Un mundo nuevo

En un mundo en el que casi todo el mundo se ha convertido en adicto al sexo, Miriam, una de las pocas personas normales que quedan, busca a más gente como ella. [Contiene escenas de crueldad e incesto]

Este relato es una especie de segunda parte no oficial de uno de los mejores relatos que he leído aquí nunca: Uno de los nuestros, de Lorenaslut. Después de esperar varios meses a que la autora publicara algo más, me he decidido a escribir yo una segunda parte.  He intentado ponerme en contacto con ella pero me ha sido imposible, así que esta segunda parte podría considerarse casi como fanfiction. Pido perdón a Lorena por adelantado si en mi relato traiciono el espíritu de su historia o narro acontecimientos que no sean de su agrado. Lorena, si lees esto, espero que te tomes mi relato como un humilde homenaje al tuyo, que me ha encantado e inspirado para escribir esto. Espero que no te moleste y, si quieres que lo retire, solo tienes que pedirlo. Gracias.


"Soy Miriam ¿Cuál es tu nombre?"

Ella se apartó unos metros para tener mejor perspectiva y ver qué tal había quedado. Si había chorreado pintura por la pared, si todas las letras eran legibles, si se había acordado de usar el signo de interrogación de apertura... Incluso volvió a mojar la brocha brevemente para añadir la tilde en "Cuál". Pensó que era de vital importancia que el mensaje estuviera correctamente escrito. Si todavía quedaba alguien como ella en la ciudad, estas dos breves frases serían el primer acto comunicativo que leyera en mucho tiempo. Una buena ortografía significaba una cortesía hacia el lector, una atención al detalle y, sobre todo, lo que la diferenciaba a ella de todos los demás, de aquellos autómatas que se pasaban el día lamiendo y manoseando al de al lado, introduciéndose en sus cavidades cualquier saliente del cuerpo del otro y restregándose mutuamente, mojados de todo tipo de secrecciones, flujos y excrementos que un cuerpo humano es capaz de producir.

Pasó días realizando la misma pintada en todos los muros limpios que vio, apartando, cuando fue necesario, los girones que quedaban de aquellos carteles enormes que mostraban en acción a estrellas porno, impresos y pegados apresuradamente. Llevaba encima un mapa de la ciudad, que iba consultando en cada esquina para recorrer las calles de manera sistemática, manzana a manzana. Siempre teniendo cuidado de no acercarse demasiado al centro, donde solían estar ellos. No solo era peligroso (su manera de follar empezaba a ser violenta) sino que, muy probablemente, también sería poco realista. Las posibilidades de que hubiera más personas normales en el centro era mínima.

Ella no se planteaba en ningún momento que estuviera sola en la ciudad. Le parecía un pensamiento absurdo. No podía ser que todo el mundo hubiera visto aquel vídeo. No podía ser que ella fuera la única que se diera cuenta a tiempo de lo que estaba pasando y tomara medidas ¿Y qué pasaba con las personas ciegas? Ellas no pudieron haber visto el vídeo. También habría gente que no usara el ordenador con demasiada frecuencia, personas mayores, niños... Esto último la intrigaba mucho ¿Dónde estaban todos los niños? Desaparecieron a las pocas semanas de que empezara todo a irse a la mierda.

-¡Hola, Miriam! Contestando a tu pregunta: me llamo Pedro ¡Encantado!

La voz provino de algún lugar a su espalda. Ella se maldijo mentalmente por haber bajado la guardia y se volvió con rápidez, empuñando como arma lo único que tenía a mano: una brocha que chorreaba pintura blanca. Estudió al hombre con atención mientras mantenía las distancias. Parecía ser algo mayor que ella, calculó que tenía unos cuarenta y tantos. Iba limpio y bien vestido, o al menos todo lo limpio y bien vestido que se podía ir actualmente. La miraba con una mezcla de nerviosismo y simpatía, hundiendo un poco la cabeza entre los hombros, subiendo las cejas y enseñando bien visibles las palmas de las manos: el gesto universal de "no quiero hacerte daño". Desviaba la mirada cada pocos segundos hacia la brocha que sujetaba ella, mientras seguía goteando hacia el suelo. Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro.

-Pareces uno de ellos, con la polla flácida, colgando y goteando semen - Dijo, y soltó una risita tímida.

