Un matrimonio de cuatro

Aventuras vividas por dos parejas que descubren nuevas formas de jugar en el sexo (relato verídico)

Un matrimonio de 4

Parte 1. Vivan los Novios

Ya sé que parece raro el título, y quizá lo sea. Pero sí, somos una especie de matrimonio de 4 personas. Os presento quiénes somos:

-Mar, novia de mi marido y la mujer de Luis, 35 años, rubia natural, 1,58 de altura y 49 kilos. Sus mejores armas de mujer son sus piernas y su culo redondo. Lo que más le excita es la doble penetración.

-Luis,  amigo compañero de trabajo de Daniel. Luis es mi novio y el esposo de Mar. Castaño 1,77 y 79 kilos. Sus mejores armas son su polla de 21 centímetros y fina, especialmente diseñada para el sexo anal. Lo que más le excita, follar, follar y follar.

-Daniel, novio de Mar y mi marido. Morenazo  de 1,70 y 69 kilos. Sus mejores armas su polla de 19 centímetros ¡y muy gruesa! y su increíble manera de follar. Lo que más le excita es el sexo oral y saber que todos disfrutamos mucho.

-Y, por último, yo, Lola, la novia de Luis y mujer de Daniel, 38 años, castaña de pelo rizadísimo, 1.61 de altura y 53 kilos. Mis mejores armas son mis tetas de talla 95 y mi cara de loba. Lo que más me excita es que todo en el sexo es posible y que se corran en mi boca.

¿Un poco lioso, verdad? Tiene su explicación. Luis es amigo y compañero de trabajo de Daniel, todo un pieza y un auténtico cachondo mental. Siempre dispuesto a todo. Le conocemos desde hace diez años y siempre ha demostrado ser  un buen amigo de Dani. Cuando se separó de su anterior novia, Daniel y yo le presentamos a Mar, vecina y amiga nuestra. Fue un flechazo absoluto. Tres meses más tarde nos invitaron a su boda.

Ahí es donde empezó todo. Como Mar era nuestra vecina y vivíamos en un pueblo algo alejado del lugar donde se iba a celebrar la boda (¡¡¡por la iglesia y todo!!!, en el pueblo natal de Mar), nos pidió que fuéramos mi marido su chofer, y yo su dama de honor. Accedimos encantados. La boda fue de lo más normal y con toda la familia de ambos, casi 200 invitados. Os ahorraré detalles aburridos. Al terminar el tradicional banquete y el baile, bien entrada la noche, nos encargamos de llevar a Mar y a Luis a casa de ella, hogar elegido de los recién casados. Durante el trayecto, de casi dos horas, Luis no paraba de querer meterle mano a Mar en el asiento de atrás, llevado, claro, por el alcohol que había bebido, sin importarle mucho que Dani y yo estuviéramos sentados delante y riéndonos de las ocurrencias del pieza de Luis. Llegamos justo cuando salía el sol, y nos pidieron que entráramos en su casa a tomar la última, ya que les daba pena que Daniel no hubiese probado ni una gota de alcohol. Yo me opuse, pero Luis insistió tanto a mi Dani que no tuvimos más remedio que aceptar su invitación. Mar nos sirvió un combinado de ron y cola para mi marido y un gintonic a mí, mientras el travieso de Luis perseguía a Mar intentando robarle besos de mujer casada y algún que otro roce en su escote. Nos sentamos los cuatro en los sillones del salón recordando los momentos más divertidos del día. Luis, que estaba frente a mí se había quedado extrañamente callado, para lo que es él. Yo pensaba que era por el alcohol, que iba haciendo ya efecto anestésico. Le llamé la atención preguntándole qué hacía tan callado. La respuesta nos dejó callados a los demás. Yo llevaba una mini de vuelo francés, floreada y algo corta, con lo que al sentarme en el sofá, por mi postura descuidada y al estar acostumbrada a mis eternos vaqueros, no me di cuenta que desde su posición podía ver entre mis muslos algo más de lo que yo pensaba. “Estaba contemplando el precioso tanga que no llevas” dijo casi con la baba colgando. Mar, que también estaba frente a mí, ladeó un poco la cabeza y se quedó muda mirando mis piernas y lo que se veía entre ellas. Dani sólo sonreía. Recordé, de repente, que mientras volvíamos en el coche, y en un acto de perversión de los míos hacia mi maridito, me había quitado el tanga y con cara de niña buena se lo había metido en el bolsillo de su chaqueta. Estaba sin ropa interior y expuesta a sus miradas. Rápidamente cerré mis piernas acalorada y cortada, pero Mar, que no se cortó un pelo, me dijo que no lo hiciera, que quería verme, que le pareció tremendamente sexi mi postura. Dani no sabía muy bien qué pasaba pues estaba a mi lado y no había caído en la cuenta de mi íntima desnudez. Mar se puso en pie y, levantando su precioso vestido de novia tipo falda corta sin cola, se quitó el tanga que llevaba y se sentó totalmente abierta de piernas frente a Dani y a mí, ofreciéndonos una vista más que explicita de su sexo. Mi marido estaba alucinando. Luis como ido, yo azorada y Mar empezando a tocarse descaradamente delante de su reciente marido y sus vecinos de toda la vida. Me gustó verla así, aunque me cortaban sus miradas de “haz lo mismo, no te cortes”. Dani siempre había  fantaseado con la idea de follarme en público sin importar si nos miraban o no, como la vez que le hice una mamada en el tren de cercanías. Así que, como llevaba ya un gin tonic bien cargadito, y una mente muy calenturienta con ese recuerdo, me levanté la faldita e, imitando a mi vecina, comencé a masturbarme ante la atenta mirada y desconcierto de los chicos. Mar y yo nos mirábamos lascivas, deseando que ellos dieran el siguiente paso. Dani empezó a acariciarme una pierna sin dejar de mirar atónito a nuestra bella vecina y su masturbación. Luis hizo lo mismo con Mar y miraba mi sexo casi tan extasiado que parecía no haber otra cosa en el mundo. Daniel acercaba su mano cada vez más a mi sexo y Luis hacía lo propio con Mar. En menos de dos minutos nuestros chicos estaban con sus manos en nuestros coñitos pero mirando descarados al de la vecina. Era puro morbo en silencio lo que estábamos viviendo. Mar no dejaba de mirarme a mí y a Dani, taladrando con sus ojos verdes los pensamientos que teníamos cada uno. Luis, más serio de lo que estábamos acostumbrados a ver, se arrodilló delante de su esposa y empezó a comerle muy despacio el coño mientras ella seguía mirándonos esperando nuestra reacción. Dani quiso hacer lo mismo, pero le detuve y le dije la palabra mágica: “cercanías”. Me levanté me puse de rodillas delante de él y desabrochando su cinturón, su pantalón y liberando su gruesa polla del bóxer no quise perder más tiempo y le comencé a hacer una mamada de las mías, de esas que hacían que Dani cerrara los ojos y en menos de diez minutos se corriera en mi boca. Pero esta vez no quería que lo hiciera, y eso que me encanta que lo haga. Comencé a chuparle más suave, más de lengua que de labios porque quería que me follara delante de ellos. Mar seguía observando cómo yo se la comía a mi marido, y Luis, abstraído ya en su cunnilingus, empezaba a arrancarse, casi literalmente, sus zapatos, calcetines, pantalón y ropa interior. Era extraño pero tremendamente morboso. Mar sólo tenía ojos para mirar con deseo a mi marido y la polla que me estaba comiendo. Daniel sólo miraba la cara de puta que tenía Mar en ese momento y la cabeza de Luis entre sus piernas. Yo, de reojo, sólo podía ver la larga y fina polla de Luis entre sus manos.

Mar paró a Luis separándole la cabeza de su coñito depilado, y, levantándose de su sillón vino gateando hasta nosotros. Observó durante unos segundos, a escasos centímetros de mi boca, cómo yo se la mamaba a mi marido. Sin mediar palabra alguna desde que dije “cercanías”, saqué el miembro de Dani de mi boca y se lo ofrecí a Mar. Luis se había acercado sigilosamente por detrás de nosotras, como un felino, y puso una mano sobre el culo de Mar y la otra en el mío, haciéndolas deslizar hasta nuestros húmedos sexos. Mar me concedió la opción de comernos entre las dos el grueso pollón de Daniel. Nunca había compartido a mi Dani, y menos su polla. Pero aquella situación me gustaba. Mar hacía lo posible por rozar su lengua contra la mía, e, incluso, me dio un morreo muy vicioso que me excitó aún más si cabe. Tenía la lengua de mi vecina luchando contra la mía por la polla de mi marido y la mano izquierda de Luis, acariciando y masturbando mi clítoris y mis labios vaginales totalmente expuestos. “Dios-dije en voz alta mirando al recién casado con cara de golfa- deja de meterme mano y fóllame, Luis”. Dani abrió de par en par los ojos mirándome, incrédulo de lo que acababa de decir su mujer. Mar me miraba con la polla de Dani en su boca,  y Luis, qué os voy a contar. Luis dejó de masturbarme, agarró su largo miembro y lo puso con mucho cuidado a la entrada de mi vagina. Yo necesitaba algo más contundente que sentir sólo su fino glande, así que con seguridad y un movimiento preciso y continuo, eché hacia atrás mi cuerpo y sentí cómo la polla del mejor amigo de mi marido entraba centímetro a centímetro en mi coño mientras él seguía masturbando con la mano derecha a su mujer. Quedé pegada a Luis unos interminables segundos notando cómo su glande llegaba hasta el fondo de mi sexo. No quería despegar mi culo de su pubis, pero ver la mirada de Mar clavada en mis ojos y que empezaba de nuevo a mamar la polla de mi marido me convenció de que ya no había marcha atrás. Comencé a mover mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, despacio, follándome a Luis. Mar se puso de pie abandonando la masturbación que le ofrecía su marido y la mamada que le hacía al mío, le miró sólo un instante como queriendo comprobar que realmente me estaba follando y, casi en un abrir y cerrar de ojos, se sentó a horcajadas sobre Daniel metiéndose su polla hasta el fondo. Dani me miraba confuso pero con una cara de vicio que le delataba. Mar le giró la cara y empezó a besarle, a lamer su lengua. Yo, por mi parte, aceleré el ritmo de mis movimientos sintiendo que en breve me iba a asaltar mi primer orgasmo. Me encanta que me follen a cuatro patas. Pedí a Luis que me avisara si no aguantaba más y que no se corriera en mi coño, que quería beberme su leche. Lo que veía delante de mí me estaba calentando cada vez más. Tenía una perspectiva perfecta del pene de mi marido penetrando el pequeño coño de Mar, y cómo se besaban como si fueran ellos los recién casados. Luis seguía inmóvil de rodillas detrás de mí disfrutando de mis movimientos de vaivén. Ahí llegó mi primer orgasmo. Uno de los más brutales que había sentido hasta ese momento. Grité y gemí fuerte y sin control, mientras pegaba mi culo fuertemente al abdomen del hombre al que me estaba follando. Notaba cada una de sus venas en mi interior, a punto de correrse solidariamente conmigo. No me avisó, sólo sacó su polla de mi interior y agarrándosela con fuerza para evitar estallar antes de tiempo, la acercó a mis labios. Había metido sólo su glande en mi boca cuando su semen empezó a brotar en mi paladar. Una corrida abundante que me costaba tragar por la gran cantidad de semen que estaba soltando. Me gusta ser tan viciosa y en ese momento me deleitaba con el sabor de la corrida de Luis. Me tragué toda su leche, absolutamente toda, distraída desde mi orgasmo de lo que pasaba alrededor. Medio minuto después, volviendo de mi estado casi onírico, oí a Mar decir: “me corro, Dani, me corro”, mientras la cara de mi chico delataba que él también estaba a punto de verterse, y que, si Mar no se quitaba pronto, no sería Luis quien consumara el matrimonio con Mar. “Tarde”, pensé yo con total conocimiento de mi pareja. Daniel, en silencio casi absurdo, estaba llenando el coño de nuestra vecina de semen en su primera follada de casada. Ninguno dijo nada. Nos quedamos casi inmóviles. Dani dentro de Mar y Luis con su polla semierecta entre mis labios. Parecía que se había congelado el tiempo y que lo que acabábamos de presenciar en los otros fuera un fotograma sacado de una película pornográfica en la que los actores habían follado sin estar desnudos del todo. Me pareció sexi e irreal ver a Mar, aún con su traje de novia, sobre mi marido, que no había perdido ni una sola prenda. Luis, desnudo de cintura para abajo y con la camisa de su flamante traje de novio. Yo con mi faldita y mi blusa floreadas y mis tacones.  Rompí el hielo al soltar el pene de Luis y decir “riquísima tu leche, Luis”, e hizo que los demás comenzaran a reír. Mar se incorporó un poco y vi perfectamente cómo una buena cantidad de semen de Daniel se escapaba de su sexo y se posaba sobre la polla de mi marido reluciente de los jugos de ambos. Pensé que debía mamársela, y degustar el sabor del sexo que ambos habían tenido delante de mí. Cuál fue mi sorpresa al ver a Luis que se arrodillaba detrás de su mujercita y lamió su coño lleno de leche ajena. Aquello no me lo esperaba, “no puede ser verdad”, me repetía, mientras notaba latidos en mi sexo que volvía a pedir guerra. Me absorbía esa visión del culo y coñito de Mar expuestos a la juguetona lengua de su marido. Daniel debía de imaginar lo que su amigo hacía, pues desde su perspectiva sólo podía intuir lo que Luis estaba realizando. No quise quedarme atrás y me incorporé para besar a mi pareja aún con el sabor del semen de Luis en mi boca. Dani me besó como nunca, casi violaba mi boca con su lengua intentando recoger cada molécula de los restos de la corrida que su amigo del alma había depositado dentro de mí.

Parte 2. Sin compromiso

La excitación de Daniel, viendo a Mar lamida por su marido y aún a horcajadas sobre él, hizo que su polla se apoyara de nuevo en el sexo abierto de nuestra vecina. A Luis parecía no importarle la cercanía del pene de su buen amigo, es más, creo que en algún momento Luis chupó o lamió la polla de Daniel, ya que durante nuestros besos sentí gemir a mi chico como cuando yo se la chupaba. Luis volvió a meterme mano desde atrás. De nuevo ya no había freno que nos parara. La excitación se palpaba y estábamos dispuestos a más. Por mi parte, y no sin cierta dificultad por mi posición con respecto a los tres, introduje mi mano entre los cuerpos de Mar y Dani para poder agarrarle la polla. Me sentía muy puta. Con el miembro de mi marido en una mano froté con su glande el clítoris de Mar y noté los labios de Luis chupando mis dedos y la polla que tenía agarrada. Uffff, eso me puso más cachonda, y dirigí la cabeza del pene de mi marido a la entrada del coñito de mi vecina. Quería sentir con mi mano cómo la penetraba; tocar el sexo de ella con mi chico dentro. Luis seguía lamiendo el ano y los labios vaginales de Mar, mis dedos, y los testículos de Daniel, y me estaba introduciendo un dedo en mi vagina y con otro, creo que el pulgar, masajeaba mi anillo anal, ¿cómo conseguía hacerlo tan bien? La verga de Daniel estaba de nuevo dentro de la rubita y ésta sólo gemía y gemía por el doble tratamiento que estaba recibiendo de los dos hombres. Me hubiera encantado estar en su lugar, lo reconozco. Luis, con la mano que le quedaba libre, comenzó a acariciar las nalgas de su mujer y fue, poco a poco, acercando e introduciendo un dedo en el precioso culo de ella que estaba ya bastante relajado por las lamidas que estaba recibiendo desde hacía un rato. Dejé de besar a Daniel, me incorporé y me desvestí del todo viendo el culito de Mar con el dedo de su marido dentro y su coño lleno de la polla del mío. Luis no perdió detalle de cómo me quité la ropa sin parar de mirar mis pechos. Se incorporó y vi que estaba totalmente empalmado. Estuve a punto de volver a comerme su polla, pero al ver que estaba tan cerca del precioso culo de Mar tuve una ocurrencia mejor. Me acerqué a él y mientras le besé con verdadero vicio cogí su verga y la acerqué al trasero de mi vecina. Mi intención estaba muy clara: quería ver a la pequeña rubita ensartada por ambos orificios. No sabía dirigir bien la larga polla de Luis hacia el culo de Mar. Daniel estaba follando de nuevo con la vecina muy despacio, pero esta vez sin besos, sólo movía sus caderas lentamente introduciéndose hasta el fondo y haciendo que el culo de Mar se noviera arriba y abajo. En cierto momento sentí cómo el largo pene de Luis franqueaba una especie de barrera y entraba dentro de Mar. Solté la polla de nuestro nuevo vecino y me picó la curiosidad de ver a su mujer disfrutando de la doble penetración. Me levanté para observar desde atrás el curioso cuadro que formarían las vergas de nuestros maridos dentro de ella. Mi sorpresa fue el ver que ambas pollas, lo que me pareció increíble, estaban dentro de su estrecho coñito. Jamás hubiera imaginado que le pudiesen caber las dos dentro de su vagina. Me excitaba la idea de pensar que yo quería también probar esa sensación, y más viendo la cara de placer de ella cuando los dos chicos empezaron a moverse lentamente dentro de ella. No podía creerlo. Mi vecina no paraba de decir “me corro, joder, me estoy corriendo” una vez tras otra. Sin duda estaba muy excitada notando una penetración tan completa como profunda. Luis anunció su inminente corrida. Como yo estaba tras ellos me incorporé para susurrarle al oído “llénala, Luis. Mi marido ya lo ha hecho antes”. No tardó ni diez segundos en emitir un gruñido gutural profundo acompañado de unas sacudidas casi eléctricas que evidenciaban que estaba vertiendo el semen dentro de su mujer y sobre la polla de mi Daniel. Mi marido, que tiene un aguante considerable en su segundo polvo, empezó a moverse más fuerte bajo ella. Sin duda quería volver a correrse en coñito ajeno.  En mi lasciva labor de animarles me acerqué a su oído y le susurré “vuelve a llenar su coño, cariño, llenadla de dos corridas ”, y para calentar más a mi maridito, mirando a Luis con ojos de casi rabia, le dije “no saques tu polla, aguanta que Dani va a volver a correrse dentro de tu mujer con tu rabo dentro”, y, para echar un poco más de picante a la situación, busqué la boca de Mar y la besé con verdadero vicio, lamiendo su lengua, sus labios como si fuera su amante para que esa visión tan apasionante de dos mujeres besándose diera rienda suelta a la corrida de mi esposo, además, quedó uno de mis pechos a la altura de la boca de Dani que lo succionaba y lamía con verdadero vicio. Igual que el nuevo matrimonio, mi Dani dijo “me corro, me corro” y volvió a verter su leche masculina dentro de la vagina de Mar. Estuvieron en esa postura alrededor de un minuto jadeando los tres, mientras las pollas de los dos chicos iban bajando su erección lentamente dentro del mismo chochito. Luis fue, casi por lógica y debido a la postura adoptada, el primero en abandonar su posición, sacando su fino pene de Mar con un ruido como de chapoteo. Pude ver que su polla tenía restos de semen hasta en la base, y con lo que me gusta a mí ser juguetona hasta el final, me lancé a lamer todo su miembro saboreando y sintiendo el exquisito gusto y aroma  del placer. El glande de Dani aún seguía entre los labios vaginales de Mar. Volví a agacharme lo suficiente como para coger su semierecto pene y sacarlo del todo del coño de mi vecina. Un torrente de semen y flujos vaginales se deslizó del depilado sexo de Mar hasta el pubis y testículos de mi marido, y ávida lo recogí todo con mi lengua y, sin saber por qué lo hice, lamí como lo había hecho antes Luis, el rezumante  sexo de Mar bebiendo todo lo que de él salía. No me reconocía ni a mí misma. Jamás hubiese pensado en lamer un coño, besar a una mujer, ser follada y tragarme la leche de Luis, y, mucho menos, excitarme tanto viendo a mi marido follar con otra mujer. Indudablemente mi concepción del sexo estaba cambiando esa mañana.

