Un macho alfa y una nuera caliente y necesitada
Roberto, un macho Alfa en toda regla, intuye que su nuera, aparentemente fría, es una mujer ardiente y muy necesitada, por lo que comienza a cercarla hasta que ésta cede y pone a su disposición todos sus encantos.
Elisa es una mujer de posición acomodada, Carlos, su esposo, es directivo de una multinacional con sede en Madrid, al tener un elevado sueldo ella no trabaja y dedica el tiempo a cuidar de su hijo de un año y a mantener su cuerpo en forma en el gimnasio, se crió en una familia conservadora y nunca le faltó de nada, por lo que podría decirse que es una mujer “estirada” que mira a los demás por encima del hombro. Con 32 años es la típica mujer que hace girar la cabeza a los hombres cuando se cruzan con ella, su cuerpazo escultural, 170 cm de altura, 98 de pecho, 92 de cintura y 100 de caderas, hacen que se sienta atractiva y segura y cree controlar todo lo que sucede a su alrededor.
La madre de su esposo se llama Marian y se quedó viuda hace unos años, aunque ha vuelto a casarse con otro hombre llamado Roberto. Éste es el segundo protagonista de esta historia, a pesar de tener cincuenta años se mantiene en forma, tiene cuerpo atlético y bien formado, es el típico macho Alfa que lo controla todo y nada pasa desapercibido para él.
Viven en otra ciudad distinta a la de Elisa, por lo que solo se ven en navidad o verano, esto le resulta cómodo a ella porque no le gusta el ambiente que se respira en casa de sus suegros, son muy liberales, pasean por la casa semidesnudos y en ocasiones se exceden con las muestras de cariño, lo que a ella le resulta bastante violento al no estar acostumbrada por su educación conservadora, por otro lado, cada vez que está con su suegro, éste la impone y pierde toda la confianza que tiene en si misma y se siente permanentemente examinada e indefensa ante él.
Se aproximaban las navidades y Elisa iba a desplazarse con Carlos y su hijo a casa de sus suegros. Esto produjo una riña entre ambos porque ella quería ir a un hotel y su esposo no accedía, le parecía mal despreciar al invitación de sus padres de que fuesen a su casa y, aunque ésta era pequeña y solo tenía una habitación libre, el niño podía dormir en ésta y ellos dos en el sofá cama del salón, al fin y al cabo solo eran tres noches.
Elisa como castigo decidió dejar sin sexo a su esposo hasta la vuelta de las vacaciones, además, tampoco era algo que a ella le llamase especialmente la atención, a parte de un noviete que tuvo antes de casarse y con el que no llego a acostarse, Carlos era el único hombre con el que había mantenido relaciones sexuales y nunca había disfrutado de ellas, no al menos como le contaban sus amigas que lo hacían.
El 23 de diciembre se desplazaron a la ciudad de sus suegros y, al llegar, estos les recibieron con muestras de cariño. Elisa notó especialmente cariñosos a su suegro, quien, al darle los dos besos de rigor, aprovechó para deslizar las manos por su espalda hasta posarlas sobre su culo y apretarlo con total descaro.
Al notar las manos en su trasero un escalofrío recorrió su cuerpo y vio como sus pezones se erguían marcándose a través de la blusa, inmediatamente se fue al baño avergonzada, no quería que nadie se diera cuenta, se miró en el espejo y comprobó como sus pezones pugnaban por atravesar el sujetador y se marcaban poderosos en su blusa. – Joder, solo me ha rozado y ha conseguido que me excite como nunca. – Al pensar esto desabrochó la cremallera de su vaquero y metió la mano bajo su braguita. – No puede ser, estoy húmeda. – Miró los dedos y comprobó que estaban impregnados en sus flujos, no podía creerlo, si el sexo para ella no tenía ninguna importancia por qué le había pasado esto con su suegro. A partir de ese instante y en su papel de mujer controladora solo pensó en devolverle la pelota – Me has calentado y esta noche te la voy a devolver. – Con su esposo lo hacía a menudo, cuando discutían le provocaba y luego le dejaba con las ganas, le gustaba tener el control, disfrutaba dominando a su marido y ahora iba a hacer lo mismo con su suegro.
Esa noche Carlos había quedado con sus amigos de la Universidad para cenar y recordar viejos tiempos, por lo que a Elisa le tocó quedarse con el niño y con sus suegros. Roberto propuso salir a tomar unos vinos antes de cenar y Elisa decidió vestirse muy atractiva para la ocasión, quería impresionar a su suegro y demostrarle lo que ella valía, primero eligió la lencería y se puso un sujetador de encaje negro con las copas bordadas y una braguita brasileña tipo tanga a juego, se miró en el espejo y se vio impresionante, sus grandes tetas se veían majestuosas y casi se salían del sujetador. – Ahora va a ver Roberto quien soy yo, va a desear mis pechos pero no va a poder tocarlos ¡Qué se fastidie! Pensó – Después miró la braguita y vio como apretaba sus cachetes y se ajustaba a su vulva, era tan diminuta que casi se metía entre sus labios. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara.
A continuación eligió la ropa, quería ir seductora, ni muy recatada ni demasiado insinuante, se puso una minifalda negra de tablas y una blusa rosa de organza transparente, se miró de nuevo en el espejo y se vio soberbia. Entonces pensó en lo que hacía y se dio cuenta que se estaba vistiendo así para su suegro, ¿Qué es lo que pretendía? ¿Impresionarle? ¿Excitarle? No lo tenía claro pero sabía que hoy quería ir rompedora, se puso los zapatos de tacón de aguja y un abrigo negro y salió al salón donde la esperaban sus suegros con el niño.
Roberto al verla se quedó helado, su nuera, que ya era bastante alta, con los zapatos de tacón, su estilizado cuerpo, la blusa que transparentaba un sujetador que apenas podía contener sus enormes tetas y una faldita que cubría mínimamente las largas y bellas piernas, tuvo claro que tenía ante él un autentico monumento. Pensó – ¡Joder que polvos tiene que echarte tu marido cabrona! –
Salieron a dar un paseo y entraron en un restaurante, como las mesas estaban ocupadas se acomodaron en unos taburetes altos en la barra, cuando Elisa fue a sentarse Roberto comenzó a reírse por dentro y fijó su vista en el asiento de su nuera, ésta no sabía como sentarse en el taburete, la minifalda tan corta que solo le daba dos opciones, o abría las piernas para apoyar los pies en los resaltes laterales, con lo cual mostraba el interior de su falda dejando a la vista su braguita, o se ponía de lado y las cruzaba dejando a la vista su estupendo muslo y el comienzo de su cachete, nerviosa y viendo que ya todos estaban ubicados, eligió la segunda.
Miró a su suegro y comprobó que éste no dejaba de mirar su pierna, se sentía desnuda e intentó tirar de la faldita para cubrir más el muslo, pero era imposible, así que se rindió y permitió que él diera un buen repaso a sus piernas. Mientras tomaban un vino su suegra habló de lo feliz que era con Roberto, después de perder al padre de Carlos había pasado una crisis muy mala, pero ahora junto a él se sentía plenamente feliz, lo malo es que desde hacía unos meses su relación se había complicado debido a que ella no podía mantener relaciones sexuales por una infección que le estaba dando muchos problemas, y como él era muy activo lo estaba pasando realmente mal. Elisa se sintió un poco incomoda al tratar este tema, pero ya sabía de antemano que sus suegros eran así y hablaban de estas cosas con total libertad.
Pasado un rato, entre la agradable conversación, el calor del local y los efectos de las tres copas que llevaba, Elisa se fue relajando hasta el punto de que sin querer deshizo el cruce de piernas y las separó. Roberto se percató de inmediato y fijó la vista en el hueco entre sus piernas, estaba frente a ella y ahora podía ver con claridad el triangulo de su braguita negra, esto le excitó sobremanera y pensó en cómo conseguir llegar a ella, su objetivo desde ya era acceder al interior de esos muslos, que imaginaba suaves y cálidos, y subir por ellos hasta tocar esa braguita, y lo que es más, acariciar el tesoro que se escondía bajo esa fina tela.
