Un par de años más. (I)
Siendo tan solo un joven y virgen, Manuel se vio en problemas cuando su hermana mayor regresó de haber estudiado en la universidad.
Manuel, 19 años. Hoy vengo a contarles lo que cambió mi vida tres años atrás.
FlashBack.
-Manuel, despierta, hoy llegará tu hermana.
Escuchar aquellas palabras realmente era algo odioso, no tanto por que llegaría mi hermana, casi ni la recordaba, en realidad era por "Despertar" Si algo amaba en la vida, era dormir. Un grulido se escapó de mis labios, realmente no quería levantarme pero debía hacerlo. Como pude quité las sábanas de mi cuerpo y caminé en dirección del baño, una rutina total. Luego de lavar los dientes, me observé en el espejo príncipal del lugar. El cabello castaño oscuro se encontraba totalmente despeinado, mis ojos azules no tenían el clásico brillo y mi cara estaba para no más.
Aún dejando escapar un par de gruñidos por lo que había pasado, salí de la habitación en busca de comida, en el piso de abajo solo podía escuchar voces, sin embargo estaba tan dormido que ni recordaba que llevaba apenas unos boxers color negro y que la erección matutina estaba presente. ¿Tanto me afectaba el sueño?
-Santo cielo, ¡Ve a cambiarte! - Escuché a mi madre mientras me observaba bajar las escaleras. Junto a ella se encontraba una chica que plasmaba una inmensa sonrisa en su rostro, era alta, casi como yo para mis 16 años, con un cuerpo escultural, cabello largo de un castaño más claro y unos ojos muy... Como los míos.
-¡Manuel! -Gritó ella con emoción mientras subía un par de escalones en mi dirección, me sorprendí un poco al caer en cuenta que era mi hermana. Años atrás ella había marchado a Europa para hacer sus estudios, nos visitaba muy poco y casi no nos veíamos ya que cuando ella regresaba yo me iba de viaje a dónde mis abuelos.
-¿Melissa? -Cuestioné un poco confundido mientras la estrechaba entre mis brazos, me sentí avergonzado por un momento ya que mi miembro viril erecto chocó contra su vientre, pero ella pareció no darle importancia.
Los días continuaron transcurriendo un tanto normales, yo seguía con mis amigos y Melissa rehaciendo su vida en la ciudad. Fue entonces cuando un fin de semana todo se dio a cambiar... ¿Quién iba a pensar que por fin perdería mi virginidad?
Sí, tenía 16 años y era virgen. ¿Por qué? Simple, a pesar de las horas de ejercicio, de ser "Apuesto" y "popular" las chicas de aquél lugar eran muy anticuadas. Además, ir a un burdel o cosas así me aterraba.
En fin. Aquél viernes por la tarde, mis padres se despidieron de nosotros, irían a pasar un fin de semana juntos en la cabaña familiar, me daba asco el solo pensar que harían allí. Pretendía salir con mis amigos, tenía entendido que al día siguiente Melissa daría una fiesta, más no me importaba pese a que sus exóticas amigas irían a la casa.
Luego de que mis padres se marcharan, terminé tirado en el sillón de abajo viendo la tele, en realidad haciendo zapping pues no había nada interesante. Estaba un tanto distraído, ya que ni me di cuenta cuando ella había bajado.
-Manu, ¡Ayúdame con la calefacción! Muero de frío. -Apenas escuché su voz giré mi rostro para verla, su cuerpo complétamente mojado estaba apenas cubierto por una corta toalla... ¿Realmente había bajado así a pedir eso? ¿Por qué no se había cambiado y ya?
Mis labios se abrieron como si fueran a pronunciar algo, sin embargo nada ocurrió.
Tragué saliva, ella sonrió. ¿Cómo podía atraerme? Ah, sí, claro. Tenía tieeeeeeempo sin verla, y desde que lo había hecho, era una escultura ante mis ojos. Con malicia se acercó hasta el sofá dónde yo me encontraba, frunció el ceño y en un movimiento que nisiquiera predije acomodó sus rodillas a los costados de mis piernas, sentándose entonces sobre las mismas.
-Papá me dijo sobre tu problemita, ¿te ayudo? -Elevó nuevamente una de sus cejas mientras yo estaba idiotizado debido a la toalla que se había movido dejando ver uno de sus senos, era extraño pero poco a poco sentía como mi miembro despertaba en una nueva erección.
¿Qué estaba haciendo? Mientras intentaba caer en cuenta de lo que sucedía, ella se dio el lujo de tomar mis manos y llevarlas directamente hasta sus senos.
-Soy buena, te estoy enseñando para queno seas tan inexperto. -Guiñó uno de sus ojos y el silencio nos envolvió.
Mientras mis manos comenzaban a reaccionar, masajeando y tocando con apenas las yemas de mis dedos, sus labios buscaron mi cuello, entreabriéndolos un poco comenzó a dejar besos mojados sobre mi piel mientras de mis labios se escapaban uno que otro gemido, sintiéndome un tanto desesperado, comencé a hundir el botón de sus pezones con mis pulgares, presionándolos una y otra vez mientras ella continuaba con sus labios.
