Un masaje especial
Cambié de posición y me coloqué en la cabecera de la camilla, deslizando mis manos por su espalda, hacia su trasero. Era ancho pero estaba durito, al parecer debía ir al gimnasio. No pude evitarlo y con la excusa de masajear la zona glútea le amasaba prácticamente todo el culo Me encantaba...
Me llamo Ángel y tengo 34 años. Trabajo en un centro de terapias manuales y soy masajista, de ahí surgió ésta historia.
Era una tarde aburrida ya que se habían cancelado dos visitas. Prácticamente a última hora de la tarde, casi a punto del cierre, Carla, la secretaria, recibió una llamada y me consultó si podía recibir en un rato a una mujer que le dolía la espalda. Siempre me pasaba lo mismo y siempre recibía la visita, no sabía decir que no, aunque aquél día me alegré de haberlo echo.
Carla, a las 8 me dijo que se marchaba, que cuando me marchase cerrase todo bien. Asentí con la cabeza y me senté a esperar a la paciente.
Al poco rato entro una mujer, debía tener alrededor de 38 años. Era morena de pelo largo, a la altura de los hombros. Vestía un traje chaqueta-pantalón gris con una camisa de seda holgada que le hacía muy atractiva, aunque en lo primero que me fijé nada más verla fueron sus ojos que eran azules y profundos, preciosos. Me presenté y ella me dijo que se llamaba Miriam. Le indiqué donde debía cambiarse, más bien dejar la ropa, porque se quedaba en ropa interior, y le dije que se tumbara. Físicamente no estaba mal. Se veía que había tenido hijos pero se cuidaba bastante bien. Algo ancha de caderas pero tenía unos buenos pechos.
Al tumbarse boca abajo le desabroche el sujetador para dejar libre la espalda y como siempre hacía coloqué una toalla para tapar la braguita. Me unté las manos con el aceite y empecé a deslizar las manos sobre su espalda. Me encantaba esa sensación de tenerla entre mis manos y rozar suavemente su espalda. Por un momento se me olvido el tratamiento y de que era mi paciente, no era habitual en mi ya que me considero profesional en mi trabajo, pero ésta mujer… no sabía porque pero me atraía. Empecé a acariciar suavemente su columna, ella se estremeció, pero continué. Rozaba cada parte de su espalda sintiendo su piel desnuda bajo mis manos, cerré mis ojos y la imagine acostada en mi cama deseando que aquel masaje acabase en una noche maravillosa. Su piel era muy suave, y seguía cada rasgo de su espalda, hasta llegar a su cuello que muy suavemente fui acariciando, continué bajando por sus hombros y siguiendo por sus costados acariciando levemente el borde que sobresalía de sus pechos… esta vez fui yo quien se estremeció. Aquella sensación me provocó una leve erección, que por suerte ella no se percató al estar boca abajo.
Le pedí que tal era la presión que estaba ejerciendo, sabiendo que debía aumentarla, pero me respondió, ante mi sorpresa, que era genial, que jamás le habían dado un masaje como aquel, y que tardaría tiempo en olvidar la sensación tan placentera que sentía. Aquellas palabras provocaron en mí una vorágine de pensamientos, estaba confuso.
Cambié de posición y me coloqué en la cabecera de la camilla, deslizando mis manos por su espalda, hacia su trasero. Era ancho pero estaba durito, al parecer debía ir al gimnasio. No pude evitarlo y con la excusa de masajear la zona glútea le amasaba prácticamente todo el culo… Me encantaba hacerlo y deslizaba mis dedos lo máximo posible para poder sentirlo en toda mi mano. La posición que yo adoptaba para realizar el masaje en la zona glútea me hacía estar estirado hacia delante acercando mi verga a su cabeza y a sus manos que reposaban sobre ésta. De nuevo tuve una erección cuando entretanto yo masajeaba su culo, ella soltó un suspiro. Aquella mujer me estaba volviendo loco… y más después de lo que sucedió a continuación. No se si fue casualidad o voluntario pero Miriam al mover las manos, que las tenía sobre su cabeza, rozó mi verga sobre el pantalón…. Al darse cuenta se incorporó y me miró, sin duda debió ver que me sonrojaba y sonrió. Fue bajando la mirada y se entretuvo en mi entrepierna que le quedaba a la altura de su boca. Al verla en esa posición me la imaginé recorriendo con su lengua por mi verga muy dura y terminando con mi polla dentro de su boca, haciéndome una esplendida mamada... En esos momentos yo ya no sabía donde meterme y estoy seguro que me temblaban hasta las manos. Mi mente ya no podía más y mi cuerpo tampoco y lo que estaba claro es que cuando se marchara me iba a masturbar pensando en ésta mujer.
