio desnudos, penetrándonos largamente conteniendo por minutos enteros la eyaculación y durando así por horas.

Hoy lo recuerdo recostado de lado en la arena oscura de la playa jugando con las olas que le llegaban hasta los pies, los días de bochorno tropical bajo un cielo plomizo que descargaba lluvias tibias, sus ojos verdes y su pelo duro y claro y la barba que no se había afeitado y que le estaba dando un aire de turco bonito y mayor, su cuerpo que se estaba engordando con firmeza, porque seguía siendo buen deportista y sin ser bello exhalaba una sensualidad que recordaba mañanas de domingo entre sabanas blancas, tomando café con panes dulces, entrepiernado y enamorado y mirado una ciudad que se confundía entre las montañas y el mar.

Una de esas tardes nos alcanzó la oscuridad caminando en una playa solitaria después del baño marino, nos paramos de frente con los brazos cruzados y yo hablando de mis negocios futuros en la empresa como si aun estuvieran vigentes, él me oía atento pero no me escuchaba, solo me miraba, ya sabia que quería, Vladimir conservó su pantaloneta, un bulto asombroso se le dibujaba

Me arrodillé en la arena con temor de ser vistos, le bajé la prenda y su distintivo salió impulsado, aspiré su aroma, lo metí en mi boca mamando, sabía a sudor, semen y agua salada, lo succione con deliciosa prisa y pase mi lengua por sus huevos negros y deslice mis dedos por el tronco que cobraba vida haciéndose mas duro... comencé a masturbarlo. Por la oscuridad no podía admirar enteramente a mi varón, pero alcanzaba a entrever su expresión de placer, suspiraba resoplando, me perdí en su abdomen y metí mi lengua en su velludo ombligo de semental caliente y sudoroso a mi disposición.

-papito... vamos al rastrojo- me dijo guardándose el mástil, me puse de pie y partimos.

Detrás de un arbusto de uvitos se sentó en un tronco, escurriendo agua desde su cabello, a lo largo del torso, hasta el vello púbico, me arrodille a venerarlo,

-mámalo- me dijo al tiempo que hacia un movimiento circular de cadera levantándose una y otra vez del madero para clavarme su dura lanza en la boca con un ritmo que me estaba matando, a penas podía tragar el glande que destilaba liquido seminal que se mezclaba con mi saliva. El nocturno y frío viento marino nos refrescaba y nos traía el mar con sus olas a pocos metros de distancia. Con sus manos sujetaba mi cabeza en cada estocada para no separarme de él, me estaba comiendo la boca como nadie en la puta vida,

-es un caballo –pensé sintiendo que me reventaba los labios mientras me masturbaba.

Me aferré a sus piernas y quedé inmóvil a su merced tragando en cada golpe, sus bolas se movían al mismo compás. Vladimir tenia los ojos cerrados, sus nalgas se contraían en cada movimiento, comencé a meter un dedo por su raja hasta alcanzar su agujero, metí la punta, le toqué la bola endurecida que soportaba su erección, la sentía palpitar como si su corazón entero bombeara desde allí, metí dos dedos, creo que le alcance la próstata que se contrajo en espasmos de placentero dolor al contacto de mi índice. Comenzó a eyacular en mi boca que quedo empastada de semen, todo su sabor en mi, me retiré de su ano y me masturbe de rodillas chorreando su polución por las comisuras mientras lo veía desde abajo mirándome y acariciándome la cara,

-trágalo- me dijo y su orden fue el detonante de mi disparo que le alcanzo el escroto,

se puso de pie mientras yo seguía gozando y me ofreció un trago de vodka con jugo de naranja que traía en la cantimplora,

-pásalo con esto- señaló y me dio a tomar sin darme tregua a escupir su semilla

-es para que te enamores de mi, después yo me trago el tuyo y así nos vamos amarrando para siempre-

Me reí de su inocencia, pero lo pusimos en practica. Funcionó.

En las pocas noches que me penetró dilaté mi ano hasta darle pleno gusto, difícil por curvado, pero tan pronto estábamos bien enchufados y gozando el se devolvía para que le llenara el recto. Se hizo muy pasivo en la cama, cuando vivíamos en Medellín, casi tres años atrás, se molestaba porque no me lo dejaba meter y ahora se molestaba si se lo sacaba. Yo desarrollé un gusto anal muy pronunciado, me obsesioné con la orquídea púrpura entre sus caderas, el olor del anillo, su suciedad o su limpieza, su textura y dureza. Necesitaba tocarlo cada dia, besarlo, aspirármelo todo, palpar su caca contenida. Su desmesurado pene paso a segundo lugar pero su carne madura alcanzó el sabor de los duraznos dulces.

Me reveló había entregado su culo de joven pero una obstinada hemorroide le impidió seguir haciéndolo. El asunto se agravó en mi ausencia y se la hizo cauterizar

-¿ves? me devolvieron la virginidad, me la estreno Manuel y ahora es toda tuya-

dijo y se rió de su propio chiste que no me gustó del todo.

