Un mes de vacaciones con nuestro sobrino Eduardo.
Se quedó un mes con nosotros y yo hice realidad mi deseo de ver a mi mujer gozando con la polla de otro, de mi sobrino.
Me llamo Enrique, tengo cuarenta y dos años y desde hace unos meses tengo un problema. Estoy casado con Marta, una preciosa mujer dos años menor que yo que aunque no es muy alta, está proporcionada y es bastante sensual. Tengo que reconocer que una cosa que tiene desproporcionada son sus tetas. Imaginaros una mujer de un metro sesenta y dos centímetros y con unos pechos de la talla ciento veinte, seguro que el canalillo que se le forman con todos sus vestidos es el sueño de más de uno de mis amigos y familiares. A modo de broma le digo que es una "pequeña gran tetona".
Aún con esos maravillosos atributos, no los ha podido usar para lo que fueron creados, amamantar a una criatura. Cuando nos casamos, como toda pareja intentamos tener hijos. Después de muchos estudios y cientos de médicos se descubrió que sus óvulos no se formaban en condiciones y nunca podría tener un hijo. Tardó varios meses en superar esto, pero al final lo superó.
Siempre me gustó verla tener orgasmos mientras cabalgaba sobre mí, viendo como sus generosas tetas se bamboleaban con sus enérgicos movimientos mientras mis manos, agarradas a su culo, le imprimían el impulso necesario para que mi polla la penetrara y le diera todo el placer que necesitaba.
Pero tras varios años esto ya no me satisfacía tanto, me empezó a gustar verla masturbarse delante de mí, yo hacía lo mismo delante de ella y la penetraba después de que tuviera su primer orgasmo.
Y ahora viene mi problema, desde hace unos meses deseo ver a mi mujer follando con otro hombre. No se la razón por la que me siento excitado al imaginar a Marta abierta de piernas en medio de la cama, con otro hombre encima y metiendo su polla en el coño de mi mujer, pero desde hace unos meses le pido que lo hagamos delante de algún espejo. Cree que para poder ver su cuerpo, pero la verdad es que me imagino que otro se la folla, me corro al momento.
No le he comentado nada a ella, no sé cual será su reacción. No sé si pensará que estoy loco o que soy un pervertido No creo que ella acceda si yo le pidiera que se dejara follar por otro. Además si no le importara, ¿con quién podría hacerlo? Seguro que muchos estarían encantados de follar con esas tetas, pero a quién buscar, amigo, familiar
Entonces la tarde de un domingo encontré al candidato idóneo. Como casi todos los domingos, vinieron mi hermana María, su marido Manolo y su hijo Eduardo a comer y pasar la tarde juntos. Este último sería el candidato perfecto para mi plan.
Eduardo es un chaval de diecinueve años. Es hijo único por lo que mi hermana lo tiene bastante protegido aún teniendo la edad que tiene. Es grande, medirá sobre el metro ochenta y cinco. Recuerdo que aquel domingo él parecía obsesionado con los pechos de Marta, no dejaba de mirarlos, parecía estar hipnotizado con ellos y mi mujer lo notaba y a veces se sentía algo incómoda.
Recuerdo que yo estaba en la cocina, dentro del pequeño trastero que allí ahí, cuando entró mi mujer y Eduardo.
-¡Eduardo, hijo, deja de mirarme los pechos!
-Perdona tita, ¡es que lo tienes preciosos!
-¡Por favor, ya vale!
Me asomé con cuidado para verlos y me encontré que él la tenía contra la encimera, enfrentados cara a cara, sin dejar de mirar sus redondos y hermosos pechos. Ella tenía sus manos sobre el filo de la encimera y sus pechos parecían desafiar al chaval. Él llevó sus manos para coger sus tetas y las movió como si degustase sus redondeces sin llegar a tocarla.
-¡Vale ya niño! Le dijo mi mujer y con un buen empujón lo separó.
-¡Perdona tita! Y se marchó.
Fue lo único que dijo y salió de la cocina. Ella se quedó tal como la había dejado y parecía agitada por lo ocurrido. Reconocía aquella cara, en verdad se sentía excitada por nuestro sobrino. Puso una de sus manos encima de su sexo y se lo acarició un poco. Sin duda mi mujer se había sentido excitada por Eduardo. Aquello era perfecto. Con lo poco que había ocurrido allí, me sentía muy excitado, si conseguía que Eduardo se follara a mi mujer y poder verlo estaría en la gloria.
