Un matrimonio, sin prejuicios.
Había tenido una primera relación a los 17 años. Al principio me daba celos imaginarla con otro y me costó admitir que no era virgen. Pero después de los años la cosa ha cambiado.
Esto es una historia real. Mi mujer y yo tenemos 50 años y cuando nos casamos ella no era virgen. Había tenido una primera relación a los 17 años. Al principio me daba celos imaginarla con otro y me costó admitir que no era virgen. Pero después de los años la cosa ha cambiado. Todo comenzó cuando le pregunté sobre su primera vez y no quiso contarme nada, pero yo insistí. Me dijo que oía hablar a sus amigas más mayores de sexo y que tenía ganas de probarlo. Fue un día en el campo. Fuimos en pandilla y cada uno se perdió con su pareja. El me besó largo rato sobre el suelo tumbados sobre la hierba y poco a poco me quitó la blusa y dejó al descubierto mis tetas virginales. Yo no opuse resistencia, Chupó mis pezones, los mordisqueó. A mi me daba vergüenza, estaba muy nerviosa, pero me dejaba hacer, el era mayor que yo. Se dio cuenta que estaba abandonada a mi destino y con la misma facilidad, desabrochó mi pantalón y los bajó sin quitarlos del todo. Metió su mano entre mis bragas y sin dejar de lamer mis tetas, me acariciaba mi sexo, recorriéndolo y parándose sobre mi clítoris, comenzó a frotarlo con maestría. Yo comencé a gemir y a lubricarme. Era una sensación nueva para mí. Cerré los ojos, mientras él me había desnudado por completo. Yo gemía de gusto porque él me metía los dedos y me masturbaba. Paró un momento y yo abrí los ojos y vi que se había colocado delante de mí, con su pene erecto. Abrió mis piernas y con su berga dura y venosa comenzó a follarme. Yo no sentí dolor al ser la primera vez. Tampoco sangré. Creo que yo misma me había desvirgado, pues desde los 15 años me introducía los dedos y me masturbaba yo sola. Después de un rato sintiendo como entraba y salía de mi. Se retiró y se corrió sobre mi pubis. Nos limpiamos y como si nada hubiera ocurrido, continuamos aquel día de campo con los amigos. Me sentía mayor, había hecho el amor por primera vez.
Mientras mi mujer me contaba todo esto, yo sentía una excitación que no comprendía, ya no eran celos, era deseo por ella, imaginándola con otro. Mi mujer es sexualmente muy activa, no comprendo como en su primera vez fue tan pasiva, serían los nervios. Ella es encantadora, sensual y muy caliente, nunca me dice que no. Le encanta el sexo y claro a mí también. Ella tiene un cuerpazo, se conserva muy bien. Es un lujo de mujer.
Le pregunté por su pasividad la primera vez y me contó que hubo otras veces con un compañero de instituto. Se iban a su piso y allí daban riendas sueltas a sus instintos. Con este hacía de todo. Le encantaba chuparle la polla y que el le chupara su coñito virginal. Folló con el durante unos meses y luego el chico se fue a Barcelona y no se han vuelto a ver. ¡Joder me dije!
Yo también le conté mis hazañas, con Pilar. Tenía 20 años. Ella 17. Era rubia con los ojos claros y muy mojigata. La inicié con besos y caricias y la desvirgué una noche de verano en su casa. La desnude poco a poco y tumbada sobre la cama, le comí todo su coño rasurado, le metí la lengua hasta dentro y le lamí el clítoris con fuerza, empapando todo su coño rosado y limpio. Ella me miraba pidiéndome más. Lo cual yo hice. La levanté de la cama, me senté en un sillón y de rodillas ante mí, comenzó a chuparme la verga y metérsela en la boca toda entera. La timorata parecía una putilla recién iniciada. Se levantó y pregunto ¿me cabrá esa hermosa polla? Yo dije seguro y ella sola se sentó sobre mi verga empalmada a punto de reventar. Se la clavo hasta dentro mientras dio un grito de placer o no sé si de dolor. Yo la ayudaba abrazado a ella a subir y bajar sobre mi estaca, que cabía sin problemas en aquel coñito virginal y lo follaba con mucho gusto, hasta que nos corrimos los dos largamente. Al quitarse había sangre sobre la base de mi pene y mis testículos. La había hecho mujer. A partir de aquel día durante meses follábamos a diario. Era encantadora y se hizo muy puta, me maravillaba.
