Un mal sueño I

Se arrodilló y cogió mi pene flácido con dos dedos. Lo lamió de arriba a abajo mientras este se llenaba de sangre. Lo descapulló y lamió en círculos mi capullo, para después metérsela entera en la boca. Mientras alucinaba con aquella mujer, Jaime se estaba masturbando en mi cama mientras nos miraba.

Un buen recuerdo. Lucas.

La madrugada de los viernes es una oportunidad de salir a buscar una buena borrachera y un buen polvo. En mi caso, opté por buscar otro placer mundano, me quedé dormido.

Yo estaba en los brazos de Morfeo cuando mi compañero entró en mi habitación. Me cogió de la nariz y cuando abrí la boca la invadió con la suya. Noté como me pasaba el contenido de su boca que identifiqué por su sabor característico.

-Hijo de puta, ¿qué cojones haces?- Dije mientras lo apartaba de mi lado.

-¿No te gusta un biberón para dormir?- Dijo riéndose.

-Joder, esto se avisa. No te hago ascos, pero avisa cabrón.-

-Ves, te lo dije.- Dijo mirando a la puerta.

En aquel momento me di cuenta que no estábamos solos. En el marco de la puerta estaba una chica totalmente desnudo. Me quedé mirándola mientras reinaba el silencio, quedándome embobado mirando sus pechos coronados por unos pezones claramente endurecidos. También miré su entrepierna, que no pude distinguir muy bien por la falta de luz, pero parecía depilada y muy apetecible.

Jaime movió la mano frente a mi cara sacándome de mi ensimismamiento. Lo miré con todo el odio que podía. Él también estaba desnudo, mirando el tamaño de su polla pude adivinar de donde había salido lo que había acabado en mi boca.

-¿Qué quieres cansino?-

-Condones, las esposas y a Pepi.-

-Tío, vete a la mierda.- Me di la vuelta y me tapé con la sábana.

Él se tiró encima de mí, haciéndome ver que no me iba a dejar dormir. Si hubiera querido los condones y las esposas las habría sacado del cajón sin despertarme. Quería despertarme para montar un trío con la rubia que custodiaba mi habitación.

Ella dio un paso al frente y se acercó con cuidado a la cama en la que forcejeábamos. Al verla tan cerca nos estuvimos quietos, esperando su movimiento. Acercó sus labios a mí y susurró:

-Si quieres podemos aprovechar para jugar. ¿Quieres que lo castigue por haberte despertado?- Su voz sexi hizo que me convenciera al instante.

Por algún azar del destino imaginé a Marilyn Monroe cantando a JFK con ese mismo todo de voz. Encendí la luz de la lamparilla y abrí  el cajón sacando el material. Jaime por su parte seguía encima de mí, dificultando mis movimientos.

-Tío, saca a Pepi- Dijo entre risas.

-¿Qué es Pepi?- Preguntó intrigada nuestra invitada.

-Pues es una amiga de este. Le decimos Pepi ya sabes.- Levantó los hombros y le guiñó un ojo.

Me levanté de la cama moviendo a Jaime y fui a buscar a Pepi muerto de vergüenza. El cabrón de Jaime aprovechó para tirar de mis bóxers y dejarme desnudo. Estuve tentado en subírmelos pero me pareció idiota al estar ellos desnudos. Cuando saqué a Pepi del armario a Jaime le dio un ataque de risa.

-Joder, sigo sin pillarlo.- Dijo nuestra invitada mientras yo sujetaba el falo de plástico y Jaime reía sin parar.

-Es Pepi porque es verde como un pepino.-

Jaime rió aún más y yo quise esconderme en un agujero para no salir más de allí. Ella se acercó a mí y cogió a Pepi, examinando su grosos y longitud.

-Me gusta y me gusta más imaginarte dándote placer con esto.- La metió en su boca hasta el fondo y la sacó.- Veo que tienes una parecida aquí abajo, ¿puedo probar si tiene un sabor mejor?

