Un nuevo amanecer

Sexo interracial.

UN NUEVO AMANECER

“El casarse es terminar una serie de pequeñas tonterías con una gran estupidez”

Nietzsche Friedrich W (1844-1900) Filosofo alemán.

Para Mariano, aquel de mayo formaría ya parte de su historia de fechas que nunca se olvidan. Como el cumpleaños, la muerte de su madre, o el día que se cayó al Ebro con la moto sin ahogarse, eso sí, agua tragó bastante. Eran las de la tarde cuando salió del despacho del abogado tras firmar la documentación del divorcio de la mujer con la que había convivido los últimos años de su vida, y con la que había tenido dos hijos. A ella ni la esperó; directamente, se fue a un cercano bar y fue pidiendo un whisky tras otro. Para Mariano, motivo de alegría no lo era, aunque sí que lo hubiese tenido que ser. Con ella su vida fue de mal en peor; pero por el medio estaban sus hijos que los adoraba.

Separarse de ellos no era fácil.

-Todo y siendo una tarde con sol, el salir del bar con media docena de vasos en le estomago, a él le pareció el dia más nublado jamás visto. Tal y como le iban haciendo efecto las raciones de whisky, él, más apretaba el acelerador del coche. No tenía claro el porqué lo hacía, si era para que le entrase más aire por las ventanillas o para llegar más pronto… a donde fuese. En realidad no sabía a donde se dirigía, ni le importaba. Como más corría, más adelantamientos temerarios hacía. Tampoco oía bocinazos que le regalaban los paquidermos del transporte. Su mente ya no estaba para aquellas tonterías. En ella ya estaban en ebullición todos los sinsabores vividos desde que su madre lo parió había ya 34 años, Todo y yendo cargado no terminaba de olvidarlo. Incluso se regodeaba de sus tristes peripecias y sinsabores.

-Ya el día despedía al astro Sol, cuando Mariano vio al final de una recta y a su derecha las luces encendidas de varios colores que indicaban que allí había tomate. Y habiendo tomate, también habría más whisky. Al salir de la carretera y como el entorno del club estaba polvorienta tierra, la nube de polvo que levantó a aquella velocidad lo cubrió todo como si fuese un día de niebla. Solo faltaba el olor a gomas quemadas, y el ruido de las ruedas arrastrándose durante bastantes metros, Mariano tuvo suerte, su coche quedó a solo unos centímetros de otro que estaba allí aparcado. Los que estaban dentro del club, salieron a la calle. Hasta que desapareció la nube de polvo, no pudieron saber lo que allí había pasado.

-Cuando Mariano, entró en el local se encontró con que todos los ojos que allí había, estaban mirándolo como si fuese el pistolero, del far west ante una escena de alto voltaje, pero eso sí, sin pistolas. Fue la encargada del local quien le preguntó a donde iba a aquellas velocidades

-Pues no lo sé -le contestó el atabalado Mariano

Ella que se dio cuenta de como estaba este, y sonriendo le dijo- si sigues hacia el sur, encontraras Valencia, Alicante e incluso Málaga. Y si giras hacia el norte puedes irte a la frontera con Francia. Tú decides cowboy-

Los pocos clientes que había a aquellas horas le rieron las gracias a la madam de la casa.

-¿Qué deseas tomar? Vaquero-

-Ponme un whisky con hielo- le contestó el Mariano, sin darse de la expectación despertada.

La dueña del local, que  trataba con elementos de esa clase, al darse cuenta de que a aquel cliente le sobraban los vasos de alcohol y las fiestas, le dijo que ella sabía como consolarle.

-Tengo una pupila que te ayudará a sobreponerte- le dijo ella cariñosamente-

ya verás como en cuando ella termine contigo te sentirás cerca del cielo- continuó esta- pero esto te costará 155 €, sin límite de tiempo.

-Veamos si esto será verdad madame- le contestó con dificultad Mariano.

