Un jubilado, dos francesas y un Citroën 2 CV (5)

La fama de buen cocinero se extendía y tuve que corresponder, las francesas me demostraron su afecto y me emocionaron con su cariño, ya estaba contento con el giro que dio mi vida cuando todo cambió de repente.

El pito de un coche se oyó claramente al pasar por mi puerta, no se detuvo pero no me preocupé pues ya lo sabía distinguir, era la furgoneta de la pescadera.

Me dio tiempo a arreglarme un poco y salir a la calle, acababa de ducharme y me perfumé después de afeitarme con una loción para el afeitado, al llegar a la plaza y rodeando la furgoneta habían varias mujeres parloteando animadamente, al llegar yo se hizo el silencio, pedí la vez en la cola y me senté en un banco un poco alejado de ellas, al momento volvieron a su conversación como el zumbido de un enjambre de abejas.

De vez en cuando alguna se giraba hacia mí con cierta sonrisa picara, deduje que estaban hablando de algo que no querían que me enterara o peor aún, que hablaran de mí.

Entre ellas estaba la señora Francisca, la panadera, al pasar a mi lado me anunció que la pescadera traía unas sardinas especiales, por si quería comprar y de paso me enseñó tres lubinas que compró para hacerlas en casa para comer, también me dijo…

No sé para qué las compro porque soy un desastre, a mi hija y a mi marido les encantan pero no hay día que me salgan bien ¿me podría dar algún consejo? Precisamente estábamos comentando de lo buena que tiene la mano para… la cocina. No tiene secreto, es de lo más fácil, si las prepara con… Deje, deje, no se canse, lo probé todo y no hay manera, ¿podría pasar por casa? será sólo un momento y me explica, soy rápida en entender pero al principio me cuesta, ya sabe… Si es muy fácil mujer… pensaba comprar algo y luego irme a casa pronto para prepararme algunas sardinas o algo… Pues mire, como le viene de paso se acerca, ya sabe donde vivo. ¿Ah, pero no está en la panadería? No en la panadería se quedó mi hija, hasta que cierre no vendrá y mi pobre marido se ha ido al pueblo a la fábrica de harinas para hacer un pedido, y vendrá desmayado. No sé… bueno, luego cuando me despachen me acercaré pero tardaré un poco, ya ve la cola que hay. No se preocupe, con que me haga una demostración me vale, yo iré calentando el horno… Las mujeres parecía que no tenían prisa y entre comentarios y unas cosas u otras tardaron bastante, cuando compré las deseadas sardinas me acerqué a casa de Francisca, ésta me recibió envuelta en una toalla y con otra liada a la cabeza.

Uf perdone, no sabía qué hacer, pero como tardaba me decidí a darme una ducha, ya sabe, el calor de la panadería y el polvo de la harina… Tranquila, dígame adonde tiene los pescados y le explico, no tardaré. Pase a la cocina y le preparo todo, ¿qué necesita? Pues de momento una bandeja para el horno, luego algunas especias y… Muy bien voy a sacar la bandeja de éste armario… La mujer abrió el armario que tenía sobre el banco y vio la bandeja pero como tenía otra encima tiró de ella y no pudo sacarla, tuvo que intentarlo con las dos manos y entonces fue cuando la toalla que le cubría el cuerpo se desató y cayó al suelo como el telón de un teatro.

Yo estaba detrás de ella y cuando se volvió hacia mí no sabía adónde llevar sus manos, las iba cambiando, de las tetas al coño y al revés, lo cierto es que no cubría ni una cosa ni la otra.

Dios mío, que torpe soy y lo peor es que no he bajado la bandeja, ¿me quiere ayudar usted? Se volvió otra vez hacia el armario sin colocarse la toalla, yo la retiré a un lado y me acerqué por atrás, si ella no llegaba bien yo menos todavía pero no era excusa para que no me pegara a ella empujándola haciendo intentos para alcanzar.

Noté el olor fresco, recién duchada y perfumada con un perfume caro.

