Un nuevo tipo de placer

Cuando un hombre se deshace de sus prejuicios e ideas machistas puede encontrar un placer increíble, a la mano solo de aquellos que tienen la mente abierta. La verdad no sabía bien en qué apartado poner este relato... (amor filial madre-hijo, sexo anal, sexo oral y bisexualidad)€.

Un Nuevo Tipo de Placer

Ocurrió un día hace un tiempo ya, me encontraba tranquilo en mi casa, viendo televisión y haraganeando, era un merecidísimo fin de semana. Mi madre estaba en la primera planta metida en sus quehaceres mientras Majo, mi hermana pequeña, se hallaba colgada del teléfono. Era uno de esos domingos lentos y perezosos, soleados pero templados, con una permanente y fresca brisa que a ratos se convertía en ventarrones. Era una mañana muy agradable realmente.

  • Voy a salir, ya vengo… – anunció mi hermana en voz alta, luego salió dando un portazo.

Apenas si la oí, mi mente estaba volando en cualquier otro sitio, igual la mitad de su tiempo lo pasaba en la calle con sus amigas. Yo continué con lo mío, ajeno a todo lo demás hasta que apareció mi madre por las escaleras vestida con ropa deportiva.

  • Ricky, me voy a bañar
  • Vaya mama

De reojo la vi mientras entraba a su habitación. Vestía un pants elástico azul claro de algodón que dibujaba perfectamente el contorno de sus sinuosas caderas y sus turgentes glúteos, que se movían al ritmo de sus pasos… parecía que estuviese haciendo buches. Por arriba traía un top blanco que lograba ocultar apenas lo justo de su anatomía, sus senos, prominentes esferas de carne, parecían hacer todo lo posible por escaparse de dicha prenda. Y algo más abajo, su vientre plano y firme quedaba expuesto por la insuficiente extensión del top.

Ustedes ya saben qué tipo de relación mantengo con mi madre, somos una pareja incestuosa desde hace algunos años, por lo que no puedo evitar desearla intensamente cada vez que aparece. Ella es una bellísima hembra, de 33 años en aquellos días, de piel morena suave y tersa, ojos marrones y nariz pequeña y fina. Sus labios eran carnosos, frescos, parecían ofrecer permanentemente un beso a quien los viera. Mamá era una extraña mezcla entre inocencia y lujuria, entre pureza y vicio, su mirada era al mismo tiempo lobuna y angelical, matizada por una sonrisa sosegada que traía a todas horas.

No pude evitarlo, mi pene reaccionó a su presencia (como casi siempre) y fue endureciéndose al mismo tiempo que dejaba volar mi mente, recordando todas esas noches clandestinas y secretas que pasábamos juntos. Vinieron a mi mente esas calientes imágenes de ella gritando y pidiéndome más, extasiada ante el inexorable avance de mi pene, que la invadía una y otra vez. No pude evitar reír por lo bajo cuando recordaba todas las veces en que casi nos pescaban, ya fuera mi hermana o nuestra empleada de la casa, Julia. Siempre que se calentaba perdía el control de su misma.

"Y… ¿por qué no la vas a ver al baño? – me preguntó esa cálida y aguda vocecilla que siempre escuchaba en esos momentos de calentura… siempre he creído que es mi verga hablándome – Seguro que la podés ayudar con el jabón…"*

"Mmm… ¿por qué no?" me dije a mi mismo, imaginando su cuerpo desnudo y empapado, brillante por las innumerables gotitas que lo cubren, con esos pezones oscuros y estrechos, colocados en el centro de esas amplias aureolas, pidiéndome a gritos que los chupara. Estábamos solos, Julita no estaba y mi hermana había salido, si, ¿por qué no?

Sin embargo no pude hacer nada, pues en cuanto me puse de pié me la encontré plantada en la puerta de su habitación. La miré, traía la cabeza envuelta en una toalla, fuera de eso estaba totalmente desnuda, con su cuerpo empapado y brillante por las innumerables gotitas que lo cubrían y con esos pezones oscuros y estrechos pidiéndome a gritos que los chupara. María José solo me sonrió, desnuda, hermosa, recién salida de la ducha, esa mujer estaba lista para ser amada.