Elisa se percató que su suegro no dejaba de mirar el hueco de su falda y estuvo tentada de cerrar las piernas, pero algo se lo impidió, sintió una tremenda excitación y de forma instintiva y muy despacio las abrió un poquito más, no sin antes asegurarse de que su suegra no podía verla ya que estaba sentada junto a ella. En un instante cruzó la vista con su suegro y de forma impulsiva bajó una mano, la puso sobre su muslo y se acarició la cara interna de éste subiendo hasta el borde la faldita, al hacerlo pudo observar como bajo el pantalón de Roberto crecía su pene de forma incontrolable mostrando una tremenda erección, una sonrisa de triunfo se dibujo en su rostro. – Ya lo he conseguido, ahora te fastidias. –
Roberto vio como su nuera separaba las piernas y se acariciaba el interior del muslo, ahora tenía una visión completa del triangulo de la braguita, miró fijamente y pudo percibir una machita en la tela. – ¡Que zorra! ¡Está cachonda! Ya sabía yo que a esta pija le iba la marcha. – De un salto bajó del taburete y se puso junto a su nuera, tomó una copa de vino con una mano y pasó la otra por su espalda.
ROBERTO.- Creo que ha llegado la hora de brindar. ¿No os parece?
Mientras su esposa y su nuera cogían las copas, él miró hacia atrás y vio que había un grupo de hombres de espaldas a ellos y ninguno podía verle, entonces bajó la mano por la espalda de su nuera hasta llegar al culo, lo apretó con fuerza y pasó la mano al otro cachete apretándolo igualmente, con toda tranquilidad deslizó la mano libremente por el estupendo culo de su nuera sin que ésta fuese capaza de oponer resistencia. – Así me gusta zorrita, ahora levanta un poco ese culazo. – Sin decir palabra metió la mano entre el culo de su nuera y el asiento y tiró de ella hacia arriba y hacia atrás, ésta de forma instintiva se elevó un poco en el taburete y se sentó de nuevo sacando parte de sus nalgas por la parte trasera del asiento.
Elisa no podía creerlo, a su pequeña provocación Roberto había respondido de una forma que no era capaz de controlar, estaba tocando su culo descaradamente y se sentía desarmada, no sabía cómo evitarlo, es más, ni podía ni quería hacerlo, estaba completamente excitada y le gustaba sentir la mano de su suegro acariciando su trasero. Al ver como él la guiaba con su mano para que se echase hacia atrás en el taburete, no lo dudó ni un momento y obediente se sentó sacando casi la totalidad de su culo por detrás del asiento ofreciéndoselo para que pudiera tocarlo a conciencia.
Roberto lo tuvo claro, ahora su nuera acababa de darle su consentimiento y no iba a perder la oportunidad, de forma disimulada tiró de la falda hacia atrás, su nuera se elevó un poquito y la faldita se liberó colgando por detrás del asiento, Roberto metió la mano bajo la falda y por fin pudo tocar la suave piel de su nuera, en señal de triunfo apretó con rabia sus cachetes, notó como ella se revolvía ligeramente en el asiento pero no por ello cedió, al contrario, los acarició suavemente y de pronto los apretó con rudeza, como si quisiera hacer daño a su nuera, ésta apretó los labios pero no emitió queja alguna.
Elisa era incapaz de controlarse, sentía como las manos de su suegro se deslizaban por su trasero acariciándolo unas veces y castigándolo otras, pero excitándola y haciéndola disfrutar con cada una de ellas, sabía que debía poner fin a aquello, no por el dolor que sentía en algún momento, sino porque no estaba bien lo que estaban haciendo, sus convicciones y su educación así se lo decían, pero su mente pedía una cosa y su cuerpo otra muy distinta, era incapaz de hacerlo, estaba sintiendo algo que era incapaz de describir y la ponía fuera de si, notaba su braguita húmeda y eso la excitaba aún más, entonces percibió como su suegro metía uno de los dedos en el surco entre sus nalgas. – ¿Qué pretende hacer? – Sintió miedo y se apretó contra el asiento, pero Roberto la pellizcó con fuerza y ella se elevó de inmediato, lo que aprovechó su suegro para meter la mano entre el asiento y su trasero. Éste se aproximó a su oído y susurró unas breves palabras.
ROBERTO.- Levanta un poco el culo, Zorrita.
Roberto vio la cara de sorpresa de su nuera al oír sus palabras, pero también vio como acto seguido ésta apoyaba las manos en el taburete y se elevaba lo justo para dejarle espacio a él, sin esperar un segundo metió un dedo en el surco de las nalgas y lo deslizó hasta llegar al ano de su nuera, al acariciarlo pudo percibir como ella temblaba, pero aun así seguía manteniéndose separada del asiento para que él pudiera mover la mano a su antojo. Comenzó a hacer círculos con el dedo alrededor del estrecho anillo marrón de Elisa, presionó sobre él e intentó penetrarlo pero era imposible, no estaba lubricado y se notaba que ella apretaba para impedírselo. Entonces oyó como su esposa decía que iba al baño.
Elisa se encontraba totalmente acalorada, la mano de su suegro había acariciado su culo hábilmente y ahora podía sentir ese dedo hurgando en su orifico anal, y todo por su culpa, porque había sido ella misma quien le había provocado primero y cedido al deseo de su suegro después al incorporarse en el asiento para que él metiese la mano bajo su trasero. – ¿Qué hago? Esto no está bien. – No sabía como actuar, estaba excitadísima y no deseaba poner fin a aquella situación, pero tenía miedo. ¿Que pretendía su suegro? ¿Iba a penetrarla analmente con el dedo? – Ni pensarlo, eso está mal, es una guarrería y no lo voy a consentir, no lo he hecho con mi esposo así que menos se lo voy a permitir a este depravado. – Hizo un ligero movimiento de caderas para sacudir la mano de su suegro y se dejó caer un poco, al hacerlo, y por sorpresa, sintió como la yema del dedo presionaba su esfínter, éste cedía levemente y el dedo penetraba ligeramente en su ano, si quererlo se le escapó un leve gemido.
ELISA.- Ummm.
Su suegra en ese mismo instante se incorporó para ir al baño, por lo que no se percató de lo que acababa de pasar a su lado, Elisa aprovechó para sacudir la mano de su suegro rápidamente.
ROBERTO.- ¿No me digas que no te ha gustado?
ELISA.- Eres un sinvergüenza, te has aprovechado de que no quería montar un escándalo delante de tu esposa.
Roberto se rió sin disimulo.
Con sus palabras, Elisa había intentado justificarse ante él y al mismo tiempo convencerse a si misma de que lo que había dicho era cierto, aunque sabía que no era así, ella había sido cómplice de todo lo ocurrido y además había disfrutado haciéndolo. Se levantó y se acercó al cochecito del niño para ver que tal estaba, al darse la vuelta se encontró con su suegro pegado a ella.
Roberto vio como su nuera iba a mirar a su niño en el cochecito y la siguió, cuando ésta se giró se encontró pegado a su pecho, entonces pudo comprobar el grado de excitación de ella, a través de la blusa se adivinaban dos pezones que destacaban claramente en el sujetador, eran como dos enormes garbanzos marcándose en la blusa transparente.
Miró a su alrededor y comprobó que el grupo de hombres que estaban a su lado seguían sin prestarles atención, sin dar tiempo a que su nuera reaccionara se pegó más a ella y metió una mano bajo su falda, con rapidez la deslizó entre sus piernas hasta tener contacto con su braguita, ágilmente metió un dedo y acarició su vulva por encima de la telilla, pudo comprobar entonces que la braguita estaba completamente empapada. Su nuera hizo un intento de separarse, pero él la sujetó del brazo con la otra mano al tiempo que apartaba la telilla de la braga y deslizaba el dedo entre los labios vaginales húmedos e hinchados.
