Un mal negocio: erika

Raúl es un tipo peligroso que se dedica a negocios turbios.

UN MAL NEGOCIO: ERIKA

Viernes, 6 de julio de 2012. Faltan 14 horas.

Nada más entrar en el piso, Raúl siente el nauseabundo olor a suciedad acumulada durante semanas y piensa que “…debemos llamar a alguien para que limpie la casa porque nosotros por supuesto no lo vamos a hacer nunca y aquí dentro de nada no se podrá vivir...”

Pasa directamente a la cocina, la parte más damnificada por la dejadez, allí los vasos ya no caben en el fregadero y los platos se apilan con restos de comida. Abre el frigorífico y el hedor de una lata de atún abierta hace algunas semanas obliga a Raúl a cerrar inmediatamente arrugando su cara. Está en la estancia el tiempo suficiente para prepararse un par de sándwich de pan de molde con embutidos y pillar una lata de Cruzcampo. Se mueve sólo por la casa pero la puerta cerrada de la habitación de Rafa delata su presencia.

Se sienta en el sofá, que también está lleno de manchas. Algunas históricas, provocadas por comidas, borracheras y orgías. Pone la televisión para ver las noticias. Llevamos cinco años de crisis “y los que nos quedan” piensa Raúl dando un sorbo a la lata de cerveza para ayudarse a bajar el bocado de sándwich de chorizo “…el paro sigue aumentando, –continua pensando para sí –la ya famosa prima de riesgo también por las nubes, los desahucios de las familias y los ERE´s de las grandes empresas ya no son noticias y ahora para colmo el gobierno tiene que salir al rescate de otro banco.”

Todo esto hace que Raúl en el fondo se sienta afortunado de tener trabajo “aunque sea una puta mierda”, pero las noticias le empiezan a producir una sensación de malestar agobiante y opresivo. Para tratar de olvidarse de todo eso saca de su pantalón vaquero una bolsita de cocaína, aparta de la pequeña mesita auxiliar que tiene delante un vaso con unos restos de leche del desayuno de Rafa donde flota una colilla de Chester y se prepara dos rayas. Con un billete de diez euros se las mete. Inspira fuerte, se tumba hacia atrás en el respaldo del sofá. Se enciende un cigarro, después tira el mechero sobre la mesita y le da un sorbo a la lata de cerveza. Cierra los ojos y oye como de la habitación de Rafa, cuya puerta da al salón donde él se encuentra, salen los gemidos de Nerea. La chica con la que sale su compañero.

“El cabrón de Rafa tiene tirón entre las tías” piensa Raúl con los ojos aún cerrados. “Está en forma y tiene mucha labia. Ahora lleva dos meses saliendo con Nerea. Ella es la típica pija viciosa. Veintidós años. Muy guapa con un cuerpazo. Melena rubia, ojos azules, de familia acomodada. No me cae nada bien, me parece la típica Barbie tonta, hija de papa, caprichosa que tiene todo lo que se le antoja. Y por eso me la follaría con todas mis ganas, seguro que así le gusta más. Sí, le daría por culo, le agarraría de la melena y le daría por culo hasta rompérselo.” Su cabeza empieza a ir a mil por hora. De repente Raúl se ve con la respiración forzada, la boca seca y los ojos desencajados. Su corazón se acelera y siente presión en el pecho. “Tengo que salir a que me dé el aire porque si no voy a entrar en la habitación de Rafa y la voy a liar de verdad.” Se pone de pie de un salto. Se mete en su habitación se cambia y sale a correr para descargar adrenalina.

Faltan 12 horas.

En la casa no hay nadie. La puerta de la habitación de Rafa ahora está abierta y desde el salón se ve la cama deshechaPone un disco de Coldplay en el reproductor de CD, se abre una lata de cerveza y se enciende un cigarro antes de encender la televisión con la intención de no ver nada en concreto. En ese momento su móvil suena al recibir un what´s app:

-Tienes??? –el escueto mensaje es de Erika.

-Pásate –su contestación es igual de escueta.

Erika es una niñata de diecisiete años, hija de un conocido empresario local, que de vez en cuando le llama para pillarle algo de “farlopa” cuando sale de fiesta.

Diez minutos después llaman a la puerta, es ella. La chica es bajita, pelirroja con los ojos azules. Es menudita pero trae una camiseta de lycra que en conjunto con un sujetador “push up” hacen que las tetas sean en lo único en que se fije Raúl:

-¿Qué? guapa, ¿cuanto necesitas? –pregunta el chico de manera familiar.

-Pásame dos gramos.

-Espérame ahí sentada. –Dice Raúl señalándole al salón.

