Un nuevo comienzo.

Cuesta encontrar gente decidida a realizar sus fantasías, más si dichas fantasías incluyen meter a una tercera persona en su cama, y más todavía si esa persona es un chico…misión imposible, ja ja aquí quería ver yo al Cruise ese.

Cuesta encontrar gente decidida a realizar sus fantasías, más si dichas fantasías incluyen meter a una tercera persona en su cama, y más todavía si esa persona es un chico…misión imposible, ja ja aquí quería ver yo al Cruise ese.

Había comenzado a charlar con esta pareja hacia ya unos cuantos meses, no suelo mantener una relación basada solo en Messenger tanto tiempo pero al margen de atracciones puramente físicas, con ellos hubo feeling  desde el principio. Nuestros gustos en cuanto al tipo de relación que buscaban eran muy similares y me parecieron sinceros desde el principio. Solo me pidieron paciencia. Yo solo les pedí sinceridad.

Después de 5 meses de charlas, de todo tipo, no solo sexuales,  pudieron  hacer una escapada y pasar a visitarme en mi ciudad.

Había imaginado la situación mil veces, ellos me pidieron que no les dijera nada de lo que pudiera preparar.

-          Conoces nuestros gustos Antonio, coincidimos en casi todo contigo. Preferimos que nos sorprendas.

Con esta frase se cerró nuestra última conversación.

Como decía, imagine la situación tantas veces que casi me daba miedo, cuando haces algo así al final lo idealizas y aunque sea una gran velada parece que queda algo empañada si no es exactamente como lo habías imaginado. Trate de desterrar las fantasías de mi cabeza y continuar con la lectura del periódico. Llegaban con retraso, llevaba ya veinte minutos en la cafetería del hotel donde me dijeron que se hospedarían, unos 10 por llegar yo antes de la hora convenida, otros achacados al tráfico de entrada en Vigo.

-          Antonio?

Su voz me sorprendió  levante la vista y vi a Juan.  Es un hombre de 45 años, mediana estatura, un estado físico normal, no tenía esa prominente barriga que tanto se ve a esa edad. Un tío agradable a la vista.

-          Hola Juan, buenas tardes.

-          Perdona el retraso. ¡menudo atasco en el puente de entrada a Vigo!.

-          Si suele pasar sobre todo cuando caen cuatro gotas.

-          María baja ahora se está cambiando, yo he bajado antes para no hacerte esperar más.

-          Ok, no pasa nada, esperamos a que baje ella para pedir, no?

-          Si mejor además no creo que tarde

Después de tanto tiempo charlando a través del ordenador parecía que estábamos tensos, suele pasar al conocerse en persona. Que si el tiempo, que tal el viaje, que ganas de conoceros,…menos mal que María no tardo mucho.

-          Ahí está…

Mientras Juan hacia señales a María con la mano me fije en ella, escogió un vestido ajustado en la cintura con un escote generoso,  le llegaba un poco más debajo de la rodilla, chaqueta para el frio, y un fular para el cuello. Es una mujer de 42 años, pelo por los hombros, guapa de cara. Una mujer normal de las que, a los que nos gustan de esa franja de edad nos gusta mirar al pasar por la calle.

Me levanto para saludarla, dos besos y de nuevo incomodo silencio hasta que llega el camarero con nuestro pedido, esperamos que se aleje y de nuevo conversación típica, de nuevo el atasco en Rande, la lluvia,…Decido dar un paso más y tomar la iniciativa en la conversación derivándola al tema que nos interesa.

-           Bueno María, estas impresionante, mucho mejor en persona, esas fotos que me enseño Juan no te hacen justicia, jajaja

-          Anda no seas malo.

-           De verdad, no es un cumplido, es lo que me has parecido.

-          Esto me recuerda porque he insistido tanto para conoceros en persona.

-          Y por qué ha sido?

-          No lo sabes?, díselo tu Juan. Por qué habéis venido a Vigo?

-          Como que por que hemos venido?

-          Si cual es el motivo de vuestro viaje?

-          Pues conocerte…

-          Para que queríais conocerme?

Veo como Juan después de unos segundos de incertidumbre sonríe, ya lo ha entendido, el juego ha comenzado y se dispone a realizar su papel.

-          Bueno, la verdad es que hemos venido porque quería que te follaras a mi mujer.

Estas últimas palabras las pronuncia en un susurro, mirando para todas partes temiendo ser oído,  por otra parte María se ha sonrojado, pero mantiene la mirada levantada, y casi diría que con un brillo nuevo.

-          Así que vienes a ofrecerme a tu mujer, es eso?

-          Si, a eso hemos venido.

-          Pero bueno eso significa que tu mujer se convertiría, mientras estéis por aquí, en mi putita y tú en mi cornudo, es eso lo que deseas Juan?.

