Un mal día lo tiene Cualquiera
Cuando Uno llega a casa hecho unos zorros no tiene ganas de nada (aclaración, este relato no contiene sexo).
Llego a Mi casa después de un día que ha sido malo en lo laboral y en lo personal; no malo de que las cosas no hayan acabado saliendo sino malo de enfrentamientos, malos rollos, sensaciones encontradas de sentirse agobiado y acabar enfadado con la gente; malo de que las cosas se encallan, cuesta sacarlas adelante y, aunque acaban saliendo, sientes que lo que te tenía que costar 5 te cuesta 15 ó más.
Llego y, hoy, tengo la suerte de estar con ella, con Mi niña preciosa. Sin embargo, soy consciente de que hoy no es Mi día porque estoy enfadado con el mundo.
ella Me espera como suele, de rodillas sobre el cojín colocado junto a Mi silla con Mis zapatillas al lado. Por la ropa que lleva puesta, entiendo que tiene ganas de hacer “algo”; de que suceda una de esas situaciones que tanto nos gustan pero no; Yo no estoy ni puedo estar por la labor.
Yo la miro desde la puerta y ella Me mira desde el suelo; Me mira y mira a la silla, agachando la cabeza; suspiro negando con Mi gesto pues tengo las ganas por debajo del suelo.
Me quedo en la puerta.
ella sigue impertérrita en su posición; Yo intento explicarla con Mi mirada que no, que no es el día ni el momento; pero, ella, solo espera con la cabeza baja a que Me siente y poderme atender.
Entendiendo su sentimiento, y sin ganas ni de discutir ni de desilusionarla, Me siento en Mi silla con un suspiro de resignación.
ella toma Mi pie derecho, lo descalza y quita Mi calcetín; con cuidado aplica un pequeño masaje que agradezco con una sonrisa y pone la zapatilla. Repite la operación con el otro pie, quedando a continuación a Mis pies con las manos a los costados y con la cabeza gacha.
A pesar de su entrega Yo sigo sin ganas, sin fuerzas y sin ánimo. Hago que levante la cabeza cogiéndola de la barbilla y mirándola con tristeza niego con un gesto de pesadumbre.
Me mira con cara de asombro y de pesar pero Yo reitero Mi gesto negativo con firmeza; ella agacha la cabeza y su pesar Me golpea casi de forma física.
Suspiro y cierro Mis ojos reclinándome en Mi sillón; es evidente que no Me había percatado de lo cansado que estaba porque no sé cuanto tiempo pasa cuando noto que sus manitas están sobre Mis hombros de frente a Mí, masajeándolos pero, simultáneamente, tirando ligeramente de Mi indicando que Me levante del asiento.
Suspiro, la miro y sonrío cansinamente pero la sigo; dulcemente y de las manos, Me conduce a la habitación; la ha dejado a media luz, extendiendo una sábana encima del edredón. Me sonríe y se lleva el dedo en un gesto de petición de silencio.
Con mucho cuidado y con mucho cariño Me desnuda y Me ayuda a tumbarme boca arriba en la cama; extiende una manta de viaje cubriendo Mi cuerpo y, volviéndose, pone una música suave y relajante.
Tomando una toalla que está cálida y húmeda la aplica sobre Mi pecho; coloca otra sobre cada una de Mis piernas y una pequeña doblada ciñendo Mi frente hasta Mis sienes; estás últimas están algo más calientes. Espera a que la primera se enfríe y la retira.
Toma un frasco de aceite de masaje y, poco a poco, con firmeza pero con un cariño y una dedicación rayana en lo inimaginable, la va extendiendo por Mi cuerpo; masajea Mi pecho y Mis brazos, quita la toalla de cada pierna y hace un pequeño masaje reparador por encima. Yo sonrío intensamente cuando retira la toallita de las sienes y Me las masajea con dos dedos.
Hace una pequeña indicación para que Me dé la vuelta y, situándose encima de Mis glúteos, extiende aceite y cariño por Mi espalda, por Mi cuello, por Mis brazos y piernas… aplicándolo todo con un masaje firme e intensamente relajante.
No puedo dejar de sentirme apesadumbrado porque, a pesar de su entrega y dedicación, Mi cuerpo no responde excitándose sino relajándose.
Mientras pienso eso, noto como para sus manipulaciones y se acurruca a Mi lado en la cama mientras aprieta su cuerpo cálido contra el Mío y nos tapa a ambos con las mantas.
Lo que escucho antes de quedarme dormido es:
- Aunque mi Amo tenga un mal día, Su esclava estará siempre a Su lado para levantárselo.
A la mañana siguiente, Me despierto pensando que aunque se tenga una mal día tener una esclava así, se lo levanta a cualquiera.
De lo que resultó a continuación, quizá os lo cuente en otro momento.