Un manitas en casa

Lo que hace ser manitas con la vecina

Estuve viviendo en un chalet adosado, me costó más barato porque estaba bastante alejado de la ciudad, y como en aquella época solo necesitaba ir 2 o 3 veces por semana a la oficina, ya que podía hacer trabajos en casa, no me importó. Además podía escuchar música y ver películas sin miedo de que el vecino diese unos golpes en la pared.

Al cabo de medio año, más o menos vi que estaban trayendo muebles y cajas al chalet de al lado, que hasta entonces estaba vacío. Bueno, pues ya tengo vecinos, me dije, y no le di más importancia.

Dos días después llaman a la puerta, abro y está una mujer, de unos 40 años, algo rellenita, que me dice:

-Perdone vecino si le molesto, es que estoy intentando poner una lámpara y no puedo sola. ¿Me echaría una mano?

Como soy un manitas, y en casa hago todas las chapuzas solo, pues fui a ayudarla.

Lo pusimos, y durante un tiempo estuve poniendo cuadros, luces, espejos,  y toda clase de chismes que trae uno a una casa. Luego nos tomábamos unas cervezas y charlábamos un rato.

Así es como me enteré de que se acababa de divorciar, y quería estar lejos de su ex, y vivir tranquila una temporada.

Una mañana me llamó para cambiar la alcachofa de la ducha y el tubo porque no podía.

Fui con la llave inglesa y lo cambié en un momento.

-¿Ya está? – Me dijo- ¿Podemos probarlo?

-Claro - Dije yo, abriendo el grifo y probando los diferentes tipos de chorro.

En esto que se quitó la camiseta, comprobando que no llevaba sujetador, y vi sus melones sueltos que me provocaron una erección instantánea.

Se bajó el pantaloncito enseñando un coño afeitado.

Yo no salía de mi asombro cuando todavía dijo:

-Venga, quítate la ropa.

No sabía qué hacer ni podía moverme, viendo su cuerpo desnudo, que como ya he dicho tenia carne de sobra pero en sus sitios justos.

Como no era capaz de moverme, ella me tiró de la camiseta, y tirándola a un lado fue a bajarme el pantalón de chándal que llevaba. La cogí de las manos para pararla, pero ella me miró.

-Hace mucho que no estoy con un hombre, y te he visto mirarme con deseo, así que déjate de tonterías.

Era cierto que yo la miraba, cuando se subía  la escalera, o se agachaba a por algo, y me imaginaba esas curvas, tocar sus pechos, meter la cara entre ellos y saborear sus jugos.

Me dejé hacer, y me terminó de quitar el pantalón. El slip casi no podía contener mi polla que estaba dura, esperando ser liberada de la prenda.

Me tocó la verga por encima de la tela, acariciándola arriba y abajo, hasta llegar a los huevos que me daba un placer al sentir su mano rozando esa zona tan sensible.

Arrimó sus labios y me besó la punta de la polla que sobresalía por encima del slip, haciendo que se pusiera más y más dura.

Con otro movimiento me terminó de bajar el slip, y mi verga saltó hacia delante como impulsada por un muelle y mirándola a sus ojos, que tampoco se separaban de esa visión.

De un golpe, se la metió en la boca y comenzó a chuparla, dentro y fuera, con ansia, y se  veía que hacía tiempo que no se comía nada.

Yo estaba muy cachondo ya sintiendo mi polla como entraba en esa boca hambrienta, y la hice parar. La levanté y la besé en la boca. Mi lengua buscaba la suya que también quiso jugar, mientras mis manos acariciaban sus tetas que casi no podían abarcar. Sentía entre mis dedos  esas carnes rollizas y esos pezones, grandes, oscuros, que daban ganas de comerlos.

Y eso hice. Metí mi cabeza entre sus pechos y los lamí enteros. Mi lengua recorrió sus tetas, por arriba, abajo, izquierda y derecha, hasta que no quedó un centímetro si chupar.

Notaba sus gemidos de placer y quise excitarla más todavía,  bajando mi mano hasta su raja que la noté completamente mojada.

Los dedos fueron recorriendo su abertura, hasta encontrar su clítoris, que acaricié suavemente haciendo círculos.

Sus movimientos se hicieron más intensos y entonces aproveché para meter mis dedos en su coño que estaba lleno de jugos.

Inicié un metesaca en aquella abertura húmeda hasta que le noté un estremecimiento y mis dedos se llenaron de líquido caliente.

Me cogió de la mano y me llevó a la cama, donde me tumbó y comenzó a frotar mi polla con las dos manos, hasta que acercó su boca y se la introdujo hasta el fondo, notando el glande contra su campanilla, con un ansia que le daba su abstinencia forzada.

Siguió chupando con tanto ímpetu que no pude más y me corrí en su boca, que no apartó ni cuando notó los golpes que daba la leche saliendo con fuerza de mi duro miembro.

Se tumbó a mi lado y nos quedamos un rato, yo casi sin respiración debido a la corrida y ella debido a haberse tragado todo mi semen.

Ya me iba a levantar para irme, cuando ella me cogió y me preguntó:

-¿Qué haces? ¿Te quieres ir ahora?

-Bueno, no sé. Estoy agotado

-¿Agotado? No me digas

Volvió a cogerme la polla, que estaba flácida después del esfuerzo, y frotando con ganas y poniéndose otra vez a chuparla y con la lengua jugando con mi glande, no tardó en ponerse dura de nuevo.

Cuando estuvo otra vez empalmada y tiesa, se puso encima y ayudándose con la mano, se la introdujo en su coño, todavía húmedo, y comenzó a moverse con mi polla dentro de ese agujero caliente y mojado. Mientras se movía yo le masajeaba esas enormes tetas que las tenía ganas desde la primera vez que las vi.

No tardé en correrme de nuevo dentro de ella, pero no paró de moverse hasta que con un espasmo se corrió mojándome más la verga que ya estaba bastante húmeda.

Y después de un rato me levanté, ella no me dijo nada, solo me lanzó un beso, y me fui a mi casa, todavía escocido por el placer que había sentido.

Por cierto, estrenamos la ducha otro día de los muchos que hicimos el amor, pero eso es para otra historia.