Un jubilado con dos francesas en un Citroën 2 CV.

Después de toda una vida gris, al jubilarme pasó algo que me devolvió a la vida por culpa de una madre y su hija.

Después de toda una vida trabajando conseguí lo que siempre soñé, ser un jubilado pero… “eso” no me lo explicaron del todo bien, con 65 años me jubilé, estaba casado con la primera novia que tuve, nací en un pueblo y cansado de trabajar y conseguir sólo lo justo para comer y vestir me fui a la ciudad, allí me empleé en una fábrica de automóviles, para ser más concretos en la Citroën y en la cadena de montaje he pasado casi toda mi vida, ahora unos años después mi vida ha cambiado totalmente.

Pasada la euforia de la “libertad” de no tener horarios, de ir a cualquier sitio, museos, fiestas, incluso algún viaje corto y cuando podía disfrutar de una vida tranquila mi mujer me dejó, fue una enfermedad rápida e inesperada que por lo sorpresiva fue más dolorosa si cabe, en un primer momento me propuse organizar mi vida, no me preocupaba guisarme, ni cuidar mi casa, incluso pensaba en reunirme en un Club de Jubilados y encontrar amigos pero el día a día me devolvió a mi sitio, durante toda mi vida no me ocupé más que trabajar, no tuve amigos, del trabajo a casa y viceversa, tampoco tengo aficiones, cuando venía de la fábrica de estar todo el día haciendo el mismo trabajo monótono no tenía ganas de nada y ahora no se me ocurre que puedo hacer.

En la ciudad ya me he cansado de andar y en mi edificio, los mayores se van marchando, unos a sus pueblos y otros… para no volver, yo decidí vivir una temporada con mi hijo, está casado con una chica estupenda, guapa y muy activa, los dos trabajan y a los pocos días de estar con ellos me di cuenta de que estaba igual que en mi casa, pues seguía solo también, el último cartucho que me quedaba lo he dedicado a pasar largas temporadas en la casa de mis padres en el pueblo donde nací y aquí me encuentro ahora.

Aparte de la tranquilidad que tanto ansiaba, la vida es de lo más aburrida, no sé jugar a las cartas ni a nada que se haga en el pequeño bar y las conversaciones que tienen los campesinos no me atraen, el tiempo lo dedico a caminar y la verdad, ya me estoy cansando de andar solo y por los mismos sitios pues ya me he recorrido todo lo “andable”.

Mi historia comenzó un día que como siempre caminaba por una carretera vecinal sin asfaltar que llegaba a una aldea apartada, ya sabía de memoria todos los arboles, las piedras y el paisaje de tanto verlo, iba como siempre con mi bastón para andar más seguro por medio de la carretera, en el tiempo que llevaba en el pueblo me habría cruzado con apenas una docena de personas por lo que no me preocupaba en ir por la orilla.

De pronto a mi espalda oí un pito que me sobresaltó, tuve una cascada de emociones antes de volverme, con cierto mal genio por la urgencia en que reclamaba paso, recordé el sonido de aquellos motores, refrigerados por aire, del temblor de las planchas livianas y de aquel pito estridente, era un Citroën 2 CV.

Cuando me volví me extrañé pues en el pueblo hacía muchos años que ya nadie tenía ningún coche de aquellos pero al fijarme lo primero que llamó mi atención fue la calandra y los faros del cochecito, era de una de las primeras series, si no de la primera y estaba en estado impecable, como los dejaba yo en mis tiempos saliendo de fábrica.

Me aparté sin mirar al conductor pues no me interesaba lo más mínimo, lo único que me llamó la atención era el coche pero cuando pasó por mi lado frenó y la ventanilla partida de cristal se levantó y se asomó una señora no muy mayor, me dijo algo que no entendí y se lo hice repetir porque ya estoy un poco sordo, lo repitió pero seguí sin entender, ya me di cuenta de que no hablaba español, reconocí que era francés porque estuve dos años en Francia en la temporada de la vendimia y algo aprendí pero de eso ya hace mucho y no recuerdo de casi nada, la señora me dedicó una sonrisa que diluyó mi enfado y procuré atenderla.

Por señas y algunas pocas palabras comprendí que se había extraviado, mejor dicho se habían porque a su lado había una chiquilla durmiendo.  El problema que tenía era que se había perdido fiándose del GPS, lo cierto es que desde que hicieron la variante de la carretera, al pueblo no pasaba nadie más que quien venía adrede y eso era ya muy escaso, la mujer me enseñaba el aparato y me explicaba y al final, haciendo un esfuerzo, le contesté con algunas palabras de las que recordaba todavía.

A ella pareció que se le había aparecido Dios porque bajó del coche y a la sombra de un almendro extendió un mapa, por lo que pude entender que quería ir a la playa pero, ¡estábamos a más de 100 Km. del mar! por lo que me eché las manos a la cabeza y ella se asustó, le señalé en el mapa donde estábamos y se puso a llorar, al momento bajó la niña, se despertó con los llantos de su madre y vino con nosotros, la niña no era tan niña, era una adolescente pero muy delgada.

