Un matrimonio muy especial (1)
Un hombre conoce en España a un matrimonio bisexual, que le hacen experimentar cosas que nunca imaginó antes.
Autor: Ricardo
Dirección: e_puig99@hotmail.com
Un matrimonio muy especial
( La iniciación )
Este relato me fue sugerido por Ricardo, un amigo que me pidió darle forma y espero haber cumplido con su encargo. Me pareció excitante lo vivido por este hombre y lo escribí en primera persona, como él me solicitara. Lo hice en partes para que ustedes puedan comprender mejor la evolución que tiene este hombre después de ese increíble fin de semana en España. También es a pedido suyo que les doy a conocer esta historia, pues Ricardo quiere participarles de tan increíble experiencia que le ha marcado fuertemente. Me pidió incluir su dirección por si alguien quiere comentarle algo al respecto.
Sin más preámbulos, esta es la experiencia de Ricardo en España:
Conocí un matrimonio en España con el que viví una experiencia muy particular, que cambió absolutamente mi visión del sexo. Una experiencia que nació de una idea que se anidó en mi inconciente en Chile, maduró cuando volaba sobre el Pacífico y finalmente se hizo realidad en Barcelona. Después de esta vivencia me he preguntado en muchas oportunidades cómo pude tener sexo con otro hombre y la única respuesta posible es que la situación vivida entre los tres era tan cargadamente erótica, tan profundamente excitante, que no podía pasar otra cosa que lo que pasó. David, el esposo, tuvo una delicadeza extrema para llevar adelante sus deseos y Rosa, su esposa, una mujer hecha para el sexo, era el complemento ideal para que yo me olvidara de todas mis ideas preconcebidas y traspasara los límites que mi moral me había auto impuestos.
Mejor empecemos por el principio.
A Rosa y David los conocí por Internet, cuando ellos me contactaron después de leer uno de mis relatos eróticos que había publicado. Todo se inició normalmente y no pasó de un intercambio de elogios, ellos por mi relato, y yo por su manera liberal de enfrentar el sexo que ellos me comentaban. En efecto, me contaron que acostumbraban a tener experiencias con otras personas, lo que en un principio tomé como intercambio de parejas. Con el tiempo, cuando habíamos adquirido la confianza suficiente como para saber que nos decíamos la verdad, me aclararon lo que ellos hacían cuando tenían sexo con otras personas que no necesariamente eran parejas entre sí. Así me enteré de su experiencia con otros cuatro hombres, dos de ellos de raza negra. Al consultarle a David si lo que le gustaba era ver como se follaban a su señora, el me respondió que era bisexual, por lo que también recibía su cuota, al igual que ella. La revelación me chocó en un principio, dado el hecho de que siempre he sentido un cierto rechazo por las relaciones homosexuales, pero el me contaba con mucho entusiasmo lo bien que se sentía con una verga dentro o chupando otra, mientras su mujer hacía lo mismo, que finalmente terminé por tomarlo con naturalidad. Todo esto lo conversamos durante largas charlas y de manera tan delicada de parte de ellos que después de un tiempo no me pareció repudiable lo que hacían. Eso no quería decir que me sintiera atraído por ese tipo de prácticas, ya que siempre he tenido sexo solamente con mujeres, excepto cuando era joven y un hombre se aprovechó de mi natural disposición a la excitación que siempre he tenido, que logró que se lo metiera por atrás, aunque después de eso no hubo ninguna experiencia parecida.
Hasta que me contaron la experiencia con el hermano de ella. Rosa ha tenido sexo con su hermano desde niña y David ahora participa de ello, por lo que el trío que forman es una mezcla de folladas de todos contra todos, sin que haya celos ni remordimientos de parte de ninguno. Me confidenciaron incluso que el padre del hijo que tienen no saben a ciencia cierta si es David o el hermano de Rosa. Y no les preocupa.