-          Si, es lo que deseo.

Ahora es Juan el que esta, no sonrojado, pero si pasando un mal rato, no hace más que levantar su caña y llevarla a los labios para simplemente mojarlos, María por su parte remueve sin parar su café. Decido continuar.

-          Has oído a tu maridín María?. Quiere que seas mi putita, tu deseas serlo y convertirlo a él en mi cornudo?.

-          Si,…si, es lo que deseo.

-          Bien si es asi, debes demostrármelo, decirlo es fácil,

-          Como debo demostrártelo?

-          Vete al aseo y tráeme tus braguitas, pero tráelas en la mano, y dámelas delante de tu marido.

Vemos como María, después de unos segundos de dudas, se levanta y marcha hacia el aseo, los dos la seguimos con la mirada, al igual que algún otro cliente desde la barra. Durante mi conversación con María, Juan se ha limitado a escuchar, lo sigo viendo nervioso, me pregunto si no he planteado una situación demasiado  fuerte para iniciar nuestro encuentro. Ahora ya no hay marcha atrás.

Veo a María salir del aseo, trae un puño cerrado.

-          Juan, déjale sitio a María a mi lado.

Estamos sentados en una mesa de esas que tiene una especie de sillón corrido en forma de U así que para que ella se pueda sentar a mi lado sin tener que mover su bolso y la chaqueta que ha dejado sobre el lado que no usamos Juan debe levantarse y dejarla pasar, así además cuando ella se siente quedara entre los dos, a salvo de miradas indiscretas. Juan se levanta para dejar paso a su mujer. Con una sonrisa detecto un bulto en su pantalón que antes no estaba, un bulto que disipa mis miedos en cuanto a si he sido demasiado brusco con la forma de conocernos. Ahora solo falta saber si María opina lo mismo que su marido.

-          Pasa María siéntate a mi lado. Pero antes…

-          Si, toma,

Sin abrir mucho la mano deja caer sus braguitas en la mía abierta, de encaje, negras, veo que se han acordado de mis gustos, aunque seguro que cuando se las puso no contaba con sacárselas tan pronto, y mucho menos en la cafetería de su hotel. Esta nerviosa pero su mirada continua brillante.

-          Bueno supongo que no me habrás hecho trampa, no?

-          Trampa?. Claro que no son las que llevaba puestas…

-          Bueno por si acaso tendré que comprobarlo.

Da un pequeño respingo cuando pongo mi mano en su rodilla, pero enseguida disimula, mira como temiendo que alguien pueda ver lo que pasa, sonríe, ahora entiende por qué Juan le ha cedido su sitio, Juan no dice nada, solo ha cogido su mano sobre la mesa mientras vuelve a llevarse la caña a los labios, esta vez sí bebe.

Continuo subiendo por su muslo, tiene la piel suave, giro mi mano hacia la cara interna de su muslo,  noto como abre ligeramente las piernas, me detengo antes de llegar a mi meta, saboreando el momento. Da un pequeño respingo cuando mis dedos rozan su sexo, lo encuentro para mi alivio, húmedo, muy húmedo.

Cuando retiro mi mano, bajando lentamente por su muslo, apretándolo, mirándola a los ojos con deseo, mirada que devuelve con valentía, sé que no hemos podido comenzar mejor, Juan alterna su mirada en mi y en su mujer, en la que desde ahora, y hasta que se marchen el domingo, será mi puta.

-          La putita de tu mujer esta toda mojada, parece que le ha gustado conocerme… o quizás lo que le gusta es ser mi putita.

Mientras digo estas palabras dirigidas a Juan,  mirándolo a los ojos, me devuelve la mirada y asiente con la cabeza.

-          Creo que, aunque conocerte en persona nos ha gustado, se debe más a la idea de ser tu putita.

-          Si eso pienso yo también,  lo comprobaremos pronto. Porque no subís y la preparas para mí.

-          Como quieres que la prepare?

-          Conoces mis gustos Juan, seguro que entre las cosas que tu mujer ha metido en la maleta tiene algo guardado para este primer encuentro.

María se limita a escuchar mientras termina su café, alterna su mirada en su marido y en mí, he pegado mi rodilla a la suya y siento la presión cada vez más fuerte de su pierna contra la mía.

-          Como hacemos?, subes en 10 minutos?, te doy un toque al móvil una vez esté lista?,…

-          No, claro que no. Cuando tengas lista a tu mujer para ofrecérmela, bajas a buscarme,  te esperare aquí.

-          Bien, subimos ya entonces.