Mmm, Francisca qué bien huele usted. Y usted también Santiago, me gustan los hombre que huelen bien, mi marido si no le digo que se duche nunca se acuerda… Yo sí, mi mujer siempre me decía que era un presumido pero el olor que hace usted es a mujer… ardiente. Mmm, yo creo que usted además de atrevido es un seductor, sólo me puse unas gotitas de colonia. No, no me refiero a ese olor que es ideal, sino al olor de su piel, desde aquí atrás noto el calor que desprende, me encantaría acariciarle la espalda. Pues ha descubierto mi secreto, a mí también me gusta que me acaricien la espalda, con los años que estoy casada todavía no se ha dado cuenta mi marido. ¡Qué pena, porque su espalda es tentadora aunque por delante no debe ser menos suave! No diga eso Santiago, que me pongo… nerviosa, no estoy acostumbrada a recibir halagos. Pues de mi no puede recibir más que piropos, estaría oliéndola todo el día, mmm. Por favor Santiago, que ya tengo la carne de gallina… Pues no la toqué… todavía. Por eso, si me atreviera le pediría que lo hiciera aunque fuera sólo un poquito. Eso mismo pensaba yo pero no me atrevía, su hija… su marido… ¡Ah, no se preocupe!, mi hija está en la panadería, la pobre desde que la dejó su novio está ausente, no le interesa nada a mi me preocupa, parece que ya no le gustan los chicos, pobrecita la veo tan apática, temo que se deprima… Sería una pena porque es muy guapa y tan joven… Ya lo creo, no debía decirlo porque no me gusta hablar pero tiene un cuerpo que muchos jóvenes la desearían pero es tan tímida… Una pena, ¿y su marido…? ¡Ah ese sí que es un caso perdido!, siempre en el bar, cuando no juega está bebiendo con los amigotes, no hace más que meter la mano en el cajón del dinero, en cambio a mi… lo justo y además como los conejos… ¿sabe como lo hacen los conejos? No, no tengo idea, como siempre he vivido en la capital… Pues cuando montan a la coneja no tardan ni medio minuto y ya… terminó la función. No me diga… no lo puedo creer, tan buen mozo y tan fornido… y usted está… Sí, pero en la cama… Una pena, porque usted parece que necesita un poco de calor y… no del horno. Ay sí, sólo de hablar con usted me pongo nerviosa, saber que lo tengo pegado detrás de mi… noto su aliento en la nuca y no le cuento cómo tengo los pezones, porque me da vergüenza que si no… No lo diga, deje que lo compruebe yo, ¿me permite? Uf, no lo había pensado pero ya que está ahí tan cerca. Y a mano, pero me gustaría que se quitara la toalla del pelo, me gusta su melena morena. La panadera levantó los brazos para soltar la toalla de la cabeza, mis manos se escurrieron hacia adelante y fueron directamente a atrapar sus pezones, ella quedó con los brazos en alto sujetando la toalla que no caía, me pegué a su espalda y echó la cabeza hacia atrás.

Con las dos manos sopesé las tetas, no tenía demasiadas y la gravedad no las atacaba, las levanté y las separé apretando las areolas y sacando los pezones entre los dedos, sus gemidos sonaron en mi oreja y me pegué del todo a ella que al notar mi bulto en su culo dio un estremecimiento.

Santiago, no me haga eso, me está poniendo mala, tengo las tetas muy sensibles, mi marido… Francisca deje a su marido tranquilo, ahora estoy yo aquí y quiero comérselas, así que dese la vuelta y si prefiere tener los brazos en alto mejor. Como quieras Santiago, cómeme las tetas, me vuelves loca. Tú me dirás si te gusta. Seguro que sí, no pares aunque me duelan los pezones. No paré y le comí las dos hasta dejar los pezones y las areolas morados, confié en que si era verdad lo que dijo de su marido no se las vería y no me privé, cuando ya las tenía brillantes de mi saliva la acerqué a la mesa que estaba en el centro de la cocina y aparté lo que había, luego la empujé hasta que se sentó en ella.

Se dejó caer de espaldas y no tuve que decirle que subiera las piernas, las llevé hasta mi cuello y una vez arriba las separé, entre ellas vi su cara con los ojos entornados y la boca abierta, las tetas duras y húmedas y no pensé más. Me acerqué a ella y le di sus piernas, ella las cogió por las corvas de las rodillas y las sostuvo dejándome el coño lleno de pelo a mi disposición, quise aprovechar la ducha reciente y el perfume y le pasé la lengua apartando el vello rizado, un grito más que un gemido salió de su boca y me animé a seguir.