Se arrodilló y cogió mi pene flácido con dos dedos. Lo lamió de arriba a abajo mientras este se llenaba de sangre. Lo descapulló y lamió en círculos mi capullo, para después metérsela entera en la boca. Mientras alucinaba con aquella mujer, Jaime se estaba masturbando en mi cama mientras nos miraba. Ella aprovechó que mi distracción para agarrar mis nalgas para introducir algo más mi polla en su garganta.

La sacó para tomar aire y repitió el proceso ante mis gemidos. La tercera vez que lo hizo sus manos empezaron a jugar con mi cerrado ano. Hizo un gesto a Jaime que se levantó de la cama.

-Tu amigo tiene buena polla. Coge a Pepi y nos vamos a tu cama que es más grande.-

Me agarró la polla y tiró de ella como una rienda guiándome. Jaime se quedó recogiendo los condones y el resto de juguetes. La habitación de Jaime estaba invadida por ese olor característico del sexo.

Me empujó a la cama y se sentó en mi pecho. Por mi parte acaricié sus tetas. Me extraño la posición pero la entendí cuento Jaime me esposó a la cama. Al estar esposado, ella se hizo adelante dejándome su coño a la altura de mi cara.

Con la lengua intenté buscar sus labios vaginales en la oscuridad y después el clítoris. No tuve duda cuando lo encontré por el gemido que escuché. Cambié la lengua por los dientes jugando para su deleite.

Estando concentrado en el sexo de la desconocida recordé a Jaime y a Pepi. Él se puso a trazar círculos en mi ano con sus dedos, y pronto los sustituyó por la polla de plástico. Mis gemidos se ahogan en aquel coño húmedo. Las manos de su propietaria agarraron mi pelo y la subida del volumen de sus gemidos me hizo saber que estaba llegando al orgasmo. Finalmente, me llenó la boca de su humedad. Ambos estábamos recuperando el aliento y Jaime abandonó la cama dejando a Pepi dentro de mí.

-Cari, vamos a dejarlo dormir.- Dijo Jaime y ambos me dejaron en aquella habitación oscura.

-No joder. Desátame.- Grité.- No me dejes así.

Jaime acercó su polla a mi boca y la abrí adivinando sus intenciones. Me dejó que la chupara como un chupachup.

-Sofía, prepárale el culo.-

-No puedo ahora.- Y se fue sentando en mi polla empalmada.

Gemí por partida triple entre Pepi ensartada en mi culo, la polla de Jaime en mi boca y el coño de Sofía subiendo y bajando por mi polla. Estaba en el éxtasis cuando algo me sacó de allí. Era un sonido molesto, agudo y desagradable. Era mi puto despertador y aquello había sido hace demasiado tiempo.

Un tribunal fantasma. Sofía.

Me levanté por la mañana queriendo comerme el mundo gracias a Patti. Aunque algunos habréis pensado en la de Los Simpson, pero la mía es Patti Smith. Tiene la fuerza para que no quiera quedarme en la cama para siempre, al fin y al cabo, ese es el mayor superpoder que se le puede conceder a alguien. Aquel día estaba decidida a hacerlo por fin, a poner un punto y final a esa etapa de mi vida y empezar otra. Desafortunadamente, no entraba en mis planes su desenlace.

Pongámonos en antecedentes.  "Análisis de la influencia de la obra de Zweig en la formación de la Unión Europea" fue mi proyecto fin de carrera,  cinco años después tenía que defender a su continuación "Influencia del europeísmo literario en el Siglo XX desde una perspectiva histórico política". He de decir que estaba nerviosa aunque me apoyase mi familia, algunos amigos, mis directores, los 517 folios de tesis y mis 65 diapositivas.