Ya descorazonadas me explicaron que querían ir a pasar unos días al mar para bañarse y olvidar un problema grave que llevaban tiempo soportando, les dije que por aquí no había hoteles ni nada y que lo único que teníamos era un río y un bar.

Al oír río les gustó la idea, me contó que la ilusión por la playa no era por nada, era por cambiar de aires, pues venía de su casa en el interior de Francia dispuesta a olvidar cierto trance, les comenté que nuestro río era muy bueno, limpio y tranquilo y que tenía muchos sitios adonde bañarse, ella me dijo que por el hospedaje no había problema pues llevaba una tienda de campaña señalándome la parte de atrás del coche.

Entre un barullo de maletas, bolsas y fardos en el asiento de atrás se podía distinguir una bolsa de lona azul que bien podría ser la tienda, me pidió que le indicara un sitio para acampar esa noche y acepté, le expliqué por adonde debía ir pero no se aclaró por lo que me rogó que las guiara yo, me ofreció que llevara yo el coche pasando ella al lado y mandando a su hija atrás haciendo hueco entre el equipaje.

Para mí fue el mejor regalo que podían hacerme, subir y conducir otra vez un 2 CV. Los asientos de tela, el cambio en el salpicadero y la ventilación en el parabrisas, una maravilla, me di cuenta de que estaba perfecto y me explicó que su marido era aficionado a restaurar coches y que tenía varios, algunos de lujo pero que a ella le dio este.

Lo dijo de manera que entendí que no fue un “ regalo” bien recibido pero no dije nada.  Las llevé a un remanso del río, había una playa de arena con las aguas muy limpias y en el que desembocaba un riachuelo con muy poca agua que nacía de una fuente cercana, toda una variedad de olmos y chopos daban una sombra ideal.

Las dejé sacando sus cosas y me marché a seguir mi paseo, había dejado mi bastón escondido debajo del almendro cuando subí al coche y volví a recogerlo.  Ya estaba recuperando el bastón cuando caí en la cuenta de que por lo menos podía haberles ayudado a montar la tienda y volví a desandar el camino hasta donde las dejé.

Casi me desmayo cuando vi la tienda, la estaban montando en la misma orilla del agua, a todo el sol porque les pareció más blanda la arena pero los hierros se les volcaban, me di cuenta de que no tenían ni idea de tiendas de campaña, se alegraron al verme y con un chorro de palabras me rogaron que las ayudara, lo hice debajo de los arboles, en la sombra y en una zona alta y seca, al lado, el coche les servía de almacén y estaban relativamente cómodas, una vez solucionado la estancia me despedí y me fui a casa.

En todo el día no se me iba de la cabeza la madre y la hija en la orilla del rio, peligro no había ninguno pero solas…  seguramente se habrían ido ya pero por si acaso a los dos días volví, la sorpresa fue que el 2 CV. y la tienda estaban allí pero las mujeres no, me extrañó y busqué por los alrededores del coche, al momento oí unos gritos de alegría y risas, y mirando hacia adonde venían vi sus cabezas asomar del agua del río dejándose arrastrar por la poca corriente, al verme me gritaron para que no me fuera, yo me sentí mal porque había estado husmeando en la tienda pero al llegar cerca salieron poco a poco del agua andando por la playa de arena.

La mujer con el pelo mojado no parecía la misma y mucho menos al verla venir, me di cuenta de que no era tan mayor como pensé sobre todo porque según iba saliendo del agua vi que no llevaba la parte de arriba del bikini, me giré un poco incómodo pero ella no hizo el mejor caso y no se cubrió las tetas, en cambio su hija llevaba un bañador entero, la chiquilla parecía más alta que el día anterior quizá por lo delgada que estaba.

Cuando llegaron a mi lado me dijeron que decidieron quedarse unos días y que se alegraban de verme, me invitaron a comer a lo que rehusé pero insistieron tanto que tuve que quedarme, la mujer se dispuso a cocinar, al poco me di cuenta de que no sabía nada de cocina y el hornillo de gas que llevaba no servía de nada por lo que busqué leña y con tres piedras grandes del río preparé el fuego.

Por la forma de coger los espaguetis me percaté de que tampoco sabía guisar y tuve que rogarle que yo les “invitaba a comer”, de hecho es que llevaban de todo pero no sabían cómo utilizarlo.

Cuando estábamos comiendo los espaguetis que les hice se relamían los dedos y elogiaban lo buenos que estaban, luego preparé café y entonces aprovechando de que la hija se alejó un poco la mujer se sinceró conmigo.

Me contó que se acababa de divorciar, su marido era un constructor en una zona turística en el Valle del Loira con mucho trabajo y dinero, el divorcio fue doloroso y duro y al final se había conformado con unas migajas de dinero, el coche y una casita en su pueblo, ellas con rabia decidieron salir unos días de vacaciones para olvidar y poner tierra de por medio.

