Un lunes, como siempre...
...no volteo a verle;... casi puedo sentir su aliento pesado y caliente en la nuca. No sé por qué, pero después de tantos años, aún me tiemblan las piernas ante su sola presencia,...
Es casi mediodía y hace un calor infernal. Mucho más si estás frente a las hornillas de la cocina. Como siempre. Toda la mañana perdida en despertar, vestir a los niños, hacerlos desayunar y llevarlos al colegio. La ropa ya se me pegaba apenas regresé a la casa, así que sólo me puse encima un vestido. Lunes, el día más aburrido de la semana. Mi vida es muy aburrida. Como una máquina, trato de apurar el paso para terminar con todo lo que tengo que preparar, antes de que las 2 de la tarde lleguen. ¡Este cambio de clima me tiene enferma!; me limpio el sudor de la frente con el dorso de la mano, sin soltar el cuchillo con el que estoy picando las verduras para la sopa.
Dejo lo que hago. Voy al anaquel, al otro lado de la cocina, buscando condimentos. " Te va a gustar vivir en esta casita "-, remedo con sorna la voz de mi marido. Me aburro a muerte. No tengo ni una vecina con quién conversar: nuestra casa es de las primeras en construirse en esta nueva urbanización. La más cercana está a tres cuadras: por aquí no pasa ni una mosca volando. Siento como se me pega a la piel el vestido largo, de una pieza, con botones al frente, que llevo puesto. Mi rostro se refleja por un instante en el metal de la campana extractora de humo: casi me doy asco a mí misma: sudada, despeinada, sin maquillaje, pero no debo ser tan dura conmigo misma. Alzo el rostro, levanto los hombros, modelo para mí misma: " en realidad no estoy tan mal" -, me halago mentalmente. Tras tener a mis tres hijos, mi cuerpo ha tomado formas muy apetecibles para los hombres: unos senos grandes y aún firmes, mi cinturita estrecha, que afortunadamente no me abandonó desde mi ahora ya lejana adolescencia y unas anchas caderas, aunadas a mi trasero generoso y bien torneadas piernas, ¡me río recordando las miradas de los profesores de mis hijos, cuando fui con jeans ajustados a la reunión de padres de familia!. Sí señores: soy una hembra no muy madura, pero realmente apetecible: cuando me arreglo, claro.
Escucho un auto acercarse y detenerse frente a la puerta de mi casa. Me imagino de qué se trata. Al poco rato, la puerta de la casa se abre de golpe. A medio abrir, la termina abriendo de una patada: es él. Llega como siempre, tras su turno de madrugada en la cárcel de la ciudad. Es policía. Sin decirme nada, tira su sacón grueso del uniforme y su gorra sobre el sofá, y a grandes trancas viene a la cocina, donde siempre me encuentra, a estas horas. No volteo a verle; quiero ver si acabo el almuerzo. Casi puedo sentir su aliento pesado y caliente en la nuca. No sé por qué, pero después de tantos años, aún me tiemblan las piernas ante su sola presencia.
- Deja eso, mujer, me dice con dureza, mientras atenazada mi culo con una de sus enormes y toscas manos. Ni un buenos días, ni un cómo estás, como siempre. Huele el aroma de la cocina-, ¿snif?!!, ¿lentejas?, ¡ESA NO ES COMIDA, HAZ COMIDA PARA HOMBRES, UN BUEN BISTEC!!!....
Me da media vuelta con violencia. Aprieto en mi mano el cuchillo, pero lo dejo sobre la mesa, como siempre. Es más alto que yo, ahora sus manos me aprietan las nalgas hasta hacerme doler. Su rostro fiero, su tez bronceada por el sol, su mirada de loco, sus brazos musculosos y potentes, me tienen totalmente azorada. Sonríe ya de loco placer de pensar en lo que me va a hacer. Su aliento se descarga en mi rostro como el de un animal jadeante. ¡Apesta a licor y a perfume barato!, como siempre. Su sonrisa fiera, su piel perlada en sudor, su aroma intenso, como de veinte machos juntos, el olor de su sexo que adivino ya erecto y presto a enterrárseme me excita, pero hoy deseo que sea todo distinto. Quiero para variar, algo de afecto y cariño, ternura, no su brutal actitud.
