Un nuevo comienzo

Es el relato de una mujer, que renace en un cuerpo nuevo, un cuerpo que ha sido reasignado al sexo femenino, aunque siempre se sintió mujer y su apariencia era como tal, pero quiso que su físico se adaptara por completo a su mente femenina.

He decidido poner este relato en confesiones, pues es en el único sitio que encaja bien, ya que aunque es el relato de una mujer transexual, en dicha sección no me parece adecuado por el contenido del mismo.

Es el relato de una mujer, que renace en un cuerpo nuevo, un cuerpo que ha sido reasignado  al sexo femenino, aunque siempre se sintió mujer y su apariencia era como tal, pero quiso que su físico se adaptara por completo a su mente femenina.

Fue al año de haberme operado. No tuve ninguna dificultad en conseguir placer por mi misma cuando me acariciaba, de hecho la masturbación es un proceso de aprendizaje para que cualquier mujer pueda conseguir el placer después con una pareja.  Siempre utilizaba los dilatadores vaginales, que después sustituí por juguetes más eróticos y fui posponiendo el contacto real con un hombre, quizá en parte por querer sentir algo hacia la persona que me entregara.

Conocía a Alex desde hacía varios años. Tenía un taller mecánico donde yo siempre llevaba el coche para hacer los mantenimientos de mecánica y averías. Con su metro ochenta de estatura, moreno, cuerpo musculoso, atractivo y ojos verdes de mirada profunda, era un hombre que atraía a las mujeres. Tuvo muchas parejas pero ninguna era capaz de retenerle, siempre le gustaba la conquista e ir picando de flor en flor.

Alguna vez me dijo que cuando decidiera operarme se lo dijera, pues quería ser el primero en probarme. Decía que yo le gustaba mucho pero a él las mujeres con  pene no le iban y no quería decepcionarme. Yo solía reírme de aquello y le decía que  tal vez la que no querría estar con él era yo, cosa que no era cierta, pues siempre me quedaba mirando a hurtadillas su cuerpo fibroso, mientras manipulaba el motor de mi coche, al tiempo que notaba cómo mis pezones se erizaban y los notaba duros y prominentes.

Cuando me operé no le dije nada, no quería que pensara que se lo decía porque le deseaba físicamente. Pero un día, cuando tomábamos un café juntos, al terminar de cambiarme el aceite al coche,  sentados en una mesa de la cafetería, fue cuando me preguntó que si ya me había quitado el tiburón. Sonriéndole le dije que hacía ya un año.

A partir de ese momento no me apartaba la mirada de la entrepierna. Yo llevaba un pantalón muy ajustado y allí no había trucos. Me percaté enseguida de sus miradas furtivas. Salimos de la cafetería y me dijo que si quería dar una vuelta con él en su coche. Me llevó al lugar donde lo tenía aparcado, era un deportivo negro con ruedas muy anchas y asientos de piel. Me dijo que era de segunda mano, que lo había arreglado él en el taller.

Sin decir nada me abrió la puerta del copiloto y monté dentro. Me paseó por toda la ciudad llevándome a sitios desconocidos para mí. Al final terminamos aparcados en una zona descampada, sin casas ni edificios y bastante oscura. Me miraba fijamente mientras me contaba muchas cosas de su vida que no conocía. Acercándose a mi cara me susurró:

  • Eres una preciosidad nena, lo sabes? No sabes lo que daría por tenerte!

Me gustó el halago, pero mantuve la calma.

  • Estoy un poco confundida, sólo sé que me siento atraída por ti pero no quisiera ser uno de tus juegos –dije.

  • Bueno, a veces me gusta jugar un poco lo admito, pero en este momento estoy siendo sincero.

Lo miré con cierto recelo, preguntándome si se estaba burlando de mí. Alex apoyó una de sus manos en mi muslo mientras la otra la ponía sobre mis hombros. Nos miramos fijamente, profundamente. Sentí de nuevo como mis pezones se ponían erectos. Eché la cabeza hacia atrás, pero antes de que pudiera decir nada Alex me daba un suave beso en los labios. Me acarició la mejilla mientras mi corazón latía con violencia. Posó su mano sobre mi pecho mientras sentía vergüenza porque descubriera la erección de mis pezones. Una de mis manos abrazó el cuello de él, mientras que la otra se apoyó encima del duro abultamiento de sus pantalones. Luego me sentí  rodeada por sus robustos brazos mientras nuestros labios se acoplaban apasionadamente. Nuestras lenguas jugueteaban mientras sus manos grandes y fuertes me apretaban con fuerza.

-Te gusta nena? O no te apetece?

  • No pares - le dije con voz ronca por la tensión.

-Voy a desabrocharte la camisa –dijo.

-Está bien – le dije, mientras yo intentaba desabrochar la suya.

Sus hábiles dedos se introdujeron debajo de mi camisa hasta llegar al cierre del sujetador. Desabrochó con habilidad la prenda dejando mis pechos a su merced. Los acariciaba con las manos y luego llevó su boca a mis pezones, succionando y acariciándolos con la lengua.