Elisa sintió una mano entre sus piernas y sin poder hacer nada para evitarlo comprobó como ésta ya estaba acariciando su sexo por encima de la braguita, intentó separarse pero el brazo de su suegro la sujetó con firmeza impidiéndoselo, entonces notó como esos dedos exploraban su sexo y se hundían ligeramente en el surco entre sus labios. El enorme placer que esto la producía hizo que temblara y casi no pudiese mantenerse en pie, cuando pensaba que iba a caerse vio como su suegro la sujetaba con fuerza.
ROBERTO.- Apóyate en el taburete, coge la copa de vino con la mano y disimula.
Así lo hizo, se apoyó en el taburete mientras los ágiles dedos de su suegro se movían a placer entre los pliegues de su sexo, notaba como recorrían una y otra vez su vulva y penetraban ligeramente en su vagina, después sintió como uno de ellos descubría su clítoris y comenzaba a acariciarlo circularmente, en ese instante las piernas la temblaron y tuvo la sensación de que se meaba, por su sexo fluía liquido sin parar, sentía vergüenza y rabia al notar como éste se deslizaba por el interior de sus muslos sin que pudiera controlarlo, estaba demostrando a su suegro que le gustaba que la tocase, era algo imperdonable, pero el placer era tal que se mantuvo en silencio sujetándose con fuerza al taburete, miró de reojo a su suegro y vio como él disimulaba sonriendo y mirando hacia el baño por si regresaba su esposa.
Roberto tenía a su nuera donde él quería, estaba indefensa y era un juguete en sus manos, con los dedos penetraba descaradamente su coño empapado y al acariciar su clítoris había visto como ella reaccionaba separando las piernas para facilitarle el acceso, su sensación de dominio era total, percibía como Elisa se agarraba con fuerza al asiento con respiración acelerada al tiempo que notaba como sus dedos se impregnaban con los flujos que salían incesantemente de su sexo.
ROBERTO.- Así que soy un sinvergüenza y no has querido montar un número por Marian. Ella no está aquí. ¿Quieres montarlo ahora?
Elisa era incapaz de hablar, bastante tenía con controlar su respiración y acallar los gemidos que querían salir de su boca.
ROBERTO.- ¡Vamos! Contesta.
ELISA.- No.
ROBERTO.- ¿No? ¿No qué? ¿Quieres que pare?
ELISA.- No, por favor, no pares.
Roberto sonriente siguió acariciando el clítoris de su nuera mientras con otro dedo penetraba violenta e incesantemente su vagina. Elisa esperaba ansiosa cada penetración y empujaba sus caderas hacia arriba al tiempo que apretaba el culo para amortiguar las embestidas. Estaba probando un tipo de sexo desconocido para ella, su suegro la había llamado zorra, había intentado penetrar su ano y ahora la estaba follando violentamente con sus dedos, y en lugar de rechazarlo estaba disfrutando. Sin poder contenerse sintió como iba a correrse y se agarró con fuerza a su suegro.
ROBERTO.- ¿Vas a correrte ya Zorrita?
Apretando la boca con fuerza para contener los gemidos asintió con un movimiento de cabeza.
ROBERTO.- Así me gusta, córrete mi niña, no te controles, córrete a gusto.
ELISA.- Ummm, ummm. Ha sido bestial.
ROBERTO.- ¿Te ha gustado?
Al escuchar a su suegro Elisa se dio cuenta de lo que había hecho, no era posible, una mujer de su condición y estatus permitiendo eso – ¡Dios! Esto no puede estar pasando. ¿Cómo es posible? –
ELISA.- No, no puede ser, no deberíamos haber hecho esto, no vuelvas a tocarme nunca.
Elisa vio como su suegro sacaba la mano del interior de su falda con rapidez y se sentaba en su taburete, al instante llegó su suegra, como pudo se acomodó la braguita y estiró la falda. Después siguieron hablando y tomando vinos con normalidad, aunque ella seguía pensando en lo ocurrido y en lo imperdonable de su actitud, sin darse cuenta había abierto las piernas y su suegro podía observar con detenimiento lo que antes ya había tocado.
Roberto miró a su nuera y vio como está separaba las piernas involuntariamente ofreciéndole una perfecta visión de su braguita, en ella se observaba una enorme mancha que cubría la telilla, por el interior de las piernas se veían igualmente las gotas del flujo que habían salido de su sexo y se deslizaban por sus muslos.
Poco después regresaron a casa y vieron la televisión, pasado un rato, Roberto y Marian se fueron a la cama y Elisa acostó al niño en la habitación, volvió al salón y dejó la puerta entreabierta para poder escucharle si la llamaba, montó la cama en el sofá y como Carlos aún no había vuelto de su cena se acostó.
Un par de horas después a Elisa la sorprendió un ruido en el pasillo, se incorporó y vio que la puerta del baño estaba entreabierta y tenía la luz encendida, pensó que podía ser su esposo que ya había regresado de la cena, así que se levantó sigilosamente para verle, se aproximó al baño y al mirar por la rendija de la puerta vio con sorpresa que era su suegro quien estaba allí, se encontraba desnudo, sentado en la taza del retrete con los ojos cerrados y masturbándose.
Era la primera vez que veía a un hombre en estas circunstancias, para ella esto era algo impensable, si hubiese pillado a su esposo haciéndolo no le hubiese hablado en muchos días. Cuando era joven sus amigas decían que lo hacían a menudo, pero ella nunca había sentido la necesidad de tocarse y no entendía que Roberto lo hiciese. En ese momento sintió un escalofrío al recordar como su suegro la había tocado en el restaurante, solo de pensarlo notó como su sexo se humedecía, era la primera vez que acariciaban su clítoris para masturbarla y había sido algo explosivo, imposible de describirlo, era el mejor orgasmo que había tenido en su vida y se lo había dado su suegro.
A pesar de ello, la imagen de su suegro desnudo moviendo rítmicamente la mano a lo largo de su pene la produjo una gran curiosidad y además la excitó terriblemente. Se quedó unos instantes observando pero por miedo a que la viese se fue de nuevo al salón, se tumbó en el sofá mirando de reojillo en dirección al pasillo y esperó para observar a Roberto cuando saliese del baño. Pasados unos minutos vio como salía y se paraba en la puerta mirando en dirección a donde ella se encontraba.
Como sus suegros tenían la calefacción encendida todo el día, en la casa hacía mucho calor, por ello, Elisa dormía tan solo con una braguita y un camisón cortito. Al notar la presencia de su suegro se giró rápidamente para que no pudiera ver que estaba despierta, pero al hacerlo arrastró las sabanas sin querer.
Desde la puerta y con la tenue luz del pasillo, Roberto pudo ver con claridad las largas y esbeltas piernas de su nuera que finalizaban en un redondo y prominente culo, cubierto exclusivamente por unas diminutas braguitas de color blanco que no dejaban nada a la imaginación.
Elisa esperaba que se fuera para poder taparse y al mismo tiempo recuperarse de la excitación que recorría su cuerpo, pero en lugar de ello vio como Roberto se aproximaba al sofá, se arrodillaba en el suelo y con mucho cuidado posaba una mano sobre su pierna. No sabía que hacer, su conciencia le decía que debía darse la vuelta, decirle que era un guarro y apartar su mano, pero por otro lado, si lo hacia podía despertar a su suegra y sentía miedo del escándalo que se produciría al verles discutir, por lo que prefirió esperar pensando que se iría inmediatamente.