Una hora antes de empezar hice el último ensayo. En el reflejo del proyector vi algo que me asustó mucho, me estaba convirtiendo en una estirada y materialista defendiendo una tesis inútil solo para quedarme en la universidad y esperar a la muerte con un salario fijo. Pensé en mi estancia en Viena, en el Erasmus previo en Italia... Maldita sea, esa parte de mi había muerto.

Me creía muy guay por escuchar a Patti Smith y había olvidado lo que significa. Había sido engullida por el sistema. Ante esa sala vacía me juzgaba a mi misma sin necesidad de un tribunal físico porque había creado uno mental. Estaba Zweig mirando callada y escondido por su bigote, Hannah Arendt apuraba su último cigarrillo y Merkel  me miraba sin parpadear.

Por un arrebato del destino cambié algunas diapositivas y salí de aquella sala esperando que el tribunal no fuese igual de duro que el que había creado mi imaginación. Tras beber un poco de agua volví a la sala en la que se libraría la batalla. Los profesores del departamento ya habían llegado, igual que mis padres.

Entre conversaciones intrascendentales pensé de nuevo en mi tribunal fantasma y vi al mío algo ridículo. Empecé a sentir el control de la situación y empecé a exponer sin darme cuenta, sintiéndome poderosa.

Las preguntas me parecían chorradas en comparación con las que me había hecho mi tribunal imaginario, todo estaba bajo control hasta que salimos para que decidieran la nota. Entonces supe que había olvidado a alguien que si que estaba en aquel salón. Se fue sin que le hubiera podido decir nada, fiel a su estilo, era una especia de fantasma del que estaba colada. Cuando volvimos a entrar la noria siguió girando y poco a poco fui olvidándole.

Quise darle las gracias por venir y le pedí el número a Jaime. Había coincidido con él algunas veces más, pero no nos habíamos dado los teléfonos. Así que le puse un Telegram:

Jaime, me pasas el número de tu compañero de piso, por fiss ;)

El fantasma. Jaime.

Vivía con un fantasma, sin lugar a dudas, él era cada vez más un espectro. No hablaba conmigo ni con nadie. No me miraba desde aquella noche en la que lo lié en un poco de sexo cañero con Sofía. Lo pasó igual de bien que yo, pero no me lo perdonaba. Sin lugar a dudas había perdido a un buen amigo y en parte me lo merecía.

Indudablemente no me porté muy bien con él, pero con una suave venganza hubiéramos seguido igual. Esta mañana no sé donde está, solo sé que no ha ido al trabajo y ha salido muy arreglado.

He pensado en liársela. Le voy a robar a Pepi y me va a pillar en el salón ensartándome mientras grito su nombre. Espero que con eso le dé un calentón y se le olvide aquel polvo un poco.

Cuando estaba desnudo, esperando que llegase para montar el show recibí un mensaje de Sofía en el que me pedía el número de Lucas. Con un arrebato de celos me volví a vestir y dejé a Pepi. El muy cabrón había visto a Sofía sin mí.

Me puse a mirar mi ordenador y estuve así toda la tarde. Cuando llegó se puso a mirarme desde el marco de la puerta. Estaba nervioso por lo que me pudiera decir.

-JAime, ¿quieres una cerveza?-

-Ahora me vuelves a hablar... interesante.- No quería parecer un facilón.

-He ido a hablar con el director de mi trabajo para el máster. No estaba y no sé cómo he acabado viendo una tesis doctoral. Bueno, es la de Sofía y no sé... He pensado que lo pasé bien con vosotros- Me giré y pude ver su cara de arrepentimiento.-Lo siento vale.

-Eres un capullo. Saca unas patatas o algo.- Yo también lo sentía, pero no estaba preparado para decírselo.

Me contó que había hablado unas cuantas veces con Sofía de su tesis y no pudo resistirse a ir. Me sentí como un idiota celoso y le envié el número a Sofía. También estuvimos sincerándonos sobre la noche del trío y algo me hizo saber que los dos queríamos repetir.