A Vladimir lo buscaban por su miembro. Hombres y mujeres sentían desde simple curiosidad hasta deseo, me contó como los machos mas fieros se doblegaron ante él, pero todos abandonaban el resto, no le veían cuerpo ni alma y mucho menos emociones, solo un pene monumental y deforme ante el cual la pasividad era el común denominador. Aprendió a venderlo desde su adolescencia en Aruba y Colombia, pero prefería ganarse el dinero trabajando para evitar líos o joderse la salud.

En la noches nos gustaba tomar algunos tragos de ron antes de ir a dormir, preferíamos el solitario bar de un italiano prófugo que nos complacía con variada música y con un celestino guiño de ojo con el cual nos autorizó a besarnos en un balcón furtivo, nosotros fuimos callados cómplices de su adicción al comercio de la marihuana. Comiéndonos los labios en ese lugar me dijo una medianoche estrellada,

-me enamoré de ti por joven, por sano, por tu cara linda y por que me querías tener desde el principio- yo solo creí lo de la edad, la rectitud y lo de poseerlo. El siguió hablando,

-así me gusta un hombre, bien macho- miramos al italiano y comprendí su historia: había conocido a la mujer mas hermosa del mundo en Tolú y por ella renuncio a los amaneceres celestes de la Toscana.

Allá Vladimir me contó como años atrás se enlistó en el ejército colombiano por un novio de rango medio al que amó con locura y al que pudo seguir por los cuarteles donde compartieron gracias al mando de su amante y superior, se conocieron en la ciudad de Valledupar en el año de 1989 cuando recien había desembarcado con su familia de Curazao, Vladimir tenia 17 años.

-Era antioqueño, como tu, pero del Magdalena Medio, era bajito, cuajado, narizón y rubio y tenia pequeño el pene, pero desde que me vio me quiso montar, audaz, a mi no me gustaba ese soldado grosero y mandón de 25 años y aires de general, pero una noche se paro a orinar a mi lado y le mostré mi verga para subyugarlo y no le interesó, eso me intrigó, nos hicimos amigos y comprendí que su obsesión eran los orificios de los varones. Me enamoré de él y de la milicia, compartimos un año y medio en la institución pero lo mataron los guerrilleros, él y tu han sido mis únicos maridos- me dijo recordándolo.

Poco después estábamos trabajando en la hacienda, cada día me llevaba con él a patrullar a lomo de caballos. Me explicó los asuntos del negocio,

-es muy sencillo, Don Aníbal da el capital, el senador el terreno, el químico la producción y yo la seguridad ¿si me entiende?- me dijo. Nunca conocí a sus socios.

En las primeras semanas parecía fácil, pero en la mansión no se vivía bien, no había luz eléctrica y se comía y bebía demasiado. Nigromanta, la criada, era una anciana tuerta e invisible que me atendía servilmente mientras parecía odiarme, poco después la acepté cuando descubrí que ese era su carácter para el mundo y que tenia el don de predecir los encantamientos y el futuro,

-a usted lo maldijeron. Fue un macumbero negro y una pitonisa de tierra fría, le dijeron que el amor lo iba a hacer desdichado, pero yo le retiro el maleficio, porque lo hará feliz y millonario- me dijo una inquietante noche mientras me leía la palma de la mano bendiciéndome con ramas del monte.

Vladimir me relacionó con su tropa ante los cuales yo era un administrador de finanzas militares a quien respetaban con suspicacia, entre ellos estaban sus propios guardaespaldas, todos ellos producían miedo de verlos, eran muy jóvenes, altos, casi todos costeños y ex militares o paramilitares, en el campo iban uniformados de camuflado y armados con fusiles automáticos, eran mal hablados aunque de pocas palabras, feos, tenebrosos y envueltos más por el azar y la supervivencia que por la ambición verdadera y todos estaban de paso, yo mismo me convertí en uno más. Vladimir buscaba braceros para las labores de campo y entrenaba a otros en defensa, yo acabé vendiendo la mercancía más por un impase que por mi habilidad de negociante: asesinaron al anterior intermediario para robarle.

Era un oficio monstruoso, pensaba en las victimas, los condenados. Luego estaba yo, si el cliente era conocido, va. Si era nuevo podía ser cualquier cosa: policía, competencia, atraco, espionaje o lo que fuera, era mejor evitar a los extraños. Mostrarme me condenaba el futuro, por los delatores, pero no hacerlo espantaba los compradores. Me consolaba imaginando que todo acabaría legalizando la mierda y que nosotros solo éramos un puñado en miles de muchas cadenas sin fin. Fue mi mayor y peor responsabilidad de la vida pero me permitiría jubilarme en pocos meses. Allí comprendí la pasividad sexual de Vladimir, era la única manera de aflojarse entre la tensión de guerra perpetua, dejárselo meter duro y sin compasión para abandonarse de una amarga, absurda y contradictoria realidad. También pagábamos con sobornos algunas autoridades locales corruptas al igual que altos mandos paramilitares como segunda y tercera protección.