Y al final de la tarde mi hermana me dio una alegría. Me comunicó que al mes siguiente se irían de vacaciones y como su hijo no había aprobado todas las asignaturas lo dejarían con nosotros, si no nos importaba, durante un mes completo. Por supuesto que no me negué, seguro que sería un placer y quién sabe si para todos
En eso quedamos y dos semanas después Eduardo llegó una mañana con una bolsa de viaje en la que traía la ropa necesaria. Se instaló en una de las habitaciones que teníamos para los invitados al lado de la nuestra. Recuerdo el comentario de mi hermana al marchar "ahora será como si tuvierais un hijo", lo que no suponía era mis intensiones para su hijo
En ese año no conseguí coger las vacaciones en el mismo mes que mi mujer. De esta manera por las mañanas estarían los dos solos. Tenía la esperanza de que algo ocurriera y poder sacar tajada. Durante la primera semana, Marta por las noches estaba más fogosa de lo normal, sin duda la presencia del muchacho la ponía más caliente.
La segunda semana empecé a hacerle comentarios sobre su tía intentando provocarlo para que cuando yo no estuviera buscara a mi mujer. Buscaba los momentos en que estaba observándola para lanzarle algún comentario.
-¡Tiene un buen culo tu tía! Le dije una vez mientras Marta se agachaba para meter la ropa en la lavadora, se ponía de cuclillas dándonos la espalda y marcaba su redondo culo.
-¿Qué ? Decía él como si no supiera lo que le había dicho.
La tarde del viernes estábamos los tres en casa y mi mujer y yo nos bañábamos en la piscina. Imaginé que la estaría observando desde alguna habitación, pues era impresionante ver a mi mujer en bikini con aquellas hermosas tetas.
-Marta, ¿por qué no haces topless?
-¡Estás loco! Me dijo como regañándome.
-No, siempre has hecho topless para broncear tus pechos, por qué no hacerlo ahora
-Eduardo está aquí
-Bueno, es nuestro sobrino ¿No me dirás que te da vergüenza de él?
-Verás cariño - empezó a hablarme y no sabía como hacerlo Eduardo el otro día, cuando vinieron a comer tu hermana, su marido y él, pues estaba todo el tiempo mirándome a los pechos
-Es normal cariño, tienes unas tetonas muy apetecibles, el padre también te miró
-Si el que me las mire no es problema
-¿Ha intentado hacerte algo? Hice como que estaba preocupado.
-No, no - contestó rápidamente para tranquilizarme no, pero me dijo que le gustaban mis tetas y se pegó a mí. ¡Pero no me hizo nada!
-¿Y eso te gustó? Se ruborizó y su cara mostraba confusión No te preocupes es normal. Es un chico joven y no está mal
-¡Eres idiota! Me dijo con tono enfadado y se tumbó a tomar el sol.
-Si quieres hacerlo con él sólo tienes que dejar libres tus tetas, - le dije al oído para provocarla seguro que él te estará observando desde alguna ventana
No dijo nada, seguía tumbada con los ojos cerrados. "Si lo deseas, hazlo" le volví a repetir en voz alta y me fui a la cocina a buscar algo para beber. Salía de la cocina con mi cerveza en la mano cuando me encontré con Eduardo que bajaba las escaleras.
-Ahora vengo, voy a comprar una cosa
Salio por la puerta, supuse que ni siquiera había visto a Marta que estaba estupenda junto a la piscina. Me acerqué a la ventana que daba a donde ella reposaba y allí estaba, con sus dos hermosas tetas al aire, sin duda había aceptado tener sexo con Eduardo. Salí y me senté de nuevo junto a ella.
-¡Por lo que veo no te importaría hacerlo con él!
-Si a ti no te importa supongo que no estaría mal hacerlo con un mozalbete
-¡Pues prepárate para esta noche!
Después de cenar los tres descansábamos en el salón. Allí teníamos dos sofás puestos de forma que formaban una ele. Marta y yo estábamos en uno, mientras Eduardo, medio recostado, estaba en el otro. Mi mujer tenía puesto una camiseta larga y unas bragas. Eduardo sólo tenía un bañador, al igual que yo, los tres vestíamos con ropa para estar cómodos.
