Un mundo ideal 3: amor perro.
No todo es tan bonito como parece, y alvin se siente presionado
Cariño, ¿vamos a ir esta noche a la ceremonia de alvin? Me lo ha preguntado Sergio.
No voy a poder, estoy muy liado. Ve tú con layla si quieres, ¿de acuerdo?
Está bien.
Me encantaría ir, de verdad. No he estado nunca en una ceremonia de ascensión de rango, pero me temo que los quehaceres me retienen.
La perrita layla se encontraba con la cara hundida en su cuenco de agua, bebiendo, y levantó la cabeza sobresaltada. ¿Iban a ascender a alvin? No, no podía ser. ¿Por qué precisamente a él?
¿Has oído, layla? Tu amigo alvin va a ser esclavo de alto rango. ¿No es maravilloso?
Sí, Ama.
Pero no lo era. Sintió ganas de llorar. Tenía que hablar con él. Tenía que encontrar un hueco para hablar con él, antes de que fuese demasiado tarde.
... ... ... ...
Sofía y layla llegaron a la escuela a las siete, una hora antes de la ceremonia. Sergio saludó con dos besos y un magreo cariñoso al Ama y con un par de palmaditas en la cabeza a la esclava.
layla respiró hondo.
Buenas tardes, mi Señor, me preguntaba si me permitiría hablar con alvin, antes de su ceremonia.
Claro, putita, está en la parte trasera del jardín. Quieres felicitarle en persona, ¿eh?
layla esbozó una sonrisa enigmática, que no significaba ni sí ni no. Inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y se dirigió hacia allí.
Encontró a alvin sentado sobre sus patas traseras. Parecía inquieto.Se levantó cuando la vio llegar y se acercó a saludarla, feliz.
layla, qué ganas tenía de verte, ¡has venido a la ceremonia!
Sí, claro - respondió ella con frialdad, rechazando el beso que él estaba a punto de darle.
¿Qué ocurre? ¿No te alegras por mí?
Sí. Me alegro por ti.
No me mientas. ¿Qué es lo que ocurre? - agarró la cabeza de la perra, obligándola a mirarle, y vio las lágrimas en su cara - ¡layla!
La mascota se apartó, furiosa.
¿Cómo es posible que no sientas lo mismo que yo? Creía que lo nuestro era... especial.
Y lo es, layla. ¿Qué bicho te ha picado?
Venga ya, alvin. Yo soy una simple perra y tú vas a ser perro de nivel superior.
Él sonrió, acariciándole la cara.
¿Eso piensas? ¿Que voy a rechazarte?
Claro que no, no seas tonto. Pero sabes que no podemos estar juntos.
¿Qué? ¿Por qué?
Ella parecía exasperada.
- ¡Es la ley, alvin! esclavos con esclavos y Amos con Amos. Podremos seguir teniendo sexo, pero... - volvió a notar las lágrimas en sus ojos - pero no será lo mismo. Y tú lo sabes.
alvin la miró, y por primera vez, su felicidad se aplacó, dando paso a una desagradable sensación de miedo.
Yo... eso no lo sabía. Quizá no sea así.
Lo es.
layla era miembro de la perrera del alcalde. Conocía las leyes del lugar casi tan bien como sus propios Dueños. Y la legislación era clara: no podía haber vinculación sentimental entre miembros de distinto linaje o rango. Si un Dominante se enamoraba de un perro, lo que hacía era adquirirlo para sí. Pero cuando un esclavo se enamoraba de un Dominante o, en este caso, de un esclavo de alto rango, la cosa se complicaba.
layla, yo te quiero.
Yo a ti también. Pero no podemos estar juntos.
alvin también estaba, peligrosamente, a punto de llorar.
No puedo renunciar a mi nueva condición.
Yo no te lo he pedido.
Pero esperas que lo haga.
Haz lo que quieras.
No puedo decepcionar a mis Dueños.
layla le besó en la mejilla.