Todo el tiempo me preguntaba como pasé de ejecutivo a mafioso, pero en las noches él me acariciaba y yo aspiraba el olor a pólvora, a sexo, a sudor, a jabón barato de sus dedos y me dormía con el rompecabezas resuelto.

Mi compañero comandaba con asombroso vigor, ya no era el proscrito vendedor de clandestinos favores sexuales en una ciudad circunstancial, ahora daba ordenes temerarias a plena voz que corroboraba con un humillante manazo a cualquier subalterno insumiso y sin embrago obtenía de estos un respeto que parecía legitimo no solo en el miedo sino en la admiración mesiánica.

Me enriquecí a su lado en pocos meses jugándome la vida, sintiendo miedo cuando las autoridades desmantelaban bandas de narcos, o cuando las guerrillas se acercaban demasiado aunque fueran repelidas. No existía opción de gasto o esparcimiento fuera de las rumbas de putas en el bar de Deyanira o de un comercio de campamento para las mujeres de ocasión. Aquel era un ambiente insano, efímero, cerrado y sin opción de cambio distinta a la perpetua fuga, algo de lo que todos queríamos salir pero al que se volvía en circulo vicioso. Mis nervios se fueron cerrando y a los dos meses supe que no estaba hecho para eso, el climax se dio cuando llegó el cargamento que Manuel había guardado por varios meses: desmesurado.

Vladimir disuadía mis temores argumentando una seguridad presidencial pero los paramilitares comenzaron a mosquearse con el gobierno, con el que seguían dialogando subrepticiamente y hasta con otros ex miembros de sus cuadrillas. Ellos regían todo comercio ilícito sin untarse la manos y por eso sus tropiezos eran los nuestros.

Todo tenia que terminar rápido para no dejarle huellas a la CIA, la policia antinarcóticos, la fiscalia o las guerrillas, me tracé un objetivo: salir de eso y llevármelo lejos.

Una noche llegó arrecho, mas que yo, como siempre. Todavía vestido y armado se agachó ante mi a mamar extasiado, yo salía empelota del baño, me arme de valor y lo interrumpí

-me voy- le dije, el abrió enormes los ojos, escupió mi verga que ya estaba bien parada y se puso de pie, levanto su brazo, pensé que me iba a dar sendo golpe o a desenfundar para meterme un tiro, solo me tomó de la cabeza e intento bajarla diciendo

-chupe, chupe para que se calme, vea como la tengo de dura y de grande, chupe papito- lo dijo tierno mientras se sacaba el miembro con la otra mano, yo solo acerté abrazarlo asombrado, seguía siendo tan ingenuo como el día que lo conocí,

-me voy y te llevo conmigo-

-vea negro- dijo guardándose su desproporcionada longaniza entre las prendas interiores y explicando que todavía tenia deudas, pero que lo pensaría y se retiro con una furia contenida a su habitación, supuse habíamos tenido nuestra primera pelea pero en la madrugada, como siempre, se paso a mi cama y me desfondo el culo como hacia noches no lo hacia. Con eso me calmó.

Pasaron mis semanas de entrenamiento haciendo polígono preparándome para un presunto ataque, aprendiendo a escaparme, a esconderme en el monte, a sobrevivir. Me estaba acostumbrando a la masculina rutina que mas bien parecía un rudo juego hasta una madrugada que llegaron en la camioneta unos ronderos y nos sacaron de las camas gritando que se habían tomado un laboratorio de la sierra, que había que reforzar el escuadrón de ataque y salir a repelerlos, mi comandante Vladimir armó un equipo como de veinte en pocos minutos y salió al frente. En medio de los gritos me acerqué para que me enfilara y al notarme me dijo,

-usted se queda, le encomiendo la casa- tenia una expresión loca y obstinada en la cara, la de los lideres paramilitares.

-como ordene- le respondí y lo esperé en la mansión donde entró buscando municiones para partir, quedamos a solas y le advertí

-me llevas contigo-

-es peligroso- me respondió,

-entonces te quedas conmigo- le replique,

-¡no puedo, me necesitan!- dijo altanero, mi cabeza quedó en blanco de ira, la razón salió y solo quedé yo con mi pene y me sentí mas hombre que nunca, me mande la mano al cinto, desenfunde el revolver calibre 38 y se lo encañoné a la cabeza quitándole el seguro,

-manda a esos, te quedas conmigo o te mueres conmigo-

por primera vez en la vida le vi miedo, de mi, Vladimir gritó al revuelo de hombres afuera,

-¡arranquen sin mi que ya los alcanzo con otro escuadron! ¡Maricas!-

Estaba furioso.

Fueron los segundos mas rápidos y decisivos de mi vida, pero se cerraron con un cabezazo que me dio en la frente, desperté adolorido en mi hamaca con Vladimir al lado pidiendo perdón y sosteniéndome la cara y el cráneo con las manos, no entendía nada del atontamiento, él me explicó que por mi retraso se salvó de morir con cuatro de sus hombres que iban en su camioneta plateada por un disparo de mortero que la explotó. Le perdoné el golpe y mil cosas mas. A sangre y fuego se recuperó el laboratorio. Dedujimos fue un ataque intimidatorio de las guerrillas con quienes se disputaban unas fronteras pero no había certeza. Poco después llegó el ejército, pero solo encontraron los muertos. Como siempre el combate originó victimas inocentes, varias familias campesinas huyeron atemorizados de la región a engrosar listas de desplazados.

