Un mundo nuevo
Me había portado mal, y mi amante me iba a enseñar unos placeres nuevos
Un mundo nuevo.
Volvimos a la ciudad. Paul manejaba, estaba feliz y cansado. Había follado durante horas con varias mujeres. Yo había entrado en un mundo nuevo. En toda mi vida solo había follado con mi marido y con él, y era él, mi amante, el que me había llevado a aquella orgía para que viviera nuevas experiencias.
Había hecho el amor con varias mujeres. Todas fantaseamos con estar con otra mujer, desde jovencitas, pero al hacerlo por primera vez me había dado cuenta que era un tipo de experiencia que me apasionaba y que quería volver a vivir . La mujer de morado me había dado su teléfono para quedar. Lo había apuntado para no perderlo apenas regresé a la habitación. Las dos sabíamos que, juntas, teníamos un camino de lujuria por recorrer
Me habían penetrado dos hombres, no lo había hecho nunca. Con mi amante una tarde jugamos a llenarme los dos orificios, coño y culo, usando un dildo y su polla. Nos reímos y disfruté como siempre que me descubría un placer que me hacía mas mujer, mas hembra, y porque no decirlo mas puta. Pero el tener aquella verga en mi vagina y a mi amante en el ano, el sentirme tan usada, tan vulnerable, tan en su poder, me hizo sentir unos deseos que nunca pensé pudiera tener. Volví a ver como tenían a la mujer de negro atada, y por mi mente pasaron escenas de algunas películas de moda donde una mujer la dominaban. Me dio un calentón, noté como me volvía a mojar. Y comprendí que mi amante, Paul, me había preparado para eso, para ser suya, para usarme, era el viaje que había iniciado con él, desde el primer día que me comió el coño.
Le miré, iba tranquilo, conduciendo, sabiendo que yo era su perra, su yegua, su gata. Y supe qué quería, me abrí un par de botones de la camisa para que quedara al aire mi canalillo, respiré profundo para que mis tetas se mostraran más poderosas apretadas por el cinturón de seguridad, me relamí los labios y muy suave le musité:
- ¿ Sabes que he sido una niña mala? … Creo que merezco un castigo de mi hombre.
Me miró, me vio entregada y sus ojos brillaron de alegría malsana, sonrío con una sonrisa de macho que se sabe dueño, y a mí me excitó más.
Pero no me dejes marcas ni me hagas mucho daño. He sido mala porque tú me lo has pedido.
Llama a tu marido y dí que llegaras un poco tarde, que dé él de cenar a los chicos.
Telefoneé a mi marido, le dije que la reunión había sido un éxito, pero que duraba un poco más para sacar conclusiones y que yo debía quedarme, pues había sido una alumna aplicada, que habían llamado a nuestro jefe para felicitarle por lo bien que me había comportado y que él había quedado en buscarme para llevarme a casa.
Estoy orgulloso que hayas destacado. Seguro que el jefe lo valora y te da un premio. Es un hombre con un alma grande y generosa.
Sí, la tiene muy grande. Te dejo que debo seguir trabajando.
Eres muy mala... una perrita que hay que enseñar.
Enséñeme mi … maestro.
Me di cuenta que la polla de Paul le levantaba el pantalón, no quise acariciarle por aquello de la seguridad en la ruta, de pronto vio un motel de carretera, fue hacia allá, paró , bajó, pagó y condujo hasta una plaza de aparcar junto a una habitación. Entramos, al estar en las afueras de nuestra ciudad estaba claro que su principal clientela era amantes que engañaban a sus parejas y no tenían donde follar. Una cama enorme con dosel, un baño con ducha y jacuzzi, espejos grandes, una mesita con dos sillones pequeños y un par de sillas.
Apenas entramos me miró relamiéndose y me ordenó:
- La camisa y el sostén...¡Fuera!
Obedecí rápido, me quedé parada ante él, respiré hondo para que mis tetas oscilaran poderosas y mis pezones erectos destacaran en mis aureolas como dos pequeños penes juguetones. Fue él el que los agarró con sus dedos, los acarició, enseguida apretó.
. ¡ Aaah!- gemí.
Los apretó aun mas fuerte y los retorció. Me dolía, pero al tiempo me excitaba, notaba como me iba mojando.
- ¡Uuuhmm! Soy tuya.
Me miré en loa espejos, era erótica nuestra posturas , Paul pellizcando mis pezones, yo hermosa, semidesnuda retorciéndome de placer y dolor. Se separó y se sacó el cinturón del pantalón.