A partir de ese momento empezó un juego… ”su” juego. Cada vez que al masajear su costado y rozaba uno de sus pechos soltaba un suspiro…, y cuando sin quererlo llegaba un poco más allá de la cintura hacia su trasero soltaba un leve gemido… yo ya no podía más. Decidí ver hasta donde era capaz de llegar ella, aunque no se si fue por orgullo o por la excitación que llevaba en esos momentos.
Me coloqué en su costado y fui masajeando de nuevo su trasero. Aparté la toalla que la cubría y calló al suelo. Lentamente introduje mi mano dentro de la braguita y seguí masajeando ese espléndido culo. Le acariciaba la raja de su agujero anal, pero sin llegar a penetrarlo y bajando hacia el interior de su entrepierna, donde tampoco llegaba a tocar su sexo. Mi espléndida paciente abrió sus piernas permitiéndome “trabajar” mejor. Mi timidez y vergüenza fueron desapareciendo y sustituidos por una gran excitación. En esos momentos yo ya sabía que me consentía todo aquel juego, aunque tenía un poco de recelo ya que podía pasar de juego a denuncia por acoso.
Algo que yo tenía muy claro era que ella estaba disfrutando mucho y me lo demostró cuando al continuar yo con el masaje me di cuenta como frotaba tímidamente su pubis contra la camilla.
Debía averiguar era hasta donde era capaz de llegar Miriam y de alguna manera la volví a poner a prueba. Le pedí que se girara boca arriba y esperé a ver si se tapaba los pechos o no. Eso me daría una pista de hasta donde pretendía llegar. Poco a poco se fue girando hacia mi lado dejándome ver esos pechos… eran increíbles, más grandes de lo que había imaginado al verla entrar. La areola era oscura y tenía lo pezones muy, muy duros. Me quedé fijamente mirándolos y deseé tenerlos en mi boca… El sonido de su voz me despertó de mi encanto cuando me dijo – llevo desde hace un rato con un dolor en el pecho…y ya que estoy aquí… a ver si me podrías dar un masaje también… - a continuación se quedó fijamente mirándome con una cara de viciosa que jamás había visto en una mujer, incluso creo que en ese mismo momento me debió follar dos veces por lo menos. La visión de sus pechos y sus pezones, sus palabras y sobretodo su mirada fueron las que abrieron la caja de Pandora, y mirándole fijamente a sus ojos le respondí -claro que sí, estoy aquí para lo que necesites… -. Me coloqué en la cabecera de la camilla, unté mis manos con un poco más de aceite y decidí darle a aquella “paciente” el mejor masaje de su vida. Los dos ya sabíamos hasta que punto habíamos llegado. Ya no había ninguna duda de ello.
