Un jubilado, dos francesas y un Citroën 2 CV (3)

Poco a poco fui estrechando lazos con las dos mujeres pero, lo más importante fue que la madre y la hija me devolvieron la confianza y fui yo otra vez.

Durante el camino de regreso sentí la sensación como si fuera la primera vez que pasara por aquel paraje, mi mente no acababa de asimilar lo que pasó bajo la luz de la luna, si fuera más joven podría pensar que fue por el influjo lunar o que fue un juego inocente, qué sé yo, pero la verdad es que no encontré justificación a lo que pasó, incluso llegué a pensar que fue un sueño o que fue una serie de situaciones que por un azar del destino había llegado a éste resultado.

Lo mismo pensaba una cosa que otra, yo mismo quería convencerme pero lo que llegué a pensar cuando entraba en mi casa que fue una explosión de libertad para todos, ni ellas ni yo pensamos lo que hicimos (o eso creía yo) fue un juego del principio al final que llegó en un momento que a todos nos llenó de felicidad y sin pensar nos dejamos deslizar por una pendiente de lo más satisfactoria.

Cuando me acosté después de darme una ducha caí rendido, lo único que pude hacer es sonreír y liarme a gusto con la sábana recordando el inesperado final de la velada.

Por la mañana desperté tarde, me sentía tan cansado que me hice el remolón para levantarme lo más tarde posible, incluso volví a dormirme ligeramente hasta que me desperté sobresaltado, estuve soñando en el Citroën, me veía en mis años jóvenes apretando tornillos en la fábrica y de momento terminaba probando el mismo coche que tenía Margot, disfrutaba como un niño tocando el pito sin motivo por la fábrica, el caso es que cuando me incorporé en la cama seguía oyendo aquel pito inconfundible en mi cabeza y me costó unos minutos reconocer que estaba despierto y que en realidad sí que oía aquel pito.

Me levanté a trompicones y me asomé por la ventana, en la calle vi el coche de Margot con ella al volante, estaba aparcado en la acera de enfrente y la chica parecía estar buscándome por el vecindario, procuré asomarme y llamar su atención discretamente, aunque en la calle prácticamente vivía solo no quería que algún vecino viera a una mujer de la juventud y belleza de la francesa llamar a mi puerta, sabía de la mala costumbre de mis vecinos a “darle a la lengua” y inventar historias de lo que había o no había por el pueblo, esa era otra de las razones poderosas por las que no me relacionaba mucho.

Al no poder conseguir llamar la atención de la mujer me vestí de corre prisas y alisándome el pelo un poco entreabrí la puerta y sin llegar a salir le hice señas para que viniera.  Lo conseguí haciendo toda clase de posturas hasta que se dio cuenta, su sonrisa no cabía en el coche pero salió de él y vino hacia mí.

Según la veía venir recordaba lo ocurrido la noche anterior y me fijé que ropa vestía, la chica llevaba un pantalón blanco de pitillo estrecho y una blusa azul sin mangas abrochada por delante, los zapatos rojos de tacón alto que con el cinturón delgado también rojo y los labios y las uñas del mismo color me recordó a los colores de la bandera francesa.

Nada más entrar cerré tras ella, suponía que me abrazaría y besaría “apasionadamente” pero me llevé la mayor decepción al ver que después de un correcto y simpático saludo se comportó como si nunca hubiera ocurrido nada, en ningún momento me sugirió nada de la pasada noche a la luz de la luna.

La invité a sentarse excusándome para ponerme un poco más presentable y cuando volví la encontré curioseando los objetos que había recopilado desde hacía mucho tiempo, los cuadros, fotografías familiares etc. y cuando ya aparecí le pregunté cómo me había encontrado y qué quería de mi.

Me miró divertida y me contó que decidió comprar alimentos y pensó en la tienda del pueblo, supuso que yo la acompañaría pero al no conocer mi dirección pasó pitando el coche por si lo oía y salía, como no lo hice fue buscando la plaza y encontró ella sola la tienda, pidió lo que necesitaba pero no tenían y entonces preguntó por mi dirección y la tendera después de mirarla de arriba abajo sonrió socarrona, le dio la impresión de que estaba haciendo sus cábalas y ya satisfecha de sus conclusiones le indicó la calle aunque no sabía el número, por eso llamó con el coche por si me asomaba, como así ocurrió.

