Un maduro viaje
Jose Antonio se monta en el bus listo para hacer un viaje nocturno a esquiar,y junto a él un delicioso abuelito con ganas de conversar y algo mas...
UN MADURO VIAJE
Me llamo Jose Antonio, tengo 23 años y siempre he deseado poder salir del armario y disfrutar de mi vida como gay, pero el hecho de vivir en un pueblo pequeño de Murcia, donde todo el mundo se conoce me obliga a guardar apariencias y a imitar mi experiencia sexual a masturbarme y visitar sitios en la red. . .
Siempre me he considerado muy cortado a la hora del sexo, por eso cada vez que salía del pueblo y tenia oportunidad de una relación me echaba atrás y solo me contentaba con mirar e imaginar.
La situación cambió a mediados de abril del pasado año. Tres meses atrás había estado esquiando en una estación del norte con unos amigos y decidí repetir experiencia por mi cuenta, así que organicé un viaje de fin de semana, me iría en bus esa misma noche.
El autobús salió bien entrada la noche, íbamos a viajar toda la madrugada para llegar a primera hora de la mañana; no había mucha gente en la salida del trayecto así que me acomodé en los asientos traseros, donde prácticamente viajaba solo, el resto de los viajeros se agrupaban en la parte delantera. Solo un señor se acerco a la parte de atrás y se sentó en los asientos justo delante de mí. Era un maduro sesentón, bastante grueso, de barriga redonda, cara grande y gorda, bien afeitado y de ojos oscuros y grandes, vamos, que estaba viendo a un ángel, era precisamente la clase de hombres que a mí me gustaban. Tenia problemas para colocar su bolsa de viaje en los armarios superiores así que me levanté para ayudarlo a sujetar la puertecilla y que pudiera acomodar el equipaje. Me lo agradeció con una sonrisa y se sentó. Yo, tras él me fijaba en su nuca, su pelo, que no se le había caído pero no era muy abundante, y mi cabeza se puso a dar vueltas e imaginar. Al poco tiempo, y ya con el bus en marcha, tal vez por ese instinto que te hace girar la cabeza cuando te sientes observado, se giró y saludó, preguntando cual era el destino de mi viaje, y comenzamos una breve conversación de cortesía, durante la cual se apagaron las luces del bus quedando solo los pilotos que casualmente estaban fundidos justo encima de mi asiento, dejándome en una penumbra total. El resto de los viajeros se acomodaba para dormir o cuchicheaba en voz baja. . .
El señor intentaba acomodarse en el asiento de delante para dormir, así que le ofrecí la almohada hinchable que yo llevaba. Él me la aceptó pero dijo que aparte de la postura incomoda le agobiaba la calefacción del bus. Ya se había arremangado y desabrochado los botones del polo que vestía, y siguió: con un movimiento brusco se quito el polo y se quedo en camisa interior, de color blanca que durante el breve momento en que la miré de forma lo más disimulada que pude aprecié como le marcaba la forma de su vientre y dejaba entrever unos pelillos canosos por su pecho. Durante los siguientes minutos, y quizás debido al "calentón" que me daba verlo así y yo también note que la calefacción del bus estaba un poco-demasiado alta, así que me quité mi abrigo y me saqué la camiseta interior por fuera de los pantalones. Mi movimiento alertó a mi madurito que se giró, y comentando el bochorno que hacia allí se levantó y dijo que no podía dormir así, a lo que asentí y al darnos cuenta nos habíamos puesto a hablar. Nos presentamos, se llamaba Juan, tenia 60 años y se acababa de jubilar anticipadamente, dejaba Murcia para volver al norte, a su tierra de origen, no estaba casado, toda su vida había trabajado como administrativo en una compañía de seguros. Yo le conté sobre mi viaje a esquiar y al poco, como vi que la conversación no decaía, le ofrecí pasar a su asiento para que él no estuviera hablando con el cuello girado, que era incomodo. Para mi sorpresa fue él el que se sentó a mi lado y durante la siguiente media hora hablamos de todo: trabajo, fútbol, familia. . . yo, a decir verdad me olvidé por completo del sentimiento que su visión despertaba en mi y me comporte de forma totalmente natural, olvidando cualquier referencia al sexo, pero fue él el que sacó el tema preguntándome por si tenia novia.