Acerqué mi boca a su oreja y le susurré que cerrará los ojos y que disfrutase del masaje. Miriam lanzó un profundo suspiro, como si se preparase a conciencia de algo especial, y los cerró, entregándome todo su cuerpo. Pasé ambos manos entre sus pechos, por su esternón, bajando lentamente y haciéndole un suave masaje, dejando que sintiese por su piel el leve tacto de mis manos. Deseaba poder tener sus tetas entre mis manos, pero decidí esperar, dejando que se fuese calentando. Al llegar al borde inferior de sus pechos cada una de mis manos siguieron su borde inferior para de nuevo ascender por los costados y levantando su tetas y juntándolas, pegándolas una contra otra y de nuevo ascendiendo. En la segunda bajada entre sus pechos seguí bajando, recorriendo con mis manos por su vientre en dirección a su sexo. Introduje la punta de mis dedos dentro de su braguita y rocé sus vellos púbicos. No estaba totalmente depilada pero si lo llevaba bien recortadito. Al estar yo totalmente recostado sobre ella, Miriam extendió sus brazos y con ambas manos me agarró el culo y descendiendo fue acariciando mi entrepierna. La verdad es que no me lo esperaba y me excité muchísimo. Cuando de nuevo me incorporé puse lentamente mis manos sobre sus pechos, dejando sus pezones entre mis dedos y fue masajeándolos mientras frotaba lentamente sus pezones totalmente erectos entre mis dedos… Miriam soltó un gemido de placer y fue cuando acerqué mi boca a uno de sus pechos mientras ella seguía acariciando mi entrepierna. Con la lengua empecé a rozar su pezón y a juguetear con él, lo acariciaba, recorría su borde muy lentamente haciendo círculos alrededor de él hasta que lo introduje totalmente en mi boca, intentando abarcar todo lo posible su teta. La chupaba, mordisqueaba su pezón, y volvía a chuparlo mientras que con mi otra mano iba acariciando su otro pecho.
Miriam ya no pudo más y un fuerte gemido salió desde su interior, a la vez que me apretó muy fuerte el culo, incluso clavándome sus uñas. Con una voz melosa, que parecía que se costaba emitir, me pidió que no la torturase más, que estaba muy caliente y que le dolía su coño de placer… Una sonrisa de satisfacción apareció en mi rostro y besándola suavemente en la boca me cambié de nuevo a su lado. Ese beso me pareció una maravilla, ya que tenía unos labios muy sensuales que hasta entonces no me había fijado. Eran dulces, con un sabor maravilloso.
De nuevo en el lateral de la camilla, volví a buscar su boca para saborearla de nuevo. Me recibió el beso con gusto y enseguida me fue a buscar la lengua. Se notaba lo cachonda que estaba porque ese beso era todo pasión. Nos besamos locamente, jugueteando con nuestras lenguas y mordiéndole el labio inferior y recorriendo mi lengua por él. Al momento apoyé mi mano en su pecho pero estuvo poco tiempo ya que fui descendiendo por su vientre hasta llegar al elástico de su braguita. Introduje uno de mis dedos y fui acariciando el interior, rozándole sus vellos. Miriam agarró mi mano y la introdujo de lleno en su interior de la braguita y junto a la mía empezó a restregar su coño. Estaba empapado y me di cuenta de que además de su braguita también lo estaba la toalla que cubría la camilla. Con mis dedos rozaba la raja de su coño y en un momento introduje dos de mis dedos, incluso hubiese podido meter uno o dos más por la facilidad que presentaba. Empecé a masturbarla acelerando por momentos el ritmo de la penetración de mis dedos.
Miriam se retorcía, movía su pelvis como poseída y la alzaba contra mi mano. Suspiraba profundamente y me tenía agarrada la cabeza mientras yo con mi boca disfrutaba de nuevo de sus exuberantes tetas. Saqué mis dedos del interior de su caliente y empapado coño y me dediqué a estimular su clítoris que estaba ya muy grueso. Imprimí un ritmo constante y circular y poco a poco fui aumentándolo. Los movimientos incontrolados de mi “paciente” se hacían cada vez más rápidos y agitados. Se retorcía en la camilla y su punto fijo era la unión entre su clítoris y mis dedos. Su respiración se aceleró y los suspiros marcaban el ritmo del placer que le estaba dando, gemía cada vez más y más profundo y como expulsado de su boca me empezó a decir: “oh… si… que placer me das… si…si…sigue...no pares que me corro…me corro…” a medida que iba pronunciando las palabras su voz iban aumentando hasta que se quebró, se hizo el silencio en el box y arqueando la espalda soltó un gemido entrecortado que me indicó el orgasmo que acababa de tener. Sus manos en esos momentos reposaban en mis hombros y durante el tiempo que tuvo el orgasmo sus uñas se clavaron en mi piel, y del dolor que me produjo sin poder evitarlo le mordí en su pecho, cerca de su pezón.