-¡Eduardo! Llamé la atención del muchacho y no se imaginaba lo que iba a ver. - ¿Te gustan las tetas de tu tía?
Sus ojos se abrieron de par en par. Marta estaba de lado, de forma que quedaba frente a él. Yo por detrás le agarraba cada teta con una mano y las juntaba y acariciaba. Sus pezones, por la excitación, se habían puesto duros y erectos. Él no dejaba de mirar como acariciaba las dos redondas tetas, era evidente que no llevaba sujetador y se movían bajo la tela a placer. No decía nada, disfrutaba de la visión de aquel masaje sin saber bien que hacer o como tomar lo que estaba viendo. Hice que Marta se levantara y se pusiera de pie delante de mí y mirando para su joven deseo.
-Tal vez te gusta más lo que guarda entre sus piernas
Le levanté un poco la camiseta para que se pudiera ver el triangulo que formaban sus bragas blancas de encaje sobre su sexo, dejando entrever el oscuro de los pelos que cubrían su raja. La agarré por la cintura y la hice girarse para que se pusiera de lado a los dos. Eduardo se empezaba a tocar la polla por encima del corto pantalón y era evidente que tenía una erección. Mi mujer no apartaba la vista de él. La hice inclinarse para que su redondo culo quedara en pompa y le subí de nuevo la camiseta para mostrarle el trasero a nuestro sobrino.
-Tal vez te guste más este redondo y duro culo
Él perdió toda la vergüenza que pudiera tener y ante la visión de su tía que se la ofrecía su tío, mostrándola poco a poco decidió sacar su polla y comenzar a masturbarse.
-¡Dios que buena! Dijo Marta al ver la polla de Eduardo.
-Acércate y juega con él
Esas fueron mis últimas palabras. Desde ese momento para ellos yo no existía. Mi mujer se sentó junto a su joven amante que mostraba un gran potencial. Agarró con la mano su pene y él empezó a acariciar su cuerpo, primero por los muslos y fue subiendo hasta llegar a sus enormes pechos. La camiseta tenía un buen escote y sacó uno de sus pechos. Contempló aquella redonda teta sin dejar de acariciarla, podía ver la aureola oscura y grande que rodeaba al pezón, el erecto y largo pezón.
-¡Tita, te deseo! Dijo a la vez que su boca se acercaba para mamar aquella teta.
-¡Hoy llámame Marta! Le hablaba ella sensualmente mientras acariciaba su pelo sin soltar su erecto pene. - ¡Ah, ah, sigue chupando! ¡Qué bueno!
La besó por el cuello hasta llegar a su boca. Se fundieron en un beso allí en el sillón. Se acariciaban desesperadamente. Los dos llevaban unos cuantos días conteniendo la calentura que se provocaban al estar uno junto al otro y en aquel momento estaba saliendo la lujuria que habían acumulado durante la semana anterior.
Yo en el otro sofá disfrutaba del espectáculo que me ofrecían. Mi madura mujer hacía el amor con mi joven sobrino. Los dos se daban caricias y besos por todas partes. Eduardo se levantó y se quitó toda la ropa que llevaba. Agarró a Marta y la hizo recostarse sobre el sofá. Levantó un poco la camiseta y buscó el filo de las bragas para agarrarlas y de forma algo brusca, quitárselas.
Marta se retorcía y disfrutaba de aquel hombre que la trataba rudamente. Cuando se liberó de su prenda íntima, abrió las piernas todo lo que pudo y con las manos se apartó los pelos y los labios que cubrían su rosada y húmeda entrada para ofrecérsela a él.
Eduardo se arrodilló delante de ella y acarició sus muslos a la vez que se inclinaba para hundir su boca en el sexo de su tía. Pude notar cuando la lengua de Eduardo empezó a acariciar la raja de mi mujer pues ella empezó a gruñir y a agitarse al sentirlo. Puso una de sus manos sobre la cabeza del chaval para forzarlo a que la mamara. Las manos de él las extendía para acariciar sus tetas.
-¡Me estas volviendo loca! ¡Qué maravilla de lengua! ¡Sigue chupando!
Ella movía las caderas al ritmo que le imprimía la lengua de nuestro sobrino. Las manos de él acariciaban su cuerpo mientras su lengua se hundía en su raja lamiendo el clítoris y tragando los flujos que su vagina desprendía para facilitar la penetración.
