Un juego que se escapó de control
Historias verdaderas de una Cincuentona que redescubrió su vida sexual al llegar a los 50.
Un juego que se escapó de control
Somos un matrimonio uruguayo que pasó los cincuenta años y más 25 de casados.
Alimentamos nuestro erotismo hablando mucho durante el sexo. Inventando historias, creando fantasías.
Una noche ingresamos en la fantasía de que tener yo un amante joven y experimentar largas noches de sexo maratónico, posiciones y alternativas.
Eso nos provoca mucha adrenalina y perdemos la vergüenza lógica de un matrimonio con pocos incidentes de infidelidad de mi parte. La partida de casa de nuestros hijos desató costumbres y horarios que antes no manejábamos.
Pero yendo al hecho puntual, todo comenzó cuando la fantasía de alguien menor que yo, empezó a repetirse. LO gozábamos y nos ponía muy excitados.
Todo funcionaba bien, pero una noche, Julio, mi marido, empezó a ponerle nombres a esos supuestos amantes.
Una noche era el chico del supermercado cercano, otra el joven que nos arregló el AA y así sucesivamente.
Hasta que una noche le puso nombre a alguien que si conocía y visitaba normalmente nuestra casa, un amigo de él que supuestamente me miraba de forma diferente. Raúl.
Raúl era parte del equipo de futbol5 que nucleaba hinchas de un equipo de futbol de Montevideo que se jugaban normalmente una vez por semana, pero por su cercanía y vecindad visitaba asiduamente nuestra casa.
“Ni loca” dije. Es casi un niño y jamás se fijaría en mi. Asombrada escuché que el chico (35) le había comentado a Julio (mi esposo) que afortunado era en tener una mujer tan hermosa de compañera. Y que él deseaba tener alguien así en su vida…
Raúl es un joven deportista (remero) super simpático, algo tímido y bastante atractivo. Pero ni ahí, vivía con una chica hermosa que era su pareja.
La charla se repetía cada vez que hacíamos el amor y en la medida que ayudaba a aumentar la frecuencia, todo estaba bien. Pero insistía en que prestara atención cuando él venía a casa como me miraba de forma diferente. Y que tenía “permiso” si quería avanzar comprobarlo.
Un viernes, al volver del trabajo, mi marido me avisa que esa noche hay partido y que vendrá Raúl a verlo a casa, que lo esperaremos con un asado y que allí tendría oportunidad de confirmar sus dichos.
Me pidió que me vistiera sexy como para incitar a su reacción.
Eligió para mi un vestido hindú, blanco con algunas transparencias y una tanga pequeña de color oscuro para que se notara. Yo me reía de lo inútil de sus esfuerzos, porque yo jamas estaría con ese chico, más siendo su amigo y compañero. Y por sobre todo que jamás se fijaría en mí, menos en mi casa.
Nuestra barbacoa está separada de la casa por un jardín y enfrentada a una ventana de la cocina.
Sobre las 19:00 hs llegó Raúl y su primer comentario fue lo linda que estaba vestida esa noche. Punto para Julio.
Fueron al parrillero a encender el fuego, mientras yo les servía el primer whiskie de la noche.
Todo estaba normal, sólo que noté ciertas miradas que hacia alas transparencias de mi vestido y por los espejos decubrí algunas miradas cunado me iba.
Generalmente yo estaba en la cocina preparando aderezos y ensaladas y en un viaje de mi esposo, me dijo “viste, yo tenía razón, está enamorado de tu cola”.
Mi férrea negativa original iba dejando lugar a la duda y la satisfacción de sentirme mirada.
Las charlas generales ahora tenian el condimento de miradas a los ojos y leves sonrisas que yo respondía bajando los ojos seductoramente.
En un momento, lo descubrí mirando mi trasero a través del espejo, mi marido estaba de espaldas concentrado en su cocción y al verse descubierto, Raúl, cambió la dirección de su mirada. Sin dejarlo pasar le pregunte moviendo los labios sin sonido, “Que hacés? me estabas mirando el cul…?” Perdón dijo de igual manera y juntó sus manos como rezando. No pude más y exploté en una carcajada difícil de aguantar. “En que andarán uds. dos”, dijo mi esposo sin prestar más atención. O eso creí yo.
Acto seguido me fui a la cocina y mi esposo me siguió haciendo que le confirmara lo que me había dicho tantas veces.
Llegó también nuestro invitado y Julio volvió a su parrilla, dejándonos solos en la cocina.
Volví a repetir, que hacías? y sonrojado me dijo que le gustaba mucho, que el vestido me quedaba espectacular y la tanga mucho más. Había comenzado el juego.
