Un negocio redondo

Una mujer encuentra a su marido siendo follado y tiene una brillante idea. Ballbusting, Pegging y Femdom.

Samantha era una mujer adulta de treinta y cinco años que estaba casada con un hombre de buen estatus económico. Era mediana, con buenas caderas, pechos bastante generosos para su estatura y una larga cabellera rojiza que junto a sus ojos azules eran la admiración de muchos hombres. Trabajaba en una empresa de gran prestigio donde llevaba vestidos ajustados que dejaban ver su buena figura teniendo que hacer que sus compañeros tanto hombres como mujeres se tuvieran que masturbar en el baño.

Su esposo no daba problemas, era sexy, guapo, cuerpazo y una gran polla se meneaba junto a sus grandes pelotas bien redondas y formadas bajo aquel mástil. Aquel día regreso más pronto y subió a su cuarto por las escaleras cuando escuchó algo de ruido. Pensó que su marido estaba viendo porno pero escuchaba gemidos de sexo.

—¿Me estará engañando el muy cabrón?—su entrecejo se frunció.

Abrió la puerta de golpe esperando encontrar a esa perra que se follaba a su marido cuando lo que vio le dejó sin palabras. Su esposo, un macho alfa, vestido con medias y un conjunto de sirvienta, era empotrado por un hombre más corpulento que él y le estaba envistiendo como a una puta.

—¿Cariño?—la cara de su marido lo decía todo, al igual que el del otro.

—¿Qué cojones significa esto?.

Avanzó rápido hasta situarse a un metro de la cama. El tiarrón de detrás dejó de follarlo y bajó de la cama. Su esposo estaba amarrado y no se podía mover, con una erección de campeonato en su entrepierna.

—Lo que ocurre es que le pago a tu esposo para...bueno...ya sabes—dijo acariciando su glande rojiza y dura. Si quieres...luego te doy a ti—dijo echando un vistazo a la figura de esta.

¡Pum!, una tremenda patada en sus pelotas hizo que cayera redondo agarrándose los huevos, casi se los había subido de la fuerza que empleó.

Se subió a la cama y vio a su marido avergonzado y con una cara de pánico que nunca había visto en él. Por no decir que su fuerte erección había desaparecido dejando su pene flácido y encogido.

—Te...te lo puedo explicar—dijo este.

—¿Así que te pagan eh?—el hombre asintió.

—¿Cuanto?.

—Trescientos euros...

Ella abrió la boca sorprendida. Iba a echarle en cara eso pero entonces tuvo una brillante y genial idea que le humedeció el coño rosado y depilado.

—¡Tú!—agarró al hombre del pelo y lo tiró a la cama.

Aún tenía dolores en los huevos.

—¿Hay más follándose a esta perra?.

—Que...¡que te jodan!.

—Mala respuesta—sin esfuerzo le agarro los huevos y apretó haciendo que soltará un ligero grito de dolor.

—¡Si!.

—¿Cuantos?.

—No lo sé...tal vez...veinte...o más...

Ella los soltó generando un alivio en sus maltrechos huevos que estaban hinchados. Samantha fue a por una bolsa de hielo sin decir nada y le aplicó el tratamiento adecuado.

—Lamento eso pero te lo tenías merecido por hablarme así—dijo.

—Si...perdona—estaba arrepentido, había sido el éxtasis del momento.

Su marido aún atado no se atrevía a decir nada, tampoco estaba en esa posición.

—Bien, haremos una cosa...me conseguirás tíos que se follen a ese cabrón...y a cambio te daré el diez por ciento y...te lo podrás follar gratis siempre que quieras.

—¿Qué?.

—Un negocio. A partir de ahora...aquí mando yo—le piso el pene con el tacón haciendo un poco de daño—¿te parece?, tu follas y ganas dinero y yo gano mucho dinero. Haremos que paguen bien...por ese culo. Iré a comprar disfraces, y se lo follarán tanto hombres como mujeres...aunque estas lo harán con un buen y apretado dildo.

—Me parece bien...socia—le ofreció su mano y esta la estrechó.

El hombre se vistió y se fue a buscar a personas, tenía unos contactos que pagarían muy bien por follar aquel ano. Mientras, la mujer se subió a la cama después de desnudarse.

—Cariño...—empezó a balbucear.

—Shhh, no digas nada.

Ella le guió un ojo y se puso detrás suya mientras le agarraba la flácida polla y empezaba a masturbarla lentamente, relajada mientras le mordía la oreja. Este comenzó a sentir cada caricia...su polla volvía a alzarse. Continuó masajeando su pene hasta que notó las palpitaciones.

Entonces, se separó y buscó en su cajón, halló un dildo y se lo ató a la cintura. Luego, simplemente le bastó con empujarlo ya que entró sin problemas.

—Un macho fortachón como tú...con un buen rabo...con unos grandes huevos...—acarició toda su hombría y sus testículos—imagina si se enterasen en la oficina...que te gusta...ser follado—sus caderas se movieron lentamente, haciendo el vaivén. Su marido jadeaba con aquella vestimenta.

—Soy...un hombre.

—No...eres mi puta...—agarró sus huevos y apretó—y podría destruir tus pelotas en un abrir y cerrar de ojos...también podría cortar esto—apretó la base del pene—sería tan fácil...shhh, no lo haré...salvo que te portes muy mal.

Él, estaba cerca de llegar.

—Imagina que tienes unas tijeras justo aquí—dijo agarrando el pene.

