Un nuevo comienzo 2
Una nueva anecdota con Daniel Dedicado a mis lectores incondicionales (MUGUET)
Mi época de alumno había pasado, tenia que ser el maestro y Daniel fue mi alumno, mi efebo, como antes yo lo fuera. Fue un alumno aplicado, aprendió que dar placer puede ser más importante que recibirlo, al mismo tiempo yo también aprendí de él.
El estaba en el paro en el momento que lo conocí. Medio año después ya trabajaba repartiendo paquetes en un ciclomotor de segunda mano que conseguí a buen precio. Dos meses después empezamos a vivir juntos en un piso de alquiler en el viejo barrio, donde nadie nos juzgó por nuestra relación, al menos abiertamente. En esos mismos dos meses, el afán porque me sintiera orgulloso de estar con él, le hizo apuntarse a un gimnasio, que le hizo mejorar su forma física notablemente. El poco dinero que le quedaba lo empleó en comprarse unas ropas que aún mejoraron más su aspecto.
Fue unos meses más tarde, en el día de mi 26 cumpleaños, cuando el bueno de Daniel decidió obsequiarme con una fiesta de cumpleaños a la que acudirían familia y amigos. No me gustó demasiado la idea, pero a él parecía ilusionarle mucho.
No lo había mencionado: mi familia la formamos yo, mis padres que se separaron unos meses antes de irme a vivir con Ramiro, un hermano casi dos años más pequeño que yo, y dos hermanas que entonces tenían 18 y 20 años respectivamente.
Como Daniel y yo no nos movíamos en locales de ambiente, y la homofobia cultural estaba muy arraigada, nuestro número de amigos era limitado a los compañeros de nuestros trabajos. Ni que decir tiene que todos ellos declinaron la invitación. A Daniel el rechazo le sentó bastante peor que a mi, supongo a causa de un complejo de inferioridad que yo no había podido erradicar ni en mi mismo.
Quitando ese pequeño inconveniente la fiesta fue un éxito. Empezó al mediodía con bastante sobriedad, a eso de las 7 de la tarde, mis padres y mis hermanas se fueron, los demás invitados se marcharon en un lento goteo. Eran las 10 cuando el único hermano de Daniel se decidió a marcharse con una borrachera más que notable, quedando en casa nosotros dos, mi hermano David y su novia, Sonia, o como decía él: su chica.
La chica de mi hermano parecía hecha a su medida, no excesivamente agraciada, de la misma talla que mi hermano, 1,55 aproximadamente, pelo oscuro y ojos claros. Antes de empezar a salir con mi hermano, según las malas lenguas, había sido un verdadero pendón.
Aun no se como pasó, creo que los licores cumplieron su efecto desinhibidor. Nadie estaba realmente borracho, pero habíamos enviado la moral a tomar por el culo. Por primera y ultima vez tuve una conversación completamente abierta de mis relaciones, explicando mis gustos y sus porque.
Una cosa llevó a la otra y pasó algo que no esperaba, que se escapó a mi control. Sonia dijo la frase en el momento justo:
-Pues a mi las películas de tíos me ponen a cien.
No era la primera vez que oía esa afirmación de labios de una mujer, así que no me sorprendió. Lo que si me sorprendió fue la contestación de Daniel:
-Pues en directo aún te gustaría más.
Al mismo tiempo que pronunciaba la frase se sentó en mis rodillas, cara a mi, dándome un profundo morreo. Camuflé lo mejor que supe mi sorpresa aceptando el beso y decidí que nunca lo había hecho con espectadores, era una novedad. “¿Por qué no?” pensé. Después de todo dentro de mi seguía sintiendo la necesidad de experimentar cosas nuevas.
Empecé a manosear el culo de mi amante por encima de la tela, agarrando los glúteos con contundencia. Mientras proseguía el beso de tanto en tanto abría los ojos y observaba como David y Sonia nos miraban, la primera con una cara morbosa al máximo, mi hermano tratando de encontrar ese mismo morbo en lo que veía.