En contra de lo que esperaba, Roberto fue ascendiendo la mano por el contorno de su pierna hasta alcanzar su culo, el movimiento era lento, suave y en ella causaba un efecto relajante que no le permitía moverse ni emitir queja alguna. Para su sorpresa, la mano se deslizó entre sus piernas y acarició levemente el interior de sus muslos rozando la braguita, lo que produjo en ella un escalofrío que la hizo temblar de excitación y nerviosismo, acelerando al mismo tiempo su respiración.
Roberto vio como su nuera temblaba al sentir el contacto de su mano y comprendió que estaba despierta, así que aumentó su osadía y se levantó del suelo tumbándose en la cama detrás de Elisa, poco a poco se aproximó a su cuerpo hasta que notó que su polla se apretaba contra el suave trasero de ella.
Elisa vio como Roberto se tumbaba junto a ella y apretaba su miembro erecto contra su culo al tiempo que apoyaba la mano en su cintura y la deslizaba poco a poco en dirección a su pubis. – ¿Qué hago? –Sabía que debería apartarle pero su cuerpo la incitaba a apretarse más contra él, los suaves movimientos de su suegro habían logrado que su pene se ajustase a la hendidura de su trasero y ahora podía sentir todo su poderío, antes en el baño le había parecido que era grande, pero ahora estaba segura de ello, el miembro de su suegro era mucho más grande que el de su esposo o el del primer novio que tuvo.
Roberto mantenía un suave movimiento frotando su polla contra el suave y torneado culo de su nuera, disfrutaba sintiendo como su verga se deslizaba adelante y atrás entre las nalgas de ésta hasta que segundos después y con enorme satisfacción vio como ella comenzaba a moverse al mismo ritmo. Era evidente que le gustaba. – Esta zorrita está necesitad de una buena polla. – Ahora ya, sin vacilación, introdujo la mano bajo la braguita y acarició el vello púbico, después movió sus dedos en busca del clítoris de su cuñada y comenzó a pajearla.
Elisa, al notar el contacto de los dedos en su clítoris, perdió el control y ya no era consciente de sus actos, sin pensarlo llevó la mano atrás buscando el miembro de su suegro, necesitaba tocarlo, quería comprobar su tremenda erección.
ROBERTO.- ¿Te gusta? ¡Tócala! Seguro que nunca te han follado con una como ésta.
Roberto, con un movimiento rápido, cogió la braguita y tiró de ella arrancándosela, enseguida colocó la polla entre las piernas de su nuera y comenzó a frotarla contra la vulva hinchada y húmeda. Ésta al notarlo soltó un quejido de placer y se abandonó a los deseos de su suegro, había pasado de ser una hembra fría y controladora a una mujer sumisa y deseosa de sexo. La polla de Roberto recorría repetidamente el surco de su vulva, avanzaba hasta el clítoris y después lo deslizaba hacia atrás hasta llegar al perineo, en ocasiones paraba y presionaba levemente metiendo el capullo entre los labios vaginales para después sacarlo y volver a recorrer el mismo camino.
Elisa notaba como esa deseada polla se frotaba contra su sexo húmedo y ella se movía cuanto podía para facilitarlo, cuando advertía que la cabeza del miembro estaba a la entrada de su vagina empujaba las caderas hacia atrás intentado que la penetrase, pero no lo conseguía, su suegro la sacaba y volvía a torturarla con ese movimiento que estaba volviéndola loca. Por fin vio como su suegro la obligaba a separar las piernas y llevaba la polla a la entrada de su ya empapado coño.
ROBERTO.- ¿La quieres? ¡Pídemela!
Elisa deseaba tenerla dentro, ansiaba ser follada por esa enorme polla que jugaba entre sus labios y no acababa de penetrarla, pero tenía vergüenza, ella no era así, no podía pedirle eso. – No puedo pedírselo, una mujer decente no lo hace, pero necesito que me la meta ya. ¡Quiero que me folle! – Al notar que su suegro se echaba hacia atrás y retiraba el miembro de su húmeda cueva, de sus labios salieron las palabras que nunca hubiese imaginado que pronunciaría.
ELISA.- ¡¡¡Métemela por favor!!! Necesito sentirla dentro.
Roberto, con un movimiento de cadera, se la clavo hasta lo más profundo de su vagina y empezó un movimiento salvaje, al mismo tiempo, con la mano la agarró con fuerza de la cadera obligándola a empujar hacia atrás buscando de este modo que la penetración fuese más acompasada y su polla se encajase totalmente en su deseado coño.
Elisa sintió como una ola de calor inundaba su cuerpo, ahora tenía la polla de su suegro penetrándola una y otra vez y notaba con sumo placer como ese miembro se ajustaba por completo a las paredes de su vagina, su cuerpo reaccionaba de forma descontrolada cada vez que esa gruesa y venosa verga se deslizaba en su interior y hacía que ella empujase sus caderas hacia atrás buscándola con desesperación, su suegro estaba consiguiendo hacerla pasar del dolor al placer a cada momento.
Roberto acariciaba su clítoris mientras la follaba y notaba como su nuera ya no podía mas y estaba a punto de correrse, entonces se dio cuenta que aun no había tocado esas tetas que tanto le gustaban y tiró hacia arriba del camisón dejándolas a la vista, al hacerlo pudo comprobar que eran realmente grandes y de las pequeñas areolas marrones despuntaban dos erectos y duros pezones, alargó la mano y agarró una de ellas, primero con suavidad, recorrió todo su contorno y la masajeó, después pasó a apretarla con ansiedad.
Elisa vio como su suegro tiraba con fuerza y subía su camisoncito dejando sus pechos al aire, los miró y comprobó que eran fiel reflejo de su excitación, los pezones abultados la delataban, entonces comprobó como Roberto los apretaba y retorcía con dureza, algo a lo que no estaba acostumbrada, tanto su novio como su esposo habían sido siempre muy dulces con ella, sin embargo su suegro la estaba haciendo daño, pero no podía decirle que parase, necesitaba que la poseyera con esa fuerza animal que estaba demostrando.
ROBERTO.- ¡Joder! No sabes cuantas veces he soñado con follarte, siempre me han vuelto loco tus tetazas. Me encanta follar este coñito de Zorra que tienes.
Elisa escuchaba sus palabras y aún se excitaba más, nadie la había hablado nunca así, oía lo que decía su suegro mientras éste taladraba su coño sin parar, pero le daba igual estaba sintiendo un enorme placer y quería disfrutarlo hasta el último segundo.
ROBERTO.- ¿Te gusta que te folle? ¡Zorra!
Como no respondía, Roberto retorció su pezón con fuerza.
ELISA.- Uffff. Siii. ¡¡¡Fóllame!!! Me encanta.
Roberto la sujetó con fuerza y aceleró sus embestidas, su polla se clavó literalmente en el coño de su nuera.
ELISA.- Ummmm, ¡¡¡¡Me voy a correr!!!! Fóllame con fuerza, así, así me gusta.
Al oír esto, Roberto se excito más y la folló con violencia hasta que acabó corriéndose en el interior del coño dolorido de su nuera.
ROBERTO.- ¡Joder! Eres realmente una buena Zorra, no sabes cuanto necesitaba metértela bien adentro y correrme en tu coño.
ELISA.- Ufffff. Ha sido estupendo, pero prométeme que esto no va a volver a suceder. Por favor, prométemelo.
Roberto no contestó, se limitó a acariciar sus tetas, le encantaba tocarlas y apretarlas entre sus dedos.
ELISA.- Ahora debes irte, Carlos puede volver en cualquier momento y no debe encontrarte aquí.
Roberto se levantó y se fue a su cama. Mientras, Elisa no podía dormir, por un lado los remordimientos no la dejaban y por otro no paraba de pensar en el magnífico sexo que acababa de tener, nunca hubiese imaginado algo así, con su primer novio solo tuvo algún que otro tocamiento sin llegar a más y con su esposo los polvos eran siempre los sábados por la noche en la postura del misionero y la mayor parte de las veces no llegaba a correrse. Pensaba en ello cuando oyó abrirse la puerta de la casa, al comprobar que era Carlos que volvía de la cena, fingió estar dormida, por un lado sentía vergüenza por lo que había hecho, y por otro tenía miedo de que él intentase tocarla, aún tenía el semen de su suegro en el interior de su sexo y no podía permitir que su esposo intentase hacer el amor con ella en esas circunstancias.
