Un merecido descanso en la playa 3
Continuacion de "Un merecido descanso en la playa". Saltar las olas en el mar es un juego muy divertido, sobre todo si se follan a mi mujercita.
Estoy tumbado en la cama mirando el techo, sin verlo, en la oscuridad de la noche.
Estiro la mano y ahí está, mi mujer, tumbada a mi lado.
Recorro con las manos su cuerpo desnudo, cálido, duro, lleno de curvas, sus piernas, sus caderas, sus glúteos, su espalda, su vientre, sus pechos.
Me detengo en ellos y vuelvo a empezar.
Ahora me concentro en sus glúteos, los recorro una y otra vez, sobándolos, apretándolos.
Luego vuelvo a sus pechos, hago lo mismo, los recorro con toda la mano, con los dedos para al final concentrarme en sus pezones.
Con la palma de la mano hago movimientos circulares, presionándolos poco a poco, mientras noto como crecen, como se ponen cada vez más duros.
Se estremece, la oigo jadear.
Me giro hacia ella, paso suavemente mi brazo bajo su cadera, acariciándolo.
La atraigo hacia mí.
Nos besamos en la boca, mientras una de mis manos recorre su espalda y la otra se posa en sus glúteos.
Bajo la otra mano también a sus glúteos, masajeándolos, apretándolos. La coloco boca abajo sobre mí, entre mis piernas abiertas.
La subo y bajo sobre mi rabo erecto, restregándoselo por su conejo, hasta que poco a poco va entrando, se lo voy metiendo, entre jadeos y estremecimientos.
Poco a poco, sin que salga mi rabo de dentro de ella, se va poniendo de rodillas, hasta que cabalga sobre mí.
La intensidad aumenta, todo aumenta, hasta la cabalgada final.
Y en ese momento la oigo decir “¿Te ha gustado, cariño?”, pero con la voz grave de un hombre.
¡Dios santo, no es mi mujer, me he follado a un hombre”.
Y me despierto de un salto, bañado en sudor, encima de mi cama.
Ya es de día, y mi mujer no está tumbada al lado mío.
Oigo jadeos, es en nuestra terraza.
La puerta que anoche deje cerrada con cerrojo por dentro, ahora está algo abierta, y los jadeos vienen de allí.
¡Es una mujer y un hombre! ¡Están follando! ¿Se están follando a mi mujer?
Me voy a levantar de la cama, pero aun no estoy del todo despejado, y pierdo el equilibrio cuando me estoy levantando, tirando la lámpara de la mesilla de noche, que cae al suelo con estrepito, lo mismo que yo.
Me logro incorporar y voy hacia la terraza, abro de golpe la puerta del todo, y ahí está mi mujercita que se cubre con una toalla rápidamente, pero ¡está sola!.
No hay nadie con ella, pero ella estaba totalmente desnuda, tumbada boca arriba en una hamaca.
Me mira con una sonrisa en los labios y me dice señalando hacia mis genitales:
- ¡Ya veo que te despiertas con ganas de verme!
Miro, y estoy totalmente desnudo, con el cipote tieso y erguido como una estaca.
La vuelvo a mirar, y no se qué decirla. Me ha dejado un poco descolocado.
¿Qué hago? ¿la pregunto si estaba follando hace un momento con alguien? Pero la pregunta me parecía muy ridícula, así que la dije que me iba a duchar.
¿Sería todo fruto de mi imaginación?
Así que me encamine al baño donde me duche, sin cerrar la puerta para intentar impedir que alguien se follara a mi mujercita.
Estaba luego afeitándome, cuando entra mi mujer totalmente desnuda, y se mete en la ducha, cerrando la mampara transparente.
Abre el grifo de la ducha y veo como el agua cae sobre su cuerpo esplendido, como resbala sobre sus senos y sobre su culo, y entra en su entrepierna, mojando su conejito depilado.
Continúo afeitándome, pero me doy cuenta que mi mujer continua debajo de la ducha, con una de sus manos entre sus piernas, en su conejito, acariciándolo, se está masturbando.
Tengo el cipote otra vez tieso y erguido, preparado para entrar en acción.
Mi mujer levanta la vista y la fija no en mí, sino en el espejo, con una media sonrisa en la cara.
Miro al espejo donde mira y veo a un hombre desnudo reflejado, ¡pero no soy yo!. Está en la puerta del baño.
El susto hace que me dé un tajo en la cara con la cuchilla de afeitar, por lo que grito de dolor y aparto un instante la vista del espejo. Cuando la vuelvo a fijar ya no hay nadie.
Salgo corriendo del baño, pero no veo a nadie en el dormitorio.
Oigo reírse a mi mujer, mientras corro hacia la terraza y nadie, no hay nadie.
¿Lo estaré imaginando todo?
Vuelvo al baño, entre enfadado y confundido, y encuentro a mi mujer secándose con una toalla.
Me mira sonriente sin decir nada.
Noto sabor a sangre en mi boca, me miro al espejo y tengo un corte encima del labio superior del que emana un chorrito de sangre que entra en mi boca.