Normalmente el alcohol hace que falle mi instrumento, supongo que en aquella ocasión la cantidad de bebida era la justa, pues mi cipote respondió con una celeridad pasmosa, marcándose claramente en mis vaqueros.
Fue Daniel el que dio por finalizado el momento, poniéndose en pie se desnudó por completo, sin avergonzarse de su cuerpo, ni de el tamaño de su pollita, ahora endurecida como si fuera de madera.
Cogiéndole por la cintura me metí el cipote y los huevos de Daniel en la boca, mamando el paquete genital como un ternero la ubre de su madre, con pequeños tirones.
-Aaaaaah... ssssiiii... to... todooooooooj... en la bocaaaaaaaah.... mmmmm.... - gimió
Mientras le chupaba mis manos jugueteaban con sus nalgas, acercándose poco a poco al virginal ano para juguetear con el, como a Daniel le gustaba. Cuando mis manos estuvieron lo bastante cerca, note que tapándole el agujero y sobresaliendo del mismo, había un plástico, duro y flexible al mismo tiempo.
Me saqué la endurecida carne de la boca con un sonoro chupetón. Asiendo el plástico que le sobresalía lo zarandeé preguntándole con una sonrisa:
-¿Que es esto?
-Un juguetito... para abrir camino.
Me puse de pie y le abracé volviendole a besar con dulzura, mientras acariciaba su desnuda espalda. Daniel me apartó con suavidad, para ayudarme en la ansiosa labor de encuerarme. Me senté en el sofá con el cipote muy tieso, con las venas principales bien marcadas, percantandome entonces de que David y Sonia se habían desplazado y ahora se encontraban ocupando los dos extremos del sofá en el que yo me había sentado, ella a mi izquierda, él a mi derecha.
Volví a meterme el travieso conjunto genital en la boca, dando tirones ahora más intensos.
-Güeeeeeeh... aaaaaahhh... paa... paaraaaaaa... o mmm... me correré. - grito Daniel.
A regañadientes me saqué el caramelo de la boca otra vez, no quería que terminara aun. Daniel giró sobre si mismo enseñándome las pequeñas y níveas nalgas. De su, otrora, cerrado ojetito sobresalía el instrumento, del tipo tapa-culos, de látex negro.
-¿Que te has metido en mi culo? - pregunté con voz ansiosa.
-Un ensanchador de culos. Llevo semanas metiéndome uno cada vez más grande, para regalarte mi culo por tu cumpleaños.
Me sentí tremendamente ilusionado, separé sus nalgas con mis manos y le pedí:
-Sacatelo, pero sin usar las manos.
Inclinándose un poco hacia delante, apretando su esfinter, consiguió que la cónica goma negra saliese poco a poco al principio, de golpe el ultimo tramo. Todo ello entre suspiros y contenciones de la respiración del bueno de Daniel.
Cuando salió el negro, cayendo al suelo, fue cuando pude apreciar claramente el ano, ensanchado más de lo que se lo hubiera ensanchado con mi cipote. Tanto el ano como el negro instrumento se veían brillantes de vaselina. Pasé los dedos al rededor, provocando barios respingos en Daniel.
Me puse a juguetear con el paquete genital de Daniel, dándole dulces apretones con mi mano derecha, mientras con dedos dedos de la mano izquierda le separaba las nalgas para tener una visión perfecta de las sacudidas que daba su ojete con cada uno de mis apretones. Con cada una de las sacudidas en ano se cerraba un poco más.
-Aaaaaag... aaaaaaaah.. vas.... mmmmm... aaaaaaah... conse... conseguir... quem... mmmme... corrrrrraaaah... - suspiró mi amante.
Dejé el jugueteo, y recostandome en el respaldo del sofá, me sujeté mi carajo por la base con la mano derecha y con las izquierda le di a Daniel unas palmadas en la nalga del mismo lado, diciendole.
-¡Ven!, siéntate sobre mi polla.... así tu marcaras el ritmo.
Mientras mi amigo se sentaba sujetando sus nalgas bien abiertas, yo apuntaba mi badajo a su distendido ojetito.