Nos sentamos cada uno en el sillón que habíamos ocupado para tomar las copas. Era gracioso. Mar seguía vestida de novia pero su traje estaba totalmente descompuesto, despeinada y roja como un tomate debido a los múltiples orgasmos que minutos antes había tenido. Luis aún con su flamante camisa, que daba la impresión de que acababa de ponérsela (no sé cómo lo conseguía), Dani totalmente vestido pero con la polla fuera. Y yo, desnuda del todo, sin nada, y expuesta a las miradas curiosas de nuestros vecinos. “¿Cuándo te has despelotado?” dijo Luis, giñándome un ojo pues había sido testigo directo de cómo me desnudé, volviendo a ser el graciosillo de siempre. Todos reímos la gracia. Mar se levantó y se quitó toda la ropa “total, ya ha pasado la boda” volvió a apuntillar el simpático Luis. Nuevas risas. “Dani, capullo, te toca a ti” le dijo a mi marido. Me daba la impresión de que era como un juego erótico pero al revés. Se suponía que debíamos habernos desnudado para calentar el ambiente, pero esta vez lo hacíamos para quedar más cómodos tras la locura sexual que habíamos vivido. Luis se quitó la camisa mientras Daniel tardó un poco más en quitarse toda la ropa que llevaba.

Allí estábamos los cuatro totalmente desnudos y agotados de cansancio. El madrugón del día anterior, el viaje de ida, la ceremonia, fotos, el convite, el baile, la vuelta a casa y la orgía que nos habíamos marcado. Ufff, era más de lo que me hubiese imaginado. “¿Café?” nos dijo Mar como si fuese lo más normal del mundo. Ya había salido el sol hacía dos horas, y el calor del final de la primavera nos estaba dejando casi dormidos. Todos asentimos con la cabeza. Mar se levantó y como una modelo erótica, con su preciosa figura, sus pequeñas tetas, su culo respingón desnudo, se paseó entre los tres camino de la cocina. Yo me levanté para ayudarle con el café y las tazas y, lógicamente, para hablar de chica a chuica de  lo acontecido.

-Mar -le dije mientras llenaba la cafetera- , ¿te das cuenta de lo que hemos hecho?

-Claro- me contestó ella con una sonrisa nerviosa.

-Mi marido te ha follado en tu noche de bodas… ¡¡¡¡y dos veces!!!!- le dije como si no supiera de qué le estaba hablando.

-Y el mío a ti una… ¡¡¡en mi primer día de casada!!!- sonrió

-Mar, por Dios, que ha sido Dani quien ha consumado tu matrimonio y no Luis, ¡¡que se ha corrido dentro de ti!!

-Lola, Luis también me ha follado, y también se ha corrido dentro de mí, y tú… bueno, no me has follado, pero… te habrás dado cuenta con tu lengua de que los dos se han corrido dentro… ¿te arrepientes ahora?

-No… pero… ¡Mar, por Dios! Se nos ha ido la pinza.

-A mí no, y a Luis tampoco. Y creo que a tu Dani no le ha disgustado, pero si no quieres que se repita sólo tienes que….

-No es eso, Mar, joder. Me ha encantado. Pero es surrealista. Te conocemos desde hace 6 años, y a Luis desde hace 10, y nunca, nunca había pasado, vamos, ni imaginado siquiera algo así.

-Lola, mírame a los ojos. ¿te ha gustado o no?

-Claro, pero…

-¿Pero?

-Ufff, no sé qué decir ¡Y te han cabido las dos ahí!- le dije señalando su coñito depilado-

-Me ha parecido increíble a mí también, ¡qué morbazo, Lola! Y seguro que a ti también te caben. La próxima vez tienes que probarlo tú.

-¡Mar!- le dije casi gritando a la vez que la cafetera había terminado de hacer el ansiado café y mi vecina colocaba todo en una bandeja.

-Vamos con los chicos. Ya lo hablaremos tú y yo- me dijo guiñándome un ojo, y cogiendo la bandeja con las tazas, la cafetera, azúcar y leche, me dio la espalda y salió al salón

Los chicos hablaban tranquilos, como si lo que acabara de pasar fuera algo normal. Oí a Dani decirle a Mar que le gustó mucho la experiencia, y a Luis hablar de lo húmedo y caliente que es mi coño. Yo no me atrevía a salir aún al salón. Estaba impresionada de lo fácil que les resultaba hablar de ello con total normalidad. Como si ellos ya lo hubieran hecho ant…

-¡Eso es, joder, qué tonta soy! Seguro que ya lo habían planeado antes. ¡¡Mierda, mierda, mierda!! –pensé en voz alta.

-¿Lola?, -oí a Dani llamándome-

-Voy, cielo.

Salí al salón y vi a Dani en su sillón, a Luis en el que había ocupado yo antes y a Mar donde debía estar Luis. Me parecía como si todo el universo se hubiera desorganizado de golpe. Pasé, desnuda como estaba, entre los tres soportando las miradas de asombro de Luis ante mi desnudez (no me quitaba ojo, se notaba que mis tetas eran el blanco de sus contemplaciones). Los cafés ya humeaban en las tazas. Dani tuvo que servir el mío porque estaba a mi gusto.

-Lo teníais organizado, ¿verdad? –inquirí segura de mí misma y con media sonrisa, como si hubiera descubierto América.

-No del todo- repuso Luis- aunque Dani me dijo que eras tan lanzada que seguro no habría problema alguno en convencerte para follar los cuatro juntos.

-Te odio, Dani- le dije a mi marido frunciendo el ceño y casi enfadada de verdad.

-Cielo –repuso mi marido- No le hagas caso a Luis, sabes que es un bromista. Claro que he hablado con él de lo bien que follas, los chicos hacemos eso entre nosotros, igual que él me ha contado lo bien que lo hace Mar…

-Y nosotras también lo hacemos, ¿verdad Lola?- me preguntó a bocajarro Mar, cortando a mi marido, y traicionando así las horas que habíamos pasado hablando de las intimidades que vivíamos con nuestros respectivos chicos.

-¡No es lo mismo, joder, Mar! –dije sintiéndome descubierta e indefensa.

-Bueno –apostilló Luis- Hemos follado todos voluntariamente y lo hemos pasado bien sin hacer daño a nadie. Yo quiero volver a repetirlo de vez en cuando.

Mar asintió con la cabeza a lo que su marido había propuesto, fijando su mirada en mí.

-Yo también, siempre que tú estés de acuerdo, cariño –me desafió Daniel

-A ver, –respondí- ha estado muy bien y me ha gustado mucho, pero…

-¿pero? –preguntaron los tres casi a la vez

-¿Pero estáis locos? Hemos follado sin condón, a lo loco, quizá por el alcohol, yo qué sé…

-Lola –repuso Dani- Estamos todos sanos y somos adultos, lo hemos hecho libremente y ni tú ni yo habíamos bebido apenas.

-Además, Lola –dijo Mar- fuiste tú quien me ofreció comerme la polla de Dani.

-Yo… yo sólo… yo…-sólo podía balbucear- … era el momento… yo…

-De acuerdo, Lola –dijo Luis con su inconfundible media sonrisa, señal de que iba a soltar una de las suyas- cuando Mar me esté haciendo una mamada te llamamos, te ofrece comerte mi polla y así ya no hay cuentas pendientes, je je. ¡Ala, Mar, al lío, y a medias que me la chupe Lola!

No pudimos hacer otra cosa que reírnos de la parida de Luis. La verdad es que aún estaba tremendamente excitada y recordaba cómo la boquita de mi vecina succionaba la polla de Dani a escasos centímetros de mí cundo le ofrecí comérsela, y luego la doble mamada que le hicimos las dos, y los besos con Mar. De cómo me follé a Luis, porque me lo follé yo, y se lo pedí yo. De cómo se corrió en mi boca porque yo se lo pedí también. De cómo primero quise ver y luego introduje la polla de mi marido dentro de Mar, de cómo, luego, fui yo quien metió la polla de Luis en el coñito ya ocupado de mi vecina por la polla de Dani. De cómo le comí el coño lleno de leche. Me di cuenta de que prácticamente había sido yo la responsable de casi todo lo que habíamos hecho

-Vale, -dije- vosotros ganáis. Estoy muy cachonda, me ha gustado muchísimo y lo vamos a repetir, sí. Quiero volver a hacerlo. Quiero sentirme tan puta como me he sentido hoy. “pa fuera telarañas”

Capítulo 3. Formalizando.

Nos habíamos tomado los cafés, vestido y despedido de los recién casados. Era ya medio día y yo me moría de sueño. Aún sentía latidos en mi entrepierna y cruzamos la calle que separaba nuestra casa de la de Mar casi en silencio. Dani sólo mostraba una sonrisa.

-Gracias, bombón –me dijo besando mis rizos y achuchando mi cuerpo contra el suyo.

-Dani, por favor, dime la verdad ¿estaba organizado?

-No, cariño, te lo juro

-¿De verdad? –insistí deseando que me confirmara que fue casual-

-Lola, amor, no estaba organizado. Es verdad que Luis y yo hemos hablado y fantaseado un par de veces con follar con la chica del otro. A Luis le gusta tu cuerpo, y se nota.

-¿Y a ti? ¿te gusta Mar?

-Mar es muy guapa, claro. Pero…

-Lo sé, Dani. Todos tenemos fantasías.

Al llegar a casa nos fuimos directamente a la cama, nos desnudamos de nuevo y nos quedamos dormidos sobre las sábanas abrazados. Sobre las 9 de la noche sonó el timbre de la puerta. Dani no estaba en la cama y oí que abría. Hablaba bajito y apenas escuché la conversación. Sólo oí, “Lola sigue dormida, buen viaje”.

Los 7 días siguientes no paré de recordar interiormente lo vivido tras la boda de nuestros vecinos ni de follar salvajemente con mi marido. Sólo el último día, tras un polvo madrugador de los que me encantan, le pregunté a Daniel si de verdad quería volverlo a repetir. Me miró curioso como esperando adivinar en mi mirada si tenía que decirme un sí o un no. Sonreí un poco sin poder evitar mis pensamientos lascivos. “Te dije que si tú querías sí”, contestó con cierta inseguridad. Deslicé mi cuerpo hacia abajo en la cama hasta que la polla de Dani quedó a la altura de mi boca. Me bastaron diez minutos para hacer que me inundara mi garganta de semen. “¿contesta esto a lo que yo quiero?”

Jamás pude imaginar que los dos recién casados pudieran hacer tanto ruido al llegar con el coche de su viaje de Novios. “Piiiii, piiiii” ¡¡¡Vecinooooossss!!!, os hemos traído un regalito de París”, oí la jocosa voz de Luis que asomaba la cabeza por la ventanilla de su coche. Pensé que habrían sopesado en su luna de miel la opción de volver a follar los cuatro juntos, total, fue una verdadera locura. Salimos a la puerta Dani y yo y vimos a Luis vestido de Coronel Tapioca, y a Mar con un pantaloncito corto color limón que hacía que su envidiable trasero fuera más envidiable aún si cabe y una camiseta que ponía “sex or not sex”. Me pareció muy graciosa dada la experiencia vivida la última vez que nos vimos. Luis y Dani se abrazaron como si no se hubieran visto en años. Mar me dio un piquito en los labios que me gustó. Tocó saludar a Luis, y este me abrazó y me dio un pico mucho más largo que el de su mujer mientras sus ágiles manos se aferraron a mi trasero, a la vez que, de rojo, vi que Mar hacía lo mismo con mi marido. Aquello me indicaba que no habían olvidado lo que había pasado una semana atrás.

-Pasad a casa –dijo sonriente y con un guiño Luis- os hemos traído unos regalos de París.

-Gracias, chicos, no os teníais que haber molestado –contestó sonriente Dani.

-No es molestia, hombre, jeje –sonreía el vecino- No nos hemos olvidado de vosotros ni un solo día, ¿Verdad, Mar?

-Ufff –resopló ella sonriendo con un guiño- Ni un día ni una noche. Dios qué morbo recordarlo.

-Pasad, pasad- dijo Luis- e iros desnudando, je je.

Nos reímos de la ocurrencia del vecino, siempre tan bromista. Pasaron Mar, seguida de Dani, que no dejaba de admirar el culito de la vecina, yo, y detrás de mí, resoplando como un verdadero salido, Luis.

-Lola –sentenció nuestro amigo cerrando la puerta- tengo que follarte ese culo.

-Será si se deja –me guiñó Mar- ¿no es así, Lola?

-¿Sabéis qué? –les dije con cierta picardía- No sólo me voy a dejar. Le voy a exigir que lo haga, pero va a ser ahora mismo, y delante de vosotros.

Cogí a Luis por la entrepierna, que ya estaba casi en plena erección y con cara de asombro, y le arrastré tras de mí a uno de los sillones del salón. Me di la vuelta y le obligué de un empujón a sentarse. Dani y Mar me miraban sorprendidos recordando mis reticencias tras la orgía de la semana pasada. Me arrodillé delante de mi vecino, me quité mi camiseta y sujetador mientras el amigo de mi marido me miraba pasmado y casi con miedo: “las manos quietas, que ahora mando yo- le ordené”, recogí mis rizos en una coleta y bajé la cremallera de su pantalón desmontable. Metí mi mano dentro de su bragueta confirmando que, efectivamente, estaba empalmado. Desabroché el botón del pantalón, le desnudé de cintura para abajo casi con prisas, y le quité su camisa de explorador, y agarré su larga polla hasta manosearla entera. Le miré con cara de vicio y empecé a mamársela despacio y con mucha saliva. Dani y Mar seguían de pie en la entrada del comedor, absortos en mi decisión de casi violar a Luis con la boca. Le hice una mamada de escándalo. Cuando creía que estaba ya a punto de explotar bajaba el ritmo y volvía a incrementarlo. Pasé varias veces su miembro por mis pechos mientras le miraba con cara de viciosa. Eché un vistazo hacia los que se habían quedado en la puerta y con total decisión ordené: “Mar, ven a quitarme lo de abajo y cómeme el culo. Me quiero tirar a tu marido y quiero que me lo folle. Y tú, Dani, quédate  donde estás, de momento”. Fue como la orden de un general. Mar se acercó por detrás de mí, aceptando su sumisión, y abrazando mi cintura soltó el lazo que anudaba mi pantalón corto y tiró de él y de mi tanguita hacia abajo dejando al descubierto mi trasero. Pasó una y otra vez una mano por mi rajita húmeda mientras yo miraba con deseo a su marido y pasaba de nuevo su larguísimo pene por mis pechos. Me encantaba la cara de sorpresa de Luis. Moviendo mi culo y empinándolo un poco más al arquear mi espalda le hice saber a Mar que quería algo más que las caricias de su mano. Sentí como abría mis cachetes y cómo, a pequeños toques, su lengua acariciaba mi ano. ¡Uf, cómo me estaba poniendo! ojeé un momento hacia donde estaba Dani, que mostraba una erección bestial bajo su pantalón corto de deporte, y le dije: “ni se te ocurra tocarte”. Vi su cara de embobado por la nueva forma de actuar de su dulce Lola. La lengua de mi vecina ahora lamía a círculos mi anillo anal y pasaba de vez en cuando a lamer mis labios vaginales y la entrada de mi coño totalmente empapado. “Sigue sólo con mi culo, putita” le dije a Mar y acto seguido comencé a mamar de nuevo a su marido. Aquel rol me estaba gustando. Tenía a mi vecina comiéndose mi culito, a su marido a merced de mi boca y a mi Daniel excitado viendo cómo su mujer es una zorra de mucho cuidado cuando se la provoca. ¡Me encantaba sentirme así! Pasé una de las manos hacia mi sexo y dejé de mamar a Luis. Noté la lengua de la rubita lamer uno de mis dedos. Me levanté impidiendo que Mar siguiera con su lengua en mi trasero. Me di la vuelta con la clara intención de meterme la polla de mi vecino dentro. Se la agarré con una mano y agachándome un poco pasé su capullo por mi culo lubricado por la lengua de su mujer. Fui bajando poco a poco sintiendo la presión de su glande, que aunque fino, era más grueso que mi ano. Yo ya había tenido sexo anal con Daniel, que la tiene bastante más gorda, pero aún así tuve que hacer un poco más de presión con mi cuerpo para que entrara el capullo del largo pene de Luis en mi interior, ante la atenta y viciosa mirada de Mar. Dejé unos segundos que se dilatara mi culo y se acomodara el prepucio dentro de mí, y reanudé la presión un poco más para introducir poco a poco esa larga polla dentro de mi estrecho esfínter. Un minuto más tarde tenía los 21 cm de virilidad de Luis dentro de mí. Estaba sentada en él, pensé. Era hora de seguir con los juegos. Subí mis pies al sillón y, apoyando mi espalda contra el pecho de mi vecino, expuse mi sexo y la penetración que me estaba haciendo el rabo de Luis a la vista de Mar, que seguía arrodillada frente a nosotros. Llevé mis manos a su rubia cabecita y presionando la llevé hasta mi coño. “cómeme el coñito, cariño. Vamos a demostrar a estos dos lo zorritas que podemos llegar a ser”. Mi vecina pareció volverse loca con mis palabras y comenzó a lamer mi sexo de una manera tan brutal que, sin que su marido se moviese dentro de mi culo, hizo que me corriera y llenara la cara de la pequeña Mar de jugos de mi corrida. Estaba como loca, quería más y más y me estaba agradando ser la dueña de la situación: “muévete, joder”, ordené a Luis: “fóllame el culo, ¿no querías eso?”, dije removiendo mi culo y sintiendo toda su polla dentro. Miré a Daniel que seguía desde la puerta el morboso trío que me estaba marcando con los vecinos: “desnúdate cariño, que quiero ver cómo te ha puesto ver lo puta que es tu mujer”. Dani obedeció y se desnudó del todo ofreciendo una visión de su gordísima polla totalmente empalmada. Me daba pena verle allí parado. “ven –le dije- quiero comértela hasta que no puedas más”. ¡Dios cómo me ponía verle venir despacio con cara de “lo estoy flipando, Lola”! Puso su miembro a la altura de mi boquita golosa y comencé a comérsela con glotonería justo cuando Luis comenzaba a moverse debajo de mí y Mar lamía con más vicio aún mi sexo.  Estaba a punto de correrme sintiendo que los tres eran míos. “Joder, me corro, Mar, no pares, me corro”. Mi coño estaba empapado de la saliva de mi vecina y mis jugos, mi culo lleno con la larga polla de Luis y mi boca repleta del grueso pene de mi marido. Quería más. Mucho más. “quiero que me llenes el culo de leche, Luis, y tú, Dani, lléname la boca. Ya habrá tiempo de que me llenéis el coño los dos”. Mi vecino incrementó los movimientos siguiendo mi orden. Me estaba gustando su forma de follarme por detrás. Dani estaba a punto de correrse y Mar seguía lamiendo mi clítoris. Estábamos Luis, mi marido y yo a punto de sincronizar un orgasmo brutal.

-Te voy a llenar el culo yaaaaaaaaaaa –gritó Luis mientras su polla descargaba dentro de mis entrañas.

-Me corro, cielo, me corrooooooooo –me decía Daniel mientras derramaba su leche calentita en mi boca.

Con la boca y culo llenos de semen, y la excitación que me provocaba la lengua de Mar ya sólo centrada en mi clítoris, me llegó un nuevo orgasmo que anuncié sólo con sonidos guturales y dejé escapar un poco del semen de mi marido que calló sobre una de mis tetas. Hice una seña a Mar para que se acercara y cogí su cabecita obligándola a besarme y transferirle el semen de mi marido a su boca mientras mi lengua buscaba la suya y notaba cómo se tragaba toda la corrida con placer. Ella misma bajó su cabeza a mi pecho y pasando la lengua recogió las gotas de leche varonil que me habían caído sobre él.

Me mantuve sentada sobre la polla de Luis unos segundos hasta que recuperé un poco el aliento.

-¿Queréis más morbo, chicos? –pregunté con malicia antes de levantarme de Luis

-Joder, cielo, ¿más? –me preguntaba asombrado mi marido.

-Dios, ¡qué zorra eres, vecina! –dijo Luis.

-Déjame mandar a mí una cosa, Lola –me guiñó Mar con su carita de niña puta.

Asentí con la cabeza mientras me abanicaba un poco con mi mano.

-Dani, -dijo Mar- ¿me dejas que te mande?

-No, -le respondí a Mar- no tiene que dejarte. Mándale lo que quieras o se acaban los juegos, ¿verdad que estás de acuerdo, Darling?

Dani asintió sin dudarlo un segundo.

-Cuando se levante tu mujercita de encima de mi maridito quiero, te ordeno, -dijo Mar con cara de golosa- que le comas el culito a Lola y limpies la leche que Luis le ha echado.