Mientras hablaba se dio cuenta de que le rehuía la mirada para no mirarle las tetas, las tenía preciosas y los ojos se me iban hacia ellas pero preferí mirar a otro sitio.  Se excusó y me contó que desde muy joven nunca llevaba sujetador en el bikini y que no se dio cuenta de que a mí me podía molestar.

  • De ningún manera señora…
  • Margot, me llamo Margot.
  • Pues eso, señora Margot…
  • No, llámeme sólo Margot, lo de señora me hace mayor y no lo soy todavía.
  • Lo siento es que no estoy acostumbrado a tratar con jóvenes tan…
  • ¿Tan…?
  • Tan… guapas y jóvenes como usted.
  • Por favor… de tú, y tú ¿cómo te llamas?
  • ¡Oh perdón!, me llamo  Santiago.
  • ¿Santiago?  Mmm, muy bien…  Jacques y… ¿qué te parece si te llamo Jacq, es por abreviar?
  • Como quieras Margot… pues eso te decía, que no estoy acostumbrado a…
  • Vamos Jacq, que eres joven aún y habrás vivido lo tuyo…
  • No, que va, mi vida ha sido de lo más aburrida y ahora solo todavía más.
  • Sí, eso sí, yo ahora también tendré que acostumbrarme.
  • Pero tienes a tu hija, todavía es una niña pero pronto será una mujer.
  • No creas, no es tan niña, lo que ocurre es que le ha salido a su padre que parece un espárrago pero amargo.  Es muy tímida, si te fijas no usa bikini y perfectamente podría ir sin nada arriba porque no tiene tetas pero le da vergüenza, quizá por eso… en cambio yo…
  • Tú tienes unas tetas preciosas, perdón, muy bien puestas.
  • Jajaja, me gusta que seas sincero, si te gustan, dilo.
  • Claro que me gustan y esos pezones que piden ser comidos…
  • ¡Ala!… jajaja pronto te lanzas… no son tanto, normalitas… del montón.
  • No lo creo, de verdad son divinas o es que ya no me acuerdo cómo son.
  • ¿Qué, hace mucho que no tocas unas?
  • Demasiado… ya hace unos años que enviudé y sinceramente las de mi mujer no tenían nada que ver con las tuyas.
  • Jajaja, pero Jacq… haz el favor, mírame sin vergüenza… ¿no ves que yo no me escondo?
  • Vale, pero si me quedo mirando demasiado me lo dices.
  • ¿Qué vas a desgastarlas?  Jajaja.
  • Eso quisiera yo.
  • ¿Cómo dices?
  • No, nada Margot y…  ¿Cómo se llama tu hija?
  • Se llama Aline, se lo puse yo, me gusta.
  • Y a mí también me gustan…
  • ¿El qué? ¡ah, jajaja, por lo que miras ya sé a qué te refieres, eres un goloso!

Pasamos la tarde hablando del pueblo y en pocas palabras le dije que la vida allí era muy tranquila y muy sana pero también muy aburrida, a media tarde me despedí y Aline me preguntó si volvería al otro día pues los espaguetis le habían gustado mucho.

  • ¡Aline, no seas indiscreta, Jacq tendrá cosas más importantes que hacer que venir para hacerte la comida!  Disculpa Jacq, esta hija mía…
  • Jajaja, no tiene importancia y tiene razón, me gustaría sorprenderla con una buena comida, quizá pueda venir mañana, hasta pronto.
  • Hasta cuando quieras Jacq, aquí estaremos.

Nada más llegar al pueblo fui directo a la carnicería y encargué un pollo muy hermoso, mentalmente pensé en hacerles un plato que siempre me salía muy bueno, según mi mujer, claro.

Al día siguiente amaneció nublado aunque hacía calor pues era verano, pensé con tristeza que a las francesas no les apetecería bañarse y por consiguiente Margot no llevaría el bikini o mejor dicho la mitad solamente.

Me equivoqué porque cuando llegué, con mi cesta con la comida ya hecha, salían del agua.

  • Brrr. ¡qué fresca está el agua hoy!
  • Ya lo veo, pero me alegro que os hayáis bañado.
  • ¿Porqué lo dices?...  ¡Aaah!  Ya lo entiendo, jajaja, es el efecto del frío, ya ves, soy demasiado sensible,
  • ¿Demasiado sólo?  Yo diría que terriblemente sensible.

Aline no parecía entender pero a Margot le habían salido los pezones tanto que sus tetas de natural puntiagudas ahora parecían hasta peligrosas. No obstante la mujer no hizo comentario y siguió con los pezones duros y turgentes sobre la playa para secarse.  Yo ya no evitaba mirarla y creo que a ella no le molestaba tampoco si me pillaba embelesado, todo lo más sonreía al verme.

Cuando destapé la cesta y Aline vio lo que les había preparado se abrazó a mi cuello y me besó la mejilla.

  • Gracias Jacq, eres un cielo, estaba segura que vendrías pero todo esto… no, desde luego.
  • No tiene importancia, lo hice por ti -mentí mirando a su madre que hinchó el pecho orgullosa-
  • Gracias Jacq, te mereces otro beso y un abrazo.