No fue necesario convencer a Vladimir, en agosto del 2006 vendió su parte del negocio y se vino conmigo a Bogota después de casi cuatro torturantes meses "en el monte". Del mismo modo negoció su roja camioneta blindada y se quedo solo con el destartalado campero amarillo. Compramos un discreto apartamento en el barrio Niza de la capital, bueno pero sin excesos y alojamos a sus dos finos caballos en un establo de Fóntibon donde los visitábamos cada fin de semana.

En la capital cambiamos nuestras rutinas, nos dedicamos íntegramente al deporte y solo bebíamos en ocasionales fines de semana en las casas de algunas de mis antiguas amistades o en la nuestra, Vladimir se sentía extraño entre ellos que lo alabaron como muy masculino y sensual en extremo, él no se acostumbraba a la libertad de hablar de hombres ni al distante vacío que genera una ciudad tan grande como Bogota entre sus habitantes, tampoco le gustaba callar nuestro pasado en la hacienda pero la discreción era obligada, de otro lado podía satisfacer cualquier necesidad de salud, ocio, comercio o recreación. Ya conocía la ciudad de sus tiempos de soldado y aun le resultaba glacial en las noches de vientos paramunos.

Su rol sexual se reactivó, cada vez quiso poseerme con mas frecuencia y en una ciudad cosmopolita sus atributos son un trofeo que se pierde con facilidad. Para complacerlo sacrifiqué parte de mi sexualidad relajándome por completo para alojarlo cómodamente dentro de mi pero quedándome flácido. Conmigo conoció bares de strippers, casas de prostitución masculina y saunas de homosexuales, era mi forma de probarlo, confirmarlo en mi, compartirlo o perderlo para siempre. Un riesgo preferible temprano que tarde cuando los años no me dejaran esperanza. Para mi asombro se aburrió en todos los lugares y con todas las personas y casi de inmediato buscaba protección en mi cama y entre mis brazos, era su forma de huir del medio gay y del mundo y me arrastró con él a un cosmos paralelo y privado donde solo existíamos nosotros dos, una salida derrotista que nos evitaba enfrentar el mundo.

Pronto se canso de no hacer nada y en septiembre del 2006 se prestó a servir como escolta de un importante señor indirectamente cruzado entre los paramilitares a quien conocía de años atrás, para hacerlo se vinculo a una empresa de vigilancia privada, no pagaban nada en relación al riesgo pero era una forma de revelarse contra la inutilidad del ocio, de nuevo necesitó un certificado judicial exigido a cualquier trabajador reciente de una empresa y me asombró que no tuviera cuentas pendientes con la ley,

-a mi me pagaban por cuidar unas haciendas, nada mas- dijo con cinismo cuando lo hablamos, también solucionó legalmente su ingreso no declarado al país, yo tampoco había sido detectado por la justicia pero muchas veces los delitos surgen años después. Yo volví a mi antiguo trabajo, ninguno de los dos lo necesitaba, pero al menos estábamos ocupados.

Mientras era escolta comprendí su temor a la separación, todos los días lo veía salir y el alma me quedaba en vilo hasta que volvia sano y salvo a casa. Me estaba matando lentamente. A las dos semanas le dieron su uniforme de dotación, un enterizo ajustado de dril azul con rayas amarillas laterales, casco y botas exteriores de motorista. Entró a la casa vestido así y en la enorme moto del trabajo, ofuscado, como siempre, sin entender el tráfico capitalino y regañado por sus superiores obligados por sus continuos retrasos en la caravana del protegido. Mientras se quejaba me volvió loco, olía a gasolina, a humo vehicular, a sudor del día y a tela nueva,

-te ayudo a desvestir- le propuse cuando se sentó en su silla, él no comprendió mis intenciones pero aceptó sin darle importancia, me arrodillé frente a él y bajando el cierre del traje y exhalo el aroma de sus axilas, de su desodorante y de su perfume de Lavanda contenidos en una camiseta blanca.

