Un miércoles cualquiera
Conocí a Inma por casualidad. Cuando cogimos confianza, me confesó que tenía bastantes problemas. Intentando ayudarle, acabé tomando más y más control sobre su vida, hasta finalmente convertirme en su Amo, y ella en mi sumisa.
Conocí a Inma por casualidad. Congeniamos muy rápido y pronto empezamos a quedar con bastante frecuencia. Cuando cogimos confianza, la chica me confesó poco a poco sus numerosos problemas: traumas y fantasmas del pasado que la perseguían, problemas económicos, dificultad para seguir una rutina y poner orden en su vida... Intentando ayudarle, fui tomando más y más control sobre su vida, hasta finalmente convertirme en su Amo, y ella en mi sumisa.
Como ella tenía importantes problemas económicos, acabé dejando que viviera en mi casa. Además, de esta forma le resulta más fácil cumplir la rutina que tenía impuesta, y a mí controlar que lo haga. A cambio de no pagar alquiler ella se encarga de las diversas tareas del hogar. Quiero que quede claro que es sólo por este motivo, no porque sea mi sumisa, y desde luego no porque sea mujer. A mi me resulta útil, a los dos nos parece justo y a ella le hace sentirse mejor por vivir en mi casa sin pagarme nada.
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Hoy es un miércoles cualquiera, se despierta a las 8:10, es decir, 20 minutos antes de la hora a la que me levanto yo. La oigo levantarse a asearse y preparar el desayuno, y a las 8:30 exactamente entra en la habitación de nuevo a despertarme. La forma de despertarme cambia en ocasiones: normalmente me gusta que se acueste en la cama de nuevo y me despierte despacio, a veces me apetece remolonear un rato jugando con ella en la cama, aunque no lo hacemos a menudo por no interferir con su rutina. En ocasiones le comunico la noche anterior que quiero que me despierte de una manera concreta, ya sea desnuda, con el desayuno en la cama, con pinzas en los pezones, o por qué no, con sexo oral.
Pero hoy es un día bastante normal, así que después de unos cuantos besos, caricias y sonrisas nos levantamos y vamos al salón, donde el desayuno está listo en la mesa. Me siento y empiezo a comer. Ella sabe que no debe empezar hasta que le de permiso, y debe quedarse ahí sentada salvo que le indique lo contrario. Normalmente no tardo demasiado, aunque en ocasiones he esperado incluso a después de que yo terminara de desayunar y ducharme para permitirle empezar.
Hay que tener en cuenta que para que nuestra relación funcione, debe quedar claro que debe obedecerme, y gran parte de nuestras actividades van destinadas a reforzar este sometimiento voluntario. Esto facilita por otra parte el cumplimiento de su rutina y demás actividades establecidas para su beneficio y estabilidad tanto física como mental.
Como decía, hoy es un día bastante normal, por lo que desayunamos más o menos a la vez, y al terminar me voy a darme una ducha. Con un gesto le indico que me siga, por su sonrisa creo que piensa que quiero que nos duchemos juntos. Me temo que hoy no, tengo una reunión pronto y no tengo tiempo para entretenerme como me gustaría. Me desnudo, y ella hace lo propio, aunque cuando le indico con otro gesto que se arrodille ella entiende lo que quiero en realidad. Veo algo de decepción en sus ojos, pero no importa, obedece, como es su deber.
Mi polla no tarda en estar completamente erecta gracias al trabajo de su lengua, y ella empieza un completo mete-saca en su boca mientras me mira desde abajo. Agarro su pelo con mis manos y le marco el ritmo. Ella pone las manos a la espalda para demostrar su sumisión y dejar claro que el ritmo lo marco yo como plazca. Al cabo de un rato me corro en su boca, y cuando saco mi pene ella la abre y me enseña su contenido. Sabe que no debe tragarlo hasta que se lo indique. Sé que no le gusta, pero sabe que debe obedecer. En ocasiones espero bastante tiempo antes de darle permiso para tragarlo: al fin y al cabo la humillación es otro medio para lograr su sometimiento.
Hoy es uno de esos días, así que sin indicarle que pueda tragarlo me meto a la ducha y abro el agua. Ella se queda fuera, de rodillas, desnuda y con mi semen en su boca, esperando mansamente a que termine. Cuando finalmente salgo, le ordeno que abra la boca otra vez y tras comprobar que todo sigue ahí, le indico que trague.
-Buena chica,- le digo mientras le acaricio cariñosamente la cabeza. Noto cómo se ilumina su mirada, orgullosa. Salgo del baño, me visto y salgo a trabajar, volveré por la tarde.
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Durante el día, mientras yo estoy en la oficina, su rutina suele incluir ejercicio físico (gimnasio o artes marciales), estudiar (cursos, idiomas...) y ahora, trabajar. Aunque ahora ha conseguido un empleo estable, me gusta que continúe formándose, y a ella también. A veces le mando alguna otra cosa concreta que alguno de los dos necesite, o viene a comer conmigo alrededor de mi oficina, pero en general suelo dejar que se organice ella sola durante el día.