Aline me abrazó y me besó otra vez, con el abrazo no pensó que llevaba el bañador mojado y me mojó de arriba abajo pues se pegó a mí estrechamente.

  • ¿Qué has hecho Aline, mira cómo ha puesto a Jacq, que va a pensar de ti?
  • No tiene importancia, la ropa se secará enseguida.
  • De ninguna manera precisamente hoy que está nublado, ahora te dejo una camisa de las mías y tendemos la tuya, lo del pantalón es más difícil pero…
  • No, tranquila, me quitaré un momento la camisa y la tenderé al aire.
  • Jajaja, mira mamá, qué blanco está Jacq.
  • ¡Pero Aline, no seas indiscreta, eso es porque Jacq no toma el sol!
  • Es cierto, no me quito nunca la camisa al sol, ya me gustaría estar tan moreno como vosotras, especialmente tú Margot, tienes unas… perdón, una piel preciosa.
  • Jajaja, qué fijación tienes con mis… mi piel.
  • Es que la debes de tener tan suave y dura…
  • ¿Y yo qué, no dices nada de mi piel?
  • Si Aline, tu también tienes la piel suave y… pero es que tu madre como lleva bikini le da más el sol.
  • Bueno sí, pero mira qué raya me hace a mí en los tirantes…

Aline se bajó el tirante del bañador y nos enseñó la marca del sol, lo hizo tan rápido que se le bajó demasiado, llegó a asomar un pezoncito que apenas abultaba, pero que tenía una areola abultada como una nuez que parecía una galleta Oreo.  Me miró para que le confirmara que también estaba morena de piel y su madre me miró de reojo al ver cómo abría los ojos ante aquellos pezones.

  • Aline no ha salido a mí en algunas cosas, pero en otras sí.
  • Ya veo, sí, debe ser de herencia, una maravilla también.

Tengo que reconocer que el pollo guisado me salió especial, lo cierto es que le puse todo el mimo que pude y tanto la hija como su madre me alabaron con grandes calificativos, también Margot agradeció la botella de vino del terreno que acompañé al pollo, me la regaló un vecino, era de su cosecha particular y estaba especial.

La botella la vaciamos entre los dos, la niña la probó por compromiso pero ella era más de cola, la tarde refrescaba pero con la botella haciendo efecto no nos hizo falta ni a mi ponerme la camisa ni a Margot ponerse algo sobre las tetas.

Al pasar al lado del Citroën me vi reflejado en la ventana y me desilusioné, los brazos y el pecho eran un mal recuerdo de lo que fueron en mi juventud, flácidos, blancos y sin músculo alguno, y corrí a ponerme la camisa aunque todavía no estaba seca del todo.

Me vino bien la camisa porque el aire había refrescado y pese que a Margot se le seguían poniendo los pezones en punta le tuve que recomendar que se pusiera algo encima, entró en la tienda y volvió con una leve blusa estampada.

  • Mmm también estás preciosa así, incluso más sensual porque se notan libres moviéndose debajo de la tela.
  • Jajaja, a todo le pones punta, todo te gusta, me gusta que seas positivo, ya hace rato que tenía fresco pero no quería ponerme nada por ti, porque sé que te gusta mirarlas.
  • Jajaja, gracias pero ya te digo, de cualquier forma me gustan.
  • Lo tendré en cuenta Jacq.

La hija se acercó a la orilla del arroyo para limpiar los platos y cubiertos y mientras Margot me contó que su marido la había dejado por una adolescente como Aline pero mucho más desarrollada, con grandes tetas y muy sensual, eso le había ofendido mucho por dos motivos, porque la chica podía ser su hija y porque ella no estaba nada mal, incluso mejor de cuerpo que la chiquilla, lo decía queriendo convencerme ajustándose la blusa para demostrar lo que decía, los pezones seguían tan duros como sin la blusa.

Un trueno cortó la conversación, no era muy tarde pero el cielo se cubrió del todo y pronto se oscureció, de momento se abrieron puertas de las nubes y comenzó a caer una tromba de agua que mojó de lleno a Aline que había ido a buscar ranas por la orilla.

Nosotros nos metimos en el coche, además del torrente de agua que caía las gotas que caían de los arboles hacían un ruido en la lona del techo que asustaba más todavía, los truenos se sucedían seguidos y tuvimos que correr hasta la tienda.

  • Me sabe mal dejaros solas pero debo irme antes de que se haga de noche, sólo será una tormenta de verano.
  • ¡Cómo te vas a ir ahora con lo que cae!, ¿qué tienes a alguien esperando preocupada?
  • No, de ningún modo pero debo irme, enseguida se pasará, posiblemente antes de que llegue al pueblo lucirá el sol.
  • Ni hablar, no te vas hasta que no pare, si como dices para de llover, yo te llevo con el coche.
  • Vale, esperaré un poco a que pare.