Daniel no protestó, señal de que iba a hacerlo sin dudar. Mar me cogió de las manos y tiró de mí haciendo que la morcillona polla de su marido saliera poco a poco de mi ano. Al abandonar mi culo parte del semen que tenía dentro de mí cayó sobre una pierna de Luis. Me puse en seguida de rodillas elevando mi trasero para evitar que se derramara más semen. Dani se posicionó también arrodillado detrás de mí y comenzó a lamer mi trasero abierto mientras yo me iba incorporando poco a poco para que el semen que aún quedaba se deslizara hacia la salida natural y la lengua de mi chico. Durante unos minutos siguió lamiéndome hasta que parecía ya no quedar apenas restos de la corrida de su amigo.

-Ya, limpito –dijo mi marido relamiéndose

-No, Dani, –rebatió maliciosamente Mar señalando el chorrito de esperma que había sobre la pierna de Luis- te queda eso y limpiar la polla de mi marido. Quiero verte comiéndole la polla, y seguro que Lola también, jiji –apostilló la vecinita

No volvió a dudar mi marido. Pasó la lengua por la pierna de su amigo del alma recogiendo el semen derramado y subió hasta la casi flácida polla de Luis metiéndosela por entero en su boca. Mar estaba masturbándose viendo cómo un hombre le comía la polla a su marido y yo alucinaba viendo al mío comerse la polla de otro hombre. Miraba de soslayo a mi vecina que se frotaba su sexo casi con rabia. Acerqué mis labios al oído de mi chico y le dije “no pares de mamársela, que Mar quiere correrse viéndolo”. A lo que Daniel, sin duda excitado por la idea, comenzó a mamar la polla de su amigo con más ganas. Luis empezaba a excitarse de nuevo y se veía cómo su pene iba adquiriendo tamaño bajo las caricias bucales de su amigo. Mar chillaba “¡joder, cabrones, joder cómo me pone!” y alcanzó un orgasmo bestial que hizo que de su coño se escaparan pequeños chorritos de flujo vaginal que empaparon una de sus piernas. A pesar del orgasmo de la vecina Daniel no paraba de comerse la polla de Luis, y éste seguía el movimiento de la mamada con un suave movimiento de su cadera. Parecía que a ambos les estaba gustando el juego sexual sin límites que estábamos viviendo. Le pedí a Mar que nos besáramos y tocáramos para excitar más a Luis y que se corriera en la boca de mi maridito. Dicho y hecho, un minuto de besos lésbicos bastaron para potenciar el orgasmo de nuestro vecino en la boca de Dani que volvió a beberse la corrida de Luis, esta vez, directamente de su polla. Mi marido nos miró con cara de “qué  zorras sois” y abrió su boca para demostrar que se había tragado la leche como un chico bueno.

-¿Café? –inquirió Mar haciendo que todos soltáramos una carcajada recordando lo acontecido la semana anterior.

Capítulo 4. La Propuesta

Como hacía una semana exacta, Mar y yo fuimos a la cocina a preparar el café. Esta vez no hubo “jo tía qué fuerte” ni nada así. Cada vez que nos cruzábamos preparando la cafetera, las tazas, la leche o el azúcar, una de las dos asaltaba la boca de la otra con besos profundos y acariciaba el sexo contrario con la mano, unas veces suave, otras con verdadera desesperación, así el clítoris de la otra. Estábamos dispuestas a todo y queríamos disfrutar de todo lo que nos diera placer.

Salimos con la bandeja, que esta vez portaba yo bajo mis pechos, y vimos a Luis comiendo la gruesa polla de Dani. Preparamos las tazas mientras nuestros maridos seguían con sus “juegos de chicos”. Nos sentamos frente a ellos para disfrutar en silencio de la cara de placer de mi marido y de la mamada que su mejor amigo le estaba propiciando. Debía hacerlo muy bien porque Dani se tensó como un arco ante nuestras miradas y, sin decir nada, se le corrió en la boca. Luis se incorporó haciendo “ahhhhhh (como si hubiera bebido un sorbo del mejor vino del mundo)” nos sonrió y dijo: “rico, rico y con fundamento”, a lo que todos nos reímos abiertamente recordando al cocinero que hizo famosa la frase.

Comentamos durante más de tres horas lo que más nos gustó de las dos orgías que ya habíamos realizado, y que podríamos repetirlas a menudo porque era morboso, bestial y salvaje el sexo que experimentábamos entre los cuatro. No nos importaba más que disfrutar. Mar se levantó recordando que nos habían traído unos regalos de París. Al poco rato regresó con dos paquetitos y un CD que ponía “Recuerdo de París”. Nos entregaron los paquetes y Luis encendió el reproductor de Compact Disc y la tele. Abrimos los pequeños paquetes y nos empezamos a reír.  El de Dani era un llavero de la Torre Eiffel pero rematada por un capullo curiosamente parecido al suyo. Abrí mi regalo y también era un llavero muy simpático de la misma Torre, pero sus patas asemejaban las piernas abiertas de una chica con tacones y medias de rejilla, y en la unión de estas un visible coñito abierto. Nos pusimos a jugar Dani y yo intentando introducir la “Torre-pene” en la “Torre-vulva”, y ¡Eureka!, encajaban perfectamente provocando el aplauso de nuestros amigos. Luis se levantó y puso el CD en el reproductor, bajó las persianas del salón, como si fuéramos a ver una película de estreno, y nos pidió que giráramos los sillones cara a la enorme tele de plasma que tenían para apreciar la obra maestra de la producción que ellos mismos (Mar se dedica a la postproducción de videos comerciales) habían diseñado, creado y editado en a lo largo de su visita a la ciudad del amor.

Apretando el botón de Play del mando y, como si de una película antigua se tratara, comenzó a verse la famosa cuenta atrás cinematográfica, en blanco y negro, y, en un alarde de lo excelente que es Mar en su trabajo, aparecieron ellos dos, como si salieran de la nada, paseando sobre uno de los puentes de París y haciéndose carantoñas. Dos minutos de vistas preciosas de la ciudad siempre con uno de ellos como objetivo de la cámara y lanzando besos y mensajes ñoños a nosotros. De repente, corte brusco, y se ve a Luis como si encendiera la cámara en un lugar cerrado, separándose un poco de ella diciendo: “Chicos, ¿pensabais que íbamos a aburriros con un video para la familia?”. Se le ve chasqueando los dedos y con un movimiento de la cámara se ve la cama de la habitación del hotel vacía: “Ups, me equivoqué” se oyó la jocosa voz de Luis. Nuevo chasquido de dedos, y cambio a blanco y negro, y, como un holograma, va apareciendo Mar en color, boca abajo en la cama, apoyada sobre sus codos, con una postura tremendamente sensual, vestida con un conjunto de medias, tanga y sujetador blancos y los labios pintados de un rojo pasión. “Ups, volví a equivocarme” dijo la voz en off de nuestro vecino. Otro chasquido de dedos y va desapareciendo como con interferencias la imagen de su mujer y apareciendo de nuevo ella completamente desnuda en la cama y, elevando su precioso culito, chasca esta vez ella los dedos y aparece de nuevo Mar de la misma postura y tras ella Luis, completamente empalmado, y acercándose a su mujer. Cambio de ángulo de la cámara y se aprecia a la pareja desde la parte de los pies de la cama enfocando perfectamente el coñito abierto de la rubia y cómo la larguísima polla de Luis va entrando muy despacio en él. De repente música heavy metal y se producen una interminable secuencia de imágenes de la pareja follando y chupando en todas las posturas posibles e imposibles, corridas, gemidos, anales de primerísimo plano, Mar abriendo la boca y recibiendo una corrida a cámara lenta sobre su lengua y luego besando aún con el semen dentro la boca a Luis. Media hora de un sexo muy explícito y delirante algunas veces. “Chicos, –se despiden ambos mirando a la cámara- os follamos a la vuelta”. Y, como un holograma con interferencias, desaparecen de la imagen los dos rostros risueños de nuestros amigos, y un Fin como en las películas mudas acompañado de un gemido de orgasmo de Mar. Aplaudimos la excelente producción y Luis se levantó a abrir de nuevo las persianas para que entrara la luz. Yo, que había estado absorta en las imágenes, aislándome en la oscuridad del salón, no había prestado atención al movimiento que había al lado derecho mío. Al entrar la luz al salón vi, con cierto asombro, que Mar estaba haciendo que Dani se corriera en su boquita tras una soberbia mamada. Esto era vicio, estaba claro. Me encantaba ver a Daniel disfrutando del sexo con la bella vecina introduciendo su hermosa polla dentro de cualquiera de sus orificios. Mar se levantó diciendo “rica, rica y con fundamento, es verdad”, con lo que todos volvimos a reír. Luis, que estaba de nuevo empalmado por el video y por ver a su mujer tragando el semen de mi marido se acercó a ella y pajeándose muy fuerte y rápido tardó menos de medio minuto en decirle: “abre la boca, putita mía, que te vas a tragar la leche de los dos”, metiendo casi a la fuerza la mitad de su largo falo en la boquita de Mar y descargando su orgasmo. Ella trató de tragar toda la leche que le daba su chico y sólo un par de gotas gruesas y blancas se le escaparon por la comisura de sus labios. Dani se acercó a ella, recogió los goterones de semen con su lengua y se los devolvió a la vecina.

Aquello parecía no tener vuelta atrás. Nos sentíamos en tan poco tiempo una pareja de 4, dando rienda suelta a nuestros instintos más salvajes y primarios en cuanto al sexo se refiere. No cabía duda de que aquellas experiencias marcaban un antes y un después en nuestras vidas. “Joder, son nuestros amigos, vecinos y ahora algo más”- pensé mientras veía a mi Dani besarse de forma casi apasionada con Mar, y lo más sorprendente, ni me molestaba ni me incordiaba esa situación, muy al contrario, me gustaba. Me acerqué a Luis, casi por sana envidia. La verdad es que siempre me había parecido un tío bastante guapo y con un cuerpo muy atractivo.  Puse mi boca a la altura de su oído y con aire voz traviesa le cuchicheé algo al oído. Luis se sorprendió de mi propuesta, y contestando en voz alta me dijo que eso es algo que deberíamos hablar entre los cuatro. Aquella contestación no pasó desapercibida a los que, como si fueran amantes, se besaban acaloradamente. Dejaron de darse lengua y miraron a Luis con curiosidad.

-Bueno, veréis…- titubeó un poco nuestro vecino – Lola propone que esta noche…

-¿Cómo que Lola propone?-protesté.

-Quiero decir- continuó Luis- que…. Esto… veréis…

-Que esta noche se viene Luis a dormir a mi cama y vosotros os quedáis aquí- resolví tajante.

-Ufff, -resopló Mar- Fuerte, concisa y sin pelos en la lengua ¿quién eres tú y que has hecho con nuestra Lola?- bromeó

-Nena, yo me voy contigo que aún me queda correrme en tu coñito- me dijo Luis compitiendo con la ocurrencia de su esposa.

-Ala, ahí os quedáis- atajé la conversación cogiendo mi ropa del suelo y sin dejar que nuestros respectivos opinaran -¿te vienes, Luis?

-¡Me voooooy!- Dijo entre guiños a nuestros respectivos, mientras se vestía tan apresuradamente como pudo -¡Ah, y no olvidéis que me le voy a follar el chotito a Lola toda la noche, jajajajja!

-Dulce noche. Dani, -me referí a mi marido- Mañana a las 8 en la puerta, que estos dos no trabajan, pero nosotros tenemos que levantar el país.

Y sin otra respuesta que la cara de asombro de Mar y Daniel, mi amante nocturno y yo salimos por la puerta dispuestos a tener una noche algo especial.

Capitulo 5.  Placeres ilimitados.

Luis dormía desnudo sobre las sábanas cuando sonó la alarma de mi móvil indicándome que eran la 7 de la mañana. La apagué en un abrir y cerrar de ojos evitando que nuestro vecino se despertara. Aún tenía varios días de vacaciones y no quería levantarle tan pronto. El agua tibia de la ducha borraba poco a poco la mezcla de olor a sexo y sudor compartido con mi amante y me devolvía a la realidad cotidiana a no ser por el pequeño detalle de que era la primera vez en muchos años que no dormía con Dani. Me sentía bien y mi coñito también, tanto que me masturbé con el agua de la ducha y mis dedos ayudaron a llevarme a un nuevo amanecer orgásmico. Me imaginé a Daniel levantándose con mucho cuidado de no despertar a Mar, entrar en el baño y con mucho cuidado, como sólo él sabe hacerlo, afeitarse de una manera terriblemente serena y sexi. Luego se iría a la ducha a la vez que yo me secaba mis rizos con una toalla para no tener que usar mi secador. “El Tornado” lo llamaba mi marido por la fuerza que tiene y, sobre todo, por el tremendo ruido que hace. “Ufff, me verá salir a la calle con el pelo mojado ¡con lo que le pone eso!”, pensé risueña. Me había llevado la ropa al baño y me vestí allí, imaginando que mi chico estaba haciendo lo mismo y protestando porque no tenía otra ropa que sus bermudas de los domingos y su camiseta verde pistacho. Sabría que yo le metería ropa en una mochila y que podría cambiarse en el trabajo.

-Hola, mi amor- le dije con ojos de gatita mimosa tras sacar el coche del garaje y le besé con un cariño casi de recién enamorados.

-Hola, preciosa. Me encanta verte con el pelo húmedo. Sabes que me excita desde ese día de la tormenta- me contestó tras el beso mi marido.

-¿Has dormido bien?- le pregunté casi sin querer saber la respuesta

-Sí, tesoro- fue su repuesta.

Siempre íbamos juntos en el coche al trabajo pues el almacén donde trabaja está muy cerca de mi oficina. Cada día hablábamos de religión, política, chorradas, cosas del trabajo o cualquier otro tema que se nos ocurriera. Ese día estábamos bastante callados y sólo nos preguntamos“¿todo bien?, Sí, claro, cariño, todo bien”. Giré bruscamente el coche para entrar en el área de servicio donde se encontraba el trabajo de mi marido y frené violentamente en la puerta casi mal humorada.

-¿Me vas a contar qué hicisteis o empiezo yo?- le disparé la pregunta casi a bocajarro.

-Supongo que lo mismo que tú con Luis, cariño- me dijo casi asustado.

-Según llegamos a casa, le ofrecí una cerveza, de esas especiales que tanto te gustan… ¡Me folló dos veces, cielo! Llenó dos veces el coño de tu mujercita de leche- Le dije achinando los ojos con cierta malicia y pícara sonrisa.

-Según salisteis por la puerta nos fuimos a la habitación, abrió una botella de un vino riquísimo, brindamos por todo lo vivido, pusimos una película y… ¡nos quedamos dormidos!- sonrió Dani.

¡Venga ya!- protesté- ¿Pasas la noche con Mar, con ese culito tan apetecible y la dejas que se duerma?, no me lo creo.

-Me desperté a media noche con la polla tiesísima –me empezó a contar mi chico con cara de niño travieso-. Tenía su culito pegado a mí. Empecé a hurgar un poco en él, primero un dedo, luego dos, luego froté mi capullo despacio por su ano y… ¡Me la follé por el culo! Dios, no sabes la de veces que me decía Luis que se la follaba por el culito.- me contó- ¡Le llené el culo de leche, pensando en que te estarían follando el coño y que te lo iban a dejar lleno!.

-O sea, que te la follaste pensando en mí, ¿no?- le pregunté con media sonrisa piratilla.

-Ufff. Me ponía la idea de saber que Luis te estaba follando.

-Yo me calenté sólo de imaginar que se la ibas a meter por el culo, y eso que tienes una polla descomunalmente gorda para esa parte. Con lo pequeña que parece Mar…

-Sólo lo parece, Lola. Era increíble cómo pedía más y que se la metiera fuerte. Me da que tenemos unos vecinos un poco viciosillos, ¿verdad?- preguntó casi con sorna Daniel

-Me da que ellos también tienen unos vecinos tan viciosillos como los nuestros- contesté.

Dani bajó del coche con la mochila al hombro y su camiseta verde pistacho reluciendo en esa mañana soleada y, tras darme un sonoro beso, hice casi una arrancada de rallye. Salí disparada hacia mi oficina.

La mañana la pasé entre excitada por los recuerdos como por las ocurrencias que se me antojaba que podríamos hacer. No se me quitaba de la cabeza el imaginar la polla de mi marido entrando en el pequeño culito de Mar, ni tampoco a Luis gritándome “¡zorra, te estoy llenando de leche ese coño tan rico!” mientras descargaba su semen en mi interior. Apenas podía concentrarme en mi trabajo. Me fui al baño y me masturbé dos veces. Estoy casi segura que mi compañera Arantxa oyó mis gemidos ahogados. Deseaba que llegara la tarde y que nuestros amigos nos dieran su versión. Deseaba oír a Mar, con su voz y cara de niña buena e inocente contarnos cómo mi marido llenaba su culo de polla y semen. Mandé un Whatsapp a Dani diciéndole que acababa de masturbarme en el baño y, el muy cabrón, me contestó con una foto en la que se podía ver claramente su grueso miembro entre los cachetes del trasero de Mar. Le pedí otra. Tardó como media hora en contestar. Esta vez era más explícita la fotografía, hecha, sin duda desde la posición de mi marido de rodillas detrás de mi vecina y con su falo dentro del anillo anal de Mar. Me estaba poniendo cardíaca. ¡El muy capullo no me había contado que habían hecho fotos!

Como cada tarde llegué a casa sobre las tres y media, dos horas antes de lo que suele tardar en venir Daniel. Pero hoy tardaría un poco más ya que Luis no le recogía, como era costumbre desde hace un par de meses. “¿Y Luis? ¿seguiría dormido en mi cama?”. Entré despacio en la habitación que aún estaba a oscuras y noté que la cama no estaba vacía. “¡Este Luis!”, pensé como si le fuera a regañar a un niño. Me acerqué despacio para sorprenderle. La atónita fui yo. Mar estaba dormida, totalmente desnuda, boca abajo, en una apacible siesta. Sus piernas medio abiertas me dejaban ver entre penumbras el precioso trasero de la rubita y parte de su sexo, que se me antojaba como de jovencita. Me acerqué despacio mientras me desnudaba del todo con la clara intención de aprovechar la ocasión y besar la espalda, glúteos y demás piel visible de mi vecina. La sorpresa me había excitado y, sin duda, no era casual que Mar estuviera en mi cama. Me incliné besando sus hombros y la parte accesible de su cuello. Mar se revolvió despacio en la cama sintiendo mis labios y lengua recorriendo ya su espalda.

-Lola –me dijo aún somnolienta- quiero que me uses.

Aquella petición hizo que mi excitación fuera mayor. Me encanta que me digan, susurren, griten o, incluso, me insulten en la cama. Aquella forma de decirme que la usara me dejó tan provocada que me arrodillé a su lado, metí mi mano bajo su vientre hasta acariciar su clítoris y presionar lo suficiente como para que ella arquease un poco su espalda elevando su trasero y ofrecerme un mejor acceso de mis labios a su ano y su coñito. De lado, arrodillada junto a ella, en ese momento entreví mi imagen reflejada en el espejo de mi habitación teniendo sexo con otra mujer. Era increíble la visión del culo elevado de Mar y mi cabeza luchando por ofrecerle placer oral. Sentí su sexo muy mojado al pasarle la lengua y me agradó su sabor. Cambié de postura situándome tras ella y le pedí ponerse a cuatro patas. Mar obedeció enseguida exponiendo sus centros de placer a mis antojos lésbicos. Lamí su coñito y el culo que la noche anterior había follado mi marido y mil veces logré arrancar gemidos y un sinfín de orgasmos de mi pequeña vecinita.

-Date la vuelta- le ordené suavemente.

Mar acató obediente mi orden y giró su cuerpo dejándome ver su vulva rasurada, su vientre plano y sus pequeñas tetas casi de adolescente. Me puse a horcajadas sobre ella y comencé a lamer, sin despegar mi lengua de ella, su pubis, su obligo, su tripita, sus pechos, sus pezones, su cuello, su barbilla, sus labios. Mar gemía bajo mi extensa caricia oral. Yo me frotaba contra ella intentando sentir su piel en mi alterado sexo. Comencé a hacer resbalar mi coño empapado a lo largo de su cuerpo como lo había hecho antes con mi lengua hasta llegar a la suya. Me había situado de rodillas, con ambas piernas muy abiertas a cada lado de su cabecita rubia, con mi cuerpo incorporado y agarrada al cabecero de la cama exponiéndome totalmente. Ella pasaba su lengua despacio desde mi clítoris hasta mi vagina y viceversa una y otra vez, como en la película Lola y el Sexo, pero sabiendo que era mi amiga quien me generaba goce. Me empezó a invadir el primer orgasmo. Agarré su cabeza impidiendo que dejara de lamer mi “botoncito del placer”. Estallé con un gemido profundo seguido de muchos más, de mi respiración entrecortada y un “¡SIIIIIIIIIIII!” que debió oírse a mucha distancia. Aquella chica me había proporcionado un orgasmo increíble.