Pensé que todo lo que creí que era un sueño en parte pasó y también sospeché que la mujer de la tienda ataría cabos y al atenderme y hablar del guiso con la merluza y la receta que le di pensaría que por el tamaño no era para mí sólo y por lo tanto resolvió que aquella bella mujer y yo…

  • Muy bien Margot, me alegro que me hayas encontrado ¿y Aline, se ha quedado por el pueblo?
  • No, me ha costado pero la convencí para que se quedara cuidando la tienda, aunque creo que se conformó bastante cuando le propuse que alimentara a los peces para que luego vinieran a comer.
  • Jajaja, eso está muy bien, tu hija es una chica preciosa.
  • Ya lo creo y muy dócil, me quiere mucho.
  • Y tú también a ella y… ¿Qué vas a hacer si no has podido comprar nada de lo que necesitabas?  Si quieres y te puedo dar algo… lo dices.
  • No gracias, son cosas normales pero para cocinar a nuestro estilo, hacer creps… etc.
  • Ah, de eso no tengo, yo compro el pan que necesito en la tienda y no necesito muchas cosas y si no hay voy al pueblo cercano que es más importante y compro pero tengo que aprovechar para ir con el autobús o con algún conocido por lo que procuro apurar bastante.
  • Pues me has dado una idea, si quieres vamos con mi coche a ese pueblo y compramos lo que necesitamos, ¿qué te parece?
  • Buena idea, realmente yo no necesito casi nada aunque te puedo acompañar, así no perderás tiempo.
  • Muy bien, ¡vamos pues!  Toma las llaves del 2 CV.
  • ¿Yo, me das a mí las llaves de tu coche?
  • Claro Jacq, sé que te encanta llevarlo, lo noté el primer día que lo hiciste.

Era cierto, me recordaba muchas cosas y además me encantaba el ruido a lata, su balanceo y su comodidad, pero al mirarla otra vez me di cuenta de que yo no iba vestido adecuadamente a su lado y volví a mi habitación y busqué la camisa nueva de cuadros que me regaló mi nuera en mi último cumpleaños.

El pueblo estaba relativamente cerca, unos 25 Kms. pero era bastante importante y allí acudían de varios pueblos a hacer las compras, llegamos al súper mercado y nada más llegar ya llamamos la atención, pese a ser un pueblo ya hacía tiempo que no se veía un coche así y menos tan cuidado como aquel.  Una vez dentro de la tienda la atención la acaparó Margot, un poco más alta que yo (por los tacones) iba por los pasillos con el porte de una reina, yo a su lado parecía su lacayo hasta que llegamos a la sección de carnes, nos pusimos a la cola y todas las miradas se concentraron en ella, las mujeres la miraban con envidia y los hombre con deseo, a mí me miraban como a un adolescente baboso que iba besando por adonde ella pisaba esperando que echara una migaja.

Margot no tardó en darse cuenta y decidió aclarar las cosa, dejó el carrito a un lado y pasó los brazos por mi cuello y me dio un beso en la boca, me transformé de momento, recobré mi estima al ver a los hombres envidiarme y a las mujeres odiarme, a partir de ese momento la chica se mostró de lo más cariñosa conmigo incluso implorando que la diera muestras de cariño, se restregaba contra mí como una gata en celo.

Hasta que salimos de la tienda una corte de gente nos siguió por los pasillos siguiendo los tacones y el culo de Margot abrazada a mi cintura. Yo compré algunas cosas para mí sobre todo especias, piñones y leche para los desayunos.  Cuando salimos a la carretera Margot me miró y nos echamos a reír.

  • ¿Te ha gustado la demostración?, jajaja. se ha quedado todo el mundo asombrado.
  • Jajaja, me ha encantado y te lo agradezco mucho, aunque no lo creas me has hecho un gran favor.
  • ¿Un favor, cual?
  • Me has levantado la moral, hacía mucho tiempo que me sentía inútil y me has demostrado que todavía estoy vivo.
  • Jajaja, ¿tú inútil?... pues si les cuento la noche de la luna…  Jajaja.

Me sorprendió que recordara la noche de la luna y todavía me subió más el ego, la exhibición en la tienda sabía que era una farsa teatral pero el que recordara con placer la noche de la luna me puso a mil.