Lo que pasó fue que cada vez llovía más y los caminos estaban impracticables, por suerte la tienda y el coche estaban en alto y el arroyo era corto y no llevaba apenas agua de manantial, eso sí el río pronto se tiñó de marrón por el barro que arrastraba.

  • Me siento mal, pero esto no parece que va a terminar.
  • No te preocupes, te llevo con el coche en un momento.
  • Pero me da miedo que te salgas del camino patinando las ruedas.
  • No temas, iré con cuidado, para allá lo llevas tú y me dices adonde hay peligro.

La idea era buena pero el coche no arrancó, debió haberse humedecido la parte eléctrica y no hubo forma de salir de allí, la que se alegró de verdad fue Aline pues según dijo esa noche cenaríamos bien, estaba acostumbrada a tomar un yogur o fruta pues su madre no era de cocinar y menos por la noche y saltaba de alegría abrazándome para animarme.

La tortilla de patata que les preparé fue un visto y no visto, nos partimos un tercio cada uno pero viendo con las ganas que se la comía Aline le di la mitad de mi parte, ella lo agradeció levantándose y abrazándome por atrás. Su manera de abrazar me gustaba, se notaba sincera y todavía más cuando su beso lo dirigió a mi cuello, el pelo se erizó y mis ojos quedaron clavados en mi tortilla, a su madre no le pasó inadvertida la caricia de su hija.

Después de una velada en la que Aline no resistió quedándose dormida apoyada en un lado de la tienda Margot terminó de contarme su litigio con su ex marido, además de irse con la jovencita procuró no dejarle nada a ella ni a su hija porque tenía unos abogados que anularon la pretensiones de Margot, sólo sacaron una mínima parte de lo que le correspondía.

Ya era tarde y a la luz de la lámpara de gas comprendí que debía irme a dormir al coche, los asientos eran cómodos para viajar, fueron acertadamente pensados para el trayecto del campo y junto a la suspensión eran un adelanto en su época pero para pasar la noche…

  • No pensarás salir de la tienda, ¿verdad Jacq?
  • Claro, debo ir a dormir al coche, aquí no cabemos todos.
  • Bueno, la tienda es de dos y el saco de dormir también pero ya verás cómo nos arreglamos, esto engaña mucho, ¿has dormido en una tienda alguna vez?
  • No y no comprendo cómo se puede dormir en el suelo.
  • Jajaja, ya verás cómo sí, ¡Aline despierta!

Aline despertó a regañadientes, había cenado demasiado y quería dormir pero estaba aterida, afuera seguía lloviendo y en la tienda no hacía demasiado calor.

  • La niña está helada, debería ponerse algo de abrigo.
  • Pues no llevamos nada, pensamos que en España y en verano no haría falta abrigo.
  • Pues ya ves, con la tormenta ha refrescado y mucho…
  • Ya veo, ya.
  • Mmm, no se te escapa nada, lo cierto es que ya me duelen los pechos, sobre todo los pezones.
  • ¡Qué pena, lástima!
  • ¿Qué dices?
  • Nada, nada.

No había visto un saco de dormir de cerca nunca y aquello me pareció ridículo, con una cremallera por todo cierre y sin ninguna manta ni nada, ante mi incredulidad Margot me explicó el plan, nos meteríamos los tres en el saco, estaríamos un poco apretados pero por una noche…

Mi cabeza iba más allá y pensaba en la distribución dentro del saco pero Aline nos dio la solución.

  • Estoy helada, dejadme a mí en medio y me dais calor entre los dos, me pondré de lado y como estoy delgada no ocuparé mucho.

Respiré aliviado y la cara de su madre mostró una sonrisa conformada, lo hicimos así, Aline se metió la primera con un pijama fino, luego yo me quité la camisa y el pantalón, me dio vergüenza que me vieran en calzoncillos y me tapé enseguida, por último Margot, con un pantalón corto fino y una camiseta sin mangas se ocupó de cerrar la tienda por dentro y se metió al otro lado del saco, luego cerró la cremallera y quedamos metidos como un gusano de seda en su capullo.

Como dijo Aline se puso de lado entre los dos, la chiquilla estaba temblando por sus pocas carnes y me puse de lado como ella para darle más calor, esperando que dejara de tiritar pronto.

Su madre tuvo la misma idea y se giró hacia nosotros, ahora ya estábamos un poco más holgados pero la chica seguía helada, yo notaba su culo frío como el hielo, ella notaba mi calor y se acercaba para que se lo contagiara, el resultado fue que algo que ya tenía olvidado volviera a mi mente.

Desde que enviudé la libido me había desaparecido y por unas cosas u otras no había tenido una erección decente desde entonces, bueno… hubo una excepción, cuando estuve en casa de mi hijo mi nuera Gloria salió del baño atropelladamente por las prisas, mi hijo ya se había ido a trabajar y ella se había dormido y llegaba tarde.

