Un jubilado, dos francesas y un Citroën 2 CV (6)

La llegada y estancia de mi familia trastocaron mi tranquilidad pero un nuevo aliciente salió a mi paso, aunque la tristeza también me sacudió adonde más dolía.

No pude dormir en toda la noche, estaba tan nervioso como enfadado, sin siquiera consultarme, mi nuera había dispuesto todo de manera que me trajo a su insoportable madre, encima el pánfilo de mi hijo la apoyaba con la esperanza de que le hiciera caso y le diera algo de “calor”.

Recordé la otra noche de insomnio (bien distinta) , tampoco  dormí pero en cambio estuve toda la noche pegado a Aline y a su madre, estábamos tan juntos que mi polla y mis manos no se separaron de sus tetas, en cambio ahora estaba en mi sofá que parecía tan duro como una vía de tren, con mi consuegra roncando en una habitación y mi nuera durmiendo plácidamente con el papanatas de mi hijo.

Apenas entraba luz de la mañana cuando me despabilé, me había quedado traspuesto un momento cuando oí desde la cocina el estruendo de las cazuelas y los pucheros, me levanté adormecido sin comprender qué pasaba y cuando entré en la cocina vi con horror que Virtudes estaba en camisón con mi delantal puesto fregando todos los cacharros de cocinar.

  • ¡Pero mujer…! ¿Qué hace usted aquí a estas horas?
  • ¡Qué voy a hacer… estoy fregando los cacharros de guisar, no voy a comer de lo que se cueza en todo esto lleno de mierda!
  • ¿Cómo lleno de mierda?, todo está muy limpio y usted no va decirme que soy un cochino en mi casa.

Miré al cielo y no sé cómo me contuve, aquella arpía había venido a mi casa sin ser invitada y encima pretendía manejarme como si fuera un pelele, todavía no imaginaba lo que iba a tragar con aquella mujer pero hice el propósito de aguantar aquellos siete días por cara de mi hijo Joaquín.

Y eso que todavía no había visto lo peor, cuando volví a mi sofá pasé frente a mi habitación, la puerta estaba solamente entornada y pude ver lo que ocurría adentro, mi hijo estaba durmiendo en la misma orilla de la cama, casi cayéndose y en todo el medio estaba Gloria.

Mi nuera estaba de medio lado con los brazos sobre la cabeza con una teta hacia el techo y la otra de lado, ninguna de las dos aparecía deformada por la postura y se veían completamente redondas como manzanas Fuji, más abajo pude ver entre sus piernas semi pegadas el abultado pubis que se marcaba debajo de sus bragas.

Todavía me indigné más al ver a mi hijo sin sitio en la cama mientras ella gozaba de todo el espacio completamente acomodada, tardé un rato en calmarme pero cuando lo hice tuve que reconocer que Gloria tenía un cuerpo de lo más apetecible y sentí un poco de empatía con Joaquín.

Al poco llegó a mí un  olor a tostadas y café que me reanimó, unos minutos más tarde Virtudes salió de la cocina con una bandeja y se dirigió a mi habitación.

  • Toma hija, te he preparado el desayuno, tómatelo todo y… tápate un poco porque vas a coger frío y éste… vaya pinta, ahí durmiendo como un haragán, si su padre es igual que él…
  • Mamá, déjalos tranquilos que te conozco, no los molestes, sobre todo a Santiago, ya ves, no ha dicho nada de que te quedes con él unos días.
  • Pues eso faltaba, lo malo es que voy a tener que poner la casa patas arriba y limpiar todo esto.

Me callé por prudencia con la esperanza de que traería también el desayuno para todos pero esperé en vano, de seguido subió la persiana y la luz de la mañana inundó el comedor.

  • ¡Venga todo el mundo arriba, ya está bien de holgazanear!, usted Santiago, a la ducha que huele a tigre, y salga pronto que mi hija también quiere ducharse porque se marcharán pronto.
  • ¿Pero, es que no se quedan para comer?
  • Ni hablar, ya lo han visto y todavía tienen que hacer el equipaje para el crucero.