Este comenzó a sacudirse fuertemente y correrse mientras gritaba de placer soltando toda la leche encima de la cama.

—Uff...joder...si...—la baba se caía por sus labios.

—Buen perrito—le dio unos azotes en el cuelo y lo desató.

Que decir que su negocio fue a las mil maravillas aumentando la clientela, incluso con los amigos tanto de este, como su esposo o ella. Fue tal, que contrato a chicas para sus sesiones Femdom o para ser folladas. Les ofrecía una seguridad que no hallarían en otro sitio.

Tenía a una joven chica en recepción, todo era en b pero se ganaba muy bien. Ella paseaba por la gran sala cuando vio entrar a muchos hombres desnudos y en fila, uno tras otro. Samantha les hizo ponerse en fila de un lado a otro para ver sus pollas.

—Bien, los picha corta allí, los medianos aquí en el centro y los machotes a este lado—ordenó formando los grupos.

Justo cuando iba a decir algo, salió una novata desnuda, con las tetas al aire y sudada, haciendo una imagen que levantó entre los hombres algo más que pasiones.

—¡Señora, mi cliente desea...''eso''!.

—¡Habla claramente Merche!—replicó.

—Una patada...ahí...

—Ah, ¡pues dale una!. Pero vigila, ves aumentando la fuerza...no sea que se los casques.

—Y si te insulta, me llamas a mí que yo le haré...cierto arreglo.

—Muchas gracias señora—dijo con una sonrisa y regresando.

Samantha suspiró.

—Estas novatas...—se llevó la mano a la cabeza, aquello era agotador.—Bien, ¿quién quiere follar con chicas y quien quiere ser empotrado?, no sean tímidos...aquí se viene a lo que se viene.

Uno a uno fueron diciendo lo que deseaban y que clase de servicio. Tenían habitaciones de sobra para ello y no había problema alguno.

Las mujeres salieron a un sonido de Samantha, una a una iban desfilando.

—¡Joder, me ha tocado el polla pequeña de nuevo!—dijo tras el debido sorteo.

—No te preocupes, así no tienes que fingir—le dijo su compañera.

—Anda pito corto, vamos—agarró al hombre que se moría de vergüenza y fue hasta su cuarto.

Terminada la faena y revisado los formularios del sexo y contrato para evitar denuncias, escuchó como la novata de antes aparecía de nuevo.

—¿Qué pasa ahora?.

—¡Necesito hielo!—respondió nerviosa y asustada.

—Ay dios...no me digas que has hecho tortillas.

Tenían varias neveras y enseguida le atendieron, era un hombre bajo, algo gordo y con el pelo largo. Su miembro no era gran cosa, y más ahora con el hinchazón, pero sus huevos eran como los de un caballo. Era normal que fuera tan doloroso, y más con ese tamaño.

—Ohhh...me duelen...

—Tranquilo, pronto sentirás alivio—Samantha masajeó la zona.

—Yo no quería...—dijo entre lagrimas.

—Tranquila, suele pasar...—confortó ella.

Pasado unos minutos se puso en pie con una erección al ver las tetas de la chica.

—¿Continuamos?.

—No sería bueno...necesita descansar y esperar a que sus huevos...

—¡Quiero follar y correrme!—gritó.

Samantha asintió. Luego salió.

Al cabo de unos minutos salió la novata preocupada.

—Dice que le duelen mucho.

—¿A quién se le ocurre?, mira que lo advertí.

Aquel negocio le daba mucho dinero y no dudo en seguir junto a su socio quien recibía su comisión que era muy generosa.

Uno de esos días, se sentó enfrente de la sesión de una de sus mejores chicas. Estaba en la habitación adornada como en Roma. Su marido y aquel socio suyo estaban atados desde el techo y con pesas en sus pelotas, aunque la de su esposo era más pequeñas pero aún así dolorosas.

—Lo juro...no volveré a decir nada...—dijo llorando este.

—¿No te bastaba con un 10 que querías más?—esta se masturbaba mientras las mujeres penetraban aquellos culos depilados.

—Lo siento.

—Chicas...¿os apetece unos esclavos sin....?—dirigió su mirada a la entrepierna de estos.

Ellos rogaron clemencia ante la risa de la pelirroja.

Samantha se desnudó por completo antes de continuar masturbándose mientras se acariciaba fuertemente los pechos.

—Por esta vez lo dejaré estar...pero a la próxima...no seré tan benevolente—terminó de jugar con su coño y salió por la puerta después de beber agua y solamente cubierta con un albornoz mientras sus trabajadoras follaban aquellos culos.

Al salir, suspiró y esbozó una sonrisa.

—¡Señora!.

—¿Otra vez novata?—preguntó sorprendida. Iba vestida de animadora.

—Decía que le encantaba mi uniforme y quería saber que se siente que le diera una patada una animadora.

—¿Tan fuerte le has dado?—ella asintió.

Samantha suspiró.

—Llama a Clara que esta en la enfermería mientras voy a echarle un ojo con una bolsa de hielo.

Esta asintió y fue a llamarla.

—A este paso voy a gastarme más dinero en equipo médico y enfermeras que lo que voy a ganar con este negocio.

Aquello le agobiaba, pero no le quedaba otra.

¿Fin?.

Lamento la tardanza, espero que con este relato os saque más que una sonrisa ;). Un saludo a todos mis seguidores y gracias por vuestro apoyo siempre.