-primero las botas bebe- me dijo y destrabillé algunas correas de su bota izquierda y luego otras de la derecha, palpé sus largas y gruesas medias encharcadas de sudor con lentitud para disfrutar de la ruda y masculina prenda, un olor a cuero inundo el cuarto y metí mi mano entre su bragueta, él entendió,

-al menos me dieron el uniforme, señal de que les gusto- dijo y yo me perdí cuando toque sus genitales húmedos de transpiración y a media erección

-este traje da un calor tremendo amor- me comentó al oído con una delicada pluma en la voz que sonó a entrega total,

-acuéstate en la cama bebe, te voy a dar gusto- siguió diciendo y yo obedecí acomodando una almohada debajo de mi cabeza. El apagó las luces y el cuarto quedó en penumbra. Mientras yo me desnudaba fue por el casco y se lo puso, luego se paro en el lecho dejándome por debajo de sus piernas abiertas mientras lo miraba atónito, sacó su verga y se masturbo sobre mi cambiando de posición, acercándome su calzado a la cara o entrándolo entre mis genitales, a veces acostándose extendido sobre mi cuerpo mientras yo solo podia besar el casco que contenía a otro hombre, otro Vladimir que me subyugaba, uno que me obligaba a pertenecerle por completo, un dominador absoluto. Se arrodilló masturbándose sobre mi cara apresándola entre sus rodillas y casi sentándose en mi pecho, creé un vacío de succión entre mi boca y su vesícula seminal que le contrajo los testículos sobre el pene que palpitó y se contrajo entre su mano encuerada cuando escupió esperma en mi cara y en mi boca mientras me aferraba con sus muslos. Fue el mejor polvo de mi vida entera, me agité llorando de placer lamiendo el remojado prepucio y me retorcí saltando con la columna en arco casi a punto de derribarlo, atomizado bajo el poder de mi coloso que con una sola mano poderosa me restauró en la realidad cuando me tomo por la mejilla y sentí que traía unos gruesos guantes de cuero. Vladimir se rió, le gustó verme gozar así, saberme suyo. Caí dormido hasta el otro día cuando escuche el ruido de la moto y vi por la ventana que partía a trabajar en las calles de mi fría Santa Fe de Bogota.

Tres semanas después, un atentado contra su protegido lo puso en alerta y prefirió retirarse con el compromiso de que yo también renunciara y nos fuimos a vivir a una modesta finca sabanera en Chía donde pudo dedicarse a sus dos caballos y yo a él y a lo que pudiera trabajar en la red para mi antiguo empleador, German, que prefirió retirarse de nosotros cuando dedujo nuestras actividades.

Como todos los nuevos ricos Vladimir comenzó a adquirir lujos absurdos que le dieran estatus, le mostré la historia de Pablo Escobar y otros grandes capos que acabaron mal por mostrarse, también le enseñé que el dinero no se consume como capital sino como producción,

-uno no se come el plante sino la cosecha- concluyó sabiamente después de la explicación mientras lo estregaba con esponja y jabón en la bañera.

Invertimos en varios negocios rápidos de acciones para tantear con cual o cuales quedarse bajo el experto consejo de Manuel y comenzamos a vivir de unas discretas rentas similares o mejores a las que tenia como empleado, y en el caso de Vladimir, dos o tres veces mayores aun. Yo serví de testaferro.

No salíamos ni socializábamos mucho; a veces nos visitaba su hermana y sus dos sobrinos y a veces mi familia que lo adopto como a un hijo, a veces creo lo quieren mas que a mi. No somos abiertamente gay pero los mas cercanos lo intuyen, no se comenta. De alguna manera Vladimir, a quien presento como un socio y amigo, se los gana a todos con la misma sonrisa de hombre bueno con que me robó el corazón en Medellín la primera vez. A veces me pregunto si lo querrían sabiendo de su verga descomunal en subasta, sus líos de paraco y ahora de narco, da igual, yo tampoco soy un santo.

Compartimos la cama desde que salimos del monte, lo miro dormir y pienso en mi, en el tiempo antes de conocerlo, nada ni nadie me anclaba al mundo y tenia todo lo que quería, estaba completo. Hoy no, Vladimir es mi vida. ¿Pensará igual? no me importa, solo busco su bienestar, si esta conmigo mejor, o con quien sea, pero feliz. Somos marionetas del azar, de un destino sin elección, como el amor, me equivoqué al creer que manejaba mi vida, no la hago ni la predigo, y nadie puede, es una ley aleatoria del universo, creo que en ello solo nos bendice la fortuna.

Nos trajimos a Nigromanta para trabajar con nosotros como empleada domestica, se queja del frío y de la distancia de sus parientes que de por si son lejanos a ella. Nos entretiene haciéndonos conjuros para la buena suerte y ya se esta haciendo un dinero extra leyéndole la mano a las vecinas. Es una discreta ayudante que se maquilla la oscura faz a la antigua con polvos de arroz, carmín y lunares con mensajes.

-esta fue puta- me dice Vladimir al oído cuando la ve salir a profetizar en sus tiempos libres.

A Vladimir le gusta el beisbol, los caballos finos y los desfiles de moda del televisor, casi no bebe, ni fuma y últimamente se ha vuelto perezoso hasta para levantar los fierros del improvisado gimnasio que se compró, asegura que el frío le esta congelando el cerebro. Aun adora esos vallenatos empalagosos y comerciales que duran poco en el radio, le emociona la violencia, a veces creo que le gusta, pero lo que mas le atrae es una buena culiada.... ¿a quien no?

No le gustan los costeños de Bogota ni los bogotanos, creo que no le gusta nadie que no use un camuflado y botas de combate. Últimamente se esta llenando de plumas, gestos de delicada ternura que no me chocan, me encantan, se le ven divinas.