Cuando nuestras charlas incluyeron al hermano de Rosa, follándola y enculando a su cuñado y siendo enculado por este, lo hicieron con tal delicadeza que la indiferencia primera se transformó en una cierta excitación inconciente. Quería pensar que me excitaba imaginando a Rosa teniendo sexo con su hermano mientras su marido la miraba, pero después de un tiempo me encontré en varias oportunidades excitado pensando en David siendo penetrado por su cuñado. No es que yo quisiera sentir lo mismo. No. Es que el hecho de imaginarlo en cuatro pies y con la verga del hermano de Rosa metida en su culo me excitaba pero no sabía en ese momento en qué sentido. No sabía si era por el cuñado violador, que me parecía más natural o por el cuñado violado. Quise creer en esos momentos que lo que me atraía era el hecho de que un hombre estaba metiendo su instrumento en un culo, y siendo estos iguales en el hombre y la mujer, me parecía casi lógico que me atrajera y excitara pensar en ello. Bueno, eso quise creer entonces.
Entiéndanme, habiendo tenido tanto sexo en mi vida y con tantas mujeres, lo que nunca incluyó grupos con otros hombres o cosas parecidas, en que siempre yo era el único varón sin importar el número de ellas, nunca me sentí atraído por compartir mis conquistas con otros varones, pues la sola idea de estar dos hombres desnudos me inhibía y siempre rechacé la idea de tener sexo en que participara otro hombre. Aunque algunas veces se dio la posibilidad, nunca la acepté. Yo solo y ella o ellas, esa era mi idea de sexo.
Hasta ese fin de semana en Barcelona.
El asunto es que tuve que ir por negocios a España y les Barcelona antes de volver a Chile.
Mientras volaba rumbo a Europa pensé mucho en el matrimonio que conocería ahora personalmente y terminé por convencerme que mi visita no se llevaría a cabo o si lograba verlos el encuentro sería una desilusión para mí. Llegué a la conclusión de que las charlas por Internet no podían ser más que fantasías que habíamos compartido y cuando nos enfrentáramos a la realidad comprobaría que ese matrimonio era normal, como cualquier otro, sumido en la mediocridad de una vida chata que sólo tenía escape por intermedio de nuestras charlas vía Internet. Pero en mi interior un pequeño fuego no quería apagarse, deseaba aferrarse a una idea que estaba en mi inconciente y que deseaba hacer realidad, aunque nunca lo admitiría.
Mi primera sorpresa fue cuando ellos respondieron a mi llamada telefónica. Existían. Y me invitaron a su casa.
El último fin de semana en España viajé a verlos. Me recibieron con mucha cordialidad y tuvimos una velada muy amena, conversando de las bellezas de nuestros países. Todo era tan normal que parecía que nunca hubiéramos tenido el tipo de conversaciones que sostuvimos cuando yo estaba en Chile. Cuando se hizo la hora de retirarme a mi hotel, me pidieron que me quedara con ellos, a lo que accedí de buen grado por la calidez de su invitación.
Subí mis cosas al dormitorio de huéspedes y me dispuse a bañarme antes de ir a la cama. Fue entonces cuando todo cambió.
"Rosa está en la ducha. Anda a hacerle compañía"
David me hizo la invitación con voz suave, sin presionarme. Y comprendí de inmediato que la hora de la verdad había llegado y que Rosa quería disfrutar del sexo conmigo.
Le miré interrogadoramente, pues nunca antes un esposo me había invitado a tener sexo con su esposa, pero él hizo un gesto de complicidad y agregó: "Tranquilo, está esperándote"
Accedí y entré al baño, en tanto David quedaba en el pasillo.
Rosa estaba jabonándose el cuerpo y me miró con una sonrisa de invitación en su rostro. Su cuerpo era un regalo a la vista: grandes senos, caderas y muslos que invitaban a acariciarlos y unas piernas gruesas, bien delineadas, entre las cuales había una vagina recién depilada, de labios sonrosados. Me desvestí y entré a la ducha, donde ella estaba esperándome. Se dio vuelta y me abrazó, en tanto yo le preguntaba si David no se molestaría, a lo que ella respondió con un beso con lengua que desató en mí el animal sexual. La abracé y mi polla erecta se alojó entre sus piernas, a la altura de su sexo, en tanto sus enormes senos se apretaban a mi pecho y sus manos se apoderaban de mis nalgas.