  • Jacq, tú no has comprado nada, podías haber aprovechado el viaje y cargar de lo que necesites.
  • Ya, sólo he comprado algunas faltas, especias, piñones, leche, etc.
  • ¿Piñones, eso que es?
  • Es la fruta del pino, le puse a la merluza la otra noche, lo que pasa es que no los verías por la oscuridad.
  • ¿Y cómo son?
  • Pues pequeños, blancos… salen de las piñas de los pinos, ¡mira, ese bosque de pinos que hay en medio del campo son pinos piñoneros!

En medio de los campos de cereales recién segados había una isla de pinos “piñoneros” se distinguían pues la copa era redonda, muy tupida y bastante altos, eran bastante gruesos y debajo no crecía la hierba pues los árboles con su sombra y agujas secas no las dejaban crecer.

Miré a mi derecha para señalarle los pinos y me percaté que entre las solapas de la blusa de Margot se podía ver la piel brillante de sus pechos pero también vi que llevaba algo poco acostumbrado en ella.

  • Margot ¿eso que veo es…?
  • ¡Ah, por fin te has dado cuenta! sí, me he puesto sutien-gorge , lo he hecho por ti.

Por deducción adiviné que se refería al sujetador, (mi mujer y todas las del pueblo le llamaban siempre el sostén) pero me encantó que se pusiera para mi aquella prenda, ella despasó otro botón para que pudiera verlo mejor pero conduciendo no podía fijarme.

No sé si fue la cabeza de arriba o la de abajo la que pensó pero al ver el camino de tierra que llevaba al bosquecillo de pinos di un volantazo a la derecha que hizo que el coche quedara casi en dos ruedas, por la fuerza de gravedad y lo inesperado Margot, se venció hacia mí apoyándose en mi pierna, al no tener el cambio de marchas entre los asientos su cuerpo se vino contra el mío y su mano cayó justamente sobre mi polla que ya había empezado a engordar.

Ya no la soltó hasta llegar a aparcar entre los gruesos troncos, cuando bajamos del coche tuve que arreglarme la verga que discurría por la pierna abajo, para disimular un poco busqué las piñas caídas por el suelo, habían muchas que las ardillas se habían adelantado comiéndose los piñones pero pude encontrar dos o tres llenas. Con dos piedras machaqué varios y se los enseñé.

  • ¿Ves, esto son los piñones, te acuerdas?
  • No pero me parece que lo he visto antes y no hace mucho.
  • Claro, verás cómo te acuerdas…

Le cogí una mano y le puse los dedos índice y corazón verticales hacia abajo y los restantes plegados en la palma, justo en el comienzo de los dedos pegados a los nudillos incrusté el piñón y le pregunté…

  • ¿No te recuerda algo, no has visto algo así antes?
  • ¡Oooh, la chatte d’Aline! (el coño de Aline)
  • Eso es, veo que tienes memoria, es igual que el coño de tu hija, por lo que vi a la luz de la luna… pero el tuyo me gusta más, mmm.

Margot me abrazó pegándose a mí, se apretó con su cintura a la mía notando su pubis en mi polla, mis manos fueron quitando los botones de la blusa hasta quedar en sujetador, luego busqué el cinturón pero sólo era de adorno y no encontré el cierre, ella vio mi apuro y me dijo…

  • Deja, ya lo hago yo.

Se quitó los pantalones estrechos y le pude ver entera con el conjunto de lencería más bonito y sexi que vi jamás, Margot se apoyó en el capot del coche pero pensé y le dije…

  • Espera Margot, ¿no has probado la suspensión del 2 CV.?  Sube y verás cosa buena.

Abrí la puerta de atrás y me senté en el asiento de lona, debajo se notaban los muelles desnudos pero a mí me daba igual, me bajé los pantalones y la polla saltó hacia el techo, ella entró a gatas sobre el asiento, pasó sobre mi piernas, atrapó mi polla con las manos y se la tragó casi entera, me escurrí en el asiento para que tuviera más comodidad y con dos dedos de una mano solté el cierre del sujetador, (recordé que mi mujer usaba siempre sujetadores de cuerpo con un montón de corchetes que me aburría antes de acabar), la finísima prenda se soltó y los tirantes quedaron flojos, Margot movió los hombros hasta que la prenda cayó al asiento, las tetas quedaron colgando, yo retiré el sujetador y lo colgué en el asiento de adelante.

Pasé la mano por debajo del cuerpo de la mujer y agarré las dos tetas que se movían al ritmo de su cabeza, después pasé la mano a lo largo de su espalda, estaba tan bronceada que brillaba hasta llegar a las nalgas, levanté las bragas y agarré un cachete.

