Un par de años más (II). Una inesperada sorpresa.
Una despedida siempre trae tristeza, esta ha traído consigo algo más emotivo, algo que cambiaría mi vida sin siquiera llegar a pensarlo.
Aquella primera vez sin duda alguna había sido especial, ¡mi propia hermana! ¿Quién iba a imaginarlo? Cualquiera menos yo, seguramente. ¿Lo malo del caso? Que ella debía marchar. El resto de los días que permaneció conmigo no estuvieron a nuestro favor, nuestros padres siempre estaban presentes, ¿era justo? Para nada... O al menos eso era lo que creíamos. Era bastante clandestino, pero no quisimos separarnos el uno del otro, no del todo. Los pocos minutos que teníamos para estar juntos eran segundos apreciados en los cuales nuestros labios llegaban a encontrar, nuestras manos se ocupaban de acariciar el contrario y nuestros cuerpos se rozaban, más no volvía a pasar.
Los días pasaron y para mi mala suerte ella debía volver a Europa, su vida estaba allá, tenía que aceptar que tan sólo era un adolescente y no podía interponerme en su futuro, irónicamente aquél encuentro clandestino, aquél encuentro filial, sólo había sido un amor de verano, nada más.
Debía admitirlo, el día en el cuál se marchaba fue bastante deprimente, tanto para mis padres como para mí. Sin embargo, teníamos la oportunidad perfecta para un último encuentro, uno último en el cuál podía hacerla mía una vez más. Debía llevarla al aeropuerto, mis padres no irían con nosotros para mi suerte… Nuestra suerte.
-Cuídala mucho, hijo. –Mencionó mi madre mientras atravesábamos la puerta principal de la casa. Ambos avanzamos hasta el auto, no tardamos mucho en subir en el mismo y por supuesto no tardé en acelerar y poner en marcha el auto… Sólo dos manzanas, necesitaba de sus labios.
-No quiero que te vayas. –Susurré inclinando mi cuerpo en su dirección para dejar un leve beso en su labio inferior, ella sólo sonrió, pero su sonrisa demostraba la tristeza que sentía por lo ocurrido.
Sabía que no había mucho por hacer, por tal motivo volví a poner en marcha el auto dejando que el silencio se apoderara de la situación, hasta finalmente estar bastante cerca del aeropuerto, donde un movimiento por su parte me sorprendió totalmente. Su mano traviesa se posicionó de inmediato en mi entrepierna, dejando un apretón en aquella, bastante fuerte para mi gusto, hacerme estremecer de inmediato. La miré con rapidez, ella volvió a sonreír pero esta vez se enseñaba la satisfacción en su rostro.
Debía admitirlo, mi corazón se aceleró completamente, sabía que quizá si podríamos estar juntos una vez más, independientemente de que fuera en el auto. Volví la mirada al frente acelerando para poder llegar con mayor rapidez al lugar.
Fue cuestión de tres minutos… Tres tortuosos minutos en los cuales su mano se paseaba sigilosamente por mi pantalón acariciando mi miembro que comenzaba a mostrar su erección mientras llegábamos al aeropuerto, buscábamos un puesto un tanto alejado y finalmente nos encontrábamos “Cómodos” si se le podía llamar de tal manera.
No fue necesaria ninguna palabra, mi hermana vino en mi dirección luego de que yo acomodase el asiento y de tal manera se sentó a horcajadas sobre mi cuerpo, no teníamos tiempo, por tal motivo se deshizo rápidamente del broche de mi pantalón y con cuidado lo bajaron a una altura perfecta mientras mi mirada se mantenía fija en sus ojos y mis dientes friccionando mi labio inferior con fuerza.
Mis manos no tardaron en hacerse contra sus caderas, hundiendo mis dedos con suavidad sobre esta para luego moverlas con rapidez hasta el broche de su jean, deshaciéndome del botón y de la cremallera mientras ella eliminaba besaba con suavidad mis mejillas, era encantadora. Dejando suaves besos en mi rostro bajó con suavidad hasta mi quijada dónde sus dientes se clavaron con suavidad, provocando que de mis labios se escapara un pequeño gemido, pero la reacción de mi cuerpo se presentó en cuanto su lengua delineó mi cuello cuidadosamente, llevándome a introducir mi mano dentro de su jean y con mi dedo índice hacer una fricción en sus labios mayores, ¡qué exquisités!