- ¡Déjameeee!, .-le digo tratando de zafar sus manos de mi culo-, ¡ déjame, no quieroooo!,
Su potente y temible risa hace casi retumbar las paredes de la cocina; casi me hace doler los oídos. Como una garra, su diestra se apodera de mi entrepierna, apretándome dolorosamente. Sin ningún esfuerzo, cogida así, me levanta del suelo. Mis sandalias caen mientras trato de zafarme. Mi grito es agudo, pero nadie lo escuchará. Sus dedos enormes casi entierran dentro de mi vagina la tela de mi vestido y mi ropa interior, me duele, y a la vez comienzo a humedecerme en mi entrepierna. Trato de no excitarme y no puedo,...
- ¿QUE TE DEJE?, ¡JAJAJAJA!!! - m e responde, burlándose de mi desespero-, ¡SI SÉ QUE ESPERAS A QUE SEA LA HORA EN QUE YO LLEGUE, JAJAJAJA!!!,
Excitado como está, coge con ambas manos mi vestido y lo abre de un solo golpe: es muy fuerte y le encanta hacerlo; quedo en un instante desnuda frente a sus ojos, sólo con mis bragas puestas, e instintivamente trato de cubrir mis pechos, mientras él se ríe a carcajadas de mi acostumbrado pudor. Tiemblo; tiemblo a la vez de vergüenza y de deseo contenido. Me recojo, tratando de impedir que su fiera mirada se pose en mis anchas caderas, en mis senos, en mis piernas. Su mirada la siento en mi piel; esa mirada me eriza la piel, casi la hiere, y me descontrola. Se quita rápidamente la camisa, dejándome al descubierto su musculoso y velludo pecho, sus brazos fuertes y nervosos. Tiemblo sin control mientras trato de alejarme de él. Sólo pienso en alejar mi culo lo más posible de ese enorme animal que abre los brazos, preparándose a impedirme cualquier escape. Lo intento y una vez más, fracaso rotundamente. No para de soltar carcajadas mientras me encadena la cintura con sus poderosos brazos, alzándome del suelo de nuevo, para disfrutar pasando su lengua por mis erizados y duros senos.
- ¡ASIIIÍ!, ¡JAJAJAJAJA!!!, - vocifera mientras me succiona rudamente mis pezones, mordiéndomelos hasta hacerme gritar-, ¡ASIIIÍ!, ¡ME GUSTA QUE MIS PERRAS LUCHEN, JAJAJA!!!,
Me acuesta boca arriba sobre la mesa de la cocina, botando todo lo que estaba encima (ya aprendí a poner ahí solo recipientes de plástico), me fuerza a abrir las piernas y con cuatro zarpazos, hace volar en varios pedazos mi calzón blanco, dejando en un segundo mi sexo al aire. Comienzo a sollozar sin control, siendo obligada por ese bruto a exhibirle mi intimidad húmeda así, con toda esa brutal crudeza.
Casi hundiendo sus dedos en mis piernas, se agacha presuroso y comienza a introducir su lengua en mi vagina; nooooo!, mmmm!, AHHHH!, . Trato de zafarme, pero me es imposible: cierro los ojos con fuerza, tratando en vano de no pensar, de no sentir siquiera, en esa lengua larga y carnosa que se me introduce con movimientos rápidos, rebuscando bestialmente cada milímetro de mi interior, ocasionándome un terremoto de gozo que trato de impedir. " ¡Noooo!, ¡no quiero darle el gusto!, "-pienso -, " no quiero darle el gusto de tenerme excitada, noooo mmm !".
