Un mundo dominado por las hembras - Capitulo V
La cueva de las curanderas, las vampimus unos seres especiales que se alimentan de unos jugos más especiales, el encuentro entre los dos protagonista salvandole la vida.
G
racias por los concejos que me habéis dado y mandado por correo, me alegro que os guste esta serie de relatos que les estoy haciendo. También me piden que se forme el encuentro entre los dos protagonista, y entiendo sobre todo a esas dos amigas que me han puesto un correo. Para ellas va este capitulo como me han pedido, y para el resto de lectores les deseo que les guste, como yo espero que lo paséis bien leyéndolo.
Capitulo V
Los vampimus, son unos seres muy singular. Medio cuerpo es de mujer mezclado con insecto, es parecida a una mantis religiosa. Su cabeza y la parte superior del tórax, junto con dos brazos son de una mujer muy pequeña. Tienen dos hermosos pechos, con grandes pezones. Una cara alargada, con una mezcla de mujer y de insecto. Ojos amarillos, grandes, salientes y un poco separados. Una boca alargada a modo de una pequeña trompa, para chupar mejor. Lengua alargada y sin dientes. Los oídos son dos agujeros en los laterales, la nariz muy pequeña. Dos cuernos pequeños, en la parte superior de la frente. Pelo corto, normalmente combinando los colores verde y marrón claro, tirando a amarillo pajizo. La parte baja del tórax y el vientre alargado es como el de las mantis. Además de dos pares de patas, que le salen del tórax bajo, las cuales las usan mucho para el salto, y agarrarse a casi todos los sitios por medio de unas ventosas. Son inteligentes, con su propio dialecto, el vampi le llamamos nosotras. Se reproducen por huevos, los cuales pueden estar un tiempo como invernando, hasta encontrar el momento preciso. Su vida es de un año aproximadamente de duración, y en el último mes es cuando ponen los huevos. Estos se incuban lo más rápido en quince días, si tienen un lugar donde vivir y alimentarse. Su madre lo alimenta durante quince días de sus pechos, para que aprendan a succionar bien, además de conocer los mejores lugares para alimentarse. De acuerdo con su madre la presenta a sus amos, comenzando a sustituirla, mientras ella comienza a agonizar, pues después de eso le queda poco tiempo de vida. La alimentación principal de ellas es el semen de los machos, y el flujo de las hembras. Estas ordeñaban a sus amos, ya sea macho o hembra para sacar su alimento, y de paso les daba placer. Esto era muy bueno cuando tenían el ciclo las hembras, y no querían ser poseídas por un macho. Así chupaban sus flujos y no llegaban a oler tanto, atrayendo a los machos cercanos. Aunque otras veces se alimentaban también de la leche de las hembras, cuando estas estaban alimentando a sus criás, y por ello producían leche.
Me daba mucha ilusión el haber encontrado aquellos huevos, sabía para que se usaban, y lo beneficioso que eran. Estaba muy contenta, traspasándole esa alegría a Negro. Este saltaba alrededor mio, sabiendo que estaba de muy buen humor.
Habían tres huevos, no me explicaba como Adelfa podía haber dejado aquello allí, con el valor que tenían. Dándole vueltas a la cabeza, al final pensé que había sido para que las curanderas que llegaran allí no se encontraran abandonadas, sobre todo por el peligro de su ciclo. Esos huevos les servirían para mucho, ayudándolas a vivir mejor y no tener tanto peligro con sus flujos.
Comencé a organizar todo, poniendo cada cosa en su sitio de lo que había traído conmigo. Le prepare también un lugar para dormir a Negro, así no me molestaba cuando se notara agitado por mis flujos.
Tenía que salir y recoger más cosas por los alrededores, para llenar la despensa de comida para los dos, a parte de hierbas medicinales y otras plantas para ir conociendo sus propiedades. Tenía que aprovechar alguna cueva más cercana para hacerla como si fuera mi hogar, por si me descubría algún enemigo hacerle creer que esa otra cueva era mi vivienda provisional, hasta irme.