Con todo Vladimir no es perfecto, todo lo contrario, no sabe ni quiere aprender a comer en publico, habla con la boca llena, solo sabe manejar el tenedor y por eso prefiere no salir a restaurante. Cuando estamos en algún bar elegante del parque de la 93 mira feo y a todas partes, como temiendo ser reconocido aunque en realidad solo tiene complejo de negro feo, miedo de ser diferente o de parecer pobre, como todo el mundo. A la gente le fascina por sus ojos cristalinos, su piel oscura y el cabello claro, agrada cuando sonríe, por su estatura y buen cuerpo pero se pone tenso y solo habla lo necesario, se siente mas cómodo en las whyskerias de la avenida Primero de Mayo o en una cancha de tejo del barrio El Restrepo donde no importen sus gruesas y curtidas uñas de hombre rustico. Pero es vanidoso y se cuida con cremas, tratamientos y unturas y se le nota: se ve mejor cada día. A veces amanece de mal genio y yo se lo bajo: se lo meto hasta el píloro.

Siendo un hombre limpio tiene un olor que preña a las hembras, como dice Nigromanta. Yo lo descubrí en Medellín cuando amanecíamos juntos en su pieza de pensión y al abrir la puerta por la mañana siempre se quejaba algún vecino. Yo no lo notaba por la costumbre pero me percaté luego, cuando después de tres días y dos noches que pasé trabajando de viaje, volví al apartamento en esa ciudad una mañana de domingo con ganas de macho y se me bajaron las ansias cuando entré a nuestro cuarto y me golpeó la cara un espeso tufo de semen en la habitación, era él dormido inocente entre mis sabanas. A muchos les parece un aroma excitante y puede serlo, pero si se multiplica por veinte es demasiado orgánico para ser tolerable. El esta consciente de ello y por eso se baña hasta tres veces en el día, pero es inevitable en la cama, como algo hormonal, demasiada testosterona, ahora descubro que es un olor anal, profundamente visceral, no viene de sus genitales, es la mucosa intestinal que le lubrica el esfínter dándole un sabor menos amargo, mas dulzón pero un hálito glandular que marca cualquier territorio, llega a ser fantástico si uno ha dormido con él y lo prueba en su máximo esplendor cuando se le besa el hueco en la mañana pero atroz cuando se viene de sorpresa.

Alguna vez lo llevé a desayunar a Bagatelle, un elegante lugarcito mañanero al norte de Bogota. Ahora él me invita sin falta cada viernes y domingo, extrañamente se siente sereno, mira tranquilo a otras mesas porque allá la pretenciosa clase alta bogotana se relaja y se comporta humanamente. A veces quiero pagar la cuenta y no me deja, yo lo miro y lo veo bello mientras toma el café con panes finos, fuerte e independiente, capaz de conquistar a cualquier hombre o mujer que le guste, me pregunto porque sigue conmigo, él me ha dado la mejor respuesta,

-no se-

Me gustaría que dependiera de mi al menos en lo económico, como cuando estábamos en Medellín, hacer un contrato para no perderlo jamás pero no creo le interese, me adivina el pensamiento y me pregunta porque lo amo, le respondo con una frase de canción corriente,

-no cabe duda que es verdad que la costumbre es mas fuerte que el amor-

la conoce, frunce el seño por unos segundos oscureciendo la mirada, no le gusta la ironía, luego sonríe y pretende rascarse disimuladamente y dice

-estos no se consiguen tan fácil- yo le respondo en broma,

-así de torcidos son muy raros- le molesta el comentario y me insulta

-tonto- me río de su candor y creo comprender la razón de su apego: mi capacidad de vendedor, una llave maestra que abre cualquier puerta. El es diferente, básico, con el instinto para sobrevivir en toda condición, el cerebro para lo elemental. Si quiere sentirse seguro se refugia en jerarquías de orden como un soldado. Esa es la esencia, no su verga pornográfica ni su deseable figura, es algo que trasciende más porque los tamaños se compran por centímetros en cualquier aviso clasificado o en cualquier esquina de Ámsterdam, acaban valiendo centavos. El corazón es distinto, vale su peso en oro.

También nos visitó Manuel de vacaciones, llegó un sábado por la tarde en su propio automóvil desde Pereira, lo saludamos efusivos, me gustó notar que no había roces entre ellos, Vladimir estaba cabalgando, se apeó y lo saludo de abrazo, le enseñó la finca y juntos llevaron el semental al establo mientras yo fui al bar por unos tragos. Cuando volví los busqué, oí una respiración agitada y un crujir de hierbas secas en las caballerizas, entré y se me cayeron los tragos de las manos, fue una situación inverosímil, ver a tu hombre acostado al lado del tipo mas bello del mundo que además es un amigo de confianza, ambos con las piernas abiertas, con los miembros afuera y masturbándose el uno al otro con una mano y con la otra acariciándose la cara y el pecho entre las camisas a medio abrir. Vladimir en breeches, botas de montar y camisa militar y Manuel en un bello traje negro sin corbata de Armani. Ambos al lado de las patas del enorme percherón carmelita que los miraba retozar casi sobre su estiércol. No se inmutaron, siguieron en su labor mientras a mi se me nublaron los ojos de furiosos celos e hirviendo de obscena avidez,

-¿qué estas esperando idiota?- me cuestionó Manuel entrecortado mientras Vladimir le comía los labios con los suyos desapareciéndolos en su boca y agitándome su verga invitándome a entrar en acción.