La dueña, entregándole una llave le dijo que esperase en la tercera puerta del pasillo- no tardaras en tenerla contigo- le dijo la madam satisfecha de haber contribuido a alegrar el día de aquel pobre diablo. Para ella era como un acto humanitario.

El Mariano entró en la habitación y se quedó sentado en una amplia cama, como si esperase un bus, que por allí nunca pasaría.

La dama que entró en la habitación era una negra llegada de Biafra, solo hacía unos meses que cansada de correr descalza delante de los negros de su tribu con la idea de tirársela aunque tuviera 9 años, y cazando micos para poder desayunar, tan pronto pudo se embarcó para Europa en una patera, en la que pasó de todo; hambre, sed frío y hasta algún tortazo. Pero ella, robusta como era, aguantó lo indecible. Después, ya en el club, convirtiéndose en la reina de la noche. Alta, con unos pechos como una cabra preñada, y un culo tan grande como un armario, que además los movía al ritmo de los tambores de allá, esta era la gozada para los clientes que se atrevían con ella, Y algo que las demás pupilas de aquel centro del pecado no tenían era que a cochinadas nadie la ganaba. Para ella, aquello no era ni más ni menos que comerse un mico a medio pelar.

Con los pocos meses que llevaba, todo y hablando con monosílabos se hacía entender. -¿qué mejor escuela que el hambre!- le decía el hechicero de la tribu, con un dialecto parecido al chino.

-”¿Dueña deci que tu tristo!! ¡mu tristo!”- Aún no había terminado de hablar que ya estaba despelotada delante de él. En un momento, al Mariano lo desvistió dejándolo igual que cuando su madre lo parió.

-”¡Tu comer aqui!”- le dijo ella apuntándose su poblado chocho.

-”Y yo come alli”- continuó señalando su príapo.

El Mariano que ya se sentía algo mejor, le dijo que aquello era un 69- “yo no sabé si 69-ó-155. En selva yo corre y corre y no contar. Si no corre y corre, no come mico.

Ella enseguida se aplicó a la labor. Con su fina lengua buscó los agujeros más escondidos, y el Mariano a gozar como un cabrito ante un campo de alfalfa.

Después de la gozada de aquel magistral número, la dama de color le ofreció su maletero, bueno, más bien su monumental culo de piel sedosa.

-”¡Tu no lleva prisa… que yo gosarte dentro! Ah llenalo todo… todo!”- la lujuriosa hembra sé la selva africana a cada embestida que el Mariano le daba, ella respondía con una enculada en sentido contrario. Este, de no haberse cogido bien a sus glúteos, hubiese ido a parar fuera de la cama, o más bien a la calle. El Mariano entonces supo lo que significaba aquellas hembras de color, bravas porque si, y gozadoras insaciables. Cuando después ya la montó por delante lo comprendió mejor- “¡¡mátame león, matame!! ¡¡destrozame el chocho, y meter dedo atrás, muy dentro, muy dentro!!-

El ritmo que aquella venus selvática imponía a sus caderas, lanzaron a su jinete por senderos lujuriosos no nunca vistos antes había transitado. Ella resoplaba como un animal emborrachado de placer. El Mariano también se regodeaba con la incansable negrita.

-Cuando amaneció el nuevo día, el Mariano ya no era el mismo. Al despedirse del personal del club así como de su dueña y la negrita que lo ayudó a la recuperación, una furtiva lágrima le rodó por las mejillas. A la altura de Alcalá de Chivera, entró en el pueblo en donde desayuno copiosamente. Al ser día de mercadillo compro una camisa de color azul. Más adelante y ya cerca de Benicarló, paró el coche y se puso la camisa nueva. Sin saber por qué y con el brazo levantado se puso a cantar el cara al sol con la camisa nueva. Para Mariano, aquel si era un nuevo amanecer. Los cimientos del valle de los caídos se movieron como si anunciasen un nuevo resurgir. Des del cielo, un san pedro emocionado lo bendijo todo. La vida, por allá bajo, continuaba como siempre.

FINE