El resultado fue que me dio un encontronazo por el cual los dos caímos al suelo pero la toalla de ella quedó a dos metros de distancia y desde el momento en que tropezamos, nos dimos cuenta (sobre todo ella) de que estaba desnuda completamente pasaron varios segundos, no acertaba a alcanzar la toalla otra vez y me obsequió con varias posturas forzadas en la que pude ver desde varios ángulos sus tetas, su culo y sobre todo su coño depilado, roja como un tomate desapareció en su habitación no sin antes pasar sobre mi cabeza con las piernas abiertas en la que pude ver con detalle su clítoris y sus labios abiertos.

Cuando salió completamente arreglada se despidió con un adiós vergonzoso, en cambio a mi me dio una vitalidad que tuve que solucionar haciéndome una paja frente a una fotografía suya, hacía mucho que no echaba tanta leche por mi polla dormida, llené el cristal del cuadro con la foto que luego me esmeré en limpiar pero desde entonces cada vez que nos veíamos nos mirábamos de otra manera.

Margot tocó la frente de Aline preocupada porque no tuviera fiebre, de paso tocó la mía para comparar temperaturas, si me hubiera tocado más abajo se habría asustado, mi polla estaba reaccionando y lo peor de todo es que se incrustaba entre las delgadas nalgas de Aline.

La leve tela del pijama corto no era bastante para contener el vigor desatado que empujaba y ella dormida hacía lo posible para que le diera más calor pegándose a mí.

Aline seguía con sus escalofríos y su madre pasó su brazo sobre ella para abrigarla más y su mano se apoyaba en mi hombro, yo sentía la suavidad y el peso de la mano y todavía crecía más mi polla.

A Margot le pareció insuficiente el calor que le daba a su hija y me cogió mi mano y se la llevó a su hombro para que cubriera más a la chiquilla, ésta apenas se notaba entre los dos, por delante tenía a su madre pegada, con sus pechos presionando a la núbil mujercita, por detrás me tenía a mí, haciéndole de pared con mi estaca cada vez más incrustada entre sus nalgas, Aline no decía nada, simplemente tiritaba y se acercaba más y más a mí a la vez que su madre también buscaba su contacto con ella.

La chiquilla no tardó en dormirse con la calidez de nosotros, por fin su cuerpo dejó de temblar y se relajó, lentamente fue poniéndose cómoda y dejó de presionarme, a su vez liberó la presión que notaba en su culo levantando un poco la pierna.

Aunque su madre notó que se había dormido no quiso dejar de protegerla con su brazo y a mí tampoco se me ocurrió quitarlo.  Me convencía por momentos de la efectividad del saco de dormir, una vez pasado la primera sensación de frio la temperatura fue aumentando hasta sentir que era excesiva, la primera en demostrarlo fue Margot que quitando por un instante la mano sobre su hija se despojó de la camiseta que llevaba.

Yo también tenía mucho calor pero aguanté por no quitarme más ropa pues sólo me quedaba la camiseta y el calzoncillo y más calor que tuve cuando la madre volvió  pasar el brazo sobre su hija y apoyarlo sobre mi hombro.

Al rebajar la resistencia de Aline entre sus piernas mi polla no tuvo problema para seguir adelante hasta que notó el suave roce con el muslo de Margot, ésta se estremeció al notarlo pero no dijo nada, simplemente separó su cuerpo lo suficiente para que mi mano que descansaba en su hombro cayera inerte entre ella y su hija, a continuación volvió a acercarse a la joven aprisionando mi mano entre sus tetas y las de Aline.

Mi reacción o mejor dicho la de mi polla fue inmediata, al quedar entre mis dedos el pezón áspero de Margot, mi polla creció hasta proporciones que ni yo recordaba, lentamente pero sin pausa fue presionando el muslo de la mujer que separó sus piernas para dejar que siguiera avanzando.

La delgadez de la niña permitió que pudiera seguir unos centímetros más hasta que Margot juntó sus piernas atrapándome el capullo entre ellas, al mismo tiempo movió el pecho propiciando que su pezón cambiara de lugar pasando de uno a otro dedo hasta recorrerlos todos a la vez que endurecía por momentos, cuando lo tuve entre el pulgar y el índice lo atrapé y no le dejé seguir.

Por encima de la cabeza de su hija me miró, con la poca claridad que dejaba pasar la lona vi brillar sus ojos y su blanca dentadura al sonreír, mi mente libraba una batalla agónica, por una parte tenía a Aline pegada a mí, todo mi cuerpo en contacto con ella excepto mi polla que pasaba entre sus flacos muslos y seguía lo suficiente para tocar los de su madre que lo atrapaba, por otra parte Margot también se apretaba contra ella aplastando sus tetas contra las de la chica y lo peor de todo que entre las duras tetas de la madre y los pequeños pero abultados pezones de la hija estaba mi mano que hacía lo posible por no mover un dedo.

Para mí todo eran dudas, dudaba si no lo estropearía todo si hacía algún movimiento que descubriera la excitación que sentía, era consciente de que aquellas francesas tenían una cultura más liberal que la nuestra, estaban acostumbradas a vestir y a vivir más abiertamente que nosotros, no me imaginaba a mi mujer con las tetas al aire como Margot.