Se apartó y sin quitarme la vista se arrodilló y tomando mi verga se la metió en la boca, empezando una mamada increíblemente excitante, tal vez por la situación en que estábamos, por el hecho de que su esposo andaba por ahí, por lo inesperado de lo que estaba pasando o por nuestras charlas anteriores vía internet. O tal vez por todo ello.
Me apoyé en la pared, cerré los ojos y abriendo las piernas le facilité la tarea tomándola de la cabeza y ayudándola a meter mi verga en su boca. En eso estábamos cuando David entró. Cuando me percaté de ello, cuando abrí los ojos, lo ví mirando con ansiedad como Rosa me chupaba la verga. Su mirada era de deseo, viciosa. Se notaba en David el deseo de compartir lo que ella disfrutaba. Lo miré y adiviné su intención. Todas nuestras conversaciones en Internet me golpearon y entendí a la perfección la situación que vivíamos. Ellos querían sexo total, los dos. Y esperaban que yo se los diera. A los dos. Y yo me sentí sumido en una espiral de sexo en la que quería hundirme sin preocuparme de los límites. Quería experimentarlo todo, como si todas las fantasías inconcientes hubieran explotado al fin y me hubieran liberado de toda traba moral.
"¿Quieres probarlo?"
Le dije retirando mi polla de la boca de Rosa, ofreciéndosela, impúdicamente. Sin decir palabras, David se acercó, se agachó y se tragó mi herramienta, chupando con tanto o más entusiasmo que Rosa, en tanto ella se ponía tras mío y empezaba a meterme su lengua en el culo.
La sensación de que un hombre me estuviera mamando la verga y que ese hombre fuera el esposo de la mujer que estaba lamiéndome el culo en ese mismo momento fue una sensación tan especial que acabé en la boca de David, que recibió toda mi leche con gusto. Pero no le saqué la polla pues él continuaba con ella en la boca, logrando que de inmediato tuviera otra erección.
"¿Vamos al dormitorio?"
Propuso Rosa y abrazándonos a los dos, nos llevó a su pieza, donde se acostó dispuesta a recibir todo lo que pudiera darle. Miré a David y con una sonrisa invitadora me indicó que podía proceder, lo que acepté inmediatamente subiendo sobre su esposa y poniéndole mi herramienta a la entrada de su vagina. Ella encogió sus piernas y puso un almohadón bajo su trasero, para facilitarme los movimientos. Le hundí mi verga sin contemplaciones y me aferré a sus senos mientras empujaba mi pedazo de carne en su interior. Ella se prestó gustosamente y me acompañó uniendo sus movimientos a los míos. David se acercó y Rosa tomó su verga, empezando a masturbarlo mientras yo metía y sacaba mi instrumento de su gruta húmeda y caliente y mi boca se refocilaba en sus senos, los que mamaba con fruición.
Pero no pude dejar de darme cuenta de lo que sucedía entre ellos, pues la verga de David estaba cerca de mi rostro y lo que pude apreciar de su herramienta me impresionó, ya que era una masa de carne compacta, en que las venas y nervios parecían hinchados de vida interior y su cabeza era una pieza rosada de carne que era cubierta de tanto en tanto por el capullo que la mano experta de Rosa movía lentamente y con suavidad.
Cuando finalmente acabé fue cuando David empezó a soltar sus jugos en la mano de Rosa. Todo sucedió al mismo tiempo.
"Es mi turno" Dijo David y me puso de espalda en la cama, ocupando un lugar al lado de Rosa, que me acariciaba la verga con delicadeza. Yo me dejé hacer, motivado por la delicadeza con que ambos procedían para hacer incitante todo lo que hacían. Me sentía como hipnotizado por la magia de lo que estábamos viviendo y me dejé hacer, quedando de espalda, con mi verga completamente parada, mirando al techo. David se paró frente a mí, con un pie a cada lado y mirándome frente a frente. Flexiono las piernas, sin dejar de mirarme, hasta que finalmente quedó en cuclillas sobre mi instrumento que, como mástil, exhibía toda mi excitación. Puso mi verga a la entrada de su culo y se dejó caer lentamente, tragándosela poco a poco. No podía creerlo. Estaba con una mujer estupenda, desnuda y dispuesta a todo y sin embargo estaba enculando a su esposo. Y no solamente eso, me agradaba hacerlo.