Mi concha se inunda inexorablemente. Comienzo a excitarme cuando escucho el seguro metálico de su correa abriéndose: Se detiene por un momento, dejándome a la mitad de un orgasmo. Abro tímidamente los ojos y lo veo poniéndose de pie, con su pene chorreante y listo: siento pavor; él no lo tiene enorme, pero es demasiado grueso para mí:
- ¡AUUUHHHHHH!!!!...
Grito sin poder contenerme, ¡jamás dejaré de reaccionar así ante esa mezcla de dolor y placer, cuando su gruesa verga se me introduce, abriéndome más, de un solo golpe!. Grito con fuerza, ante su incontenible pedazo de carne como el fuego, nervosa y pulsante, que aparta las paredes de mi vagina con su primera y brutal embestida. Abro los ojos muy enormes, casi sintiendo que mi cabeza va a estallar ante el latigazo de dolor que recorre todo mi cuerpo.
- .¡ASÍ PERRA: HASTA EL FONDO!!! exclama mientras empuja con más fuerza, machacándome por dentro.
Como un perro, incontenible, comienza a bombearme a una velocidad demencial, ¡AHHH!!,..¡AHHH!!, ¡¡¡AAAAAAAHHH!!!!,... No sé si gritar, gemir, gozar como una puta, maldecir, sólo sé que me parte por dentro, mientras suda sobre mis pechos, jadeando, gritando obscenidades, loco de placer por hacer conmigo lo que le venga en gana. La cabeza de su pieza me golpea las entrañas sin cesar, casi haciéndome desmayar del torrente de sensaciones brutales, en parte asco y en parte alucinante goce.
Me corro irremediablemente, pero eso a él no le importa: sigue clavándome sin piedad, sin importarle mis ruegos, sin importarle nada. Como muerta, dejo que me de vuelta, y que jale mi culo para que se apoye en el borde de la mesa; tiemblo sin control, al sentir sus inmensas y fuertes manos clavarse en mis nalgas, abriéndolas, haciéndome doler: ¡ME LA QUIERE METER POR EL CULO, NOOO!!!,
Trato desesperada de cogerme del borde contrario de la mesa, mis pechos resbalan por tanto sudor suyo y mío, desparramado en la mesa. Casi me prendo del borde, como a una tabla de salvación, tratando de salir de esa posición. El no para de reír, mientras me hunde los dedos en mis nalgas. La mesa se bambolea, pero finalmente coloca la cabeza casi morada de su falo chorreante de mis propios jugos: me la clava con la brutalidad que le caracteriza. Tarda buen rato en desaparecer el pitido que en mis oídos ocasionó mi propio chillido de dolor. Estoy aplastada contra la mesa, sudando a mares, apenas gimiendo con cada potente embestida de su verga abriéndose paso hasta el fondo; mis nalgas están separadas por esa pieza que se hunde sin parar. Ya no me quejo; sólo sollozo y gimo quedamente; el dolor y el placer me han anestesiado el ano casi por completo. Se apodera de mis pechos mientras embiste sin parar. Siento mi espalda pegajosa, adhiriéndose a su pecho duro y ardiente. Sus jadeos casi no me dejan respirar por la presión de su pecho de macho salvaje. La mesa se mueve de un lado a otro, pareciendo que se va a romper en cualquier momento. Él no va a tardar poco: siempre se tarda mucho clavándome por el culo, así que esperar que se acabe de una vez,.. eso ya no me importa.
Mi frente está perlada de sudor frío, producto del dolor y la desesperación de esa cogida que no acaba nunca. En medio de sus broncos jadeos, siento dentro de mí cómo la cabeza de su enorme falo comienza a palpitar: está a punto de descargar dentro de mí. Desesperada, trato se zafarme; casi entierro mis uñas en la mesa para tratar de sacarme de dentro del culo ese pedazo de carne que me está matando, pero no lo logro:
- ¡AHHHHH!!!!, - gritó como un energúmeno-, ¡TOMA TODA MI LECHE, MI PUTAAAA!!!!,
Suelto entonces yo un ronco y profundo gemido gutural, al sentir cómo las paredes de mi agujero son abrasadas por el fuego de su semen caliente e interminable. Sendas oleadas de placer me hacen arquearme, al sentir cómo su verga no para de inundarme por dentro con su leche espesa.