Me inclinó el asiento del coche hacia atrás y se desabrochó el pantalón. Colocado encima de mí, enseguida noté su dureza presionar sobre mi entrepierna todavía con el pantalón puesto. Le rodeé con mis piernas mientras él presionaba sobre mi pubis.

-Tenemos que parar, no quiero que pierdas tu virginidad aquí! – me dijo.

  • Entonces porqué has llegado a este punto? A mí no me importa que sea aquí!

  • Creo que no es el lugar, quiero hacerlo en un sitio cómodo y tranquilo.

Me enfadé con Alex, estaba excitadísima y también él mostraba un bulto enorme. No comprendía su actitud, quería que me follara en ese momento. Su cuerpo me ponía a cien y deseaba que fuera él quien me desvirgara.

-Quiero poseerte con calma, no deseo que sea un polvo rápido.

  • Está bien, pero que sepas que eres el primero que me deja así - tal vez no exista otra ocasión.

Me llevó a casa y nos despedimos con un beso menos pasional. Me dijo que quedáramos al día siguiente, que me llevaría a un sitio que nunca olvidaría. Acepté sin mucho entusiasmo por mi decepción de momentos antes, tal vez pensando que fuera cierto lo que dijo de buscar mejor lugar.

La noche la pasé mal, pensé mucho en él. Por la mañana me dediqué a depilarme bien y tras un largo baño me sequé el pelo y me maquillé. Había quedado con Alex para comer, no sabía donde me llevaría. Me puse un vestido ligero, con la parte de arriba fruncida y tirantes en los hombros, la falda del vestido de vuelo, medias transparentes y zapatos con algo de tacón.

Cuando le vi a él arreglado con chaqueta y pantalón empecé a sentir otro tipo de hambre que no podía saciar la comida del restaurante. Creo que nunca le vi tan elegante.  Después de hablar sobre lo que pasó y sobre los deseos que ambos teníamos en una comida prolongada y amena,  me pidió que nos fuéramos a un hotel.

Alquiló una habitación grande, tipo suite. Me quedé un rato inmóvil al observar la enorme cama de la habitación, tal vez porque sería testigo silencioso de lo que allí pasara. Alex cerró la puerta y cerró las cortinas de la ventana. Me mantuve distante en ese momento. Puso una caja de preservativos en la mesilla y un tubo de lubricante. Se acercó, me rodeó con los brazos diciéndome palabras tiernas, después buscó mis labios, besándome con dulzura y pasión. Luego sus manos desabrochaban el cierre del vestido dejándolo caer hasta mis pies. En un instante me quedé con el sujetador, las braguitas y las medias, pues los zapatos me los quité al ver que el suelo era de moqueta. Me puse de puntillas, le desabroché la camisa y me colgué de sus anchos hombros, mientras él me levantó del suelo con su abrazo y me apoyó sobre la cama. En un instante se quito la camisa y luego se bajó el pantalón y los calzoncillos al mismo tiempo. Sentada sobre la cama me retiré tranquilamente las medias.

Me tumbé boca arriba, mientras él apoyado sobre la cama me quitó el sujetador primero, besando cada centímetro de mi vientre hasta llegar a las ingles. Luego delicadamente me bajó las braguitas. En ese momento me di cuenta de lo importante que era para mí esa pequeña prenda, con ella me sentía protegida y segura, sin ella era vulnerable.

Puso sus manos sobre mi pecho, lo apretaba con suavidad y acariciaba los pezones duros y turgentes, bajó su mano por mis caderas y piernas, subiendo y bajando hasta llegar a los delicados pliegues de mi sexo. Su mano se sentía áspera por su rudo trabajo de mecánico, pero delicada al mismo tiempo. Mientras yo deslizaba las mías por su poderoso torso con un vello suave y negro que le salpicaba. Sus músculos eran como el hierro y su vientre plano y fibroso. Su miembro viril se alzaba grueso y poderoso y palpitaba cimbreándose. Me lo llevé a la boca para besarlo primero y después mamarlo con delicadeza mientras Alex estaba arrodillado frente a mi cabeza. Cuando alcanzó su mayor dureza, empecé a tener serias dudas sobre si el acoplamiento era posible.

  • La tienes bastante grande …!

-Cariño, no te pongas nerviosa, déjate llevar!

Nos pusimos de lado mientras nos besábamos y acariciábamos mutuamente. Me siguió calmando con suaves susurros y caricias. Luego de la resistencia pasé a deseo, y sentía mi cuerpo arder. Me puso boca arriba y con su boca acariciaba mi cuello, bajando a mis pezones erectos, haciendo círculos con la lengua alrededor de ellos.  Luego volvió de nuevo a hundir sus dedos en mi sexo, esta vez untados en lubricante suave y acuoso. Mis muslos se abrieron inconscientemente, mientras mis gemidos se acentuaban y le daban a entender que ya estaba preparada.