David subía y bajaba sobre mi herramienta, que entraba y salía de su culo, mientras me miraba con una expresión de vicio total. Era algo increíble verlo como apretaba los labios y cerraba los ojos mientras se apoyaba en mis muslos para subir y bajar. Hechizado por lo excitante de lo que estábamos haciendo, me aferré a su cintura para ayudarme en las metidas y sacadas de mi polla, pero al hacerlo su verga quedó cerca de mi mano y estaba completamente erecta. El gusto de saberse penetrado le excitaba y su polla estaba en toda sus dimensión.
No fui yo. Fue mi inconciente. No sé, pero no era yo el que guió mi mano y empezó a masturbarlo. David abrió los ojos asombrado y con una sonrisa de complacencia. Tal vez no pensó que tendría un alumno tan aventajado.
Su acabada me golpeó en el pecho y en el rostro. Había hecho acabar a un hombre y este me había dado su leche. No podía creerlo. Aceleré mis movidas y le entregué a su vez mi leche en su culo. Las gotas de semen cubrían mis entre piernas , mi pecho y mi rostro. Increíble. Semen mío y de otro hombre. Mi asombro no era tanto por el hecho de haber masturbado y enculado a otro hombre, sino que ello me había agradado.
Había enculado a un hombre y le había masturbado y me sentía increíblemente bien. Es más, me sentía más excitado aún. Tanto que busqué a Rosa y poniéndola de espalda, le abrí las piernas y le hundí mi polla nuevamente. Ella me abrazó y subió sus piernas sobre mi espalda y empezó a galoparme con frenesí. Me aferré a sus senos turgentes y los lamí con fruición, metiéndome cada uno de ellos en la boca, alternativamente, mientras mis manos la agarraban de las nalgas, para ayudarme en las metidas y sacadas. David se puso frente a mi, sobre la cabeza de Rosa y le puso su verga en la boca, que ella tragó de inmediato. Y ahí estábamos los tres, teniendo sexo al unísono. Ver la verga de David entrar y salir de la boca de Rosa me excitó de manera increíble y muy pronto acabé dentro de ella, juntando mi leche a la de ella, en tanto David le entregaba la suya en la boca. Pero estaba seguro que fue el espectáculo de la verga entrando y saliendo de la boca de Rosa, tan cerca de mi rostro, fue lo que desató mi orgasmo. Y ellos se percataron de mis miradas, pues no me perdieron de vista en ningún momento, a la espera de mis reacciones.
Después de unos momentos de reposo, David me preguntó si me había gustado tener su verga en la mano.
"Lo hice sin penarlo. No sé por qué lo hice", le respondí algo turbado.
"Es tu parte bisexual. Todos somos bisexuales" me dijo mirándome profundamente mientras yo bajaba la vista sin saber qué responder.
Rosa se apoderó de mi verga y empezó a mamarla nuevamente, pero tal vez la intensidad de lo que habíamos experimentado recién me había agotado más de lo que creía y no reaccioné todo lo que quisiera. Ellos se dieron cuenta y David hizo a un lado a Rosa y se puso en su lugar, logrando una inmediata erección, lo que no dejó de asombrarme. No nos dijimos nada pero los tres comprendimos lo mismo: mi elección era el no ella.
Me puso de espalda y nuevamente se subió encima mío, pero ahora poniendo sus piernas sobre mis hombros, dejándose caer sobre mi polla. Y estábamos los dos follando nuevamente y mi polla había recuperado su vitalidad nuevamente, entrando y saliendo del culo de David, que son su verga frente a mi cara se movía con energía para subir y bajar sobre mi polla. No podía apartar la vista de su herramienta, completamente erecta, que se movía sin control mientras él subía y bajaba. Miré a Rosa y ella con una sonrisa me hizo un gesto de invitación. No fueron necesarias las palabras.