Los dos salimos de nuevo, estuvimos recorriendo los alrededores, recogiendo toda las cosas que nos valía. Vimos varias cuevas interesantes, y le dije a Negro que eligiera una. Al final nos decidimos por una, que estaba alejada unos quinientos metros. Metimos cosas en ella, para dar a entender que se estaba usando. Le dije a Negro se quedara allí varios noches, para que impregnara con su olor las cuevas cercanas. Mientras yo iba de nuevo al Lago Verde a buscar unas cosas que necesitaba para llevármelas a la nueva cueva. Eran las cosas que había amontonado en el hueco del árbol, los primeros días de mi llegada a aquella zona.
Deje a Negro por la zona cazando, y que estuviera llevando cosas a las cuevas, para dar a entender que estaban habitadas por perros salvajes. Eso le gustaba a el, llevarse huesos y hacer excavaciones en las cuevas, lo veía más como su dominio.
Mientras yo recogí el zurrón vació, el cuchillo y la lanza, dirigiéndome hacía mis antiguos dominios en el lago. Estuve volando un rato a gran velocidad para ejercitar las alas, hasta llegar al lago. Una vez allí volé por encima de el, recogiendo plantas acuáticas.
De repente, un ruido en las alturas llamó mi atención. Vi en lo alto del cielo un artefacto que brillaba, pero que iba cayendo hacía los árboles. Se daba golpes con las copas de algunos de ellos, y seguramente en cualquier momento caería al suelo.
De el salto dos bultos al aire, que comenzaron a caer hacía el bosque, parecían dos seres, pues los vi mover sus extremidades, pero no sabían de que raza eran.
Me quede asombrada, al ver de repente como aquel artefacto explotaba contra un árbol. Partiéndose en varios pedazos, que ardían como bolas de fuego. Estos venían en dirección al lago, hacía donde yo estaba.
Agite mis alas fuertemente, elevándome más hacía las alturas, para no ser alcanzada por aquellos trozos que ardían como antorchas, y que cada vez se iban multiplicando en más trozos pequeños, a la vez que iban explotando en el aire.
Se estaba formando como una lluvia de estrellas, pero muy peligrosas para mí, por la velocidad que llevaban, y el fuego que desprendían. Subí por encima de ellos unos veinticinco metros, pues no me dio tiempo a más, sintiendo el calor que desprendían, los más cercanos que pasaron junto a mí.
Iban cayendo al agua y formando una nube blanca de vapor, por cada trozo que se introducía en el lago. Estuve mirando aquel espectáculo durante bastante tiempo, como se iban hundiendo en el agua verde. Se notaba que eran trozos metálicos, como la hoja de mi cuchillo, pero de mayor tamaño. Nunca había visto ese tipo de metal, parecía bastante fuerte.
Tenía que investigar esos fragmentos, quizás sirvieran de ayuda para algo.
Baje en dirección hacía uno, que había quedado enredado en unas plantas acuáticas a una pequeña profundidad, no llegaría a medio metro. Con mi cuchillo en la mano derecha, fui cortando las ramas que lo habían apresado, con la otra mano lo agarré comenzándolo a subir poco a poco, pues todavía lo notaba caliente entre mis dedos, dejándolo que el agua fresca lo fuera enfriando. Parte de el brillaba con la luz solar, mientras otra estaba oscura por el fuego que le había dado.
Era duro y de color similar a su cuchillo, aunque tenía una forma convoca.
Me gusto y me serviría para muchas cosas pensé. Lo metí en el zurrón, y comencé a buscar más trozos en los alrededores. Veía más trozos mayores a mayor profundidad, pero tenía que buscar algo para sacarlos, pues no quería sumergirse en el agua en aquellos momentos, puesto que entonces no podría volar hasta que no se me secara las plumas.
El encuentro
De repente me acorde de aquellos seres que habían saltado del artefacto, no sabía si estarían bien, o habían sido alcanzados por la primera explosión. Me dirigí hacía aquella zona con cuidado, pues no sabía a que me enfrentaría.
Fui volando entre los árboles, despacio y con precaución, no quería ser sorprendida por aquellos seres, que tenían un tamaño similar o mayor a mí. Llegue a la zona del impacto del artefacto aquel que había explotado. Estaba algunos árboles ardiendo, lo bueno era que el viento llevaba al incendio en dirección al lago.