Alex tampoco podía esperar. Se colocó encima, notando como su enorme cuerpo me aplastaba y su miembro erecto presionaba sobre mi raja, caliente y lubricada. Se incorporo y cogió uno de los preservativos de la mesilla.

-No, mi primera vez no, quiero sentirte –le dije.-

  • Estas segura?

-Confío en ti. Adelante!

Volvió a colocarse encima de mí. Encajado entre mis piernas, flexioné las rodillas para elevar las caderas. Con una mano le tome el enorme miembro y lo dirigí hacia la vagina. Me quedé quieta al notar la acometida. Nos miramos a los ojos fijamente. Notaba la presión, luego noté un dolor fuerte, intenso. Alex paró un momento al oír mis quejidos y mis dedos apretarle con fuerza, luego siguió invadiendo mi intimidad. Noté como él gemía de placer y yo quería que disfrutara.

-Si cariño, sigue, me cabe más, empuja –le susurre enloquecida.

Continuó empujando hasta que la noté dentro toda. La fuerza de las embestidas hizo que algunas lágrimas afloraran a mis ojos. Me sentía muy llena, demasiado dilatada, pero la excitación era más fuerte. Notaba su pecho frotarse con fuerza sobre mis senos. Noté sus manos debajo de mis nalgas subiéndolas arriba y abajo según el ritmo de sus embestidas.

Me aferré a él mientras se estremeció convulsivamente y emitiendo fuertes gemidos eyaculó con fuerza hasta quedar agotado y exhausto encima de mí. Notábamos nuestros corazones cabalgando juntos a un ritmo bestial. Quedó un rato quieto, recuperándose del galope. Quise apartarlo, pero lo abracé, me sentía unida todavía al grueso miembro de Alex que permanecía dentro de mí.

-Cariño…ha sido…ha sido algo tremendo!- me susurró.

Noté su boca buscando la mía. La abrí y me amoldé a un nuevo beso. Me sentía flotar entre nubes.

-Ahora te toca a ti –me dijo.

Recorriendo mi cuerpo con caricias, me puso mis piernas separadas encima de sus hombros y luego hundió su cabeza en mi sexo, caliente y dolorido. Noté su lengua recorrer mis pliegues íntimos en todas direcciones. Mis gemidos eran fuertes e imposibles de controlar cuando empezó a hacer círculos alrededor de mi clítoris. Con una mano le agarré del pelo apretando con fuerza su cabeza mientras elevaba mis caderas. Con la otra apretaba con toda mi fuerza sobre la sábana. Mi cabeza se agitó hacia los lados cuando me llegó un fuerte orgasmo, mientras mi pelvis se convulsionaba de forma rítmica.

Después de dormir en sus brazos un par de horas, me desperté con ligero dolor de cuello. Al separarme, Alex se despertó también. Volvió a besarme sintiendo que él quería continuar con lo que habíamos empezado.

Rodamos hasta colocarme encima de él. Después de besarnos intensamente, baje por su torso y vientre hasta llegar a su miembro desafiante otra vez. Empecé besándolo la cabeza desnuda de piel. Luego lo acaricié con la lengua hasta los grandes testículos que colgaban. Alex gemía con furia cuando le recibí dentro de mi boca. Subía y bajaba intentando que cada vez me entrara un poco más. Alex sujetó mi cabeza entre sus manos, haciéndome marcar el ritmo adecuado.

Estábamos muy excitados. Noté como un calor y congestión fuerte en mi sexo, una sensación de hembra con necesidad de aparearse. Me coloqué a horcajadas encima de él. Tomé su miembro duro con la mano y me fui sentando sobre él dejando escapar un gemido. Noté como mi sexo envolvió su grueso miembro con más facilidad que la vez anterior. Alex me tomó las caderas con sus manos para retenerme en su interior. Comencé a subir y bajar sobre el miembro de forma suave, notando cada vez una sensación más placentera al sentir su dureza frotar mi vagina. Fui subiendo el ritmo de forma instintiva, para ello me apoyé con las manos en sus hombros, así mantenía mejor la estabilidad. Luego fue él quien empezó un martilleo desde abajo, cediéndole yo el control y limitándome a mantenerme estable. Baje una de mis manos hasta frotar de forma circular mi clítoris, mientras él seguía con las emboladas moviendo su pelvis. Sin darme cuenta empecé a tener oleadas de placer, como si estuviera en una montaña rusa. Un orgasmo explosivo me invadió todo el cuerpo, notando convulsiones por toda la pelvis. Mis movimientos y mis gemidos arrastraron a Alex hasta obtener el suyo. Fueron sus gemidos fuertes y duraderos, hasta desplomarme encima de él como una marioneta que le cortan los hilos.

Durante una temporada quedamos con frecuencia y lo hicimos innumerables veces, hasta que otras amistades se introdujeron en nuestras vidas y fuimos perdiendo el contacto.