Ella miró la brocha y vio justo en ese momento un hilo viscoso de pintura blanca cayendo con parsimonia hacia el suelo. Se hizo una imagen mental de lo que él acababa de decir. Y no pudo evitar soltar un espasmo de risa. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que este hombre era como ella, una persona normal, lo que llevaba semanas buscando. Primero: recordaba su nombre. Segundo: iba correctamente vestido. Tercero: ya llevaba un rato aquí y todavía no había intentado tocarse ni tocarla a ella. Cuarto: conservaba intacto el sentido del humor. No había duda, lo había encontrado. El alivio se mezcló con la broma anterior. Los dos terminaron teniendo un ataque de risa que duró casi un minuto.

-Perdona por presentarme tan de improviso antes, ha sido una cagada. Me llamo Pedro. Y tú eres... Miriam, ¿verdad? - Prosiguió él, limpiándose las lágrimas de los ojos.

-Sí - Contestó ella, sonriendo.

-Eres muy observadora, Miriam.

-¿Por qué lo dices?

-Porque sabías que solo una persona normal podría responder correctamente a esa pregunta. Algunos son capaces de hablar, leer e incluso escribir, pero su memoria está dañada.

-Gracias. Y tú eres muy sigiloso. Mi plan era esconderme en algún tejado y desde allí espiar y esperar a que alguna persona viera los mensajes e intentara escribir una respuesta. Entonces la seguiría y vería si es de fiar. Pero tú lo has jodido todo - Dijo Miriam a medio camino entre el fastidio y la burla.

-Gracias - concedió Pedro con una reverencia igual de burlona que el tono de ella - pero tenía ventaja. Eras tú la que se ha expuesto al comenzar las pintadas. En cualquier caso, me parece que las personas normales que quedamos ya no podemos permitirnos el lujo de no ser de fiar ¿no crees, Miriam?

-¿Cómo? - Miriam abrió los ojos como platos - ¿Hay más gente por ahí?

-Bueno, no somos muchos, unos 15. Vivimos en una casa rural a unos kilómetros de aquí y venimos a la ciudad de vez en cuando en busca de víveres, semillas y herramientas. Además, yo me suelo quedar varios días vagando, por si encuentro a alguna persona. No es frecuente, pero... mira... ¡acaba de ocurrir! - Pedro sonrió ampliamente.

-Así que eres mi salvador, ¿eh? - Contestó Miriam - Eres como Rick, de Walking Dead, ¿no?

-Jajaja... Entiendo que compares esta situación con un apocalipsis zombi, pero en realidad hay muuuuchas diferencias - Comentó Pedro, divertido. Cogió aire y prosiguió:

-Por ejemplo, estos no están muertos, están más vivos que nunca, diría yo jajaja...

-Jajaja - Miriam rió con ganas también.

-¡Esas erecciones necesitan que exista riego sanguíneo! - Más risas. Pedro prosiguió:

-Otra diferencia importante es que los zombis son más peligrosos cuanto más numerosos. Pero estos solo son peligrosos si están solos y te ven. Si están en grupo, se follan entre ellos y de lo único de lo que tienes que tener cuidado es de que... ¡no te salpiquen de semen!

Miriam y Pedro siguieron bromeando un rato más. Era muy agradable poder tomarse a risa lo que estaba ocurriendo en el mundo, al menos durante un momento. Caía la noche y acordaron acampar y dormir unas horas en algún lugar seguro. Miriam conocía un supermercado que permanecía sin saquear y llevaría a Pedro allí al día siguiente. Esa noche, apurando una frugal cena, la conversación se hizo más seria.

-Pedro... - Comenzó Miriam, interrumpiéndose mientras se mordía un labio.

-Dime...

-Me alegro mucho de que me encontraras.

-Y yo.

-Quiero decir que... como dijiste antes... hay muchas cosas de las que ya no podemos permitirnos el lujo...

-Así es.

-Como perder el tiempo con tonterías.

-¿A qué te refieres?

-Hace mucho que no estoy con nadie y... bueno ¿Quieres follar, Pedro?

-Tienes razón, no tiene sentido perder el tiempo. La verdad es que me gustas, Miriam. Habría salido contigo antes de todo esto - Contestó Pedro muy serio - Aunque muy probablemente habríamos follado en la tercera cita, no en la primera - Continuó, soltando una carcajada.