Dejó caer la toalla y su largo cabello negro saltó sobre sus hombros y espalda, me ofreció la mano tiernamente y yo la tomé, entramos a su dormitorio y nos quedamos de pie junto a la cama besándonos apasionada y largamente, sin decirnos nada. Mi mano acariciaba su culito, recorría esas grandes nalgas una y otra vez, tratando de colar los dedos en medio de estas mientras la otra buscaba sus pechos, esas hermosas, lindas y enormes tetas que me dieron mi primer alimente, firmes y blandas a la vez, suaves, con sus amplias aureolas sosteniendo unos pezones que se iban poniendo duritos, listos para mamarlos.

Sus ojos me veían cargados de lujuria, sus labios, cuando no estaban devorándome, permanecían entreabiertos, como esperando algo, a veces dibujando una mueca que parecía amenazante y feroz, a veces simplemente entreabiertos, otras veces se los mordía. Me empezó a desnudar atropelladamente, María José no estaba para delicadezas ni para irse con tacto, quería sexo, quería que su hijo se la cogiera como una perra, tal y como le gusta.

En poco tiempo ya estábamos desnudos, besándonos y tocándonos llenos de pasión y calentura. La tomé en brazos y me dejé caer sobre la cama, quedé encima de ella y nos seguimos besando con frenesí. Comencé a recorrer su cuerpo, mi boca iba en busca de sus tetas, de sus pezones erguidos, tersos, los besar y chupé febrilmente, los repasé con la lengua, mordisqueándoselos y jalonéandoselos suavemente con los dientes. Al mismo tiempo ella me acariciaba la espalda y mi culo, recorriéndome las nalgas por todo lo largo y hasta colando dedos en medio de ellas, alcanzándome la raja y el ano. Me provocó un respingo y una sensación extraña, más no desagradable.

  • ¿Mama, qué estás haciendo?
  • Sabés perfectamente qué estoy haciendo… – respondió.
  • Pero mama
  • Lo prometiste Ricardo, me lo prometiste… – puse mala cara, la idea no me hacía muy feliz que digamos. Pero ella contraatacó, yo no era el único que sabía como hacer caras – entonces… solo tú podés pedir hacer realidad tus fantasías, ¿verdad? Yo si me dejo hacer lo que tu querés
  • Mama… sabés que eso no es cierto… – no me respondió, tan solo se quedó viéndome muy seria y poniendo cara de nada – ¡pero es que eso que me pedís… bueno… no!
  • Vaya, si… ya entendí… – dijo condescendiente, pero poniendo mucho cuidado en poner esa cara tan conocida por todos, como diciendo "muy bien, te doy la razón… pero podrías haberme hecho feliz a mi". Se puso boca arriba en la cama y con las piernas abiertas, esperándome

Bueno, siempre he dicho que una relación tiene que ser de dar y recibir, sin embargo hay cosas que sencillamente no se pueden dar o conceder, como esta en este caso… por ello no entendí porqué, un minuto después, me encontraba en 4 patas sobre la cama, con las piernas separadas y el culo expuesto. Mamá me pidió que me pusiera así porque era en esa misma posición que yo la acariciaba hasta llevarla al paroxismo. No sabía qué cosa se proponía… bueno, si lo sabía pero no quería aceptarlo… menos el echo de que me daba mucha curiosidad y mucho morbo, ya tenía la verga parada.

  • No te preocupés cielo, solo vamos a probar a ver cómo se siente… tú relajate hijo

  • Estoy relajado mama… – ¡si, pues… claro, cómo no! Temblaba como una hojita al viento. En ese momento lo sentí – ¡Uy! – exclamé cuando sentí sus dedos jugando alrededor de mi anillo anal.

  • Tranquilo cielo, vamos a irnos despacio… – me dijo en un susurro – tu dejame a mi

María José comenzó a pasar suavemente sus dedos por la parte interna de mis muslos, subían y bajaban, despacio, cada vez más cerca de mis testículos. "Bueno… no está tan mal, por lo menos inició bien" me dije y la dejé continuar todo lo que quisiera. De pronto pegué un respingo, mi madre desvió velozmente un dedo y lo llevó peligrosamente cerca de mi agujero trasero. Y cuando por fon lo tocó, ¡Dios mío, qué cosa tan increíble! Mi madre se puso a jugar con mi culito causándome sensaciones que jamás había experimentado, una sensación que pasó de ser extraña y no desagradable a extraña y muy agradable.

