Un no tan aburrido viaje en avión

Lo que iba a ser un aburrido viaje en avión por trabajo acaba animándose al írseme los ojos detrás de dos piernas espectaculares.

Volvía una vez más de un viaje de trabajo coñazo a Barcelona. Había pasado dos días de reuniones en las oficinas que la empresa tiene en el extrarradio de esa ciudad, por lo que ni siquiera me había podido permitir el lujo de hacer un poco el turista y disfrutar de ella. Además la última reunión se había alargado bastante, por lo que me tocó coger el último vuelo del día.

Normalmente me da bastante pereza todo el tema de coger aviones si no es para irme de vacaciones, ya que se pierde mucho tiempo con el embarque y las esperas. Pero esta vez había algo para distraerme: una espectacular morenita subía por las escaleras del avión un poco por delante de mío y no podía evitar mirar hacia arriba, ya que llevaba una falda negra corta con bastante vuelo y al subir los escalones, de vez en cuando, dejaba asomar la parte baja de sus nalgas.

Al llegar al pasillo busqué mi sitio y ¡sorpresa! ella estaba en el asiento de al lado. De hecho estaba justo subiendo su maleta a la bandeja de arriba y para hacerlo tenía que ponerse de puntillas por lo que una vez más se le levantaba la falda, alegrándome la vista. Dejando de lado las vistas me ofrecía a ayudarla, lo que me agradeció con una bonita sonrisa. La chica no debía tener más de veinticinco años y probablemente era de origen latino por el color tostado y casi dorado de su piel. Como he dicho era morena y tenía una de esas caras bonitas, algo redonda, con dos ojazos negros ligeramente pintados. Aparte de la falda negra llevaba una camiseta blanca con algo de escote, que dejaba a la vista la promesa de un par de pechos de buen tamaño y por lo que se veía sin marca de bronceado, lo que siempre me ha gustado.

Me senté a su lado sonriéndole e hice lo posible para distraerme con el móvil y así no quedarme mirando esos bonitos muslos de color tostado. La chica debía ser consciente del corto de la falda, porque tendía a meter un poco la mano entre las piernas para tensarla y que no se le subiera. Pero eso tenía como efecto secundario que la fina tela se le tensaba sobre los muslos, poniéndome a mí también en una situación “tensa”.

Al poco tiempo, al ser un viaje a última hora del día, apagaron las luces. De cualquier forma y como no podía quitarme la idea de esos muslos de la cabeza le pregunté a la chica si le molestaba que encendiera la luz individual para poder leer un rato. Ella me contestó que para nada y así yo procedí a meterme en mi libro.

Al cabo de un rato noté un movimiento a mi derecha y me giré, viendo como la chica se había recostado contra la ventanilla para dormir un poco. Con el último movimiento la falda se le había subido un poco más y así yo podía ver el nacimiento de su culo. Tampoco es que le viera nada que muchas chicas no enseñen a veces con los pantaloncitos actuales, pero esta chica me tenía embelesado. Me imaginaba como esas piernas continuaban hasta formar un culo redondo y perfecto, de color tostado como el resto de su piel. En mis fantasías la chica no llevaba nada debajo y… ¡DING!

Sonó el aviso de que había que había que abrocharse de nuevo los cinturones y la chica abrió los ojos justo para pillarme mirándole el culo. Yo giré la cabeza avergonzado, mirando hacia mi libro, y esperando que la chica no me dijera nada. Oí como la chica se incorporaba pero yo seguí azorado y enfrascado en las mismas dos palabras del libro. No sé cuánto rato pasó, pero a mí se me hizo eterno la verdad.

Al cabo de un rato la luz del cinturón se apagó y oí a la chica desabrochárselo. Y entonces la chica se levantó y yo temí que fuera a pedir cambiarse de asiento o algo así, dejándome en evidencia. Sin embargo lo que hizo fue apagar la luz de mi asiento y volver a sentarse. Cuando lo hizo me la quedé mirando sin saber qué pasaba y ella simplemente me sonrió. Yo le sonreí de vuelta, pensando que bueno, a la chica le habría parecido divertido pillar a un hombre que le debía sacar casi diez años mirándole el culo. Y entonces me pilló completamente por sorpresa. Con su mano izquierda cogió mi derecha por el dorso y muy lentamente la llevó hasta la parte superior de su muslo. Yo ahí evidentemente me dejé hacer y cuando la tuve sobre él pude notar lo suave y tersa que tenía la piel y el calor que irradiaba de él. La chica apretó el dorso de mi mano y yo imité su movimiento, apretando su muslo. Ella respondió echándose hacia atrás y cerrando ligeramente los ojos. Viendo de qué iba la situación moví mi mano hacia el interior de sus piernas, apretando cada pocos segundos. El calor de sus muslos era más notorio y la chica separó un poco más sus piernas, lo que llevó a su falda a replegarse también un poco más. Con una importante erección decidí seguir y moví mi mano a lo largo del interior de sus muslos hasta que el canto de mi mano tocó sus braguitas. Ella reaccionó con un ligero suspiro y cerro un momento sus piernas, apresando mi mano entre ellas. Al separarlas apreté un poco más, notando el calor y la humedad de su coño. Empecé a mover mi mano de arriba abajo y ella respondió con nuevos gemidos. Sus braguitas empezaron a estar muy mojadas y ella misma las aparto a un lado con su mano, dejando a la vista un coño completamente rasurado, de labios gorditos y brillante por la humedad. Me dieron ganas de comérmelo, pero no había sitio para arrodillarse así que seguí con mi mano, moviéndola, apretando. Ella giró su cabeza hacia la ventanilla, que en la oscuridad actuaba como un espejo y en ella veía su cara, aún con los ojos cerrados, mordiéndose el labio inferior para evitar gemir en voz alta. Decidí dar un paso más y metí dos de mis dedos en su coño, haciendo que la chica diera  un pequeño brinco en el asiento. Entraron como si se tratara de mantequilla caliente, derritiéndose a mi alrededor. Aceleré el movimiento, alternándolo con apretones en los que le agarraba toda su vulva, presionándola con la palma de la mano. La chica se llevó una mano a uno de sus pechos, apretándolo cada vez con más fuerza por encima de su ropa. Viendo que la chica estaba cerca de terminar saqué los dedos y empecé a frotar con fuerza su clítoris, moviendo los dedos en círculos sobre él. La chica empezó a tensarse, mordiéndose cada vez con más fuerza los labios, apretándose el pecho… hasta que estalló. Su cuerpo se tensó, levantándola parcialmente del asiento y haciendo que retirara mi mano, al tiempo que un gemido largo y ahogado se escapaba de sus labios.

La chica se recostó de nuevo y pasó varios minutos acompasando su respiración. Luego se giró y me miró con una gran sonrisa. Y justo en ese momento se encendieron las luces y las señales para abrocharse el cinturón: íbamos a aterrizar.