Después de contar mi experiencia, le confesé a mi mujer que cuando le introduzco el consolador que tenemos para jugar, me excita mucho verla disfrutar e imaginar que otro la penetra mientras yo miro. Hablamos de ir a un club liberal y sin mucha insistencia accedió, pero sin prometerme nada de hacer un intercambio.
No le gustó el ambiente, pero allí hicimos amistad con un chico mulato de unos 30 años que después de tomar unas copas y hablar largo rato le invitamos a venir con nosotros a nuestra casa a cenar y luego ya veríamos. Se llamaba Juan, era delgado, bien parecido y con un color de piel tostada.
Cenamos entre una conversación muy amena. Hablamos de todo un poco. Sobre todo de sexo, lo cual hacía subir el tono de la reunión. Nos contó que había estado con otras parejas, que tenía bastante experiencia. Se expresaba muy bien, tenía facilidad de palabras. Mi mujer me dijo bajito que le gustaba, pero le daba corte demostrar apetencia por el delante de mí. Yo la tranquilicé y propuse un juego. Jugamos a la carta más alta y quien la saque manda hacer algo. Nos pareció bien a los 3.
Nos duchamos, nos ponemos cómodos. El se quedó en boxes y yo también. Mi mujer se puso un corpiño negro, con medias y ligueros…estaba espectacular.
Comenzó el juego, estábamos sentados en el salón y comenzó ganando Juan y mandó que pusiera una venda a mi mujer en los ojos. Gané yo y le dije a mi mujer que acariciara mi pene y el de Juan por fuera del bóxer lentamente, lo cual hizo poniendo una mano sobre el paquete de Juan y otra sobre el mío y moviéndolas consiguió rápidamente que aquello se pusiera grande, ella no veía solo sentía los dos bultos creciendo.
Gané yo y mandé irnos los 3 a la cama y que Juan lamiera los pezones a mi mujer. El con sus labios carnosos, succionaba los pezones erectos de mi mujer lentamente y con las manos le acariciaba los pechos. Mónica tumbada hacia atrás se estremecía por cada lengüetazo. Aquí terminó el juego. Mi paquete estaba a punto de reventar y me saque mi polla para masturbarme viendo la escena. Él le quitó el tangas a Mónica y comenzó a lamerle su coño empapándoselo todo, gemía cada vez más fuerte y se movía inquieta. Le metía los dedos en la vagina y le frotaba el clítoris rítmicamente. Mónica lo atrajo hacia ella y lo besó metiéndole toda la lengua en su boca. Llevó su mano al paquete y le saco la verga para agitarla de arriba abajo. Me hizo acercarme a ella y se metió mi polla en la boca. Con una mano se la meneaba a el mientras me la chupaba a mí. Le quité la venda y se quedo extrañada de la erección que había conseguido en nosotros. Estábamos los 3 muy cachondos. Mi mujer tomo la iniciativa, ella se colocó a 4 patas y mientras me la chupaba a mí, hizo que él se colocara por detrás y le pusiera la polla sobre su raja para introducirla poco a poco hasta tenerla toda dentro. Yo sentí como mi mujer se encogió un poco y abrió su boca para dejar salir un suspiro de placer. La polla de él salía y entraba con gran facilidad, veía la cara de Juan desencajada de placer y yo estaba a punto de correrme de gusto, pero aguanté. Le hice parar a mi mujer y le día un consolador para que se lo introdujera mientras nosotros mirábamos. El espectáculo era fantástico, con una mano se frotaba el clítoris y con otra se metía y sacaba el consolador, mientras miraba llena de gusto como nosotros con nuestras vergas en la mano nos hacíamos una paja, observándola.