Al ir hacia la ducha me crucé con Gloria que ya venía liada con una toalla.

  • Cuidado Gloria, que no pase como la otra vez.
  • Mmm, vaya Santiago, sí que tiene memoria.
  • Claro mujer, esas cosas no se olvidan fácilmente.
  • Que conste que fue sin querer.
  • Ya, lo imagino pero casi nos rompemos un hueso, aunque valió la pena, jajaja.
  • ¡Qué gracioso!

Cerró la puerta del baño con cierta altanería y aproveché para entrar en mi habitación y vestirme, mi hijo se desperezaba quejándose de lo dolorido que estaba por la mala postura, lo miré con lástima y me devolvió la mirada encogiéndose de hombros.

  • Me ha dicho tu suegra que os vais enseguida, ¿no podéis quedaros siquiera hasta la tarde?, os invito a comer.
  • No papá, Gloria quiere llegar pronto a casa, quiere probarse la ropa que llevará al crucero y ya sabes cómo son las mujeres.
  • ¿Y me vas a dejar, sólo con la bruja de tu suegra?

De la forma que me miró mi hijo supe que sí, que me dejaba sólo ante el peligro y me armé de paciencia esperando que la semana fuera corta.

  • Bueno hija, cuídate, no bebas, no bailes, no corras, no hagas tonterías y no hagas caso a tu marido y sobre todo diviértete mucho.
  • No mamá ya sabes que no… ale, besitos a todos, muack, muack, Santiago cuida a mamá, es muy sensible.

Las uñas se me clavaron en las palmas de las manos y cuando vi el coche alemán alejarse me encontré con la triste realidad.  La expresión amable y cariñosa de Virtudes con su hija cambió de pronto a una hostil y amargada.

  • Bueno, Santiago vamos a aprovechar el tiempo, vamos a limpiar la casa como hace años se hizo… si su mujer levantara la cabeza…
  • Muy bien pero antes voy a acercarme a la panadería, si no voy pronto no quedará para comer, ¿le parece?
  • Bueno pero no se entretenga.

Salí hacia la plaza y entré en la panadería, madre e hija abrieron unos ojos que parecían platos, se les iluminó la cara y las dos disputaron por atenderme.

  • ¿Qué se le ofrece Santiago?
  • Si quieres le atiendo yo, mamá.
  • No, deja hija, ya sé los gustos de Santiago.
  • Y yo también, recuerda que le llevé el pan el otro día, mañana se lo llevaré otra vez.
  • No, no hace falta, mi consuegra está en casa, se va a quedar una semana, ya vendré yo a por él, gracias.
  • ¡Qué pena pero me alegraré de verlo por aquí, ya le preguntaré por otra receta!
  • Cuando quiera aunque estando mi consuegra…

Con el pan debajo del brazo pasé por el Casino y desde una mesa me llamaron…

  • ¡Santiago, acérquese hombre!, venga un rato con nosotros.
  • Es que no desayuné todavía.
  • Razón de más, hágalo con nosotros, precisamente acabamos de pedir.

Ante la alternativa de volver con Virtudes me convencí rápido y me senté con ellos, enseguida llamaron al camarero y pedí el almuerzo, comprobé que no se reprimían y después del bocadillo tomaron café y una copa de coñac.  Entre ellos estaba Antón el Alcalde, casi de la misma edad que yo, era uno de los “riquillos” del pueblo y le gustaba fanfarronear de ello.

  • Ya me ha contado el tendero la comida que preparó en su casa, a ver cuando viene a la mía, mi mujer no sabe guisar, vamos, ni hacer un huevo frito, me vendría bien que le diera unas instrucciones.
  • Bueno pero no sé si tendré tiempo, tengo familia en casa y…
  • No se preocupe, sólo será un momento, poco a poco ya irá aprendiendo, mírela precisamente está en la ventana en este momento, voy a decírselo.
  • Espere, es que…
  • ¡Alicia, ahora va Santiago para darte lecciones, presta interés y haz lo que te diga!
  • Antón es que ahora…
  • Nada, Santiago, usted va y le enseña lo que sabe, haga lo que le mando, para eso soy el Alcalde, jajaja.  Ya se lo agradeceré.

