Un negro me cogio duro
Relato de una jovencita que quiere experimentar algo salvaje con un desconocido bien dotado, y que acaba siendo pentrada varias veces en la misma noche.
Comenzaré por presentarme físicamente. Por razones de seguridad, no les diré mi nombre. Tengo 18 años, soy delgada, tengo pechos desarrollados para mi edad y un muy buen culo, redondito. Mido 1,65, soy de cabello castaño, enrulado. Ya había tenido algunas experiencias sexuales, pero quería probar algo distinto, algo que jamás había hecho y que posiblemente jamás hiciera en mi vida.
Muchas veces suelo meterme en esos chats de internet donde conoces gente, y muchas veces terminas mostrándote por cámara o terminas hablando de sexo. Decidí ir un poco más lejos que lo de siempre. Decidí que quedaría con alguno para que me cogiera.
Sería interesante hacerlo con un desconocido, con alguien que no tienes relación alguna y que seguramente jamás volverás a ver en tu vida. Sería una experiencia distinta a cualquier otra, ya que se pierden muchas inhibiciones.
Quería sentirme prácticamente violada por alguien, pero con mi consentimiento. Estaba decidida a elegir a una persona que no fuera de mi edad, sino un hombre muy bien dotado, que estuviera acostumbrado a dar mucha leche y que pudiera hacerlo por un largo tiempo. Tenía que tener experiencia. Buscaría a un hombre negro (que tuviera un pene descomunal) y maduro.
Comencé un día mi búsqueda en uno de estos chats. Me costó encontrar a mi hombre, pero luego de buscarlo por más de una semana, lo encontré. Se llamaba Jack. Era un negro de unos 33 años. Iba tres veces por semana al gimnasio, y colgaba entre sus piernas una víbora de casi 20 centímetros. Nos vimos por camarita y le conté lo que me gustaría hacer. Aceptó mi propuesta, y quedamos en un hotel barato que queda cerca de mi casa para una semana después. Pasaríamos la noche entera. Yo no me preocuparía por mis padres ya que esa noche ellos tenían una fiesta fuera de la ciudad, y se quedarían a dormir allí para no tener que manejar durante la madrugada.
Antes de vernos, le exigí que se hiciera un examen para ver si tenía alguna enfermedad de transmisión sexual. El embarazo no sería problema, porque yo tomaba pastillas anticonceptivas, pero no me animaba a comprar preservativos ya que podría olvidarse de ponérselos y yo no me daría cuenta.
Fui al hotel a las 10 de la noche, tal como habíamos quedado con Jack. Llevaba una remera muy escotada, que permitía ver una gran parte de mis pechos, y una pollera corta. Tenía ropa interior, por si Jack quería jugar con ella o arrancármela. Tenía una tanguita roja y un corpiño del mismo color. Cuando llegué, lo vi que estaba esperando en la puerta. No era muy alto, medía cerca de 1,75, pero era muy musculoso. Entramos al hotel y fuimos a buscar la llave de nuestra habitación. Él se encargaría de todos los gastos.
Entramos a la habitación. Se sentó en la cama, y yo me senté junto a él. Sacó de un bolso que traía el análisis, y vi que no tenía ninguna ETS. Le repetí un poco lo que quería. Le dije que esperaba hacerlo muchas veces durante la noche. Le dije que la primera vez quería hacerlo más “tranquila”, para relajarme un poco más y tomar confianza. Luego iríamos aumentando el ritmo. Me dijo que no tenía problema, y que esperaba pasar una noche excelente. Me preguntó si prefería arrancar la noche en la ducha o en la cama, a lo que respondí que sería más cómodo en la cama, pero que luego podríamos hacerlo en el baño.