Se quedó unos segundo quieta, sin moverse, como recuperando el aliento que parecía haber perdido durante el tremendo orgasmo y, de un arrebato, como poseída, se levantó de la camilla quedándose sentada, me miró durante dos segundos con esos ojazos y literalmente me comió la boca. Pegó sus labios a los míos e introdujo su lengua hasta el fondo. Llevaba un ritmo frenético que me costaba seguir. Con su lengua buscaba la mía, me mordía el labio inferior y volvía a introducir su lengua. Con sus manos empezó a acariciarme la espalda y subía por el cuello hasta que acariciaba el pelo.
Cuando apartó su boca se me quedó mirando y le dije lo cachondo que me ponía, que jamás había estado con una mujer tan sensacional como ella y utilizando sus palabras anteriores añadí que llevaba desde hace un rato con un dolor en la polla… y ya que estaba ahí… a ver si me podía dar un masaje también… Miriam no pronuncio palabra, se limitó a sonreír y después de besarme tiernamente los labios me despojó de mi bata (la parte superior).
Mi torso quedó al descubierto ante ella, me miró fijamente de arriba abajo y volvió a subir su mirada. Se me quedó mirando fijamente y recorriendo con su lengua sus labios mientras con uno de sus dedos descendía por mi cuerpo, desde el cuello y siguiendo una línea descendente hasta el grueso bulto de mi pantalón, donde lo agarró con su mano. Ahora era yo quien no podía más. Me dio un breve beso en los labios y siguió besándome por las mejillas hacia la oreja, donde me chupó y mordió el lóbulo. Mis manos mientras tanto acariciaban su espalda de arriba abajo. Siguió besándome por el cuello, descendiendo por mi torso y lamiéndome uno de mis pezones. Su boca y su lengua no paraban de besar y lamer toda mi anatomía y del placer que me estaba dando lo único que deseaba era no correrme antes de que llegase a la zona cero porque el placer que estaba sintiendo era algo increíble. Bajo de la camilla, con un leve empujón me apoyó contra una de las paredes del box y se agachó quedándose de rodillas y prácticamente a la altura de su boca quedó mi polla, todavía aprisionada por el pantalón.
Levantó la mirada y sin apartarla de mis ojos fue desabrochando mi cinturón y despojándome de mis pantalones, que dejó caer al suelo. Lo único que separaba mi polla de una buena mamada eran los calzoncillos, aunque sobresalía debido a la tremenda erección que tenía. Miriam sin de momento retirar mis calzoncillos empezó a recorrer con su lengua la punta de mi verga y menos mal que estaba apoyado en la pared porque las piernas me flaquearon del placer que me dio sentir esa lengua húmeda recorriendo mi polla…
Mis manos estaban apoyadas en su cabeza e iba acariciándole el cabello. Mis pezones estaban duros del placer que recibía y lo único que deseaba en ese momento era que toda mi polla estuviese dentro de su boca. Miriam mientras tanto seguía excitándome de una manera brutal. Ladeó la cabeza y con su boca agarró mi polla y estiró de ella, seguía teniendo los calzoncillos pero cedieron un poco, para después soltarla y que golpease contra mi bajo vientre y continuó lamiéndome la polla. Un poco de líquido seminal sobresalió y Miriam pasó su lengua y lo introdujo en su boca, saboreándolo y emitiendo un gemido de satisfacción.