Crucé la plaza y subí a casa del Alcalde, cuando Alicia abrió la puerta quedé maravillado, era una muchacha muy joven, debía ser veintitantos años menor que Antón, morena de piel y rubia de pelo, los ojos grises claros y los labios carnosos, no quise mirar más hacia abajo para que no se molestase pero cuando la seguí hacia el interior de la casa vi el culo tan generoso que tenía.

  • Bien, ya me dijo mi marido que me enseñaría lo que sabe, usted dirá.
  • Yo sólo quería enseñarle un poco a guisar, me ha dicho que no se le da muy bien pero no se preocupe, le prometo que le enseñaré lo suficiente para tener contento a su marido, usted es muy joven y con un poco de buena voluntad podrá contentarlo.
  • Si contento lo tengo pero con la comida no me apaño muy bien, mi marido está acostumbrado a tener todo lo que quiere y yo no puedo dárselo, snif snif .**
  • Tranquila Alicia conseguiremos que los dos estén satisfechos.
  • No sé, puede que él sí pero yo…
  • Alicia la comprendo, tiene una diferencia muy grande de edad, él está acostumbrado a mandar y puede que al tener una esposa tan joven y tan guapa como usted no sepa cómo atenderla.
  • Eso pensaba yo al principio pero con el tiempo todo sigue igual .**
  • A lo mejor es que usted no… lo comprende.
  • Sí, yo lo comprendo y me he amoldado a sus “gustos” pero yo… no represento nada para él.
  • No diga eso Alicia, usted es una chica preciosa, cualquier hombre daría cualquier cosa por ser su marido y si él es algo machista… ya sabe, intente entrarle por otro lado, en este caso por el estómago, a veces los hombres no nos damos  cuenta lo crueles que somos.
  • No, usted no es así, no conozco a nadie que me hable así.
  • ¿No, qué cómo le hablo yo?
  • Pues, tan dulcemente, me gusta oírle, me comprende y eso que no sabe de la misa la mitad.
  • Vamos mujer, no será para tanto, no creo que Antón no le haga caso en…
  • No, no es eso, en la cama sí que me hace caso, demasiado diría yo.
  • Entonces…
  • Lo que ocurre es que tiene unas costumbres un poco raras, muy suyas diría yo.
  • Jajaja, no puedo imaginar que con el cuerpo que tiene usted, si me permite decirlo, con esas tetas y esa cara tan bella no le hace feliz.
  • No, para él ni mis tetas ni mi cara son atractivas…
  • Pues no lo entiendo, usted lo tiene todo, unos ojos preciosos, un pelo suave como los ángeles y una piel que parece seda natural.
  • Uy Santiago, no me diga esas cosas, que me pone nerviosa.
  • Lo siento, si la ofendí…
  • No, al contrario me gusta lo que dice pero no estoy acostumbrada a eso, si mi marido me dijera esas cosas yo haría lo posible por acatar sus deseos.
  • Lo dice como si fuera un pervertido o algo así…
  • No sé si será pervertido pero un poco raro sí, si me atreviera le consultaría una cosa, usted me da confianza y me gustaría saber la opinión de un hombre porque no conozco a ninguno que pueda contárselo.
  • Pues dígame, lo único que le puedo asegurar es que le guardaré el secreto.
  • ¿De verdad?, pues mire… cuando me casé mis amigas me contaron algo sobre lo que hacían los matrimonios, no había tenido novio aún y lo que me contaron fue bastante diferente a lo que resultó después.
  • No le comprendo, porque en el matrimonio no hay muchas novedades.
  • En el mío sí, o es que yo pensaba otra cosa…
  • Mujer lo normal, lo de siempre, ya sabe.
  • No, la verdad es que no lo sé pero se lo contaré para que me lo aclare.
  • Como quiera, ya le dije que no diré nada a nadie.
  • Ni a ningún hombre, porque todo se lo cuentan en el bar.
  • Y menos a los hombres, claro.
  • Mi marido todas las noches quiere sexo.
  • Bueno eso es normal aunque a la edad de Antón…
  • Sí, a su edad todas santas noches pero…
  • Tiene suerte, lo malo sería al contrario que es de lo que todas se quejan.
  • También se quejarían si fuera como lo hace Antón, para el yo sólo tengo una cosa atrayente… mi culo.
  • Perdone, me dejé nombrar su trasero cuando la describí, tiene un culo muy bonito también.
  • No me entiende, mi marido sólo quiere tener sexo por… mi culo.