La mañana siguiente fue un calvario para Elisa, tenía que estar con su suegro en casa y por vergüenza no podía ni mirarle a la cara, a pesar de ello, cada vez que se cruzaban en el pasillo o cuando estaba en la cocina ayudando a su suegra a preparar la comida, Roberto se aproximaba a ella y la rozaba con descaro, en alguna ocasión había palpado su trasero y lo había estrujado entre sus dedos mientras disimulaba contando alguna historia graciosa, cada vez que esto ocurría sabía que no podía enfadarse ni protestar, pero lo que más le dolía era que con cada roce sentía una gran excitación y una ola de calor recorría su cuerpo.
Por fin llegó la hora de la cena, la mesa estaba decorada con velas, todo estaba preparado y los cuatro fueron a vestirse para la ocasión. Elisa sacó el vestido del armario y nada más verlo se arrepintió de haberlo elegido, tenía que haber traído otro más discreto, era un vestido corto rojo ajustado, con la espalda desnuda y el escote en uve muy abierto. Cuando estuvo arreglada se miró en el espejo, el vestido se ceñía marcando su prominente culo respingón y por el escote se veían con demasiada claridad casi la mitad de sus pechos. – Dios mío! Así no puedo sentarme a la mesa. ¿Qué va a pensar Roberto? Que vergüenza cuando me vea. – Sin darse cuenta le habían subido los colores y tenia las mejillas enrojecidas.
CARLOS.- Guauuu. ¡Vaya Pibonazo! Estás guapísima mi amor. ¿Por qué te has sonrojado?
ELISA.- ¿No voy demasiado provocativa?
CARLOS.- ¡Que va mi amor! Ya verás cuando te vea Roberto, le va a encantar.
Elisa movió la cabeza con cara de disgusto, eso era precisamente lo que temía, su suegro iba a pensar que estaba pidiéndole guerra. Ya sin solución salieron al salón donde les esperaban sus suegros, Elisa se fijó en la cara de Roberto, se había quedado embelesado mirándola de arriba abajo, al instante la guiñó un ojo de forma picara.
ROBERTO.- ¡Joder! Como te las gastas nuera. Estás guapísima, ese cuerpazo tendrás que aprovecharlo, jajaja.
CARLOS.- De eso ya me encargo yo, jajaja.
Elisa se sonrojó y bajó la vista sin ser capaz de contestar, en otras circunstancias hubiese sido ella quien diese cumplida respuesta a su suegro, pero ahora se sentía tan avergonzada que había perdido toda capacidad de reacción. Se sentaron a la mesa y Roberto no perdió el tiempo y se puso rápidamente a la derecha de ella, esto la inquietó y estuvo a punto de pedir a su esposo que le cambiara el sitio, pero cómo podía justificarlo, tanto su suegra como Carlos preguntarían el motivo y no podría decirlo.
Comenzaron a cenar y Elisa vio como su copa de vino estaba siempre llena, su suegro se encargaba de rellenarla a cada momento. Pasado un rato, Roberto tomó la copa con la mano derecha y propuso un brindis, mientras todos se distraían cogiendo las copas, éste se inclinó hacia delante, metió la mano izquierda bajo la mesa y la posó sobre la pierna desnuda de su nuera, en esa postura se mantuvo un rato hablando de las excelencias del buen vino, mientras lo hacía, aprovechó para subir la mano por la cara interna de la pierna de Elisa hasta llegar al borde la braguita, ésta intentó cerrar las piernas pero vio como su suegro la pellizcaba y empujaba para separarlas.
Dócilmente, Elisa separó las piernas dando acceso a esa mano que de inmediato comenzó a acariciar su sexo por encima de la braguita. Con el primer roce sintió un escalofrío y sin poder contenerse se le escapó un gemido, pero como su suegro seguía hablando nadie se percató de ello. Los dedos de Roberto se deslizaban por la braguita y ella advertía como poco a poco la telilla se iba mojando, en ocasiones notaba como presionaba con ellos para hundirlos entre sus labios, lo que hacía que la tela se metiese y se empapase con mayor rapidez, veía a su suegro hablar sin parar pero era incapaz de mirarle, bajaba la vista y de vez en cuando miraba a su esposo o a su suegra por miedo a que ellos se diesen cuenta de lo que sucedía bajo la mesa, pero no era así, ambos hablaban y reían las ocurrencias de su suegro.
Roberto, como buen macho Alfa, lo tenía todo controlado, a Marian y a Carlos les entretenía con su buena labia mientras a su nuera la obligaba a ceder a sus pretensiones, intentó resistirse un instante cuando cerró las piernas, pero con un poco de fuerza la doblegó de inmediato, tenía claro que era una zorra calentorra que por suerte estaba mal atendida por su esposo, la presa fácil para un hombre como él. Envalentonado con la docilidad de su nuera decidió dar un paso más, no iba a conformarse simplemente con acariciarla el coño, con decisión, cogió el borde de la braga con uno de sus dedos e intentó apartarla, pero era tan ajustada que le resultaba imposible, por lo que subió el dedo hasta localizar el botoncito milagroso y comenzó a acariciarlo con la yema por encima de la tela.
Elisa percibía como esos dedos se movían por su vulva y se excitaba cada vez más, entonces se percató que su suegro intentaba apartar la tela para acceder a su sexo. – No puede ser, esto ya es demasiado, no puedo permitírselo. – Bajó la mano izquierda y sin que él se diera cuenta sujetó la tira de la braga tirando de ella hacia arriba para que no cediera. Al ver que Roberto cedía y abandonaba la idea se quedó satisfecha. – Aquí no, delante de mi marido no te lo voy a permitir. – Pero cuando éste subió el dedo y comenzó a acariciarla el clítoris, toda su resistencia se vino abajo y se dejó caer en el asiento sacando las caderas fuera del asiento y reclinando levemente la espalda hacia atrás, le faltaba poco para empezar a gemir descontroladamente, ya sin ningún pudor metió la mano bajo la mesa, apartó la braguita y dejó su sexo expuesto para que su suegro lo acariciase sin ninguna dificultad.
Roberto se vio sorprendido por la actitud de su nuera, esto era más de lo que él esperaba, con la mano empujó sus piernas obligándola que las separara, a lo que ella respondió abriéndolas por completo. Animado por ello, volvió a tomar la copa y propuso un nuevo brindis, momento que aprovechó para penetrar con los dedos el coño húmedo y totalmente abierto de Elisa, los metió y sacó con facilidad, al hacerlo notó como chapoteaban en los pliegues empapados del sexo de su nuera. – ¡Joder que húmeda está la Zorra! La estoy calentando para el niñato de su esposo. ¡Que desperdicio! – Siguió martilleando su coño una y otra vez mientras veía con satisfacción como ella se retorcía en el asiento.
Elisa ya no podía más, notaba como dos dedos follaban su coño sin cesar mientras otro no dejaba de acariciar su clítoris, sabía que iba a correrse de un momento a otro y tenía miedo de que su esposo o su suegra se dieran cuenta, a pesar de ello era incapaz de mantenerse quieta en el asiento, sentía tanto placer que de vez en cuando se estremecía y se encogía sin poder evitarlo.
Roberto vio que su nuera empezaba a cerrar las piernas apretando entre ellas sus dedos y supo que iba a correrse de inmediato, rápidamente pidió a Carlos que fuese a por la cámara para hacerse unas fotos y a su esposa que trajera una botella de cava, cuando estos se levantaron y salieron del salón, aprovechó para pajear con rapidez a Elisa.
ROBERTO.- ¡Vamos Zorra! Córrete ya.