- Adiós, alvin.
El perrito la vio alejarse, apenado. ¿Acaso debía renunciar a lo que había conseguido con tanto esfuerzo? Por primera vez, alvin dudó. Deseó salir detrás de layla, pero no lo hizo.
A medida que la perrita se alejaba, andando sobre sus cuatro patas, iba recordando lo sucedido tres meses antes.
... ... ... ...
El alcalde y su esposa cumplían veinte años de casados y habían querido celebrar una gran fiesta. Invitaron a todos los Dominantes de su distrito. La celebración se haría en el jardín, bajo una gran carpa que habían instalado con tal fin. Contrataron un catering, que sería servido por sus propias perras. Los perros, arrodillados, pasarían con las bandejas de las bebidas. Todos los Dominantes llevaron un silbato. Cuando uno sonaba, todos los perros dejaban lo que estaban haciendo para formar una fila y ver cuál de sus agujeros era requerido, deseando ser los elegidos. Porque, aquella noche, había premio. El perrito ganador podría correrse aquella noche, cuantas veces quisiera. No se le colocaría cinturón de castidad hasta la mañana siguiente.
En una pizarra estaban apuntados los nombres de todos los perritos y perritas en una tabla. Los nombres constaban en la línea horizontal, y los agujeros de que disponían en la vertical.
layla recordó cómo lamió los pies de la mayoría de los Amos debajo de la mesa durante el cóctel. Y cómo luchaba todo el rato por estar al principio de la fila, corriendo sobre sus patitas. Y eso que su Ama le había puesto pesas en los aritos de los pezones, para que sus grandes tetas se balancearan más. Cuando corría sentía dolor, pero quería ganar. Así como el ganador tendría recompensa, el perdedor sería castigado.
La pequeña zorra obtuvo su recompensa. Tanto se usó su boca que sentía la lengua cansada y dolor en la mandíbula. Su estómago estaba saciado de leche de los Machos de alrededor. Sentía la garganta irritada de las embestidas. Se relamió la leche como un perro después de una galletita. Su cara y su pelo estaban pringados de flujos vaginales y sus pezones irritados de ser retorcidos.
Al final del día, su Ama hizo el recuento de puntos.
- Oh, vaya, ¡hay un empate! La perrita layla, y el perrito alvin, han empatado. ¿Qué hacemos?
- Bueno. Podríamos premiar a los dos.
- Bien. Que así sea. layla, alvin, sois los ganadores. Y, como tal, esta noche podréis correros cómo y cuando queráis. Una vez que acabe la fiesta, claro.
Los dos perros, complacidos, se postraron a sus pies, dando las gracias y lamiendo sus zapatos de tacón de aguja. Aquella fue la primera vez que las lenguas de layla y alvin se encontraron.
Por otro lado, una chica joven, novata, recién salida de la escuela y adquirida en una subasta unos días antes, tenía los ojos llorosos. Su boca solo había sido utilizada dos veces, y la segunda había sentido tantas arcadas que estuvo a punto de vomitar. Su Dueño, un chico joven, y con menos paciencia que otros Amos experimentados, le cruzó la cara sin contemplaciones.
- Maldita puta, haciéndome quedar en ridículo.
La perra lloró, besándole los pies.
- Lo siento, Amo, perdone a esta perra estúpida.
- ¡De eso nada, puta! ¡En pie, contra la pared!
layla desvió la mirada. No le gustaba ver sufrir a nadie. Las muñecas y los tobillos de la perra se ataron con cadenas que había en la pared preparadas para tal fin. Se le propinaron veinte azotes con la fusta, veinte con el látigo, y veinte con una vara fina, en el culo. Tuvo que contarlos y agradecerlos todos, entre sollozos. Después, su Dueño le dio la vuelta y fueron las tetas quienes recibieron su castigo. Estaban llenas de pinzas, y a medida que la fusta descargaba latigazos, una de las pinzas se desprendía de la carne y se soltaba con un pequeño pellizco. Contó todos los golpes y, cuando fue desatada, cayó de rodillas en el suelo.
