Un monte explorado por pocos.
Después de una noche de alcohol y baile es momento de dormir para que al despertar empiece la verdadera diversión con su líquido transparente que seduce mi boca.
Mi reloj marcaba 4:55am. Después de una noche-madrugada llena de baile, risas, alcohol y cigarrillos, decidimos que era momento de ir a casa. Así que emprendimos el camino hacia la suya. Íbamos somnolientas, listas para caer como piedras en la cama. Más batallamos en llegar que en dejarnos llevar por Morfeo.
El sol empezaba a posar sus rayos por la ventana, lo que me hizo abrir los ojos, pesados aún. Aunado a eso, esa sensación fastidiosa que delata la ingesta excesiva de alcohol y te hace pararte sí o sí al baño. Cuando los parpados dejaron de pesar emprendí camino al sanitario. No sin antes darme cuenta que tenía su cuerpo semidesnudo junto al mío. ¡No podía creerlo!. Sabía que no había pasado algo entre nosotras, pero el sólo hecho de verla dormida me revolvía los pensamientos. Despertaba mi calentura y ternura.
Al regresar del sanitario me quedé sentada en la silla de su escritorio. Preferí quedarme ahí, pues si me acostaba nuevamente no sería dueña de mis impulsos. Sus labios me inquietaban y despertaban en mi el deseo de besarlos, morderlos, o por mínimo de rozarlos. Despertaban en mi ese deseo de poseerlos, de fundirlos con los míos. Despertaban en cada poro de mi piel las ganas de sentirlos. Quiero volver a saborearlos, hace rato que los había probado y de ellos había quedado colgada. No había manera de besar más maravillosa que la suya. Sabía cómo mover armónicamente sus labios al ritmo de los míos, sabía cuando morder, cuando chupar, cuando matarme con su lengua, cuando todo. El simple hecho de sentirlo excitaba mi ser. Sólo ella atrapaba mis labios llevándome al éxtasis. Pero, me detenía la cordura, la incógnita de no saber si ella deseaba los míos o al igual que yo los extrañaba. Y me quedé ahí haciendo nudos mis pensamientos. Recordando que llega un momento en la vida en que se debe tomar una decisión. Los límites nos mantiene seguros, nos hacen alejarnos de errores, de decepciones, de problemas, lejos de lastimarnos, pero, nos mantienen encerrados sin saber que de lo malo está bien. El término resulta confuso a veces es mejor traspasarlos, pues de vez en vez nos sorprendemos con lo que está del otro lado. Nada nos garantiza que saldrá bien, pero, tampoco nada nos afirma que saldrá mal…
Dicen que cuando algo está destinado a pasar, pasará. Que “todo conspira” para que así sea. Y, no sé realmente si creer en el destino o en el camino que no mismo se va haciendo. Pero, cual sea el caso lo agradezco inmensamente.
Mi celular sonó, al principio lo maldije, pues seguro ella despertaría. Atendí rápidamente la llamada y al colgar sólo atiné a decirle:
- Lo siento.
Ella sonrió y me quedó viendo fijamente.
- ¿Qué haces allá tan lejos de mi?. Ven durmamos otro rato. Que despertando te tocará el desayuno. –Estiro su mano como señal para que yo la alcanzara-
El corazón descargó un impulso eléctrico que inquiero, aún más, todo mi cuerpo, y más pensamientos se colaron a mi mente. Camine hacia ella y sentí el ligero roce de su mano en mi brazo. Acomodándose en la cama para hacerme espacio junto a ella. Quedando muy juntas; piel con piel. Su brazo rodeo mi, escasa, cintura, su mentón quedó a la altura de mi omóplato y su respiración la sentía en mi cuello. Inquietándome más y más. Nacía en mi una salvaje pero tierna necesidad de recorrerle el cuerpo a besos, con mi lengua unir cada lunar de su cuerpo. El deseo despertaba a los demonios de mi pasión haciendo maquinar mis ideas despertando bajos instintos de posesión.
Empecé a sentir su respiración más cerca de mi cuello y como su mano apretaba mi cadera, pegándome por completo a su cuerpo. No sé si era mi necesidad de poseerla, pero, sentía su sexo caliente en mis nalgas, esa sensación me volvía tremendamente loca por voltearme y hacerla presa entre mis piernas. En ese momento imploraba por una señal, porque ella diera el primer paso, con eso me bastaba y sobraba para iniciar una guerra de besos y caricias que seguramente terminaría en final agotador. Como si pudiera leer mis pensamientos, sedientos de ella, o como si una fuerza conspiradora hubiese ayudado. Sentí la humedad de sus labios en mi cuello, en ese momento pensé: No hay vuelta de hoja. Cada vez sentía más la presión de su mano en mi cadera, sentía como en un baile de vaivén se apoderaba su sexo de mis nalgas y yo, comenzándome a calentar, se las entregaba por completo. Sus labios recorrían pequeños segmentos de mi cuello, en veces sentía la punta de su lengua mojada y de mi brotaban pequeños gemidos que ella disfrutaba. El grado de excitación que se elevaba me hizo, en un movimiento de vida o muerte, voltearme hacía ella, pensando en que de vez en cuando uno debe hacer sus propios milagros.
Acaricié su rostro, me urgía sentir su piel y saber que no era un sueño. Compartimos miradas y eso fue un acto de común acuerdo para dar paso a un tierno e intenso beso. Posee suavemente mis labios en los suyos, fue el beso que eliminó todo el deseo guardado de sentimientos callados que llevamos cargando tiempo atrás por culpa de los miedos. Nuestras respiraciones se aceleraban, proporcionales al beso. Mis manos en automático tomaron sus senos. Dulce sensación que llevaba reprimiendo y sólo controlaba frotando mis dedos. Mi lengua se deslizaba por su cuello, a medida que esta avanzaba y lo humedecía pequeñas mordidas atrapaban su piel entre mis dientes. Subí hasta su oreja, la encarcelé entre mis dientes y e susurré.