Tuve cuidado de no acercarme demasiado, no sea que alguna rama ardiendo me pegara fuego a mis alas. Busque a aquellos seres, pero por ahora no había dado con ellos. Pasado un tiempo mientras iba avanzando hacía adelante en dirección contraría al viento, logre oír ruidos hacía mi derecha.
Me pare y fui pasando de árbol en árbol hacía aquella dirección, hasta que descubrí a uno de aquellos seres. Iba caminando pesadamente, se notaba que había recibido varías golpes en su cuerpo, por los desgarros de su extraña vestimenta. Había caído en los árboles de espino, por sus heridas y algunas ramas que estaban pegadas a el.
Vi que se echaba la mano a la cabeza, y se puso a moverla de forma extraña, hasta que observe aparecer a su cabeza real dentro de aquella otra. Debería de ser algún protector para su cabeza, y gracias a eso no se la había roto al caer de aquella altura por los árboles.
Era practica aquella doble cabeza, le había salvado la vida.
Miraba sus facciones, se parecían mucho a las mías, pero no tenía alas. Lo vi dando vueltas de un sitio hacía otro, se ve que buscaba a su compañero, pues había visto saltar a dos.
Tenía que tener cuidado, no fuera que su compañero me viera, entonces podría estar perdida, eran mayores que yo, y se le notaba más fuerte. Pues cuando caían, observe que eran más o menos del mismo tamaño.
Aquel ser al final encontró a su compañero, estaba empalado en un árbol, muerto. Me dio pena el destino que había tenido el otro, pues no me había hecho nada para lo contrario, así que pensé que podría ayudarle a que lo recuperara más adelante, pues todavía no podía confiar en el, no sabía si era bueno o malo.
Su pelo era corto pero oscuro, su cara me pareció bonita, pero no sabía si era macho o hembra, pero por su fisionomía daba a entender que era macho. Sin conocerlo, ya me estaba gustando aquel ser.
Estuvo un rato mirando a su compañero, hasta que al final se dirigió hacía el lago. Lo veía cada vez caminando peor, se notaba que se encontraba mal, seguro que había sido los espinos, le habrían inyectado su veneno en el cuerpo. Lo raro es que lo veía tomarse cosas, como si le sirvieran para curarse de ello, pero seguía cada vez más pálido y con menos fuerza, creo que se estaba muriendo por el veneno que corría por su sangre.
Llego un momento que callo al suelo, no levantándose más. Había perdido el conocimiento.
Tenía que actuar rápido, si quería salvarle la vida a aquel ser, pues sus obligaciones como curanderas estaban en juego. Además no sabía porque razón, se sentía tan atraída, por aquel ser extraño.
Se lanzó en picado hacía el suelo, llegando rápidamente a su lado. Lo agarró entre sus brazos notando su peso, hizo un esfuerzo y lo subió hacía su pecho apoyándolo su cabeza en el. Desplegó sus alas, levantando el vuelo en dirección al hueco del árbol, pues allí tenía hierbas para hacer cataplasmas y curar sus heridas envenenadas.
Cuando iba volando, vio que despertó un momento y le habló en un dialecto extraño, pero sonreía mientras la miraba con unos ojos preciosos, se sintió prisionera de ellos, pero al poco los cerro quedando nuevamente desmayado.
Me sentía cansado, el brazo me dolía y la cabeza me daba vueltas. Logre abrir un poco los ojos, y como si viera a través de una neblina, me encontré con una cara angelical de ojos verdes como esmeraldas, estaba entre sus brazos, descansando mi cabeza sobre su pecho, donde sentía su corazón latir y el calor que este desprendía. Su pelo era rubio platino, pero lo que más me extraño fue ver unas alas grandes muy blancas, se movían detrás de ella, me parecía que estaba volando.
¡¡Dios he muerto y el ángel me lleva a los campos divino!!
Fue lo primero que dije en aquel momento, sintiéndome la persona más feliz del mundo. Fui perdiendo de nuevo la conciencia, mirando aquel rostro angelical que cada vez era más borroso, hasta perderme en la oscuridad.
Volé lo más rápido que pude entre aquellos árboles, hasta llegar a mi tronco donde hice mi primera noche en aquel lago. Lo tumbé entre las hierbas y las ramas de mi aposento, comenzando seguidamente a hacer una cataplasma, con las hierbas curativas que había dejado allí. Era lo más urgente en aquellos momentos si quería salvarle la vida, cosa que en mi corazón lo sentía con mucha ansia. No se que me ocurría, si era por mi siclo u otra cosa, pero necesitaba que viviera.