Pese a todo, la erección que tenía estaba seguro que no pasaba inadvertida a Margot, por lo menos Aline estaba dormida y rogaba que lo siguiera estando pues no sabía su reacción al notar mi tranca entre sus piernas rozando su ingle, en estas inquietudes estaba cuando la hija empezó a murmurar unas palabras y exclamaciones incomprensibles, le volvieron a dar los temblores y me quedé helado, me cogió en un momento en que estaba empujando para intentar que mi polla rozara un poco más a su madre, al mismo tiempo noté que mi mano cubriendo con la palma el pezón de la joven sujetaba el de su madre entre los dedos que también me oprimía, la miré y por sus ojos comprendí que la hija estaba soñando y no debía moverme y despertarla.

Me contuve en la postura que estaba pegado al culo de la chiquilla, ésta tras unos minutos de temblor y balbuceo calló y volvió a dormir, me relajé y noté que su madre también lo hacía con sus tetas.  Margot no hacía ni decía nada pero en la estrechez del saco de dormir seguíamos pegados los tres, al poco rato la niña volvió a gimotear y a hablar, lo único que pude entender (pues hablaba en francés) era que tenía calor y quería beber agua.

Oí cómo la cremallera de la parte de su madre se abría y le decía que al otro lado estaba la botella de zumo de naranja que acostumbraba a tener a mano.  La hija se incorporó entre los dos y salió del saco buscando a tientas la botella, la oí beber y medio dormida volvió al saco pero esta vez quedó a la orilla dejando a su madre en el medio junto a mí.

Al notar que era la madre la que estaba a mi lado me volví de espaldas a ella mirando a mi lado, la polla me había bajado al levantarse la hija y me hice el dormido.  Margot se volvió de lado hacia mí y quedamos otra vez más holgados de espacio.

No había forma de dormirme, las cosas se habían normalizado un poco y pronto oí la respiración tranquila y sosegada de Margot a mi espalda pero no tardó en acercarse a mi cuello y con su aliento mover los pelos de mi nuca.

Me arrimé todo lo que pude a la cremallera que cerraba a mi lado hasta que la polla volvió a crecer e hizo tope en ella, me molestaba mucho porque había salido por debajo del camal y estaba forzada, viendo que no iba a poder dormir en toda la noche bajé el calzoncillo hasta descubrir los huevos y dejar la verga libre.

Margot no tenía el sueño tan tranquilo como su hija y no dejaba de moverse, en uno de esos movimientos pasó por encima de mi cintura su brazo.  Quedé petrificado pues no quería que despertara y que verse en esta posición pero lo siguiente me dejó todavía más inquieto, se acercó tanto que noté las dos tetas pegadas a mis costillas, sentía claramente su respiración presionando sus pezones cada vez que aspiraba aire.

El capullo rozaba la cremallera y se aplastaba contra ella, al otro lado su hija con más sitio se había puesto boca arriba y no dejaba retroceder a su madre. Me hice a la idea de que no iba a descansar esa noche y recordé con cierta añoranza mi ancha y mullida cama que me esperaba en casa, desde que enviudé era toda para mí pero no lo aprecié hasta esta noche.

Ya me estaba acostumbrando al peso del brazo de Margot sobre mi cintura cuando se removió, su brazo se escurrió sobre mí y la mano llegó a tocar la verga que estaba bastante dura, en principio fue un roce con el revés de los dedos pero después de varios movimientos que parecían un tic uno después de otro los dedos rodearon la polla hasta que quedó en la palma de su mano aunque no la apretaba.

El corazón me bombeaba con fuerza y noté cómo iba tomando más grosor y ocupando el hueco de la mano hasta que llegó a llenarla por completo, al mismo tiempo se acercaba más a mí y su rodilla se enganchaba en mis calzoncillos a media pierna y tiró de ellos hasta que bajaron a mis tobillos.

Crucé los dedos para que no siguiera avanzando pero su hija volvió a ponerse de espaldas a ella y en el hueco libre que dejó su madre retrocedió un poco.  Respiré aliviado pues pensé que había pasado el peligro pero Margot tiró de mi haciendo que quedara boca arriba, mi hombro quedó incrustado entre las dos tetas y su pierna pasó sobre las mías hasta que su rodilla quedó rozando mis huevos, no soltó la polla, en realidad solamente tenía la mano dejada caer pero cubriéndola completamente y esperé mirando al techo de la tienda.

Intenté distraer mi mente y me fijé que apenas llovía aunque los goterones que caían de los arboles sonaban como tambores en los toldos de la tienda y del techo del 2 CV.

La inquieta Margot, cambiaba de postura continuamente y su mano variaba desde los huevos a la verga, incluso en un momento tiró hacia abajo del prepucio dejando el capullo completamente brillante y húmedo de líquido pre seminal.

Estaba horrorizado pues aunque no recordaba desde cuando no me había corrido, sabía que era el preludio de una eyaculación que considerando la abstinencia arrastrada podía ser copiosa.