Margot soltó mi polla y dio la vuelta, quedó con la polla al lado de su oreja y sin dejar de besar el tronco a su lado, se quitó las bragas levantando el culo y las piernas, mi mano se perdió entre su ingle y ella separó las rodillas todo lo que le permitió el coche.

  • Es una pena que esta maravilla se desperdicie.

Eso fue lo que dijo Margot antes de incorporarse y arrodillarse sobre el asiento de cara mí sobre mis piernas, mojó con saliva mi polla y su coño y poniendo las manos en el respaldo a mi lado se fue dejando caer clavándose la polla despacio.

La cara que hacía era de relajación, con los ojos cerrados parecía que se desinflaba poco a poco y se iba hundiendo en mí, cuando empezó a cabalgarme la suspensión del coche empezó a actuar, con los gruñidos típicos la trasera del coche saltaba como un potro que no quisiera ser montado.

Yo me ocupaba de sus tetas, saltaban igual que ellas pero las tenía a raya amarrándolas con las manos y mordiéndole los pezones alternativamente, ella gemía de gusto mojándome la polla con sus jugos.

De pronto del trote pasó a galope, su cabeza tocaba a la lona del techo y las ruedas del coche se despegaban del suelo, sus gemidos resonaban en el coche como si fuera una catedral, (me volví a acordar de mi mujer, ella apenas se notaba cuando se corría, un gritito que más bien parecía una queja y ya estaba) pero Margot, lo saboreaba, gozaba de un orgasmo brutal, saltaba hasta casi sacar la polla de su coño para dejarse caer de nuevo.

Yo me sentía feliz viéndola gozar, mis manos no paraban por ningún sitio hasta que se dejó caer abrazándome, estuvo unos minutos quieta, pegada a mí su corazón palpitaba contra mi pecho amortiguado por sus duras tetas, cuando volvió a renacer buscó por detrás, en el maletero, en las bolsas de la compra, no le presté atención pensando que buscaría servilletas y seguí acariciándole las tetas.

Se levantó un poco sacando mi polla de su anegada vagina y yo con los ojos cerrados esperé, pensaba que me regalaría con otra mamada aunque la polla seguía vertical y de pronto noté cómo me acariciaba la verga suavemente, sus manos parecían de seda muy suaves y luego se irguió echándose hacia atrás, con la mano agarró la polla y la metió entre sus piernas. Pensé que quería que me corriera dentro y sentí que el capullo se pegaba a ella.

Abrí los ojos para ver que cerraba los suyos apretándolos y frunciendo la frente, aspiró aire y de fue dejando caer, no lo pensé pero la cogí de la cintura y tiré de ella hacia abajo.

Gritó más de sorpresa que de dolor pero luego abrió los ojos desmesuradamente y soltó el aire de los pulmones, estuvo moviéndose en círculos sobre mí, separé las piernas y ella se hundió más entre mis muslos, busqué su clítoris y lo encontré tan duro que parecía una almendra, (me acordé del piñón de su hija y sonreí) , tanteé para comprobar hasta adonde se había metido mi polla pero no la encontré.

Me sorprendió que mis dedos encontraran los labios menores vacios y metí dos de ellos, ¡tenía el coño vacío! Busqué un poco más y a dos centímetros encontré lo que quedaba de mi polla, apenas un centímetro asomaba entre sus nalgas, abrazándola sólo un anillo rugoso que cerraba herméticamente.

  • ¡Margot!, ¿te has metido la polla por el…?
  • Sí, Jacq, estoy “enculé” al principio calculé mal porque la tienes más gruesa de lo que pensé pero ya está dentro y me encanta.

No salía de mi asombro, la chica se había clavado literalmente la polla por el culo, (volví a recordar a mi mujer, una vez se me ocurrió insinuar de probar por el culo, me dijo de todo, desde degenerado a que la trataba como una puta, y me tuvo una semana sin hablar).

Me sentí como un príncipe, una mujer sin pedírselo se había metido mi polla por el culo y pese a que no estaba preparada lo había gozado, me puse henchido de orgullo y frenéticamente la cogí de la cintura y la guié para que se hundiera más en mi, cuando gritaba pidiendo más y más yo estaba entre nubes.

  • ¡ Oui , sííí, oui , quiero más, más adentro, la quiero toda!
  • Sííí Margot.  Toda es para ti, córrete cuando quieras sin miedo, la tienes adentro y nadie te la va a quitar.