-¡Sigue, sigue! ¡Me voy a correr! Gemía y se retorcía mostrando el enorme placer que le daba su sobrino. - ¡Ah, ah! ¡Me coooorroooo!
Yo me masturbaba desde el otro sillón viendo como mi mujer era amada por otro hombre, estaba logrando lo que soñaba desde hacía algún tiempo. Entonces Eduardo se levantó y con las dos manos agarró el escote de la camiseta de Marta, tiró y la rasgó. Las dos tetas salieron y el comenzó a amasarlas viendo como su tía se retorcía de placer.
Marta se levantó e hizo que él ocupara su lugar. Se arrodilló delante y comenzó a acariciar sus muslos hasta llegar a su barriga. Se inclinó y comenzó a besarlo por la barriga, por el pecho hasta llegar a su boca y comenzaron a besarse.
-¡Cariño, acércate y mira lo que le voy a hacer! Me dijo poniéndose de rodillas y abriendo las piernas de él.
Me levanté y me senté en el brazo del sofá para ver de cerca como mi mujer se desnudaba por completo y se colocaba entre las piernas de él. Agarró con una mano la polla y comenzó a acariciarla a la vez que me miraba para ver mi cara de satisfacción. Yo me masturbaba mirándola, viendo como masturbaba a nuestro sobrino, viéndola con otra polla que no era la mía en sus manos.
Se inclinó sobre él y con la mano descubrió el enorme glande de aquella polla. Pasaba sus labios suavemente por la polla y no dejaba de mirar como me masturbaba allí a su lado. Entonces su boca se abrió y se la tragó. Desapareció casi toda dentro de su boca. Comenzó una mamada que hacía que Eduardo se retorciera de gusto. Él apartaba sus pelos de la cara ella para que yo pudiera ver como su polla follaba la boca de mi mujer. Los dos me ofrecían aquel espectáculo, sabían que eso era lo que yo quería y me lo estaban dando.
-¡Chúpamela puta! Le decía Eduardo a mi mujer y su polla se perdía de nuevo en su interior. - ¡Mira como le gusta que me la chupe al cabrón de tu marido!
Ella soltó su polla y se escupió en las tetas, agarró cada una con una mano y envolvió la polla para hacerle una paja con ellas. Veía como el glande asomaba y se perdía entre las dos voluminosas tetas. Ella escupía para lubricar la paja.
-Túmbate en el suelo. Le pidió Eduardo a mi mujer y ella le obedeció. Coge mi polla con tus tetas.
Ella estaba boca arriba y él se puso de rodillas dejando a ella entre sus piernas, colocó la polla entre sus tetas. Ella agarró cada teta y de nuevo envolvió su pene. Comenzó a moverse para follar las tetas de su tía y ella sacaba la lengua cada vez que el glande salía para lamerlo. Folló sus tetas hasta que se cansó y entonces se levantó y le pidió a ella que permaneciera en la misma postura.
Se giró, se puso de rodillas por encima de su cabeza y le ofreció la polla para que la chupara. Comenzó a tragarse la punta y él se echó sobre ella y abrió sus piernas. Ahora tenía su raja lista para lamer. Mientras su lengua se hundía en el coño de mi mujer, ella tragaba toda la polla. Hacían un sesenta y nueve maravilloso que me ponía caliente. Estaba loco por correrme mientras veía como los dos se daban placer, pero quería esperar, quería correrme a la vez que ellos.
-¡Levántate! Le pidió Marta a Eduardo. Maridito, siéntate aquí.
Me hizo sentar en el suelo con la espalda apoyada en el sofá. Ella se colocó de pie sobre mí colocando cada pierna a un lado de mi cuerpo, de forma que su coño quedaba por encima de mis ojos y podía verlo perfectamente. Se inclinó sobre el sofá poniendo culo en pompa.
-¿Ves bien mi coño, cariño?
-¡Perfectamente!
-¡Ven Eduardo! ¡Mete tu polla en mi coño y hazme gozar! Me miró desde arriba. - ¡Disfruta cornudo marido!