- Gracias por corregirme, Amo.
- Bien. Veamos si has aprendido algo.
Su Dueño se sacó la polla del pantalón, agarro del pelo a su perra, y se la clavó en la boca sin previo aviso. La perra abrió mucho la boca y engulló aquel trozo de carne duro y venoso. Enseguida notó las familiares arcadas invadiendo su garganta, pero no hizo amago de apartarse, como la vez anterior. Los ojos empezaron a llorarle y las babas le resbalaban a lo largo de la barbilla y las tetas, colgando un hilillo de sus labios. Los huevos de su Amo le golpeaban la garganta.
Le sacó la polla y tosió, y boqueó, cogiendo aire. Enseguida continuaron las embestidas, hasta el fondo de la garganta de la puta. De vez en cuando su Amo paraba, le retorcía los pezones, le daba alguna palmada en la cara. Quería retener el orgasmo. Quería que acabara con dolor de mandíbula. Quería que aprendiera.
Finalmente se corrió, asido al pelo de la puta, y apartó su cabeza de un manotazo. La pequeña zorra retuvo la leche en la boca, hasta que su Amo ordenó:
- Escúpela sobre mis pies, y lámelo todo.
Era una corrida abundante, y el chico notó el esperma espeso mezclado con las babas de su perra, en los pies. Ella se afanó en lamerlo todo, del empeine, del talón, de entre los dedos. Besaba sus pies, mostrando su adoración. Él la apartó de un manotazo. Por lo menos, su estúpida mascota había arreglado un poco la noche.
El alcalde les dijo a layla y a alvin que podían retirarse si querían. Aquella noche podían hacer lo que quisieran. layla estaba cansada y sentía ganas de dormir.
- Ven conmigo. Demos un paseo - susurró alvin.
Los dos animales se alejaron, y fueron a la parte delantera del jardín, donde la enorme fuente estaba encendida y lucía espléndida, con su juego de luces rojas y amarillas.
Se resguardaron un poco, y entonces fue cuando alvin se colocó sobre sus dos patas traseras y la besó. layla pareció sorprendida, pero respondió al beso con el máximo cariño y complicidad, abrazándose a su cuerpo. Después, la besó por el cuello, las orejas, los pechos, el vientre.
- Eres preciosa - dijo el perrito, admirando el cuerpo perfecto de su compañera.
Poco después la penetró, despacio, mirándola a los ojos, y ella se acarició el clítoris. Sus hocicos se rozaban, y sus lenguas se juntaban. Se corrieron juntos y layla cayó exhausta sobre el pecho de él. Hacía tiempo que estaba enamorada de alvin y, por fin, sabía que era mutuo.
... ... ... ...
Gran número de Dominantes y esclavos se habían congregado a ver la ceremonia de alvin. El perrito permanecía nervioso, en medio de la estancia, sin cinturón de castidad, con su polla en reposo, únicamente ataviado con el collar de cuero negro.
Sergio se acercó al centro de la estancia y comenzó a hablar.
- Buenas tardes, Señoras, Señores, mascotas. Estamos aquí, para celebrar la ceremonia de ascensión de alvin. Por sus cualidades y comportamiento, hemos decidido en la escuela, de manera unánime, ascenderle a esclavo de alto rango.
La mayoría de los asistentes sonreían. Pero el perrito buscaba la mirada de layla, que permanecía fija en el suelo.
- perro alvin, ¿manifiestas tu deseo de ser ascendido, y de asumir tu nuevo rol, con sus correspondientes responsabilidades y modificaciones?
Pero él no escuchaba.
"¡Mírame!" pensaba "por favor, layla, mírame".
- ¿perrito? - insistió Sergio, impaciente.
alvin no sabía qué contestar.
Continuará