Un jovencito muy atrevido
No pensé que un muchachito a quien le doblaba la edad fuera capaz de ponerme tan perra.
¡No os podéis creer lo que me ha pasado este fin de semana!. Bueno la verdad es que yo, si no fuera porque lo viví en mis propias carnes tampoco. Después de 15 años de matrimonio, no pensé que un muchachito a quien le doblaba la edad fuera capaz de ponerme tan perra.
Aproximándose estas fiestas navideñas, mis amigas de toda la vida y yo hacemos una escapada, una noche de fiesta “solo chicas” como decimos, a pesar de que todas pasamos de los 40 años. No reunimos tres veces al año, dejamos los niños con nuestros maridos y disfrutamos riendo, bailando y pasando de todos. Yo la espero con mucha ilusión, salir de la monótona vida diaria y liberarte de las cargas que aprisionan, es como insuflar una dosis de alegría que rejuvenece.
Este año hemos aprovechado el puente de la Constitución
y el sábado quedamos sobre las diez para cenar. Aunque salgamos asiduamente (en plan familiar), es tan agradable vernos fuera de nuestro ambiente.
Los camareros notando las ganas de guasa que teníamos, entre bromas nos dieron unos tickets de consumición para un pub no muy lejano donde nos servirían una botella de champán, para que brindáramos por ellos.
Allí nos dirigimos, era temprano y no había mucha gente. Apenas cinco muntos después se acoplaron junto a nosotras una charpa de chicos y chicas
de unos 25 años que parecían estar celebrando algo. Había muy buen ambiente y mientras que hacíamos mil tonterías al son de una música bananera, uno de los muchachos se acercó y bailamos juntos. Yo soy bastante extrovertida, así que sin cortarme ni un pelo le seguí el juego calentándonos con aquella canción en contoneos imposibles y roces que pasaban a ser casi eróticos. Cuando terminó me cogió de la cintura, dándome dos besos
Soy Fran
Yo Susana, encantada.
No bailas nada mal.
Gracias es que me gusta muchísimo y en el gimnasio con las clases de zumba, aprendo pasos que aprovecho para ocasiones como esta.
Lo que no dije es que también lo hacía porque me encanta que me miren, llamar la atención y ver que los hombres me comen aunque sea con los ojos, ya que mi marido hace mucho que dejó de hacerlo. A mis 42 años tengo el pelo castaño y largo, una cara bastante atractiva en la que resaltan unos grandes y expresivos ojos negros, mido 170 y me enfundo en una talla 36, con tetas grandes, firmes y un culo impresionante, adornado de unas piernas largas y bien torneadas. Pero una cosa es que me miren y otra muy distinta que intente ligar conmigo un chaval.
Me presentó a la gente de su grupo y yo hice lo mismo con mis amigas. Me enteré que eran un equipo de deportistas que habían venido al maratón de esa mañana y como habían quedado entre los finalistas aprovecharon la coyuntura para celebrarlo, irse de almuerzo y aun seguían en la calle. La charla era agradable pero me tensé cuando él pasó la mano por mi espalda hasta bajarla al culo que apretó.
Si haces deporte, tienes un culo bien duro - no me lo esperaba y le dí un guantazo.
Joder, ¿qué haces?.
Bueno tú me has puesto la mano en el culo, yo te la he puesto en la cara.
Pero no es lo mismo, vaya hostia me has dado.
Me dio un poco de reparo así que me disculpé.
-
Lo siento tienes razón me he pasado, pero no me gusta que me toquen. Será mejor que te vayas con alguna de las chicas con las que has venido, yo no te pego podría ser tu madre o tu tía.
- Ya quisiera yo tener una tía así.
La irreverencia de sus comentarios me sacaban de mis esquemas. Alucinando de que un chico joven, alto, atlético con un cuerpo de lujo y bastante guapo me estuviera tirando los tejos delante de mis amigas, aunque ellas seguían disfrutando sin hacernos el menor caso.