Elisa le miró y comenzó a gemir sin control mientras apretaba con fuerza las piernas sujetando entre ellas esos dedos que tanto placer estaban dándola.
ELISA.- ¡Dios! Si, si. Ummmm. ¡Que bueno!
Roberto sacó los dedos empapados del coño palpitante y los llevo a la boca de su nuera.
ROBERTO.- Ahora chúpalos.
Elisa dudo un instante, pero ante la mirada inquisitiva de él, abrió la boca atrapando entre sus labios esos dedos viscosos y saboreando por primera vez en su vida sus propios flujos.
ROBERTO.- Así me gusta, que seas obediente.
Al oír como volvía su esposo, Elisa se ajustó la braguita y el vestido y se sentó disimulando.
El resto de la cena fue tranquila, solo de vez en cuando Roberto metía la mano bajo la mesa y apretaba con fuerza la pierna de su nuera, quería demostrarla quien mandaba.
Acabada la cena, Marian propuso poner música y bailar como si estuvieran en alguna discoteca, Carlos y Roberto aplaudieron la idea y éste último puso canciones lentas y bailó con su esposa, al instante Carlos hizo lo mismo, en la siguiente canción Roberto solicitó un cambio de pareja, al oír la propuesta Elisa se puso nerviosa porque no sabía qué podía esperar de su suegro, pero al verse rodeada por sus brazos sintió una sensación de bienestar que no esperaba, Roberto pasó una mano por su espalda y apoyó otra en la cadera.
ROBERTO.- Pongamos una luz más tenue, hay que crear ambiente romántico como cuando salíamos en nuestra juventud a pillar chicas, jajaja.
Carlos y Marian rieron la gracia y ésta bajó la intensidad de la luz dejando el salón casi en penumbra. En ese mismo instante Elisa sintió la mano de su suegro acariciando su espalda desnuda, las yemas de los dedos la recorrían suavemente causando en ella una agradable sensación de relax, instintivamente se pegó a su suegro apretando sus grandes pechos contra él, éste hizo un giro y la puso casi pegada a la pared, entonces deslizó la otra mano dejándola caer sobre los pronunciados glúteos de su nuera.
Elisa estaba como en una nube, aunque en su mente se repetía una y otra vez que debía alejarse de él su cuerpo actuaba por libre buscando sus caricias, su comportamiento era la clara manifestación de que le autorizaba a seguir con ellas. Al instante sintió como una mano se deslizaba hasta su trasero y lo apretaba con fuerza, después, un dedo se metía entre sus nalgas y recorría el surco hasta llegar a su ano, donde se quedó acariciándolo, reaccionó apretando los glúteos para impedirlo pero la respuesta de su suegro fue clavarlo con más fuerza, ahora notaba como a través del vestido y la braguita ese dedo se hundía buscando su apretado orificio. Inmediatamente le susurró al oído.
ELISA.- ¡No hagas eso por favor! Vas a dejar marcas en el vestido.
ROBERTO.- Es que me encanta tu culito y estoy preparándolo para cuando te lo folle.
ELISA.- ¡Ni lo pienses! Eso no pasará nunca.
Roberto sonriendo miró a su esposa y a Carlos y al ver que no les prestaban atención tiró del vestido hacia arriba y metió la mano debajo.
ELISA.- ¿Qué haces? ¿Estás loco? Nos van a ver, estate quieto por lo que mas quieras.
Sin hacer caso a sus ruegos metió la mano bajo la braguita y presionó el estrecho anillo marrón de su nuera, ésta hacia todo lo posible para impedirlo, pero su enorme excitación había hecho que sus flujos empapasen su braguita y se deslizasen por su perineo hasta llegar a ese esfínter que, ya lubricado y sin capacidad de resistencia, cedía a la presión y se dilataba permitiendo que el dedo penetrase sin dificultad.
Elisa no sabía como actuar, sentía ese dedo en su interior y notaba como su esfínter palpitaba sin cesar aferrándose a él con fuerza. – ¿Cómo puede estar ocurriéndome esto a mi? Ni en el peor de mis sueños hubiese imaginado esta barbaridad. – El dedo invasor se movía en su ajustada cueva y cada vez la penetraba con más habilidad, mientras ella dócilmente se abandonaba al placer que experimentaba colaborando sin querer, rítmicamente empujaba sus caderas hacia atrás relajándose y separando sus nalgas, lo que su suegro aprovechaba para mover con rapidez el dedo follando su culo de forma automática.
ROBERTO.- ¿Te gusta?
Elisa era incapaz de contestar, realmente no sabía que estaba sintiendo pero le gustaba, lo que hacía su suegro con ella era antinatural y nunca lo hubiese aceptado de su esposo o de su novio, pero ahora se veía allí moviendo sus caderas voluntariamente buscando ese dedo y se asustaba de lo que sentía, tenía que pararlo ya.
ROBERTO.- No hace falta que me respondas, ya veo como mueves ese culito de Zorra para que te lo folle.
Se acabó la canción y Elisa se separó rápidamente de su suegro, dijo que estaba cansada y decidieron que ya era hora de dormir.
Cuando se acostaron, Carlos se puso demasiado cariñoso y Elisa se vio obligada a ceder a sus pretensiones, como cada noche de sábado, abrió las piernas y dejo que su marido se metiese entre ellas para echar un mal polvo, mientras éste se la follaba ella no paraba de pensar en su suegro y en como le había dado más placer en dos noches que su marido en varios años de matrimonio. A pesar de ello, al pensar en lo sucedido se prometió que eso no volvería a ocurrir, su suegro no iba a volver a tocarla nunca más.
A la mañana siguiente Carlos se levantó y dijo que se iban a ir todos a misa, pero ella le respondió que se encontraba un poco mal y prefería quedarse un poco más en la cama, lo cierto es que le daba vergüenza volver a encontrarse frente a su suegro, más aun sabiendo lo que pensaba de ella, aún recordaba todas las ocasiones en que la había llamado zorra. Poco después escuchó como se cerraba la puerta de la calle y todos se marchaban.
Minutos después se levantó, fue al baño y después se dirigió a la cocina para desayunar, aun iba vestida con la ropa que había dormido, es decir con el camisoncito corto y las braguitas.
Pasado un rato, y mientras estaba en la cocina fregando la taza del desayuno, se percató que Roberto había vuelto a casa y se encontraba en la cocina detrás de ella mirando su trasero, se sorprendió y se sonrojó al darse cuenta como iba vestida. Inmediatamente intentó ir al dormitorio de su hijo para cambiarse, pero él, con un movimiento rápido, la detuvo sujetándola por la muñeca.
ROBERTO.- ¿Dónde vas tan deprisa?
ELISA.- Déjame Roberto, por favor.
El hizo caso omiso y la apretó contra su cuerpo, sin darla tiempo a soltarse metió la mano bajo el camisón y comenzó a acariciar sus tetas suavemente, pasaba los dedos por la areola y pellizcaba levemente los pezones, en cuestión de segundos estos ya estaban duros y erguidos.
ELISA.- ¡¡¡ No por favor!!! Esto no está bien, suéltame.
ROBERTO.- Nooo, a ti te gusta, no tienes más que ver tus pezones, mira como están, te encanta que te los toque.
ELISA.- Suéltame ya o tendré que decírselo a tu mujer y a Carlos.
Roberto sonriendo frotaba su polla erecta contra el culo de su nuera al tiempo que apretaba con fuerza los pechos que tanto le gustaban, sus dedos masajeaban esas grandes tetas y de vez en cuando retorcía los pezones causando en ella unos movimientos que no sabía identificar si eran de dolor o de placer.
ROBERTO.- ¡Vale! Díselo. Yo les daré mi versión y les contaré lo puta que eres. ¿Quién dice que esto no lo haces con todos los amigos de tu marido?