Por fin retiró mis calzoncillos que apartó a un lado. El glande estaba totalmente rojo de la gran erección que tenía y nunca sentí tanto placer como cuando introdujo lentamente toda mi polla en su boca. La mamada que me estaba haciendo era sensacional, introducía y sacaba mi polla, saboreándola toda. Estuvo así un par de minutos. A continuación agarró entre sus labios mi glande y con su mano me empezó a masturbar. Era un ritmo increíble y le tuve que apartar la cabeza porque pensé que me iba a correr, ya me quedaba poco para hacerlo y quería que mi polla también sintiese el calentor de su coño.
De nuevo me empezó a besar y a lamer por la ingle, descendiendo. Con su boca agarró uno de mis testículos y lo empezó a succionar. Jamás me lo había echo y me dio muchísimo placer. Continuó recorriendo con su lengua desde la base de mi polla para ir subiendo y de nuevo introducirla toda en su boca… Oh …que bien lo hacía, de verdad que nunca me la habían comido igual….Agarró mi culo y hundió más su boca contra mi polla, parecía como si se la devorase … un hilo de saliva se le escapa de la comisura de los labios pero parecía no importarle, no cesaba. Yo estaba absorto en el placer que me estaba dando y lo único que conseguía era mantener mis manos sobre su cabeza y seguir el ritmo que ella marcaba.
Aparté su cabeza y la levanté. Se quedó de pie, frente a mi, totalmente desnuda. Fui acariciándole los brazos y subiendo hasta que tuve mis manos sobre su cara. La agarré y acerqué mi boca mi volver a besarla. Mientras iba acariciando todo su cuerpo.
La conduje hacia la camilla, la giré y agaché su cuerpo, dejando su espléndido culo frente a mí. Abrí un poco sus nalgas y recorrí con mi polla la raja de su culo hasta sentir el agujero de su coño. Mientras acariciaba su culo le dije: “¿la quieres?, a lo que Miriam me respondió: “Si… lo estoy deseando… métemela toda… “. Y de un fuerte empujón, sin esperar que terminase la frase introduje toda mi polla dentro de cu coño, que estaba muy caliente y lubricado. Agarré con fuerza su culo y empecé a follármela. A cada fuerte sacudida gemía de placer y cada vez más fuerte. Miriam se agarró con fuerza a la toalla de la camilla para sujetarse de las fuertes sacudidas. Mientras seguía follándola me recosté sobre ella y agarré entre mis manos sus pedazo de tetas, acariciándole los pezones y apretándolas fuerte, masajeándolas. El estar en esa posición me excitó todavía más y cuando volví a erguirme le azoté un par de veces su culo. Soltó unos alaridos de placer y dolor y siguió moviéndose. Soltó una de sus manos, la metió entre su entrepierna y se empezó a masturbar acariciándose el clítoris. Yo ya estaba empapado de sudor que me recorría todo el cuerpo.
Miriam, me pidió que parase y así lo hice. Se giró, me miró y me dijo que quería correrse mirando a la cara al que le estaba dando tanto placer. Se sentó encima de la camilla y me abrió sus piernas, mientras con sus manos se acariciaba el cuerpo y los pechos secándose un poco el sudor. Tomé un poco de aire, ya que entre le excitación, el ritmo que llevábamos y el box que no era muy grande hacía mucha calor. La visión de su coño me encantó, sus labios estaban algo enrojecidos y gordos, al igual que su clítoris. Un hilo de flujo recorría sus labios, me agaché y pasé mi lengua, saboreando el placer de su sexo. En esa posición empecé a recorrer mi lengua por sus labios, lentamente, para no irritarlos más, los besaba e introducía mi lengua dentro de su coño que estaba empapado. Seguí subiendo con mi lengua llegando a su clítoris, lo introduje en mi boca y empecé a succionarlo y a chuparlo, a lamerlo y mordisquearlo mientras ella se acariciaba y pellizcaba sus pezones aumentando todavía más el placer que estaba sintiendo.