-No sabes las ganas que tengo de hacerte mía.
Instantáneamente sentí como su mano apretó la mía, como se acercaba más a mi. El calor de su cuerpo encendía mi sexo, como mi humedad iba siendo completamente suya. Mi deseo de poseerla se materializaba, la tenía en mis brazo, semidesnuda. Me puse encima de ella para quitarle lo que tenía de ropa, retire su blusa, y deslice sus bragas. Mis nalgas acomodadas en su sexo, haciendo presión, mis manos se deslizaban a sus senos. Baje mi cabeza a su cuello y empecé a besarlo, subía a sus labios mientras mis manos jugaban con sus senos, apretaban sus pezones, quienes delataban su excitación poniéndose duros. Bajé a ellos, roce uno con la punta de mi lengua, apenas y tocando su pezón, mientras mi mano se apoderaba del otro. Le escuchaba su respiración entrecortada. Poco a poco mi boca fue apoderándose de su seno. Lo chupaba como si fuera una paleta, lo mordía, tiraba de el y sus gemidos eran mi motor. Bajé por la antesala de su vientre, chupándolo y dándole mordiscos, para llegar a su entrepierna, chupe su ingle, le pasaba mi lengua, la succionaba, para aumentar su deseo por ser penetrada. Llegué a ese monte, explorado por pocos, y lo chupé, deslicé mi lengua de un lado a otro y lo succioné. Ella más abría sus piernas y se encorvaba dándome su vagina, eso delataba su desesperación por sentirme aún más. Fui bajando mi lengua, hasta sentir su sexo empapado, su liquido transparente seducía mi boca, sediento por ser devorado, busqué su clítoris y con la punta de mi lengua empecé a moverlo de un lago a otro, haciendo círculos a su alrededor, atrapándolo entre mis labios, succionándolo, dándole lengüetazos. Escucharla gemir era mi dulce melodía. Chupe sus labios vaginales y les di pequeñas mordidas. Estaba delante del camino que me lleva al paraíso, delante de esas comisuras que mordía y que retiré con mis dedos para poder comérmela completa. Con mi lengua recorrí cada milímetro de su vagina con movimientos que la hacían retorcerse, la hacía empujar sus manos en mi cabeza y arquearse para levantarme su sexo. Mi lengua la recorría, mientras más gemía más la succionaba. Mis dedos ágilmente se deslizaron dentro de su cuerpo, empezó un ir y venir de mi mano, aumentaba nuestra excitación eliminando nuestra cordura. Empecé despacio y fui intensificando lo movimientos. Gemía deliciosamente y yo más duro y rápido le daba. Sus músculos estaban contraídos, la sentía cerca, sentía como se preparaba para entregarme esa carga que la mantenía presa de su calor, yo anhelaba esa llegada. Me tomó de la cara y me subía a la altura de la suya, frente a frente me susurró.
-Tómame por atrás, deseo sentir que me penetres en cuatro.
Me maravilló su petición, mi excitación aumentó enormemente. Nos acomodamos de modo que quedé de rodillas a la altura de sus nalgas, acerqué mi sexo mojado se lo hice sentir, movía sus nalgas al ritmo de mi sexo. LA tomé por la cadera y la apreté a mi. Deje que sintiera cuan mojada me tenía. Una de mis manos bajó a su vagina y empecé a jugar con su clítoris, durito de lo excitado que estaba. Estaba empapada y mis dedos resbalaban de maravilla sobre ella.
Separé mi sexo y chupe sus nalgas, las abrí con mis manos y deslicé mi lengua sobre ella, mi saliva no alcanzaba para lubricarla, así que bajé una mano a mi vagina y mojé mis dedos para poder mojar su ano de mi. Empecé a meterle un dedo lentamente, y ella gimió fuertemente de placer y dolor, empecé a jugarle su ano con mi dedo, haciendo círculos dentro de ella. Más me paraba sus nalgas, empecé a moverlo más rápido, lo saqué y lo volvía mojar de mi, se lo metí salvajemente y empecé a moverlo rápido. Su vagina deseaba ser penetrada, así que empecé a jugársela también, la penetraba de ambos lados. Así estuve hasta que bajo sus nalgas y me hizo señal de que la montara. Eso me encantaba pues tenía unas nalgas de encanto que mi clítoris agradecía sentirlas. La monte y empecé a moverme sobre ella, era delicioso, sentís sus nalgas paraditas en mi vagina, mordía su espalda y gemíamos al mismo tiempo. Estaba tan mojada que sus nalgas resbalaban sobre mí. Mi clítoris explotaba en ella, me acerque a su oído y le dije.
-Estoy a nada de venirme
-Estoy muy cachonda, móntame la vagina para venirnos juntas. -me dijo-
Me acomode sobre ella y mientras disfrutábamos de vaivén baje a chupar sus senos y sentía como en mi boca empezaban a ponerse duros sus pezones. Nos movíamos desesperadamente y gemíamos mucho. Estábamos a nada de regalarnos el elixir. Me incorporé poniendo recta mi espalda para sentir mejor los movimientos. Nos seguimos moviendo hasta que las dos terminamos, nos mojamos una de la otra. Baje mi cuerpo a su pecho y me quedé ahí, enrollada en sus brazos. Sentí como sus labios besaban mi cabeza. Nuestras manos entrelazadas jugaban. Estaba a nada de quedarme dormida cuando la oí decir:
-¿No crees que debemos hablar?.