-Voy a darte placer, Mar. Voy a comerme tu orgasmo, beberme tu placer- le dije suave desde mi posición dominante.

Me deslicé despacio haciendo rozar mi cuerpo sudado con el suyo, a la inversa que hacía un rato, hasta quedar mi boca a la altura de su tentador coñito. Ella abrió instintivamente más las piernas sabiendo que iba a hacerla disfrutar con mi lengua y mis labios. No me demoré. Su olor a deseo me atraía, su sexo rosado y abierto provocaba en mí una irrefrenable necesidad de comérselo. Dos minutos y sus labios carnosos palpitaban justo antes de lanzar un grito casi terrible que anunciaba que mi amiga Mar, mi vecina, la mujer de Luis, la misma hembra que había compartido cama y que había sido enculada la noche anterior por Daniel, se estaba corriendo de nuevo en mi boca.

Me tumbé a su lado, casi abrazadas en nuestra desnudez, sin decir nada. El olor a sexo podía notarse casi de manera exagerada en la habitación.

-Luis me dijo que te esperara- rompió ella el corto silencio.

-Me ha gustado la sorpresa, Mar. No me lo esperaba.

-Quería que los dos te folláramos. Ya sabes cómo es Luis.

-Me pasé toda la mañana pensando en cómo Dani te folló el culo anoche.

Mar se quedó callada unos segundos mirándome directamente con sus preciosos ojos verdes. Una mueca de complacencia recorrió su boca.

-Sabe hacerlo, el cabrito- me respondió sonriendo y dándome un beso muy suave y largo en los labios.

-Tú también sabes hacerme disfrutar y, por lo que veo, tampoco soy mala dándote placer- sonreí mientras mi mano, juguetona, buscó su entrepierna- ¿has comido?

-A mi vecina sí, y un poquito antes un bocadillo de lomo. Estoy muerta de hambre, pero complacida- sonrió y volvió a besarme durante un largo tiempo de esa forma tan suave.

Llegamos desnudas a la cocina y saqué una empanada que tenía en la nevera mientras Mar, que conocía mi casa tan bien como yo la suya, se afanaba en preparar café.

-Luis no me ha contado nada, por eso me dijo que viniera- sonrió burlonamente-, por eso y por algo más, claro.

-Follamos- contesté yo un poco acalorada.

Una cosa era contárselo a Dani, a mi marido, y otra bien distinta era explicar a Mar cómo su marido me había follado primero despacio, casi con pasión de novios, y luego fuerte, como si fuéramos perros en celo.

-¿y…?- preguntó con cierta impaciencia esperando que le diera todos los pormenores de lo que pasó la noche anterior con Luis.

-Folla muy bien. Es una verdadera máquina de follar- dije resoplando un poco mientras recordaba cómo su larga polla descargaba el semen muy dentro de mí.

-Daniel me folló por el culo. Me hizo fotos.

-He visto un par de ellas. No pensé que te cabía su polla dentro- le dije como si yo nunca lo hubiera ni tan siquiera intentado con Dani.

-Me encanta el sexo anal, Lola ¿nunca lo has hecho con Dani?

-Un par de veces. Con Luis me fue más fácil cuando tú me estuviste…

El timbre de la puerta sonó dos veces. Pensando que era Luis, por la forma de llamar, fuimos las dos hasta la puerta con caras de niñas traviesas. Como estábamos totalmente desnudas, y en plan broma, abrimos la puerta mientras nos dábamos un beso apasionado para dejar al marido de Mar con la boca abierta. La sorpresa fue mayúscula. En el quicio no estaba Luis, sino un chico de unos 23 ó 24 años, con un traje de chaqueta, supongo, heredado de un hermano o familiar, y con la tarjeta de presentación de una compañía eléctrica en la mano. Su cara era todo un poema al vernos abrir en esa pose tan sensual y descarada. Cerré la puerta de golpe y nos echamos a reír divertidas por el gesto de estupor del pobre chico. Decidimos vestirnos para evitar otra situación similar o que cualquiera de nuestros vecinos viniera casualmente a pedir sal, azúcar  o vete tú a saber. No parábamos de partirnos de risa.

Dani estría al llegar y me moría de ganas de comerme su boca y contarle la experiencia con Mar. Subirme sobre él, hacerle que me penetrara el culo como a nuestra amiga rubita y sacarle hasta la última gota de su rica leche. Mar acababa de irse a su casa, supongo que a contarle a Luis, con todo detalle, el encuentro conmigo. Oí las llaves desde la cocina donde me estaba tomando mi segundo café. Me desvestí deprisa mientras escuchaba sus pasos cadenciosos en el pasillo. Me subí de un salto a la encimera estudiando cómo dejar lo suficientemente abiertas mis piernas para que su primera mirada fuera al encuentro de mi sexo. Estaba siendo más impúdica, si cabe, de lo que ya era.

-¿Cariño?- pregunté con cierta malicia en mi voz

-Hola, precios….- quedó mudo al verme tan desnuda y entregada.

-Te deseo, a ti y a tu polla- le dije con un guiño.

-¡Joder, Lola!- exclamó- cada día estás más…

-Unmmm

Mi previsión no había fallado. Los ojos de Dani me recorrieron desde mi coñito hasta mis ojos y volvieron a recorrer el camino a la inversa varias veces.

-Me gusta verte tan puta- me soltó mientras, en cuclillas, abría más mis muslos y los besaba desde la rodilla hasta llegar a mi entrepierna.

-¿Y mi beso en los labios?- protesté traviesa.

-Tienes seis labios, princesa, y te los voy a besar todos.

Fue una tarde de las más sexuales que había vivido con mi marido desde que nos conocimos. Unas veces con todo el mimo del mundo y otras con rudeza casi animal follamos hasta la hora de cenar. Incontables los orgasmos que tuve. A Daniel le conté cuatro. El más brutal de todos, en la misma cocina, tras besarnos como locos, chuparnos y lamernos todos los puntos erógenos que pudimos, sus suaves mordiscos en mis pezones, que me vuelven más salvaje, cuando le pedí con cara de zorra viciosa “fóllame el culo, cabrón, como te follaste anoche el de Mar”. No sé si fue por el recuerdo de su noche con ella, la imagen de su culo taladrado por su grueso miembro, el revivir las fotos que tendría y que, con total seguridad, habría mirado una y mil veces, o por todo ello y el ofrecimiento del apretado culito de su esposa, me folló por detrás con una brutalidad casi violenta que hizo que su descarga de semen me llenara por completo y rezumara y resbalara por mis piernas, apoyados mis pechos como estaba en la encimera de la cocina, expuesta a sus embestidas desde detrás de mí y con una mezcla de dolor y placer que me estremecía y hacía sentirme la mujer más puta del mundo.

Esa tarde no supimos nada más de nuestros vecinos. Supusimos que ellos también habrían tenido su tarde de sexo salvaje y recuerdos de las veces que habíamos usado el placer entre los cuatro. Cenamos hablando de todo un poco y, como dos chiquillos, nos quedamos dormidos viendo una película desde la cama.

Parte 6. Juego de tres.

-Hoy conduces tú- le dije a Dani dándole las llaves del coche.

-Ya sabes que me gusta verte conducir- protestó sin efecto mientras me abría la puerta como todo un caballero.

-Déjame ver las fotos, anda, porfaaa- le pedí como una niña pequeña- ¿son muchas?

-Unas diez o doce- me dijo mientras sacaba su móvil del bolsillo y me lo entregaba con cierta sumisión.

-¡Joder, qué fuerte! Me encanta en la que se ve toda la espalda de ella y sólo se intuye tu polla dentro- exclamé mientras miraba la imagen, que sin duda se reflejaba también en mis gafas de sol- ¿Doce? Aquí hay más de 20- protesté riendo ante la pillada a mi marido.

-No las he contado, Lola- se excusó casi de forma infantil mientras se ruborizabas sus mejillas como cuando pillas a un niño en una mentira.

-Voy a mandarle una a Luis, jijijijij- me vengué con mi natural travesura.

-Uffff. Este hoy no deja de hacer fotos a Mar hasta cuando esté haciendo pis- rió

Llegamos al trabajo de Dani y salimos ambos del coche. Nos abrazamos y besamos junto a la puerta del conductor.

-Pasa la mano bajo mi faldita- volví a poner cara de traviesa.

-No llevas braguitas, y te has depilado entera putita mía- resopló mi marido- ya me extrañaba que no llevaras hoy vaqueros.

Yo no era de esas chicas que se depilaran del todo. Siempre dejaba una línea de pelitos recortados en mi pubis, pero aquella mañana me pasé la cuchilla en la ducha mientras Dani se afeitaba con su porte tan varonil y sensual. Aún tenía en la boca el regusto de su semen por la mamada que le regalé de buenos días. Algunas veces me encantaba despertarle así, cogiendo su polla dormida entre mis labios y hacer que miembro y dueño se despertaran bajo mis caricias. Otras veces él me despertaba masturbándome o apretando su grueso pene sobre mi coñito y, con frecuencia, lograba entrar dentro de mí antes de que me despajara del todo. Aquella mañana me costó poco ponerle firme y hacer que vertiera su simiente en mi boquita golosa.

-Que tengas una buena mañana, princesa- me deseó Daniel mientras yo le lanzaba un sonoro beso desde la ventana y hacía mi particular arrancada a toda velocidad.

Otra mañana excitada recordando la veintena de fotos que mi marido había hecho a la enculada con Mar, el video de los dos tortolitos en París, la tremenda penetración anal de la tarde anterior y mi trabajito bucal de este amanecer.

Casi temía llegar a casa y encontrarme a Mar o a Luis en mi cama, ya que tienen una copia de las llaves de la casa igual que nos confirieron la custodia de una de la de ellos. Pero no, esta tarde no había ni rastro de ellos. Me pareció hasta raro que no me hubieran dado una sorpresa. Casi desanimada me descalcé para sentir el fresquito del suelo en mis pies. Fui a la cocina y cogí un trozo de empanada recordando la cara del chico del gas. Preparé café. Me resentí a echarme la siesta sola. La verdad, estaba un poco cansada. Llevaba dos días sin hacer la cama y no tenía ganas de ponerme a cambiar sábanas. Me tumbé  sobre la cama tras desnudarme y me dormí enseguida.

No supe cuánto tiempo había transcurrido pero noté entre sueños movimiento en la habitación. Intuí que era Daniel. Noté su cuerpo junto al mío, cara a mí. Estaba desnudo, su beso y su “hola, preciosa, ya he llegado” me reconfortó. Me abrazó con mucho mimo y volvió a besarme. Una mano acariciaba mis nalgas, otra mis hombros, otra… “¿cómo qué otra?... dios estoy soñando” pensé embotada en mi pesado despertar. No, no estaba soñando. Otro cuerpo y otras manos recorrían mi espalda a la vez que veía entre la penumbra de la habitación la impecable sonrisa de mi marido.

-Disfruta, princesa- me dijo Dani sonriendo.

-Creo que lo estoy disfrutando ya- murmuré entre ronroneos y gemidos al notar la boca ajena que bajaba por el centro de mi  espalda buscando mis glúteos.

-Quería que lo probaras- volvió a intervenír Dani mientras me besaba suave.

Estaba claro que volvíamos a jugar más de dos. Me estaba desperezando con besos de dos bocas. Traté de adivinar con mi mano quién era el dueño de la lengua que me recorría tan dulcemente mi espina dorsal. Toqué un cuerpo fibroso. Reconocí enseguida que Luis estaba detrás de mí. Me dejé llevar, claro. Aquello empezaba suave y sabía que iría en aumento. Me imaginaba mil cosas que me podrían hacer los dos hombres que estaban pegados a mí. Así, de lado, conseguí coger las dos pollas, que ya estaban muy firmes, y empezar a masturbarlas despacio. Una de las manos de Luis ya se hacía dueña de mi sexo introduciéndome un dedo entre mis labios vaginales mientras su lengua había ascendido de nuevo a mi nuca, y mi marido me besaba ya más apasionadamente fruto de mi masturbación. Quise incorporarme, pero no me dejaron.

-Déjate hacer- me susurró mi vecino mientras soltaba mi mano de su polla.

Empecé a notar cómo salía el dedo de mi sexo y en su lugar pujaba por entrar el largo pene de Luis que, debido a mi posición casi fetal y a que estaba detrás de mí, costó poco para que su glande fuera poco a poco abriéndose paso en mi coño. Me estaba ya poniendo cardíaca con los besos de Dani y la penetración de su amigo. Cuando consiguió meterme más de la mitad de su polla empezó a follarme cada vez más fuerte, desde atrás, haciendo que me posicionara más inclinada para favorecer las embestidas. Sabía que no tardaría mucho en correrme si nuestro vecino seguía a ese ritmo. No fallé. Me corrí con un orgasmo casi ahogado por la lengua de mi marido en su apasionado morreo. Mi mano masturbaba más fuerte su grueso pene hasta que me detuvo.

-Fóllatelo, cariño- me ordenó Daniel con una cara de vicio que me quitaba el sentido –quiero verte follando con él-

No tardé en obedecer. Giré mi cuerpo haciendo que la polla de Luis saliera de mi interior y casi de un salto me puse de rodillas sobre él. Dani se levantó un instante para subir un poco la persiana, lo suficiente para que mi aturdimiento se fuera del todo y, lógicamente, para que pudiese ver cómo su mujer era penetrada por su mejor amigo. Sólo en ese momento me di cuenta de que Mar estaba sentada en el sillón de la esquina de la habitación, totalmente desnuda, y acariciándose un pecho y el clítoris casi a ritmo acompasado.

-Mira cómo mi mujer se está follando a tu marido, preciosa- le dijo Daniel a la rubita.

-Es maravillosa la vista que tengo desde aquí- respondió esta.

Yo movía mi cadera despacio, sintiendo el sexo de mi vecino metido hasta lo más profundo de mi vagina y cómo su golosa boca degustaba mis pechos desnudos. Primero uno, luego el otro, al ritmo de mis movimientos. Quería volver a sentir su corrida dentro de mí. Aceleré el ritmo. Mi marido se acercó a mí por detrás y me dijo: “suave, princesa, aún no”, y empujó, poniendo una mano sobre mi espalda, mi cuerpo sobre el de Luis realzando más mi culo y la penetración que estaba disfrutando a las miradas de nuestras parejas que se estaban manteniendo al margen.

-Me encanta cómo folla Lola- dijo Mar entre gemidos.

Seguí moviéndome despacio y notando las miradas de los dos sobre mi sexo penetrado. Dos minutos de placer lento pero muy profundo. Noté cómo Dani se subía a la cama detrás de mí y el roce de su miembro contra mi trasero tan abierto como estaba.

-Que lo pruebe, chicos. Ya sabéis qué tenéis que hacerle- oí la voz de Mar entrecortada.

Mi marido agarró su polla y la puso en la puerta de mi vagina ya ocupada por la de Luis. Sabía lo que me iban a hacer y estaba deseando sentir esos dos miembros en el mismo sitio. Presionó Dani en la zona. Notaba cómo su glande pugnaba por abrir hueco en mi ocupado coñito, y cómo iba entrando despacio pero sin pausa hasta sentir con cierto dolor muy placentero, que tenía ambas pollas en mi interior.

-¡Dadle caña, cabrones!¡ Dadle caña que es tan putita como yo!- casi gritó Mar.

Sin más ambos empezaron a follarme de una forma endiablada y sentí un  placer que me desbordaba. Me volví a correr en segundos, y un minuto después otro orgasmo, y otro. No paraba de gritar “¡Sí, cabrones, folladme fuerte!, quiero que os corráis los dos dentro”, mientras ellos aceleraban el ritmo. Luis dijo que no aguantaba más justo antes de soltar un gruñido y verter todo su semen mucho más profundo que nunca. Instantes después Dani decía entre dientes “toma leche, zorra, te vamos a llenar de leche, puta mía” y soltaba su carga de esperma también en mi interior, y, casi segundos después, oí a Mar que se corría producto de su masturbación. Quedamos los tres en esa postura unos instantes, yo sintiendo las dos pollas palpitando en mi interior lleno de semen. Dani fue el primero en abandonar su posición sacando su pene de mi interior y haciendo que se escapara sobre la polla de Luis una enorme cantidad de la mezcla de leche de ambos. Nuestro vecino removió un poco sus caderas aún con su miembro en mi interior y sentí que quedaba dentro mucha cantidad de semen y flujos mezclados. Dani llamó a Mar para lamerme entre los dos mi culo y lo que aún estaba expuesto de mi sexo, que seguía expulsando el fruto de nuestros orgasmos. Por fin había sentido lo que nuestra vecina me propuso y me había encantado sentir que dos hombres llenaran mi vagina de placer y leche. El pene de Luis fue perdiendo consistencia hasta que se deslizó fuera de mí mientras notaba las lenguas de Mar y Dani pugnando por conseguir lamer los restos que ya salían a raudales de mi abierto coñito por efecto de la gravedad.

Abandoné mi posición sobre Luis y pedí que me dejaran mamarles las pollas. Así, semi erectas como estaban, probé los sabores del placer de las tres corridas. Mis caricias bucales dieron sus frutos y, en menos de tres minutos, ya estaba chupando las dos pollas bien rectas y preparadas para más.

-Mar, ven- le dije- vamos a hacer que se corran de nuevo.

-Quiero que lo hagan en nuestras caras, que vean lo guarrillas que podemos ser las mujeres, jijiji- bromeó nuestra vecina.

Los chicos empezaron a recibir un tratamiento bucal excelente. Unas veces chupábamos la polla de nuestro propio cónyuge y otras la del marido de la otra. En ocasiones las dos pollas entraban en una sola boca y en otras eran masturbadas mientras Mar y yo nos besábamos. Dani dijo que quería correrse ya, así que nos pusimos ambas tumbadas bocarriba juntando nuestras caras y lenguas y mirando a mi marido con cara de auténticas golfas mientras este se masturbaba a escasos centímetros de nuestros rostros.

-Me corro, joder, me corro, abrid la boca- gruñó mi marido mientras soltaba un chorro  poderoso de semen teniendo en cuenta que poco antes había llenado mi sexo con su corrida.

-Joder, qué morbo- también gruñía Luis buscando hacer lo mismo que su amigo.

Segundos más tarde que mi marido la polla de Luis soltaba lo que le quedaba de semen también en nuestras caras y bocas mientras las lenguas y labios de ambas competían para recoger el fruto del orgasmo de nuestros maridos. Nos habíamos convertido ya en unos auténticos viciosos del sexo.

-Cada día me gustan más estos juegos- volvió a intervenir Luis mientras mi lengua recogía la última gota de semen que salía de su prepucio.

-Cada día somos más viciosos- reafirmó Daniel.

-Se me ocurre una cosita- dijo Mar con su sonrisa más pícara-

-Desde luego eres incorregible, Mar- dije sonriendo tras dar un sonoro chupetón a la polla de su marido dando por terminada mi intervención sexual

-  ¿Y si os la cuento durante la cena?

Nos vestimos no sin dedicarnos bromas, miradas y sonrisas de picardía. Yo notaba mi sexo palpitante y aún muy húmedo tras tanto orgasmo junto de los tres y la posterior lamida de la rubita y mi marido. Fuimos a casa de nuestros vecinos que disponían de un hermoso patio, y el atardecer invitaba a tomar unas cervezas bien frías fuera. Luis y Dani prepararon las cervezas bien frías y unos aperitivos mientras Mar y yo hablábamos de trivialidades. Cuando salieron los chicos se sorprendier

Un matrimonio de 4

Parte 1. Vivan los Novios

Ya sé que parece raro el título, y quizá lo sea. Pero sí, somos una especie de matrimonio de 4 personas. Os presento quiénes somos:

-Mar, novia de mi marido y la mujer de Luis, 35 años, rubia natural, 1,58 de altura y 49 kilos. Sus mejores armas de mujer son sus piernas y su culo redondo. Lo que más le excita es la doble penetración.