Ya clareaba el día cuando un revoloteo me distrajo seguido de un ruido que desde el interior parecía atronador, la sombra de unas patas de urraca empezaron a caminar sobre la lomera de la tienda y seguidamente empezó a cantar llamando a su pareja, ésta no tardó en acudir posándose sobre el Citroën, entre los dos pájaros se entabló una “conversación” que acabó de arruinar la noche.

Ya no pude resistir más, las dos tetas estrujaban mi brazo, los pezones me marcaban la piel, la polla era un juguete en las manos inertes de Margot y la polla imitaba al techo de la tienda dentro del saco de dormir.

Decidí salir, abrí la cremallera de la tienda y el fresco de la mañana me dio en la cara de repente, miré al río y las aguas bajaban un poco crecidas y totalmente marrones del barro, el cielo estaba bastante cubierto y una niebla bastante cerrada difuminaba el horizonte más allá del coche.

No sentí frio, tenía urgencia de aliviarme y detrás de un arbusto regué todavía más la tierra pero la polla seguía dura y horizontal, escupí en la punta y ya iba a comenzar a agitarla cuando desde la tienda oí a Margot que asomaba la cabeza por la cremallera.

  • ¡Bonjour, mon ami!  ¿Has dormido bien?
  • Buenos días Margot, pues… sí, poco pero bien.
  • Gracias a Dios, estaba preocupada porque tengo un dormir bastante movido, al contrario de Aline que no se mueve en toda la noche, ¿has extrañado la colchoneta?
  • No sabría decirte, aunque no te puedo negar que me acordé de mi cama, jajaja.
  • ¿Qué haces levantado tan pronto?
  • Necesitaba aliviarme un poco y ahora tenía el tronco en la mano para…
  • ¿Para hacer café?  Déjalo, ya lo hago yo, hasta ahí llego, jajaja.

Tuve que soltar la polla mirándola y pidiéndole perdón, me agaché y cogí un palo que había seco y detrás de él otros cuantos y los amontoné entre las piedras que mojadas esperaban ennegrecidas a unos metros de la tienda, no encontré hierba seca y fui a preguntar a Margot si tenía pastillas para encender, me asomé sin preguntar y lo que vi me paralizó el corazón.

Con dificultad, Margot estaba tendida sobre el saco con las piernas abiertas y con las bragas en la mano, estaba intentando ponérselas tumbada levantando las caderas y exponiendo el coño frente a mí, un poco más allá vi sus tetas que se desplazaban un poco a sus costados, nos miramos unos segundos me sonrió y ruborizado salí sin llegar a preguntar nada.

  • Lo siento, debí llamar…
  • No te preocupes Jacq, en el camping todo puede pasar, ¿no será la primera vez que has visto algo así, verdad?
  • ¡Oh, no, pero hace tanto tiempo!… y tengo que reconocerlo no era tan…
  • ¿Tan qué?
  • Tan apetitoso, mi mujer no se depiló nunca, decía que no era sano…
  • Pues ya ves, más sano no puede estar, jajaja.
  • Tienes razón ¿te ha molestado?
  • ¿A mí?, no, ¿porqué?  Es natural, todas las mujeres tenemos lo mismo, igual que los hombres aunque unos más gruesa y larga que otros, jajaja.
  • No sé, sólo he visto la mía.
  • Te lo aseguro, yo he visto muchas, jajaja.
  • ¿Y… la niña, se ha despertado?
  • ¿Qué niña?, ¡ah, te refieres a Aline, perdona es que no es tan niña, tiene diecisiete años ya!
  • Pues no lo parece.
  • Sí, es que como está tan delgada, pero si la vieras tiene un tipo bonito, cuando se desarrolle te sorprenderás.
  • Seguro, parece muy inocente.
  • Sí eso sí, demasiado para los tiempos que corren, demasiado ingenua.

Una vez que pude encender Margot se acercó al fuego, llevaba unos pantalones vaqueros cortos, con los camales deshilachados y una camiseta holgada, al agacharse me mostró los pechos otra vez que al colgarle quedaban suspendidos formando unas puntas que terminaban en sus deseados pezones.

  • Oh perdón Jacq, no me puse sujetador, pero hay confianza ¿verdad?
  • Sí, claro, toda la confianza…
  • Es que no me acostumbro, siempre que puedo me lo quito, me gusta sentirme libre, envidio a Aline, ella no tiene ese problema, aunque ya le he dicho que tenga cuidado pues a la mínima le asoman los pezoncitos y como los tiene oscuros…
  • Ya, lo imagino.
  • ¿Te gustan los pezones oscuros, Jacq?
  • Me encantan, son mi sueño, mi mujer los tenía tan rosados que no se le notaban y sin apenas areola.
  • Es una suerte, así te puedes poner los vestidos blancos sin miedo, ya quisiera yo.
  • No digas eso, así como los tienes están muy bien.

Lo dije relamiéndome y nos reímos los dos pues ella se subió la camiseta y con una pícara mueca me los enseñó de nuevo, mi polla volvió a palpitar…

Continuará.

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Gracias.