Un maduro para Jenny

La joven Jenny busca en su nuevo vecino orgasmos que calmen su ganas de sexo maduro.

Mi nombre es Jennifer, pero todos me llaman Jenny. Soy la esposa de un hombre con negocios en España y el extranjero , que pasa mucho tiempo sola, con la única compañía de un consolador y mis fantasías.

Todo comenzó cuando al chalet de al lado de casa se mudó un hombre maduro que me hizo perder el juicio, por cuanto todo en él, era sensualmente lo que yo había soñado encontrar para cometer un acto de infidelidad a mi marido, Iñaki, en una de sus cientos de salidas por trabajo.

El tipo era un autentico espectáculo, 1.80 m de cuerpo bien cuidado, ojos claros, labios carnosos, barba y pelo entrando en canas bien cuidado, elegante por naturaleza y con una sonrisa de esas que hacen que las bragas te lleguen al tobillo.

Cuando entraba en el club social de la urbanización, aquello se convertía en un gallinero. Desde la más jovencita a la mayor de las señoras, se daban codazos y empujones por sentarse en una mesa cerca de él o extender la toalla al lado de la suya y ver como ponía crema solar por todo su marcado cuerpo.

Una tarde en la que se encontraba en la barra del ambigú pidiendo, coincidí con él con toda la intención. Me ponía a mil estar cerca suya. Quería ver al hombre que cuando salía al jardín de casa, a escondidas desde mi ventana, utilizaba para hacerme un dedo en el coño a su salud.

Llegué a la barra y pedí un café sólo con hielo.

-Para mi un gintonic…y si me permite la señorita, yo pago su consumición.

Note como el calor me subía desde el coño a la cara, mis pechos se hincharon y los pezones se me pusieron duros y marcados en la camiseta de lycra que llevaba puesta.

-Jenny, verdad? Eres mi vecina, si no me equivoco.

-Muchas gracias por la invitación…y si, soy tu vecina.

-No había tenido ocasión de presentarme hasta ahora, yo soy…..

Levantándose se acercó, me dio un par de besos lentos y cálidos, como si me conociera de siempre, cerca de la comisura de los labios. Gracias a que llevaba un pareo puesto porque una descarga de flujo proveniente de mi coño fue a impactar contra el forro de la parte baja de mi bikini.

Estuvimos el tiempo del café y el gintonic charlando de cosas que ni recuerdo. Estaba nerviosa como una colegiala, caliente como una perra y excitada como una puta viciosa. A cada una de sus sonrisas, notaba como mi clítoris empezaba a latir y si hubiera podido, allí mismo me habría abierto de piernas y me hubiera pajeado como su fuera el fin de mis días.

Sabía que estaba siendo la mirada de envidia de todas las mujeres del club, que empezarían a murmurar sobre mi, pero me daba absolutamente igual que me tacharan de puta, por ese hombre, puta no…REPUTA!!!

Siguieron pasando los días y aprovechaba cada ocasión que el salía al jardín de su casa, para escondida tras las cortinas, deslizar mi mano por el interior de mis braguitas y frotar suavemente mi clítoris imaginando que era la lengua de mi maduro que me lamia y castigaba de placer mi vagina rezumante de jugos...me estaba volviendo loca de lujuria.

Una noche sin esperármelo, todo saltó por los aires. Mi maduro salió al jardín vestido con un albornoz y una copa en la mano, abrió una tumbona y la orientó hacia mi casa. Se dejó caer sobre ella y bebiendo un sorbo de su copa, miró hacia la ventana de mi dormitorio y abriendo con suavidad la cinta del albornoz, comenzó a masturbarse. Yo no podía creer lo que estaban viendo mis ojos!!!

Con la vista fija en mi ventana, subía y bajaba una y otra vez su mano por la verga mientras sonreía y daba pequeños sorbos a su copa. Aquel aparato poco a poco fue alcanzando la dureza y tamaño que mi coño estaba pidiendo a gritos desde hacía mucho tiempo.

Durante algunos minutos seguí viendo el espectáculo gratuito que me ofrecía mi maduro con una mano pellizcando mis pezones y con la otra palmeando mi clítoris. Fantaseaba con tener esa polla entre mis manos, en mi boca, en mi coño…

Sin saber como había llegado hasta allí, estaba llamando a la puerta de casa de mi maduro, el cual al abrirme, me dijo:

-Te esperaba hace tiempo.

Tendiéndome su mano, cogió la mía y me hizo pasar.

No habría dado ni tan siquiera dos pasos, cuando sentí sus fuertes brazos rodearme por detrás y recogiendo mi pelo hacia un lado, comiendo mi cuello, comenzó a susurrarme…

-Mi hermosa Jenny, estaba deseando tenerte a mi lado, para darte todo el placer que te provocas a solas pensando en mi…ahora vas a disfrutar de verdad.

Apoyándome sobre la pared, levantó mi falda y comenzó a restregar su verga entre las cachas de mi culo. Aquel recorrido, provocó que de mi chochito caliente comenzaran a brotar jugos blanquecinos, que lubricaban el recorrido de esa rica polla.

Ummmmmm, que placer me estaba dado aquel semental y todavía no me había penetrado!!!

Inclinándome sobre un brazo de su sofá del salón, comencé a sentir como poco a poco la cabeza de su verga se abría camino por mi empapado coño…uffffffff, que gusto me estaba dando aquel maduro hijo de puta. Su polla entraba y salía una y otra vez, muy lentamente, hasta el fondo, podía notar sus cojones topar con mi clítoris. La forma de su verga, hacía que constantemente sintiera estimulado mi punto G, por lo que, estaba empezando a sentir que una cascada de orgasmos estaba llegando sin control alguno, desde el fondo de mi coño.

Amor no pares, sigue por favor, dámelo, no pares!!!…le suplicaba con la voz entrecortada por el placer, el me miraba y sonreía. Vamos mi semental apaga la lujuria de mi coño de perra…ya no se lo que digo…fóllame cabrón, fóllame…haz que no pueda cerrar las piernas en una semana…vamos, vamos, quiero mas rabo, dame mas rabo!!!

Yo gemía y lloraba lágrimas de placer, mientras aquel taladro de carne ardiente no paraba de entrar y salir…me quemas por dentro mi semental, me quemas por dentro!!!!...así, duro, dame más duro, asi, así, así…lo noto, lo tengo ahí, dame un poco más, más fuerteeee!!!

Sus manos pellizcaban y tiraban de mis pezones provocándome una mezcla de placer y dolor que hacían que junto con la dureza y temperatura de aquella pieza de carne desmesurada, mi coño estuviera derritiéndose en forma de jugos chorreando por mis piernas.

Una cachetada en mi culo y un embiste de aquel rabo que casi me parte por la mitad, provocó que mis ojos quedaran abiertos mirando al vacío, mi boca desencajada y mis piernas y coño se pusieran a temblar como si tuviera un terremoto entre las piernas.

Sentí como una manguera a presión descargando en mi interior litros de semen que rebosaban por los laterales de mi coño dejando manchado todo el sillón y el suelo que nos rodeaba.

Abatida me dejé caer sobre el sofá mientras mi maduro, sin sacar su verga de dentro, quedaba a mi lado besando mi nuca y masajeando mis tetas.

Este fue el inicio de otras muchas noches entre Jenny y su maduro…que si quiere ella, seguiré contando.