Poco a poco un rico prurito fue naciendo de ese sensible punto de mi anatomía y se fue extendiendo más y más y haciéndose más intenso. Se convirtió en intensas cosquillas que me hicieron revolverme, contra la pared, pero por alguna razón no me quité de la posición en la que mi progenitora, que me observaba muy divertida, me había puesto.

  • ¿Ya ves que no es tan malo? Ahorita solo estoy pasándote un dedos sobre tu chiquito mijo… – presionó un poco, nuevamente sentí un escalofrío – Je, je, cómo se cierra

Entonces por fin pasó, mi madre me lamió toda la raja. Otro intenso escalofrío recorrió toda mi espalda y la piel se me puso de gallino. María José me separó los cachetes del culo y se entregó a un arrebatado y delirante beso negro, sentía su lengua pasarme por todo lo largo, desde mi periné hasta mi ano, se detenía en el y trataba de entrar como si fuese una pequeña verga. ¡Dios mío que sensación, la calidez de su lengua, su magistral e infinita ternura, la tibieza de su saliva y la forma en que se enfriaba al poco tiempo, increíble!

Una vez alguien me dijo que un hombre no es totalmente hetero hasta que una mujer no le ha chupado el culo, negarse es como admitir ser gay reprimido. Otro me dijo que no existe tal cosa como heterosexuales y homosexuales, tan solo bisexuales inclinados más o menos hacia uno y otro género. No sé si alguno tenía más razón que el otro, pero he comprobado que ambos decían la verdad, una vez que dejé de lado mis prejuicios logré gozar de estas misteriosas y proscritas caricias como un loco.

Mamá dejó de pasear su lengua por toda mi raja para intentar introducirme la puntita. Me encontraba muy tenso, con los brazos rígidos y el culo bien levantado, tenía los ojos cerrados, muy concentrado en percibir cada caricia, cada roce. Tanto era lo mucho que me gustaba que comencé a empujar hacia atrás inconscientemente, moviéndome de manera que me entrara más.

  • ¡¡¡OOOOHHH DIOOOOSSSS!!! – exclamé cuando sentí que la lengua de mi madre había logrado entrar al fin dentro de mi – ¡¡¡AAAAAHHHH, MAMAAAAAGGGHHHHH!!! – María José me tomó de las caderas y empezó a acariciarme la verga, dura y rígida, al mismo tiempo que me jalaba hacia ella, para tratar de meterme más.

Pronto sentí su cálido y húmedo apéndice bucal moviéndose como un gusano en el interior de mi ano, entrando y saliendo, retorciéndose. Me pregunté si eso era lo que ella sentía cada vez que yo se lo hacía, si era tan bueno para lamerla y chuparla como ella lo era conmigo. Estaba fascinado, extasiado, me encantaba sentir su saliva resbalando por mi periné hasta alcanzar mis testículos y mi pene, y luego ella como bajaba para sorber esa saliva y devolverse a mi ano.

Era una sensación increíble, como ya dije, aumentada también por el morbo que me daba el hecho de que aquello era prácticamente un tabú en una sociedad machista como la mía (que le chupen el culo a un hombre) y ese sentimiento de vulnerabilidad que me daba la pose en la que estaba. Hasta había logrado sacarme gemidos de gozo.

Mi aprobación instó a María José a ir más lejos todavía, tomó un pomo de lubricante a base a agua (el mismo que usábamos cuando la sodomizaba) y se echó un poco en sus dedos índice y medio. Entonces noté como un dedo intentaba colarse dentro de mí, aprovechando la dilatación que su lengua había logrado y el lubricante con el que estaba untado. ¡Por Dios, lo sentí mientras se internaba dentro de mi cuerpo, lo sentí abrirse paso a través de mis esfínteres! ¡Qué sensación Dios mío, era tal el placer que no solo no me negué sino que hasta separé más las piernas pude para permitirle que entrara sin dificultad!

  • ¡¡¡AAAAAHHHHH, POR DIOOOOSSSSSS!!!
  • ¿Te gusta mi cielo?
  • ¡¡¡SSSSIIIIIIIIHHHHH… DIOS MÍO MAMA, NO PAREEEESSSSGGGGHHHH!!! – casi pude imaginármela con una orgullosa y casi petulante sonrisa de oreja a oreja. De pronto sentí una presión mayor en mi culito, como que me estaba metiendo algo más grueso… era otro dedo.
  • ¡Ya te metí 2 dedos mijo!
  • ¡¡¡¿DOS?!!! – exclamé incrédulo, pensaba que necesitaría más tiempo para asimilar otro dedo .
  • Tenés un culito tan tragón como el mío cielo… adentro – ¡¡¡OOOOOOHHHHHHH, SSSIIIIIIIIHHHHHHH!!!