Mientras las hierbas iba calentándose, para ponerlas en los paños. Lo fui desnudándolo poco a poco, observando sus heridas y rasguños. Dos eran bastante grabes, y estaban supurando liquido verdoso, el veneno le había entrado bastante profundo, la clavarsele las ramas en ellas con espinos.
Su piel era más morena que la mía, y su cuerpo más atlético. Indiscutiblemente era macho, pues tenía un pene rodeado de pelos oscuros, eran más bien cortos, como si llevaran poco tiempo sin afeitarse. Caí en la cuenta que se afeitaba este ser en su pubis, como hacían ellas, cosa extraña en los machos que conocía. Estaba bien dotado, se veía a simple vista, sin necesidad de estimularlo. Cada vez le gustaba más aquel macho, la pena era que no tenía alas.
Hizo las cataplasmas poniéndoselas por todo el cuerpo, pero sobre todo en las dos heridas grandes que tenía, las cuales limpio con agua caliente, e hizo que sangraran para que echaran la porquería que tenían dentro, abriéndolas con el cuchillo y quitando parte de la carne que se había corrompido. Luego puso los paños con otras hierbas más, para quitar la infección y taparlos para que no se infectaran más.
Perdió otro día con el, hasta que vio que iba recuperándose y sanando sus heridas, no echando tanta porquería verde de ellas. Tenía que llevarlo a una de las cuevas, donde lo podría atender mejor. Pero no a la principal de ella, hasta que no conociera si podría temer algo de el.
En principio le parecía un ser bueno, pero nunca lo podría saber ciertamente pues no conocía su raza, ni su pueblo.
Por la noche preparo todo para transportarlo a una de las cuevas que estaba cerca de la principal, debería de ir con cuidado pues pesaba bastante, y no quería cansarse mucho por si tenía que defenderse de algún enemigo. Recogió el zurrón con varias cosas más que echo en el, su cuchillo, pero no la lanza, pues no la podía llevar junto con el herido.
Salió a medía noche con la fresca, eso la aliviaba más para cargar con el. Se lo volvió a poner apoyado en su pecho, atándolo a su cuerpo para no cansar mucho sus brazos por el peso de el, llevándolo agarrado con estos, al ser un viaje un poco largo, llegaría un momento que se cansarían sus brazos y posiblemente se le calleran de ellos. Así que lo mejor era lo que había hecho, como hacían ellos cuando transportaban a otra compañera que se hubiera herido, para llevarla a su pueblo.
Sabía que este era más pesado, y no tenía alas para ayudarla en el desplazamiento aunque estuviera herida. Su compañera le daba a sus alas, sincronizándolas una a la otra, haciendo que su peso fuera más liviano y el tiempo más rápido.
Estuvo volando un tiempo, teniendo que bajar a descansar a la mitad del camino, para no fatigarse demasiado.
Una vez que llegó al lugar, entró en una de las cuevas descargando al herido. Notaba su cuerpo cansado, pero tenía que hacer varias cosas antes de tumbarse a descansar. Traer leña para el fuego, recoger agua y comida para alimentarse un tiempo, y preparar unos aposentos más grandes para poder dormir. También tenía que traer lo que había dejado en el hueco del árbol, aparte de las cosas de aquel ser que había dejado atrás, para no cargar con más peso.
Estuvo el resto de la noche ocupada y parte de la mañana, cayendo rendida al final en su lecho. Quedándose dormida durante horas, hasta que comenzó a anochecer. Despertó con hambre, pensando que el herido también tendría, preparando rápido una comida de tubérculos, fruta y un poco de carne seca que tenía.
Al herido le dio una infusión y fruta masticada por ella y molida, que le paso de su boca a la suya. Notaba que le había bajado la fiebre, limpiándole las heridas y cambiándole las cataplasmas.
Había hecho un fuego pequeño dentro de la cueva, y traído varias cosas de la cueva principal.
Estaba despertando poco a poco, aunque mis sentidos y mi cuerpo se negaban a ello. Me dolía la cabeza y el brazo un poco, pero notaba que estaba mejor en relación a la última vez que lo recordaba, pues tenía el brazo muy hinchado y la cabeza ya no me respondía.