Al levantarse de la mesa compruebo que el bulto en el pantalón de Juan es más prominente. No puedo resistir la tentación de acariciar de nuevo el muslo de María antes de que se levante, fue una caricia larga, sin prisas, desde el muslo, por debajo del vestido hasta la rodilla, mientras Juan, esperaba de pie al lado de la mesa, mirando como mi mano acariciaba a su mujer, mi mirada clavada en los ojos de María, la suya en los míos,  cuando retiro mi mano alzo la vista, Juan sonríe, al fondo en la barra el mismo cliente que miro como María fue al aseo también sonríe.

-          Antonio, María esta esperándote arriba, lista.

Lo había visto salir del ascensor,  vino derecho a mí, yo pacientemente espere sentado a que llegara a la mesa. Habían tardado 20 minutos más o menos, veinte minutos en los que terminé de leer el periódico que tenía en la mesa y aproveche para estudiar al caballero que no dejaba de mirarme desde la barra de la cafetería. No eran miradas continuas pero si lo sorprendí varias veces al levantar la vista del periódico.  También compruebo que el bulto en el pantalón de Juan ha bajado, seguro que se ha aliviado al llegar a la habitación.

Sin decir nada me levanto y sigo a Juan, está más nervioso que al principio, seguro que espera unas palabras en el ascensor, algo que lo tranquilice, de hecho trata de iniciar una conversación.

-          Espero que te guste como te espera María.  Esta bastante nerviosa.

Simplemente sonrío, no pronuncio ninguna palabra. Me gusta que este nervioso. Excitado. Expectante ante lo que va a pasar.

-          Es esta.

Me habla de nuevo mientras se dirige a una de las puertas del pasillo, mete la tarjeta en la cerradura y empuja la puerta, pero se para antes de entrar cediéndome el paso con un ademan.

-          Por favor, tu puta te espera.

Entro, la habitación esta en semioscuridad,  lo suficiente como para poder ver y moverse sin problemas, escucho como Juan cierra la puerta y le sigo pasando por delante de la puerta del aseo hasta el centro de la habitación.

Allí esta María. Si, veo que ha recordado perfectamente nuestras conversaciones. Esta impresionante, lleva un vestido negro, ceñido, marcando sus pechos, cintura y cadera, también le marca ligeramente la barriguita, un escote discreto, zapatos de tacón negros y medias de rejilla. Me gusta cómo va y lo demuestro con un gruñido de aprobación.

Juan se ha quedado mirando en el pasillo de acceso a la habitación. Me giro, vuelve a tener un gran bulto en su pantalón.  Le sonrío y vuelvo  hacia María.  Me acerco a ella, doy una vuelta a su alrededor. Coloco mi mano en su nuca, por debajo de su pelo, buscando la cremallera del vestido, ella levanta sus brazos, hasta ahora pegados al cuerpo y con un movimiento muy sexy aparta su pelo facilitándome la labor, deslizo suavemente la cremallera hasta la parte baja de su espalda y aprovecho para que mi mano acaricie su culo suavemente al principio y agarrando su nalga con fuerza al final. Me coloco delante de ella mirándola a los ojos y llevando mis manos a sus hombros  dejo resbalar por ellos los tirantes del vestido, que suavemente con la ayuda de algún movimiento de ella cae al suelo, sin dejar de mirarla a los ojos me separo un par de pasos. Ahora sí, mi mirada baja por su cuerpo recorriéndola de arriba abajo lentamente, solo para volver a subir encontrándomela ruborizada, pero con la mirada levantada. Me reafirmo, recuerda muy bien mis gustos.

Lleva un corpiño negro, combinado con zonas en granate, es de esos que enmarca los pechos sin  llegar a cubrirlos, los levanta desde abajo dejando la parte superior del pecho al descubierto y los pezones accesibles, viene con liguero incorporado que ayudan a sujetar las medias de rejilla, braguitas a juego.

Juan no ha aguantado y veo que está manoseando con sus manos el bulto que tiene en el pantalón, una leve indicación le basta para que comience a sacarse la ropa, seguro que lleva un buen rato queriendo hacerlo pero no se ha atrevido a hacerlo sin mi aprobación.

Vuelvo a girar en torno a María, esta vez mis manos la rozan, la acarician, recorren su cuerpo, bajan por sus hombros recorriendo sus brazos  pegados de nuevo al cuerpo rozando sus pechos al pasar, su espalda, su cintura, pego mi cuerpo al suyo para que sienta mi excitación en su culito mientras mis manos aprietan groseramente sus tetas, sus pezones están duros, tiro de ellos con mis dedos, siento su respiración agitada, bajo mis manos pegadas a su cuerpo por su cintura, su vientre, llegando a su cadera la aprieto contra mí, mi boca besa su cuello, y subiendo hacia su oído le susurro en el.

-          Dime qué quieres

Ella gira su cabeza buscando mi oído,  siento su lengua recorrer mi oreja, sus labios, su respiración y por fin su voz.

-          Fóllame.