Miriam se acercó gateando y sonriendo. Puso la cabeza entre sus piernas, le miró un momento y dijo: "Sí, además, yo no habría hecho esto hasta la quinta cita...", mientras le bajaba los pantalones, para meterse su polla en la boca casi inmediatamente. Pedro echó la cabeza hacia atrás mientras notaba como su pene crecía y llenaba la boca de Miriam. Sobre una manta se dejaron llevar durante horas, hasta terminar tumbados, sudorosos y jadeantes.

Los planes para los días siguientes transcurrieron sin incidentes. La química entre Miriam y Pedro era innegable. Todo lo hacían entre bromas y gestos cariñosos. Al caer la noche, volvían a follar con complicidad y ganas. En la cara de Pedro se dibujaba una mueca de felicidad y enamoramiento. También Miriam estaba todo el tiempo risueña y comentando que notaba mariposas en el estómago. Pero algo la preocupaba, Pedro podía notarlo. En una de sus interminables conversaciones después del sexo, los dos tumbados y ella con su cabeza apoyada en su pecho, consiguió que Miriam confesara tímidamente qué tenía en la cabeza. Al borde del llanto explicó que, al principio, incluso ya sabiendo lo que pasaba, había follado a veces con ellos. Pedro le acarició el pelo y la tranquilizó:

-Cariño, te comprendo. Al principio pensarías que la situación no era tan grave. Todos tenemos necesidades, supongo, y tú te sentirías sola

-Pero he hecho muchas cosas con ellos, Pedro. Hice realidad todas mis fantasías, incluso las más morbosas. Hasta que empecé a perder el interés... - Miriam se quedó pensativa un momento, antes de mirarle fijamente y continuar - Es maravilloso haberte encontrado, Pedro. Por cierto, ¿No tienes novia en esa casa rural tuya?

-La verdad es que no me he planteado algo así en todo este tiempo - Se interrumpió y su cara puso una mueca de difícil interpretación - Verás, yo tenía mujer y una hija antes. Se llaman Alicia y Natalia. No sé dónde están ahora. La verdad, espero con toda mi alma que estén muertas. - Como no queriendo que estas últimas palabras permanecieran demasiado tiempo en el aire, Pedro continuó rápidamente. - Cuando empezó todo, noté un comportamiento extraño en ellas. Fui un estúpido, debí haberlo imaginado, pero creo que una parte de mi mente se negaba a aceptar que mis dos princesas pudieran estar haciendo algo así ¿Cómo iba a imaginar que...? - Volvió a interrumpirse, ahora al borde del llanto.

-Pedro, no tienes por qué contármelo si no quieres. Perdona por mi curiosidad, no pretendía hacerte recordar algo tan terrible.

-No importa, Miri. Al fin y al cabo, todos hemos perdido a seres queridos, ¿verdad? Me apetece contártelo. - Dijo mientras Miriam le empezó a acariciar el pelo y darle besos en las mejillas.

-Las dos se encerraban en sus habitaciones con bastante asiduidad y luego empezaron a pasar mucho tiempo fuera. Alicia trabajando y mi niña en la universidad. Pensé que, con todo lo que estaba pasando, necesitaban concentrarse en algo para no pensar. Descubrí el pastel un día cuando llegué a casa y, mientras abría la puerta, escuché el sonido de la televisión a todo volumen. Era clarísimamente una película porno, los gemidos debían oirse en todo el edificio. Me quedé un rato con la llave en la mano, primero con la mente completamente en blanco, pero poco a poco empecé a atar cabos y la verdad cayó como una losa sobre mí. Pensando que me necesitaban, me propuse hacer lo que fuera para ayudarlas y "curarlas". Creía que era posible. Había leído sobre un caso de una persona que volvió a ser normal.

Ahora Pedro hablaba y hablaba. Se dejaba llevar y parecía que sus ojos no veían a Miriam, que estaba frente a él, observándole con atención. Estaba reviviendo aquello.

-Entré con decisión, consciente de que vería la imagen desagradable de mi mujer o mi hija, sentada en el sofá masturbándose. Pero nada me había preparado para lo que vi. Estaban ahí las dos y... y...