Quedé perplejo, que aquella chica tan joven y guapa me confesara que su marido sólo se la metía por el culo significaba que estaba desesperada o muy harta, mi interés creció y quise saber más.

  • No le niego que por ahí también se puede hacer, aunque tengo que reconocer que a muchas mujeres no le gusta, más por miedo y desconocimiento que por otra cosa.
  • ¿Su mujer quería hacerlo?
  • Bueno… pues sí -mentí- aunque me costó convencerla.
  • Pues Antón me “convenció” desde el primer día y desde entonces sólo lo hace por ahí.
  • ¡Qué pena, una chica como usted merece todas las atenciones de un hombre, lástima de no haberla conocido soltera.
  • Fue un error casarme, debí esperar a un chico como usted… pero es tan difícil.Snif snif, snif.
  • No llore Alicia, que me parte el corazón

La chica lloraba desconsoladamente y no tuve más remedio que corresponder al abrazo que me dio, fue tan inesperado que cuando la rodeé con mis brazos me miró con los ojos llenos de lágrimas y la besé en los párpados, las lágrimas corrieron por sus mejillas y fui besándolas y absorbiéndolas a la vez, cuando llegué a la comisura de sus labios sentí su aliento y como dos polos opuestos de imán sus labios se pegaron a los míos.

Besaba mal, pero con la voluntad que puso compensó la inexperiencia, hasta que acople mi boca y con la lengua busqué la suya, una corriente eléctrica corrió por su espalda, lo noté en mis manos y ella se pegó contra mí.

Tras unos momentos muy íntimos mi polla empezó a dar señales de vida, por otra parte ella quiso sentirme más cerca y me cogió la mano y la llevó a su pecho, sentí su corazón agitado y lentamente arrastró mis dedos hacia la curvatura de su teta.

Cuando llegué a tocarle el pezón noté sus latidos con mucha más fuerza, en mi mano creció de una forma exagerada y su cintura se aplastó con la mía, noté la presión de mi polla en su ingle y volvimos a besarnos, la abracé de nuevo y al hacerlo junté las manos detrás de su espalda, sin pretenderlo solté el cierre del sujetador y mi pecho recibió el impacto de sus tetas como los topes de un tren.

  • Niña, eres una tentación difícil de vencer y yo no soy un santo.
  • Ni yo lo quiero, Santiago es el primer hombre que me trata como una mujer.
  • No podía ser de otra forma, me vueles loco.
  • Y usted a mí.

Alicia me cogió las dos manos y las bajó hasta ponerlas sobre sus nalgas.

  • A usted si que le daría mi culo a gusto.
  • Es un buen regalo pero a mí me gustan más cosas de ti.
  • ¿Cuales Santiago?, dígalo…
  • Esto preciosa...

Pasé la mano de atrás adelante y sobre la ropa presioné su Monte de Venus que llenaba mi palma, ella levantó la falda y dejó que mis dedos llegaran a sus bragas, al mismo tiempo me rodeó el cuello con su brazos y volvió a besarme.