Levantando un poco la cabeza, deslizó su lengua desde mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja. Como cualquier aprovechada gimió de manera descontrolada, solo buscaba provocarme.
Mis labios buscaron con desespero los suyos, terminé fundiendo nuestros labios en un beso bastante desesperado mientras arrancaba por completo la toalla que cubría su cuerpo. Mi lengua se deslizó por su labio inferior y luego siguió el camino hacia su cavidad búcal, en busca de la suya quién la recibió con bastante calor. Entre el beso un par de jadeos se escapaban por parte de ambos. Sus manos se encargaron de desabrochar mi camiseta y quitarla por completo, fue entonces cuando empezó a mover sus uñas por mis abdominales, bajando cada vez más.
Me sentía desesperado, necesitaba tocarla, sentirla. Las palmas de mis manos recorrieron la extensión de su piel, acariciando su espalda, su trasero, sus muslos, su vientre, su exquisita piel. Terminé llevando mi mano derecha hasta su entrepierna, para entonces introducir mis dedos índice y medio en esta y sentir cuan mojada estaba ¡Por mi!
Ella gimió fuerte al sentir mis dedos, debió retirarse de mis labios en respuesta y aprovechando esto fui yo quién buscó su cuello con mi boca, dónde mi lengua de manera feróz empezó a deslizarse, sintiendo el dulzor de su piel. Sin perder tiempo, Melissa colocó sus manos sobre el broche de mi pantaloneta y lo quitó de inmediato, levantó su cuerpo de manera que sus senos quedaron frente a mi rostro, de esta manera pudo quitar tanto el pantalón como el bóxer que yo llevaba, pero de inmediato mis labios aprovecharon y buscaron sus senos, quería deborarlos.
Su mano envolvió mi falo, no es por presumir, pero tengo la suerte de que tiene un buen tamaño. Ella comenzó a masturbarlo de una manera increíble, su pulgar se apoyaba sobre mi glande y lo masajeaba de una manera alucinante, sentía que en cualquier momento podía llegar al orgasmo, pero debía resistir si quería metérsela y por fin perder esa puta virginidad.
Nuestras respiraciones estaban aceleradas. Pequeñas gotas de sudor envolvían nuestros cuerpos. Era todo tan exótico, perfecto pero extraño a la vez.
Ella se inclinó nuevamente provocando que mi miembro quedara serca de su coño, de esta manera puse sentir como sus jugos envolvían mi falo y aprovechando dicha cercanía tomé mi miembro para entonces llevar mi glande hasta su clítoris, era virgen pero no un idiota, aquello nos daba un placer increíble a ambos.
Los gemidos no se callaban, todo era asombroso.
-Métela. -Murmuró ella mirándome con desespero... ¡Era la hora!
Mordiendo de manera fuerte su labio inferior, moví mi falo para que mi glande llegase hasta su coño, moviendo tan solo un poco mi cuerpo pude sentir como casi succionaba mi glande y fue entonces cuando metí apenas la punta de este. Estaba tan cálido, húmedo, hasta estrecho. Al parecer mi hermanita se encontraba en un largo verano.
Presionando mis dientes de manera fuerte, moví una vez más mi cuerpo para por fin introducirme dentro de ella, mi miembro fue recibido de una manera exquisita, me sentí envuelto entre las estrechas paredes de su coño que parecían temblar ante la presencia de alguien no deseado... O muy deseado. Ambos jadeamos al mismo tiempo, ella colocó sus manos sobre mis hombros y empezó a cabalgar de una manera alucinante, sentía ver estrellas.
No quise quedarme atrás, a pesar de estar abajo de su cuerpo, comencé a moverme también de manera casi desesperada, escuchando el sonido peculiar de nuestros cuerpos al unirse, sintiendo la presión de sus paredes una y otra vez, disfrutando de la ricura que sentía al meter mi polla.
Aquella posición duró un par de minutos, quise tomar el control. Su cuerpo terminó apoyado sobre el sofá, ella estaba recostada y yo me encontraba arrodillado sin sacar mi polla. Tomé sus piernas y las llevé hasta mis hombros, de esta menera podía ver su perfecto coño mojadito que me llamaba y suplicaba por que lo penetrase una y otra vez, fue entonces cuando entendí que esta nueva posición me favorecía ya que casi podía metérle hasta mis testículos.
Comencé una vez más con mis movimientos, mi hermana gritaba de placer pronunciando mi nombre una y otra vez mientras mi polla hacía fiesta con su coño. Mis manos apretaron con fuerza sus senos y fue entonces cuando no pude más, ella gritó y yo gemí fuertemente corriéndome de manera descontrolada dentro de ella.
Allí comprendí que ambos habíamos alcanzado el orgasmo. Que yo había perdido mi virginidad. Que era exquisito y que había sido con mi hermana.
Continuará.-