Él siguió con sus requiebros a los que yo daba capotazo:
- No me gustan las muchachas de mi edad, además tu carácter me pone, seguro que eres una fiera en la cama.
No sabía que contestar, pero reconozco que me gustaba esa provocadora forma de hablar -
Mira Fran, estoy casada, tengo hijos y hoy hemos salido sólo las mujeres para pasar una noche de fiesta, sin más complicaciones.
Totalmente nerviosa por la excitación que sentía quise escabullirme y fui a pedir algo, él aprovechó para acompañarme y quedar al margen de los demás. ¡Madre mía! que sensación más intensa tuve cuando camino de la barra apretó mi vientre con la mano abierta pegándome contra su cuerpo mientras sorteábamos la gente que había empezado a llenar el pub. Estaba empalmado y caramba con el muchachito, “menudo rabo tenía”.
Nos tomamos un refresco, en eso coincidíamos ninguno de los dos pidió alcohol. Me rozaba el pecho con su antebrazo cada vez que bebía abollándolo adrede, mis pezones respondieron al estímulo poniéndose como guijarros y tuve que apretar la mandíbula ahogando un suspiro, mientras notaba mi entrepierna mojada como hacía años que no estaba.
- Te gustaría tocarme el culo, yo lo hice con el tuyo, estaríamos en paz.
Sorprendida y antes de poder reaccionar, cogió la mano y la puso sobre su nalga susurrándome al oído
¿Tu marido es capaz de satisfacer a la fiera que llevas dentro en la cama?.
No es que me pueda quejar, además lo que no hace él se lo hago yo – respondí mintiendo un poco, las relaciones entre nosotros cada vez eran más escasas y sobre todo menos intensas.
Bésame.
Estás loco.
No.
Por mi mente pasaron maravillosos recuerdos de tensión sexual, de esos que sólo se tienen cuando uno es joven, el tira y afloja en el juego de la conquista que queda atrás cuando maduras y sin pensármelo más abrí la boca pasando la lengua lentamente por su cuello hasta la oreja, gimió de placer. Me provocaba como nadie lo había hecho antes, mis dientes rasparon sobre sus tendones sin llegar a morderlo para acabar succionando el lóbulo de la oreja presionándolo entre los labios.
Me atrajo apretando su pelvis y la mía frotándonos, sabía perfectamente lo que hacia y yo me derretía de gusto, su mano se deslizó por la cintura y me rozó el filo del tanga que dibujó con un dedo.
- Sabía que tenías tanga, eres una zorrita mal aprovechada.
Su sonrisa pícara al final de la frase me encantó, su lengua soez me provocaba y en lugar de molestarme me puso más cachonda. Reconozco que cuando me excito me justa hacerlo duro con palabras sucias, empezaba a flaquear mi voluntad, nunca le había sido infiel a mi marido… pero ese cabrón me había calado desde el principio “Soy un putón cuando follo”, o al menos lo era.
- No sabes lo que dices, soy mucho mayor que tú – corté con sequedad - voy a despedirme, me marcho a casa.
Fui con mis amigas y me excusé alegando que tenía al peque un poco malito y quería volver temprano.
Protestaron, pero no demasiado, la fiesta se había animado y se lo estaban pasando en grande, recogí mis cosas y marché de allí. A mitad de la calle noté como tiraron de mi muñeca, Fran me había seguido y estaba allí a unos centímetros mi cuerpo que ardia en deseo, sin esperarlo me dio un tremendo beso devorándome la boca con ansiedad, mientras que una mano entraba sin reparo dentro del jersey apartando violentamente el sujetador y estrujándome la teta hasta que me dolió. ¡Casi me corro de gusto allí mismo!.
- Tengo el coche muy cerca, te llevo a casa - Dijo mientras absorbía alternativamente mis labios con los suyos.
Ese cuerpo fuerte y joven, cargado de brutal sexualidad me ponía perra, con la respiración entrecortada acepté.
-
Venga, vamos.