ELISA.- Eres un Cabrón, esto no está bien y tu lo sabes, lo de la otra noche fue un error, yo nunca he querido engañar a Carlos.
Sin hacer caso de las quejas, Roberto bajo la mano por el vientre y la introdujo entre sus braguitas, acarició el vello púbico y continuó descendiendo hasta localizar el clítoris, con maestría comenzó a pasar el dedo por él una y otra vez logrando que su nuera soltase un gemido de placer, entonces bajó hasta la vulva y metió el dedo entre sus labios, ella en un acto reflejo intentó cerrar las piernas, pero él la dio un pequeño golpe en una de ellas y su nuera las abrió de inmediato.
ELISA.- Esto no está bien Roberto, por lo que mas quieras, déjame ir por favor.
Roberto estaba jugando con ella, deslizaba los dedos entre sus labios, acariciaba levemente el clítoris y después volvía a bajarlos penetrando la vagina con uno de ellos, lo que hacía que su nuera perdiese el control y moviese sus caderas buscándolos una y otra vez.
ROBERTO.- ¿De verdad quieres que te deje?
Elisa notó ese dedo en la entrada de su vagina y se dejó caer intentando que la penetrase, su suegro la estaba desquiciando con su juego, deseaba con locura sentirlo dentro. – ¡Mételo ya Cabrón! Lo necesito dentro. – Entonces separó mas las piernas ofreciendo su sexo húmedo y abierto a su suegro.
ELISA.- ¡Mételo ya joder! ¡Mételo!
ROBERTO.- Ves, no es tan difícil, al final siempre demuestras lo zorra que eres.
Elisa cogió la mano de su suegro y la apretó con fuerza contra su sexo.
ELISA.- Si. ¡Pero fóllame ya! Por favor.
Roberto la cogió del brazo y la llevó al salón, la puso de rodillas con el pecho apoyado en el sofá y separó sus piernas. Con los dedos comenzó a pajearla, con movimientos rápidos los deslizaba por la vulva, acariciaba el clítoris y los hundía en su coño empapado sacando de su nuera auténticos alaridos de placer.
ELISA.- Ummmm. Me encanta ¡Venga! ¡Fóllame ya Cabrón! Quiero tenerla dentro.
Roberto excitado la sujetó del pelo apretándola contra el asiento, las palabras de ella pidiendo abiertamente que la follara le habían excitado sacando el macho alfa que llevaba dentro, sus movimientos ya no eran suaves como antes, ahora eran bruscos, casi violentos.
Elisa al ver su cambio de actitud se asustó, no parecía la persona que ella conocía. De repente vio como apartaba la braguita con violencia, llevaba los dedos a su ano e intentaba penetrarlo por la fuerza haciéndola daño.
ELISA.- ¡Suéltame, me haces daño! ¡Para por favor!
Le rogaba que la dejara pero no hacía caso, cada vez la empujaba con más fuerza contra el sofá y con uno de sus dedos ya estaba penetrando su orificio anal. De pronto lo sacó, dio un tirón a la braguita rompiéndola y volvió a penetrar su estrecho esfínter, la brusquedad con que lo hacía la tenía descolocada y la estaba partiendo por la mitad, el dolor era insoportable.
ELISA.- ¡Me haces daño! ¡Duele! ¡Déjame ir por favor!
ROBERTO.- Noo, ya te lo dije anoche, voy a follarte como te mereces. Te la voy a meter hasta romperte el culo.
ELISA.- No por favor, te lo ruego, si quieres follamos o si lo prefieres te la chupo, pero por detrás no.
ROBERTO.- ¿Nunca lo has hecho por detrás? ¿Es que tu marido no te folla el culo? Ya verás como disfrutas con una polla dentro
ELISA.- Déjame que te la chupe, pero por el culo no.
ROBERTO.- Está bien, demuéstrame como lo haces.
Tal como estaba, Roberto la obligó a girar la cabeza y sacándose la polla del calzoncillo se la metió en la boca, veía como ella intentaba rechazarlo pero no hizo caso. Sin importarle las protestas de su nuera comenzó un ritmo salvaje metiéndola y sacándola sin darle apenas tiempo a respirar.
Elisa se ahogaba, su suegro estaba follando su boca sin que ella pudiese evitarlo. Cuando por fin pudo detener sus envites, con una mano logró separarle un poco, de esta forma comenzó a hacerle una mamada más pausada, sus labios envolvían el miembro duro y venoso de su suegro y su lengua acariciaba el capullo para después recorrer el tronco y volver a meterlo en su boca, quería darle el máximo placer para que quedara satisfecho, pero ni sabía hacerlo ni era esto lo que quería su suegro, así que de vez en cuando y sin que ella pudiera esperarlo, éste empujaba con fuerza llevando la polla a lo más profundo de su garganta.
ROBERTO.- ¿Así es como se la comes a tu maridito? ¡Vaya mierda! No tienes ni idea de cómo hay que mamar una buena polla.
Elisa casi llorando le dijo algo que él no esperaba.
ELISA.- Es que nunca se la he chupado a mi marido. Ni a él ni a nadie.
Roberto la miró sorprendido, eso era algo que nunca hubiese imaginado, estaba convencido de que su nuera era la típica niña pija que se comía las pollas de todos sus amigos cuando estaba soltera. – Nooo, me está engañando. –Pensó . – Es una autentica Zorra, ya me lo ha demostrado, quiere que me la folle a la fuerza como la otra noche. – Miró su cara de niña inocente pero no le convenció, sabía que en el fondo era una verdadera puta.
Elisa vio como sin más la puso de nuevo apoyada contra el sofá y, mientras con una mano le sujetaba la cabeza contra el asiento, con la otra separó sus piernas introduciendo dos dedos en su coño, que muy a su pesar se encontraba totalmente húmedo. Una vez que hubo mojado los dedos en sus flujos, los llevó a su apretado ano lubricando perfectamente su estrecho esfínter anal.
ROBERTO.- ¡Joder Elisa! ¡Estás totalmente mojada! Estás deseando que te folle el culo. ¿Verdad? Seguro que cuando se ha ido esta mañana toda la familia has pensado “Ahora vendrá Roberto a follarme bien follada y a quitarme el calentón que tengo” ¿No es así? Seguro que sí. Cada vez que vienes a vernos nos miras por encima del hombro, vas siempre de buenecita pero eres una auténtica puta, me di cuenta nada más verte el primer día, me pedías a voces que te hiciera disfrutar y ahora vas a tener tu premio.
ELISA.- No, por favor Roberto, déjame.
ROBERTO.- ¿Que te deje dices? Pero si estás empapada. Míralo, tienes los pezones como escarpias y el coño tan húmedo que podría follarte un equipo de futbol entero y te parecería poco.
Elisa notaba como uno de los dedos había roto la resistencia de su apretado esfínter y se movía de forma giratoria lubricando el contorno, sin duda estaba preparándola para lo que venía detrás. – No puede ser. ¿Cómo he podido llegar a esto? Tenía que haberle parado antes. – Notaba como el dedo se movía sin cesar, lo sacaba, lo metía en su sexo y después volvía a llevarlo a su ano para seguir lubricándolo.
Roberto estaba excitadísimo, tenía a su nuera a su merced, arrodillada y con la cabeza clavada en el sofá mientras él la lubricaba el culo con los flujos que salían sin parar de su sexo, no podía engañarle, por mucho que protestase, su coño demostraba que le gustaba. Tomó la polla con la mano y la apuntó al pequeño orificio rugoso y marrón que se mostraba ante él, podía ver con claridad como se contraía a cada momento esperando lo que él iba a darle ahora.
Elisa estaba nerviosa temiendo lo qué iba a pasar, tenía claro que iba a follar su culo, ¿Pero cuándo? ¿Estaba jugando con ella? ¿Se la metería de golpe? Si lo hacía así podía rompérselo y le daba miedo. ¿Cuánto iba a dolerle? De repente notó la presión del miembro de su suegro que se apretaba contra su culito, sentía como el glande luchaba por penetrarla, su reacción fue cerrarlo con todas sus fuerzas intentando evitar el destino que sin duda la esperaba.