Comenzó quitándome la remera que llevaba puesta, y luego mi pollera. Yo hice lo mismo con él, pero seguí avanzando hasta dejarlo completamente desnudo. Cuando le bajé su calzoncillo, vi su enorme serpiente negra. No estaba erecta aún, pero tenía un buen tamaño. No sólo era larga, sino también gorda. Me la metí a la boca y comencé a chupársela lentamente. El tomó mi cabeza con sus manos y acompañaba mi movimiento. Su pene comenzó a aumentar en tamaño, hasta convertirse en la bestia de 20 centímetros que había visto por cámara. A los 5 minutos, me dijo que me levantara. Me quitó el corpiño y la tanga. Me acostó en la cama, boca arriba, y comenzó a lamerme la concha. Era muy hábil. Yo comencé a moverme en la cama, y largaba algún gemido de vez en cuando. Metía su lengua y me rozaba las paredes interiores. Luego comenzó a meterme dedos, primero uno, después dos, luego 3. La estaba pasando de maravilla. Luego se detuvo para levantarme y darme vuelta. Me puse en 4 patas y él se colocó detrás de mí. Le pedí que me lo hiciera despacio la primera vez, y que me dejara llevar el ritmo a mí. Aceptó sin ningún problema. Tomé su miembro y lo coloqué en la entrada de mi vagina. Me eché un poco hacia atrás para comenzar a penetrarme. Era gigantesco. Logré meter la cabeza, y luego se la solté. Seguí yéndome hacia atrás, haciendo que cada vez fuera mayor la proporción que tenía en mi interior. Tenía que hacerlo lentamente, porque era demasiado grande para mí. Una vez que sentí que tocó fondo, comencé a moverme de adelante hacia atrás, bien lento. Algunos gemidos empezaron a salir de mi boca. Jack colocó sus manos en mi cintura, bien afirmadas, para acompañar el movimiento. Comencé a aumentar el ritmo a medida que el dolor disminuía y el placer aumentaba. No llegamos a hacerlo muy rápido, pero era un buen comienzo. Estuvimos así durante casi 10 minutos, hasta que me dijo que estaba por correrse y que quería hacerlo en mi boca. Me separé de él y volví a chupárselo. Luego lo tomó con su enorme mano y comenzó a masturbarse lo más rápido que pudo, hasta que disparó un enorme chorro de semen en mi boca. Era rica y calentita, pero era tanta que se escapaba por las comisuras y caía por mi cuerpo. Me dijo que me la trague, y yo le hice caso.
Me preguntó cómo había estado la primera vez, a lo que respondí que me había encantado, pero que aún quedaba mucho más. Quedamos tendidos en la cama durante unos minutos, hasta que se levantó y me dijo que lo acompañara al baño.
Nuevamente me pidió que se la chupe, para volverla a su estado de erección. A los dos minutos ya la tenía grande de vuelta. Nos metimos en la ducha y abrimos la canilla. Como hacía mucho calor, abrimos la fría únicamente, lo cual refrescaba nuestros cuerpos. Me tomó por atrás, me inclinó un poco hacia adelante y me pidió que arqueara un poco la cintura. Luego sentí su pene rozar mis labios vaginales, los cuales no tardaron en ser atravesados por ese enorme miembro. El placer volvió a mí, mientras las gotas frescas de agua me quitaban el calor y el sudor. Sus manos masajeaban mis tetas. El ritmo lo llevaba él, pero no era mucho más acelerado que el que veníamos teniendo hacía unos minutos en la cama. Luego sacó su pene de mi interior y me dio vuelta. Me levantó una pierna y me introdujo su pene. Me dijo que lo abrazara con mis piernas y brazos, que él me sostendría. Hice lo que me pidió, y a los pocos segundos estaba colgada de él como si fuera un mono en un árbol. Ahora el ritmo era un poco más acelerado. Lo miré y lo besé. Si bien sentía un poco de dolor, el placer era superior. Yo me corrí estando colgada de él, pero él siguió un poco más hasta que se vino. Le dije que podía correrse dentro de mí, y así lo hizo. Sentí toda su leche caliente en mi interior. Cuando volví a apoyar mis piernas, éstas temblaban un poco, y de mi concha chorreaba una mezcla de semen y fluidos vaginales. Salimos de la ducha y nos secamos rápido. Volvimos a la cama para reponer energías.