Conducía con una mano alejándose de la ciudad, metiendo la otra por dentro de mi pantalon que yo misma había desabrochado "a esas alturas poco me importaba ya". Me presionaba por fuera de las bragas empapadas, tiró de ellas hacia arriba metiéndolas por mitad del coño, los labios vaginales se separaron. En un sutil movimiento que seguramente había practicado cientos de veces llevaba la tela de un lado a otro, aprisionándome el clítoris que se puso endurecido y abultado.
- Joder Susana, estás chorreando – lamió sus dedos para degustarme – sabe a coño maduro.
A pocos kilómetros salio por una vía de servicio a uno de esos moteles de carretera, aparcó el coche y girándose en el asiento, metió bruscamente dos dedos dentro de mí
:
Vaya putita que saliste ¿quieres que sigamos?
Desde luego, me tienes así desde que me cogiste el culo.
Bajé la bragueta y allí mismo en el coche empecé a tragar polla tirando con los labios el prepucio hacia abajo descapullándolo por completo, no paré hasta que el glande topo en la garganta, en una postura incómoda. Fue una mamada rápida y silenciosa.
Oooohhhh que bien lo haces zorra no paras, me voy a correr en tu boca.
Bien hazlo, soy tu puta perra. ¿No buscabas esto?, sólo espero que no me defraudes luego y me folles duro en el motel.
Fran me agarró del pelo para imponer el ritmo, mientras yo me esforzaba en resbalar la lengua desde el frenillo hasta la base topando una y otra vez mi nariz en el vaquero, deleitándome como las venas ondulaban sobre mis labios en cada engullida, el silencio era absoluto, sólo se escuchaba los sonidos guturales de mi garganta follada salvajemente y sus gemidos, hasta que se rompió por un grito ahogado
- Puta abre la boca.
Yo la abrí al máximo, sintiendo la presión de dos manos bajándome la cabeza impidiendo todo movimiento y notando los espasmos de su polla lanzando semen en cada latido. La primera sacudida casi me atraganta, saliéndome un poco de líquido blanco por la nariz, las otras pude conseguir tragarlas con mas facilidad.
No me levanté hasta habérsela relamido por completo, limpiándola cuidadosamente de su delicioso orgasmo que tragué ávidamente.
Salimos del auto, de camino al motel él se iba abrochaba la cremallera. ¡El paladar me sabía a polla y semen!, que caliente me había dejado.
- No me equivocaba contigo, quieres pasar por mosquita muerta y eres un zorrón, ahora voy a rajarte ese culo que tienes.
Alquiló una habitación a su nombre. Nada más entrar en ella, me lancé sobre su cuerpo en un ataque salvaje comprimiéndo sus cojones en mi puño, nos besamos como animales a lamidas y dentelladas, mientras las prendas salían disparadas a un lado y otro, sus manos me apretaban las tetas yo le sobaba la polla, aquello era una locura.
Desnudos por completo me dio la vuelta, me incliné jadeando hacia adelante apoyando las manos en la pared, quedando mi culito alzado y expuesto a ese jovenzuelo descarado. Se hincó de rodillas en el suelo y abriéndome las nalgas con ambas manos me lamió la raja desde el clítoris hasta la columna vertebral, con una lentitud que conseguía que mi coño palpitara y mi ano se estremeciera de placer.
El hijo puta se retiraba una y otra vez dejándome ansiosa, manteniendo mis cachetes separados y hambrientos, me hacía ronronear como una gatita en celo:
Sigue, sigue… lámeme, por favor.
Me moví intentando notar de nuevo sus labios, en lugar de eso encontré un fuerte mordisco en el clítoris, me dolió como si mil agujas se clavaran en él, pero mi coño se expandió a punto de estallar. Aprovechó para meterme sus dedos y darme la mejor paja que había tenido nunca, los metía y sacaba a buen ritmo, curvando la yema para estimular el esfínter, supliqué que terminase que me dejara ir, no podía más. Pero él ni siquiera había empezado.