Ella gimió… Debía admitirlo, aquello me volvía completamente loco, tanto así que no quise perder tiempo en llevar mi lengua hasta sus labios y luego de delinearlos creando una humedad en los mismos, terminar por introducirla en su boca comenzando a moverla con suavidad, explorando en un principio sus mejillas, su paladar y finalmente enredarla con su lengua en un húmedo beso mientras mis manos se ocupaban de bajar su pantalón, debía ocuparme de quitarlo mientras mis dedos se ocupaban de acariciar con tan sólo las yemas su cálida y exquisita piel.
Sus manos retomaron las caricias sobre mi miembro ya erecto, paseándose con libertad sobre la erección que se notaba con exageración a pesar de que el bóxer aún cubría completamente mi falo. Mi mirada se cruzó con la suya una vez más, mis manos luego de quitar su jean subieron por su blusa levantando ésta hasta finalmente dejar sus senos a mi disposición, dejando de tal manera que mis labios fueran en su dirección.
Perderme en su boca, era sin duda alguna una de las cosas que más me encantaba. Esa lengua era mi perdición, pese a lo clandestino que llegaba a ser el momento, al besarla sabía que aquello era mucho más que una calentura, aquello era una infinita pasión, había amor de por medio pese a que ninguno de los dos lo había mencionado con anterioridad, y es que el hecho de siquiera pensarlo era una completa locura, de eso si que no había duda alguna.
Después de besar sus dulces labios llevé mis manos hasta sus senos, los botones de sus pezones yacían ligeramente erectos, por tal motivo no quise dudar en apretar los mismos seguidamente gracias a la ayuda de mis dedos índice y pulgar, respectivamente de cada mano. Mi lengua delineó su labio inferior para luego descender con besos húmedos por su quijada y su cuello, finalmente dejé que su cuerpo se hiciera hacia atrás y así pudo llegar a darme el espacio perfecto para que mi boca atacara sus voluptuosos senos, eran un encanto.
Mientras mi lengua se encargaba de saborear cada rincón de aquél par de montañas, una de las manos de mi hermana mayor se dedicó a adentrarse en mi bóxer, inmediatamente tomó mi glande entre sus dedos y llegó a presionarlo constantemente, siendo este el motivo para que un gemido escapara de mis labios. Levantando el rostro miré sus ojos y casi por inercia levanté mis caderas, allí aproveché para bajar la prenda que cubría mi erección y finalmente esta quedó libre, así su mano pudo masturbar con suavidad mi falo en movimientos constantes que me hacían delirar de tanto placer. Para mi mala suerte, aún las bragas llegaban a cubrir su entrepierna, por tal motivo con el ceño ligeramente fruncido tomé mi propio falo con una de mis manos y dirigí mi glande hasta sus bragas, por encima de la suave tela comencé a delinear sus labios mayores cuidadosamente, esto sin duda alguna aumentó el calor entre los dos.
-Me encantas. –Comenté con tan sólo un hilo de voz, ella sonrió y con una de sus manos corrió sus bragas, haciendo así que mi glande chocara directamente con su clítoris haciendo que ambos sintiéramos el calor y la humedad por parte del otro, una de las mejores situaciones que podía pasar entre ambos.
-No debería ser así. –Dijo ella, llevándome a fruncir nuevamente el ceño, más sus acciones fueron diferentes y sus caderas levantándose le dieron paso para que bajara sus bragas y así estuviera desnuda, a mi disposición. Tomé sus senos con mis manos y comencé a masajearlos con cuidado, nuestras bocas volvieron a encontrarse y nuevamente fue ella la encargada de tomar mi miembro, que luego de masturbarlo por unos segundos empezó a frotarlo entre sus labios mayores, dejando así que cada rincón de mi falo se llenara de sus fluidos. Mordí su labio inferior con fuerza, ella sonrió una vez más, por lo que miré sus ojos mientras su mano dirigía mi glande hasta la entrada de su cavidad, sería mía una vez más.
Ambos nos observamos, ambos sabíamos lo mal que estaba aquello pero lo exquisito que era, fue por tal motivo que un movimiento de caderas bastó para que mi miembro comenzara a hundirse lentamente en su cavidad, haciéndome sentir la calidez, la humedad y la estrechez de la misma que se aferraba a aquél trozo de carne que le penetraba, era un forastero que en un principio fue recibido con calor, más las embestidas continuas le dieron una mejor bienvenida.