Me pongo papel higiénico en la herida para cortar la sangre, mientras mi mujer sale del baño todavía secándose con la toalla.
Mientras intento taponar la sangre y contemplo a mi mujer como se seca, tomo la decisión de que no desayunemos en el hotel para enfriar el tema de la cena con los niños masturbadores, y, por supuesto, de que no vayamos a la playa del día anterior donde casi muerdo de un infarto, sino a una playa más concurrida y más familiar, con niños y familia donde mi mujer se corte a la hora de quedarse totalmente desnuda.
Le comento a mi mujer que podíamos desayunar en otra parte, y ella me responde, con una sonrisa irónica, diciéndome:
- Me parece bien, cariño, ya sabes que lo mucho que me gusta cambiar.
Cogimos el coche y nos fuimos a otra zona que cumplía las condiciones que quería, donde desayunamos tranquilamente y mi mujer se puso a tomar el sol bajo una sombrilla alquilada, mientras yo alternaba la lectura, con los paseítos y los baños.
Fue pasando la mañana sin problemas, y hasta mi mujer llevaba un bikini de lo más normal sin enseñar nada fuera de lo normalmente establecido.
Poco a poco se fue marchando la gente a comer y el mar estaba cada vez más revuelto, con mucho oleaje, pero sin resaca. La bandera paso de verde a amarillo.
Ya sin casi nadie en la playa, mi mujer salió de su letargo de tomar el sol y me animo a que me metiera con ella al agua para saltar las olas.
Nos metimos al agua, saltando las olas, donde nos cubría por encima de la cintura.
Aquí las olas eran más altas, pero se notaba que mi mujer estaba disfrutando.
Saltamos las olas, luchamos con ellas y nos zambullimos en el agua.
Empezó ella chillando cada vez que saltábamos una ola, pero yo acabe por imitarla para que no me juzgara de aguafiestas.
Una de las olas nos dio un buen revolcón.
Al levantarnos, chorreando agua y casi sin poder ver, me fije que mi mujer tenía las tetas al aire, se le había movido la parte superior del bikini.
Eran unas tetas enormes, morenas, erguidas, con unos buenos pezones que salían de unas aureolas oscuras.
Me recordaron a los melones que comíamos y mi polla se puso tiesa y dura al instante.
Mi mujercita, entre risas, se dio cuenta por mi mirada que tenía sus melones al aire, y procedió a tapárselos colocándose el bikini, como si no pasara nada, atenta solamente a la próxima ola que venía.
Todo era, hasta entonces, un juego muy divertido, pero ver las tetazas a mi mujercita hizo que se convirtiera además en mucho más interesante.
Viene otra ola, ella se adelanta y salta chillando.
Veo como se levanta del salto, como su culo macizo se mueve bajo la fina tela de la braga y solo deseo que se le baje y pueda disfrutar de la visión de su culo desnudo.
Yo salto detrás, caemos entre la espuma y mi mirada se dirige rápidamente a sus tetas, para ver si se ha movido el sostén y puede volver a verla los melones.
Ella no parece darse cuenta, se vuelve hacia la siguiente ola y salta, volviendo a chillar.
Sus chillidos ahora me parecen las de una zorrita en celo, que quiere ser el centro de atención de todas las pollas de la playa.
Yo salto también, sin dejar de mirar su culo subiendo y luego desapareciendo en la ola.
Me reincorporo entre la espuma de la ola, pero ya viene otra.
Mi mujer se adelanta, chillando, salta y yo detrás mirando su culo y deseando estirar mi brazo y arrancarla las bragas.
Mis pensamientos y mi fuerte erección me impiden saltar a tiempo y me traga la ola, me da un buen revolcón debajo del agua.
Cuando pasa no veo nada por el agua que ha entrado en mis ojos, y me entran arcadas por el agua que he tragado.
Viene otra ola, y casi a ciegas logró pasarla.
Me voy recuperando, pero no veo a mi mujer aunque si oigo sus chillidos.
Otra ola más. En el salto la veo, está unos metros más adelante, pero hay un hombre cerca de ella.
Me esfuerzo por acercarme sin dejar de saltar.
Otra ola, ella salta, el hombre detrás, yo también.
Una ola la empuja hacia el hombre, choca con él.
Pasa la ola, la veo las tetas, se la ha vuelto a mover el sostén.
No la da tiempo a colocárselo, otra ola, saltan, saltamos.
Entre la espuma, la veo, sus melones al aire, el sostén ha desaparecido, se le ha caído, mira hacia atrás y lo ve, miro, se lo lleva una ola.
El hombre muy cerca de ella, no quita la vista de sus tetazas.
Otra ola, mi mujer salta, chilla.
El hombre estira el brazo, la agarra las bragas y tira para abajo.
La veo el culo, que desaparece dentro de la ola, el hombre detrás, yo también salto.
Pasa la ola, el hombre lleva las bragas de mi mujer en su mano.
¡Está desnuda! ¡La ha dejado totalmente desnuda!
Se pone de pies, se gira y la veo los melones en todo su esplendor.
