Un marido muy generoso

Una vez casada, transcurrieron varios años en una tranquila y sosegada paz matrimonial, en la que la vida de matrimonio se hacía cada vez más monótona y sosa, como consecuencia del temperamento tranquilo de mi marido

Hace unos meses, Superpopelle reeditó uno de aquellos viejos relatos de las revistas de los años 70: Crema catalana. Me pareció una idea excelente resucitar esos magníficos autores que fueron pioneros en este tema. Esta serie de relatos que intento ir enviando para su publicación, es mi granito de arena, aunque apenas he podido rescatar unos pocos. Animo a los que hayan sido mas previsores, y tengan aun alguna de aquellas revistas, a que los saquen a la luz, para intentar enseñar algo a los nuevos autores.


Una vez casada, transcurrieron varios años en una tranquila y sosegada paz matrimonial, en la que la vida de matrimonio se hacía cada vez más monótona y sosa, como consecuencia del temperamento tranquilo de mi marido, hasta que una tarde me dijo haber concertado con un buen amigo suyo que vendría a casa a ofrecerme una variada gama de prendas y así reponer un poco mi ya pasado vestuario de cara a la nueva temporada de verano, que él ya le había indicado poco más o menos las tallas y que nos ahorraríamos bastante al hacernos la venta casi a mitad de precio.

Al día siguiente vino y nos enseñó varios modelos que me agradaron mucho, así como su precio baratísimo, comprobando que las tallas me vendrían bien No obstante, tanto mi marido como él deseaban que me los probara.

Lo hice, y mi marido, quiso que me los viese puestos. Después de observarlos detenidamente, me aconsejaba les hiciera algún retoque que él me indicaba prácticamente, por lo que sus manos las ponía encima de mi cuerpo en más de una ocasión e incluso sobre mis carnes, lo que me llevó a pensar que con bastante frescura se estaba cobrando la rebaja que nos hacia. Pero lo más insólito ocurrió cuando me hicieron probar bañadores y mi marido se empeñó en que me los viera puestos también, circunstancia que aprovechó al máximo, llegando a ponerme completamente nerviosa y sofocada, ya que uno de ellos le gustaba mucho a mi marido y a mí, pero tenía el inconveniente de que me presionaba el pecho un poco.

Me quedé de piedra cuando, sin la menor vacilación, metió una mano cogiendo mi pecho y con la otra tiro del entramado de nylon arrancándolo. Aunque ello no le llevó tiempo, sí me di perfecta cuenta cómo su mano abarcó y presionó mi pecho, comentando después que ya no me presionaría, que al tener el pecho duro, con sólo la tela quedaba perfecto.

Pasaron unos cuantos días, cuando mi marido me comunicó que no hiciese cena, ya que había acordado con su amigo cenar los tres fuera e ir a ver algún espectáculo. Esto me inquietó, al no comprender cómo es que no había tenido en cuenta lo que le había mencionado de las pruebas.

En cuanto nos encontramos me vi asediada por él con el mayor descaro, sin que mi marido se diera por enterado, al contrario, ya que en el taxi, como en el espectáculo, quedé entre los dos. A pesar de mi intención de eludir esta situación no lo conseguí, así es que tuve que soportar y someterme a las continuas caricias que procuró hacerme, y aunque no lo deseaba, hicieron que me excitara dado lo violento de la situación y más cuando al regresar a casa no tuvo reparo en pasar su brazo sobre mi hombro presionando mi cuerpo con el suyo, así como de vez en cuando acariciar mis piernas, cosa de la que necesariamente debió apercibirse mi marido, quien aún le invitó a tomar una copa con nosotros en casa.

Mientras ellos la tomaban, yo procedí a cambiarme de ropa v refrescarme un poco. Me llamó mi marido e hizo que me sentase con ellos, pero poco después se ausentó, momento en que su amigo aprovechó para abrazarme y besar mi boca, a pesar de mi resistencia. Esto debió verlo mi marido, ya que antes de aparecer a nuestra vista le oí toser, quedando libre del abrazo, pero ardiendo de calor mi cara y todo mi cuerpo.

Transcurrieron unos cuantos días y durante ellos pude llegar a la conclusión de que, por ser una cosa ya planeada entre ellos yo debía acceder sin violentarme en lo más mínimo, dada la conformidad de mi marido, que reconocía el no poder saciar mi necesidad sexual, así es que estaba en constante excitación, deseando y temiendo que llegase el momento, hasta que por fin me anunció un nuevo encuentro con el amigo. Me puse la ropa más ligera para que no hubiera estorbos llegada la hora, y así es como me presenté ante ellos, que me hicieron sentar en medio.

De inmediato pasó su brazo sobre mis hombros, poniendo su otra mano encima de mis muslos. Al ausentarse mi marido la introdujo entre ellos, acariciándolos, y subió hasta el sexo y bajo vientre, sin que yo hiciese la menor resistencia, así es que tomó mi barbilla y besó mi boca Cuando mi marido volvió, instintivamente deshicimos el abrazo y sacó la mano de mi entrepierna, quedando gran parte de mis muslos al aire. Me sorprendió oírle preguntar a su amigo si no se había dado cuenta de lo hermosos y bonitos que los tenía, comentario aprovechado por su amigo para destaparlos por completo.

