Un masaje relajante

Un fin de semana de vacaciones empieza con una intensa sesión de masaje sexual que acaba en un trío caliente

Golpean en la puerta de nuestra habitación. Estás acostada  en la cama, con  una toalla alrededor de tu  cuerpo todavía mojado por la ducha. Esperas al masajista que he llamado. Imagino ya sus manos  sobre ti. Hace calor, el sol entra por la ventana.  Abro la puerta y finalmente veo al  hombre a quien sólo conocía por la voz. No es muy alto, pelo fino y muy corto. Parece deportivo. Entra y te ve en la cama, le damos la bienvenida y  se presenta: Juan. Después de los saludos iniciales, en los que sus ojos  te desnudan, propone comenzar la sesión.

Sus manos se deslizan entre tus  piernas  y el olor del  aceite a la vez que la tensión se expande en la habitación. A pesar de la toalla todavía cubriéndote, tu desnudez se adivina y termina de alterar el ambiente en la sala. Sus manos están sobre tus  muslos. Sobre la  toalla,  todavía, toma  la medida de tus caderas, tus senos y tu trasero.

Te pide que te vuelvas para masajear la parte posterior de las piernas. En tu movimiento dejas  ver un poco más de tu cuerpo, lo veo por el tamaño de su sexo en su pantalón de lona.  Se quita la camiseta, argumentando que hace calor. Vuelve  con  sus manos sobre tus piernas, pero, más arriba,  cerca del culo. La toalla se desliza hasta dejar caso a la vista un culo de ensueño. Fascinado por el espectáculo, me quedo de pie al lado de la cama. Sentía mi sexo  tan duro como el suyo. Me siento cerca de ti y me tomas  de la mano, como reacción a sus caricias que, ahora,  cada vez más,  se centran  en tus nalgas, aprietas tu mano entre las mías. Para masajear tu  espalda,  te pide, mirándome,  que te quites  la toalla. Consientes y mis ojos también.

La nueva postura te hace abrir las piernas,  tu sexo se descubre un poco más.  Sin parar, sus movimientos suben por  la  espalda y los hombros. Nuestros ojos, los suyos y los míos, están  fijos en tu cuerpo que comienza a rendirse.  Has cerrado los tuyos,   te dejas hacer ahora, el placer comienza a invadirte. Te ha dejado una mano en la espalda, la  otra se pierde en tu trasero y  se desliza hacia tu sexo. Te estremeces.  Tus pezones se endurecen, y al mismo tiempo levantas tu culo para facilitar su camino.

Te va a follar.  Tu mano ha abierto mis pantalones, ha liberado mi sexo y lo acercas a tu boca. El hombre ha abandonado su papel como masajista.  Se desnuda, se acerca a tu cama, y  su lengua empieza a rebuscar tu sexo.  Acaricia  tus senos desde atrás,  baja  su boca hasta tu sexo. Su lengua penetra más y más profundamente en ti. Continúas con  mi polla en tus manos, sin atreverte a tocar la otra polla estirada.  El te besa largamente, lo veo  hurgarte, acariciar tus senos, abrirte el culo, deslizar un dedo. Ahora además de olor hay calor. Estallo entre tus manos al compás de tus gemidos.  Él pide permiso para besarte, consientes con gula. Te acercas a su boca con los labios,  la abres  y tu lengua lo envuelve. Mientras,  me levanto y termino de desnudarme.

Te mueves y comienzas  a tocar su sexo, a tomarlo entre  tus manos y deslizarlo hacia tu boca. Lo lames codiciosa,  está  muy duro.  El mío vuelve a endurecerse. Él se aparta, mientras desliza un condón a lo largo de su polla yo te beso. Tu boca tiene  gusto de sexo y saliva, me excita. Lo miro entonces entrar, se coloca en tu vagina, te veo  luego gemir de placer, empujas tu culo hacia su  sexo. Vuelvo a explotar sin poder remediarlo.  Te mueves buscando sus empujes. Te sientas sobre su sexo, te levantas, te arqueas…

Lo veo  tirar  sus condones llenos de semen y siempre se mantiene su polla dura. En una de sus  ausencias vacío otra vez mi polla en ti.  Tu vientre recibe embestidas de placer sin parar. Yo estoy acostado en la cama. Te giras a besarme y le dejas tu trasero expuesto, él se acerca y te penetra otra vez.  Ya no sé cuántas. Te tira sobre mí.  No sé si esta vez duró una eternidad o unos minutos. Sólo recuerdo los gritos de placer que salen  de tu boca. Las embestidas de tus pechos en el mío. Recuerdo que tu cuerpo repentinamente liberado se desploma sobre mí. Recuerdo  al hombre sacar su sexo a tope, observando  tu culo abierto de par en par. Recuerdo que él se retira por última vez su condón. Recuerdo que se fue a lavar y vestir. Recuerdo que nos dijo adiós,  dejándonos desnudos y cansados. Recuerdo que tomamos una ducha juntos sin decir palabra. Recuerdo que te besé y te dije que te amaba. Recuerdo que abrimos la ventana. Recuerdo que nos fuimos a la calle. Recuerdo que tuvimos que sentarnos en el primer bar. Recuerdo…