Fue una locura de sexo, el coche botaba sin control, los muelles chirriaban aunque los gritos de su dueña lo acallaban, cuando se apoyó en los respaldos de adelante le acaricié el clítoris y con los dedos busqué su punto G, fue una verdadera explosión de placer, se corrió y me mojó hasta el estómago, la tapicería del asiento quedó empapada pero ella no dejó de saltar sobre mí y más cuando sintió el calor de mi leche llenándola.

Cayó exhausta sobre mí, abrazada pegada a mi pecho con los brazos alrededor de mi cabeza, en su mano vi el tarro de mantequilla que compró para los desayunos, entonces comprendí la sensación de frescor que tuve en la polla antes de que se la metiera en el culo.

Cuando llegamos al pueblo ya era tarde, la luz del día iba de bajada y pese a que me pidió que me fuera con ella a cenar desistí y la dejé marchar con su hija, había pasado un día precioso con ella y sobre todo por la naturalidad con que me trataba, sentía que en mi interior se había obrado un cambio, me sentía más valorado, más persona adulta.

Comprendí que mi actitud al principio después de años de rutina y ya “desahuciado” para el sexo se había vuelto gris pero Margot, sin quererlo me había vuelto a la vida y eso me hacía sentir muy bien.

Al día siguiente me levanté nuevo, la vida parecía más feliz y busqué en los armarios, creí que mi mujer lo habría tirado ya, seguramente estaría apolillado pero lo busqué y lo encontré, mi bañador, era un bañador que no usaba desde hacía por lo menos 30 años, era de tela, muy ancho y con una goma en la cintura y una especie de redecilla para colocar los huevos, me lo puse y me miré en el espejo, estaba arrugado pero ya no me lo quité, se plancharía puesto y salí hacia el río.

Cuando llegué Margot, estaba lavando la ropa en el arroyo, arrodillada se le notaba el culo redondo debajo del bikini, me fijé en la raja tan profunda que se le marcaba y pensé que por ahí se había colado mi polla.

Aline estaba en la tienda arreglando la esterilla y el saco, imagino que poniendo orden a sus cosas y cuando salió con un vestidito corto, se abalanzó a mí y me abrazó como una ventosa, me besó en la cara y me dijo que se alegraba mucho de verme, la chiquilla no sabía qué hacer para festejarme, corría con su madre para decirle que ya estaba allí, que había llegado y volvía a mí.

De pronto se le ocurrió que podíamos bañarnos, su madre se volvió a mí, vio mi cara de sorpresa y le dijo…

  • ¡Para Aline para, que Jacq seguramente no querrá bañarse, no seas impulsiva, deja que haga lo que quiera!

Por toda respuesta me bajé los pantalones y les enseñé mi bañador, ellas se iban a reír pero lo pensaron mejor y me aplaudieron, Aline se metió en la tienda y salió con su traje de baño entero de licra.

La mirada de su madre y la mía se dirigieron al mismo sitio, entre las piernas de la chichilla se le notaban los labios del coño que presionados por la licra parecían una calcomanía, me cogió de la mano y tiró de mí hasta la orilla, se lanzó de cabeza pero yo entré despacio, el bañador se infló como un globo y tuve que hundirme rápido para que las chicas no se dieran cuenta.

Aline asomó la cabeza cerca de mí y vino queriendo jugar en el agua, la vitalidad de sus años la hacían imparable y desde la orilla se oyó a su madre aconsejarla…

  • Aline, deja bañarse tranquilo a Jacq, no le agobies que no tiene tus años.

Ese comentario me picó un poco, me hizo recordar mis años de crío cuando iba a bañarme con mis amigos al mismo sitio, me acordé de que había una piedra en un saliente a la vuelta del río y se lo conté a Aline.

  • Cuando yo era como tú o más joven iba a saltar de una piedra que hay más arriba, la usábamos como trampolín y apostábamos a ver quién era capaz de hacerlo.
  • ¡Ay, yo quiero saltar también, ¿dónde está?
  • Está ahí al lado pero no creo que a tu madre le parezca bien, es peligroso.
  • No te preocupes, si voy contigo no me dirá nada, ¡mamá, voy con Jacq aquí cerca para ver una cosa!
  • Vale Aline pero ten cuidado y no molestes a Jacq.

Fuimos al siguiente meandro, la curva del río tenía un saliente de piedra, debajo de ella cubría más de dos metros de agua aunque se veía el fondo como si fuera de cristal, la corriente era un poco más rápida que en la playa donde estaban las chicas pero no era excesiva.