¡Por Dios Santiago, eso no me lo han hecho nunca!, me lo contaron y no lo creí pero sigue y no pares y no olvides de meterme tu rabo. Mi rabo lo tengo preparado para ti y te lo voy a meter hasta al fondo de un golpe. Pero me dolerá Santiago y yo no aguanto el dolor. No te preocupes, sólo será un momento, ya me dirás. ¡Aaag, Santiago! ¿qué has hecho? Lo que te prometí, meterla de golpe, es lo que estabas pidiendo a gritos. Tienes razón, no me habían metido nunca un tronco así y sin pensarlo, aaah, que gusto, me voy a correr enseguida ¿te importa? Es que no me acuerdo de cuándo fue la última vez. Sí mujer, córrete las veces que quieras, no tengo prisa. ¿No tienes prisa?, pues sigue que voy a desquitarme, voy a venirme las veces que pueda.

Francisca no sabía lo que era ser multi orgásmica pero creo que lo descubrió con mi polla, no dejaba de vibrarle todo el cuerpo, las tetas parecían flanes y el coño no dejaba de brotar espuma blanca, unas veces con los ojos como platos y otras cerrándolos concentrada en su coño fue sucumbiendo a orgasmo tras orgasmo.

Al ver que se hacía tarde decidí acabar yo también, cuando llegué no estaba motivado pero al verla duchada y luego desnuda ganó muchos puntos y la polla se portó bien, ahora la saqué y dejé que bajara un poco, el culo lo tenía tan mojado como el coño y empujé.

Santiago… perdona que te diga… pero te estás equivocando de sitio. ¿Qué quieres decir Francisca? No, nada pero no es por ahí, comprendo que se te baje un poco la pija pero vuelve a meterla más arriba, quiero correrme otra vez. Te vas a correr una y más veces pero no me equivoqué de agujero Francisca, te voy a dar por el culo. ¡Dios mío no, por ahí no!, me han dicho que hace mucho daño y yo no aguanto nada el dolor. No creas todo lo que dicen por ahí pero… ¿quién te lo dijo? No te lo debía decir pero… fue la mujer del Alcalde. ¿Quién, Alicia? Si es muy joven… ¿cómo sabe ella esas cosas? Porque el Alcalde aunque es viejo se casó con ella porque era muy jovencita y tenía muy buen cuerpo y a él solo le gusta meterla por ahí. Vaya con el señor Alcalde… pero no te preocupes, te la voy a meter tan suave que no te vas a enterar, bueno sí, cuando te corras al notar mi leche en tu culo, y luego… se lo cuentas a Alicia, por favor. Sin favor, ¿qué tengo que hacer? Nada, relájate y disfruta. Francisca era una mujer confiada, al momento encogió las piernas que las sujetaba por las rodillas y las agarró de los tobillos y tiró de ellas hasta pegarlas a sus tetas. No tuve que empujar mucho porque en la posición que estaba y lo lubricado que aparecía su culo y la buena disposición que le puso apenas apoyarme mi capullo desapareció en ella.

¡Aaah, qué mentirosa es la gente, no ha sido para tanto, una molestia pero nada comparado con el gusto que me das, oooh! Santiago, ¿toda? Claro Francisca toda, ya la tienes entera adentro, ¿me muevo? Claro Santiago y no pares hasta que me corra otra vez…

Cuando salí de casa de la panadera ya tenía en marcha el pescado en el horno, apenas pusimos interés ni yo de enseñar ni ella de aprender, cuando volvía a mi casa me crucé con el marido que volvía del pueblo, su hija no tardaría en cerrar el establecimiento y Francisca tardaría algún día en poderse sentarse cómodamente pero comer, lo que se dice comer, hoy lo harían de lujo.

A media tarde cogí mi cesta y mis sardinas y la consiguiente botella de vino espumoso y me encaminé hacia el río, al llegar las mujeres estaban arreglando las cosas en el coche.

¡Hola a las más guapas del río! Hola Jacq, ya te echábamos de menos, ¿Adónde has estado? ¡Bah, de aquí para allá! ya sabes, la vida de un jubilado no tiene altibajos. Conociéndote seguro que no habrás estado ocioso. Bueno… hago por no estarlo ¿y vosotras qué hacéis? Ya ves preparando, los días pasan y tendremos que pensar en volver, te confieso que no lo haría. Yo tampoco Jacq, ahora tengo que volver al instituto, vaya rollo y con el uniforme en el colegio de monjas. Sí que lo vas a extrañar, recordarás las zambullidas desnuda en el río, jajaja. Sí y las siestas en la tienda de campaña contigo, jajaja. ¿qué traes? Aline, no seas curiosa, perdona Jacq, mi hija es incorregible. Jajaja, me encanta que sea tan auténtica, pues mira Aline, he comprado sardinas frescas, las voy a asar de una manera especial, ya verás cómo te gustan. Nunca he comido sardinas pero si dices que me gustarán será verdad, me gusta todo lo tuyo. Lo dijo con una picardía que no se le escapó a Margot, pellizcó los pezones y los sacó todo lo que pudo, pese a llevar una camiseta con las sisas muy anchas se le quedaron en punta con la areolas asomando por los lados.