Eduardo se acercó por detrás de Marta y con una mano pasó la polla por la raja, de arriba abajo para que el glande se llenara de los flujos de ella. Cuando la tenía algo mojada buscó la entrada de su vagina y la aguantó para empezar a empujar. Pude ver perfectamente como su enorme glande separaba los labios del coño y comenzaba a entrar.
-¡Aaah, qué bueno! ¡Qué grande! Decía ella.
-¡Te gusta putita mía! Le contestaba él.
-¡Dámela entera! ¡Clávamela! ¡Lléname de tu carne!
Yo veía como aquella polla iba entrando. Hasta ese momento sólo yo había entrado allí y ahora mi sobrino compartía aquella confortable cueva. Poco a poco le entraba. Eduardo tenía agarrada las caderas de ella y la movía para penetrarla hasta que la tenía toda dentro. Empezó a acelerar las penetraciones y podía ver como las tetas de mi mujer se movían al ritmo de las embestidas. Su polla se perdía en el interior de ella.
-¡Fóllame fuerte cabrón! Lo animaba mi mujer y le hacía caso. - ¡Clávemela entera!
Los dos gozaban y era impresionante ver como aquel chaval le daba placer a mi mujer que empezó a gemir por el orgasmo que estaba sintiendo, sus piernas temblaban por el placer y parecía que se iba a caer. Aguantó como pudo hasta que se acabó de correr. Yo podía ver como los flujos salían de su coño. Se incorporó y la polla salió totalmente húmeda de su interior.
Me agarró por la mano y me hizo desnudar y sentarme en el sofá. Me recostó y abrió sus piernas dándome la espalda. Agarró mi dura polla y la clavó en su coño. Botaba sobre mí y cogió la polla de Eduardo para empezar a mamarla.
-¡Qué puta eres tita!
-¡Eres puta y viciosa, cariño! Le dije yo.
-¡Ahora veras cómo soy! Me dijo soltando la polla de Eduardo.
Se levantó y agarró mi polla, la llevó a su estrecho culo y empezó a sentarse. Mi polla empezó a forzar su esfínter y gracias a los flujos de su coño aquello se hizo con menor dolor. Puso sus pies sobre mis rodillas y poco a poco se metía mi polla dentro de su estrecho culo, nunca la había follado por ahí y ella estaba disfrutando.
Cuando la tuvo toda dentro comenzó a moverse. Eduardo la miraba y veía como sus tetas se movían. Se masturbaba mientras nos miraba y no pudo aguantar. Se acercó a nosotros y le habló a ella.
-Marta, ¿quieres probar dos pollas a la vez?
-¡Creí que nunca me lo ibas a proponer! ¡Mete tu polla dentro de mi coño!
Marta paró de moverse y espero a que Eduardo buscara una postura para poder llegar con su polla a la entrada de aquella excitante y lujuriosa hembra. Cuando la encontró, cogió su polla y la apuntó a la dilatada entrada y empujó para que su polla se perdiera de nuevo dentro de ella. Se movía y ella gemía con grandes gritos de placer. Nunca le habían dado por el culo, pero ahora eran dos pollas las que la follaban, una de su marido y otra de su sobrino.
No me podía mover debajo de ellos y podía ver como Eduardo disfrutaba de las embestidas que le daba a mi mujer. Los paré e hice que se bajaran de mí. Senté a Eduardo en el sofá e hice que Marta lo cabalgara. Podía ver como su polla entraba y salía y como él se dedicaba a chupar sus tetas. La paré, me coloqué detrás y separé los cachetes de su culo. Apunté mi polla a su ano de nuevo y la metí dentro. Ahora podía moverme y follarla a la vez que Eduardo penetraba su coño.
No tardé mucho en sentir que me iba a correr y así lo hice. Sentí como mi leche salía de mi polla y descargaba en su culo. La saqué y me retiré para seguir mirando como follaban. Marta volvía a cabalgar sobre su joven amante. Me encantaba ver como la polla de mi sobrino penetraba frenéticamente el coño de mi mujer, mientras mi semen salía por su ano y se mezclaba con los flujos que brotaban de su raja en el momento en que ella sentía un nuevo orgasmo. Eduardo aceleró sus penetraciones para tener su recompensa. En un momento se la clavó por completo y la dejó dentro. Se podía oír los gruñidos de él mezclados con los suspiros de placer de mi mujer al sentir el calido semen del chaval que le llenaba su vagina.