Roberto la cogió del pelo apretándola contra el sofá, dio un golpe de cadera y entonces vio como vencía su resistencia y el capullo se adentraba en el interior del culo de su nuera, con una mano separó sus cachetes y pudo comprobar como el esfínter de ésta se cerraba alrededor de su verga palpitando y ajustándose a ella.
Elisa notó como Roberto golpeaba con la pelvis su trasero y de un golpe metía el miembro en su culo produciéndola un dolor que nunca hubiese imaginado, se retorció agarrando el sofá con fuerza y esperando que aquello terminase, pero en lugar de ello comprobó como su suegro seguía empujando y con violentos movimientos lograba clavársela cada vez más adentro.
ROBERTO.- Relájate mi niña, deja de apretar el culo o te va a doler más, déjate hacer.
Elisa hizo caso de lo que decía e intentó relajarse, entonces sintió que un dedo acariciaba su clítoris con suavidad, solo con notarlo vio como su sexo se humedecía nuevamente, ella nunca se había tocado y este tipo de caricias eran nuevas y sorprendentes, la dejaban desarmada y sin voluntad. Cuando finalmente consiguió relajarse, notó como el miembro de su suegro penetraba más adentro y, para su sorpresa, vio como ella misma estaba moviendo las caderas acompasadamente facilitándole el camino de acceso. A pesar del dolor inicial ahora notaba un enorme calor en su sexo que la llenaba de placer, su cuerpo estaba reaccionando a esa tremenda polla que la invadía y de una forma involuntaria se movía hacia atrás buscando ser follada y deseando que aquella verga penetrase más adentro en su culo.
Roberto disfrutaba de un magnífico espectáculo, desde su posición veía como su polla entraba y salía del perfecto y ansiado culo de su nuera penetrándolo sin piedad, al principio la había hecho un poco de daño, pero ahora contemplaba con satisfacción como era ella quien movía las caderas para clavarse su generosa tranca más adentro. Instantes después vio como ese torneado y respingón culo se la había tragado entera, notaba a cada empujón como sus huevos golpeaban violentamente el trasero de ella.
ROBERTO.- ¿Ahora te gusta?
Elisa estaba disfrutando pero no quería reconocerlo, no podía claudicar y darle la razón, sería aceptar que era la Zorra que él decía.
Roberto, al no obtener respuesta, dio un fuerte azotazo en la nalga de su nuera.
ROBERTO.- ¡Vamos Zorra! ¿Te gusta? Dímelo.
Elisa se volvió para mirarle, con la cabeza apoyada en el sofá miraba hacia atrás y le veía sonriente por su triunfo, al final había logrado todo lo que deseaba de ella. En esa posición pudo ver como elevaba el brazo y lo dejaba caer golpeando su trasero con violencia.
ELISA.- Siiii. ¡Cabrón! Me encanta. ¡¡Fóllame!! No pares joder.
Al decir estas palabras vio como él soltaba su cabeza para coger con fuerza sus tetas, notó como las apretaba, las estrujaba entre sus dedos, las manoseaba con violencia, parecía que quería hacerla sufrir. Si esto lo hubiese hecho su marido, sin duda le hubiese insultado y regañado, pero ahora era su suegro quien lo hacía y eso la excitaba, la estaba poniendo fuera de sí por enésima vez, había logrado hacerla perder el control y eso la fascinaba. Ahora, apoyada con las manos en el sofá, empujaba como una posesa sus caderas hacia atrás para conseguir que esa polla entrase hasta el fondo de su culo recién desvirgado. Mientras lo hacía miraba con descaro a su suegro pidiéndole más, estaba descontrolada y fuera de si.
ELISA.- ¡Vamos! ¡Métemela más adentro! ¡¡¡Rómpeme el culo Cabrón!!!
ROBERTO.- Así me gusta, demuestra lo puta que eres. Te gusta que te follen ¿Verdad? Seguro que te acuestas con todos los que pillas por ahí, vas de mojigata pero te encanta tener una buena polla dentro.
Al decir esto, Elisa sintió como él daba un golpe de cadera clavándosela hasta el fondo, su culo estaba sufriendo un castigo que jamás hubiese pensado y para su sorpresa le gustaba, estaba disfrutando de un placer desconocido para ella.
Roberto tenía la polla literalmente enterrada en el culo de su nuera y vio como ésta aceleraba sus movimientos y empezaba a temblar, sin duda estaba a punto de correrse, entonces retorció con fuerza sus pezones y la empotró contra el sofá clavando su polla hasta el fondo manteniéndola dentro sin moverse.
Elisa explotó en un orgasmo salvaje sin que sus piernas pudieran mantenerla, Roberto se había dejado caer sobre ella y la apretaba contra el sofá para poder continuar su penetración, se había quedado un momento parado pero de pronto vio como se incorporaba y aceleraba el ritmo follándola el culo con enorme rapidez, de repente notó como soltaba un latigazo en su interior y un chorro de semen caliente inundaba su culo dolorido.
Roberto se dejó caer sobre la espalda de su nuera, seguía con la polla en el interior de su culo y no deseaba sacarla. Pasados unos instantes se incorporó, al sacar la verga del dilatado agujerito de su nuera pudo comprobar como éste se cerraba pero de él salía un pequeño reguero de leche que bajaba resbalando por el interior de sus muslos.
ROBERTO.- ¿Te ha gustado? ¿Ves como al final eres lo que yo te decía?
Elisa era incapaz de negar la evidencia, su suegro tenía razón, había disfrutado como nunca, la encantaba todo lo que había hecho y en ese momento no sentía ninguna vergüenza ni arrepentimiento. Como el decía, era una autentica Zorra.
ELISA.- ¡Ha sido bestial! Me has follado como mi marido no lo ha hecho nunca y soy una Zorra con todas las letras. ¿Estás contento?
Roberto se acercó a ella y la abrazó. Elisa se quedó sorprendida pues no esperaba un gesto cariñoso por su parte, al contrario esperaba una bordería o algún “Ya te lo dije”, pero en su lugar se quedó abrazándola hasta que pasado un rato la dijo que había que vestirse antes de que volvieran Marian y Carlos.
Mientras se vestían, Carlos se quedó mirándola sonriendo, ella al verle empezó a asustarse.
ELISA.- ¿Y ahora qué te pasa?
ROBERTO.- Pues que te falta hacerme una mamada.
ELISA.- ¡Joder! ¿Es que nunca estás satisfecho?
ROBERTO.- No, a partir de ahora vas a tener que ensayar con tu marido porque la próxima vez que nos veamos tendrás que pagar ese precio, y quiero que me la hagas bien.
Elisa le miró asustada. ¿De verdad iba a haber una próxima vez? No podía ser, había disfrutado como nunca pero eso no volvería a suceder, a partir de ahora tendría mucho cuidado de no estar cerca de su suegro. Cuando Carlos volvió a casa era incapaz de mantenerle la mirada, su marido era un excelente esposo y padre y ella le había fallado, cada vez que le miraba tenia la sensación de ser una autentica puta. Al día siguiente volvieron a Madrid.
Elisa con su marido sigue igual, hacen el amor los sábados por la noche pero echa de menos que haga con ella todo lo que hizo su suegro, a pesar de desearlo no se atreve a pedírselo. ¿Cómo una mujer de su posición va a decirle que le acaricie el clítoris, la tire del pelo mientras se la folla o la rompa el culo? Desde entonces no ha vuelto a ver ni hablar con Roberto, pero tiene miedo a pensar qué ocurrirá cuando vuelva a encontrarse con él.
Roberto por su parte sigue en su papel de macho Alfa y ya sabe qué hará cuando vea de nuevo a su nuera.