Me abalance sobre ellos con intención de ahorcarlos, pero de cerca me hipnotizaron con sus perfumes, la elegante colonia de Manuel, el sudor, la orina del cuadrúpedo, el falo de Vladimir compitiendo con el equino. Abrí mi mano y la coloque sobre el rostro de Manuel como si fuera a retirarlo de mi macho, se soltó de Vladimir y me lamió los dedos entrecerrando sus ojos de color crepuscular,

-¿cómo puedes ser tan puto y tan lindo?- le pregunté a Manuel ya infectado de sexo,

Vladimir me miró con sus chispas verdes de deseo animal y me tomó por la nuca aproximándome para un beso de ansiedad renovada y salvaje y me dijo al oído,

-calmado, vino por ti-

La voz le salió de los testículos después de resonar entre toda su hombria y reventar en su garganta hecha agua de avidez. Juntamos las tres bocas mientras yo miraba estremecido los parpados de Manuel y la selva prfunda en el iris de Vladimir,

-vamos al cuarto- dije.

Entramos a la habitación con las vergas duras, nos desnudamos rápido, me arrodillé y se lo mamé a Vladimir, me detuvo y me tiró a la cama, me lo acomodó en la boca y me lactó en 69. Manuel le mamó el esfínter y al mismo tiempo metió dos dedos en mi agujero y en el de Vladimir. Vladimir me giró y me lamió el hoyo dejándolo ensalivado y ampliamente dilatado, me amoldó su cabezota sin condón, mi culo cedió y su verga entró… sacaba y metía con suavidad y le pidió a Manuel que hurgara con los dedos en el recto… Manuel nos miró enajenado unos instantes y adaptó el glande de su verga en la entrada del anillo de Vladimir, empujó todo y Vladimir presionó quejándose de placer, resopló por boca y nariz, su verga se afloja en mi culo pero clavó mas duro… sincronizamos movimientos hasta terminar simultáneamente.

Quedamos exhaustos. Nos recostamos a descansar tranquilos, nos acariciábamos los pechos, nos besábamos y nos dormimos.

Despertamos por la mañana con las ganas matutinas, las vergas duras de nuevo, la suave piel de Manuel y la rudeza de Vladimir, sus razas contrarias y yo en medio de tanta masculinidad.

Fue mi turno de chupar el ano de Vladimir y darle a probar mi verga, se la metí despacio, gozando de cada centímetro enterrado. Entre tanto Manuel lengüeteaba el mío; de pronto sentí profunda toda su artillería y disfruté…. no terminamos.

Nos separamos de nuevo y Vladimir pidió cogerse a Manuel. Le chupó el aro para prepararlo y yo les mamé las vergas… se acomodaron en cuatro patas llenándole el trasero a Manuel que deseaba una grande, larga, gruesa y retorcida verga. Los miré sentado desde el sillón pajeándome pero necesité tocarlos, fui a la cama y me acosté por debajo para lamer la parte del miembro que entraba y salía, mientras me respiraba los huevos de los dos.

Succioné el palo de Manuel, después le ajusté un condón y me puse también en cuatro y subyacente para que me cogiera. Su gruesa cabezota me abrió y siguió empujando hasta que sus huevos toparon con mis nalgas, sentí sobre mi espalda el terciopelo de su pecho fastuoso, me despegué y me levanté, besé a Vladimir masturbándome, él de pie pero con las rodillas muy flexionadas descargando el peso de su pelvis penetrando el abiertísimo culo de Manuel que gimió apoyándose con una mano y masturbándose con la otra. Se despegaron, se retiró el condón y se sentó en la cama a mirar el agujero que dejó, yo tomé su lugar y entré sin dificultad. Manuel pidió mamar y Vladimir le dio gusto de rodillas al frente mientras se pajeó en su boca, de pronto habló,

-no aguanto mas...- dijo con la voz ahogada y eyaculó el los bellísimos labios de Manuel ensuciando su inmaculado rostro, yo dudé un segundo en donde descargar ¿en su ano o en su espalda? Me decidí por su espalda, lo saque, me libere del condón y Manuel se acostó boca arriba, verga con verga estallamos en chorros, al frente Vladimir alojaba entre las piernas abiertas la cabeza de Manuel que cabeceó con los últimos espasmos,

-necesitamos un baño- dije, y me separé para ir a la ducha, Vladimir me siguió y nos bañamos juntos besándonos tiernamente, cuando salimos de la ducha Manuel tomó su turno, nosotros volvimos a la cama, cuando Manuel salio nosotros lo llamamos

-ven, ven a dormir con nosotros bebe-

En los últimos días de agosto recibimos una llamada extraña, era Deyanira, la del bar del pueblo, nos localizó por medio de Nigromanta, me advertía que los paramilitares nos estaban buscando para ajusticiarnos, le preguntamos porque y ella dijo que sindicaron a Vladimir como el autor intelectual del asesinato de uno de sus cabecillas. No comprendimos porque habíamos saldado sin sangre todas las cuentas con ellos y Vladimir jamás daría semejante orden, seria suicidio, ellos estaban en negociaciones con el gobierno para desmovilizarse y el mismo estado los protegía, es más, les pagaba dejando a las victimas con una promesa incierta de restauración.