También me vino a la cabeza aquel ángel que me llevaba en sus brazos, aleteando con sus alas blancas.
Cerré los ojos y trate de recordar aquel momento, hasta que más relajado los volví a abrir. Me miré mi brazo, tenía alrededor de el unas plantas y una cataplasma.
¿Quien me había hecho aquello? Fue mi primera pregunta que me vino a la cabeza, tratando de recordar. Solo me venían imágenes, de aquel precioso ángel de alas blancas. ¿Sería ella?
Miré mi cuerpo, tenía otra cataplasma similar en la pierna. Quien me hizo aquello, tenía ideas de curación, pues la infección que tenía estaba desapareciendo. Sin saber quién era, ya le estaba dando las gracias por adelantado, pienso que me salvo la vida, pues aquella infección hubiera acabado conmigo como se estaba desarrollando.
Trataba de ver, pero me encontraba en algún lugar oscuro, no podía distinguir nada.
Al poco tiempo, me quede de nuevo dormido por cansancio, despertando después de un tiempo, al llegarme un olor que me despertó el apetito y mi estómago se puso a rugir, como bestia enfadada.
Oí una risa a cierta distancia de mí, girando la cabeza hacía esa dirección, pude ver de nuevo a aquel ángel que me miraba sonriendo, mientras preparaba algo en una fogata que desprendía aquel olor que me había abierto el apetito.
Me fije con más detalle en ella, era delgada pero fuerte, se le notaba en su cuerpo las fibras de sus músculos de constante ejercicio. Parecía que estaba desnuda, aunque parte del cuerpo era cubierto por aquellas preciosas alas que le salían de su espalda, las cuales estaban recogidas detrás de ella.
Su cara era preciosa, pero se le notaba muy joven. Le calculaba entre dieciséis a dieciocho años, aunque al ser un ser extraño no sabía exactamente la edad, podría variar en su raza, pero lo que si estaba seguro, es que era muy bonita.
Sus ojos verdes, aquel pelo plateado, le daban a entender que era como un ángel, aunque fijándose bien, tenía también otros atributos bien puestos. Su pecho era redondo, de tamaño mediano pero tirando más a grande, en comparación con mis compañeras. Desafiando la gravedad, se erguía en medio de ellos unos hermosos pezones rosados, que era el deleite de cualquier hombre que la viera. Su aureola era pequeña, de un color más oscuro. Su piernas eran largas y estilizadas, abdomen plano pero se le marcaban sus músculos en ello, como decíamos nosotros una pequeña tabla de chocolate. Se le veía un bonito trasero, firme y daba a entender que duro.
Ella al darse cuenta como la miraba, bajo la cabeza hacía la fogata, mientras le salían unas hermosas tonalidades rojas en su cara, ademas de abrir sus alas alrededor de ella, cubriéndose un poco más su cuerpo, sobre todo su busto. Parecía que se había encogido sobre si misma, dejando a la vista la menor parte de su piel desnuda. Haciéndose como una bola de plumas.
Al ver su reacción me sentí un poco abrumado, por la vergüenza que ella demostraba a mis miradas hacía su persona. Se le veía tan frágil, que temía miedo a dañarla después de lo que había hecho por mí. Sí fue ella la que me curo mis heridas, poniendo aquellas cataplasmas para neutralizar el veneno, que había comenzado a correr por mi cuerpo.
La veía que trataba de mirar hacía mí disimuladamente, sin levantar la cabeza de lo que estaba haciendo, solo miraba de reojo hacía mi dirección.
Me hacía mucha gracia, aquella forma de comportarse tan inocente. Cosa que no estaba acostumbrado con mi gente, pues nos decíamos las cosas en la cara, o mirábamos sin cortesía alguna hacía la otra persona, sobre todo si era un superior hacía un inferior en su rango, el otro se tenía que aguantar, pero no tenía vergüenza de su cuerpo, ni de si mismo, aunque fuéramos de diferente sexo. Lo tomábamos como normal, y ya estábamos acostumbrados a utilizarnos los unos a los otros, sobre todo las mujeres sobre los demás, pues eran las que mandaban en aquel momento. Era una lucha constante de clases, donde predominaba el más fuerte por su mando entre los demás, y no por su poder físico, como había entre otros seres. Casi siempre eran ellas las superiores, diríamos la mayoría de las veces.