Por debajo del elástico mis dedos buscaron retirando la mata de pelo rubio, cuando toqué los labios los encontré húmedos, ella no bajó los brazos sino que separó un poco las piernas, bajé las bragas lo suficiente para llegar a coger el coño con la mano y con la otra abrí la bragueta y saque la polla.

Al notar el capullo entre sus labios suspiró y movió el culo hasta que las bragas cayeron lacias al suelo, luego separó las piernas más todavía y se pegó a mí, la polla pasó entre sus labios quedando incrustada entre sus muslos, sentí cómo se humedecía de su jugo y el calor que desprendía su coño me quemaba el capullo.

  • Alicia, no me atormentes más, quiero hacerte mía, quiero tu coño, entrar en ti, quiero que sientas cómo mi polla se hunde en tu coño.
  • Y yo lo deseo más que tú, hazme tuya, por adonde quieras.
  • No, tu culo no lo quiero…  por ahora, quiero tu coño, tus tetas, toda tú menos tu culo.
  • Gracias Santiago, al oírte decir eso todavía me haces más feliz.

Me senté en una silla y Alicia lo hizo sobre mí, se dejó caer suavemente pero con miedo y apretó los ojos.

  • ¿Qué te pasa Alicia, tienes miedo, te arrepientes?
  • No, es que no sé si soy virgen aún.
  • ¿Casada y todavía virgen? No lo puedo creer.

Alicia dijo sí con la cabeza al mismo tiempo que se iba dejando hundir mi verga, cuando tenía un cuarto en su interior, se abrazó a mi cuello poniéndome las tetas en la cara y se sentó de golpe.

Sentí que estaba muy estrecha aunque muy mojada, no pude averiguar si era virgen cuando se sentó pero ahora ya no importaba, estaba follando con una chica preciosa y ella lo gozaba tanto o más que yo.

Inspiró aire y yo empujé de golpe, noté como el glande pasaba de aplastado y chato a puntiagudo y entraba victorioso, Alicia gimió de dolor y al momento suspiró aliviada.

  • Sííí eso es, entra Santiago, méteme esa polla, necesito tu verga, tanto tiempo esperando y tú lo has conseguido, me has hecho mujer, gracias Santiago pero… muévete.

Separé los muslos y Alicia se incrustó todavía más mi polla y me moví sujetándola de la cintura, ella empujaba la silla haciéndola deslizar por el comedor, de pronto desde la calle se oyó…

  • ¡Alicia, asómate!
  • ¡¡Tu marido!!
  • Espera, no te salgas.

Alicia se incorporó un poco y avanzó hasta la ventana, clavado a su coño la seguí, sincronizamos los pasos semejando a un cambio de guardia en un cuartel, cuando llegó a la ventana separó en dos las cortinas y se asomó, después las corrió otra vez detrás de su cuerpo y asomando la cabeza contestó…

  • ¡Dime amor!, ¿querías algo?
  • Sí, era para decirte que no subiré a comer, han venido unos amigos y nos tomaremos algo en el bar, ¿cómo va la lección de Santiago?
  • Muy bien, ahora me está metiendo la carne en su sitio, tuviste una buena idea, es un hombre muy hábil y tiene unas manos...
  • Ya te lo dije, a ver si aprendes, fíjate bien en lo que hace y no te reprimas en preguntar y probar las veces que necesites.
  • Ya lo pensé, parece un hombre muuuuy paciente.

Cogido a su cintura detrás de la cortina no dejaba de meterle la polla hasta la matriz, ella se balanceaba hacia adelante sin llegar a asomarse del todo porque las tetas le colgaban desnudas.

Mientras hablaba con Antón se corrió apoyando la cabeza entre sus brazos a la vez que todo su cuerpo convulsionaba.

  • ¡mmm, mmmm!
  • ¿Estás bien mujer?
  • Sí amor, de maravilla, voy adentro no sea que Santiago necesite echar la salsa.

