Un padre caliente

Los años 1880 esa cosas también pasaban...

UN PADRE CALIENTE

La carreta venía rodando por los caminos de tierra, levantando una insoportable polvareda. Por aquellos tiempos esos caminos eran de temer, era raro que se largara gente sola, sin compañía, pero aquel día ella tenía que llegar a la estancia antes del atardecer.

Su madre la esperaba, para revelarle un secreto que no podía esperar. La tarde discurría en una primavera cargada de sol y flores, y arboles frondosamente verdes y coloridos.

Los caballos avanzaban a reventar, látigo puro y gritos de la gente que los guiaba que

eran dos.

Las primeras señales de que la estancia estaba cerca hicieron que Inés, la dulce, como la llamaban, sonriera detrás de un abanico pintado de aves y flores. El ombú centenario. Los perros grandes que salieron a correr y ladrar de manera enloquecida y rabiosa, echando espuma por los hocicos, pastosos y sedientos.

Busco en un pequeño bolsito unas colonias que se fue colocando para no oler fuerte debido a la transpiración, a  pesar de que el calor no era intenso en esas pampas como en otras ocasiones o en el mismo verano próximo serían.

Entraron por la amplia alameda de arboles en cada lado, haciendo las veces de ruta señalada. Hasta que al fin llegaron a la puerta grade de la casa, de los patrones que era donde vivía los padres. Bajo ayudada por el pequeño peón negro. Ella sonrió dulcemente. La gran puerta de color verde se abrió y la madre de Inés, doña Sol apareció para abrazar presta a su hijita querida.

__¡Ohh querida mía, pasa, pasa!¿cómo ha sido tu viaje?

__¡Bien madre, tranquila, hemos llegado bastante rápido!__ dijo la señorita Inés ingresando a la casa.

__¿Quieres beber algo cariño?

__¡Sí madre, tengo sed!__ en eso apareció Simona la negra que atendía en la casa desde que ella tenía memoria. Una vieja que conocí todos los secretos de os de la casa.

__¿Y bien mama, que sucede?

__¡Ahhh tu padre, tu padre, cariño!__ la mujer dramatizando puso sus dos manos en el rostro. Por demás de exagerada, su hija lo noto, por supuesto, sería otro engaño más de su padre, a los que ella estaba acostumbrada escuchar. Doña Sol siempre hacía lo mismo, un gran escándalo para luego terminar en nada, en perdones y reconciliaciones, festejos y cosas así.

__¡Madre otra vez!

__¡Si necesito que hables con él, tu sabes que eres su debilidad!__ dijo la mujer

__¡Ay, ay qué voy a hacer con ustedes, mi esposo está fuera, por eso he podido venir tan pronto madre!

__¡Sabes cuánto te lo agradezco!__ dijo doña Sol, sonriendo y mostrando la hermosa dentadura que aun tenía la bella mujer.

__¿Y donde se encuentra ahora?

__¡Esta recluido en su lugar, tu sabes, su salón!

__¡Bueno debo retocarme un poco y luego iré por el!__ dice la joven mujer, sonriendo para sus adentros, no es la primera vez que intercederá por su madre, sabe cómo hacerlo, y lo que espera su padre sobretodo que ella haga.

En el gran baño de la casa, se quita todo la ropa interior y solo queda con el vestido amplio que ha llevado y unas medias largas hasta su cintura. Se corrige la pintura de los labios, poniendo un color fuerte y  furioso.

Golpeó la puerta del salón privado que tenía el hombre de la casa en esas épocas, estaba permitido, o era sí porque debía serlo. Hoy en día ni siquiera se llega a pensar o imaginar.

Un sillón con un enorme respaldo. Dando la parte de atrás hacia la entrada, una semi luz que hacía difícil la visión apenas se entraba al lugar, luego la vista se iba acostumbrando y entonces todo era más claro.

Inés avanzó, trémula y deseosa. Un humo de habano salía por arriba del respaldo. El sillón era amplio. La chica se fue parando de frente al hombre que la esperaba completamente desnudo y con la verga casi parada por completo.

__¡Te esperaba putita, sabía que vendrías!

__¡Sigues haciendo de las tuyas!

__¡Sabes que no puedo resistirme a una linda chica!

__¡No tienes remedio!

__¡No no tengo!¿qué vas a hacer con respecto a eso?

__¡En principio tomar ese palo con mi boca y tragarlo un buen rato!__ dijo la chica y se colocó de rodillas presta y ardiendo. Lamió la cabeza que se ponía un poco más dura, casi a reventar, la cabezota crecía y el semental empezaba a gemir al recibir las lamidas de su hija.