Los vidrios del auto comenzaron a empañarse, sus manos yacían en mis hombros y las mías habían cambiado hasta sus caderas, de tal manera pudimos crear un constante movimiento en el cuál la rapidez era primordial, ¿por qué? Simple, el desespero que había presente le ganaba a todo, y más allá de ello, el tiempo que teníamos era mínimo para poder continuar.
El característico sonido de mis testículos chocando contra sus muslos internos era una de las cosas que más me gustaba, pues la humedad que había entre ambos hacía el momento bastante circular, por eso en cada rápida embestida dicho sonido venía acompañado por parte de gemidos por parte de ambos, sin duda alguna los dos lo estábamos disfrutando y decir que lo hacíamos en demasía, era poco.
-Más fuerte. –Pidió, aquello llevó a que las comisuras de mis labios se curvaran en una sonrisa. Mi boca terminó contra la piel de su cuello comenzando a succionar y morder la misma con desespero, esto mientras hacía lo que me pedía y por tal motivo comenzaba a moverme más fuerte contra ella, quién comenzaba a realizar movimientos circulares con sus caderas provocando así que mi glande llegase a chocar con cada rincón de sus paredes internas.
Continuamos así por unos minutos más, el desespero aún nos invadía y por ende terminé moviendo el asiento un poco más para atrás, de tal manera, ella pudo levantarse haciendo que mi miembro saliera de su cavidad (haciéndome sentir nada en ese instante) para después volver a sentarse dándome la espalda, fui yo quien acomodó mi propio falo una vez más en su cavidad, de tal manera volví a penetrarle, sólo que esta vez el contacto directo de nuestros cuerpos era diferente, su trasero chocaba con mi pelvis y el color rojizo que quedaba en sus glúteos era debido a lo fuerte de cada embestida. Dicha posición me llevó a tomar sus senos con firmeza, mis manos se aferraron a los mismos mientras ella era la encargada de llevar los movimientos, siendo estos rápidos, precisos y por sobre todo deliciosos. Podía jurar que gemíamos al mismo tiempo, podía jurar que ambos sentíamos lo mismo, más intenté callar mis gemidos cuando mis labios chocaron contra su hombro para intentar calmar la situación, pues bien mi orgasmo estaba más que cerca y estaba seguro que el suyo también.
Esperando poder alcanzar el orgasmo junto a ella, una de mis manos bajó de sus senos hasta su clítoris, allí mis dedos medio e índice comenzaron a frotar con fiereza el pequeño pedazo de carne sobresaliente, haciéndola gemir con más ganas pues el placer había aumentado.
-Llega conmigo. –Le pedí, dando en ese instante constantes pellizcos a esta zona tan débil de su cuerpo. Sus manos se aferraron a mis muslos y en un último pero bastante fuerte salto de su parte sentí como llegué a correrme, los espasmos previos en mi cuerpo lo habían advertido pero el sentirme chorreando dentro de ella era una de las sensaciones más perfectas.
Ella gimió con fuerza, gritó mi nombre, amaba que hiciera aquello, más si de tal manera me demostraba que había llegado al orgasmo junto a mí.
¿Qué hacen dos personas haciendo el amor? ¿Por qué en un auto? ¿Cómo demonios es posible que suceda aquello mientras son hermanos? Varias preguntas rondaron mi cabeza mientras mi mirada se enfocaba en el avión que partía, casi podía sentir en mis labios el último beso que me había dado, en el auto, en el aeropuerto sólo éramos un par de hermanos. Mi corazón quería salir de mi pecho, quería tenerla cada noche de mi vida conmigo, quería hacerle el amor a cada segundo, quería vivir aquél amor clandestino para siempre, pero los “siempre” han de terminar algún día.
Al llegar a casa, más que desanimado, me decidí a tomar la decisión correcta, una charla con mis padres bastó para que en el transcurso del mes pudiera preparar todo para viajar, ¿mi excusa? Irme a estudiar donde mi hermana se encontraba, “aprovechando” que ella se encontraba allá para poder salir adelante… Pero, ¿qué pasaría? No lo sabía, o al menos no llegué a saberlo hasta el día que llegué a su hogar, ella vivía con un par de amigas, ella no sabía que yo iría, ella… Fue la encargada de abrir la puerta mientras yo frente a la misma la esperaba con una sonrisa, su rostro demostró cuan confundida estaba, sus brazos no hicieron más que rodearme de inmediato y así llegó a abrazarme con fuerza, fue entonces cuando todas las preguntas desaparecieron para que una nueva empezara a rondar por mi cabeza mientras ella susurraba. “Estoy embarazada”. Y ahora, ¿qué haría?