Otra ola, salta, chillando cada vez más, y su culo desnudo se levanta sobre la ola ante mi mirada atenta y la del hombre, que salta junto a ella y su mano derecha se dirige directamente al culo de mi mujer, entre sus piernas.
Yo también salto y en el salto veo que la ola se lleva las bragas de mi mujer.
Mi mujer está casi de espaldas a mí, mirando hacia la ola que viene.
El hombre también, pegado a la espalda de ella, con sus manos sobre sus tetas, su bañador bajado por delante, tiene su pene pegado al culo de mi mujer, intentando entrar, penetrarla.
Otra ola, desaparecen de mi vista.
La impresión de ver las manos del hombre sobre mi mujer me impiden saltar a tiempo, y me traga la ola.
Me da otro buen revolcón debajo del agua.
Me levanto y no los veo.
Pasa otra ola y en el salto me parece verlos algo más lejos, justo donde no rompen las olas.
Intento acercarme.
Tras pasar una ola, les veo, están a más de cinco metros de distancia, juntos y casi de espaldas a mí, les cubre justo por debajo de las nalgas.
El hombre esta pegado a la espalda de mi mujer, y lleva el bañador bajado por debajo de sus glúteos, enseñándolos.
Ella totalmente desnuda, algo inclinada hacia adelante, con el culo en pompa.
El hombre tiene una mano sobre una de sus tetas, agarrándola, y la otra, por delante, entre las piernas de mi mujer, en su conejo.
El hombre se mueve adelante y atrás.
Me quedo paralizado mirando.
La ha metido su polla por detrás y … ¡se la está follando!.
¡Adelante y atrás, adelante y atrás!
¡Sus glúteos se contraen por el ejercicio! ¡Y sus tetas parecen flanes que, con sus movimientos incontrolados, amenazan con desprenderse del cuerpo de mi mujer!
Ella gime mientras el hombre respira fuerte sobre el oído izquierdo de mi mujer.
Cada vez la cabalga más fuerte, más rápido y ella gime cada vez más.
De pronto, para, la descabalga y la gira hasta que están cara con cara, la acerca y sujetándola de los glúteos, la levanta un poco, y vuelve a metérsela.
Comienza otra vez a follársela.
La veo el culo, como se mueve, las manos del hombre sobre el culo de mi mujer, la sujeta y la levanta un poco.
Mi mujer levanta las piernas y las cruza sobre la cintura del hombre.
La oigo chillar, pero de placer, a cada empujón del hombre.
La gusta como la está follando.
Se la folla sin descanso, el mete-saca cada vez más rápido y ella cada vez gime más alto y más rápido.
No puedo apartar la vista, sobre todo del movimiento de su culo macizo, pero después de un rato salgo de mi trance.
No sé que hacer, por lo que, inexplicablemente, sin decir nada, me giro y voy poco a poco hacia la orilla, sorteando como puedo las olas.
Busco las bragas y el sostén de mi mujer, pero no los veo.
Ya en la orilla miro hacia atrás y los veo, ya no se mueven, están quietos.
Dudo entre coger mis cosas y abandonarla, o esperar a que venga y nos vayamos juntos. Opto por quedarme y esperarla, por lo que me siento en mi toalla.
Mi mujer se levanta y comienza a salir del agua.
Desde lejos parece como si no estuviera desnuda, como si llevara un bikini.
Según se va acercando la veo las tetas enormes, moviéndose arriba y abajo, a derecha e izquierda según la golpean las olas.
El hombre también se está levantando pero, gracias a Dios, no viene con mi mujer, se dirige hacia otra parte.
Mi mujer sortea las olas como puede, sus melones botan en cada salto.
Comienza a salir del agua sin prestar atención a que alguien la pueda ver desnuda.
Sus melones morenos, casi negros, se bambolean al andar, y se puede ver su raja, aún abierta por el polvazo que la acaban de echar.
Aunque me da vergüenza que la vean desnuda, no puedo apartar la vista.
Cuando está a pocos metros de mí, se tapa un poco con las manos las tetas y la entrepierna, haciendo teatro, burlándose de mí, como si no supiera que la había visto follando totalmente desnuda.
Me sonríe y me dice:
- ¡Qué divertido! ¡Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien! ¡Las olas me han arrancado el bikini!.
Yo me limito a mirarla perplejo, a sonreírla un poco, dudando entre estrangularla o violarla.
Se acerca a la toalla y tranquilamente la coge del suelo, la sacude para quitar la arena y se seca con ella, sin preocuparse si viene alguien.
No dejo de maravillarme mirando su culo, sus tetas y su conejito, todo resplandeciente y brillando, como una estatua griega, como Afrodita saliendo del agua.
Tengo el pene tieso y duro como una piedra, bajo mi bañador.
Luego se pone la toalla en torno al cuerpo, un poco por debajo de sus axilas.
Me dice:
- ¡Qué hambre tengo! ¡Me comería lo que fuera! ¡Tanto ejercicio!
Y se ríe.
Nos marchamos a comer, antes de que alguien se la quiera volver a comer y nos pille con el estómago vacío.