El placer aumentó nuevamente, ahora me sentía literalmente cogido por ella, con sus 2 dedos entrando y saliendo de mi interior cada vez más velozmente. Me gustó sentir que me forzaba el culo, me gustó la tirantez, lo estrecho de mi ano a la hora de amoldarse a sus dedos. Al mismo tiempo metió su otra mano entre mis piernas y atrapó mi pene desesperado por algo de atención. No comenzó a frotármelo, solo lo sujetó con fuerza y se puso a jalonearlo y a moverlo hacia todos lados.

Cambió de posición, me sacó los dedos de adentro y se acostó debajo de mi, al revés, quedando en la pose de un 69. No esperé nada, al instante me zambullí en el mar de jugos que era su sexo y empecé a devolverle el placer que me había dado. Ella tampoco perdió el tiempo, a la vez que su boca se tragaba y saboreaba mi duro sexo, volvió a colocar su dedo en mi orificio de entrada trasera, metiéndomelo hasta los nudillos. Pronto eran 2 dedos de nuevo y el placer creció, solo que ahora mucho más intenso pues además me estaba mamando la verga y yo también le estaba dando lo suyo a ella.

  • ¡¡¡AAAAHHHHH, MAMÁ, MAAAAADREEEEEHHHHHH!!! – gemía con sus dedos adentro.
  • ¡¡¡MMMMMHHHH, MMMMMFFFGGGHHHHH!!! – gemía ella con la boca llena de verga. No me había dado cuenta antes, pero mi madre estaba empapadísima, ¡a punto de orgasmo! No pensé que verme así de entregado la iba a calentar como a una estufa.

El placer era ya incontenible, sus dedos (ahora eran más de 2, estoy seguro) me penetraban hasta la próstata y su boca encajaba mi largo pene hasta la garganta. Por mi parte me bebía la generosa cantidad de jugos que su vagina me regalaba, además me aferraba a su clítoris con labios y dientes y le metía varios dedos dentro (claro, no al mismo tiempo todo). El orgasmo era ya incontenible e impostergable, y los 2 juntos lo alcanzamos casi al mismo tiempo.

  • ¡¡¡¡MMMMMM, MMMMMM… MAAAAMAAAAAGGGGHHHHH!!!! – me tensé por completo y largué mi semen dentro de la garganta de ella de la forma más fuerte y violenta que recordaba – ¡¡¡¡AAAAAAUUUUUUGGGGGGHHHHHHH, OOOOHHHHH!!!! – mientras eyaculaba seguía empujando hasta el fondo y continuaba haciéndole un enloquecido cunilingus.
  • ¡¡¡¡MMMMMFFFFF, MMMMFFFFFF… AAAAAAGGGGGGMMMMMFFFFFF!!!! – el clímax vino sobre ella casi simultáneamente al mío, pero como tenía la boca llena y me estaba vaciando adentro no solo no pudo gritar a gusto sino que se atragantó con mi semen.

Terminamos casi al mismo tiempo, yo quedé rendido y tendido sobre ella, resoplando y con una rara sensación de vació en mi ano (ya me había sacado los dedos). Rodé hacia mi izquierda y me la encontré con una de los cuadros más decadentes y pervertidos que había visto, no obstante irradiaba un erotismo salvaje y muy intenso. Aun estaba boca arriba con las piernas abiertas, en medio de las cuales se veía un charquito formado por la abundancia de sus jugos. Del otro lado aun tenía el rostro enrojecido, los ojos rojos y llorosos y semen esparcido por la barbilla y labios… y eso si, una sonrisa radiante.

Por mi parte también estaba un espectáculo digno de ver, tenía la cara completa empapada y yo mismo estaba cubierto de sudor. Y eso si, tenía al ano palpitándome, no de dolor o desagrado, todo lo contrario, me palpitaba de gusto y lleno de gratitud, sabía que a partir de ese día, ese tipo de caricias serían habituales en nuestras sesiones amatorias, entre mi madre y yo… gracias y hasta la próxima

Garganta de Cuero

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