-¿Qué viste? ¿Qué estaban haciendo? - Preguntó Miriam. Si Pedro hubiera estado atento y no perdido en sus pensamientos, se habría dado cuenta de que Miriam se había pegado mucho a su muslo izquierdo y ahora tenía una mano en la entrepierna y jadeaba, proyectado su aliento sobre el cuello de Pedro.

-Yo... no puedo...

-Suéltalo, amor... Sé que duele, pero luego te sentirás mucho mejor - Le animó Miriam, que movía su mano, presa entre sus muslos, mientras la otra rozaba casi sin querer uno de sus pezones. Pedro, presa del dolor, no era consciente de nada de eso, y contestó casi mecánicamente:

-Estaban desnudas a cuatro patas, en el suelo y mirando en direcciones opuestas, culo contra culo. Se estaban penetrando mutuamente con un dildo enorme. Sus nalgas chocaban entre sí.

Pedro salió de su ensimismamiento repentinamente, al darse cuenta del lenguaje soez y carente de cariño que estaba empleando. Miriam cesó en sus tocamientos inmediatamente y se incorporó un poco para poner su cara justo frente a la de él.

-Muy bien, Pedro. Suéltalo todo. No dejes que el dolor cangrene tus recuerdos ¿Qué ocurrió luego?- Dijo con los ojos muy abiertos.

-Cuando ... cuando me vieron entrar, Alicia se incorporó, dejando el dildo dentro del culo de Natalia y avanzó hacia mí. Sin mediar palabra, comenzó a desabrocharme los pantalones. Yo tampoco era capaz de hablar, pero reaccioné rápido y la aparté de un empujón. Fui hacia donde estaba Natalia. Seguía con un extremo del dildo dentro y movía sus caderas en círculos mientras gemía de una manera que se me quedará grabada para siempre en la cabeza. Me agaché para ayudarla en incorporarse, pero ella, cuando se dio cuenta de mi presencia, me sonrió. Dijo "hola, papá" con una voz tan dulce que me partió el corazón. Me disponía a decirle algo, cuando noté un empujón y cai al suelo. Era Alicia, que ahora se sentó encima de mí y me inmovilizaba. Noté que volvían a intentar quitarme el pantalón, pero no comprendía cómo Alicia podía hacerlo si tenía sus manos ocupadas manteniendo mis brazos pegados al suelo. Entonces, incluso en shock como estaba, lo comprendí. Era mi hija la que bajaba mis pantalones y me sacaba la polla, y... bueno, empezó a chuparla. Alicia me mantenía en el suelo, con una fuerza sorprendente para tratarse de ella. Aún así, forcejeé, me liberé y volví a ponerme de pie. Con los pantalones y calzoncillos aún en mis tobillos, avancé como pude hacia la puerta y la abrí. Mientras me ponía mis pantalones, corrí hacia la puerta del vecino y llamé desesperadamente. No sé qué pensaba hacer, la verdad. Solo podía pensar en pedir ayuda, aunque ni siquiera había pensado qué iba a decir cuando la obtuviera. La puerta del vecino se abrió y le vi a él desnudo, mirándome fijamente y masturbándose al mismo tiempo. Detrás de él, veía cuerpos desnudos moviéndose de maneras que no tuve tiempo ni ganas de identificar. Salí corriendo, bajando las escaleras, hasta que salí a la calle. Aún tenía la esperanza de encontrar ayuda. Fue el peor error que he cometido en toda mi vida. Si me hubiera quedado en casa, quizá Alicia y Natalia aún estarían conmigo...

Pedro empujó su nuca contra la almohada, casi como si quisiera hundirse entero dentro de ella. Pero sacó fuerzas para terminar su historia:

-Ellas me siguieron hasta la calle y entonces, al mirar alrededor, me di cuenta de mi estupidez. Cuando Alicia vio a más hombres desnudos masturbándose en cada esquina, se olvidó de mí completamente. Salió corriendo hacia uno de ellos. Una vez más, reaccioné tarde y cuando quise agarrar a Natalia, esta estaba corriendo en otra dirección. No me lo pensé y corrí para alcanzar a Natalia, abandonando a Alicia a su suerte con aquel hombre que, a esas alturas, ya estaría follándosela. Supongo que todo buen padre haría lo mismo que yo. Pero al cruzar la esquina, me choqué con un grupo de personas, unas ocho o nueve. Hombres y mujeres, algunas desnudas y otras con la ropa hecha girones. No me dieron tiempo a reaccionar. Se abalanzaron sobre mí, manoseandome y arrancándome la ropa, para después lamer todo mi cuerpo y frotarse con él. Yo veía a Natalia follando con otros dos hombres, pero luego se unieron más y me taparon la visión. Gritaba llamándola, aunque sabía que era inútil. Luché con todas mis fuerzas, pero era imposible quitarse de encima a tanta gente agarrándome e inmovilizándome. Cuando volví a mirar hacia donde estaba Natalia, no vi a nadie. Había desaparecido. Volví a gritar y empecé a llorar, mientras perdía fuerzas. Una mujer me montaba salvajemente mientras los otros seguían tocándome y frotándose. Me di por vencido y caí en una especie de inconsciencia. Dejé que me violaran durante horas mientras en mi cabeza solo podía ver las caras de Alicia y Natalia, con la lengua fuera, babeando, mientras se penetraban con aquel dildo cuando las encontré en casa. Cuando por fin estuvieron todos satisfechos y me soltaron, aún me quedé un buen rato tumbado en el suelo.

Pedro se quedó callado, casi hiératico. Se diría que, después de contar algo así, se había vaciado completamente de emociones. Parecía una cáscara vacía. Miriam le tocó las mejillas y lo hizo reaccionar.

-Las busqué durante meses, pero todo fue en vano. Caminaba por las calles como un alma en pena, solo manteniéndome lo suficientemente alerta para evitar a más de esas cosas. Al cabo de un tiempo, una pareja que se había mantenido normal me encontró vagando por ahí y me llevó a la casa rural. Y esa es mi historia. - Concluyó con una sonrisa, como volviendo a su verdadero ser, el Pedro bromista y que siempre estaba de buen humor. Se levantó y dijo: Creo que necesito beber algo, tengo una botella de ron en la mochila ¿Quieres?

-No, gracias, estoy bien. - Dijo Miriam acomodándose en la cama.

Pedro notó su muslo izquierdo mojado de algo viscoso, pero no pensó mucho en ello. Supuso que se habría rozado con algún mueble sucio al caminar hacia la mochila. Deseoso como estaba de dar un trago a su botella, pronto lo había olvidado.

Al día siguiente, se levantarían temprano y Pedro llevaría a Miriam a la casa rural donde vivía con su pequeña comunidad. Antes de eso, Miriam le llevó a su casa (un enorme chalet que probablemente había pertenecido a alguien muy rico), para recoger algunas cosas. Follaron en una cama que estaba justo enmedio de un salón enorme, con cuatro columnas que no parecía que sostuvieran nada, eran más bien decorativas. Cuando terminaron, ella, justo antes de que él se quedara dormido, le dio un beso y le dijo que descansara, mientras ella recogería sus cosas. Pedro se durmió notando un olor raro, como a producto químico, pero estaba cansado y no le dio importancia. Cerró los ojos.

Unos jadeos le despertaron horas después. Se sobresaltó, abrió los ojos e intentó levantarse pensando que quizá Miriam estaba en peligro. Pero su cuerpo apenas se incorporó. Descubrió con horror que tenía piernas, brazos y cuello encadenados, manteniéndole tumbado en el frío suelo. Miró a su alrededor. En cada columna había uno de "ellos", todos encadenados también y con una mordaza. Las cadenas tenían cierta longitud, pero, por suerte, ninguno de ellos alcanzaba a rozar a Pedro. No obstante, era muy desagradable tenerlos tan cerca; notaba sus gotas de sudor y saliva salpicándole. El alma se le cayó a los pies cuando miró a su derecha y vio a Miriam, en el suelo, a cuatro patas, clavándose salvajemente la polla de uno de ellos. Y Pedro comprendió inmediatamente que había caído en una trampa. Miriam le miraba fijamente mientras en su cara se dibujaban muecas de placer y morbo.

-¡Miriam! ¿Estás bien? Quítame estas cadenas, por favor... - Intentó Pedro, con pocas esperanzas de que la situación todavía se pudiera arreglar. Miriam no tardó en romper esas esperanzas.