Margot me miró a los ojos y luego a la bragueta y sonrió, su hija ya sabía cómo hacerme reaccionar y lo hacía muy bien. Estuve ayudándolas, aunque todavía no se marchaban querían ir arreglando cosas para no dejarlo todo para al último día, cuando terminaron fui a coger juncos, me siguió su madre y se colgó de mi brazo.

Jacq, me gustaría decirte una cosa… Dime Margot. No creí que esto pasara nunca, soy mucho más joven que tú y con eso no quiero decir que seas viejo, jajaja. No hace falta que lo digas, ya lo sé. No es cierto, lo que es cierto es que me gustas mucho, ya sé que tienes tu vida aquí, no es tiempo de cambiar de ambiente ni de vida pero quiero que sepas que en otras circunstancias me gustaría llevarte conmigo a Francia, me encantaría que fueras mi hombre. Jajaja, Margot, por favor, no digas eso, soy un viejo, ya lo ves, ¿adónde iba a ir a tu lado? Ya viste a tu marido, se buscó una jovencita y ya verás lo que pasará pronto, la chica se cansará de él y al final volverá a ti, es lo lógico. No Jacq, a mi marido que le den por el culo y no lo digo con segundas, tú me das mucho mejor y a gusto pero de mi marido no quiero saber nada y Aline tampoco, me ha dicho que le gustas mucho, también me ha preguntado si te vinieras conmigo si le dejaría seguir follando contigo, ya ves. Margot, me estoy emocionando, no merezco tanto honor, dos mujeres como vosotras, con esa delicadeza, ese cariño y esos cuerpos no los merezco, os estoy muy agradecido, es más, no me olvidaré nunca de ti ni de tu hija, debéis seguir con vuestras vidas, seguro que encontrareis un hombre… o dos que valgan la pena. Puede pero no como tú, no tienes idea el bien que nos has hecho, veníamos amargadas pero nos diste nuevas fuerzas para seguir mirando alto y mi hija me ha demostrado de lo que es capaz. Sí, tu hija es encantadora. Cuando vinimos era una niña mimada y rara, en realidad no la conocía pero contigo se ha vuelto mujer de golpe, la he visto y no me lo creo, me gustó cómo se abrió, como se hizo mujer, la vi transformarse y sobre todo la vi amar, el sexo ha sido su liberación y tú su maestro, ahora folla mejor que yo gracias a ti, y eso es de agradecer, siempre temí que la cogiera un desaprensivo y se la llevara dándole mala vida, ahora ya sabe que es lo mejor y no se conformará por menos. Gracias Margot, eres preciosa y no solo por fuera, te confieso que vosotras también me habéis dado la vida, antes era un viejo amargado, sin horizonte y ahora… si te contara… y todo gracias a ti y… a Aline claro.

Debajo de una higuera nos abrazamos y nos besamos con toda nuestras fuerzas, la polla se me puso dura pero no para follar sino por la emoción que sentía al tener a una mujer joven de la talla de Margot entre mis brazos.

Cuando nos separamos teníamos los ojos brillantes, sin decir nada seguimos andando abrazados y cuando tuve un manojo de juncos cortados volvimos a la tienda, Aline estaba esperándonos con los ojos llorosos también, parecía que tenía telepatía y que había estado junto a su madre cuando me hacía sus confesiones.

Un poco antes de anochecer pinché las sardinas con los juncos y los fui clavando en la arena alrededor de una fogata con las ramas que recogí por allí.

Cenamos los tres sentados en las piedras pero juntos, me rodeaban las dos mujeres y nos dábamos trozos de pescado poniéndoles limón y dejándolos en las bocas, cuando terminamos, la botella de vino espumoso se había vaciado y ésta vez fuimos entre los tres, luego sin decir nada paseamos por la orilla del río y nos quitamos la ropa, entramos desnudos sin hacer ruido y cuando estuvimos en el centro nos abrazamos.