-Luis,  amigo compañero de trabajo de Daniel. Luis es mi novio y el esposo de Mar. Castaño 1,77 y 79 kilos. Sus mejores armas son su polla de 21 centímetros y fina, especialmente diseñada para el sexo anal. Lo que más le excita, follar, follar y follar.

-Daniel, novio de Mar y mi marido. Morenazo  de 1,70 y 69 kilos. Sus mejores armas su polla de 19 centímetros ¡y muy gruesa! y su increíble manera de follar. Lo que más le excita es el sexo oral y saber que todos disfrutamos mucho.

-Y, por último, yo, Lola, la novia de Luis y mujer de Daniel, 38 años, castaña de pelo rizadísimo, 1.61 de altura y 53 kilos. Mis mejores armas son mis tetas de talla 95 y mi cara de loba. Lo que más me excita es que todo en el sexo es posible y que se corran en mi boca.

¿Un poco lioso, verdad? Tiene su explicación. Luis es amigo y compañero de trabajo de Daniel, todo un pieza y un auténtico cachondo mental. Siempre dispuesto a todo. Le conocemos desde hace diez años y siempre ha demostrado ser  un buen amigo de Dani. Cuando se separó de su anterior novia, Daniel y yo le presentamos a Mar, vecina y amiga nuestra. Fue un flechazo absoluto. Tres meses más tarde nos invitaron a su boda.

Ahí es donde empezó todo. Como Mar era nuestra vecina y vivíamos en un pueblo algo alejado del lugar donde se iba a celebrar la boda (¡¡¡por la iglesia y todo!!!, en el pueblo natal de Mar), nos pidió que fuéramos mi marido su chofer, y yo su dama de honor. Accedimos encantados. La boda fue de lo más normal y con toda la familia de ambos, casi 200 invitados. Os ahorraré detalles aburridos. Al terminar el tradicional banquete y el baile, bien entrada la noche, nos encargamos de llevar a Mar y a Luis a casa de ella, hogar elegido de los recién casados. Durante el trayecto, de casi dos horas, Luis no paraba de querer meterle mano a Mar en el asiento de atrás, llevado, claro, por el alcohol que había bebido, sin importarle mucho que Dani y yo estuviéramos sentados delante y riéndonos de las ocurrencias del pieza de Luis. Llegamos justo cuando salía el sol, y nos pidieron que entráramos en su casa a tomar la última, ya que les daba pena que Daniel no hubiese probado ni una gota de alcohol. Yo me opuse, pero Luis insistió tanto a mi Dani que no tuvimos más remedio que aceptar su invitación. Mar nos sirvió un combinado de ron y cola para mi marido y un gintonic a mí, mientras el travieso de Luis perseguía a Mar intentando robarle besos de mujer casada y algún que otro roce en su escote. Nos sentamos los cuatro en los sillones del salón recordando los momentos más divertidos del día. Luis, que estaba frente a mí se había quedado extrañamente callado, para lo que es él. Yo pensaba que era por el alcohol, que iba haciendo ya efecto anestésico. Le llamé la atención preguntándole qué hacía tan callado. La respuesta nos dejó callados a los demás. Yo llevaba una mini de vuelo francés, floreada y algo corta, con lo que al sentarme en el sofá, por mi postura descuidada y al estar acostumbrada a mis eternos vaqueros, no me di cuenta que desde su posición podía ver entre mis muslos algo más de lo que yo pensaba. “Estaba contemplando el precioso tanga que no llevas” dijo casi con la baba colgando. Mar, que también estaba frente a mí, ladeó un poco la cabeza y se quedó muda mirando mis piernas y lo que se veía entre ellas. Dani sólo sonreía. Recordé, de repente, que mientras volvíamos en el coche, y en un acto de perversión de los míos hacia mi maridito, me había quitado el tanga y con cara de niña buena se lo había metido en el bolsillo de su chaqueta. Estaba sin ropa interior y expuesta a sus miradas. Rápidamente cerré mis piernas acalorada y cortada, pero Mar, que no se cortó un pelo, me dijo que no lo hiciera, que quería verme, que le pareció tremendamente sexi mi postura. Dani no sabía muy bien qué pasaba pues estaba a mi lado y no había caído en la cuenta de mi íntima desnudez. Mar se puso en pie y, levantando su precioso vestido de novia tipo falda corta sin cola, se quitó el tanga que llevaba y se sentó totalmente abierta de piernas frente a Dani y a mí, ofreciéndonos una vista más que explicita de su sexo. Mi marido estaba alucinando. Luis como ido, yo azorada y Mar empezando a tocarse descaradamente delante de su reciente marido y sus vecinos de toda la vida. Me gustó verla así, aunque me cortaban sus miradas de “haz lo mismo, no te cortes”. Dani siempre había  fantaseado con la idea de follarme en público sin importar si nos miraban o no, como la vez que le hice una mamada en el tren de cercanías. Así que, como llevaba ya un gin tonic bien cargadito, y una mente muy calenturienta con ese recuerdo, me levanté la faldita e, imitando a mi vecina, comencé a masturbarme ante la atenta mirada y desconcierto de los chicos. Mar y yo nos mirábamos lascivas, deseando que ellos dieran el siguiente paso. Dani empezó a acariciarme una pierna sin dejar de mirar atónito a nuestra bella vecina y su masturbación. Luis hizo lo mismo con Mar y miraba mi sexo casi tan extasiado que parecía no haber otra cosa en el mundo. Daniel acercaba su mano cada vez más a mi sexo y Luis hacía lo propio con Mar. En menos de dos minutos nuestros chicos estaban con sus manos en nuestros coñitos pero mirando descarados al de la vecina. Era puro morbo en silencio lo que estábamos viviendo. Mar no dejaba de mirarme a mí y a Dani, taladrando con sus ojos verdes los pensamientos que teníamos cada uno. Luis, más serio de lo que estábamos acostumbrados a ver, se arrodilló delante de su esposa y empezó a comerle muy despacio el coño mientras ella seguía mirándonos esperando nuestra reacción. Dani quiso hacer lo mismo, pero le detuve y le dije la palabra mágica: “cercanías”. Me levanté me puse de rodillas delante de él y desabrochando su cinturón, su pantalón y liberando su gruesa polla del bóxer no quise perder más tiempo y le comencé a hacer una mamada de las mías, de esas que hacían que Dani cerrara los ojos y en menos de diez minutos se corriera en mi boca. Pero esta vez no quería que lo hiciera, y eso que me encanta que lo haga. Comencé a chuparle más suave, más de lengua que de labios porque quería que me follara delante de ellos. Mar seguía observando cómo yo se la comía a mi marido, y Luis, abstraído ya en su cunnilingus, empezaba a arrancarse, casi literalmente, sus zapatos, calcetines, pantalón y ropa interior. Era extraño pero tremendamente morboso. Mar sólo tenía ojos para mirar con deseo a mi marido y la polla que me estaba comiendo. Daniel sólo miraba la cara de puta que tenía Mar en ese momento y la cabeza de Luis entre sus piernas. Yo, de reojo, sólo podía ver la larga y fina polla de Luis entre sus manos.

Mar paró a Luis separándole la cabeza de su coñito depilado, y, levantándose de su sillón vino gateando hasta nosotros. Observó durante unos segundos, a escasos centímetros de mi boca, cómo yo se la mamaba a mi marido. Sin mediar palabra alguna desde que dije “cercanías”, saqué el miembro de Dani de mi boca y se lo ofrecí a Mar. Luis se había acercado sigilosamente por detrás de nosotras, como un felino, y puso una mano sobre el culo de Mar y la otra en el mío, haciéndolas deslizar hasta nuestros húmedos sexos. Mar me concedió la opción de comernos entre las dos el grueso pollón de Daniel. Nunca había compartido a mi Dani, y menos su polla. Pero aquella situación me gustaba. Mar hacía lo posible por rozar su lengua contra la mía, e, incluso, me dio un morreo muy vicioso que me excitó aún más si cabe. Tenía la lengua de mi vecina luchando contra la mía por la polla de mi marido y la mano izquierda de Luis, acariciando y masturbando mi clítoris y mis labios vaginales totalmente expuestos. “Dios-dije en voz alta mirando al recién casado con cara de golfa- deja de meterme mano y fóllame, Luis”. Dani abrió de par en par los ojos mirándome, incrédulo de lo que acababa de decir su mujer. Mar me miraba con la polla de Dani en su boca,  y Luis, qué os voy a contar. Luis dejó de masturbarme, agarró su largo miembro y lo puso con mucho cuidado a la entrada de mi vagina. Yo necesitaba algo más contundente que sentir sólo su fino glande, así que con seguridad y un movimiento preciso y continuo, eché hacia atrás mi cuerpo y sentí cómo la polla del mejor amigo de mi marido entraba centímetro a centímetro en mi coño mientras él seguía masturbando con la mano derecha a su mujer. Quedé pegada a Luis unos interminables segundos notando cómo su glande llegaba hasta el fondo de mi sexo. No quería despegar mi culo de su pubis, pero ver la mirada de Mar clavada en mis ojos y que empezaba de nuevo a mamar la polla de mi marido me convenció de que ya no había marcha atrás. Comencé a mover mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, despacio, follándome a Luis. Mar se puso de pie abandonando la masturbación que le ofrecía su marido y la mamada que le hacía al mío, le miró sólo un instante como queriendo comprobar que realmente me estaba follando y, casi en un abrir y cerrar de ojos, se sentó a horcajadas sobre Daniel metiéndose su polla hasta el fondo. Dani me miraba confuso pero con una cara de vicio que le delataba. Mar le giró la cara y empezó a besarle, a lamer su lengua. Yo, por mi parte, aceleré el ritmo de mis movimientos sintiendo que en breve me iba a asaltar mi primer orgasmo. Me encanta que me follen a cuatro patas. Pedí a Luis que me avisara si no aguantaba más y que no se corriera en mi coño, que quería beberme su leche. Lo que veía delante de mí me estaba calentando cada vez más. Tenía una perspectiva perfecta del pene de mi marido penetrando el pequeño coño de Mar, y cómo se besaban como si fueran ellos los recién casados. Luis seguía inmóvil de rodillas detrás de mí disfrutando de mis movimientos de vaivén. Ahí llegó mi primer orgasmo. Uno de los más brutales que había sentido hasta ese momento. Grité y gemí fuerte y sin control, mientras pegaba mi culo fuertemente al abdomen del hombre al que me estaba follando. Notaba cada una de sus venas en mi interior, a punto de correrse solidariamente conmigo. No me avisó, sólo sacó su polla de mi interior y agarrándosela con fuerza para evitar estallar antes de tiempo, la acercó a mis labios. Había metido sólo su glande en mi boca cuando su semen empezó a brotar en mi paladar. Una corrida abundante que me costaba tragar por la gran cantidad de semen que estaba soltando. Me gusta ser tan viciosa y en ese momento me deleitaba con el sabor de la corrida de Luis. Me tragué toda su leche, absolutamente toda, distraída desde mi orgasmo de lo que pasaba alrededor. Medio minuto después, volviendo de mi estado casi onírico, oí a Mar decir: “me corro, Dani, me corro”, mientras la cara de mi chico delataba que él también estaba a punto de verterse, y que, si Mar no se quitaba pronto, no sería Luis quien consumara el matrimonio con Mar. “Tarde”, pensé yo con total conocimiento de mi pareja. Daniel, en silencio casi absurdo, estaba llenando el coño de nuestra vecina de semen en su primera follada de casada. Ninguno dijo nada. Nos quedamos casi inmóviles. Dani dentro de Mar y Luis con su polla semierecta entre mis labios. Parecía que se había congelado el tiempo y que lo que acabábamos de presenciar en los otros fuera un fotograma sacado de una película pornográfica en la que los actores habían follado sin estar desnudos del todo. Me pareció sexi e irreal ver a Mar, aún con su traje de novia, sobre mi marido, que no había perdido ni una sola prenda. Luis, desnudo de cintura para abajo y con la camisa de su flamante traje de novio. Yo con mi faldita y mi blusa floreadas y mis tacones.  Rompí el hielo al soltar el pene de Luis y decir “riquísima tu leche, Luis”, e hizo que los demás comenzaran a reír. Mar se incorporó un poco y vi perfectamente cómo una buena cantidad de semen de Daniel se escapaba de su sexo y se posaba sobre la polla de mi marido reluciente de los jugos de ambos. Pensé que debía mamársela, y degustar el sabor del sexo que ambos habían tenido delante de mí. Cuál fue mi sorpresa al ver a Luis que se arrodillaba detrás de su mujercita y lamió su coño lleno de leche ajena. Aquello no me lo esperaba, “no puede ser verdad”, me repetía, mientras notaba latidos en mi sexo que volvía a pedir guerra. Me absorbía esa visión del culo y coñito de Mar expuestos a la juguetona lengua de su marido. Daniel debía de imaginar lo que su amigo hacía, pues desde su perspectiva sólo podía intuir lo que Luis estaba realizando. No quise quedarme atrás y me incorporé para besar a mi pareja aún con el sabor del semen de Luis en mi boca. Dani me besó como nunca, casi violaba mi boca con su lengua intentando recoger cada molécula de los restos de la corrida que su amigo del alma había depositado dentro de mí.

Parte 2. Sin compromiso

La excitación de Daniel, viendo a Mar lamida por su marido y aún a horcajadas sobre él, hizo que su polla se apoyara de nuevo en el sexo abierto de nuestra vecina. A Luis parecía no importarle la cercanía del pene de su buen amigo, es más, creo que en algún momento Luis chupó o lamió la polla de Daniel, ya que durante nuestros besos sentí gemir a mi chico como cuando yo se la chupaba. Luis volvió a meterme mano desde atrás. De nuevo ya no había freno que nos parara. La excitación se palpaba y estábamos dispuestos a más. Por mi parte, y no sin cierta dificultad por mi posición con respecto a los tres, introduje mi mano entre los cuerpos de Mar y Dani para poder agarrarle la polla. Me sentía muy puta. Con el miembro de mi marido en una mano froté con su glande el clítoris de Mar y noté los labios de Luis chupando mis dedos y la polla que tenía agarrada. Uffff, eso me puso más cachonda, y dirigí la cabeza del pene de mi marido a la entrada del coñito de mi vecina. Quería sentir con mi mano cómo la penetraba; tocar el sexo de ella con mi chico dentro. Luis seguía lamiendo el ano y los labios vaginales de Mar, mis dedos, y los testículos de Daniel, y me estaba introduciendo un dedo en mi vagina y con otro, creo que el pulgar, masajeaba mi anillo anal, ¿cómo conseguía hacerlo tan bien? La verga de Daniel estaba de nuevo dentro de la rubita y ésta sólo gemía y gemía por el doble tratamiento que estaba recibiendo de los dos hombres. Me hubiera encantado estar en su lugar, lo reconozco. Luis, con la mano que le quedaba libre, comenzó a acariciar las nalgas de su mujer y fue, poco a poco, acercando e introduciendo un dedo en el precioso culo de ella que estaba ya bastante relajado por las lamidas que estaba recibiendo desde hacía un rato. Dejé de besar a Daniel, me incorporé y me desvestí del todo viendo el culito de Mar con el dedo de su marido dentro y su coño lleno de la polla del mío. Luis no perdió detalle de cómo me quité la ropa sin parar de mirar mis pechos. Se incorporó y vi que estaba totalmente empalmado. Estuve a punto de volver a comerme su polla, pero al ver que estaba tan cerca del precioso culo de Mar tuve una ocurrencia mejor. Me acerqué a él y mientras le besé con verdadero vicio cogí su verga y la acerqué al trasero de mi vecina. Mi intención estaba muy clara: quería ver a la pequeña rubita ensartada por ambos orificios. No sabía dirigir bien la larga polla de Luis hacia el culo de Mar. Daniel estaba follando de nuevo con la vecina muy despacio, pero esta vez sin besos, sólo movía sus caderas lentamente introduciéndose hasta el fondo y haciendo que el culo de Mar se noviera arriba y abajo. En cierto momento sentí cómo el largo pene de Luis franqueaba una especie de barrera y entraba dentro de Mar. Solté la polla de nuestro nuevo vecino y me picó la curiosidad de ver a su mujer disfrutando de la doble penetración. Me levanté para observar desde atrás el curioso cuadro que formarían las vergas de nuestros maridos dentro de ella. Mi sorpresa fue el ver que ambas pollas, lo que me pareció increíble, estaban dentro de su estrecho coñito. Jamás hubiera imaginado que le pudiesen caber las dos dentro de su vagina. Me excitaba la idea de pensar que yo quería también probar esa sensación, y más viendo la cara de placer de ella cuando los dos chicos empezaron a moverse lentamente dentro de ella. No podía creerlo. Mi vecina no paraba de decir “me corro, joder, me estoy corriendo” una vez tras otra. Sin duda estaba muy excitada notando una penetración tan completa como profunda. Luis anunció su inminente corrida. Como yo estaba tras ellos me incorporé para susurrarle al oído “llénala, Luis. Mi marido ya lo ha hecho antes”. No tardó ni diez segundos en emitir un gruñido gutural profundo acompañado de unas sacudidas casi eléctricas que evidenciaban que estaba vertiendo el semen dentro de su mujer y sobre la polla de mi Daniel. Mi marido, que tiene un aguante considerable en su segundo polvo, empezó a moverse más fuerte bajo ella. Sin duda quería volver a correrse en coñito ajeno.  En mi lasciva labor de animarles me acerqué a su oído y le susurré “vuelve a llenar su coño, cariño, llenadla de dos corridas ”, y para calentar más a mi maridito, mirando a Luis con ojos de casi rabia, le dije “no saques tu polla, aguanta que Dani va a volver a correrse dentro de tu mujer con tu rabo dentro”, y, para echar un poco más de picante a la situación, busqué la boca de Mar y la besé con verdadero vicio, lamiendo su lengua, sus labios como si fuera su amante para que esa visión tan apasionante de dos mujeres besándose diera rienda suelta a la corrida de mi esposo, además, quedó uno de mis pechos a la altura de la boca de Dani que lo succionaba y lamía con verdadero vicio. Igual que el nuevo matrimonio, mi Dani dijo “me corro, me corro” y volvió a verter su leche masculina dentro de la vagina de Mar. Estuvieron en esa postura alrededor de un minuto jadeando los tres, mientras las pollas de los dos chicos iban bajando su erección lentamente dentro del mismo chochito. Luis fue, casi por lógica y debido a la postura adoptada, el primero en abandonar su posición, sacando su fino pene de Mar con un ruido como de chapoteo. Pude ver que su polla tenía restos de semen hasta en la base, y con lo que me gusta a mí ser juguetona hasta el final, me lancé a lamer todo su miembro saboreando y sintiendo el exquisito gusto y aroma  del placer. El glande de Dani aún seguía entre los labios vaginales de Mar. Volví a agacharme lo suficiente como para coger su semierecto pene y sacarlo del todo del coño de mi vecina. Un torrente de semen y flujos vaginales se deslizó del depilado sexo de Mar hasta el pubis y testículos de mi marido, y ávida lo recogí todo con mi lengua y, sin saber por qué lo hice, lamí como lo había hecho antes Luis, el rezumante  sexo de Mar bebiendo todo lo que de él salía. No me reconocía ni a mí misma. Jamás hubiese pensado en lamer un coño, besar a una mujer, ser follada y tragarme la leche de Luis, y, mucho menos, excitarme tanto viendo a mi marido follar con otra mujer. Indudablemente mi concepción del sexo estaba cambiando esa mañana.

Nos sentamos cada uno en el sillón que habíamos ocupado para tomar las copas. Era gracioso. Mar seguía vestida de novia pero su traje estaba totalmente descompuesto, despeinada y roja como un tomate debido a los múltiples orgasmos que minutos antes había tenido. Luis aún con su flamante camisa, que daba la impresión de que acababa de ponérsela (no sé cómo lo conseguía), Dani totalmente vestido pero con la polla fuera. Y yo, desnuda del todo, sin nada, y expuesta a las miradas curiosas de nuestros vecinos. “¿Cuándo te has despelotado?” dijo Luis, giñándome un ojo pues había sido testigo directo de cómo me desnudé, volviendo a ser el graciosillo de siempre. Todos reímos la gracia. Mar se levantó y se quitó toda la ropa “total, ya ha pasado la boda” volvió a apuntillar el simpático Luis. Nuevas risas. “Dani, capullo, te toca a ti” le dijo a mi marido. Me daba la impresión de que era como un juego erótico pero al revés. Se suponía que debíamos habernos desnudado para calentar el ambiente, pero esta vez lo hacíamos para quedar más cómodos tras la locura sexual que habíamos vivido. Luis se quitó la camisa mientras Daniel tardó un poco más en quitarse toda la ropa que llevaba.