- ¡ Apoya las manos en el sillón!
Obedecí, al hacerlo quedé con el culo en pompa. Se colocó tras mío y me dio el primer azote, fue suave, apenas una caricia de un juego. Yo me hice como que me había dolido y suspiré:
¡ Aaaayyy!
Has sido mala. Ahora empieza el castigo.
Y me pegó fuerte con el cinturón doblado.
¡Uaaauu!..duele- chillé.
A las niñas malas les tiene que doler cuando las castigan. Te voy a dar diez azotes bien dados...¡perra!
Me golpeó una y otra vez, yo llevaba en la mente los latigazos, me dolían, y extrañamente me iba poniendo más y más cachonda. Me ardían las nalgas. Era lujuriosa nuestra estampa reflejada en los espejos. Él dándome , yo inclinada y nuestras caras de vicio desatado. Cuando llegó a los diez paró.
- Desnúdate.
Yo empecé a bajarme el vaquero elastizado tras sacar los pies de las sandalias, lo quería hacer lento , como un show sexy, pero Paul me mandó:
- ¡ Rápido ..putita!
Lo hice y vi como tenía los cachetes colorados, sin marcas pero con un color que recordaban como me había azotado.
- ¡Dame las medias!
Cuando se las dí, me llevo a la cama e hizo que me tumbara. Usó una de ellas para atarme las manos, con la otra me dejó atada al dosel de la cama, estirada, con mi cuerpo desnudo a su antojo. Yo temblaba de miedo y deseo. Él seguía vestido devorándome con los ojos.
Me azotó los senos, no muy fuerte, pero si lo suficiente para que me doliera, los tenía muy sensibles y sentir el cuero en mis pezones hizo que una corriente de placer morboso me recorriera todo el cuerpo.´El se dio cuenta, como en todo era mi maestro y me estaba enseñando un mundo nuevo donde se mezclaba el gozo y la pena. Notaba como iba camino de un extraño orgasmo que nunca había imaginado.
¡ Uuuuhhhh!...¡Aaaayyy!- empecé a gemir ansiosa.
¿ Te gusta ? ...¿ ¿ Te duele?
¡ Siiiii!
¡Abre las piernas... zorra!
Las abrí, mi coño quedó expuesto, estaba mojado, jugoso, mostraba como estaba de caliente. Y ahí me pegó, sentí el cuero en mis labios vaginales, me abrí más para que los golpes me dieran más placer al tiempo que me dolían. Dejé de contarlos, cuando un rayo me dio en el clítoris me vine en un torrente salvaje.
- ¡Me corroooo.....aaaaahhh!
Paul paró y me hizo girar.
- ¡ Ponte como una perra!
Me puse en cuatro, atada, sometida. Tiró de mí hasta quedar en el borde de la cama. Metió los dedos en mi concha empapada y untó el esfínter de mi ano . El sabía que no era lo que más me gustaba, que por el culo no gozaba tanto como cuando me la metía por el coño, por eso me iba a encular, como placer suyo, al meter su gorda polla por un camino mas estrecho.
Me la clavó despacio recreándose en la penetración, y empezó a moverse. Iba a durar, había tenido mucho sexo y tardaría en volver a soltar su semen. Quería gozar de mi culo, haciéndome sentir como una perra viciosa. Lo estaba logrando, yo volvía a gemir de gusto, y ahí me dio la primera nalgada. Me dio azotes marcando el ritmo. Yo tenía muy sensibles las nalgas por los golpes del cinturón y noté como se recrudecía el castigo y el placer.
- ¡UUUUUHHHHH... otra vez!
Volví a correrme. Y él la sacó. Me hizo girary mi cara quedó ante su pija sucia, mojada, hermosa. Abrí la boca y me golpeó con su verga en los labios. Me dio varios pollazos. La dejó quieta, la lamí, la limpié y me la metí en la boca. Y empecé a chuparla. Me agarró del pelo , tiró hacía arriba para que mi mirada fuera a su rostro, como lo que yo era : su amante, su hembra, su puta. Sonreía y me la clavaba hasta la garganta. La sacó para correrse en mi cara.
Gracias...por ...- no sabía qué decir- hacerme tu juguete...tu sumisa.
Siempre has sido mi mujercita viciosa que tiene que aprender. Ahora vamos para casa y mañana seguiremos con estos juegos...GATITA
Este relato es continuación de La casa del placer 1 y 2 de charlines