Realmente no sabía a que estaba acostumbrada aquel ser, aunque me hacía recordar a los ángeles de nuestras creencias, sabía que no era así, además ya tenía bien seguro que no estaba muerto, pues de vez en cuando mi cuerpo me lo recordaba con pequeños dolores en mis heridas.
Era una hembra, eso si podía estar seguro por sus rasgos físicos, tanto sus pechos, su cara, y lo que había podido observar, me demostraba eso. Pero me vino a la cabeza también los hermafroditas que teníamos entre nosotros, que aparentaban más ser mujer, aunque tenían los dos sexos.
¿Podría en este caso tratarse de un ser igual que ellos, o era solamente una hembra entre su pueblo? Esas preguntas me las hacía yo, para mi mismo. Pues no había podido ver completa su fisionomía, al estar a cierta distancia de mí, y teniendo esa parte de su cuerpo cubierta con una piel, como pude observar con más atención, pues al principio me parecía que estaba desnuda, al ser tan similares los colores de su piel, con la que usaba para taparse.
Era muy bonita, tanto su cara, como el resto de su cuerpo. Me sentía atraída hacía ella, pues hacía cierto tiempo que no había estado con una mujer. Entre tanto trabajo que me habían mandado, sabía que me lo imponía mi comandante, por no haber sucumbido ante sus deseos de ir con ella a sus aposentos. Pero una cosa que no toleraba, era que me obligaran a tener relaciones con una persona, aunque esta sea guapa y seductora, sino era con mi consentimiento y deseo. Por ello, le había estado dando largas en sus peticiones, aunque me estaban haciendo trabajar más, pero no quería caer entre sus garras como otros muchos.
Ella termino de hacer aquella comida, la cual dejaba un olor muy rico en el aire que circulaba en aquella cueva. Bueno eso quería pensar yo, pero aquellos olores hacían que mi estomago crujiera más de lo debido, se notaba que tenía hambre.
Tampoco sabía el tiempo que había transcurrido, desde que había caído de mi aparato. Seguro que habían pasado varios días, o aquello que me estaba poniendo en mi brazo era milagroso. Cosa que yo no creía, así que realmente no sabía el tiempo transcurrido, ni la última vez que había comido algo.
Recordaba como en sueño, beber un brebaje amargo, pero que luego me dejaba dormido de nuevo, como si me drogara. Puesto que no me enteraba de nada, de lo que ocurría a mi alrededor.
Vi como en un cuenco echaba lo que había preparado, además de coger un vaso de madera, y de otro cuenco menor, dejo caer en el una bebida con un olor extraño, que me hizo recordar enseguida a mis sueños.
Ella se acerco a mí lentamente, no me miraba directo a los ojos, se le notaba que todavía estaba un poco incomoda, por mis miradas anteriormente hacía ella. Sentía mucho lo que estaba pasando entre los dos, no se merecía sentirse de esa forma, se notaba que era inocente, pero me sentía atraído hacía ella por esa inocencia, y a la vez por su cuerpo seductor, que dejaba un olor como embriagador, que me hacía sentirme muy excitado a su lado, me atraía como una flor a la abeja.
Mis hormonas estaban muy locas podríamos decir, no sabía porque sentía aquella calentura tan grande en mi cuerpo, mi pene se ponía en erección rápidamente, parecía que me dominaba como un instinto salvaje, queriéndome tirar encima de ella y violarla.
Al ponerse a mi lado, extendió su brazo ofreciéndome aquel cuenco con aquella comida que había preparado, la cual soltaba un aroma muy rico, abriéndome más el apetito. Tenía un gusto sabroso, pero no sabía que era, notaba su fuerza reconstituyente como lo iba notando en mi cuerpo, dándome calor y energía a mis músculos. Ella me miraba sonriendo, al ver con que ansia me comía la comida, la cual desapareció del cuenco en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando termine de comer y levante la cabeza de aquel cuenco, me quede prendado de sus ojos y sonrisa. Ella se volvió a poner colorada, extendiendo su mano derecha agarro el cuenco y me dijo una palabra, la cual no comprendí muy bien. Levante mis hombros en signo de que no la comprendía, y moví mis manos moviéndolas de un lado para otro, a la vez que negaba con mi cabeza.
