Un mal negocio: cristina

Segunda parte de la historia de Raúl, un tipo dedicado a negocios turbios. Estos relatos son extractos del cuento UN MAL NEGOCIO.

UN MAL NEGOCIO: CRISTINA

(Este realto es un extracto del cuento corto UN MAL NEGOCIO, sobre un pequeño traficante de poca monta).

Mientras cruza la plaza, Raúl solo pensaba en Cristina. Aún recordaba la última vez que vino a verle. Estaba saliendo con un gilipollas. Recordaba que había bebido mucho antes de llegar todos a La Abadía (la discoteca de costumbre) y estaba de bajón viendo como el gilipollas y “su” Cristina bailaban abrazados. De manera que decidió meterse una raya con Luís en el baño. Salió un poco más animado pero muy acelerado. Al pasar en dirección a la barra, su amiga y su novio se comían a besos. Pidió a la joven camarera un cubata de DYC con Seven Up. Justo al girarse llegaban Cristina y su pareja. El chico chocó con Raúl derramando sobre su camisa el whisky. El cabreo de éste fue considerable mientras el novio de su amiga trataba de disculparse y Cristina intermediaba para que la cosa no pasara a mayores. Lo que acabó en una discusión entre la pareja de amigos. Esta situación provocó que Raúl culpara de la bronca con su amiga a su novio. Ángel viéndole lanzado en contra del novio trató de hablar con él para calmarle. Pero cuando todo parecía serenado, Raúl saltó sobre el novio de su amiga y le dio un puñetazo tumbándole de inmediato. Cristina trataba de separarles. Pero tuvo que ser Ángel quién le agarrase y le arrastrara hasta la calle. Una vez fuera, Raúl justificaba su comportamiento con los ojos desencajados y hablando a gran velocidad, alejados junto a la estatua de la plaza del Carmen, Luis trataba de tranquilizar al novio de Cristina que sangraba por un corte en la ceja mientras que la chica lloraba rodeada por dos amigas.

A las once y veinte llegó al Mosquito, como de costumbre en este bar, la música es buena, al entrar suena Cocaine en la versión de Eric Clapton y no puede evitar una pequeña sonrisa al recordar la letra de la canción mientras busca con la mirada a su amiga entre la gente. Cristina estaba sentada en la barra y junto a ella un tío que le comía la oreja por más que se resistiera. El chico siente una punzada de celos en le estómago, pensó que estaría sola. Al ver a Raúl, la chica vio el cielo abierto:

-Hola cariño –y le dio un beso en los morros, cosa que el pesado de la barra entendió como una invitación a irse.

-¿Qué quería ese gilipollas? –preguntó Raúl casi ofendido.

-Nada, al parecer estoy buenísima y soy la mujer más bella del bar… –contestó Cristina un poco desesperada por quitarse al tipo de encima.

-No soporto a los pesados de mierda que se emborrachan y no se dan cuenta cuando están de más –dijo con asco Raúl.

Cristina es una chica morena, de estatura media-alta con una carita preciosa y dulce. Ha estado los últimos dos meses en una delegación de su empresa en Munich. Trabaja para una aseguradora bancaria y se pasa toda la vida de un lugar para otro pero nunca ha dejado de venir a su ciudad y de ver a sus amigos.

Estaban sentados al final de la barra del bar. Había mucha gente en el local y se tenían que hablar muy alto para oírse. Llamaron a Patxi, el camarero, muy amigo de Raúl y le pidieron sus bebidas. Ella tomaba gin tonic y él su DYC con Seven Up:

-¿Sigues bebiendo DYC? ¿Cuando vas a cambiar a otro whisky mejor? –preguntó la chica defraudada con la elección de él.

-Ah, no sé... me gusta éste. –Contestó Raúl pasando del tema. –¿Qué como te ha ido en Alemania?

-Bueno ya sabes, con esto de la crisis no paran las malas noticias, pero no fue del todo mal ¿y tú que tal? –se interesó Cristina por la situación laboral de su amigo.

-Hombre para como está la cosa no me puedo quejar, pero mi trabajo es una puta mierda. Prefiero no quejarme.

-¿Te has planteado cambiar? –propuso una posibilidad ella.

-No hay nada que merezca la pena. Además siempre tengo mis asuntillos, tú sabes… –justificó Raúl su inmovilidad laboral.

-Ten cuidado con quien haces tratos, Raúl. No me gustaría perderte de vista. –Advirtió la amiga haciendo alusión a los trapicheos que se traía entre manos el chico.

-No te preocupes tía, me sé cuidar. –Le comentó él con suficiencia y dio un trago a su copa. –A mi tampoco me gustaría perderte nunca...

-Sabes que me tienes siempre que quieras. –Contestó Cristina con su dulce sonrisa y guiñándole un ojo.

-Hay veces que me gustaría tenerte más cerca –dijo Raúl casi lamentándose y dejando en el aire un deseo de que su relación fuera más allá de una buena amistad.

Cristina suspiró hondo, quería a su amigo mucho e incluso ella también se había planteado la posibilidad de ser pareja, pero tiene claro que Raúl puede ser un buen amigo pero no le convenía como novio:

-Qué melancólico nos estamos poniendo. ¿Por qué no nos animamos? ¿Tienes algo bueno ahí? –le preguntó ella sonriéndole y con ganas de un subidón.