No llegamos a reponernos mucho, porque a los 10 minutos ya estábamos haciendo un 69. Yo no podía chupárselo bien porque el placer que me proporcionaba era demasiado, y no podía concentrarme en mamárselo. Después de unos minutos, me recosté boca arriba ya abrí las piernas, dejándole mi conchita a su disposición. So colocó frente a mí y me insertó su verga descomunal. Ésta vez el bombeo era fuerte y duro. Se oían mis gemidos de placer, con el golpeteo de sus huevos chocando contra mí como fondo. Me dolía un poco, pero no quería que pare. Me tomaba de mis piernas para darme con más fuerza. Luego me puso de costado y se acostó detrás de mí. Volvió a meter su pene, y siguió cogiéndome duro. A los 5 minutos yo me corrí nuevamente, pero él siguió un largo rato hasta que le vinieron las ganas de expulsar leche. Volvió a hacerlo en mi interior. Me gustaba sentir su leche dentro de mí, pero estaba cansada y me dolía el cuerpo un poco.
Me quedé dormida por un tiempo, hasta que sentí algo que me rozaba por adentro. Cuando desperté, estaba acostada boca abajo, y Jack estaba encima de mí cogiéndome como un perro excitado. Me lo estaba haciendo muy duro. Yo gritaba, un poco de dolor y un poco de placer. Luego me tomó y se acostó boca arriba, sentándome encima de él. Me movía de arriba abajo como si fuera un muñeco de trapo. Luego de un tiempo así, me acostó boca arriba y se arrodilló, dejando su pene a la altura de mi cabeza. Se masturbó bien duro hasta que expulsó su semen sobre mi cara. Tenía leche en mi boca, mis cachetes, mi cabello, mis ojos (que estaban entrecerrados porque aún no me había despertado completamente). Miré el reloj y eran las 2 de la mañana.
Descansó durante media hora, calculé yo, para luego meterme su pene en mi boca. Se lo chupé durante unos minutos (ya me había despabilado un poco) y luego me puso en 4. Me metió su pene de un saque, y comenzó a bombear muy duro. Le dije que me dolía queme estaba haciendo daño, pero no pareció importarle. Mientras bombeaba, me metía sus dedos en mi ano. Era rico, pero aún me dolía la concha. Luego sacó su pene y lo puso en la entrada de mi ano. Le pedí que me lo hiciera despacio, pero se rió. Escupió mi ano y volvió a meter su dedo. Lo sacó para reemplazarlo por su pene. Un grito de dolor salió de mí. Todo el hotel debió haberlo escuchado. Sentí como me quemaba el roce de su pene en mi culito. Me lo hacía muy duro, y me costaba aguantar los gemidos. Luego comenzó a sacarlo y meterlo en mi vagina, y luego lo sacaba y lo volvía a mi ano, y así durante un rato largo. Ya hacia el final comenzaba a doler menos y a disfrutar más. Sentía que mi ano se había agrandado mucho. Luego se corrió en mi ano. Me incorporé para dejar caer el semen. Noté que también caían algunas gotas de sangre. Me había herido el culo! Mis piernas temblaban, me dolían ambos agujeros y me costaba moverme.