-Mmmmm... Me encanta esa vocecita que pones... es una lástima que pronto tengas la boca ocupada jajaja... - Rió con ganas mientras se le escapaban jadeos.

-Cariño, por favor, tú no eres como ellos... Puedo entender lo que sientes, pero tú eres algo más, podemos ser felices en mi comunidad... me gustas de verdad, Miriam, por favor...

-Jajaja, no entiendes nada. Claro que no soy como ellos, soy peor... - Contestó Miriam, disfrutando visiblemente de sus palabras.

-Está bien, está bien... - Pedro intentaba pensar con rapidez y elaboró una mentira desesperada - Acepto esta situación, me estoy poniendo cachondo con todo esto. Disfrutemos de lo que has preparado, amor... Pero quítame las cadenas para que pueda tocarte y follarte como te mereces.

-Ni lo sueñes ¿Crees que soy tonta? No, Pedro, voy a usarte para mi placer, voy a correrme en tu cara mientras veo como una de mis chicas te cabalga y luego te besaré mientras nos cae el semen de todos estos sobre nuestras mejillas.

Nada más decir esto, Miriam se sacó la polla que tenía dentro, avanzó gateando hacia otro de los hombres, se puso de rodillas y comenzó a chuparle la polla mientras las babas de él caían sobre su pelo y cara. Pedro no se contuvo más y dejó salir la rabia que sentía:

-¡Suéltame, puta! ¡Te juro que si salgo de esta voy a matarte, zorra!

-Mmmmm, sí, eso es... insúltame... no sabes lo guarra que pone... - Dijo Miriam avanzando hacia Pedro hasta colocar su cara justo en su polla. Comenzó a mamar con suavidad.

-Ahhhh... ¡nooo, Miriam, no! Me estás violando, puta de mierda... ¡Para!

-Sí, joder, sigue. Soy una puta de mierda. Dime todo lo que me harías si lograras soltarte.

Pedro empezaba a ser incapaz de pensar con claridad. La situación era demencial. Escuchaba los gemidos de todas esas "personas" mientras tiraban con todas sus fuerzas de sus cadenas, anhelando con toda su alma alcanzar a la pareja. De alguna manera, varios de ellos conseguían pronunciar ciertas palabras incluso con sus bocas tapadas y no paraban de repetir obscenidades, que parecían aún más degradantes en sus voces ahogadas por la mordaza: "Putaaaahh... follaaaaar... mear en la cara... quiero correrme en tetas...". Al mismo tiempo, Miriam se esmeraba en su mamada. Pedro notaba su polla endureciéndose, muy a su pesar. Entre jadeos, acertó a decir:

-Miriam, te juro que te arrepentirás de esto...

-Ahhh, eso es... déjate llevar... dime cómo vas a castigarme... - Contestó ella mientras aumentaba el ritmo.

-Dios... esto es... aaaah... te voy a... destrozar ese culo y hacerte mucho daño - Decía Pedro, arrastrando las palabras mientras notaba cómo su ira y sus ganas de venganza aumentaban.

-¿Ah, sí? ¿Eso harías? ¿Y qué más? - Le invitó Miriam, comenzando acto seguido a follarse completamente la garganta con su polla.

-Aaaaah... joder... te voy a violar como la puta que eres, Miriam... voy a estrangularte mientras azoto tus tetas hasta gastarlas - Pedro ya no era capaz de distinguir entre la rabia, la frustración y la excitación. Sobre todo, cuando comprobaba que cada amenaza que profería parecía llevar a Miriam a un estado de paroxismo cada vez más profundo.

-Mmmmm... mmmm... mmmm... - Añadió Miriam como única respuesta, con la boca llena de carne y empapando su polla y huevos de babas.

-¡Putaaaaa! Estás muerta, ¿lo oyes? Cuando haya convertido tu cuerpo en un saco de boxeo y tus agujeros en depósitos para mi lefa, voy a sentarme a disfrutar viendo cómo estos hijos de puta te devoran viva, perra...