Efectivamente yo estaba a punto de correrme adentro del coño de Alicia, cuando ella lo notó en mi capullo entró y cerró otra vez las cortinas.

  • ¿Qué vas a hacer Santiago?, no te corras adentro de mi coño.
  • ¿Por qué, Alicia, si tienes un coño divino?
  • Nooo, ¿no te acuerdas que me desvirgaste?  ¡Mi marido no me ha follado el coño nunca, sólo faltaba que quedara preñada, imagina!
  • Uf, pues es verdad, me dejé llevar por mí polla.
  • Si quieres métela en mi culo y te corres lo que quieras.
  • No, en el culo no, bastante te da Antón, quiero tus tetas, voy a llenarlas de leche.
  • Ah, mis tetas sí, me gustaría mucho pero quiero que me llenes también la boca, me gustaría chupártela.
  • Luego, cuando me corra, la limpias con la lengua.
  • Vale.

Dicho y hecho, apuré lo máximo y cuando noté que mis huevos se exprimían la saqué, Alicia se giró arrodillándose frente a mí y me liberé llenándole las tetas, las primeras ráfagas le cayeron en las mejillas y luego resbalaron sobre sus pezones, ella según se deslizaban las recogía con la lengua sonriendo como si fuera una golosina.

  • Gracias Santiago, he tenido el mejor orgasmo de mi vida, por el culo no se siente igual, es una pena que no te guste por ahí, a los hombre parece que les gusta mucho.
  • Sí que me gusta Alicia pero no quise hacer como Antón, quería que sintieras algo diferente, si quieres la próxima vez te la meteré también por el culo pero a mi manera, verás la diferencia y… ¿cómo sabes que a los hombre nos gusta follar por el culo a las mujeres?
  • Me lo dijo Carmen la farmacéutica, es la única mujer con la que me relaciono en el pueblo, es muy inteligente y se puede hablar de todo con ella.
  • Mmm, me gusta oírtelo decir, ya me cae bien Carmen, debe ser muy buena chica.
  • Sí, me explicó cómo se hace por delante, aunque sólo lo sabe de teoría, no es muy agraciada de cara y no se le acercan los hombres, ellos se lo pierden porque tiene un cuerpo… yo se lo he visto varias veces.
  • ¿En la farmacia?
  • No, en su casa, a veces voy a tomar café y a hablar, nos contamos nuestras cosas y…
  • ¿Y…?
  • Pues… me enseñó a…
  • ¿A qué te enseñó?
  • A masturbarme, las primeras veces no lo hacía bien y me ayudaba, luego se lo hacía yo a ella… para practicar…
  • ¿Y ya sabes?
  • Ya lo creo, ahora tomamos café rápido y nos metemos en su cama, pasamos la tarde de maravilla, pero la corrida de hoy ha sido mucho mejor.
  • Me alegro, pero no se lo digas a Carmen.
  • Al contrario, le encantará, siempre quiso probar pero como sólo podía contarle las enculadas de Antón…

Cuando dejó de contarme sus meriendas con Carmen le di la polla, todavía estaba un poco gorda y ella la volvió a engordar, se notaba que tenía práctica con la lengua y pronto tuvo que abrir la boca hasta el máximo, apenas podía hablar pero gemía saboreando mi rabo.

No creí que sería capaz de reponerme tan pronto pero al ver a Alicia mirarme con los ojos húmedos y la boca llena de polla me acordé de una serie de la tele adonde aparecían los hipopótamos saliendo del agua y me dio la risa.

  • ¿De qué te ríes Santiago, no lo hago bien?
  • Sí Alicia, sí, sigue como ibas, me reía al pensar lo feliz que será tu marido comiendo en el bar, jajaja.
  • Jajaja, es cierto tiene mucha gracia, que le den.

Para ser la primera vez que le llenaban la boca de semen lo hizo muy bien, fue tragando rápidamente, se notaba la experiencia de cuando Carmen se corría en su boca.