Bajé la mirada y él me tomó de la mano. Siempre controlando que mi marido no nos viera, se me acercó, entreabrió sus labios y me dijo, “sabes que te voy a besar, no?” Asentí con la cabeza. Sus labios estaban a pocos centímetros de los míos, pero no pasó. Me di vuelta y continué con lo que estaba haciendo, pero él se acercó más y apenas rozándome, me susurró al oído “sabés que serás mía, no?” volví a asentir con la cabeza y sentí su cuerpo pegarse al mío y sus manos acariciando mi cola, mientras me dejaba un minúsculo beso en el cuello.
Partió rumbo a la barbacoa, dejándome temblando de la emoción y una sensación difícil de describir.
En la Tv comenzaba el partido y salvo algún roce esporádico y miradas furtivas fueron dos horas donde mi cabeza trabajaba a mil por hora. Al término del primer tiempo mi marido fue al baño y allí se concretó el primer beso. Caliente, desesperado, nos tocamos mientras nos comíamos la boca. Pero el regreso era inminente así que quedamos exhaustos y jadeantes.
Le tocó el turno de ir al baño a Raúl y mi marido inquirió “y?”, me quiere coger le dije “y vos?” me preguntó. No l,e respondí, bajé la cabeza y escuché de mi marido la sentencia, cogételo.
La cena transcurrió sin más novedades y mientras marido limpiaba barbacoa volvió a repetirse la escena de la cocina. Yo lavando los platos y su cuerpo pegado al mío haciéndome sentir su masculinidad. Mi vestido había subido hasta la cintura y mi tanga había dejado lugar a sus dedos inquietos.
Por mi mente pasaba el cómo iba a hacer el amor con mi marido esa noche recordando esos momentos.
Pasada la medianoche, nuestro invitado empezó a despedirse. Mi marido en el sofá del living saboreaba su enésimo whiskie. Lo acompañe a la puerta y nos saludamos con beso amigable en la mejilla.
No había sentido que mi esposo se acercara, por eso su voz me sobresaltó. “chicos, dijo, los dos se desean mucho, es hora de que concreten, con una condición. Que sea en mi casa y que yo los vea la primera vez” Estupefactos, argumentamos que no, que estaba loco, que no era eso, que éramos sólo amigos. Nos pidió que nos despidiéramos como se debía con un beso de amantes.
Bajé la mirada esperando la respuesta de Raúl, éste tomó mi mejilla, levantó mi rostro y me besó como la primera vez. Mi marido se retiró a su sillón donde dominaba todo el entorno. Noté las manos de Raúl en mi cola y separándose unos centímetros le preguntó a mi marido si podía seguir.
“Por supuesto” dijo Julio. Eso quitó el resto de inhibición de Raúl. Se quitó la remera que traía dejando su hermoso torso al desnudo. Le besé el pecho, sus tetillas y con un leve envión en mis hombros, me hizo arrodillar a sus piss. Sé cómo les gusta a los hombres que los miren estando en esa posición, así que lo miré fijamente, le pedí permiso y bajé la cremallera de su jeans. Saqué su tesoro y volví a mirarlo y entreabriendo mis labios me lo introduje en la boca.
Como parecía acercarse su explosión, retiré mi boca y me ayudó a incorporarme. Quise sacarme el vestido, no me dejó. bajó mis hombros hasta dejar mis lolas al aire (no llevaba sostén) dejándolo arrollado en mi cintura, sólo de tanga negra.
Le tocó a él, arrodillarse y besarme, corriendo levemente la tanga que aún continuaba en su lugar.
En ese momento me acordé de mi esposo y allí estaba sentado con su whiskie, masturbándose y alentándonos.
Apoyada contra la parte de atrás de un sillón le dí mi primer orgasmo en su lengua. Parada, como me gusta a mí.
Se incorporó y con su lengua cargada nos volvimos a besar intensamente, mezclando nuestros jugos.
Ya no estaba su jeans y luego del beso, me giró, dejándome de espaldas.
Sus dedos jugaban en mis orificios y yo encorvada a 90º exponía el cofre de los deseos a mi amante.
No dudó, y me hizo el amor vaginal, desde atrás. A veces suavemente otras con fuerza bruta. Ambas increíblemente exquisitas.
Explotamos los dos a la vez.
Mi marido se había dormido, borrachito, masturbado y cumplida su fantasía. y la mía.
Nos quedamos dormidos, abrazados con Raúl en el piso, detrás del sillón. Al rato, mi amante me despierta mostrándome la erección que tenía.
Sin dudarlo, me subí arriba y los cabalgué por casi un siglo, hasta que me dio su contenido, profundo, caliente, viscoso. Quería gritar pero no podía.
Me bajé, pero seguía candente, así que suavemente se la volví a besar. No pudo más, me pidió que parara que le dolía de tanto ejercicio.
Recién ahí recordamos lo avanzado de la hora y su necesidad de volver a su casa con su pareja.
Volcó algo de vino en su remera y se fue intentando fingir que borracho se habá quedado dormido en la casa de su amigo.
Fue la última vez? NO, fue el comienzo de una nueva etapa en mi vida.
Pero esa, es otra historia.