Las dos me besaron, cada una buscaba el sitio adonde la otra había dejado sus labios hasta que vi algo que me sorprendió pero me gustó, entre tantos besos en la boca, buscaron mi lengua y la compartí con las dos pero en un momento de emoción vi como la hija buscaba la boca de su madre y también su lengua, Margot no la esquivó y saboreó la boca y saliva de Aline, luego me besó a mí y me trasportó el sabor de su hija.

Mis manos ya no pudieron estar quietas, estábamos abrazados los tres pero bajé los brazos y les cogí del culo a las dos empujándolas hacia la orilla, no llegamos a salir del todo del agua, allí mismo sobre la arena húmeda se arrodillaron las dos y compartieron mi polla, me lamieron, chuparon y mordieron el capullo, los huevos y el culo, cuando me tumbé en la arena a su lado me rodearon y cada una me dio lo mejor de ellas.

Y lo mejor, aparte de sus cuerpos, fue la pasión que nos envolvió, Margot se agachó y buscó la entrepierna de Aline, ésta abrió los muslos y enseñó a su madre la delicadeza de su coño pero la sorprendió porque le había cogido la maquinilla de afeitar y se había depilado también su tierno coño, Margot se emocionó al ver aquellos delgados pero tiernos labios, los abrió con la lengua y aspiró hasta tragarse el clítoris rosado.

Yo busqué el coño de su madre y la imité, estaba moreno y con sus labios gruesos, me recibió abriéndose y saliendo a recibirme su botón, Aline se ocupó de mi polla, al principio lamió el glande, lo hizo con una delicadeza que parecía que me rozaba con una pluma pero luego cerró los labios alrededor del capullo y no dejó de aspirar hasta que su nariz me tocó el pubis canoso.

Debajo de la luna menguante nos corrimos los tres a la vez, Margot se sorprendió al notar como su hija la mojaba a chorros, gozaba de un orgasmo brutal, había aprendido de ella a darse al máximo y cuando ella me roció a mi comprendí que la sintonía entre madre e hija era total, yo hice lo propio en la garganta de Aline, apenas saboreó mi leche porque pasó directamente a su garganta pero cuando ya me quedaba poca que echar puso su mano en mi polla y con lo que recogió lo esparció por su pequeñas tetas.

Su madre me miró y sonreí, luego se acercó a su hija y lamió mi leche sobre sus pezones, yo lamí los de su madre y Aline subió sobre mi y se metió la polla, cuando Margot se giró hacia mi lado todavía tenía su boca llena de pezón de Aline y yo media teta entre mis labios. Con los ojos me llamó la atención y me fijé que su hija se había metido la polla por su culo, ella sola sin decir nada separó su delgadas nalgas y se dejó caer, apenas hizo algún gesto de dolor pero cuando gimió de gusto dejamos de chupar y su madre subió sobre mi cara para que le comiera el coño.

El abrazo que cerraron las dos chicas hasta que se corrieron me emocionó tanto que me eché a llorar como un tonto, ellas no lo notaron porque tenía la cara mojada con sus flujos pero el hipo que me dio lo acusó Aline en su culo cuando se corrió.

Aquella noche no hizo falta invitación para quedarme, fui el primero que entró en la tienda seguido de las dos mujeres. Rodeado de las dos por momentos o debajo de ellas o sobre ellas pasamos la noche en un rato, fue la compensación a la primera noche que tampoco dormí pero esta por un buen motivo.

Las últimas eyaculaciones fueron secas pero no podía negarme a seguir follándolas, ellas se ocupaban de que mi polla no flaqueara, la mantenían dura pese a mi incredulidad, por la mañana por la colchoneta resbalábamos entre semen, jugos y líquidos de las mujeres.

Estaba saliendo el sol cuando fuimos al rio a bañarnos, el agua estaba fría pero nosotros estábamos calientes, los pezones se nos salieron a los tres, a ellas más, claro pero yo lo compensé con mi polla.

Desayunamos abundantemente, desnudos como íbamos no dejamos de mirarnos y admirarnos, cada uno por un motivo estaba feliz, les hice jurar que no se irían sin despedirse y así lo hicieron, marché tranquilo al pueblo y cuando llegué a casa me hundí en mi mullido colchón, cuando desperté ya había anochecido.