Le enseñé de lejos la piedra, sobresalía sobre el agua a un altura de unos tres metros y cuando llegamos a la orilla le enseñé lo alto que estaba pensando que le daría miedo.

  • ¡Qué bien, me gusta, voy a saltar!
  • Espera Aline, no conoces el río, hay mucha agua y está muy alto, no quisiera que te lastimaras.
  • ¡Ah y tú sí que saltabas y no te daba miedo!, lo que pasa es que ya te has vuelto un miedica!, jajaja.

Posiblemente las palabras y las burlas de Aline picaron el orgullo y le dije…

  • Está bien, te voy a demostrar que no tengo miedo pero primero me lanzaré yo para que veas cómo se hace.
  • Muy bien y luego yo, ya verás cómo lo hago mejor.

Me acerqué a la orilla y miré hacia abajo, la sensación no era la misma de cuando yo era crío, ahora me daba más respeto, el agua estaba tan transparente que se veían las piedrecitas del fondo pero me lo pensé dos veces.

  • Venga cobardica, tírate, a ver si lo tengo que hacer yo primero.

Me espolearon las prisas de Aline y me acerqué a la orilla, vi que podía lanzarme sin peligro y decidí que saldría mitad del río. Calculé y me decidí, la entrada al agua fresca fue una impresión momentánea y una vez dentro abrí los ojos y vi que todavía me faltaba bastante para el fondo por lo que más tranquilo buceé hasta la mitad del río viendo el agua iluminada por el sol.

Cuando asomé la cabeza oí las risas de Aline, se carcajeaba sin pudor, me sentí molesto porque sabía que lo había hecho bien y no entendía por qué se reía de mí la chiquilla aquella.

Miré a la joven que desde lo alto de la piedra se moría de risa, no comprendía por qué pues no podía hablar, sólo me señalaba y luego también señalaba al río, cuando pude comprender asomé la cabeza un poco más y en la superficie del agua vi llevado por la corriente a mi bañador.

Bajé la mirada y pude ver la polla flácida que se movía entre dos aguas semejando a un pececillo, hundí la cabeza queriendo esconderme pero todavía fue peor pues lo vi todo mejor, estaba completamente desnudo, con la piel blanca como la nieve excepto de los antebrazos hasta las manos, lo que no cubría la camisa y entre las piernas la mata canosa de vello que escondía a mi polla arrugada.

Cuando salí a respirar Aline seguía riendo a carcajadas, yo estaba abochornado pero ella dejó de reír y dijo…

  • Mira Jacq, para que no te sientas mal.

Con un movimiento rápido se quitó el bañador y quedó tan desnuda como yo lanzándose al agua con su cuerpo escuálido, cuando salió su cabeza estaba muy cerca de mí, la podía ver a través del agua, sus piernas se movían como remos y entre ellas una leve maraña de vello se movía al impulso del agua.

Nadó hacia mí y me abrazó, sin dejar de reír pegó su cuerpo al mío y me dijo al oído.

  • Tienes un cuerpo muy sexi, no te había visto desnudo.
  • ¿No y la noche de la luna?
  • La noche de la luna no me fijé más que en una cosa…

Aline cogió la polla que empezó a dar señales de vida, en un momento se puso tan tiesa que empezó a moverla de arriba abajo, cuando ya estaba bastante se zambulló y la metió en la boca el tiempo que pudo para no ahogarse, luego salió apurada y se abrazó a mí, me rodeó la cintura con sus piernas delgadas y me besó.

Yo estaba envalentonado, en el coche había follado con su madre y ahora tenía a la hija abrazada a mí, vi que era mi momento y me abracé a ella y la fui bajando hacia mi polla, no se soltó cuando notó mi capullo en su coño abierto y me miró a los ojos, el capullo entró en su coño y detrás de él todo el tronco hasta que los huevos hicieron tope.

  • Jacq, ¿sabes una cosa?, me gusta tu polla, muévete.

En la flotabilidad del agua, la frágil Aline todavía pesaba menos y no me fue difícil subirla y bajarla a lo largo de mi pecho, clavándole a cada bajada la verga hasta lo más profundo, sus tetas me marcaban la piel, los pezones pulsaban los míos cuando coincidían.