-Sígueme…

Raúl cogió de la mano a su amiga. La tenía suave y caliente y su tacto le produjo una extraña sensación de seguridad. Se metieron en el servicio de los chicos. Al entrar vieron que había dos tíos en los urinarios y una de las puertas de los váteres estaba cerrada. Entraron en la otra y cerraron por dentro. Apenas cabían los dos, así que ella se colocó junto a la puerta mientras Raúl esparcía una pequeña cantidad de cocaína sobre la cisterna de mochila. Con su DNI fue separando y aplastando el polvillo hasta que consiguió hacer cuatro rayas prácticamente iguales sobre la superficie de porcelana blanca, sentado en la taza de cara a la pared. Luego dejó que fuera Cristina la primera en probar pasándole un canutito hecho con un billete de diez euros. La chica esnifó la coca, primero por uno y luego por el otro agujero de la nariz. Cuando terminó inspiró fuerte y cerró los ojos:

-Joder, que rica está.

Después fue Raúl quién ocupó su sitio y realizó la misma operación. Con la segunda dosis sintió un latigazo en su cabeza. Un rayo cruzó su cerebro y un sudor frío recorrió su columna. Tuvo que respirar hondo varias veces y notó que su corazón se aceleraba. La chica no se dio cuenta de nada ya que permanecía apoyada en la puerta con los ojos cerrados, sintiendo como la droga hacía sus primeros efectos y le llegaba el subidón. Raúl se mantuvo sentando intentando controlar el ataque de ansiedad que estaba padeciendo. Su cabeza iba a mil por hora, las imágenes se le amontonaban, los gritos de Nerea follando con Rafa, las noticias de la crisis, le mierda de trabajo que tenía, el gilipollas de Cosme con sus ridículas historias, el cabrón de Pato no coge el teléfono, la puta de Erika chapándola por medio gramo, el niñato con la nariz rota, el negro, el catalán, el Moro,...

-Oye Raúl ¿por qué no subes? –Cristina dijo esto con voz muy sensual.

Al oírla Raúl pensó; “esta tía es igual de falsa que todas, va de mosquita muerta y es una puta viciosa. Y ahora me busca para que la invite a coca y le eche un polvo…” –el chico cerró los ojos con fuerza y trató de eliminar este pensamiento frotándose la cara –“no joder, es posiblemente la única amiga que tengo de verdad, no puedo pensar así de Cristina…”

Raúl logró calmarse y ponerse de pie. Cristina se le acercó y le abrazó:

-¿Sabes que hace meses que no follo? –rodeando su cuello con los brazos y mirándole a los ojos.

-Ah, sí, ¿y el tipo ese con el que estabas? –Raúl la tenía cogida por la cintura.

Ella se empezó a reír:

-Ese era un capullo con la polla pequeña. –Contestó Cristina con media sonrisa y la mirada entornada buscando aumentar la autoestima de su “víctima”.

Raúl le besaba ahora apasionadamente y le acariciaba todo su cuerpo. Despacio, fue levantando su falda y metiendo la mano debajo hasta tocar su tanga. Ella le abrió el pantalón y liberó su polla. Él se la meneó varias veces antes de dirigirla a la entrada de la vagina. Con una mano le levantó una pierna y ella se retiró el tanga para que le entrase la polla. De un puntazo violento se la calzó hasta el fondo. Ella se quejó de dolor y él volvió a metérsela muy fuerte:

-Joder, Raúl que me haces daño, ten cuidado. –La chica le miraba con el ceño fruncido

Su amigo, con los dientes trinchados y los ojos dilatados, no le hizo caso y comenzó a penetrarla con violencia como si quisiera hacerle daño, al tiempo que la chica alternaba gemidos con quejidos. Cristina estaba apoyada en la puerta del baño, con una pierna en el suelo y la otra levantada por la mano de Raúl, quién embestía con una violencia inusual sobre su vagina:

-Me vas a destrozar, cabrón –ahora decía esto con morboso placer.

De repente Raúl paró y le dio la vuelta. Cristina se apoyó en la puerta con las manos y arqueando su cuerpo separó las piernas mientras giraba su cara para verle de reojo. Raúl levantó la falda y contempló el maravilloso culo de su amiga. El hilo dental del tanga se perdía entre sus deliciosos glúteos blancos. No pudo resistirse y le dio un cachetazo que enrojeció una de sus nalgas antes de introducir los dedos entre la prenda y la carne para separarla de su prisión:

-No me la metas por el culo, Raúl. –Anticipándose al doloroso propósito de su amante.

-Tranquila –aunque no le faltaban ganas –solo es para separar el tanga.

Cuando tuvo la entrada liberada volvió a incrustarle su polla hasta los cojones de un golpe seco de cadera que hizo que Cristina chocase contra la puerta y diese un grito que se oyó fuera, luego prosiguió con los gemidos cada vez que se la incrustaba con fuerza. Con el tiempo que llevaba sin sexo, Cristina, se corrió solo con la penetración y Raúl le acompañó en lo que era otro maravilloso polvo entre ellos.

Después de recomponerse salieron y fueron a la barra para pagar a Patxi las bebidas:

-Tío, córtate un poco que han venido a decirme que pasaba algo en los servicios –le comentó el camarero mirando a la chica con sorna.

-La gente..., que no va a lo suyo y vive pendiente de los demás. –Contestó riéndose Raúl.

Cristina se sintió un poco avergonzada por el comentario de Patxi. Pese a ser una persona sin perjuicios y muy lanzada, ahora al pensar que aquel atractivo camarero la imaginara desnuda y follando le resultaba algo cortante Tras cobrarle se apresuraron a salir del local.