Quedo finalmente de piernas abiertas, casi en shock, después de que él y yo nos venimos juntos, tirada yo como cualquier cosa sobre la mesa. Él simplemente se pone el pantalón, se sube el cierre y se ajusta la correa, satisfecho. Abre el refrigerador y saca una cerveza. Sentándose en una silla, frente a mí, ríe de cuando en cuando, mirándome acostada sobre la mesa, sudando a mares, con mi piel desnuda casi pegada a la superficie de la mesa, pegajosa por su sudor y el mío. Las piernas se me doblan del agotamiento; casi no puedo incorporarme. Mi ano salvajemente abierto me abrasa. Mi cabeza está de lado, apoyada, con todo mi pelo enmarañado. No le miro, pero sé que él me mira: tirada, desnuda, a su total y absoluta merced.
- Ahora ponte como me gusta, -, me dice con su sonrisa, anhelante, mostrándome todos los dientes.
Tomo una toalla de papel y la coloco en el suelo, debajo mío. Le doy la espalda. Me agacho, abriendo bien las piernas, alzando mi culo adolorido hacia él, como le gusta. No hay nada que le guste más que verme en esa posición, con mi ano dilatado y enrojecido abierto a medias, chorreando su semen espeso y abundante, que a borbotones, cae al suelo sonoramente. Él se regodea en su silla, bebiendo cerveza, haciéndome darle tal espectáculo. Se ríe, mientras yo apenas puedo soportar mi cuerpo adolorido en esa posición, con mis piernas más que deshechas. Una vez que la última gota de su semen sale de mi ano, se pone de pie:
- Bien, me voy al trabajo, -, me dice, mientras busca algo en su bolsillo.
Se pone su camisa sudorosa de nuevo, saca un billete del bolsillo de la misma, lo hace un cucurucho y me lo inserta en el culo, mientras agrega con su voz ronca:
- Cómprate unas tanguitas, rojas, pequeñas, como a mí me gustan, no te quiero verte mañana con esos calzones de abuela,
Tras cerrar la puerta, y haberse ido, por fin logro levantarme con no poca dificultad; saco el billete de mi culo, y recojo la toalla de papel con semen del piso. " Tanguitas rojas "-pienso-, "¡y quién mierda me va a recibir este billete!"; todos los días es lo mismo. Sólo me deja dinero para reponer calzones o vestidos hechos trizas por su líbido animal. Recojo mi vestido del suelo, trato de poner algo de orden en la cocina y voy al dormitorio a buscar algo qué ponerme y asearme. El vestido va a parar al tacho de ropa sucia, más tarde veré si solamente tengo que ponerle botones nuevos. Trato de apresurarme a pesar del dolor. Las dos de la tarde están casi encima. Me pongo encima lo que encuentro. En silencio trato de terminar la comida. No me pregunten por qué soporto semejante tren de vida, de ser violada y luego vejada por ese animal, día tras día: lo amo. Simplemente es eso. Se abre de nuevo la puerta de la casa. Alguien entra.
- Hola, ya llegué,...
Mi marido. Como siempre con la camisa y el terno hecho una desgracia de sudor después de un día más de viajar en colectivos desde su infeliz trabajo de oficinista. Se para en puntitas de pie al lado mío para poder alcanzar a darme un beso en la mejilla.
Lávate las manos que voy a servir el almuerzo le digo mecánicamente-, los chicos ya están por llegar.
Hummm, lentejitas en lunes dice luego de olisquear el aire-, bien, para la buena suerte,
Sí, lentejitas en lunes para la buena suerte, como siempre. Ojalá tuviese yo otra suerte. Mi día a día es siempre lo mismo.