Me quedé dormida hasta que volví a sentir como Jack me cogía por mi vagina. Yo estaba tendida en la cama, boca arriba, con mis piernas abiertas, y sentía su respiración agitada sobre mi rostro. Me estaba dando duro, pero no tanto como antes. Me daba con tanta fuerza como para que yo sintiera placer, al borde de comenzar el dolor, pero sin llegar a éste. Me encantaba que me lo hiciera de esa manera. Luego me levanté y me puse en 4. Él se colocó detrás de mí y me la metió de un solo golpe. Ya tenía la vagina dilatada, así que no me dolía. Me tomaba de la cintura, y cada tanto hacía un recorrido por mi cuerpo hasta llega a mis tetas. Yo gemía para él. Era puro placer. Luego me tomo firmemente y se echó de costado, tirándome a mí también. Quedamos los dos acostados de lado, él detrás de mí. Volvió a introducir su pene en mi vagina, mientras me metía sus dedos humedecidos por su saliva en mi ano. Luego sacó su pene, para metérmelo en mi culito. Ésta vez lo gocé más, tal vez porque estaba un poco más despierta que la vez anterior y porque ya sabía lo que se sentía tener ese enorme pedazo en mi ano, pero lo disfrutaba. Luego se recostó boca arriba, y yo me senté encima de él. Siguió dándome por mi ano, hasta que se corrió entro de mi culito. Yo se la saqué y me la metí en mi concha. Lo cabalgué durante unos cinco minutos hasta que sentí que me venía. Me separó de su cuerpo y me recostó boca arriba. Se colocó enfrente de mí y comenzó a frotar mi clítoris. Lo hacía con mucha rapidez. No aguanté más de dos minutos y me vine en su cara. Un gran chorro de fluidos se escapó de mi vagina, y le sucedieron algunos más, pero de menor potencia. Ambos estábamos llenos de leche, él en su rostro y yo en mi ano (y mi cara aún no estaba completamente limpia, había quedado un poco pegajosa). A esta altura ya eran como las cinco de la mañana. Ambos nos quedamos dormidos.
Desperté cerca de las 12 del mediodía. Jack estaba tendido en la cama, boca arriba, con sus brazos y piernas abiertos, y su pene flácido pero presente. Me fui al baño para lavarme la cara, y luego volví a la cama. Me dolía todo el cuerpo, principalmente mi vagina y mi ano; estaba agotada. Me puse de costado, mirando hacia la ventana. A los 15 minutos sentí que algo rozaba mi culito. Di vuelta mi cabeza para verlo a Jack rozando su pene por mi cola. Me dijo que sería la última, y que luego se iría. Le pedí que me hiciera un masaje primero, y que luego podríamos hacerlo. Me acosté boca abajo y él se arrodilló en la cama, con una rodilla a cada lado de mi cuerpo, a la altura de mi culito. Colocó sus manos sobre mis omóplatos y empezó a moverlas en círculos. Tenía manos fuertes, y yo sentía todos mis músculos doloridos. Fue bajando por zonas. Luego masajeó mi cintura durante unos minutos, para luego volver a subir, pero a mi nuca. Me encantaban sus masajes. Luego quitó una mano, e inmediatamente sentí su pene en la entrada de mi vagina. Lo metió de manera suave. Me gustaba como me lo estaba haciendo, ya que no tenía energías para un sexo salvaje y desenfrenado. Además, estaba tendida en la cama, de modo que no tenía que hacer fuerza para mantenerme. Luego me dio media vuelta y me penetró por adelante. Yo gozaba de su bombeo lento. De vez en cuando, soltaba un gemido de placer. Él recorría mi cuerpo de manera sensual, como si fuéramos amantes. Luego me incorporé, para quedar sentada, con mis piernas rodeando su cuerpo, que se encontraba arrodillado en la cama. Lo masturbé suavemente, manoseándole sus huevos también. Él me besó, y yo le correspondí el beso. Después él tomó su pene y se masturbó rápidamente, hasta que se vino. Yo le entregue mi carita, que quedó tapada por su leche casi en su totalidad.
Luego de eso, se levantó y se vistió. Me agradeció por la maravillosa noche que habíamos tenido y luego se fue. Yo me quedé un rato más en el hotel. Me quedé dormida hasta la tarde. Cuando desperté, me vestí y me fui a mi casa de vuelta. Mis padres ya habían llegado, y les dije que había salido con unas amigas esa tarde. Me bañé para limpiar todo el semen que tenía en mi cuerpo. Caí en mi cama en un profundo sueño, estaba exhausta.
Si me lo preguntan, tal vez no haya sido la mejor idea que tuve. Jack me cogió siete veces en la misma noche, y lo hizo como él quiso. Tal vez me hubiera convenido pedirle a algún amigo con el que ya lo hubiera hecho que me cogiera duro, en lugar de hacerlo con un desconocido, porque luego de la segunda o tercera vez, ya había perdido el control. Además, era un desconocido. Podría haberme lastimado o secuestrado o cualquier otra cosa. De todas maneras, pude gozar un poco.