  • Aaag, sabe raro.
  • ¿No te gusta?
  • Sí, es diferente al sabor de Carmen pero no está mal, un poco más salado y espeso.
  • Sí, la próxima vez te lo haré yo a ti, para que compares con la boca de Carmen.
  • Me gustará aunque te advierto que lo hace muy bien.
  • Yya te aviso que no lo hago mal del todo, jajaja.

En un santiamén salí a la plaza después de hacerle un guiso rápido y al pasar por la puerta del bar desde el fondo me llamó Antón.

  • ¿Qué tal Santiago, me ha salido aplicada la chica?
  • Sí, aunque le falta experiencia, es la primera vez que ha probado mi especialidad.
  • Eso es normal, con paciencia y muchas prácticas igual le coge el punto.
  • Eso le dije yo que no sufra, que al final lo sabrá hacer como yo o mejor.
  • Estoy seguro, pero ya sabe, sin problema, cuando tenga un rato la llama, no hace falta que esté yo, ¿verdad?
  • No creo, los dos nos apañamos bien.
  • Mejor, yo a veces… tengo mis compromisos, ya entiende… eso de ser Alcalde.
  • Tranquilo, su mujer es cosa mía.
  • Eso quería oírle decir Santiago.

Cuando llegué a casa llevaba el pan casi aplastado debajo del brazo, Virtudes estaba con un pañuelo en la cabeza limpiando las “telarañas” que decía que veía y la dejé hacer.

  • ¡Hombre ya llegó el del pan, si llega a ser una medicina…!
  • Es que me encontré al Alcalde y ya sabe… lo que diga el Alcalde hay que hacerlo.
  • Y seguro que lo haría a gusto, calzonazos.
  • Sí, la verdad es que sí, no sé decir que no.

Por la tarde nada más comer Virtudes se sentó en mi sillón y rápidamente quedó dormida agotada de cansancio, aproveché pasa salir y sin darme cuenta me dirigí al río, cuando llegué al bosquecillo de álamos y chopos me extrañó no ver el Citroën, fui dando un rodeo para ver si se habían ido al pueblo pero mi sorpresa y muy desagradable fue ver que no estaba tampoco la tienda de campaña.

En todo el espacio que días atrás estaba ocupado por ellas no había rastro de nada, ni papeles ni muestras de personas, nada, me senté en una de las piedras que usamos de asiento y que habían devuelto adonde las cogimos y casi me puse a llorar.

Aquellas mujeres me dieron una vida nueva en todos los sentidos y ahora que estaba ilusionado pues eran mi tabla de salvación frente a la monotonía de mi vida ya no estaban, necesitaba verlas, oír sus voces para olvidar la de Virtudes y nada, se habían esfumado, se habían despedido “a la francesa” como decimos aquí, (sin despedirse).

Me levanté, miré cada rincón, fui hasta la morera adonde nos besamos cuando se me “declaró” , miré hacia donde estaba plantada la tienda, recordé la primera noche, luego fui a la orilla del río hasta donde nos bañamos desnudos y donde follamos los tres juntos, entonces me di cuenta.

Sobre la arena mojada vi un círculo hecho con piedrecitas redondas del río, en el centro había dos corazones, en uno de ellos también con piedras se podía leer… Je t’aime(te quiero) y en el otro corazón más pequeño la inscripción et moi aussi(y yo también) y junto a éstas palabras dos rosas, comprendí de pronto que eran las flores de Aline, me había regalado sus dos flores.

Su madre no lo sabía pero era virgen y me ofreció a mí sus tesoros, su coño y su culo y lo hizo con toda su voluntad, los ojos se me empañaron y no dejé de llorar hasta que la tarde caía y el sol desaparecía por el horizonte, no quise tocar nada, aquel sitio se convertiría en mi santuario, allí iría cuando quisiera recordar la felicidad que tuve unos día, luego volví al pueblo, a la triste realidad.

Continuará.

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Gracias.