Un matrimonio de pervertidos

Andrés y Adelina no son un matrimonio al uso.

El feriante era feo cómo un demonio. Cuando iba de noche montado en su caballo negro vistiendo sus ropas negras y con su sombrero de ala ancha a juego parecía la mismísima muerte hecha hombre. Cuando iba de día y a pie caminaba cómo un pavo real, un pavo real de esos que comen carne y pescado. Se llamaba Andrés, tenía 50 años y era espigado y muy serio.

Adelina, su esposa, era una mujer de treinta y pocos años, tetuda y culona, ni gorda ni flaca, ni guapa ni fea, alta cómo un ciprés y llevaba su cabello negro muy corto. La mujer, con más pintura encima que un mural y siempre bien vestida, tenía una arrogancia tan grande que no la tragaban ni los perros, aunque los hombres que son cómo son, babeaban por ella.

Un día llegó Andrés a casa de la feria con un poni marrón y blanco que no llegaba al metro treinta de alzada. Al verlo le dijo a Adelina.

-¿Cuánto te costó?

-Lo que costó es lo de menos. Ya tienes tu mascota.

Pasó el tiempo y una mañana de verano en la que Adelina le cepillaba el pelo a Tenorio, al levantarle el rabo para cepillárselo vio cómo al animal se le estiraba la verga y de reojo vio en el altillo a Félix, el hijo de los Pardos. Adelina iba a dejar que viera a la cerda, a la viciosa, a la pervertida. Le acarició los huevos al poni y la polla se le empinó. Le acarició el lomo, la barriga, se agachó y le cogió la polla. Le dijo:

-¡Me encanta tu verga! ¿Quieres que te haga una cubana, Tenorio?

El poni bufó.

-Ya sabía yo que querías.

Adelina quitó la blusa y el sujetador. Sus grandes tetas con areolas oscuras y pezones gordos quedaron al aire. Cogió la tranca y la puso entre las tetas, luego las juntó y le folló la verga con ellas. Después las frotó en los pezones y le dijo:

-¿Quieres que te la mame?

El poni siguió espantando moscas con el rabo.

Se la meneó, se la lamió y se la chupó. Acto seguido acabó de desnudarse, se echó en la posición del misionero sobre el gran cajón, miró para el altillo y le dijo al muchacho:

-Ven y fóllame, Félix.

El muchacho, qué era moreno, de estatura mediana y más falso que la madre que lo parió, al verse sorprendido, bajó del altillo y le dijo:

-Primero él poni.

Adelina se hizo la estrecha.

-No me va a caber.

-Te cabrá.

-¡Es demasiado grande!

-No mientas, me dijo Antonio que vio cómo te follaba el poni.

A Antonio iba a querer matarlo cuando lo encontrase, cómo Antonio quiso matar al que le dijera a él lo de Adelina, y este a otro que se lo dijera a él. ¿Por qué? Seguir leyendo y ya lo sabréis.

Félix colocó al poni en posición. El animal le puso la polla en el coño, coño que tenía un inmenso felpudo negro, y de un fuerte empujón se la clavo. Adelina levantó una pierna por un costado y el poni la folló dándole con tanta fuerza que no sé cómo no le rompió el coño.

-¡¡Trassss, trassss, trassss, trassss, trassss, trassss, trassss, trasssss, trassss, trassss, trasssss, trasssss!!

La monta fue breve. El poni se quedó quieto y le llenó el coño de leche. Al sacar la tranca del coño salió toda la corrida dejando el cajón perdido.

-Fóllame ahora, Félix.

Con el coño asqueroso Félix no tenía ganas de meter. Le echó la mano a él y la masturbó. Cuando sintió que estaba a punto, le dijo:

-Pon las manos en el cajón y abre las piernas.

Adelina quedó en posición para ser follada. Félix puso al poni detrás de ella. El poni volvió a la carga. Con sus patas colgando a ambos lados del cuerpo de Adelina quiso follarla, pero la verga le colgaba. Félix la cogió, la frotó en el coño. Al rato, Adelina estaba cachonda perdida... Al poni se le empinó, se la clavó otra vez en el coño y le dio a romper.

-¡¡Trassss, trassss, trasss, trassss, trassss, trassss, trasssss, trassss, trasssss, trassss, trasssss, trassss, trasss, trassss, trassss!!

Adelina se corrió cómo una burra cuando el poni se corrió dentro de su coño. Al quitarla una cascada de semen junto a su corrida le bajó por las piernas.

Félix apartó al poni, sacó la polla empalmada y le dijo:

-¡Ahora te voy a romper el culo!

Pobre iluso, no le rompiera el coño el poni y le iba a romper él el culo, un culo que el feriante tenía más que abierto. Adelina se dio la vuelta, le saltó encima cómo una gata y Félix dio con sus huesos sobre la paja. Le cogió la polla, la puso en la entrada del ojete, empujó y entró cómo entraría en un coño estrecho.

-¡A ver si tienes huevos a romperlo!

Félix le dio duro, pero lo único que consiguió fue correrse del dentro de su culo.

Al acabar de correrse, Adelina se quitó de encima, y le dijo:

-Esta noche dejo la ventana de mi habitación abierta.

-¿Y Andrés?

-Duerme en otra habitación.

El feriante llegó a casa bien entrada la noche. Ya Adelina se había corrido dos veces con Félix. Le dijo a su marido:

-Tienes a otro bombón atado, amordazado y boca abajo sobre la cama.

El feriante se relamió y se fue a la habitación de su pervertida esposa.

Quique.