-Esa vagabunda debe estar alucinando- dijo Vladimir mientras tomaba la situación con ligereza.

Yo analicé precavidamente, llamé a Deyanira para que averiguara todo lo posible pagándole bien y dándole protección si era necesario, Vladimir se desentendió del asunto.

A la semana siguiente yo estaba recogiendo a Deyanira en el terminal de buses porque llegaba refugiada y con una valiosa información: los antiguos socios de Vladimir, don Aníbal, El Senador, y El Químico, habían dado la orden de aniquilar a un jefe paramilitar.

Ellos ya sabían quienes éramos y donde estábamos. Lo primero que hice fue devolver la finca, a la semana siguiente la dinamitaron, Vladimir entendió un letrero de amenaza que dejaron en las paredes

-FUERA MARICONES-

El rompecabezas encajó todas sus piezas, el atentado contra el laboratorio de la hacienda había sido perpetuado por paramilitares disfrazados de guerrilla, el fallido homicidio contra su protegido de Bogota también, pero la destrucción de un inmueble donde se suponía estábamos y el graffiti típico de ellos eran su firma inequívoca.

El mundo volvía girar al revez, me auxilié de una organización no gubernamental que amparaba a los desplazados del conflicto y que además prendía fuego al ya tenso ambiente nacional. Reubicaron a Nigromanta y a Deyanira que pasaron a ser protegidas del gobierno. Nosotros no pudimos acogernos por nuestro pasado narcomilitar pero Vladimir sabia mas cosas de los paramilitares de las que yo mismo hubiese deseado enterarme: asesinatos selectivos a intelectuales, políticos, homosexuales y al pueblo en general. Pero lo peor eran las pugnas internas entre los bandos y los negocios con el gobierno de Estados Unidos y con narcóticos, suficiente para hundir a mas de uno que pretendía salvarse con la venia de un estado que les era demasiado complaciente pero no ciego.

Cambiamos de documentos, convertimos todo el dinero en efectivo y nos trocamos en desaparecidos que volvían a aparecer escondidos,

-no te preocupes, los que somos ahora ya están enterrados desde hace dos años y desechos en ácido en una manga entre San Javier y San Cristóbal en Medellín- me dijo Vladimir cuando me entregó mis nuevos documentos de identidad. En una tarde desesperada por el miedo de salir a la calle Vladimir me dijo serio,

-si tengo que salir a venderme para comer lo hago por ti- me hizo sentir reconfortado. Por fortuna tampoco fue necesario llegar a tal extremo aunque yo ya estaba pensando retorcidamente en ganarme la vida como ladrón.

Pronto estábamos viviendo en pensiones de mala muerte y en los peores sectores del centro de Bogota, al lado de drogadictos, putas, travestís, atracadores y otras calañas. Nada nuevo para él. La calle 22 se nos volvió un paisaje familiar, planeábamos viajar al Amazonas e intentar desaparecer entre las selvas del Brasil. La huida parecía la solución final y la jungla nos tragaría con todas nuestras culpas para ser nuestro juez terminal.

La fortuna nos sonrió en el ultimo momento. Los Suizos son un pueblo extraño, ahora lo se, su honestidad y rectitud son asuntos de imagen que han servido para asesinar judíos, financiar sangrientos golpes de estado y mantener intactas redes de corrupción, de matones terroristas, narcotraficantes y políticos mientras ellos aparentan una rectitud intachable. Si tienes suficiente dinero no solo te dan una cuenta de ahorros: también te ayudan a borrarte del planeta, para ello se necesitan contactos que yo tenia sin saberlo y acudieron a mi como ángeles de elevados honorarios.

Dentro de cuatro horas partiremos en un vuelo comercial a una nueva vida, sin suplantar a nadie y sin deudas con el mundo. Limpios de cargos por ahora, a un país donde podremos casarnos e intentar ser felices. Estoy sentado en el computador, Vladimir esta de pie a mi lado, con una mano sobre mi hombro y sonriendo mientras lee mis ultimas palabras en esta historia. Manuel se acaba de ir, nos entregó dos carpetas con todos nuestros documentos y se fue con un generoso cheque. Bello como siempre. Ya nos despedimos de amigos y parientes y en unos segundos teclearemos juntos en ENTER y esta historia se ira para todo el mundo. Molestara a mucha gente culpable, pero no importa, ellos ya se hundieron solos.