Ante mi negativa siguió preguntando y le explique como en mi pueblo era muy difícil tener siquiera un pequeño escarceo. . . Juan se rió y dejó el tema.
Dos horas después estábamos dormitando a duras penas, a ratos, pero seguíamos sentados juntos. Yo debí caer dormido, pero en medio de la madrugada los ronquidos suaves de Juan me desvelaron y me lo encontré dormido sobre mi hombro, con la mano derecha echada descuidadamente sobre mi. Se había desabrochado el pantalón y bajado la cremallera dejando a la vista su calzoncillo blanco, sin duda para dormir más cómodo.
Yo no tenía ninguna intención de cambiar aquella situación pues estaba adustísimo, pero al poco de estar mirando su entrepierna la dureza de mi tranca me dolía así que tuve que moverme, desabrocharme y meter la mano para moverla en su erección y que no molestara. Juan se despertó con ese movimiento y retiró su cabeza y su mano descuidadamente, yo me apresuré a hacerme el dormido pero por el rabillo del ojo lo veía a él, como también miraba mi bulto. Comencé a ponerme nervioso porque no podía creer que Juan fuera como yo, era un sueño, pero mi erección no cesaba. Y Juan tardo solo un minuto en meter la mano bajo su slip y comenzar a meneársela, creyéndome dormido. No se atrevió a mas y tras un rato se sacó la mano y se giró para dormir. Vi clara la situación: a él le ocurría como a mi, tampoco estaba seguro de mi sexualidad así que no se atrevía a mas. Me armé de valor. Era mi oportunidad. Mi sueño de toda la vida. Ya sabia que a Juan le gustaba así que tenia que por lo menos intentarlo. Todavía haciéndome el dormido, apoye mi cabeza justo sobre su pecho, abrí los ojos un poco y me quede mirándolo con los nervios a mil. Él me miró durante un instante que se hizo eterno, luego me sonrió y comenzó a acariciarme el cabello, las orejas. Yo giré la cabeza hacia su pecho y le di besos cortos y tiernos a través de la camisa, jugando con mi nariz.
Mis labios comenzaron a recorrer todo su torso, y Juan me susurraba: ¿cómo sabias. . . ?.
El también se puso manos a la obra y me metió su mano bajo mi pantalón. Con la estrechez de los asientos nos dimos cuenta que nuestros pantalones molestaban, así que tras echar un vistazo al resto de los pasajeros y ver que no nos podían ver, procedimos a quitarnos los pantalones; luego ya mas cómodos con nuestros calzoncillos pasamos nuestras manos por debajo de ellos y masajeamos cada uno el miembro del otro. Me lance a besar a Juan en la boca y así estuvimos un rato, paladeando nuestras lenguas con suavidad, hasta que retire la mano de Juan, que con su movimiento estaba a punto de correrme. Su polla ya tenia el tamaño y grosor justos, sin ser grande resultaba deliciosa para mi, y con cuidado le baje el slip y me la lleve a la boca. Primero con besos, luego con chupetones en su glande, subiendo y bajando su pellejo. . . no pasó mucho hasta que noté el liquido preseminal en mi boca. Juan quiso retirarme porque veía que se venía, pero yo le apreté con fuerza y seguí comiéndome sus huevos, que tenían poco pelo y resultaban grandes y blanditos. Juan suspiró sonoramente de placer, lo que me hizo asustarme por si lo habían oído, pero era falsa alarma. Con más lentitud seguí comiendo, procurando no tocar su pene, subiendo por las ingles y la cara interior de los muslos. Juan no podía aguantarse y me pedía que parara, su corazón le latía a mil, y yo era victima de una terrible excitación. Tomemos