Al oir algo así, Miriam comenzó a azotarse ella misma en las nalgas mientras continuaba con su mamada, con más dureza si cabe. Pedro ya no podía seguir hablando, solo gemía y gritaba incoherencias. Cuando ella notó que estaba a punto de correrse, paró en seco de chupar, se la sacó de la boca y se incorporó. Manipuló las cadenas de sus prisioneros para lograr que estuvieran más holgadas. Obviamente, aquellos seres aprovecharon para acercarse más, de modo que ahora Pedro podía sentir sus pollas, coños y tetas rozándose con él. Una de las mujeres fue capaz de sentarse sobre Pedro y medio segundo después, estaba botando sobre la polla, tan violentamente que sus nalgas hacían daño en las caderas de Pedro. Miriam se acercó para quitarle la mordaza con cuidado de no ser mordida, e inmediatamente, aquel trozo de carne que una vez fue una mujer comenzó a soltar las mayores guarradas que Pedro había oído en su vida, mientras escupía sobre él. Miriam se sentó entonces sobre la cara de Pedro y empezó a frotarse el coño, pasándolo de arriba a abajo, de la frente a la barbilla. Pedro apenas podía respirar, con su nariz y boca totalmente sepultados por los labios vaginales de Miriam. Esta se apresuró a comunicarle:

-Ni se te ocurra morder, cabronazo... o lo lamentarás... - Para darle más credibilidad a su advertencia, pellizcó los pezones de él con tanta fuerza que a Pedro se le escapó un grito desgarrado que se perdió entre los pliegues del coño de Miriam.

Mientras tanto, dos "hombres" frotaban ahora su polla en el cuerpo de la "mujer" y el de Pedro. Manoseaban y azotaban toda carne que estuviera a su alcance, al mismo tiempo que sacaban la lengua y tiraban fuerte de la cadena de su cuello intentando lamer y chupar cualquier cosa. Como no lo conseguían, optaban por escupir. Cuando Miriam notó chorros de semen cayendo sobre Pedro, no pudo soportarlo más y se corrió, moviendo las caderas adelante y atrás, frotando con dureza su coño en la nariz de Pedro.

-¡Aaaaah, Dios! Qué ganas tenía de convertirte en mi puta. No creo que hubiera soportado sin vomitar otro día más de carantoñas y gilipolleces románticas. Disfruta de mis flujos en tu cara un rato mientras voy a por otro juguetito.

Pedro seguía recibiendo los dolorosos embates de las nalgas y caderas de la "mujer", que se estaba clavando su polla con una energía que no parecía ser posible en un ser humano, mientras te azotaba las tetas y se abofeteaba la cara con tanta fuerza que se diría que pretendía suicidarse a golpes.

Los dos "hombres" ahora que se habían corrido, simplemente miraban estúpidamente la escena mientras babeaban. Pero Pedro sabía que esta relativa tranquilidad no duraría mucho. En unos 10 minutos, sus pollas volverían a ponerse erectas y sus debilitadas mentes empezarían a inundarse de deseos animales.

La "mujer" se corrió y cayó como un peso muerto hacia el pecho de Pedro. Sin embargo, no llegó a su destino, pues las cadenas la mantuvieron colgando a varios centímetros, lo cual se le antojó a Pedro aún más desagradable, pues su mirada perdida se clavaba en la de él y su saliva encharcaba su vientre.

Pedro aprovechó este momento de descanso para mirar a su alrededor y comprobar que aún quedaba uno de ellos encadenado a la cuarta columna. Se trataba de una chica muy joven, no tendría más que veinte años. Al contrario que sus compañeros, no parecía estar tan consumida por el deseo, debía ser una de las últimas en convertirse.

Miriam tomó su cadena y se acercó junto a ella hasta donde estaba Pedro. Miriam llevaba ahora una jeringuilla en la mano e inyectó algo en el brazo de la chica pareció despertar de su extraño letargo y mostrarse como un animal en celo, igual que los demás. Sin embargo, era un pequeña y delgada y Miriam podía mantenerla sujeta sin demasiados problemas. Mientras seguían acercándose, ahora con la chica ya tirando de la cadena y deseando lanzarse hacia la polla de Pedro, Miriam explicó: "Esta es mi favorita. La tengo siempre drogada con tranquilizantes porque me gusta tenerla comiéndome el coño durante horas mientras veo follar salvajemente a los demás. Cuando quiero que se anime un poco le doy este estimulante suave. La mantiene salida como una perra pero no tanto como los otros, si no, ya me habría comido literalmente el coño a mordiscos jajajaja..."