Ella se sujetaba a mi cuello ayudando a subir y bajar y mis manos se aferraron a sus delgadas nalgas, se le notaban los huesos, sobre todo la rabadilla y mi curioso dedo la recorrió hasta encontrar el agujero que mojado todavía era más tierno.

Rodeé suavemente con cierto recelo pero ella me besó el cuello y el dedo se hundió hasta la segunda falange, Aline se estremeció pero se relajó y pude meter otro dedo, ahora era ella la que subía y bajaba por mi cuerpo, se clavaba la polla y los dedos hasta lo más profundo.

Noté que un escalofrío la sacudió, pensé que podía ser de frío por el agua pero cuando fueron varias las sacudidas comprendí que se estaba corriendo, apenas gemía en mi oído pero los pezones hundían los míos.

Le dije que me iba a correr también, no quería preñarla y ella lo comprendió, aguantó clavada hasta que notó que estaba en las últimas palpitaciones cuando se soltó y se hundió en el agua, la vi desaparecer entre la melena flotando, noté cómo la polla era engullida y aspirada, la lengua me recorría el frenillo aplastándola a su paladar, al momento se apartó el pelo arrastrado por la corriente y pude ver su cara.

Movió la cabeza rápidamente y por la comisura de sus labios empezó a salir un hilillo blanco que ascendía a la superficie, era una hebra, espesa que seguía subiendo hasta que cuando no pudo aguantar más sin respirar abrió la boca y una burbuja blanca y espesa salió de su boca, la leche se pegaba a su cuerpo, sus tetas se llenaban de mechas blancas y al salir me enseñó que en la boca todavía conservaba una porción bastante importante, sin dejar de sonreír cerró la boca y tragó, cuando volvió a abrirla sacó la lengua completamente limpia.

Salimos el agua y subimos a la piedra para recoger su bañador, delante de mí podía ver cómo el coño le seguía manando flujo del orgasmo que tuvo en el río, la polla se me volvía a alborotar cuando llegamos a la piedra.

  • Jacq, me habría gustado que te corrieras dentro de mí.
  • Y a mí pero después de todo lo hice en tu boca.
  • Sí pero no es lo mismo…

No dijo nada pero puso el bañador enrollado sobre la piedra y se arrodilló sobre él dejando su culo frente a mí, la intención era clara y no lo pensé más, la polla iba en aumento pero le di la vuelta a la chica y la presenté a su boca, ella no preguntó y la tragó, cuando la puso totalmente dura volvió a dar la vuelta, lamenté no tener mantequilla pero con un salivazo lubriqué aquel agujero tierno como la crema y empujé.

Quedé sorprendido, la chica no se quejó, incluso empujaba hacia atrás buscando que mi polla la penetrara y cuando el aplastado capullo pasó el anillo del esfínter sólo suspiró, me estuve quieto pues ella era la que se movía adelante y atrás y al poco apoyó la cabeza en la piedra, comenzó a temblar de la cabeza a los pies, la cadena de vertebras de su espalda parecía un rosario de cuentas, las costillas eran un arpa pero me cogí a sus pezones y los pellizqué, estaban tan duros que podían cortar el cristal.

Cuando me corrí dentro de su culo, gimió sintiéndose liberada y satisfecha, aguantó mis empujones para que le clavara más mi polla y cuando sintió que la leche disminuía se dio la vuelta y se metió la polla en la boca para terminar de relamer lo que me quedaba.

Bajamos de la mano, ella con su bañador en la otra, cuando llegamos al lado de Margot, nos recibió con una sonrisa, de momento estalló en una carcajada al verme desnudo, blanco y con la polla muerta, su hija a mi lado parecía más corpulenta que yo y su coño mostraba el “piñón” que yo le enseñé a su madre.

Margot, tenía las manos a su espalda, en esa postura sus tetas todavía se mostraban más apetitosas, las bragas que llevaba no las había visto nunca pero eran bastante escuetas, ella sin decir nada se las quitó y quedó tan desnuda como nosotros, luego de detrás de la espalda sacó mi bañador mojado.

  • ¿Buscabas esto?  Jajaja.
  • ¡Mi bañador!, es que… te explico…
  • No hace falta, ahora estamos los tres igual.
  • Tenías que haberlo visto mamá, fue de lo más cómico.
  • Ya me imagino, ya, por cierto Aline, desde unos días atrás noto que se te ha ido la vergüenza…
  • ¡Ah, pues no me había dado cuenta!, jajaja.

Continuará.

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Gracias.