Después de unos segundos vi como Marta se levantó y la polla de él salía no tan dura como antes. Se sentó junto a él con las piernas abiertas. De su coño emanaba el semen de Eduardo junto con sus propios flujos, mientras su ano aún soltaba mi semen. Era una delicia ver a mi mujer satisfecha por dos pollas y llena del semen de sus dos machos.
Pasamos una hora charlando y bebiendo unas bebidas mientras descansábamos un poco. Marta y Eduardo se besaban como enamorados y yo los veía. Por raro que pueda parecer, no sentía celos, no sé si con otro sentiría celos, pero con Eduardo no.
Cada uno nos duchamos y nos fuimos a dormir. Hacía dos horas que habíamos tenido nuestro primer trío y Marta estaba en la cama abrazada a mí.
-Cariño, hoy he disfrutado como nunca, no imaginé que se pudiera gozar tanto, incluso cuando me te metí dentro de mi culo. Al principio me dolió, pero al momento era gozo todo lo que sentía. Y más cuando Eduardo me entró en el coño. Nunca me había sentido tan llena y tanto placer. ¡Te amo! Y me dio un beso en la boca.
-Desde hacía algunos meses sentía la necesidad de verte follar con otro. La besé de nuevo. Pero nunca pensé en hacer un trío He gozado viéndote follar y follando tu culo. ¡Yo también te amo!
-Quería pedirte un favor cariño - Me dijo.
-Cuéntame
-Esta noche me habéis puesto muy caliente y aún lo sigo. Cambió el tono para pedir algo que podía no gustarme. ¿Te importaría si aprovecho el resto de la noche para pasarla con Eduardo? ¡Me ha encantado su forma de folla! Pero quiero estar a solas con él
-Bueno. No pude negarme, ya lo había follado y me miraba con esos preciosos ojos verdes.
Estaba desnuda y se puso un salto de cama medio transparente, sin nada debajo. Se podía ver perfectamente su cuerpo bajo la fina y traslúcida tela. Desde la puerta me lanzó un beso y se marchó a la habitación de él que estaba junto a la nuestra.
Varios minutos después empecé a escuchar los gemidos de ella y los gruñidos que él lanzaba cada vez que la embestía. El golpeteo del cabecero sobre la pared marcaba el ritmo de la follada. En la soledad de mi habitación tuve el impulso de levantarme y ver como se la follaba mi sobrino, pero le había prometido que estarían solos. Sólo pude hacerme otra paja para aplacar la excitación que me producía el oír a Marta y Eduardo follar como animales en la habitación de al lado.
Por la mañana me desperté y ella estaba junto a mí. La besé y ella se despertó un poco. La miré y estaba preciosa con su culo redondo y en pompa. Empecé a acariciarla y me acordé de los gritos y gemidos de la noche anterior. Le hablé al oído.
-Cariño, quieres que te penetre.
-Perdona pero tengo el coño medio escocido de la polla de tu sobrino.
Me levanté y después de desayunar, como dos horas después se levantaron los dos. Eduardo estaba un poco dubitativo, no sabía que hacer ante aquella situación, se había follado a su tía junto con su marido y ahora, una vez que había pasado la lujuria de la noche, no sabía bien como actuar. Marta estaba radiante, un poco dolorida en sus genitales pero radiante.
El resto del mes que pasó nuestro sobrino en casa lo pasamos follando a Marta a la mínima ocasión, o bien lo pedía ella o se lo pedíamos nosotros. Nos gustaba corrernos dentro de ella, primero uno y después el otro la metía dentro de su vagina llena del semen del anterior y descargaba.
Cuando yo trabajaba también aprovechaban para hacer algo, y además me lo gravaban y me lo mostraban cuando yo llegaba a casa. Me convertí en un auténtico cornudo, pero lo que disfruté yo, mi mujer y nuestro sobrino sólo queda para nosotros.
Después de un mes, más o menos, Marta nos comunicó que se había quedado embarazada. Los médicos no se explicaban como podía haber ocurrido, pero lo peor era que los dos, Eduardo y yo, habíamos depositado nuestro semen en ella y, aunque lo más probable es que fuera de Eduardo, para todo el mundo era de Marta y mío. A Eduardo le agradecimos eternamente el habernos conseguido un hijo y él la verdad es que prefería que yo fuera el padre.