Un momento especial (fragmento)

Traducción de un fragmento de "Zorras ricas" ("Rich bitches", de Sheila Shane) ofrecido gratuitamente por Pink Flamingo Publications

Zorras ricas (fragmento)


Título original: Rich Bitches

Autora: Sheila Shane

Traducido por GGG, febrero de 2004

Val se colocó su polla en las manos y la estrujó con fuerza. Mirando hacia abajo, hacia ella, emitió un sonido gutural, algo como 'ujjjjjrr'. Se llevó la mano hasta la boca y escupió en ella, luego volvió a ponérsela en la mano, meneándosela con energía, lubrificándosela. Su mano no era precisamente tierna, pero le estaba tirando con la muy, muy ligera restricción que pasaba por  ternura en el mundo de Val Clemence.

"Y entonces te corres," gruñó ella.

"Sí, entonces me corro," murmuró Brad. Se sentía muy caliente. Estaba sudando. "Me corro con verdadera fuerza para ella, Val. Con fuerza de verdad."

Val le miró la polla, con la boca abierta, emitiendo el mismo sonido 'ujjjjrr'.

Las pollas fascinaban a Val, y no solo por las razones habituales por las que las pollas fascinan a las mujeres. Le había dicho a Brad en varias ocasiones que realmente le gustaría tener una. No solo poseerla, en el sentido en el que ella poseía la de él, sino que le creciera una entre las piernas en vez de un coño. "No sé cómo os las apañáis, cabrones," le dijo una noche, cuando habían estado bebiendo en el Sea Dog. "Toda esa rica carne entre las piernas, toda esa carne cosquillosa y la mitad del tiempo, vosotros folladores de mierda, la tenéis flácida. ¿Cómo hacéis eso? Si yo tuviera una polla estaría jugando con ella día y noche. Un coño solo es feo, pero una polla... Estaría cada puto minuto jugando con esa cosa. Sería salvaje, jugaría tanto con ella. Tendría los dedos pegajosos a todas horas. Lo haría, mierda, tendría que andar limpiándolos en las paredes." Había sido una de las pocas veces en que Brad había visto a Val realmente borracha. Hablaba en tono bastante alto. Varios moteros se habían largado enfadados del bar con las caras rojas de ira, ofendidos más allá de cualquier esperanza de disculpa.

"Me corrí en condiciones para ella, Val," volvió a susurrar Brad, con el necesario punto de énfasis.

"¡Nnujujuj!" dijo Val, o algo muy parecido. Dejando su polla suelta le agarró del culo con las dos manos, tirando de él hacia sí.

Ser follado por Val se parecía mucho a ser empujado en las mandíbulas de una máquina caliente y hambrienta, una gran máquina cuyos engranajes y pistones estuvieran cubiertos con una fina capa de piel caliente, ligeramente aceitosa. Una máquina especialmente diseñada para comer pollas. Normalmente se lo follaba estando de pie; la única vez en que podía romper esa rutina era por la noche, cuando Brad la despertaba al volver a la cama desde el baño y ella se sentía demasiado perezosa para levantarse.

Brad apretó la cara contra el fino arnés que cubría sus pechos, respirando con dificultad y dejándose tomar. Su polla ya se había deslizado dentro de ella, sus huesos púbicos chocando mutuamente cuando Val tiraba de su culo hacia ella. Él no tenía sitio para empujar, pero no importaba; el cuerpo de Val estaba haciendo todo el trabajo, los músculos de su coño, tan bien desarrollados como los de su culo, le agarraban y le soltaban y le volvían a agarrar. Ella respiró entrecortada, con un ruidoso gruñido de placer.

Val le estrujó las nalgas y se las levantó. Brad lo interpretó como una señal para que levantara los pies del suelo todo lo que pudiera y los pasara alrededor de la cintura de Val. A ella le gustó eso. Bailó por el suelo de la cocina con Brad enganchado a ella, cada pisada provocaba ecos que le resonaban en la cintura, donde hacían deliciosos estragos con la polla de Brad.

"Nena," gruñó, mordiéndole en el hombro. Brad sabía que le quedarían marcas allí más tarde. "Nena, nena, nenita puta, jodido chocho, estoy follándote, ¿me oyes? Follándote."

Brad lloriqueó, levantando la cara de forma que pudiera restregar la boca contra la piel desnuda de la parte superior del pecho de Val. Las sensaciones que le sacudían la polla eran intensas; pudo sentir como disparaba dentro de ella, una y otra vez, y emitió pequeños gritos mientras le agitaban los espasmos. Pero lo importante no era su orgasmo. El coño de Val necesitaba que estuviera empalmado un buen rato y sus músculos estaban más que habituados al reto. Sus constantes movimientos internos eran tan efectivos como la mano de una cortesana experta para mantener la erección de Brad. De vez en cuando su agarre se convertía en casi aterradoramente doloroso; una señal de que Val se estaba corriendo. Val era capaz de correrse muchas veces, y esperaría sacar partido de esa habilidad. Brad cerró los ojos y, chupando en su delirio su omóplato, simplemente se aferró a ella, escuchando como le hablaba, le maldecía, le amaba... a su propia y especial manera.