Allí estábamos los cuatro totalmente desnudos y agotados de cansancio. El madrugón del día anterior, el viaje de ida, la ceremonia, fotos, el convite, el baile, la vuelta a casa y la orgía que nos habíamos marcado. Ufff, era más de lo que me hubiese imaginado. “¿Café?” nos dijo Mar como si fuese lo más normal del mundo. Ya había salido el sol hacía dos horas, y el calor del final de la primavera nos estaba dejando casi dormidos. Todos asentimos con la cabeza. Mar se levantó y como una modelo erótica, con su preciosa figura, sus pequeñas tetas, su culo respingón desnudo, se paseó entre los tres camino de la cocina. Yo me levanté para ayudarle con el café y las tazas y, lógicamente, para hablar de chica a chuica de  lo acontecido.

-Mar -le dije mientras llenaba la cafetera- , ¿te das cuenta de lo que hemos hecho?

-Claro- me contestó ella con una sonrisa nerviosa.

-Mi marido te ha follado en tu noche de bodas… ¡¡¡¡y dos veces!!!!- le dije como si no supiera de qué le estaba hablando.

-Y el mío a ti una… ¡¡¡en mi primer día de casada!!!- sonrió

-Mar, por Dios, que ha sido Dani quien ha consumado tu matrimonio y no Luis, ¡¡que se ha corrido dentro de ti!!

-Lola, Luis también me ha follado, y también se ha corrido dentro de mí, y tú… bueno, no me has follado, pero… te habrás dado cuenta con tu lengua de que los dos se han corrido dentro… ¿te arrepientes ahora?

-No… pero… ¡Mar, por Dios! Se nos ha ido la pinza.

-A mí no, y a Luis tampoco. Y creo que a tu Dani no le ha disgustado, pero si no quieres que se repita sólo tienes que….

-No es eso, Mar, joder. Me ha encantado. Pero es surrealista. Te conocemos desde hace 6 años, y a Luis desde hace 10, y nunca, nunca había pasado, vamos, ni imaginado siquiera algo así.

-Lola, mírame a los ojos. ¿te ha gustado o no?

-Claro, pero…

-¿Pero?

-Ufff, no sé qué decir ¡Y te han cabido las dos ahí!- le dije señalando su coñito depilado-

-Me ha parecido increíble a mí también, ¡qué morbazo, Lola! Y seguro que a ti también te caben. La próxima vez tienes que probarlo tú.

-¡Mar!- le dije casi gritando a la vez que la cafetera había terminado de hacer el ansiado café y mi vecina colocaba todo en una bandeja.

-Vamos con los chicos. Ya lo hablaremos tú y yo- me dijo guiñándome un ojo, y cogiendo la bandeja con las tazas, la cafetera, azúcar y leche, me dio la espalda y salió al salón

Los chicos hablaban tranquilos, como si lo que acabara de pasar fuera algo normal. Oí a Dani decirle a Mar que le gustó mucho la experiencia, y a Luis hablar de lo húmedo y caliente que es mi coño. Yo no me atrevía a salir aún al salón. Estaba impresionada de lo fácil que les resultaba hablar de ello con total normalidad. Como si ellos ya lo hubieran hecho ant…

-¡Eso es, joder, qué tonta soy! Seguro que ya lo habían planeado antes. ¡¡Mierda, mierda, mierda!! –pensé en voz alta.

-¿Lola?, -oí a Dani llamándome-

-Voy, cielo.

Salí al salón y vi a Dani en su sillón, a Luis en el que había ocupado yo antes y a Mar donde debía estar Luis. Me parecía como si todo el universo se hubiera desorganizado de golpe. Pasé, desnuda como estaba, entre los tres soportando las miradas de asombro de Luis ante mi desnudez (no me quitaba ojo, se notaba que mis tetas eran el blanco de sus contemplaciones). Los cafés ya humeaban en las tazas. Dani tuvo que servir el mío porque estaba a mi gusto.

-Lo teníais organizado, ¿verdad? –inquirí segura de mí misma y con media sonrisa, como si hubiera descubierto América.

-No del todo- repuso Luis- aunque Dani me dijo que eras tan lanzada que seguro no habría problema alguno en convencerte para follar los cuatro juntos.

-Te odio, Dani- le dije a mi marido frunciendo el ceño y casi enfadada de verdad.

-Cielo –repuso mi marido- No le hagas caso a Luis, sabes que es un bromista. Claro que he hablado con él de lo bien que follas, los chicos hacemos eso entre nosotros, igual que él me ha contado lo bien que lo hace Mar…

-Y nosotras también lo hacemos, ¿verdad Lola?- me preguntó a bocajarro Mar, cortando a mi marido, y traicionando así las horas que habíamos pasado hablando de las intimidades que vivíamos con nuestros respectivos chicos.

-¡No es lo mismo, joder, Mar! –dije sintiéndome descubierta e indefensa.

-Bueno –apostilló Luis- Hemos follado todos voluntariamente y lo hemos pasado bien sin hacer daño a nadie. Yo quiero volver a repetirlo de vez en cuando.

Mar asintió con la cabeza a lo que su marido había propuesto, fijando su mirada en mí.

-Yo también, siempre que tú estés de acuerdo, cariño –me desafió Daniel

-A ver, –respondí- ha estado muy bien y me ha gustado mucho, pero…

-¿pero? –preguntaron los tres casi a la vez

-¿Pero estáis locos? Hemos follado sin condón, a lo loco, quizá por el alcohol, yo qué sé…

-Lola –repuso Dani- Estamos todos sanos y somos adultos, lo hemos hecho libremente y ni tú ni yo habíamos bebido apenas.

-Además, Lola –dijo Mar- fuiste tú quien me ofreció comerme la polla de Dani.

-Yo… yo sólo… yo…-sólo podía balbucear- … era el momento… yo…

-De acuerdo, Lola –dijo Luis con su inconfundible media sonrisa, señal de que iba a soltar una de las suyas- cuando Mar me esté haciendo una mamada te llamamos, te ofrece comerte mi polla y así ya no hay cuentas pendientes, je je. ¡Ala, Mar, al lío, y a medias que me la chupe Lola!

No pudimos hacer otra cosa que reírnos de la parida de Luis. La verdad es que aún estaba tremendamente excitada y recordaba cómo la boquita de mi vecina succionaba la polla de Dani a escasos centímetros de mí cundo le ofrecí comérsela, y luego la doble mamada que le hicimos las dos, y los besos con Mar. De cómo me follé a Luis, porque me lo follé yo, y se lo pedí yo. De cómo se corrió en mi boca porque yo se lo pedí también. De cómo primero quise ver y luego introduje la polla de mi marido dentro de Mar, de cómo, luego, fui yo quien metió la polla de Luis en el coñito ya ocupado de mi vecina por la polla de Dani. De cómo le comí el coño lleno de leche. Me di cuenta de que prácticamente había sido yo la responsable de casi todo lo que habíamos hecho

-Vale, -dije- vosotros ganáis. Estoy muy cachonda, me ha gustado muchísimo y lo vamos a repetir, sí. Quiero volver a hacerlo. Quiero sentirme tan puta como me he sentido hoy. “pa fuera telarañas”

Capítulo 3. Formalizando.

Nos habíamos tomado los cafés, vestido y despedido de los recién casados. Era ya medio día y yo me moría de sueño. Aún sentía latidos en mi entrepierna y cruzamos la calle que separaba nuestra casa de la de Mar casi en silencio. Dani sólo mostraba una sonrisa.

-Gracias, bombón –me dijo besando mis rizos y achuchando mi cuerpo contra el suyo.

-Dani, por favor, dime la verdad ¿estaba organizado?

-No, cariño, te lo juro

-¿De verdad? –insistí deseando que me confirmara que fue casual-

-Lola, amor, no estaba organizado. Es verdad que Luis y yo hemos hablado y fantaseado un par de veces con follar con la chica del otro. A Luis le gusta tu cuerpo, y se nota.

-¿Y a ti? ¿te gusta Mar?

-Mar es muy guapa, claro. Pero…

-Lo sé, Dani. Todos tenemos fantasías.

Al llegar a casa nos fuimos directamente a la cama, nos desnudamos de nuevo y nos quedamos dormidos sobre las sábanas abrazados. Sobre las 9 de la noche sonó el timbre de la puerta. Dani no estaba en la cama y oí que abría. Hablaba bajito y apenas escuché la conversación. Sólo oí, “Lola sigue dormida, buen viaje”.

Los 7 días siguientes no paré de recordar interiormente lo vivido tras la boda de nuestros vecinos ni de follar salvajemente con mi marido. Sólo el último día, tras un polvo madrugador de los que me encantan, le pregunté a Daniel si de verdad quería volverlo a repetir. Me miró curioso como esperando adivinar en mi mirada si tenía que decirme un sí o un no. Sonreí un poco sin poder evitar mis pensamientos lascivos. “Te dije que si tú querías sí”, contestó con cierta inseguridad. Deslicé mi cuerpo hacia abajo en la cama hasta que la polla de Dani quedó a la altura de mi boca. Me bastaron diez minutos para hacer que me inundara mi garganta de semen. “¿contesta esto a lo que yo quiero?”

Jamás pude imaginar que los dos recién casados pudieran hacer tanto ruido al llegar con el coche de su viaje de Novios. “Piiiii, piiiii” ¡¡¡Vecinooooossss!!!, os hemos traído un regalito de París”, oí la jocosa voz de Luis que asomaba la cabeza por la ventanilla de su coche. Pensé que habrían sopesado en su luna de miel la opción de volver a follar los cuatro juntos, total, fue una verdadera locura. Salimos a la puerta Dani y yo y vimos a Luis vestido de Coronel Tapioca, y a Mar con un pantaloncito corto color limón que hacía que su envidiable trasero fuera más envidiable aún si cabe y una camiseta que ponía “sex or not sex”. Me pareció muy graciosa dada la experiencia vivida la última vez que nos vimos. Luis y Dani se abrazaron como si no se hubieran visto en años. Mar me dio un piquito en los labios que me gustó. Tocó saludar a Luis, y este me abrazó y me dio un pico mucho más largo que el de su mujer mientras sus ágiles manos se aferraron a mi trasero, a la vez que, de rojo, vi que Mar hacía lo mismo con mi marido. Aquello me indicaba que no habían olvidado lo que había pasado una semana atrás.

-Pasad a casa –dijo sonriente y con un guiño Luis- os hemos traído unos regalos de París.

-Gracias, chicos, no os teníais que haber molestado –contestó sonriente Dani.

-No es molestia, hombre, jeje –sonreía el vecino- No nos hemos olvidado de vosotros ni un solo día, ¿Verdad, Mar?

-Ufff –resopló ella sonriendo con un guiño- Ni un día ni una noche. Dios qué morbo recordarlo.

-Pasad, pasad- dijo Luis- e iros desnudando, je je.

Nos reímos de la ocurrencia del vecino, siempre tan bromista. Pasaron Mar, seguida de Dani, que no dejaba de admirar el culito de la vecina, yo, y detrás de mí, resoplando como un verdadero salido, Luis.

-Lola –sentenció nuestro amigo cerrando la puerta- tengo que follarte ese culo.

-Será si se deja –me guiñó Mar- ¿no es así, Lola?

-¿Sabéis qué? –les dije con cierta picardía- No sólo me voy a dejar. Le voy a exigir que lo haga, pero va a ser ahora mismo, y delante de vosotros.

Cogí a Luis por la entrepierna, que ya estaba casi en plena erección y con cara de asombro, y le arrastré tras de mí a uno de los sillones del salón. Me di la vuelta y le obligué de un empujón a sentarse. Dani y Mar me miraban sorprendidos recordando mis reticencias tras la orgía de la semana pasada. Me arrodillé delante de mi vecino, me quité mi camiseta y sujetador mientras el amigo de mi marido me miraba pasmado y casi con miedo: “las manos quietas, que ahora mando yo- le ordené”, recogí mis rizos en una coleta y bajé la cremallera de su pantalón desmontable. Metí mi mano dentro de su bragueta confirmando que, efectivamente, estaba empalmado. Desabroché el botón del pantalón, le desnudé de cintura para abajo casi con prisas, y le quité su camisa de explorador, y agarré su larga polla hasta manosearla entera. Le miré con cara de vicio y empecé a mamársela despacio y con mucha saliva. Dani y Mar seguían de pie en la entrada del comedor, absortos en mi decisión de casi violar a Luis con la boca. Le hice una mamada de escándalo. Cuando creía que estaba ya a punto de explotar bajaba el ritmo y volvía a incrementarlo. Pasé varias veces su miembro por mis pechos mientras le miraba con cara de viciosa. Eché un vistazo hacia los que se habían quedado en la puerta y con total decisión ordené: “Mar, ven a quitarme lo de abajo y cómeme el culo. Me quiero tirar a tu marido y quiero que me lo folle. Y tú, Dani, quédate  donde estás, de momento”. Fue como la orden de un general. Mar se acercó por detrás de mí, aceptando su sumisión, y abrazando mi cintura soltó el lazo que anudaba mi pantalón corto y tiró de él y de mi tanguita hacia abajo dejando al descubierto mi trasero. Pasó una y otra vez una mano por mi rajita húmeda mientras yo miraba con deseo a su marido y pasaba de nuevo su larguísimo pene por mis pechos. Me encantaba la cara de sorpresa de Luis. Moviendo mi culo y empinándolo un poco más al arquear mi espalda le hice saber a Mar que quería algo más que las caricias de su mano. Sentí como abría mis cachetes y cómo, a pequeños toques, su lengua acariciaba mi ano. ¡Uf, cómo me estaba poniendo! ojeé un momento hacia donde estaba Dani, que mostraba una erección bestial bajo su pantalón corto de deporte, y le dije: “ni se te ocurra tocarte”. Vi su cara de embobado por la nueva forma de actuar de su dulce Lola. La lengua de mi vecina ahora lamía a círculos mi anillo anal y pasaba de vez en cuando a lamer mis labios vaginales y la entrada de mi coño totalmente empapado. “Sigue sólo con mi culo, putita” le dije a Mar y acto seguido comencé a mamar de nuevo a su marido. Aquel rol me estaba gustando. Tenía a mi vecina comiéndose mi culito, a su marido a merced de mi boca y a mi Daniel excitado viendo cómo su mujer es una zorra de mucho cuidado cuando se la provoca. ¡Me encantaba sentirme así! Pasé una de las manos hacia mi sexo y dejé de mamar a Luis. Noté la lengua de la rubita lamer uno de mis dedos. Me levanté impidiendo que Mar siguiera con su lengua en mi trasero. Me di la vuelta con la clara intención de meterme la polla de mi vecino dentro. Se la agarré con una mano y agachándome un poco pasé su capullo por mi culo lubricado por la lengua de su mujer. Fui bajando poco a poco sintiendo la presión de su glande, que aunque fino, era más grueso que mi ano. Yo ya había tenido sexo anal con Daniel, que la tiene bastante más gorda, pero aún así tuve que hacer un poco más de presión con mi cuerpo para que entrara el capullo del largo pene de Luis en mi interior, ante la atenta y viciosa mirada de Mar. Dejé unos segundos que se dilatara mi culo y se acomodara el prepucio dentro de mí, y reanudé la presión un poco más para introducir poco a poco esa larga polla dentro de mi estrecho esfínter. Un minuto más tarde tenía los 21 cm de virilidad de Luis dentro de mí. Estaba sentada en él, pensé. Era hora de seguir con los juegos. Subí mis pies al sillón y, apoyando mi espalda contra el pecho de mi vecino, expuse mi sexo y la penetración que me estaba haciendo el rabo de Luis a la vista de Mar, que seguía arrodillada frente a nosotros. Llevé mis manos a su rubia cabecita y presionando la llevé hasta mi coño. “cómeme el coñito, cariño. Vamos a demostrar a estos dos lo zorritas que podemos llegar a ser”. Mi vecina pareció volverse loca con mis palabras y comenzó a lamer mi sexo de una manera tan brutal que, sin que su marido se moviese dentro de mi culo, hizo que me corriera y llenara la cara de la pequeña Mar de jugos de mi corrida. Estaba como loca, quería más y más y me estaba agradando ser la dueña de la situación: “muévete, joder”, ordené a Luis: “fóllame el culo, ¿no querías eso?”, dije removiendo mi culo y sintiendo toda su polla dentro. Miré a Daniel que seguía desde la puerta el morboso trío que me estaba marcando con los vecinos: “desnúdate cariño, que quiero ver cómo te ha puesto ver lo puta que es tu mujer”. Dani obedeció y se desnudó del todo ofreciendo una visión de su gordísima polla totalmente empalmada. Me daba pena verle allí parado. “ven –le dije- quiero comértela hasta que no puedas más”. ¡Dios cómo me ponía verle venir despacio con cara de “lo estoy flipando, Lola”! Puso su miembro a la altura de mi boquita golosa y comencé a comérsela con glotonería justo cuando Luis comenzaba a moverse debajo de mí y Mar lamía con más vicio aún mi sexo.  Estaba a punto de correrme sintiendo que los tres eran míos. “Joder, me corro, Mar, no pares, me corro”. Mi coño estaba empapado de la saliva de mi vecina y mis jugos, mi culo lleno con la larga polla de Luis y mi boca repleta del grueso pene de mi marido. Quería más. Mucho más. “quiero que me llenes el culo de leche, Luis, y tú, Dani, lléname la boca. Ya habrá tiempo de que me llenéis el coño los dos”. Mi vecino incrementó los movimientos siguiendo mi orden. Me estaba gustando su forma de follarme por detrás. Dani estaba a punto de correrse y Mar seguía lamiendo mi clítoris. Estábamos Luis, mi marido y yo a punto de sincronizar un orgasmo brutal.

-Te voy a llenar el culo yaaaaaaaaaaa –gritó Luis mientras su polla descargaba dentro de mis entrañas.

-Me corro, cielo, me corrooooooooo –me decía Daniel mientras derramaba su leche calentita en mi boca.

Con la boca y culo llenos de semen, y la excitación que me provocaba la lengua de Mar ya sólo centrada en mi clítoris, me llegó un nuevo orgasmo que anuncié sólo con sonidos guturales y dejé escapar un poco del semen de mi marido que calló sobre una de mis tetas. Hice una seña a Mar para que se acercara y cogí su cabecita obligándola a besarme y transferirle el semen de mi marido a su boca mientras mi lengua buscaba la suya y notaba cómo se tragaba toda la corrida con placer. Ella misma bajó su cabeza a mi pecho y pasando la lengua recogió las gotas de leche varonil que me habían caído sobre él.

Me mantuve sentada sobre la polla de Luis unos segundos hasta que recuperé un poco el aliento.

-¿Queréis más morbo, chicos? –pregunté con malicia antes de levantarme de Luis

-Joder, cielo, ¿más? –me preguntaba asombrado mi marido.

-Dios, ¡qué zorra eres, vecina! –dijo Luis.

-Déjame mandar a mí una cosa, Lola –me guiñó Mar con su carita de niña puta.

Asentí con la cabeza mientras me abanicaba un poco con mi mano.

-Dani, -dijo Mar- ¿me dejas que te mande?

-No, -le respondí a Mar- no tiene que dejarte. Mándale lo que quieras o se acaban los juegos, ¿verdad que estás de acuerdo, Darling?

Dani asintió sin dudarlo un segundo.

-Cuando se levante tu mujercita de encima de mi maridito quiero, te ordeno, -dijo Mar con cara de golosa- que le comas el culito a Lola y limpies la leche que Luis le ha echado.

Daniel no protestó, señal de que iba a hacerlo sin dudar. Mar me cogió de las manos y tiró de mí haciendo que la morcillona polla de su marido saliera poco a poco de mi ano. Al abandonar mi culo parte del semen que tenía dentro de mí cayó sobre una pierna de Luis. Me puse en seguida de rodillas elevando mi trasero para evitar que se derramara más semen. Dani se posicionó también arrodillado detrás de mí y comenzó a lamer mi trasero abierto mientras yo me iba incorporando poco a poco para que el semen que aún quedaba se deslizara hacia la salida natural y la lengua de mi chico. Durante unos minutos siguió lamiéndome hasta que parecía ya no quedar apenas restos de la corrida de su amigo.