Por la mañana me levanté tarde y agotado, no me sentía la polla y como estaba recién bañado en el río no me apeteció ducharme, estaba sentado en mi sillón favorito en calzoncillos cuando llamaron a la puerta.

Por un momento pensé que sería la hija de la panadera que venía a traerme mi pan y a llevarse su ración, sonreí sin ganas pues no estaba en condiciones de aguantar una follada de aquella fiera (aunque su madre creía lo contrario) pero al abrir la puerta medio a escondidas por los calzoncillos me encontré la sonrisa de oreja a oreja de mi nuera Elvira, detrás de ella venía ¡SU MADRE! y cerrando el coche vi a mi hijo Joaquín.

¡Hola Santiago! ¿a qué no nos esperabas? Hoooola, pues la verdaaad es que no, pero pasad. Hola consuegro ¿qué haces con esa pinta a estas horas? Hola Virtudes yo también te quiero, ¡qué voy a hacer!, estoy en mi casa ¿no? ¡Pero ya son las doce, no son horas, vas indecente…! Calma “papá y mamá” no empecéis, tengamos la fiesta en paz por un rato. Mi hijo entró con cara de imbécil queriendo contentar a todos.

¿Cómo estás papá? Pues ya ves hijo, en calzoncillos, si fuera mujer te diría que en bragas, ¿no? Sí, ya vemossss. Mamááá. ¿Y qué os trae por aquí?, si puede saberse. Pues nada, que nos hemos dicho… vamos ver a mi suegro. Ya, así de momento, claro. Pues sí, es que hacía mucho que no te veíamos papá. Pero os quedareis a comer ¿vedad? Claro papá, hemos pensado acompañarte el fin de semana… Rápidamente mi cabeza empezó a funcionar y a hacer inventario… en el congelador había lo justo para que no se estropearan algunas cosas porque me gustaba comprar al día, pan… poquito (la panadera todavía no había venido) y sobre todo las camas… sólo había la mía de matrimonio y otra más en el cuarto de al lado y éramos cuatro y mal avenidos.

Ejem… claro, es lo menos después de tanto tiempo sin veros, pero podíais haber avisado, me pilláis casi sin comida, aunque no preocuparos, iré a la tienda en un momento. Ni pensarlo Santiago, tu hijo nos invitará a comer afuera, a mi madre le gusta ir de restaurante. Ya pero si nos podemos arreglar en casa… Nada, nada, vamos a comer a la carta y a cenar también, no faltaría más, no queremos causar molestias. Virtudes no dejaba de mirar los muebles, notaba que buscaba cualquier cosa para fastidiarme, era su forma natural de ser, nunca comprendí cómo le pusieron ese nombre, si tenía alguna virtud era la de ponerme furioso, era una mujer amargada, con diez años menos que yo parecía mucho mayor, creo que nunca la vi sonreír con naturalidad, en cambio mi nuera era mucho más abierta, me trataba de tú a tú y se manejaba con soltura, en cambio mi hijo parecía un perrito faldero siguiéndola a todos lados esperando una orden.

Intenté arreglarme lo mejor que pude y salimos a comer, Elvira me cedió su sitio en el coche al lado de mi hijo y aunque insistí (sin ganas) me obligó a sentarme adelante. En el potente coche de mi hijo estuve comparando al Citroën de Margot, a éste no le faltaba detalle, el equipo de música no dejaba oír el motor aunque de todas formas no se oía, al contrario del 2 CV. que te obligaba a hablar alto para hacerte oír.

Miré a mi hijo de reojo y evitó la mirada disimuladamente, atrás Elvira recriminaba a Virtudes por señas porque no dejaba de criticar que yo llevaba el pelo un poco largo.

Mi hijo Joaquín para romper el hielo me explicó cada botón del salpicadero del coche alemán llenándose de orgullo porque tenía hasta el último adelanto, no quise desilusionarle diciéndole que no me importaba una mierda.

Fuimos al mejor restaurante del pueblo vecino, nos sentamos al lado de una ventana con mi hijo al frente y Elvira y Virtudes a mi lado, cuando vino el camarero mi hijo se adelantó y pidió lo mejor que tenían, quería impresionarme porque les iba muy bien la vida y para contentarme por no venir a verme.

Mientras Virtudes repasaba con una servilleta sus cubiertos y su copa intentó hacer lo mismo con los míos, con disimulo pero con firmeza aparté su mano de mis cosas, su hija le recriminó con la mirada y luego me dedicó una sonrisa angelical.