No acabó ahí la complacencia de mi marido, se sentó y dijo, «aún debes ver sus pechos, que son como los de una chica de 15 años, duros y puntiagudos»; los descubrió y besó; el otro se apoderó de uno de ellos, me lo besó y succionó el pezón, ya sobresaliente y duro, mientras su otra mano no dejaba de acariciar mis muslos y entrepierna, en donde logró introducir sus dedos por la pernera de mis bragas.

Cuando éstos contactaron con mi sexo salté como un resorte; acercó su boca a la mía y ambas se unieron en un beso apasionado e interminable, mientras con sus dedos acarició el clítoris hasta el extremo de hacerme sentir un placer inmenso, que me hizo abrazarme a él y morder su lengua, en tanto iba sintiendo cómo mi interior se movía locamente y me hacía revolver y no estarme inmóvil, sin por ello conseguir que dejase sus dedos quietos. Finalmente se fue calmando mi placer y empecé a aflojar mis brazos.

El aprovechó para despojarme de las bragas en el momento en que mi marido iba a ducharse. Al quedarnos solos no me dejó tranquilizar y reposar, sino que tomó mi mano y la hizo llevar hasta su pene, que lo tenia fuera del pantalón; cuando lo empuñé no tuve más remedio que mirar, tal era mi sorpresa, viendo cuán diferente era al de mi marido en gordura y dureza, ya que era como la mitad más grueso.

Tendiéndome sobre el sofá empezó a penetrarme, ensanchando de tal forma mi sexo que creía reventar, y en realidad lo que ocurrió es que de nuevo se produjo en mi interior una explosión convulsionándome toda por completo, lo que me hizo lanzar un «ay» desgarrado, cuando empujó con brutalidad su miembro y lo introdujo totalmente dentro de mi, consiguiendo un incesante placer que me hacia contorsionar y como si mi interior se derrumbara de los intensos movimientos que se producían y que me hacían enloquecer y abrazar con fuerza su cuerpo contra mi, hasta quedar completamente desmadejada. Tambaleante, me fui al dormitorio.

Habiendo pasado un buen rato y al ver resplandor, me acerqué a la sala con sigilo. Lo que vi me dejó de piedra, ya que mi marido tenía en sus manos el miembro del amigo, que acariciaba hasta conseguir la erección, para aplicarle de un botecito un líquido que extendió por todo el miembro.

Le vi inclinarse sobre un sillón, quedando en popa y a su amigo con el pene erecto proceder a penetrarle por el ano; no quise ver mas, volví a la habitación y lloré al percatarme que, cuanto había ocurrido, solo era con la intención de satisfacer sus instintos: que me entregaba a cambio de lo que yo desconocía era su gusto, que me había sacrificado y sufrido constante abstinencia de sexo por considerarlo ser de temperamento frío, no habiendo sido capaz de hacerme participe del vicio o como se le quiera llamar que tenia. No obstante, hice el firme propósito de no darme por enterada, pero si haría lo necesario para que una vez su amigo estuviera conmigo, dejarlo de tal forma que no le sirviera para darle a él satisfacción alguna

Cuando a mi marido le apeteció o deseó satisfacerse, preparó un nuevo encuentro. El no sabía que yo estaba dispuesta a aguarle la fiesta, así es que me propuse no excitarme en demasía para que no me viese obligada a desaparecer de la escena. No me fue posible, dado mi temperamento ardiente, eludir llegar casi a enloquecer de placer, pues consiguieron entre los dos tenerme en un continuo orgasmo, pues mi marido se dedicó a trabajar mi sexo de tal forma, que antes de que su amigo me penetrara, mi interior vibraba todo como si recibiese descargas de corriente, que me dejaron extenuada, aún así no consentí marchar sola a la habitación, a donde pedí viniese mi poseedor.

Quedando los dos tendidos en la cama, le empecé a acariciar y besar con verdadero ardor, lo que le hizo reaccionar, por lo que conseguí me penetrara de nuevo, hasta que noté cómo eyaculaba dentro de mi, por los movimientos que noté en mi vagina

Fue al aseo después que yo y le hice volver junto a mí, para volver con mis caricias en todo su cuerpo y en particular a su miembro, para que nuevamente entrase en erección. Esta vez costó más trabajo hacerle eyacular, lo que trajo consigo el que yo gozase intensamente de placer, al mantener y mover tanto nuestros cuerpos para que nos sobreviniera el orgasmo que, cuando llegó a él, le hizo gritar y pedir después que lo dejáramos descansar en casa, por estar agotado, a lo que accedí pero teniéndole a mi lado.

Así es que mi marido quedó chasqueado esta vez, por lo que pensé que no tardaría en concertar otro encuentro, seguramente con la idea de tener mejor suerte. Espero que no tarde mucho en hacerlo…