Él pasa a su habitación mientras Erika se sienta en el sofá. Observa toda la estancia. En la pequeña mesita auxiliar hay varias latas de Cruzcampo vacías, vasos y restos de pan de molde resecos junto con otras manchas de comidas de varios días. Justo enfrente un viejo mueble bar laminado en formica marrón con los filos biselados en dorado. En el centro una televisión y un reproductor de CD´s donde ahora Chris Martin entona VIVA LA VIDA.

Encima, una balda a la que le falta la lámina marrón, soporta un par de libros y una guía telefónica. Junto a ésta, una maceta con un ramo de flores de plástico lleno de polvo. A ambos lados del televisor unas puertas con cristales dejan ver toda la colección alcohólica de los habitantes de la vivienda. A la izquierda del sofá hay una ventana que da a la calle. A la derecha, la puerta de lo que parece una habitación y un poco más allá la puerta de la cocina. Toda la casa está impregnada de un extraño y asqueroso olor. Cada vez que viene no deja de sorprenderle como se puede vivir en aquel desorden.

Aparece Raúl por el pasillo con una pequeña bolsita de plástico con el pedido de Erika. Se sienta a su lado en el sofá:

-Toma, por ser para ti dame solo 100 € –dicho esto coge el cigarro entre sus dedos, da una calada y luego un sorbo a la alta de cerveza que sostiene con el pulgar y el corazón.

-Bueno... es que solo tengo 80 € –dice la chica con voz lastimosa y media sonrisa en los labios.

-¿Cómo dices? –pregunta Raúl enfadado –¿tú estás zumbada o qué? –en cuestión de segundos el chico ha cambiado de sonreír amigablemente a montar en cólera.

-Yo pensé que podríamos llegar a un acuerdo... –comenta su clienta impresionada por el repentino cambio de humor de su anfitrión.

-Ni acuerdo ni leches. Los vicios cuestan dinero. Si los quieres los pagas y si no, no los tengas –continua Raúl a gritos mirándola de reojo.

-Bueno, Raúl, está bien. No te pongas así, me voy –dice la chica asustada ante el ataque de ira del vendedor.

Raúl se da cuenta del acongojo que tiene Erika y suspira hondo. Trata de suavizar la situación antes de perder una venta:

-A ver ¿de que acuerdo se trata? –Dice tratando de serenarse con los ojos cerrados. A la chica se le cambia la cara y se le dibuja una sonrisa lasciva.

-Mmm... hay algo que se me da muy bien... –la chica agarró con su mano derecha la entrepierna de Raúl. Poco a poco Erika se acerca al chico hasta oler su aliento a cerveza.

-Puta viciosa –le espetó con lujuria él.

Erika comienza a besarle al tiempo que sigue masajeando el paquete de Raúl, quién la coge por la nuca y aprieta fuerte su cabeza contra la suya alargando el beso. Luego la apartó y levantando un poco su cuerpo del sofá se bajó los pantalones dejando libre su polla totalmente empalmada. La chica no lo dudó ni un momento y se agachó sobre él para comenzar a mamar. El fuerte olor a sexo de Raúl le resulta un poco desagradable pero la chica no tiene escrúpulos a la hora de conseguir sus objetivos.

Tras unos minutos de fantástica felación, Raúl agarró a Erika por su melena roja y tiró de ella hacia atrás:

-Te lo tienes que tragar todo, zorra –le dijo con desprecio y volvió a metérsela por la boca.

La chica trataba de llevar la iniciativa pero era él quién le marcaba el ritmo con su mano. Cuando notó que se iba a correr le sujetó la cabeza fuerte contra su polla corriéndose dentro. Ella tuvo arcadas y luchaba por librarse, luego le retiró la cabeza y dirigió el último chorro a su cara que impactó en uno de sus bonitos ojos azules. La chica tosía y escupía el semen al tiempo que se quitaba los restos de la cara con las manos:

-Eres un cabrón, tío –le insultaba ella terminando de toser.

-Y tú una puta que te vendes por un gramo –replicó Raúl en una humillante definición.

-Me largo hijo de puta –la chica salió de la casa dando un portazo.

-Ya volverás cuando necesites más –le grito Raúl.

En el fondo, el acuerdo no había sido malo, pensaba el chico. “Lo que lleva está tan cortado que no creo que lleve más de medio gramo. Así que 80 € y una mamada no me parece mal. Además, seguro que se ha quedado con el dinero de las colegas pagándome menos. Esta tía tiene mucho peligro. Ahora con diecisiete no duda en ofrecer sexo por un gramo, en tres años habrá enganchado a cualquier imbécil que le pague los vicios a cambio de dejarse dar por culo.” Permanecía sentado en el sofá con la mirada perdida en el mueble bar.