De pronto rodeó con su boca perfecta, sus labios hermosos y como si fuera una bombilla succionaba, de manera sustanciosa. Las manitos inquietas se apoderaron de las bolas enormes de aquel macho que era su propio padre. Las sopesaba, y estrujaba de manera suave y de pronto de manera más violenta, el padre gruñía, y se quejaba, pero gozando de aquellas caricias calientes y salvajes.

La boca comía sabrosa aquel pedazo de carne venoso y grueso y ahora sí, bien alzado, bien erecto, potente.

La saliva iba bañando todo el palo, chorreando.

__¡Ohhh cariño, me matas, putita, eres tan brutalmente rica y poderosa…me vuelves loco… tu boca, ohhh, muéstrame tus tetas, muéstrame tu cuerpo de zorra!!__ Inés chupa, mama, besa las bolas que están gordas, llenas, duras, el hombre echa humo por la boca, el habano esta a pleno, enciende la roja brasa que quema, como quema su piel y sus sentidos.

La boca come, traga, hasta que se pone de pie, y dándole la espalda al hombre que sigue tocando su vara y acariciándola, mira a la mujer joven, que es su hija, ella baja el vestido y muestra sus hombros, luego continua y la espalda plena aparece desnuda, trayente, y cae otro poco y el nacimiento de las nalgas parecen de manera brutal y decidida.

Un culo poderoso, carnoso, hermoso. Ella lo mueve alentando a que aquel hombre se encienda un poco más, su piel brilla en medio de la media luz. Su piel es tan blanca. Sus caderas trastornan a cualquiera. El padre caliente se vuelve loco de ver esa figura tremenda, exótica, fruta que no es prohibida para el.

__¡Ohh acércate, acércate hermosa, oh que bella putita eres, ven con papi, ven !__ ella de espaldas deja que el hombre la tome por la cintura y bese las nalgas primorosas, suaves, redondas perfectas, carnosas. Lamer la piel, muerde de a poco, dejando roja la piel.

Pasa la larga lengua por el línea que divide las lunas. No entra solo pasa por allí sintiendo como la piel de la mujer se abre, se prende fuego, tiembla de placer y gime y da grandes suspiros.

La sienta en sus rodillas y busca la boca de la hija. Lame los labios. Se mojan ambos, ella con sus dedos toca la verga que no ha decaído un solo momento, en tanto los dedos del padre escarban, la zanja que se ha abierto y un dedo ya está jugando con el anillo de su niña. Lo mete despacio y lo saca, haciendo que la joven se retuerza de placer inmenso. Salvaje, se sienta sobre el dedo que ya son dos.

Lleva sus dedos a la raja. Está chorreando jugos de manera abundante, tan caliente, juega con el botón, hunde en la almeja dos dedos y hasta tres, ella se convulsiona porque tiene un orgasmo, gozando, temblando, gimiendo.

Las lenguas pelean por saciarse aunque saben de entrada que no lo harán. Los dedos de Inés recorren la piel venosa  de la poronga alzada y dura como roca.

Suspiran y ella lentamente se va sentando en la vergota que la penetra, que la hace vibrar, como puta, como todas las otras putas a las que su padre también penetra pero a ella en este instante no le importa, solo quiere sentir su potente espada dentro de ella, como tantas veces, como desde hace tantos años, mucho antes de casarse.

Taladra a la hija que suavemente cabalga dándole la espalda, con la verga bien enterrada en su almeja que suda líquidos, fluyendo, como río. Gime caliente, tremenda mujer ensartada y complacida. Gozosa. Feliz de que su padre le clave la daga haciéndola gozar.

La vergota se infla, se pone más gruesa, se inflama, bombeando, las tetas son estrujadas por el varón, muerde el cuello fino y sedoso. Largo, delicado.

__¡Ohh Inés eres un encanto, ahhhh, me haces gozar!

__¡Como todas tus putitas padre mío!

__¡No digas así cariño!

__¡Es la verdad…y no me importa!

__¿Y doña Sol que dice?

__¡Sabes que doña Sol hace todo lo que le digo!__ dice la hija apurando las cabalgadas al macho que sonríe, apretando un poco más fuerte las tetas de ensueño de Inés. Abrazándola como si fuera lo último que va a hacer, bombeando y chupando el cuello, y de a poco dándole su leche, que se escurre, que golpea las paredes vaginales, que baña internamente a la hembra que gruñe de felicidad y de gozo desmadejándose en un interminable orgasmo que hace sacudir los cuerpos del pecado.-