Ella comprendió que no entendía su dialecto, entonces el cuenco se lo llevo a la boca, dándome a entender si quería más, con movimientos de querer tomar de el, sabiendo yo que estaba vació.
Con una sonrisa le indique que sí con la cabeza, llevándome a la vez mi mano a la boca. Me quería hacer entender que tenía hambre todavía. Rápidamente con el cuenco se fue a la fogata, la cual se mantenía todavía caliente con carbones encendidos, metió el cuenco en el otro mayor, donde había preparado aquella suculenta comida. Lo lleno hasta el borde y se dirigió de nuevo a mí. Alargo sus manos con el cuenco entre ellas, ofreciéndomelo con una sonrisa preciosa. Lo tome de sus manos, rozando sus dedos con los míos, pero sintiendo como una descarga eléctrica en ellos. Ella se puso un poco colorada, pero siguió sonriendo. El cuenco me lo lleve a la boca de nuevo, y comencé a degustar aquella comida tan sabrosa, que fortalecía rápidamente mi cuerpo, sintiendo como subía mi energía y mi sangre se reanimaba con más vigor. Después de aquel momento tan penoso que había pasado, pensando que sería el fin de mis días.
Ella se dirigió de nuevo hacía la fogata, tomando otro cuenco de sus cosas que tenía al lado, lo lleno del cuenco grande donde estaba la comida, metiéndolo dentro y sacándolo lleno. Comenzó a tomarlo mirándome de vez en cuando, como si me estuviera vigilando, para saber que hacía yo. Cuando terminó con el lo puso en el suelo, extendió su mano y agarro un bolso de cuero que tenía a su lado derecho, de el sacó una botella de un litro aproximadamente, echando del brebaje que tenía dentro, una pequeña cantidad en el cuenco. Se lo tomo y volvió a poner de nuevo de aquella botella, acercándose a mí con el en la mano. Esperó que yo terminara con la comida, entonces me quito el cuenco y me entrego el otro. Me lo acerque y lo olí, tenía un olor penetrante pero no era desagradable. Me eche un poco en la boca y trate de cogerle el gusto, me hacía recordar a las setas que recogía mi madre en el bosque, cuando hacía un caldo con ellas muy sabroso y espeso. Al final me lo tome todo, confiando en ella, pues si me hubiera querido envenenar o algo así, ya tenía tiempo de haberlo echo, y no me hubiese curado.
Habíamos terminado de comer los dos, nos estábamos mirando sintiendo curiosidad el uno por el otro. Lo que más me llamaba la atención eran sus hermosas alas blancas, las cuales las tenía en aquel momento recogidas en su espalda, no tapándose tanto como anteriormente lo hizo, cuando me puse a observarla la primera vez más detalladamente, dándose cuenta ella del escrutinio con que la estaba mirando. Esa vez se había transformado casi en una bola de plumas, cubriéndose todo el cuerpo. Ahora se le notaba más relajada, más segura en si misma mostrando más su cuerpo.
Miraba con más atención mis movimientos, observaba a donde me fijaba más, como comía, e inclusive como me daba a entender al ser nuestros dialectos diferentes.
Los dos hacíamos dibujos y signos, en la tierra que cubría aquella cueva, para darnos a entender, a la vez que decíamos las palabras de como se llamaba. Otras veces por medio de la mímica y gestos, que dejaban ver nuestra conformidad o disconformidad de las cosas.
Se veía que era muy inteligente, dibujaba gráficos muy bien, aparte de los conocimientos que tenía de medicina, por la forma que tenía de curarme mis heridas, las cataplasma que hacía y los conocimientos de las hierbas e infusiones que preparaba, se notaba que era experta en ello, por la rapidez que hacía todo sin dudar en nada.
Agradezco a todos sus comentarios, como sus correos diciendo sugerencias y lo que les parece los relatos.
Quisiera que les sea ameno y entretenidos, para que paséis un buen momento leyéndolos.
Hasta el próximo capitulo, donde se ira desarrollando la compenetración de los dos.
francisquitoc@yahoo.es