-Ya, limpito –dijo mi marido relamiéndose

-No, Dani, –rebatió maliciosamente Mar señalando el chorrito de esperma que había sobre la pierna de Luis- te queda eso y limpiar la polla de mi marido. Quiero verte comiéndole la polla, y seguro que Lola también, jiji –apostilló la vecinita

No volvió a dudar mi marido. Pasó la lengua por la pierna de su amigo del alma recogiendo el semen derramado y subió hasta la casi flácida polla de Luis metiéndosela por entero en su boca. Mar estaba masturbándose viendo cómo un hombre le comía la polla a su marido y yo alucinaba viendo al mío comerse la polla de otro hombre. Miraba de soslayo a mi vecina que se frotaba su sexo casi con rabia. Acerqué mis labios al oído de mi chico y le dije “no pares de mamársela, que Mar quiere correrse viéndolo”. A lo que Daniel, sin duda excitado por la idea, comenzó a mamar la polla de su amigo con más ganas. Luis empezaba a excitarse de nuevo y se veía cómo su pene iba adquiriendo tamaño bajo las caricias bucales de su amigo. Mar chillaba “¡joder, cabrones, joder cómo me pone!” y alcanzó un orgasmo bestial que hizo que de su coño se escaparan pequeños chorritos de flujo vaginal que empaparon una de sus piernas. A pesar del orgasmo de la vecina Daniel no paraba de comerse la polla de Luis, y éste seguía el movimiento de la mamada con un suave movimiento de su cadera. Parecía que a ambos les estaba gustando el juego sexual sin límites que estábamos viviendo. Le pedí a Mar que nos besáramos y tocáramos para excitar más a Luis y que se corriera en la boca de mi maridito. Dicho y hecho, un minuto de besos lésbicos bastaron para potenciar el orgasmo de nuestro vecino en la boca de Dani que volvió a beberse la corrida de Luis, esta vez, directamente de su polla. Mi marido nos miró con cara de “qué  zorras sois” y abrió su boca para demostrar que se había tragado la leche como un chico bueno.

-¿Café? –inquirió Mar haciendo que todos soltáramos una carcajada recordando lo acontecido la semana anterior.

Capítulo 4. La Propuesta

Como hacía una semana exacta, Mar y yo fuimos a la cocina a preparar el café. Esta vez no hubo “jo tía qué fuerte” ni nada así. Cada vez que nos cruzábamos preparando la cafetera, las tazas, la leche o el azúcar, una de las dos asaltaba la boca de la otra con besos profundos y acariciaba el sexo contrario con la mano, unas veces suave, otras con verdadera desesperación, así el clítoris de la otra. Estábamos dispuestas a todo y queríamos disfrutar de todo lo que nos diera placer.

Salimos con la bandeja, que esta vez portaba yo bajo mis pechos, y vimos a Luis comiendo la gruesa polla de Dani. Preparamos las tazas mientras nuestros maridos seguían con sus “juegos de chicos”. Nos sentamos frente a ellos para disfrutar en silencio de la cara de placer de mi marido y de la mamada que su mejor amigo le estaba propiciando. Debía hacerlo muy bien porque Dani se tensó como un arco ante nuestras miradas y, sin decir nada, se le corrió en la boca. Luis se incorporó haciendo “ahhhhhh (como si hubiera bebido un sorbo del mejor vino del mundo)” nos sonrió y dijo: “rico, rico y con fundamento”, a lo que todos nos reímos abiertamente recordando al cocinero que hizo famosa la frase.

Comentamos durante más de tres horas lo que más nos gustó de las dos orgías que ya habíamos realizado, y que podríamos repetirlas a menudo porque era morboso, bestial y salvaje el sexo que experimentábamos entre los cuatro. No nos importaba más que disfrutar. Mar se levantó recordando que nos habían traído unos regalos de París. Al poco rato regresó con dos paquetitos y un CD que ponía “Recuerdo de París”. Nos entregaron los paquetes y Luis encendió el reproductor de Compact Disc y la tele. Abrimos los pequeños paquetes y nos empezamos a reír.  El de Dani era un llavero de la Torre Eiffel pero rematada por un capullo curiosamente parecido al suyo. Abrí mi regalo y también era un llavero muy simpático de la misma Torre, pero sus patas asemejaban las piernas abiertas de una chica con tacones y medias de rejilla, y en la unión de estas un visible coñito abierto. Nos pusimos a jugar Dani y yo intentando introducir la “Torre-pene” en la “Torre-vulva”, y ¡Eureka!, encajaban perfectamente provocando el aplauso de nuestros amigos. Luis se levantó y puso el CD en el reproductor, bajó las persianas del salón, como si fuéramos a ver una película de estreno, y nos pidió que giráramos los sillones cara a la enorme tele de plasma que tenían para apreciar la obra maestra de la producción que ellos mismos (Mar se dedica a la postproducción de videos comerciales) habían diseñado, creado y editado en a lo largo de su visita a la ciudad del amor.

Apretando el botón de Play del mando y, como si de una película antigua se tratara, comenzó a verse la famosa cuenta atrás cinematográfica, en blanco y negro, y, en un alarde de lo excelente que es Mar en su trabajo, aparecieron ellos dos, como si salieran de la nada, paseando sobre uno de los puentes de París y haciéndose carantoñas. Dos minutos de vistas preciosas de la ciudad siempre con uno de ellos como objetivo de la cámara y lanzando besos y mensajes ñoños a nosotros. De repente, corte brusco, y se ve a Luis como si encendiera la cámara en un lugar cerrado, separándose un poco de ella diciendo: “Chicos, ¿pensabais que íbamos a aburriros con un video para la familia?”. Se le ve chasqueando los dedos y con un movimiento de la cámara se ve la cama de la habitación del hotel vacía: “Ups, me equivoqué” se oyó la jocosa voz de Luis. Nuevo chasquido de dedos, y cambio a blanco y negro, y, como un holograma, va apareciendo Mar en color, boca abajo en la cama, apoyada sobre sus codos, con una postura tremendamente sensual, vestida con un conjunto de medias, tanga y sujetador blancos y los labios pintados de un rojo pasión. “Ups, volví a equivocarme” dijo la voz en off de nuestro vecino. Otro chasquido de dedos y va desapareciendo como con interferencias la imagen de su mujer y apareciendo de nuevo ella completamente desnuda en la cama y, elevando su precioso culito, chasca esta vez ella los dedos y aparece de nuevo Mar de la misma postura y tras ella Luis, completamente empalmado, y acercándose a su mujer. Cambio de ángulo de la cámara y se aprecia a la pareja desde la parte de los pies de la cama enfocando perfectamente el coñito abierto de la rubia y cómo la larguísima polla de Luis va entrando muy despacio en él. De repente música heavy metal y se producen una interminable secuencia de imágenes de la pareja follando y chupando en todas las posturas posibles e imposibles, corridas, gemidos, anales de primerísimo plano, Mar abriendo la boca y recibiendo una corrida a cámara lenta sobre su lengua y luego besando aún con el semen dentro la boca a Luis. Media hora de un sexo muy explícito y delirante algunas veces. “Chicos, –se despiden ambos mirando a la cámara- os follamos a la vuelta”. Y, como un holograma con interferencias, desaparecen de la imagen los dos rostros risueños de nuestros amigos, y un Fin como en las películas mudas acompañado de un gemido de orgasmo de Mar. Aplaudimos la excelente producción y Luis se levantó a abrir de nuevo las persianas para que entrara la luz. Yo, que había estado absorta en las imágenes, aislándome en la oscuridad del salón, no había prestado atención al movimiento que había al lado derecho mío. Al entrar la luz al salón vi, con cierto asombro, que Mar estaba haciendo que Dani se corriera en su boquita tras una soberbia mamada. Esto era vicio, estaba claro. Me encantaba ver a Daniel disfrutando del sexo con la bella vecina introduciendo su hermosa polla dentro de cualquiera de sus orificios. Mar se levantó diciendo “rica, rica y con fundamento, es verdad”, con lo que todos volvimos a reír. Luis, que estaba de nuevo empalmado por el video y por ver a su mujer tragando el semen de mi marido se acercó a ella y pajeándose muy fuerte y rápido tardó menos de medio minuto en decirle: “abre la boca, putita mía, que te vas a tragar la leche de los dos”, metiendo casi a la fuerza la mitad de su largo falo en la boquita de Mar y descargando su orgasmo. Ella trató de tragar toda la leche que le daba su chico y sólo un par de gotas gruesas y blancas se le escaparon por la comisura de sus labios. Dani se acercó a ella, recogió los goterones de semen con su lengua y se los devolvió a la vecina.

Aquello parecía no tener vuelta atrás. Nos sentíamos en tan poco tiempo una pareja de 4, dando rienda suelta a nuestros instintos más salvajes y primarios en cuanto al sexo se refiere. No cabía duda de que aquellas experiencias marcaban un antes y un después en nuestras vidas. “Joder, son nuestros amigos, vecinos y ahora algo más”- pensé mientras veía a mi Dani besarse de forma casi apasionada con Mar, y lo más sorprendente, ni me molestaba ni me incordiaba esa situación, muy al contrario, me gustaba. Me acerqué a Luis, casi por sana envidia. La verdad es que siempre me había parecido un tío bastante guapo y con un cuerpo muy atractivo.  Puse mi boca a la altura de su oído y con aire voz traviesa le cuchicheé algo al oído. Luis se sorprendió de mi propuesta, y contestando en voz alta me dijo que eso es algo que deberíamos hablar entre los cuatro. Aquella contestación no pasó desapercibida a los que, como si fueran amantes, se besaban acaloradamente. Dejaron de darse lengua y miraron a Luis con curiosidad.

-Bueno, veréis…- titubeó un poco nuestro vecino – Lola propone que esta noche…

-¿Cómo que Lola propone?-protesté.

-Quiero decir- continuó Luis- que…. Esto… veréis…

-Que esta noche se viene Luis a dormir a mi cama y vosotros os quedáis aquí- resolví tajante.

-Ufff, -resopló Mar- Fuerte, concisa y sin pelos en la lengua ¿quién eres tú y que has hecho con nuestra Lola?- bromeó

-Nena, yo me voy contigo que aún me queda correrme en tu coñito- me dijo Luis compitiendo con la ocurrencia de su esposa.

-Ala, ahí os quedáis- atajé la conversación cogiendo mi ropa del suelo y sin dejar que nuestros respectivos opinaran -¿te vienes, Luis?

-¡Me voooooy!- Dijo entre guiños a nuestros respectivos, mientras se vestía tan apresuradamente como pudo -¡Ah, y no olvidéis que me le voy a follar el chotito a Lola toda la noche, jajajajja!

-Dulce noche. Dani, -me referí a mi marido- Mañana a las 8 en la puerta, que estos dos no trabajan, pero nosotros tenemos que levantar el país.

Y sin otra respuesta que la cara de asombro de Mar y Daniel, mi amante nocturno y yo salimos por la puerta dispuestos a tener una noche algo especial.

Capitulo 5.  Placeres ilimitados.

Luis dormía desnudo sobre las sábanas cuando sonó la alarma de mi móvil indicándome que eran la 7 de la mañana. La apagué en un abrir y cerrar de ojos evitando que nuestro vecino se despertara. Aún tenía varios días de vacaciones y no quería levantarle tan pronto. El agua tibia de la ducha borraba poco a poco la mezcla de olor a sexo y sudor compartido con mi amante y me devolvía a la realidad cotidiana a no ser por el pequeño detalle de que era la primera vez en muchos años que no dormía con Dani. Me sentía bien y mi coñito también, tanto que me masturbé con el agua de la ducha y mis dedos ayudaron a llevarme a un nuevo amanecer orgásmico. Me imaginé a Daniel levantándose con mucho cuidado de no despertar a Mar, entrar en el baño y con mucho cuidado, como sólo él sabe hacerlo, afeitarse de una manera terriblemente serena y sexi. Luego se iría a la ducha a la vez que yo me secaba mis rizos con una toalla para no tener que usar mi secador. “El Tornado” lo llamaba mi marido por la fuerza que tiene y, sobre todo, por el tremendo ruido que hace. “Ufff, me verá salir a la calle con el pelo mojado ¡con lo que le pone eso!”, pensé risueña. Me había llevado la ropa al baño y me vestí allí, imaginando que mi chico estaba haciendo lo mismo y protestando porque no tenía otra ropa que sus bermudas de los domingos y su camiseta verde pistacho. Sabría que yo le metería ropa en una mochila y que podría cambiarse en el trabajo.

-Hola, mi amor- le dije con ojos de gatita mimosa tras sacar el coche del garaje y le besé con un cariño casi de recién enamorados.

-Hola, preciosa. Me encanta verte con el pelo húmedo. Sabes que me excita desde ese día de la tormenta- me contestó tras el beso mi marido.

-¿Has dormido bien?- le pregunté casi sin querer saber la respuesta

-Sí, tesoro- fue su repuesta.

Siempre íbamos juntos en el coche al trabajo pues el almacén donde trabaja está muy cerca de mi oficina. Cada día hablábamos de religión, política, chorradas, cosas del trabajo o cualquier otro tema que se nos ocurriera. Ese día estábamos bastante callados y sólo nos preguntamos“¿todo bien?, Sí, claro, cariño, todo bien”. Giré bruscamente el coche para entrar en el área de servicio donde se encontraba el trabajo de mi marido y frené violentamente en la puerta casi mal humorada.

-¿Me vas a contar qué hicisteis o empiezo yo?- le disparé la pregunta casi a bocajarro.

-Supongo que lo mismo que tú con Luis, cariño- me dijo casi asustado.

-Según llegamos a casa, le ofrecí una cerveza, de esas especiales que tanto te gustan… ¡Me folló dos veces, cielo! Llenó dos veces el coño de tu mujercita de leche- Le dije achinando los ojos con cierta malicia y pícara sonrisa.

-Según salisteis por la puerta nos fuimos a la habitación, abrió una botella de un vino riquísimo, brindamos por todo lo vivido, pusimos una película y… ¡nos quedamos dormidos!- sonrió Dani.

¡Venga ya!- protesté- ¿Pasas la noche con Mar, con ese culito tan apetecible y la dejas que se duerma?, no me lo creo.

-Me desperté a media noche con la polla tiesísima –me empezó a contar mi chico con cara de niño travieso-. Tenía su culito pegado a mí. Empecé a hurgar un poco en él, primero un dedo, luego dos, luego froté mi capullo despacio por su ano y… ¡Me la follé por el culo! Dios, no sabes la de veces que me decía Luis que se la follaba por el culito.- me contó- ¡Le llené el culo de leche, pensando en que te estarían follando el coño y que te lo iban a dejar lleno!.

-O sea, que te la follaste pensando en mí, ¿no?- le pregunté con media sonrisa piratilla.

-Ufff. Me ponía la idea de saber que Luis te estaba follando.

-Yo me calenté sólo de imaginar que se la ibas a meter por el culo, y eso que tienes una polla descomunalmente gorda para esa parte. Con lo pequeña que parece Mar…

-Sólo lo parece, Lola. Era increíble cómo pedía más y que se la metiera fuerte. Me da que tenemos unos vecinos un poco viciosillos, ¿verdad?- preguntó casi con sorna Daniel

-Me da que ellos también tienen unos vecinos tan viciosillos como los nuestros- contesté.

Dani bajó del coche con la mochila al hombro y su camiseta verde pistacho reluciendo en esa mañana soleada y, tras darme un sonoro beso, hice casi una arrancada de rallye. Salí disparada hacia mi oficina.

La mañana la pasé entre excitada por los recuerdos como por las ocurrencias que se me antojaba que podríamos hacer. No se me quitaba de la cabeza el imaginar la polla de mi marido entrando en el pequeño culito de Mar, ni tampoco a Luis gritándome “¡zorra, te estoy llenando de leche ese coño tan rico!” mientras descargaba su semen en mi interior. Apenas podía concentrarme en mi trabajo. Me fui al baño y me masturbé dos veces. Estoy casi segura que mi compañera Arantxa oyó mis gemidos ahogados. Deseaba que llegara la tarde y que nuestros amigos nos dieran su versión. Deseaba oír a Mar, con su voz y cara de niña buena e inocente contarnos cómo mi marido llenaba su culo de polla y semen. Mandé un Whatsapp a Dani diciéndole que acababa de masturbarme en el baño y, el muy cabrón, me contestó con una foto en la que se podía ver claramente su grueso miembro entre los cachetes del trasero de Mar. Le pedí otra. Tardó como media hora en contestar. Esta vez era más explícita la fotografía, hecha, sin duda desde la posición de mi marido de rodillas detrás de mi vecina y con su falo dentro del anillo anal de Mar. Me estaba poniendo cardíaca. ¡El muy capullo no me había contado que habían hecho fotos!

Como cada tarde llegué a casa sobre las tres y media, dos horas antes de lo que suele tardar en venir Daniel. Pero hoy tardaría un poco más ya que Luis no le recogía, como era costumbre desde hace un par de meses. “¿Y Luis? ¿seguiría dormido en mi cama?”. Entré despacio en la habitación que aún estaba a oscuras y noté que la cama no estaba vacía. “¡Este Luis!”, pensé como si le fuera a regañar a un niño. Me acerqué despacio para sorprenderle. La atónita fui yo. Mar estaba dormida, totalmente desnuda, boca abajo, en una apacible siesta. Sus piernas medio abiertas me dejaban ver entre penumbras el precioso trasero de la rubita y parte de su sexo, que se me antojaba como de jovencita. Me acerqué despacio mientras me desnudaba del todo con la clara intención de aprovechar la ocasión y besar la espalda, glúteos y demás piel visible de mi vecina. La sorpresa me había excitado y, sin duda, no era casual que Mar estuviera en mi cama. Me incliné besando sus hombros y la parte accesible de su cuello. Mar se revolvió despacio en la cama sintiendo mis labios y lengua recorriendo ya su espalda.

-Lola –me dijo aún somnolienta- quiero que me uses.

Aquella petición hizo que mi excitación fuera mayor. Me encanta que me digan, susurren, griten o, incluso, me insulten en la cama. Aquella forma de decirme que la usara me dejó tan provocada que me arrodillé a su lado, metí mi mano bajo su vientre hasta acariciar su clítoris y presionar lo suficiente como para que ella arquease un poco su espalda elevando su trasero y ofrecerme un mejor acceso de mis labios a su ano y su coñito. De lado, arrodillada junto a ella, en ese momento entreví mi imagen reflejada en el espejo de mi habitación teniendo sexo con otra mujer. Era increíble la visión del culo elevado de Mar y mi cabeza luchando por ofrecerle placer oral. Sentí su sexo muy mojado al pasarle la lengua y me agradó su sabor. Cambié de postura situándome tras ella y le pedí ponerse a cuatro patas. Mar obedeció enseguida exponiendo sus centros de placer a mis antojos lésbicos. Lamí su coñito y el culo que la noche anterior había follado mi marido y mil veces logré arrancar gemidos y un sinfín de orgasmos de mi pequeña vecinita.

-Date la vuelta- le ordené suavemente.

Mar acató obediente mi orden y giró su cuerpo dejándome ver su vulva rasurada, su vientre plano y sus pequeñas tetas casi de adolescente. Me puse a horcajadas sobre ella y comencé a lamer, sin despegar mi lengua de ella, su pubis, su obligo, su tripita, sus pechos, sus pezones, su cuello, su barbilla, sus labios. Mar gemía bajo mi extensa caricia oral. Yo me frotaba contra ella intentando sentir su piel en mi alterado sexo. Comencé a hacer resbalar mi coño empapado a lo largo de su cuerpo como lo había hecho antes con mi lengua hasta llegar a la suya. Me había situado de rodillas, con ambas piernas muy abiertas a cada lado de su cabecita rubia, con mi cuerpo incorporado y agarrada al cabecero de la cama exponiéndome totalmente. Ella pasaba su lengua despacio desde mi clítoris hasta mi vagina y viceversa una y otra vez, como en la película Lola y el Sexo, pero sabiendo que era mi amiga quien me generaba goce. Me empezó a invadir el primer orgasmo. Agarré su cabeza impidiendo que dejara de lamer mi “botoncito del placer”. Estallé con un gemido profundo seguido de muchos más, de mi respiración entrecortada y un “¡SIIIIIIIIIIII!” que debió oírse a mucha distancia. Aquella chica me había proporcionado un orgasmo increíble.