Mónica se corrió sintiéndose deseada por dos hombres deseosos de follarla otra vez. Se acercó a y sin parar le chupa la gran polla que tenía y también su huevos, mientras el metía un dedo en el culo. El chillaba de éxtasis. Juan la puso encima suya y nuevamente le metió su verga hasta dentro, mientras ella se balanceaba sobre ella. Con cuidado me acerqué por detrás y le unté el ano con vaselina. Aproxime mi polla a su culo y la penetré. Ahora tenía dos pollas dentro de su sexo y su culo. Gritaba de placer. Me decía gracias amor, nunca imaginé ser follada por dos hombres a la vez. Me gusta mucho y decía.- no paréis me dais mucho placer y quiero sentirme llena. Yo no podía imaginar cómo Mónica era capaz de darnos tanto gusto a los dos ella sola.
Nos corrimos los 3 varias veces. Acabamos exhaustos, sudorosos, pero satisfechos. Nos despedimos y quedamos en vernos otro día. Juan me dijo he conocido muchas mujeres, pero…como esta ninguna. Enhorabuena.
Después de aquel día, le propuse un juego a mi mujer. Salir por separados un día a una discoteca y hacer que nos conocemos por primera vez.
Llegue a la discoteca y me acerqué a la barra para pedir una copa y la vi a ella al otro lado sentada en un taburete, bebiendo una copa. Estaba espectacular. Llevaba una blusa blanca que marcaba su sujetador con puntillas, una falda muy corta negra, medias negras y zapatos negros con un gran tacón. Tenía las piernas cruzadas. Era un bombón. Todos la miraban. Me acerqué hasta ella y la invité a bailar. Le susurraba cosas al oído. Lo buenísima que estaba, lo que me gustaba, el polvazo que tenía y mucho más. Nos fuimos a sentar a un reservado y allí frente a mi abría pícaramente las piernas y yo veía su sexo. No llevaba bragas, pero si un liguero que sujetaba las medias.
Como no podía más y estaba muy caliente, la invité a salir del local y nos fuimos en coche. Se montó a mi lado y abrió las piernas y comenzó a tocarse el coño. Lo cual me puso a 100. Un camionero que se puso a nuestro lado en la carretera, vio perfectamente el coño de mi mujer. En cuando pude paré en un descampado y la tumbé los asientos de atrás. Le metí la Berga en la boca y golosamente ella me la chupaba sin descanso, hasta conseguir que me corriera como un jovencito sin experiencia. Le quité la blusa y quedé al descubierto sus magnificas tetas que comencé a lamer y chupar desde los pezones erectos hasta toda la aureola. En ningún momento nos llamábamos por nuestros nombres. Yo la llamaba Leticia y ella a mí Alberto. Después de un rato me baje a su sexo y lo lamí todo entero mientras con las manos le masajeaba las tetas. Tumbada como estaba en los asientos, me ofrecía todo su coño abierto y deseoso de ser follado. Nuevamente tenía el pito como un mástil de un bandera, lo cual aproveche para ensártarla toda entera en aquel coño depilado y bombear como un loco gimiendo de gusto. No puedes esta mas buena amor mío y ella me besaba y apretaba mi culo contra su pelvis para conseguir una penetración más profunda.
Estuvimos allí más de dos horas. La enculé, la follé estilo perrete, sentada sobre mí, por detrás, de todas las maneras posibles y nos corrimos varias veces. ¡Que noche! Parecíamos dos adolescentes en mitad de la noche.
Volvimos a casa y después de algún tiempo todavía al recordar el jueguecito nos ponemos como motos.