Con los dedos embadurnados en mis jugos me penetró el ano, las entrañas me ardieron con aquella intrusión:
- ¡Aaaaahhhh!, por el culo no que me duele.
Tiró del pelo alzándome la cabeza hacia atrás.
- Ya se pasará no te preocupes.
Y por primera vez noté la punta de su dura verga tentando el orificio de mi vagina, me encantó ese trozo de carne moviéndose por mi raja, abriéndome los labios externos para resbalar hasta el clítoris (y os aseguro que es cierto), me había olvidado del dolor en el culo y sólo deseaba que me sepultara su pollón hasta el techo el útero. Pero ese maltito pervertido disfrutaba tratándome como una ramera:
- Venga, fóllate con mis dedos, mueve ese culo ábretelo para mi, estás deseando.
Yo empujé de adelante atrás ¡No me lo podía creer, me estaba masturbando el ano a mi misma con sus dedos!, retorciéndome como posesa, jadeando, empezó a hacer movimientos circulares en el resto, que fue el detonante de una gran corrida.
Me temblaron las piernas, sin dejar que me recuperase me dio un azote en la naga y volteándome de nuevo me cargó a horcajadas sobre sus caderas, metiéndome su carne acerada de un solo empujón, quedando empalada. Sus manos amasaban mi culo en una tremenda cabalgada el clítoris rozaba en su plano y suave vientre sin vello:
- Si cerdo así, fóllame duro,
quiero correrme en tus pelotas, más fuerte, más rápido.
- Toma, toma, puta, toma…
Con una sonrisa malvada me taladraba sin descanso, hasta que consiguió que ve viniera de nuevo, caminó conmigo a cuestas sin bajarme. ¡No me podía creer que el pendón aún no se hubiera corrido!. Me tiró en la cama sin miramientos, tomó los tobillos apoyándolos en sus hombros y metiendo las almohadas bajo mis nalgas para dejarme el trasero bien elevada. Sacó poco a poco su verga para bombearme esta vez por el ano, que ahora se dilataba dejándole paso, alternando su rabo entre mis dos agujeros.
¡Que manera de tratarme!, yo gritaba de placer, de dolor, de necesidad, de agotamiento, me retorcía e incluso lloraba:
Cabrón no pares no pares, más, más.
Si, claro que te daré más puta.
Me follaba en golpes secos de riñones para hundirse a tope bufando como un toro, sus testículos apretados se contrajeron a punto de estallar, tensé mis músculos vaginales buscando saciarlo, deseaba satisfacerlo. Él sacó su polla de mis entrañas y abriéndome las piernas empezó a escupir encima de mí chorros y chorros calientes de semen… los primeros fueron a parar a mis pechos, después con menos potencia sobre el vientre y el pubis. "Pringándome por completo".
Recogió una gran cantidad de esperma con su mano… metió tres dedos dentro del chocho, y sin parar ni un segundo me pajeó. Con la otra mano castigaba las tetas, propinando azotes que hacían salpicar semen sobre cuello y cara. Yo intentaba recogerlas sacando la lengua,
girando la cabeza contorsionándome de gusto. Nunca me había corrido tantas veces seguidas, Fran
me llevó de nuevo al límite y me vertí en su mano
.
Se tumbó a mi lado en la cama y mirándome con una gran sonrisa, dijo:
- Vístete, nos vamos.
¡Joder es verdad!, yo me había olvidado completamente del mundo real, miré el reloj de pulsera, eran las 4:30 de la madrugada. Nos vestimos rápidamente y me llevó a mi casa, pedí que se parara antes de entrar en la calle, le di un tierno beso en la mejilla:
- Eres increíble, gracias.
Fran no respondió, pasó su mano por la mejilla en una caricia y me devolvió el beso. Cerré la puerta domiando la tentación de mirar atrás y con una sensación de plenitud que no sentía en años, mientras a mis espaldas escuchaba cada vez más difuso el motor de su coche perdiéndose en la ciudad.