-Voy a darte placer, Mar. Voy a comerme tu orgasmo, beberme tu placer- le dije suave desde mi posición dominante.

Me deslicé despacio haciendo rozar mi cuerpo sudado con el suyo, a la inversa que hacía un rato, hasta quedar mi boca a la altura de su tentador coñito. Ella abrió instintivamente más las piernas sabiendo que iba a hacerla disfrutar con mi lengua y mis labios. No me demoré. Su olor a deseo me atraía, su sexo rosado y abierto provocaba en mí una irrefrenable necesidad de comérselo. Dos minutos y sus labios carnosos palpitaban justo antes de lanzar un grito casi terrible que anunciaba que mi amiga Mar, mi vecina, la mujer de Luis, la misma hembra que había compartido cama y que había sido enculada la noche anterior por Daniel, se estaba corriendo de nuevo en mi boca.

Me tumbé a su lado, casi abrazadas en nuestra desnudez, sin decir nada. El olor a sexo podía notarse casi de manera exagerada en la habitación.

-Luis me dijo que te esperara- rompió ella el corto silencio.

-Me ha gustado la sorpresa, Mar. No me lo esperaba.

-Quería que los dos te folláramos. Ya sabes cómo es Luis.

-Me pasé toda la mañana pensando en cómo Dani te folló el culo anoche.

Mar se quedó callada unos segundos mirándome directamente con sus preciosos ojos verdes. Una mueca de complacencia recorrió su boca.

-Sabe hacerlo, el cabrito- me respondió sonriendo y dándome un beso muy suave y largo en los labios.

-Tú también sabes hacerme disfrutar y, por lo que veo, tampoco soy mala dándote placer- sonreí mientras mi mano, juguetona, buscó su entrepierna- ¿has comido?

-A mi vecina sí, y un poquito antes un bocadillo de lomo. Estoy muerta de hambre, pero complacida- sonrió y volvió a besarme durante un largo tiempo de esa forma tan suave.

Llegamos desnudas a la cocina y saqué una empanada que tenía en la nevera mientras Mar, que conocía mi casa tan bien como yo la suya, se afanaba en preparar café.

-Luis no me ha contado nada, por eso me dijo que viniera- sonrió burlonamente-, por eso y por algo más, claro.

-Follamos- contesté yo un poco acalorada.

Una cosa era contárselo a Dani, a mi marido, y otra bien distinta era explicar a Mar cómo su marido me había follado primero despacio, casi con pasión de novios, y luego fuerte, como si fuéramos perros en celo.

-¿y…?- preguntó con cierta impaciencia esperando que le diera todos los pormenores de lo que pasó la noche anterior con Luis.

-Folla muy bien. Es una verdadera máquina de follar- dije resoplando un poco mientras recordaba cómo su larga polla descargaba el semen muy dentro de mí.

-Daniel me folló por el culo. Me hizo fotos.

-He visto un par de ellas. No pensé que te cabía su polla dentro- le dije como si yo nunca lo hubiera ni tan siquiera intentado con Dani.

-Me encanta el sexo anal, Lola ¿nunca lo has hecho con Dani?

-Un par de veces. Con Luis me fue más fácil cuando tú me estuviste…

El timbre de la puerta sonó dos veces. Pensando que era Luis, por la forma de llamar, fuimos las dos hasta la puerta con caras de niñas traviesas. Como estábamos totalmente desnudas, y en plan broma, abrimos la puerta mientras nos dábamos un beso apasionado para dejar al marido de Mar con la boca abierta. La sorpresa fue mayúscula. En el quicio no estaba Luis, sino un chico de unos 23 ó 24 años, con un traje de chaqueta, supongo, heredado de un hermano o familiar, y con la tarjeta de presentación de una compañía eléctrica en la mano. Su cara era todo un poema al vernos abrir en esa pose tan sensual y descarada. Cerré la puerta de golpe y nos echamos a reír divertidas por el gesto de estupor del pobre chico. Decidimos vestirnos para evitar otra situación similar o que cualquiera de nuestros vecinos viniera casualmente a pedir sal, azúcar  o vete tú a saber. No parábamos de partirnos de risa.

Dani estría al llegar y me moría de ganas de comerme su boca y contarle la experiencia con Mar. Subirme sobre él, hacerle que me penetrara el culo como a nuestra amiga rubita y sacarle hasta la última gota de su rica leche. Mar acababa de irse a su casa, supongo que a contarle a Luis, con todo detalle, el encuentro conmigo. Oí las llaves desde la cocina donde me estaba tomando mi segundo café. Me desvestí deprisa mientras escuchaba sus pasos cadenciosos en el pasillo. Me subí de un salto a la encimera estudiando cómo dejar lo suficientemente abiertas mis piernas para que su primera mirada fuera al encuentro de mi sexo. Estaba siendo más impúdica, si cabe, de lo que ya era.

-¿Cariño?- pregunté con cierta malicia en mi voz

-Hola, precios….- quedó mudo al verme tan desnuda y entregada.

-Te deseo, a ti y a tu polla- le dije con un guiño.

-¡Joder, Lola!- exclamó- cada día estás más…

-Unmmm

Mi previsión no había fallado. Los ojos de Dani me recorrieron desde mi coñito hasta mis ojos y volvieron a recorrer el camino a la inversa varias veces.

-Me gusta verte tan puta- me soltó mientras, en cuclillas, abría más mis muslos y los besaba desde la rodilla hasta llegar a mi entrepierna.

-¿Y mi beso en los labios?- protesté traviesa.

-Tienes seis labios, princesa, y te los voy a besar todos.

Fue una tarde de las más sexuales que había vivido con mi marido desde que nos conocimos. Unas veces con todo el mimo del mundo y otras con rudeza casi animal follamos hasta la hora de cenar. Incontables los orgasmos que tuve. A Daniel le conté cuatro. El más brutal de todos, en la misma cocina, tras besarnos como locos, chuparnos y lamernos todos los puntos erógenos que pudimos, sus suaves mordiscos en mis pezones, que me vuelven más salvaje, cuando le pedí con cara de zorra viciosa “fóllame el culo, cabrón, como te follaste anoche el de Mar”. No sé si fue por el recuerdo de su noche con ella, la imagen de su culo taladrado por su grueso miembro, el revivir las fotos que tendría y que, con total seguridad, habría mirado una y mil veces, o por todo ello y el ofrecimiento del apretado culito de su esposa, me folló por detrás con una brutalidad casi violenta que hizo que su descarga de semen me llenara por completo y rezumara y resbalara por mis piernas, apoyados mis pechos como estaba en la encimera de la cocina, expuesta a sus embestidas desde detrás de mí y con una mezcla de dolor y placer que me estremecía y hacía sentirme la mujer más puta del mundo.

Esa tarde no supimos nada más de nuestros vecinos. Supusimos que ellos también habrían tenido su tarde de sexo salvaje y recuerdos de las veces que habíamos usado el placer entre los cuatro. Cenamos hablando de todo un poco y, como dos chiquillos, nos quedamos dormidos viendo una película desde la cama.

Parte 6. Juego de tres.

-Hoy conduces tú- le dije a Dani dándole las llaves del coche.

-Ya sabes que me gusta verte conducir- protestó sin efecto mientras me abría la puerta como todo un caballero.

-Déjame ver las fotos, anda, porfaaa- le pedí como una niña pequeña- ¿son muchas?

-Unas diez o doce- me dijo mientras sacaba su móvil del bolsillo y me lo entregaba con cierta sumisión.

-¡Joder, qué fuerte! Me encanta en la que se ve toda la espalda de ella y sólo se intuye tu polla dentro- exclamé mientras miraba la imagen, que sin duda se reflejaba también en mis gafas de sol- ¿Doce? Aquí hay más de 20- protesté riendo ante la pillada a mi marido.

-No las he contado, Lola- se excusó casi de forma infantil mientras se ruborizabas sus mejillas como cuando pillas a un niño en una mentira.

-Voy a mandarle una a Luis, jijijijij- me vengué con mi natural travesura.

-Uffff. Este hoy no deja de hacer fotos a Mar hasta cuando esté haciendo pis- rió

Llegamos al trabajo de Dani y salimos ambos del coche. Nos abrazamos y besamos junto a la puerta del conductor.

-Pasa la mano bajo mi faldita- volví a poner cara de traviesa.

-No llevas braguitas, y te has depilado entera putita mía- resopló mi marido- ya me extrañaba que no llevaras hoy vaqueros.

Yo no era de esas chicas que se depilaran del todo. Siempre dejaba una línea de pelitos recortados en mi pubis, pero aquella mañana me pasé la cuchilla en la ducha mientras Dani se afeitaba con su porte tan varonil y sensual. Aún tenía en la boca el regusto de su semen por la mamada que le regalé de buenos días. Algunas veces me encantaba despertarle así, cogiendo su polla dormida entre mis labios y hacer que miembro y dueño se despertaran bajo mis caricias. Otras veces él me despertaba masturbándome o apretando su grueso pene sobre mi coñito y, con frecuencia, lograba entrar dentro de mí antes de que me despajara del todo. Aquella mañana me costó poco ponerle firme y hacer que vertiera su simiente en mi boquita golosa.

-Que tengas una buena mañana, princesa- me deseó Daniel mientras yo le lanzaba un sonoro beso desde la ventana y hacía mi particular arrancada a toda velocidad.

Otra mañana excitada recordando la veintena de fotos que mi marido había hecho a la enculada con Mar, el video de los dos tortolitos en París, la tremenda penetración anal de la tarde anterior y mi trabajito bucal de este amanecer.

Casi temía llegar a casa y encontrarme a Mar o a Luis en mi cama, ya que tienen una copia de las llaves de la casa igual que nos confirieron la custodia de una de la de ellos. Pero no, esta tarde no había ni rastro de ellos. Me pareció hasta raro que no me hubieran dado una sorpresa. Casi desanimada me descalcé para sentir el fresquito del suelo en mis pies. Fui a la cocina y cogí un trozo de empanada recordando la cara del chico del gas. Preparé café. Me resentí a echarme la siesta sola. La verdad, estaba un poco cansada. Llevaba dos días sin hacer la cama y no tenía ganas de ponerme a cambiar sábanas. Me tumbé  sobre la cama tras desnudarme y me dormí enseguida.

No supe cuánto tiempo había transcurrido pero noté entre sueños movimiento en la habitación. Intuí que era Daniel. Noté su cuerpo junto al mío, cara a mí. Estaba desnudo, su beso y su “hola, preciosa, ya he llegado” me reconfortó. Me abrazó con mucho mimo y volvió a besarme. Una mano acariciaba mis nalgas, otra mis hombros, otra… “¿cómo qué otra?... dios estoy soñando” pensé embotada en mi pesado despertar. No, no estaba soñando. Otro cuerpo y otras manos recorrían mi espalda a la vez que veía entre la penumbra de la habitación la impecable sonrisa de mi marido.

-Disfruta, princesa- me dijo Dani sonriendo.

-Creo que lo estoy disfrutando ya- murmuré entre ronroneos y gemidos al notar la boca ajena que bajaba por el centro de mi  espalda buscando mis glúteos.

-Quería que lo probaras- volvió a intervenír Dani mientras me besaba suave.

Estaba claro que volvíamos a jugar más de dos. Me estaba desperezando con besos de dos bocas. Traté de adivinar con mi mano quién era el dueño de la lengua que me recorría tan dulcemente mi espina dorsal. Toqué un cuerpo fibroso. Reconocí enseguida que Luis estaba detrás de mí. Me dejé llevar, claro. Aquello empezaba suave y sabía que iría en aumento. Me imaginaba mil cosas que me podrían hacer los dos hombres que estaban pegados a mí. Así, de lado, conseguí coger las dos pollas, que ya estaban muy firmes, y empezar a masturbarlas despacio. Una de las manos de Luis ya se hacía dueña de mi sexo introduciéndome un dedo entre mis labios vaginales mientras su lengua había ascendido de nuevo a mi nuca, y mi marido me besaba ya más apasionadamente fruto de mi masturbación. Quise incorporarme, pero no me dejaron.

-Déjate hacer- me susurró mi vecino mientras soltaba mi mano de su polla.

Empecé a notar cómo salía el dedo de mi sexo y en su lugar pujaba por entrar el largo pene de Luis que, debido a mi posición casi fetal y a que estaba detrás de mí, costó poco para que su glande fuera poco a poco abriéndose paso en mi coño. Me estaba ya poniendo cardíaca con los besos de Dani y la penetración de su amigo. Cuando consiguió meterme más de la mitad de su polla empezó a follarme cada vez más fuerte, desde atrás, haciendo que me posicionara más inclinada para favorecer las embestidas. Sabía que no tardaría mucho en correrme si nuestro vecino seguía a ese ritmo. No fallé. Me corrí con un orgasmo casi ahogado por la lengua de mi marido en su apasionado morreo. Mi mano masturbaba más fuerte su grueso pene hasta que me detuvo.

-Fóllatelo, cariño- me ordenó Daniel con una cara de vicio que me quitaba el sentido –quiero verte follando con él-

No tardé en obedecer. Giré mi cuerpo haciendo que la polla de Luis saliera de mi interior y casi de un salto me puse de rodillas sobre él. Dani se levantó un instante para subir un poco la persiana, lo suficiente para que mi aturdimiento se fuera del todo y, lógicamente, para que pudiese ver cómo su mujer era penetrada por su mejor amigo. Sólo en ese momento me di cuenta de que Mar estaba sentada en el sillón de la esquina de la habitación, totalmente desnuda, y acariciándose un pecho y el clítoris casi a ritmo acompasado.

-Mira cómo mi mujer se está follando a tu marido, preciosa- le dijo Daniel a la rubita.

-Es maravillosa la vista que tengo desde aquí- respondió esta.

Yo movía mi cadera despacio, sintiendo el sexo de mi vecino metido hasta lo más profundo de mi vagina y cómo su golosa boca degustaba mis pechos desnudos. Primero uno, luego el otro, al ritmo de mis movimientos. Quería volver a sentir su corrida dentro de mí. Aceleré el ritmo. Mi marido se acercó a mí por detrás y me dijo: “suave, princesa, aún no”, y empujó, poniendo una mano sobre mi espalda, mi cuerpo sobre el de Luis realzando más mi culo y la penetración que estaba disfrutando a las miradas de nuestras parejas que se estaban manteniendo al margen.

-Me encanta cómo folla Lola- dijo Mar entre gemidos.

Seguí moviéndome despacio y notando las miradas de los dos sobre mi sexo penetrado. Dos minutos de placer lento pero muy profundo. Noté cómo Dani se subía a la cama detrás de mí y el roce de su miembro contra mi trasero tan abierto como estaba.

-Que lo pruebe, chicos. Ya sabéis qué tenéis que hacerle- oí la voz de Mar entrecortada.

Mi marido agarró su polla y la puso en la puerta de mi vagina ya ocupada por la de Luis. Sabía lo que me iban a hacer y estaba deseando sentir esos dos miembros en el mismo sitio. Presionó Dani en la zona. Notaba cómo su glande pugnaba por abrir hueco en mi ocupado coñito, y cómo iba entrando despacio pero sin pausa hasta sentir con cierto dolor muy placentero, que tenía ambas pollas en mi interior.

-¡Dadle caña, cabrones!¡ Dadle caña que es tan putita como yo!- casi gritó Mar.

Sin más ambos empezaron a follarme de una forma endiablada y sentí un  placer que me desbordaba. Me volví a correr en segundos, y un minuto después otro orgasmo, y otro. No paraba de gritar “¡Sí, cabrones, folladme fuerte!, quiero que os corráis los dos dentro”, mientras ellos aceleraban el ritmo. Luis dijo que no aguantaba más justo antes de soltar un gruñido y verter todo su semen mucho más profundo que nunca. Instantes después Dani decía entre dientes “toma leche, zorra, te vamos a llenar de leche, puta mía” y soltaba su carga de esperma también en mi interior, y, casi segundos después, oí a Mar que se corría producto de su masturbación. Quedamos los tres en esa postura unos instantes, yo sintiendo las dos pollas palpitando en mi interior lleno de semen. Dani fue el primero en abandonar su posición sacando su pene de mi interior y haciendo que se escapara sobre la polla de Luis una enorme cantidad de la mezcla de leche de ambos. Nuestro vecino removió un poco sus caderas aún con su miembro en mi interior y sentí que quedaba dentro mucha cantidad de semen y flujos mezclados. Dani llamó a Mar para lamerme entre los dos mi culo y lo que aún estaba expuesto de mi sexo, que seguía expulsando el fruto de nuestros orgasmos. Por fin había sentido lo que nuestra vecina me propuso y me había encantado sentir que dos hombres llenaran mi vagina de placer y leche. El pene de Luis fue perdiendo consistencia hasta que se deslizó fuera de mí mientras notaba las lenguas de Mar y Dani pugnando por conseguir lamer los restos que ya salían a raudales de mi abierto coñito por efecto de la gravedad.

Abandoné mi posición sobre Luis y pedí que me dejaran mamarles las pollas. Así, semi erectas como estaban, probé los sabores del placer de las tres corridas. Mis caricias bucales dieron sus frutos y, en menos de tres minutos, ya estaba chupando las dos pollas bien rectas y preparadas para más.

-Mar, ven- le dije- vamos a hacer que se corran de nuevo.

-Quiero que lo hagan en nuestras caras, que vean lo guarrillas que podemos ser las mujeres, jijiji- bromeó nuestra vecina.

Los chicos empezaron a recibir un tratamiento bucal excelente. Unas veces chupábamos la polla de nuestro propio cónyuge y otras la del marido de la otra. En ocasiones las dos pollas entraban en una sola boca y en otras eran masturbadas mientras Mar y yo nos besábamos. Dani dijo que quería correrse ya, así que nos pusimos ambas tumbadas bocarriba juntando nuestras caras y lenguas y mirando a mi marido con cara de auténticas golfas mientras este se masturbaba a escasos centímetros de nuestros rostros.

-Me corro, joder, me corro, abrid la boca- gruñó mi marido mientras soltaba un chorro  poderoso de semen teniendo en cuenta que poco antes había llenado mi sexo con su corrida.

-Joder, qué morbo- también gruñía Luis buscando hacer lo mismo que su amigo.

Segundos más tarde que mi marido la polla de Luis soltaba lo que le quedaba de semen también en nuestras caras y bocas mientras las lenguas y labios de ambas competían para recoger el fruto del orgasmo de nuestros maridos. Nos habíamos convertido ya en unos auténticos viciosos del sexo.

-Cada día me gustan más estos juegos- volvió a intervenir Luis mientras mi lengua recogía la última gota de semen que salía de su prepucio.

-Cada día somos más viciosos- reafirmó Daniel.

-Se me ocurre una cosita- dijo Mar con su sonrisa más pícara-

-Desde luego eres incorregible, Mar- dije sonriendo tras dar un sonoro chupetón a la polla de su marido dando por terminada mi intervención sexual

-  ¿Y si os la cuento durante la cena?

Nos vestimos no sin dedicarnos bromas, miradas y sonrisas de picardía. Yo notaba mi sexo palpitante y aún muy húmedo tras tanto orgasmo junto de los tres y la posterior lamida de la rubita y mi marido. Fuimos a casa de nuestros vecinos que disponían de un hermoso patio, y el atardecer invitaba a tomar unas cervezas bien frías fuera. Luis y Dani prepararon las cervezas bien frías y unos aperitivos mientras Mar y yo hablábamos de trivialidades. Cuando salieron los chicos se sorprendieron de vernos de nuevo desnudas. Colocaron las bebidas y picoteo en la mesa de jardín y se desnudaron también. Estábamos los cuatro relajados, sin pudor alguno.

-Bueno Mar- espetó Luis esbozando una sonrisa de medio lado- ¿qué se te ha ocurrido?

-Quiero que esta noche nos hagáis una doble penetración por el chichi y culito a cada una- dijo la vecina con su carita de niña traviesa.

-Joder, Mar, jajajjajajaajjajaj- rió mi marido- Tendrás que dejar que nos repongamos, ¿no?

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-Bueno Mar- espetó Luis esbozando una sonrisa de medio lado- ¿qué se te ha ocurrido?

-Quiero que esta noche nos hagáis una doble penetración por el chichi y culito a cada una- dijo la vecina con su carita de niña traviesa.

-Joder, Mar, jajajjajajaajjajaj- rió mi marido- Tendrás que dejar que nos repongamos, ¿no?