Un momento (VII)

Otra pequeña ración

UN MOMENTO (7)

Torsión desmadejada de tu cuerpo cuando apoyas descuidadamente la cadera en la pared. Absorta, repasas algo que acabas de recoger del buzón.Tus pómulos parecen tensionarse o responden a un estímulo de concentración, no lo sé. La posición de tu cabeza hace que la cortina de tu precioso flequillo se separe perezosamente de tu frente. La casa huele a caldo recién hecho, denso y en el que no falta de nada. Levantas la vista, esos preciosos ojos, redondos y de un indefinible color miel, y sonríes directamente hacia mí justo cuando salgo de la ducha, mal aderezado con una toalla y mi cuerpo perlado de gotas. Me señalas el sofá mientras esbozas esa pequeña sonrisa tan tuya, esa que no tiene malícia pero que me desarma, y dejas el correo encima del mueble más cercano. Fuera, el noviembre nos informa que a las seis de la tarde el frío y la oscuridad ya nos envuelve. Como el silencio. Mientras acomodo los cojines, me deshago de la toalla y me tumbo con calma el fondo del sofá, mi espalda a lo largo del respaldo. Te sacas de encima la blusa larga que llevas y observo cómo en cuclillas, con unas simples braguitas protegiéndote, de esas que compraste seis iguales y son tan tuyas, eliges con decisión una de las películas de tu colección.

Tu cuerpo se yergue y mientras preparas el reproductor vuelves a mostrarme esa gestualidad corporal propia que nunca atiné a saber porqué hizo que me rindiera a tí hace ya muchos años. Mientras andas hacia la cocina, pasas a mi lado y la yema de tus dedos recorre mi mandíbula hasta detrás de la oreja, como dejando un rastro de electricidad suave. Mientras aprisiono el borde de la suave manta entre mi cuerpo y el respaldo, vuelves con dos tazas de caldo humeante. Aprovechas la inclinación de cuerpo que haces para desnudarte totalmente y me besas en los labios mientras tus labios acompañan a tus ojos serenos. Levanto la manta para que te acomodes delante de mí. Mientras te cubro, noto la planta de tus pies busacando cobijo en mis tobillos, tu culo sondeando perezosamente mi miembro y encajas la cabeza bajo mi mandíbula.

Antes de accionar el mando a distancia, te incorporas levemente para visitar mis labios con dulzura y expiras sonoramente cuando recuperas tu posición. Mi brazo te rodea hasta aprisionar tus pechos, y el otro descansa plácidamente sobre tu cadera. Cuando la pantalla deja de ser opaca, mi pensamiento huye un instante en busca de la razón por la cual estás ahí. Tú a mi lado, una maravilla. Un milagro. Una sola explicación posible. Me quieres.