Entre el primer plato y el segundo me llevé una sorpresa, lentamente por la calle vi pasar el Citroën de Margot, iba bellísima como siempre, impecablemente maquillada y vestida con mucha elegancia, a su lado Aline me deslumbró, de la chiquilla desvalida que vino ahora se había trasformado en una señorita, se había pintado suavemente los labios de rosa y había sombreado un poco los ojos y prolongado sus largas pestañas de por sí, además había cambiado de peinado e incluso había ganado peso (posiblemente por mis comidas) y realmente estaba bellísima.

Vaya, todavía hay cacharros como ese por ahí, debían haberlo tirado a la chatarra. Los extranjeros no van a invadir, ya ves… hasta adonde han llegado los turistas. Si ya lo digo yo, cualquier día nos van a imponer sus costumbres.… Si el restaurante hubiera estado vacío se hubiera oído claramente el gruñido y el rechinar de dientes que escapaba de mi boca, los tres se explayaban con sus opiniones que para mí eran pura porquería, de quien más me dolía era de mi hijo, nunca vio en mi casa ese comportamiento pero se había contagiado de una burguesía ridícula.

Dimos un paseo por el pueblo, no tenía más que ver que la Iglesia y el Casino adonde los hombres mayores tomaban café y jugaban en varias mesas, en una mesa me saludaron, eran los que estaban empeñados en hacerme jugar con ellos y que les liberara del control de sus mujeres.

Estábamos tan empachados del banquete que se empeñó mi hijo que apenas cenamos en una taberna, luego volvimos a casa y entonces ya se planteó el problema de las camas, yo lo tenía claro, de mi cama no salía pero Elvira directamente dijo…

A mamá no podemos dejar que pase mala noche, apenas puede conciliar el sueño, nosotros nos quedaremos en algún sillón. Sí cariño lo que tú digas, mi padre en su habitación pero si quiere… Miré a mi hijo con odio, me estaba poniendo en la tesitura de que abandonara la cama y tuve que hacerlo, mi nuera me miraba con cara de pena y cuando cogí una sábana y me fui hacia el sofá todos sonrieron satisfechos.

¡Nene, saca la maleta de mamá del coche, ahí lleva toda su ropa! ¿La maleta, qué tantas cosas necesita? ¡Ah!, ¿Es que no te lo dijimos todavía? Que despistados, resulta que tu hijo se ha empeñado en hacer un crucero por el Mediterráneo, sólo una semana, ya ves y hemos pensado que mi madre se quede contigo unos días y sí os hacéis compañía. ¿Qué te parece Santiago? … Pues… ¡qué quieres que te diga… me ha pillado tan de sorpresa! A ella no le hace mucha ilusión pero se ha conformado porque le dije que le traeríamos algo, y a ti también, claro, jajaja. Cuando me eché la sábana por encima, en mi habitación se oía.

Venga Elvira, déjame… Ni hablar, siempre estás pensando lo mismo, si al menos lo hicieras bien… Un poco sólo, es para practicar por si en el barco te mareas. Ni aquí ni en el barco, a ver si te has creído que con un crucero me vas a convencer. Ya verás cómo lo pasamos muy bien, déjame que te toque un poco, por lo menos. Ya me has tocado bastante, si quieres te tocas tú. Pero no es igual, mira como tengo la polla. Bah, ¿a eso le llamas polla?, seguro que tu padre con sus años tiene una mejor, ni eso habrás heredado. Pues a ti bien que te gustaba. Sí claro, de novios, pero ya me he hartado. Sólo por esta noche Elvira. Vale, pero acaba pronto que tengo sueño. La luz de mi habitación se encendió un poco, por la puerta entreabierta pude ver cómo mi hijo se echaba sobre Elvira y ella como una muñeca hinchable aguantaba las metidas de mi hijo, al momento quedó quieto y rígido sobre ella y cayó a su lado.

Ya está bien, conténtate que hoy has durado un poco más, ahora déjame tranquila y a dormir. Se apagó la luz y quedé con los ojos abiertos mirando al techo, en mi mente recordaba a Margot y a Aline cuando se sentaban sobre mí moviendo la cintura para que me diera más gusto, pero no pude seguir imaginando porque los ronquidos de Virtudes no me dejaron y al momento me dormí.

Continuará

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