Miriam la puso de rodillas entre las piernas de Pedro y dijo: "Mírala, ¿A que es guapa?". Pedro seguía mirando al techo tratando de encontrar la manera de escapar de esta situación, esperando algún descuido de Miriam. Así que ella le pellizcó los pezones hasta hacerle gritar. "He dicho que la mires". Pedro entonces miró a la chica y abrió los ojos al máximo mientras su mandíbula se desencajaba. "No", susurró, pero pronto empezó a gritar como un loco mientras sollozaba miserablemente.

-No, no, NO, NO ¡¡¡¡NOOOOO!!!!

Miriam no entendía nada. Esperaba que Pedro siguiera mostrándose poco colaborativo, pero, después de toda la sesión anterior, esta reacción ahora le parecía extraña y desproporcionada. Decidida a seguir disfrutando, empujó la cabeza de la chica hacia la polla de Pedro, hasta que esta desapareció dentro. La chica se la clavó hasta la garganta, haciendo chocar su frente contra el vientre de Pedro con violencia.

-¡¡¡¡No!!!! ¡Esto no está ocurriendo, no puede ser! - Aullaba Pedro.

Ahora Miriam y la chica compartían su polla y se besaban jugando con sus lenguas.

-Natalia, por favor, no lo hagas... - Continuaba suplicando Pedro. Miriam seguió chupando unos instantes, pero de repente se detuvo en seco, pensando profundamente. Poco a poco empezó a dibujarse una sonrisa en su rostro mientras sus ojos miraban alucinados a Pedro, que seguía llorando y gritando.

-No me lo puedo creer... ¿Esta es Natalia?

-Noooo, por dios... para Natalia, por favor, noooo...

-¿Esta es tu hija?

-Nooooo - Pedro había entrado en bucle y solo repetía la palabra "no" una y otra vez.

-¡Sí! Es tu hija... ¿Te llamas Natalia, verdad, putita? - Dijo Miriam mientras Natalia seguía follándose la boca como en trance.

Miriam se puso de pie y empezó a caminar por la sala nerviosamente.

-Esto es... ¡genial! ¡Dios! Qué golpe de suerte. Pedro... ¡te quiero! Jajajaja - Miriam no podía contener su excitación. Se azotaba las tetas mientras en su cara se dibujaba la expresión más perversa que pueda imaginarse. De repente, tuvo una idea súbita y corrió a desencadenar a los demás, para luego subir las escaleras y asomarse por desde un pasillo, agarrada a la barandilla que daba al salón. Podía ver toda la escena perfectamente desde arriba.

Pedro gritaba y Natalia seguía con su mamada. Los demás, ahora repentinamente liberados, no perdieron el tiempo. La mujer se sentó en la cara de Pedro y los dos hombres comenzaron a penetrar coño y culo de Natalia. Pedro podía ahora sentir los embites a los que sometían a Natalia, cuya cabeza se movía violentamente aunque sin soltar la polla de Pedro.

Miriam se masturbaba mientras ponía sus tetas en la barandilla de manera que uno de los barrotes quedaba entre ellas. Ahora Pedro estaba callado, con el coño de la mujer ahogando cualquier sonido que pudiera emitir. Durante unos segundos, a Natalia se le escapó su polla de la boca, al estar siendo follada tan salvajemente. Miriam soltó un gemido profundo al comprobar que Pedro tenía la polla enorme, dura y reluciente. Entonces acercó su coño a la barandilla y empezó a mearse encima de todos aquellos animales que gruñían, escupían y se frotaban entre ellos. Metió sus dedos en la boca, llegando hasta la garganta y teniendo el mejor orgasmo de su vida mientras podía ver perfectamente la polla de Pedro escupiendo semen sobre la cara de Natalia. Entre espamos, susurró: "Alguien debe quererme mucho en el infierno. Tener a padre e hija bajo mi control es demasiado bueno. No podría ser más feliz." Se incorporó y mientras se respiración se relajaba, añadió: "Pedro, voy a corromperte hasta que seas como yo. Voy a hacer que disfrutes de Natalia de las maneras más perversas posibles. Y luego me dejarás embarazada a mí. Quiero tener mi propia hija putita para usarla para mi placer. ¡Dios! Me encanta este mundo nuevo."