aire los dos y nos detuvimos. "Jose, déjame a mi un rato", me dijo. Me sacó la camiseta y comenzó a comerme los pezones, el pecho, el cuello. . . con una mano me tocaba los muslos por dentro, lentamente, llevando sus dedos hacia mi ano, haciéndome estremecer. Yo le acariciaba su espalda, sus tetas, que tenia duras, llevaba mi mano a su polla, que se mostraba medio erecta, rezumando jugo, pero el me la retiraba. No podía más, le pedí que me corriera de una vez, que estaba a mil, y él, solicito, me bajo el calzón y chupo mi tranca, al principio lento, luego con un movimiento que me recordaba al de las pajas, con la mano me tocaba los huevos, el culo. . . a los treinta segundos noté como me venía, pero no pude avisar y me corrí dentro de su boca. . . él la retiro al principio pero luego la volvió a poner, y en mi éxtasis perdí la visión, lo veía todo negro. . . mientras mi miembro se deshinchaba Juan seguía lamiendo mi semen. . . cuando se me quedo pequeñita, echó mano de un clinex y me limpió bien. Intente disculparme por la corrida pero él no me dejó. "yo hace mucho que no me vengo, así que a lo mejor me pasa igual. Yo me haré una paja. . . "Al principio lo dejé que se masturbara él solo pero no lo iba a dejar: me llevé su polla a mi boca y le hice lo mismo que él a mi. Como a mi me cabía toda en la boca, pude chuparla toda a la vez, dándole vueltas dentro de mi boca, intentando a veces meter también los huevos. . . Juan estaba aguantando bien, aceleré el ritmo y al poco Juan hacía el aman de apartarme, empujándome la cabeza. Al ver que no me quitaba ni le hacía caso se rindió y se corrió espectacularmente entro de mi boca. Debo reconocer que me sorprendió, no esperaba tanta leche, y al rato tenia la boca llena y no podía tragarla toda, la deje caer sobre su pelvis y una vez Juan se acabó de correr la lamí y limpié lo mejor que pude.
Todo había acabado, los dos estábamos jadeando y sudando, juntos, disfrutando del placer. Seguimos así, desnudos y sentados, acariciándonos los sexos, el pecho, besándonos suavemente. . . Juan estaba muy feliz y yo recuperaba poco a poco las fuerzas, mi pene volvía a crecer. "Quieres otra?" me pregunto. Empezó a masturbarme con una mano, con las dos, luego mientras me chupaba los pezones, me besaba. . . me corrí otra vez sobre su mano, luego entre los dos limpiamos, y mientras cuchicheábamos me entretenía chupando sus huevos, su ahora pequeña polla, que no se podía volver a levantar, los pelos. . . Ya saciados, pasé el resto de la noche saciando mi curiosidad por los cuerpos maduros, Juan me dejaba tocar todo, exploré su culo. le di lametones y ambos lamentemos no poder hacer nada por experimentar una penetración, era imposible sin levantar sospechas. Nos contentamos con juguetear ambos con los dedos en los anos, tocarnos. . .
Disfrutamos de nuestros cuerpos aun después de vestirnos. La gente despertaba y teníamos que ser discretos, pero las manos nos traicionaban, y los besos eran deliciosos.
El bus llegó a primera hora de la mañana al destino, Juan y yo nos separaríamos no sin antes cambiar teléfonos, direcciones, prometer que iría a verlo. . . habíamos hecho ante todo una bonita amistad. Juan tuvo el detalle de antes de separarnos, entrar conmigo a los aseos y hacerme una felación más, me moría de ganas. Tengo suerte de tener a un amigo así. . .
Ya estoy pensando en el próximo fin de semana que pueda escaparme a "esquiar"
Saludos, Jose Antonio