Cuando me incorporé le ofrecí mi boca para que la besara. Miriam sabía que con ese beso también probaría de sus propios fluidos y atraída por ellos acercó su lengua. Si dejar de besarnos agarró mi polla y me empezó a masturbar y la colocó en la entrada de su coñito pero sin introducirla. Mi miró y me besó tiernamente en los labios. Esta vez se la fui introduciendo lentamente, mirándonos a los ojos, sintiendo como iba invadiéndome el calor de su interior, disfrutando de ello, de cada milímetro que iba introduciendo. Cuando llegué hasta el final, a la vez, soltamos un breve suspiro. Con mi polla dentro la empecé a besar y a comerle la boca, fui besándole el cuello que tenía un sabor salado por el sudor y fui acariciando sus pechos… Era una sensación increíble y se me erizó le vellos de todo el cuerpo.
Poco a poco, sin dejar de disfrutar de su cuerpo, fui aumentando el ritmo. Ella estaba abrazada a mi y con sus manos en mi espalda me iba acariciando. Yo notaba al ritmo de la penetración el bamboleo de sus tetas contra mi pecho y la erección de sus pezones. Nuestros cuerpos estaban sudorosos lo que aumentaba más la excitación. Mi polla estaba empapada de nuevo con sus fluidos y eso hacía que la penetración fuese más rápida, además de que fui aumentando más el ritmo, parecido al que tenía cuando la tenía de culo. Ella con su boca cerca de mi oído me recordaba lo cachonda que estaba y que la siguiese follando, que le encantaba y que jamás la había follado de igual manera.
“El recuerdo de esa visión me sigue excitando… ella sentada en la camilla y yo de pie follándomela a un ritmo increíble… con sus manos arañando mi espalda provocando que mis embestidas fuesen aún mayores”.
Así continuamos un largo rato hasta que de pronto los susurros al oído pasaron a ser casi chillidos cuando, sabiendo que venía un nuevo orgasmo para ella, me dijo: “oh… si… sigue follándome cabrón… me encanta… me voy a correr y quiero que tú lo hagas dentro de mi… quiero sentir como tu semen caliente llena mi coño…”. Esas palabras despertaron en mi mucha más excitación lo que provocó que aumentase todavía más, si se podía, la fuerza de las penetraciones y notaba como mi polla estaba muy roja e irritada. Ella cada vez gemía y gemía más y mis suspiros de placer iba sincronizados al ritmo de la penetración… todo ello retumbaba como si de un eco se tratase en la sala de masaje, y el olor de nuestro sudor se mezclaba con el olor de los fluidos…
Le quedaba poco para correrse y empezó a aumentar el ritmo, apretó su sudoroso cuerpo contra el mío, sentí sus pechos y la dureza de sus pezones y me clavó sus uñas en mi espalda, arañándome. Miriam no llegaba a articular más que gemidos y suspiros y no dejaba de repetir: ah… si… si… uf… cuando de pronto, al igual como en su anterior orgasmo volvió a entrecortar su respiración y a arquear la espalda del placer que le produjo éste segundo orgasmo. Yo al notar como le temblaba el cuerpo debido al orgasmo y las contracciones de su vagina y sus labios me corrí de manera increíble. Toda mi leche salió disparada llenando su coño ya irritado. Nos quedamos jadeando y suspirando y nos mantuvimos quietos, inmóviles, recuperando la consciencia y, por supuesto, el aliento.
Lentamente se separó y me miró a los ojos, me sonrió y me besó tiernamente en los labios. Me dijo que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto del sexo. De nuevo se abrazó a mí y nos seguimos acariciando poco tiempo. Me aparté de ella sacando mi polla todavía algo dura de su coño y un poco de semen resbaló hasta la toalla de la camilla. Miriam bajó de la camilla, me besó de nuevo en la boca y se agachó. Con su lengua recorrió toda mi polla, lamiendo cada centímetro, y tragando un saboreando los restos de semen y de sus fluidos que quedaban. Incluso en esos momentos aún sentí un escalofrío de placer recorrer mi cuerpo.