Cuando finalizo mi jornada laboral, le mando un mensaje: "Volviendo". Ella sabe lo que eso significa. A veces la aviso con 10 minutos de antelación, una vez incluso lo hice con un par de horas. En uno u otro caso sabe lo que debe hacer: Tan pronto como pueda, debe desnudarse, ir al recibidor y esperarme allí en posición de sumisión: de rodillas, con las piernas abiertas, las mano detrás de la cabeza y el pecho hacia delante. A veces le indico pequeñas variaciones: en ropa interior en vez de desnuda, vestida si quiero que salgamos nada más llegar, con un vaso de agua preparado si tengo sed... Etc.
Hoy reconozco que voy con ganas de jugar con ella, y sé que ella se ha quedado con ganas por la mañana, así que continúo con mis instrucciones:
-Coge el huevo vibrador control remoto de la mesita y métetelo, pero mantenlo apagado. Nada más entrar, quiero que me ofrezcas el mando.
-Sí, Amo.- Me responde, como no podía ser de otra forma. Así pues, nada más llegar la encuentro en el recibidor en la posición indicada, agacha la cabeza al verme y me ofrece en sus manos el mando del huevo que lleva dentro. Sin decir una palabra lo tomo y la miro mientras ella mantiene la cabeza gacha, expectante. Al cabo de unos minutos en los que noto que su respiración se acelera tan sólo con la anticipación y el morbo de la situación, así que finalmente enciendo el huevo y me deleito con su respingo. Intenta acomodarse, algo incómoda (o tan sólo demasiado cachonda?), pero no cambia de postura.
Le indico que pasemos a mi habitación, donde me tumbo en la cama.
-Hazme un masaje.- Le ordeno señalándome los pies. Al fin y al cabo, no hay motivo para que yo no me lo tome con calma, pese a la mirada de desesperación suplicando más acción que ella tiene ya desde hace un rato.
La verdad es que tenía ganas de llegar a casa con ella, por lo que me dejé un par de correos por escribir en el trabajo, que aprovecho para redactar desde el móvil mientras ella me da el masaje. De vez en cuando cambio el modo y la velocidad del huevo vibrador que lleva dentro, y alguna vez que relaja el ritmo del masaje lo detengo por completo. Me encanta la mirada que me dedica, entre frustración y desesperación. Sé que en este punto se muere por tocarse, o por que la folle, pero ni una cosa ni la otra ocurrirán hasta que yo diga.
Cuando termino de escribir los correos decido que ya la he torturado suficiente, y le ordeno ponerse a cuatro patas, levantar el trasero y abrírselo con las manos: He decidido que hoy usaré su culo, mientras el huevo en su coño nos da placer a ambos.
-Por favor Amo, métemela, necesito tu polla. Métemela donde quieras, pero métemela.- Me suplica. Y para qué engañarnos, yo estoy encantado de atender sus ruegos. Tras unos cuantos movimientos se la introduzco por completo, se nota que es un agujero que uso de vez en cuando y que ella está muy cachonda, y ambas cosas facilitan la penetración. Poco a poco aumento el ritmo de mis embestidas, y noto cómo ella aprieta el culo para darme más placer. A cambio, yo aumento la velocidad del huevo que lleva dentro, que yo también noto. Después de tanto jugar, ninguno de los dos vamos a aguantar demasiado.
-Amo por favor, si sigues así voy a correrme.- Percibo desesperación en sus palabras. Sabe que no debe correrse sin permiso, y sé que no lo hará, pero sé que lo pasa mal. Hoy se ha portado bien, tampoco hay necesidad de castigarla...
-Aún no perra, aguanta.- Le ordeno sin embargo. Ella aprieta la cara contra el colchón intentando aguantarse. Noto que me voy a correr yo también, por lo que aumento la potencia del huevo hasta el máximo, ella empieza a revolverse, haciendo inmensos esfuerzos por no correrse.
-Córrete perra, córrete para mí.- Noto cómo empieza a temblar, la agarro fuerte mientras continúo con mis embestidas. Comienzo a correrme yo también, y continúo bombeando hasta que ambos terminamos entre sonoros gemidos y gruñidos. Finalmente apoyo mi pecho en su espalda, exhausto, y tras unas cuantas respiraciones me aparto a un lado y me tumbo en la cama, saliendo de su interior.
Ella se tumba a mi lado, abrazándome. Me mira y sonríe. Tras un rato tumbados juntos ella se levanta: Va a preparar la cena. Yo sé que hoy será algo rápido, ella ha quedado aún más exhausta que yo, y ella sabe que yo no tendré ningún problema o queja con ello. Normalmente cenamos en la mesa en el salón, pero hoy lo hacemos en la cama, mientras hablamos de cómo ha ido nuestro día, noticias, información interesante que hayamos aprendido, nuestras vidas en general... Durante la cena es el momento del día en que me gusta dejar más de lado roles y bdsm y hablar con normalidad, sobre quiénes somos. Después de todo, la chica me encanta en sí misma, si no no viviría conmigo.
Cuando terminamos, llevo las cosas de la cena a la cocina y aprovecho para poner el lavavajillas, mientras esta vez es ella la que remolonea en la cama. Cuando vuelvo, nos tumbamos a dormir. Sé que a ninguno de los dos nos costará conciliar el sueño, y mañana será otro día al menos tan bueno como el de hoy.