Antes de que mi capullo y su ano hicieran contacto, miré de erre-ojo a nuestros espectadores. Mi hermano estaba con la cara bastante seria mirando el que consideraba asqueroso espectáculo. Sonia nos miraba embobada, estaba babeando por la comisura de los labios y su mano derecha se perdía en su entrepierna.
El morbo de excitar al menos a uno de los mirones, hizo que mi priapo cimbreara ansioso mientras entraba en el amoroso ano como en mantequilla.
Daniel se dejaba caer tan lentamente como sus rodillas le permitían, mientras lo hacía liberaba lentamente el aire de sus pulmones. Cuando sus nalgas chocaron contra mi pelbis dijo:
-Aaaaaag... jod.... ¡joder!... mmmmmm... que pooooooh... pollazo... me ennnnnn... enculassss.... uuuuuuuuf... aaaaah.. ¿T-te gustaaaaah... daaah... darme por c-culooooh?
Abracé a Daniel por la cintura, manteniendole sentado sobre mi hombría, mientras, volviendo mi cabeza a la derecha veia la cara contorsionada, y solo la cara, de Sonia. En la cara de Sonia se veía el placer que ella misma se estaba dando con los dedos. Por lo que supe luego Daniel miraba en la misma direccion.
Las imágenes que mis ojos me devolvían, me excitaron, pero lo que logro hacer que me viniera sin remisión, fueron las contracciones del recto invadido por mi cipote, contracciones provocadas por la eyaculación descontrolada de la pollita de Daniel.
-Aaaaaaag... ¡¡Cochina!!... túúúúúú... uuf.. te pajeassssssss.. y yooooooooh... me vengoooooh.. me vengoooo...
Noté en mi antebrazo la poderosa y caliente eyaculación. Al mismo tiempo que oía mi propia voz mezclada con la de Sonia.
-Mmmmmmmmme... viene... ¡me viene!...¡me viene!...¡me vieneeeeeee!... aaaaaaaaaaaaaaag mmmmmmmmm.....
Fue un orgasmo largo, como los que suelo tener cuando los estímulos son sutiles. Lo sentí con mis ojos cerrados fuerza, conteniendo la respiración. Mientras el orgasmo pasaba me regodeé en la sensación de somnolencia que quedaba tras él. Pasó una eternidad antes de notar la mano varonil de Daniel sujetado mis muñecas para liberarse de mi abrazo.
Cuando Daniel se empezó a levantar abrí los ojos y vi que en el sofá solo quedábamos la homosexual pareja. Tras levantarse del todo vi a mi hermano sentado en un extremo de la mesa mirando con odio visceral a su novia.
Miré mi pene reducido a carne fláccida, mientras el de Daniel se había reducido hasta desaparecer entre la maraña de pelos y lo goterónes de leche, adivinándose, tan solo, los pequeños testículos, arrugados por la actividad reciente.
Daniel y yo nos dirigimos al baño, para, como siempre después de hacer el amor, asearnos mutuamente. Yo aseé meticulosamente el pequeño cipote, y con mucho amor el abierto ojete. El aseó suavemente todo mi paquete genital. Durante el aseo estuve pensando que, quizás, sería el momento de entregar mi virginidad anal, con un cipotin como el de Daniel el dolor iba a ser mínimo.
Salimos al comedor, según el reloj de pared, a los 20 minutos de haber entrado. No habíamos oído nada pero Sonia y mi hermano se habían marchado. Jamas supe el motivo de su marcha, aunque la relación con mi hermano no se alteró lo más mínimo tampoco le pregunté jamas por le motivo de su partida, solo sé que a los 2 días me enteré de su ruptura con Sonia.
En cuanto a mi desfloración anal... bueno eso es... otra historia.
Epilogo
Mi historia siguió y sigue actualmente, con sus luces y sus sombras, con su placer y su dolor.
Seguiré relatandola, pero ya no será en esta sección de gays , la historia de mi vida no lo permite. Si alguno de mis lectores siente curiosidad que me siga el rastro, seguiré publicando con el mismo perfil .
Saludos a todos... y gracias, por leer aquello que yo quiero narrar.